En los últimos 20 años han muerto envenenados 8 osos pardos cantábricos (Ursus arctos) en el núcleo occidental y 7 en el reducido núcleo oriental, que se suman a los 5 y 7 que respectivamente han caído allí víctimas del gatillo de los cazadores, más los 4 ejemplares muertos por los lazos de los furtivos en el primero de los núcleos mencionados. En total suman 17 bajas en el occidente de la Cordillera Cantábrica y 14 en el oriente. O podemos leerlo de otra manera: 15 osos envenenados, 12 abatidos a tiros y 4 muertos agónicamente en lazos en el área de distribución de la especie en la Cordillera Cantábrica. 31 plantígrados víctimas del furtivismo. Sin duda demasiados. 31 osos muertos (sin contar los heridos) por la acción premeditada de unos pocos delincuentes, ¡y encontrados!, porque esa es otra cuestión: encontrar en el medio de la montaña los restos de los ejemplares afectados por la acción de los furtivos resulta una verdadera quimera en las inabarcables extensiones de denso matorral y bosque que tapizan esta región. Encontrar una aguja en un pajar sería más sencillo.
Estas cifras son solo la punta del iceberg de un problema sistémico en nuestros campos: la persecución continuada que se realiza en ellos de los depredadores. Y es solo la punta del iceberg porque se hace evidente que el número de osos caídos en realidad es muy superior, puesto que no todos los que mueren en la fragosidad del monte son recuperados para su posterior autopsia. Es más, si nos centramos solo en las muertes por envenenamiento se calcula que en España se vienen a recuperar solo el 10% de los animales envenenados. Según un informe de WWF en los 25 años que dura el período entre 1992 y 2017, en España se recuperaron envenenados 21.260 animales, pero se estima que otros 185.000 no fueron encontrados. El uso del veneno en áreas oseras está vinculado de un modo directo a la persecución que en las áreas de montaña con ganadería extensiva y escasas medidas de vigilancia del ganado se viene haciendo contra el lobo, demostrando la incapacidad del sector ganadero de comprender que después de siglos de exterminio implacable matar lobos no es la solución, sino buscar medidas de protección del ganado (los lobos muertos dejan un espacio libre que ocuparán otros lobos, además de que la desestructuración de las manadas obligará a los supervivientes a atacar presas más sencillas de abatir, como lo es precisamente el ganado). La obsesiva persecución del cánido se ha demostrado ineficaz y contraproducente para acabar con el conflicto, pero sigue enquistada en el "modus operandi" del ganadero, muy lejos de admitir que la solución tiene que ir encaminada forzosamente a la protección y vigilancia del ganado, en vez de a la persecución del lobo. Fuera de las áreas montañosas el uso del veneno como método de eliminación de depredadores se vincula de manera directa a la gestión de la caza menor de los cotos de caza.
Al igual que con el veneno, la utilización de los lazos busca la eliminación de los depredadores que el furtivo piensa pueden afectar negativamente a su actividad cinegética. Es innecesario advertir que es otro método ilegal de caza no selectiva que puede afectar no solo a las especies objetivo de la misma (lobos, zorros, garduñas, ...) sino también a animales protegidos y en peligro de extinción (osos, linces, ...), así como domésticos, además de ser un método cruel ya que condena a la víctima a una muerte lenta y dolorosa. Intermitentemente algún oso acaba cayendo en estas trampas inhumanas y aunque no llegan a morir en el momento a veces huyen con el lazo en el cuerpo y con profundas e irreversibles heridas que terminan acabando con sus vidas.
Así pues, se puede concluir que la persecución ilegal de depredadores mediante veneno, lazos y escopetas va asociada principalmente a las actividades cinegética y ganadera, y solo se puede entender si consideramos que las administraciones medioambientales, los cuerpos de seguridad del estado y la administración judicial no están haciendo las cosas bien para atajarla. Las primeras no adoptan medidas serias preventivas, disuasorias y de persecución y condena del furtivismo, y en muchos casos llegan incluso a servirse de él en la gestión de los cotos de caza y las Reservas Regionales de Caza como modo de control del demonizado lobo ibérico (así como de zorros, garduñas, meloncillos, gatos monteses, etc), que resulta ser más un clavo en el pie, que una especie a proteger. Es más, existe una vinculación obvia entre una parte terriblemente importante de los celadores de caza de estas reservas y la animadversión al gran depredador. La absoluta falta de transparencia y el oscurantismo en la gestión cinegética de las mismas facilita y propicia, cuando no encubre, el furtivismo. Siendo las Reservas Regionales de Caza espacios naturales de gestión pública tendrían que basar su dirección y administración en modelos sostenibles con el medio ambiente y no exclusivamente cinegéticos y económicos, que debían estar siempre supeditados a la conservación del entorno y al uso del espacio por el resto de ciudadanos no cazadores. Se les olvida a los gestores de las Reservas Regionales de Caza que el patrimonio natural donde ellos realizan su actividad venatoria es de titularidad pública, y el modelo de uso del entorno que utilicen siempre tendría que estar sujeto a la sostenibilidad de los ecosistemas. Perseguir son saña a los depredadores no es biológicamente sostenible, ni socialmente admisible.
En cuanto a los cuerpos de seguridad del estado se hace evidente que faltan medios humanos y económicos, pero aparentemente también nos encontramos en España ante una posible falta de interés: el furtivismo es un tipo de "delincuencia menor" porque no afecta directamente a las personas o a su patrimonio personal, y parece no contar con el suficiente interés en su persecución, lo que se viene a sumar a la intrínseca dificultad de pillar a los furtivos en el momento de delinquir. En el núcleo oriental de la población osera cantábrica no se ha resuelto ni un solo caso de envenenamiento, por ejemplo, y la inmensa mayoría de los casos, no solo de muertes de osos o lobos, sino también de furtivismo sobre especies cinegéticas (cabra montés, corzo, ciervo, rebeco, jabalí), quedan impunes. El mensaje que tienen los furtivos es que el campo es ancho, no hay ojos en él y pueden hacer lo que deseen. Por si fuera poco, las guarderías de las reservas y de los propios cotos de caza persiguen y hostigan a los que nos movemos por el campo con los prismáticos colgados del cuello, evidenciando que los naturalistas somos una molestia en donde la gestión del espacio es cinegética. ¿Por qué será? ¿Será que no les interesa que haya ojos en el campo? Es simplemente indignante la hostilidad con la que muchos trabajadores de las reservas y, desde luego de los cotos, acosan al ciudadano no cazador, expulsándolos a menudo de lugares públicos sin más justificación que el "aquí mando yo y te digo que no puedes estar".
Finalmente en este cóctel explosivo, y por si todo esto fuera poco para darles alas a los furtivos, cuando alguno llega ante un juez las penas no son siempre lo que deberían y hay casos en las que, tras un enorme despliegue policial, las penas o no se ponen o no son lo suficientemente severas como para servir de aviso a navegantes, no se les disuade de seguir haciendo sus fechorías en el monte.
A incriminar a estos delincuentes no ayuda el silencio que encontramos entre las cerradas comunidades rurales. En los pequeños pueblos de montaña todo el mundo se conoce y de sobra se sabe quiénes son los furtivos, pero no se denuncia, bien por miedo a los enfrentamientos personales, o bien por la poca importancia que se le da a este tipo de delincuencia. En palabras de Fructuoso Pontigo, portavoz de la Coordinadora de Ecologistas Asturiasnos, para Diario.es " En Asturias hay una tolerancia indecente ante el furtivo. Las autoridades miran para otro lado y sus acciones en la mayoría de los casos quedan impunes. .../... Aquí todo el mundo sabe quiénes son los que practican el furtivismo pero se hace la vista gorda. .../...", y respecto de la propia comunidad rural dice que "Hay poca concienciación con este asunto, y temor a que se sepa quién es el denunciante".
Aunque ya han pasado dos décadas desde la elaboración de la Estrategia para la Conservación del Oso Pardo Cantábrico redactada por la Comisión Nacional de Protección de la Naturaleza (CNPN 1999), siguen perfectamente vigentes los temores que en ella se expresaban, donde se podía leer que "Las causas de mortalidad de los osos cantábricos no son adecuadamente conocidas. La información disponible sobre osos muertos es deficiente en cuanto al número de casos conocidos sobre los estimados, a las características de los ejemplares afectados, a las causas finales que provocaron sus muertes, a su distribución espacial y temporal y a la relación con factores que contribuyen a generar riesgo." La realidad es que esto sigue siendo válido en nuestros días, bastantes años después. ¿Cuántos osos mueren en nuestros montañas cantábricas por la acción premeditada del hombre mediante el uso del veneno, los lados o los disparos? No podemos saberlo, pero intermitentemente siguen apareciendo ejemplares con mutilaciones o heridas, o incluso arrastrando lacerantes lazos aún cercenando una parte de su cuerpo. Nadie puede negar que este problema no es nuevo, viene de atrás, y lejos de remitir, parece repuntar. En el Boletín 42 de la Plataforma en Defensa de San Glorio se indicaba ya en 2007 en palabras de Francisco Purroy que "La Junta de Castilla y León autoriza batidas de caza al jabalí en pleno otoño, a pesar de ser contrario al plan de recuperación de la especie", y se podía seguir leyendo que "Para Purroy, una de las grandes amenazas para la población oriental de osos es el uso ilegal de venenos, "alarmante en Palencia", dice. Purroy valora el trabajo de la Junta en cuanto a sensibilización, sobre todo con escolares, pero suspende su gestión cinegética, que autoriza "batidas en áreas críticas de alimentación otoño-invernal". Javier Naves, por su parte, también apuntaba a la gestión cinegética en Castilla y León como "... una de las principales amenazas para la supervivencia del núcleo osero oriental" ya que "... se da prioridad al aprovechamiento económico a la conservación". Pues bien, en 2020 esto no parece haber cambiado.
Lamentable, la falta de interés no es aparente es por desgracia real, en los últimos decenios este país va en picado respecto a la conservación. El futuro al igual que el presente pinta negro, saludos.
ResponderEliminarEfectivamente, Javier, la falta de interés de las administraciones mata osos, y lobos, y quebrantahuesos, y águilas imperiales,... somos un desastre en conservación, aunque algunas comunidades vistan de "paraíso natural", lo cierto es que ninguna se libra de masacrar nuestra naturaleza. Un saludo.
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