En una hora y media el día despertará
y yo he de estar metido ya dentro de mi hide. Los Km. van pasando y mis
pensamientos también. Observo las encinas iluminadas por los focos del coche a
ambos lados de la carretera; ¡cuántas veces habré pasado a su lado!. Voy
pensando en las grullas a las que pretendo fotografiar, al tiempo que busco con
la mirada los ojos brillantes de algún animal en las cunetas. Llegaré a mi
destino aún de noche. Luego he de caminar a la luz del cuarto creciente con el
equipo fotográfico, el hide, el abrigo y algo de comida hasta el lugar indicado,
y allí instalarme. Miro el reloj por enésima vez, y por enésima vez calculo el
tiempo que tengo: no quiero llegar tarde, pero tampoco demasiado temprano,
porque sentado e inmóvil el amanecer va a ser bastante “fresco”. Sumo repetidas
veces los tiempos; de aquí al pueblo… tanto; del pueblo por la pista hasta el
lugar donde aparcaré… tanto; los 800 metros de camino hasta el lugar donde
esperaré al encuentro con estas maravillosas viajeras me llevará andando…
tanto. Instalarme del todo… tanto. Voy bien de tiempo. Disfruto de la fría
noche calentito en mi furgo y conduzco sin prisas.
Mientras los números se van
sumando en el cuentakilómetros con dígitos amarillos sobre fondo negro, por mi
cabeza van pasando imágenes de grullas. Algunas son de buenos amigos míos,
otras vistas en algún foro, o en los libros o en la red. Grullas de Gallocanta,
grullas en dehesas extremeñas, grullas con Gredos nevado de fondo, grullas
volando, o comiendo, o peleándose, en la niebla, al sol. Mis pensamientos vuelan
como ellas. Rebusco en mi memoria y oigo sus cantos mientras sobrevuelan en "V" las
dehesas salmantinas en donde se han alimentado, camino de sus dormideros en la banda árida de
algún embalse.
Dentro de un rato, con el alba,
saldrán en oleadas, con aleteos pausados, majestuosas, haciendo el recorrido contrario desde los dormideros a los campos de cultivo y dehesas, donde pasarán la jornada. Yo
las esperaré allí, paciente, en un rincón de este mar verde de encinas y sembrados.
Expectante ante su encuentro, preguntándome si acudirán a la cita.
Grulla adulta buscando alimento. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/640 Sg. 100 ISO
Retrato. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3.
Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/500 Sg. 160 ISO
Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3.
Prioridad a la Apertura. F/9 - 1/500 Sg. 100 ISO
Pareja de grullas descansando. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/7.1 - 1/400 Sg. 100 ISO
Grulla arreglándose el plumaje durante un descanso.
Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3.
Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/250 Sg. 200 ISO
Grulla descansando al tibio sol de la mañana.
Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Trípode. Rótula Triopo DG3.
Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/400 Sg. 200 ISO
Siempre vigilantes y atentas a cuanto les rodea. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/6.3 - 1/500 Sg. 200 ISO
Retomando tras el descanso la búsqueda de alimento. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/250 Sg. 200 ISO
Cayendo el atardecer en la dehesa. Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/250 Sg. 100 ISO
Buscando los últimos granos y bellotas poco antes de ponerse el sol. Últimos compases de la jornada.
Canon EOS 5D. EF 500 mm / 4 L IS USM. Teleconvertidor 1,4x III. Trípode. Rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura. F/8 - 1/250 Sg. 100 ISO
Las grullas son aves muy
desconfiadas y asustadizas, que están siempre alerta. No es posible acercarse a
ellas a campo abierto. La única posibilidad de tenerlas cerca para
fotografiarlas sin molestarlas ni interferir en su comportamiento, es desde un hide camuflado.
En esta ocasión, todo el trabajo de preparación previo lo había realizado mi
buen amigo Roberto (gracias, una vez más), buscando una parcela querenciosa para comer y hablando con
el propietario de la misma para instalar el hide en ella; todo esto semanas
antes de que las grullas llegaran a nuestras latitudes. Una vez que las aves hicieron
acto de presencia en nuestra provincia, estuvo cebando la zona intermitentemente
para habituarlas. Posteriormente, situar mi propio hide al lado del suyo no
representó ningún inconveniente para las aves. Ambos estaban situados en el rincón que formaban dos
muros de piedra, dejando ver desde el otro lado (del lado de las grullas) sólo
la parte superior, camuflada además con ramas. Pude comprobar que cebando con bellota
en vez de con grano, las grullas se entretienen más tiempo y permanecen durante
más rato en la zona escogida. Al chajurdo conviene entrar antes de amanecer,
pues son muy madrugadoras. Si vuestra intención es estar toda la jornada hasta
el anochecer deberéis ir preparados para aguantar 11 o 12 horas en su interior
sin salir, aunque es posible hacer una escapada del habitáculo si observamos
que ninguna grulla se encuentra en los alrededores. Si nuestra intención es
estar unas horas, para salir y recoger siempre habremos de esperar a que no haya alrededor ningún
bando que nos pueda ver, pues de lo contrario relacionarán el aguardo con las personas.