22 de julio de 2020

Por los suelos

En el post de hace casi un mes "La exploradora" repasaba de una manera somera las claves por las que las tórtolas turcas (Streptopelia decaocto) han expandido su área de distribución de forma tan extraordinaria, siempre acompañando al ser humano en sus ciudades y asentamientos rurales. Explicaba en ella que las causas principales que facilitan esta histórica expansión son que al lado del hombre siempre encuentran abundante alimento, por un lado, y menos depredadores, por otro, lo que unido a su enorme capacidad reproductora, con hasta seis puestas anuales, hacían de la explosión demográfica algo inevitable.

La tórtola turca tiene una alimentación basada principalmente en semillas que rebusca por el suelo, a las que suma brotes verdes de plantas y en mucha menor medida algún insecto que se le cruza por el camino. Esta alimentación la realiza por regla general siempre en el suelo, exceptuando cuando visita en las granjas agrícolas y ganaderas las eventuales acumulaciones de pienso o grano cosechado por ser humano, o incluso cuando visita los comederos que la gente pone en sus jardines para los pajarillos que revolotean por los mismos. Las oportunidades hay que aprovecharlas, reza el dicho, y la tórtola turca lo sabe muy bien, sacando partido de aquellas circunstancias en las que el alimento se lo ponemos en bandeja. Pero cuando no se dan estas circunstancias tan propicias o cuando desean (o necesitan) ampliar la variedad de su dieta, regresan al suelo donde siempre han buscado su sustento. Esta especie come de manera natural en el suelo, está grabado en su comportamiento.



Que busque su sustento en el suelo me obligó a realizarle una sesión de "tumbing" (ese sistema de ocultamiento tan agradecido en el que permaneces varias horas tirado en el suelo boca-abajo con dolor de cuello, espalda y riñones desde el minuto diez, más o menos), si quería mostrar un aspecto tan fundamental de su vida como es el modo de alimentarse. Haber estado los días previos fotografiándolas a ellas y a los gorriones sobre los montones de maíz y garbanzos me había permitido observar en qué zonas concretas de los alrededores se agrupaban las tórtolas para ampliar su dieta. 

Tras preparar con paquetes de paja a la sombra un escondite eventual me introduje en él dispuesto a esperar su llegada. Esta no tardó en producirse, permitiéndome fotografiarlas en sus "paseos gastronómicos".




Rastrojeras y praderas abiertas y con vegetación baja y rala, parecen ser sus terrenos de campeo preferidos. En los primeros en busca de esos granos de cereal que caen al suelo durante la cosecha del mismo, en los segundos en busca de esas semillas silvestres que diversifican su dieta. Áreas con gramíneas altas, por el contrario, nos les proporcionan seguridad suficiente al dificultar la visión de los alrededores, lo que para su constante estado de alerta supone un serio problema, así que parecen ser evitadas.

Tras tres horas de tortura en el suelo, el declinar del sol y la llegada de las sombras me alivian la tarde y me indican que llegó el momento de incorporarse y darle por fin un descanso a mi cuello y espalda. Estoy ya viejo para estos trotes.

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