30 de junio de 2020

La exploradora

Así deberíamos llamar a la tórtola turca (Streptopelia decaocto) porque su expansión por el planeta recuerda mucho a la de la especie humana, siendo casi tan exitosa como la nuestra.



Originariamente a finales del siglo XIX se distribuía desde Turquía al subcontinente indio y sur de China, pero desde entonces ha protagonizado una de las expansiones faunísticas más espectaculares de la historia natural. Aunque ya había habido registros previos puntuales de su presencia en Europa, no es hasta comienzos del siglo XX que la especie inicia una imparable colonización de Europa desde los Balcanes hacia el noreste, alcanzando mediados el siglo Alemania, Gran Bretaña e Irlanda. En las décadas siguientes se fue expandiendo tanto al norte del continente, donde alcanzó el Circulo Polar Ártico y el oeste de Rusia, como hacia el sur, donde ocupó la cuenca del Mediterráneo, colonizando el norte del Magreb, e incluso las Islas Canarias a finales de la pasada centuria. En la península Ibérica comienzan a verse ejemplares en la década de los 60, pero no es hasta 1974 que se constata la primera reproducción de tórtolas turcas en nuestro país, concretamente en Santander. Desde entonces la expansión hacia el sur fue imparable y veloz, y al alrededor de 15 años más tarde ya había colonizado el solar ibérico.





Introducida en las Bahamas en la década de los 70, dio rápidamente el salto a Florida y continuó su expansión por Norteamérica llegando incluso a Alaska y los Grandes Lagos. No se sabe muy bien en qué medida escapes de aves cautivas han ayudado a esta rápida colonización, pero lo cierto es que continúa en un franco proceso colonizador. Si en Europa se registraba una media de 50 km de avance geográfico anuales, en Norteamérica se han dado avances del doble, lo que resulta brutal para una especie que muestra patrones sedentarios.


¿A qué se debe este éxito sin parangón? sin duda a la conjunción de diversas causas. Por un lado a su enorme éxito reproductor. He llegado a constatar hasta cinco puestas seguras de una pareja en una casa de campo, probablemente seis, la última de las cuales tenía lugar en plenas Navidades. 




La otra causa fundamental puede ser que ha sabido adaptarse a la vida al lado del hombre. Esto le proporciona grandísimas ventajas, pues reduce las acciones depredatorias de sus enemigos naturales, así como la presión cinegética humana sobre ellas (en las ciudades y cascos urbanos no se puede cazar, algo que han descubierto también en las últimas décadas las palomas torcaces). Además, esta cercanía al hombre les proporciona alimentación abundante, lo que siendo una especie gregaria nos posibilita ver grandes bandos de ellas alimentándose de las cosechas agrícolas humanas, como en el caso de la foto que vemos aquí, donde los garbanzos amontonados para la alimentación del ganado constituyen un suplemento alimenticio que saben aprovechar muy bien.




Estos tres factores están sin duda detrás de su éxito demográfico y colonizador: su alta tasa reproductiva, la reducción de la mortandad y la facilidad para encontrar abundante alimento. Todo ello ha hecho que su expansión demográfica y geográfica se haya convertido en un caso paradigmático a nivel mundial. La tórtola turca ha venido para quedarse al abrigo de los asentamientos humanos, igual que lo ha hecho la paloma torcaz, ambas se han hecho un hueco entre nosotros haciendo valer su adaptabilidad y oportunismo, y en claro contraste con otras muchas especies que poco a poco van desapareciendo de nuestros campos.




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