De entre todas las construcciones que podemos encontrar a lo largo de este espinazo montañoso, generalmente ligadas a una intensa actividad ganadera, destacan los chozos tradicionales, que solían tener planta redonda, suelo enlosado y cubierta de escoba o piorno. Hacían las veces de viviendas, a menudo adosadas a una cerca de mampostería a modo de minúsculo corral, con poyos para sentarse.
En ocasiones estos chozos se agrupaban formando pequeños poblados con un gran trasiego en los meses en los que el paisaje se libraba de la nieve. A menudo eran denominados "puestos" y en ellos los cabreros pasaban largas temporadas con sus rebaños. En algunos de estos puestos se pueden aún encontrar hoy en día otras construcciones que tenían distintos fines, como las que puedes ver en las tres fotos siguientes: chiviteras para guardar por la noche a los recentales del rebaño, hornos para cocer algo de pan durante las estancias más largas e incluso queseras, ubicadas junto a un pequeño arroyuelo cuyo caudal se desviaba a su interior para mantenerlo fresco.
Todos estos elementos son piezas que forman parte de un rico museo etnográfico, sin puertas, que se encuentra disperso por gargantas y laderas, abierto a todo el mundo. Para descubrirlo solo tienes que caminar por estas montañas con una mente abierta, y comprender que este patrimonio cultural representa un aliciente más, otra disculpa para calzarnos las botas, echarnos la mochila a la espalda y ponernos por delante nuestro un camino cualquiera.
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