3 de julio de 2014

Piratas negros

¡Cómo me han gustado siempre los córvidos! Desde que tengo recuerdos bicheros, siempre he tenido una cierta debilidad por todos y cada uno de los miembros de la familia Corvidae. Su inteligencia y flexibilidad ecológica les ha permitido prosperar con igual éxito en ambientes tanto silvestres como humanizados. De unas especies siempre fue su belleza lo que llamaba mi atención (y sigue haciéndolo), como en los casos del arrendajo y el rabilargo. En otras era y es el poderío incontestable que enseñorean en ambientes agrestes de nuestras cordilleras montañosas, como sucede con el cuervo (Corvus Corax). En otras ha sido su gracilidad y acrobacias aéreas, como en el caso de ambas especies de chovas (Pyrrhocorax sp), allí en los ambientes más alpinos de nuestras montañas.

En el caso de la grajilla (Corvus monedula) lo que siempre imantó mi curiosidad fueron esos ojos casi blancos que resaltan sobre su monótono plumaje negro. Residentes habituales en monumentos y farallones rocosos generalmente ligados a ambientes agrícolas y urbanos, sus animados reclamos anticipan la presencia de este oportunista gregario y sedentario. Inteligentes como el resto de los córvidos, me puedo pasar largos ratos observando sus idas y venidas, bulliciosas e inquietas.




2 comentarios:

  1. Nómada, te olvidas de la graja (Corvus frugilegus), de las cuales tenemos buenas colonias de cría en León.
    Estupendas fotos.
    Saludos.

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    1. Hola Konico. No, no se me olvidan, ni la graja, ni la urraca, ni la corneja, de entre los que pueblan la península. Son todas ellas unas aves muy interesantes. De todas ellas, las grajas son las que más me gustaría fotografiar, precisamente por lo desconocidas que son para mi: su área de distribución no alcanza mis tierras y cuando he viajado por el norte tampoco he tenido la fortuna de disfrutarla. En fin, ya habrá oportunidades en el futuro. Gracias por pasar y comentar.

      Un saludo.

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