23 de febrero de 2017

Las espulgabueyes

Durante este invierno que ya termina, la cámara no ha podido trabajar mucho; únicamente las garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) -o espulgabueyes, como popularmente se las conoce en muchas partes de la Península Ibérica- me han sacado un poco de la monotonía, como ya pudisteis ver en la entrada previa. No importa, he podido reunir en alguna que otra sesión nueva otro puñado de imágenes con una luz diferente a las que había obtenido con anterioridad. Como ya sospechábamos, cuando hiela no se dejan caer por estas praderas, y el único día que lo hicieron -como se puede apreciar en estas dos primeras imágenes en las que se intuye la escarcha blanca sobre la superficie del suelo-, se limitaron a descansar y dormitar. Poco tiempo después, tras desentumecer los músculos, volaron lejos en dirección a otro lugar. Así, esos días en los que el suelo permaneció tan congelado como nuestra propia respiración, las lombrices simple y lógicamente no asomaron la nariz. Y las garcillas, que lo sabían, simple y lógicamente o no se presentaron o, si lo hicieron, ahorraron energía, permaneciendo quietas y remolonas.


Pero no todo han sido días de hielo y temperaturas bajo cero a lo largo de este invierno. También los hubo más templados y lluviosos, o simplemente nublados, en los que se llegaron a concentrar más de sesenta ejemplares delante del teleobjetivo, así como mañanas soleadas (interesantes para realizar contraluces) y días de fuertes vientos que despeinaban su plumaje y me ofrecieron la oportunidad de darle un poco de gracia a algunas instantáneas.









Tras las últimas sesiones he dado por concluido el trabajo con las garcillas bueyeras por esta temporada, pues ellas en breve se desplazarán a sus colonias de cría con la llegada de la inminente primavera, y no volverán por aquí hasta el próximo otoño-invierno.

Yo, por mi parte, quedo a la espera de la irrupción definitiva de esa nueva temporada que ya se barrunta en el canto de algunos pájaros. Hay que empezar a cambiar de objetivos, pensar en nuevos proyectos, nuevas especies, patear nuevos escenarios y campos, planificar nuevas fotos, buscar fondos y luces, imaginar composiciones e intentar conseguirlas, pues dentro de muy poco todos los pajarillos de alrededor estarán encelados y dispuestos a proclamar sus dominios a los cuatro vientos. Mi cámara y yo intentaremos estar allí, en el lugar adecuado en el momento adecuado para, así, traernos a casa esas escenas que empiezan ya a tomar forma en nuestra imaginación.