Suenan sus acordes en mis sienes. Sobre mi cabeza sus
aviones sobrevuelan plateados y miro al cielo buscándolos, mientras me
concentro en lo que hago. Mi patria en mis zapatos, dice. Tarareo su letra y
busco con la mirada el siguiente agarre o anticipo el próximo apoyo. Chequeo
que sean firmes y cargo mi peso sobre su pequeña superficie. Me incorporo un
metro más como un nuevo triunfo en esta vida vertical. Otro efímero logro. Y
voy subiendo peldaños en esta montaña huidiza, como voy sumando días en mi
existencia. Días que son un logro; logros que son peldaños. Extenuantes. Urgentes.
Rabiosos. Intensos porque si no, no merecen la pena caminarlos. Peldaños que
son vaivenes. Los vaivenes de un trapecio que te permite vivir a inspiraciones
hondas cada día de tu viaje.
“Como dijo algún navegante atribulado, prefiero el
trapecio para verlas venir en movimiento”.
Vivo; no me arriesgo. No me arriesgo a no hacerlo, a no
vivir.
Se arriesgan quienes ven de lejos el vaivén, paralizados. Se
arriesgan aquellos que no se arriesgan; se arriesgan a no vivir; se arriesgan a
no subir. A no sentir. A vegetar.
Por eso, yo vivo en el trapecio y su balanceo me arrulla.
Y por eso, levanto mi vaso y brindo por todos los que vivís y habéis vivido en el temblor de vuestro vaivén, por todos los que en el trapecio os habéis mecido. Por todos los que habéis hecho de él vuestra inspiración. Vuestra respiración. Vuestra razón. Vuestra razón de ser.
Y por eso, levanto mi vaso y brindo por todos los que vivís y habéis vivido en el temblor de vuestro vaivén, por todos los que en el trapecio os habéis mecido. Por todos los que habéis hecho de él vuestra inspiración. Vuestra respiración. Vuestra razón. Vuestra razón de ser.
Llegando a la cumbre del Lustou, en el Pirineo francés
Descendiendo hacia las profundidades de un jou, solos en la inmensidad de Picos de Europa
Llegando a la cumbre del Mont Blanc en medio de una fuerte tormenta, tras haber subido por la cumbre del Tacul y el hombro del Maudit
Destrepando por la derecha para bajar de una pared en Sierra Nevada
Recorriendo los últimos metros a la cumbre del Huayna Potosí. Unos minutos después una tormenta eléctrica envuelve la montaña
Tras la tempestad viene la calma: regresando al refugio tras un intento al Cotopaxi,
frustrado ya cerca de su cráter
Belleza y mar de nubes desde la cumbre del Naranjo de Bulnes
Tu sombra, tu alma. Cris, va por ti
Como siempre PRECIOSAS fotografías.
ResponderEliminarAlgunas fotos las conocía, otras no; pero me encantan.
ResponderEliminarUn abrazo desde mi trapecio particular.
J. Joaquín
Tu equilibrio en el trapecio es perfecto. Ánimo, que ya queda menos.
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