6 de mayo de 2013

Una tarde como otra cualquiera

Llevamos los tres en silencio más de dos horas de espera tranquila, viendo y disfrutando los excesos aéreos de los milanos, que no llegan a posarse y que parecen querer restregárnoslo no dejando de dar pasadas por encima nuestro. Aparte de esto, la tarde está aburrida, y parece llevar la misma tónica que las dos sesiones anteriores, cuando las tarjetas de las cámaras se volvieron a casa vacías, sin más fotos que las que fuimos realizando para comprobar iluminaciones y equilibrar los parámetros del disparo. Ni una brisa de aire; calma chicha que diría un marinero. Cuando ya empezamos a desesperar comienza bruscamente a sonar el aire unas decenas de metros sobre nuestras cabezas. Miro por las ventanucas laterales de mi escondrijo y ... no se mueve ni una rama, ni una hierba, y las telas de camuflaje penden ligeras sin el más mínimo vaivén. El sonido del aire, por el contrario, se hace más y más intenso por momentos, a la vez que desciende y se nos acerca. Miramos hacia arriba y de pronto uno de los compañeros ve asomar en lo alto unas garras con dedos toscos. Ya están aquí. Ya han llegado. Empiezan a caer del cielo como caza-bombarderos uno, dos, tres, cuatro buitres leonados (Gyps fulvus). Y cuatro más. Y otras cuatro docenas más al momento. En pocos instantes la algarabía que forman alrededor de sesenta o setenta ejemplares nos desborda. Nos sorprende sobre todo la hora en la que han bajado, pues no suelen hacerlo tan tarde. Son ya cerca de las ocho. Nos regocijamos disparando por fin las primeras fotos después de tres días, al tiempo que nos frotamos mentalmente las manos viendo el reloj, pues sabemos que, salvo desastre, permanecerán delante nuestro hasta la hora mágica del atardecer, dando paso además a milanos reales y negros, con  las mejores luces de esta limpia tarde de primavera.

Quince minutos después nos vamos relajando y vamos siendo más selectivos en los disparos, pensando en lo afortunados que vamos a ser dentro de media hora.

De pronto ... el desastre ocurre. Todos al unísono levantan el vuelo, asustados por ... ¿por qué?

Se van. Se han posado a unos cien metros de distancia como si fueran un rebaño de ovejas, en la parte alta de una loma cercana. Esperamos ansiosos a que regresen. ¡Por favor, por favor, ahora no! nos repetimos por dentro, mientras nos mordemos los labios por fuera. Los minutos pasan, la luz cálida de la tarde continúa  mejorando por momentos y ... ellos se van definitivamente.

¿Qué diablos ha pasado? Buscamos por un lado y por otro. Nosotros no hemos podido ser. De pronto oímos unas voces y comprendemos todo. Luego dos portazos, un motor y una furgoneta que pasa por detrás de nuestra posición, a no mucha distancia.

A veces, amigos, la suerte "casi" se alía con nosotros. Habrá que seguir insistiendo para conseguir esas luces de atardecer que nos ofrezcan la oportunidad de hacer la foto imaginada.













4 comentarios:

  1. Espectaculares.. Con unos colores inmejorables.. Un saludillo..

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    1. Todavía me acuerdo de los 45 minutos de mejoría de luz que aún nos quedaba para rematar la sesión. En fin... habrá otras oportunidades, aunque las situaciones nunca se repiten.

      Gracias por pasar y comentar. Un saludo.

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  2. Vaya pedazo de fotografías. Enhorabuena y un saludo.

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    1. Buenas caballero. Me alegro que te gusten. Ya veo que tú también estás disfrutando de lo lindo estos días. Me quedo con ganas de esos patirrojos con esos ojazos tan llamativos.

      Un abrazo, y a seguir.

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