La muerte es vida en la naturaleza, aunque suene extraño.
Aunque lo pueda parecer, esta foto no es en realidad del ratonero (Buteo buteo) sino de la vieja encina muerta y arrinconada en la linde de las tierras de labor. Durante centenares de años pasó la savia por su tronco, y su copa dio cobijo a miles de seres, diminutos unos, y grandes y vertebrados otros. Los protegió del inmisericorde sol en verano con su sombra, y de los fríos en invierno entre sus hojas. Con seguridad vio arar estos campos con caballerías mucho antes de que, ya mediados el siglo XX, comenzaran a popularizarse en España los primeros tractores y sus aparejos de labranza. Pareciera no ser ahora más que un posadero, para buitres de paso y ratoneros de campeo en busca de pitanza. Pero aún así sigue albergando vida. Pequeños roedores almacenan entre sus huecos y recovecos el alimento que les ayudará a sobrevivir al invierno, y muchos insectos se cobijan entres sus grietas. Lo conozco desde hace muchos años, y cruzo los dedos para que los agricultores que cultivan a ambos lados de su centenario corpachón no acaben eliminándola del lugar, ahí, dando vida incluso después de muerto. ¡Qué maravilla!
La vida es ... vida, no es una perogrullada. Pero la muerte también lo es. Es energía que se transforma sin desaparecer. Ese árbol que decimos muerto, no es más que energía que dará vida a otros seres. Cuando hablamos de la vida y de la muerte en realidad lo hacemos de un simple flujo de energía.
Precioso lo que escribes y muy cierto. Besos.
ResponderEliminarGracias Teresa, es la simple Ley de la Naturaleza, con mayúsculas. Un beso.
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