Me mira desde sus cincuenta pies de altura. Su mirada fría y animal se detiene en mi insignificante y vulnerable presencia. Su respiración lo envuelve todo, retumba a mi alrededor como la caldera de un volcán, con un sonido cavernoso, sordo y profundo, haciendo difícil la respiración en una atmósfera que se ha vuelto repentinamente espesa y densa. Agacha su enorme calavera cubierta de finas y puntiagudas escamas alrededor de sus ojos escarlatas; escamas que se vuelven grandes y lisas en su cuello. Se fija y se acerca. Me observa y decide si merece la pena dedicar un segundo a aniquilarme. Resopla encima mío, el dragón.
Impactante...
ResponderEliminarGracias. Son unos bichos espectaculares. Los abusones del barrio.
EliminarUn saludo.
Qué buen ojo, el del dragón, digo.
ResponderEliminarYo también me encontré una vez uno:
http://arsnatura.blogspot.se/2010/10/seres-mitologicos.html
Un saludo
Curioso la de monstruos y seres mitológicos que nos rodean. Pasan desapercibidos haciéndose pasar por tocones de árboles, rocas o nubes. Me gusta el rino que encontraste.
EliminarUn saludo.
PD: Por cierto, yo tengo un minotauro en mi salón, que se hace pasar por los restos de una encina. Se cree que no lo sé, pero se equivoca.