24 de febrero de 2013

Las venas de la tierra

El fluir del agua produce un sonido suave. El aumento de caudal, consecuencia de las últimas lluvias, cubre y encharca algunas orillas rasas en este tramo medio del río. El rápido deslizar de su corriente provoca mansas ondas, burbujeos y temerosos remolinos, mientras que las ramas que penden sobre su superficie y la rozan se mueven rítmicamente en contacto con la misma, en un ir y venir incesante. Desde sus márgenes pretendemos intuir lo que sucede en el interior del río, pero a nosotros, seres que respiramos aire, nos es imposible hacerlo.

Las riberas se encuentran flanqueadas por impenetrables marañas de vegetación, ahora deshojadas por los rigores del invierno. Una pantalla de ramas secas esconde la vida que bulle en esa broza homogénea y uniforme de sarmientos y vástagos. Una greña que nos impide el paso a su interior y nos oculta nuevamente lo que en él acontece.

Vemos desde fuera el agua. Y vemos desde fuera la maraña.

No podemos, pues, penetrar en la verdadera energía que fluye en y junto a los ríos, esas venas de la madre tierra. Somos simples espectadores de su fluir. De ese fluir que nos da la vida sin verlo.














2 comentarios:

  1. Me gustan tus textos, que tanto me acercan. Y las imágenes, marañas como dices. Me permití revelar con photoshop, dándole más contraste y me gustó.

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  2. Gracias José-Elías. Pienso que estas marañas son muy sugerentes cuando están sin hojas, y son en sí mismas un mundo al que se le presta poca atención.

    Un saludo

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