3 de agosto de 2013

Destilando la esencia de la Provenza

Como todo el mundo puede suponer, la Provenza es mucho más que sus campos de lavanda en flor. Es, al igual que el resto del país vecino, el resultado del afecto que por su tierra transpiran sus habitantes por cada poro de su piel, algo de lo que nosotros, gentes al sur de Los Pirineos, podemos apreciar en el cuidado y mimo que transmiten sus pueblos, y de lo que también, por qué no decirlo, deberíamos aprender un poco. El atractivo de la Provenza es, pues, el resultado de su saber vivir, de su educación y del cariño que sienten por lo suyo. De ello son fruto sus pequeños y pulcros pueblecitos provenzales, sus casas cuidadas al detalle, sus carreteras flanqueadas por hileras de enormes plataneros, sus entramados de enredaderas que tapizan paredes y medio ocultan ventanas y puertas, y el propio espíritu que fluye en cada uno de estos pueblos. En ellos el silencio lo invade todo, e incluso en el bullicio de las terrazas llenas de gente, se respira paz y tranquilidad, sin voces altisonantes ni papeles por el suelo. Un murmullo pausado invita al paseo, a la sombra de los árboles o de las estrechujas callejuelas empedradas. Así es la Provenza, un alambique de donde se destila amor por la tierra, tranquilidad y saber vivir. 
















2 comentarios:

  1. Precioso reportaje Chuchi.Sabes aprovechar bien tus viajes

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    1. Gracias Jaime, me alegro que te gusten. Cualquier lugar puede inspirar al fotógrafo, es igual que sea exótico o no, lejano o cercano, todo tiene "su aquel". Tus fotos lo demuestran. De las últimas hornadas me quedo con esos botos que están hechos para caminar. Gran foto.

      Un abrazo.
      J.N.

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