11 de septiembre de 2014

Rebecos cantábricos

Estamos a primeros de septiembre y nosotros hemos aprovechado un hueco de unos pocos días para hacer la última escapada veraniega, migrando al norte con la intención de fotografiar  al rebeco (Rupicapra rupicapra). El caso es que después de tres jornadas pateando por la zona es esta nuestra última oportunidad tras ver solamente rebaños muy alejados y desconfiados los días anteriores.

Hoy nos hemos alejado de los enclaves más humanizados buscando algún grupo al que poder fotografiar en un ambiente alpino y salvaje. Tras superar una cómoda canal llena de simas, recovecos y pedregales, estamos a punto de alcanzar un collado herboso en donde en anteriores ocasiones hemos podido ver y fotografiar a esta especie sin complicaciones. Es un lugar tranquilo, solitario y alejado de las rutas más conocidas de Picos de Europa. Y a pesar de ello, los rebecos que otros años hemos visto en esta zona no son especialmente asustadizos, aunque tampoco son precisamente de los que se acercan a los hombres hasta entablar casi contacto físico. Nuestra esperanza es que nos permitan mantener una distancia de seguridad suficientemente cercana como para facilitarnos el trabajo fotográfico, algo que tampoco es muy difícil ya que debido al tamaño de estos animales esta distancia no tiene por qué ser corta.

Por fin estamos llegando al collado donde esperamos encontrar al rebaño -no quedan ni cinco minutos- cuando súbitamente un grupo numeroso de rebecos se nos aparece de frente, huyendo asustados en nuestra dirección. Bajan a grandes saltos por un gran nevero que nosotros estamos esquivando, y escapan por unas laderas rocosas de fuerte pendiente hacia un jou al que nosotros no tenemos pensado bajar. Estamos sorprendidos. Pero, ¿qué a pasado? Intrigados, terminamos de subir y junto al collado descubrimos el motivo de la espantada generalizada de la manada: cuatro montañeros acaban de acceder hasta el lugar desde la vertiente opuesta. Nuestras esperanzas de pasar el día junto al rebaño de la zona se han desvanecido por completo de un plumazo. Por lo pronto no vemos ningún rebeco más. El inoportuno grupo de montañeros continúa su camino y nosotros dos nos quedamos de nuevo a solas con la montaña, abatidos por nuestros pensamientos: si hubiéramos caminado un poco más deprisa, si hubiéramos parado menos veces, ...

Decepcionados, deambulamos por la zona buscando con los prismáticos hasta que, camino de una cumbre próxima, nuestra suerte parece cambiar, pues localizamos por fin una primera hembra rumiando tranquila acompañada de su cría, que por estas fechas ya presenta un buen tamaño. Permanecen tranquilas ante nuestro lento acercamiento, y nos permiten hacerles algunas tomas a una distancia prudencial que les incomoda poco o nada, ya que están más pendientes de otra pareja de montañeros que evolucionan a mucha mayor distancia que de nosotros mismos.

Tras permanecer junto a ellas durante bastante tiempo, nos despedimos finalmente de esta familia solitaria y las dejamos pastando entre los canchales cercanos. Han ido pasando las horas y hemos ido localizando desperdigados por los alrededores nuevos ejemplares que se prestan a posar para nosotros. Alguna otra madre con su descendencia, algún ejemplar altivo y solitario. Poco a poco hemos salvado la jornada, aunque solo sea en parte tras la azarosa huida de la manada principal. Finalmente se han sumado un puñado de imágenes difíciles en la tarjeta de la cámara y nosotros, sin estar plenamente satisfechos, emprendemos el regreso definitivo. Nos despedimos de ellos por ahora. Esperamos que sea una despedida momentánea, pues es en invierno cuando la belleza de esta especie se presenta en todo su esplendor con el contrastado pelaje invernal. Queda pendiente, por lo tanto, una futura escapada cuando las ventiscas y las heladas hayan hecho acto de presencia en la alta montaña cantábrica. No es un adiós, sino un hasta pronto.












3 comentarios:

  1. Una faena lo que comentas, pero si algo puede salir mal, saldrá mal. Aún así, pillaste unas fotos bien chulas. Suerte para la próxima

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    1. Es lo que tiene la fotografía de fauna como bien sabes tú. Muchas horas, a veces muy duras, muchos fracasos y algunos sinsabores para conseguir solo de vez en cuando lo que buscamos y, eso sí, disfrutar siempre de nuestros campos. Esta es la primera recompensa.

      Un saludo.

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  2. Gracias una vez más por tus amables palabras. Que te gusten me animan, sin duda.

    Un beso.

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