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6 de junio de 2024

Odio, simplemente


Feliz Rodríguez de la Fuente llamaba de manera coloquial maese raposo al zorro (Vulpes vulpes), lo que no dejaba de ser un apelativo afectuoso que transmitía una enorme complicidad con el animal, algo que nos parecerá normal si atendemos a su importante función en los ecosistemas, difícilmente sustituible por otra especie, y vista, además, su innegable belleza y esa mirada inteligente e inquisitiva con la que nos estudia cuando tenemos la rara oportunidad de mirarnos de cerca. Porque sí, por mucho que a las administraciones públicas, a las gentes del campo y a los omnipresentes cazadores les moleste, el zorro rojo es una pieza importante en el engranaje de nuestros ecosistemas, al igual a como lo son el resto de depredadores del planeta, y se vuelve por ello importante conocerlo y otorgarle el protagonismo que se merece en él. Sin zorros en nuestros campos los procesos se alteran, ¡a ver cuándo se nos mete eso en la cabeza de una vez por todas! Es tan de perogrullo que ya cansa tener que repetirlo constantemente. Y si este cánido no hubiera evolucionado nunca hasta convertirse en lo que hoy conocemos, hubiera tenido que ocupar su espacio en el medio natural otra criatura distinta que habría de cumplir sus mismas funciones ecológicas, principalmente como policías sanitarios que eliminan del campo muchos posibles focos de infección, a la par que mantener a raya posibles explosiones demográficas de otros animales, en especial de roedores. 


El zorro es un carnívoro oportunista, con un amplísimo espectro alimenticio que va desde los lagomorfos y los micromamíferos como base fundamental, hasta la fruta y otros vegetales, pasando por aves de pequeño tamaño, reptiles, peces, insectos e invertebrados, y, por supuesto, carroña y basura. Que unas presas u otras formen una parte más llamativa en la composición de su dieta depende principalmente de la abundancia y disponibilidad de cada recurso, lo que puede venir condicionado entre otras razones por la época del año o la situación geográfica, encontrando un mayor consumo de micromamíferos en el norte de la península ibérica y de lagomorfos en el sur, por ejemplo. 


Por ignorancia o por simple maldad, tanto para las instituciones como para los paisanos que viven en el medio rural y para los cazadores el zorro es una especie que solo merece ser extinguida, a juzgar al menos por el empeño que ponen todos ellos en continuar perpetrando la brutal persecución a la que lo tienen sometido. Ningún otro depredador soporta las masacres que sufre esta especie, excepto el propio lobo, claro, al que proporcionalmente al número de sus poblaciones se le aniquila de la misma manera y por los mismos personajes, antes de manera legal e ilegal, y en la actualidad solo de manera furtiva tras su protección integral en nuestro país. Si este último es la personificación de la maldad y del ser sanguinario que disfruta repartiendo dolor al ser humano, como bien hemos aprendido todos en los "educativos" cuentos que nos leían de niños, el zorro es la encarnación del ser maquiavélico cuya única función en esta vida debe ser tocarle las narices al hombre en todo lo posible, allí donde más le duele, a saber: comiendo "sus" perdices y "sus" conejos. Gravísimo pecado, sin duda, al paredón con él. Porque con el zorro, llamemos a las cosas por su nombre, lo que se fomenta desde las instituciones es una verdadera carnicería, un aniquilamiento estudiado, premeditado y con alevosía, al que los dos sectores restantes se vienen sumando gustosamente: el mundo rural y, por supuesto, el colectivo cinegético, ¡faltaba más!. Y si no lo creéis veamos el siguiente calendario.


En él podemos comprobar cómo la muerte del zorro sigue contando con un rotundo y decidido amparo legal, siendo actualmente el único depredador al que se le sigue gestionando a tiro limpio; eso sí, sin olvidarnos que de forma ilegal sigue habiendo garrulos descerebrados que continuan matando ejemplares de todas las especies depredadoras del país, incluidos linces, osos o rapaces, por ejemplo, y por supuesto lobos, especie a la que se le ha declarado una abyecta guerra incluso desde los mismos despachos que deberían protegerlo. A las rapaces se las protegió hace décadas, al resto de mesodepredadores (mustélidos, vivérridos, herpéstidos,...) tampoco se los puede eliminar ya y por fin se ha sacado de este horrible calendario al lobo en fechas recientes, quedando el zorro como el gran desamparado por las administraciones, siendo la única especie de carnívoro considerada aún cinegética, para mayor ignominia.


Pero no solo sigue siendo el único depredador al que se le sigue dando caña exactamente igual a como se hacía en la época más oscura de las bochornosas Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza -para mayor vergüenza nuestra en pleno siglo XXI, por su paralelismo de actuaciones respecto de este cánido-, sino que, además, es al único al que se le puede matar durante todo el año (en esta bendita comunidad autónoma ese dudoso honor lo comparte con el muflón, especie exótica introducida para diversión de los cazadores al que sorprendentemente también se la puede cazar incluso en el período reproductor). Sí, señores, los dos asteriscos que acompañan al zorro en esta dichosa autonomía indican que se le puede tirotear durante el período general de la temporada de caza menor, además de en la media veda, y durante el resto de modalidades de caza mayor, lo que completa todas las semanas del año. Pero no acaba ahí la cosa, ya que deberemos sumar las continuas campañas, autorizadas sin ninguna cortapisa, para lo que esta gente denomina "control de predadores" en la gestión de sus cotos de caza. 


Poderlos matar durante todo el año conlleva que no se libren ni las hembras lactantes, ni los cachorros. ¿De verdad se puede ser más ruin con la fauna? ¿De verdad se puede ser más insensible, inhumano y despreciable con ella? Volvemos a echar mano de las estadísticas de caza del MITECO y vemos que en 2019 fueron contabilizados la barbaridad de 214.095 zorros muertos; zorros muertos por el odio irracional del ser humano y tirados en el campo para que se pudran como si fueran basura. Y esa cifra es solo la contabilizada oficialmente en 14 de las 17 CCAA, sabiendo que una grandísima parte de los animales muertos no se reportan a esa repulsiva "contabilidad". ¿Cuántos morirán anualmente en realidad? ¿el doble? ¿el triple?


La sociedad debe darse cuenta de que la mentalidad de aquellas infames Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza inauguradas en el Régimen franquista sigue impregnando las instituciones públicas que tienen encomendadas ahora la tarea de conservar y proteger nuestra naturaleza, como impregnada está en la mentalidad de gran parte del mundo rural y del sector cinegético. Si matar zorros es justificable porque se alimenta de conejos, lo sería también eliminar linces o águilas imperiales por una mera cuestión de concepto filosófico; pero todos sabemos que no lo es. Y como es en parte una cuestión ideológica y ontológica -además de biológica- no sirve para hacer distinciones entre ellas el argumento de que de unas especies hay pocos y están en Peligro de Extinción y de la otra hay muchos. Estas Consejerías confunden la protección de la naturaleza con su explotación cinegética. ¡Y no es lo mismo! Conservar la naturaleza no puede ir de la mano de masacrar cientos de miles de ejemplares de un depredador porque parezca haber cogido la manía de alimentarse diariamente de animales silvestres, que es precisamente lo que tiene que hacer. Con el zorro seguimos exactamente igual que en aquellos años aciagos de las Juntas Provinciales, es más de lo mismo, no ha cambiado nada, no hemos avanzado ni un milímetro. Bueno, sí, sí hemos cambiado un milímetro, antiguamente se premiaba económicamente la masacre y ahora ya solo se masacra gratuitamente, lo que me parece incluso peor que entonces. Es simplemente analfabatismo biológico y vergüenza social. Sencillamente odio, señores, odio. Da igual el día del año que pasees por el campo que la imagen que te puedes encontrar puede ser similar a estas: zorros pudriéndose en cualquier rincón. Y esta vergüenza social ya no es para proteger a alguna gallina o a algún cordero que este cánido pueda distraer al hombre en un descuido. No. Esta vergüenza social es para proteger a los conejos y las perdices supuestamente propiedad de los cazadores, lo que resulta exactamente idéntico a las execrables Juntas Provinciales de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza. En definitiva, es la misma gestión con el mismo fin.


Si a la inmensa mayoría de la sociedad nos resulta imposible comprender que pueda ser divertido matar a una cabra montés o a un ciervo para decapitar al animal y colgar el cráneo en la pared del salón, ¿cómo no nos va a parecer del todo incomprensible, injustificable y repulsivo cuando a la víctima machacada, además, no la quieren ni para eso y su cuerpo es abandonado allí mismo donde fue eliminada? Se los mata por matar. Por simple odio. Eso sí, barnizado con justificaciones rancias y anticuadas para maquillar esta depravación, pues es sabido que su control no es ni efectivo de cara a reducir sus números, ni para aumentar las poblaciones de sus presas. Más execrable no puede ser. Así la Federación de Caza de Castilla y León dice en su web lo siguiente respecto del pecado capital que comete el zorro por querer comer a diario: "El zorro es una de las especies que mayor daño provoca a los cotos de caza menor, pues al contrario de lo que algunos sugieran, el zorro come todos los días, conejos, perdigones, liebratos, ratones, saltamontes e incluso uvas, como han demostrado sus heces, pero sin duda hablamos de un carnívoro y por eso su alimentación está orientada hacia la caza de aves y herbívoros. La cuenta es muy fácil, si un zorro come un día de la semana una paridera de coneja, estamos hablando de entre cuatro y cinco conejos, que al año da una cifra mareante aunque solo contemos cinco meses de reproducción, pero si tenemos en nuestro coto diez zorros, que serán pocos, es mejor que colguemos las escopetas".

Este es el pecado del zorro, alimentarse de los conejos que parecen ser propiedad de los asociados del coto y no animales silvestres que forman parte de un ecosistema salvaje y de un patrimonio natural que ES DE TODOS, como lo son las encinas de su coto o el curso de agua que lo atraviesa. La naturaleza es un bien común que ellos deben gestionar sin esquilmar sus predios, porque NO ES SUYA. Podrán hacer un aprovechamiento cinegético como pueden obtener un recurso maderero con las podas, pero no deberían poder gestionar de esa manera a ninguna especie (lo que es responsabilidad de las administraciones que lo amparan) como prohibido tienen alterar un cauce fluvial, cortar encinas, o incluso podarlas de cualquier manera y sin control. Respecto del imaginativo texto de la Federación no entraremos a valorar el número de zorros que pueden compartir un cierto espacio, lo que dado su carácter fuertemente territorial será muuuuuucho menor de lo que ellos "calculan a ojo", ni perderemos el tiempo en valorar si resulta altamente improbable que los zorros se pasen sus vidas abriendo conejeras, como parece desprenderse de sus justificaciones, pero estos señores sí deberían comprender de una vez por todas que el medio natural está equilibrado cuando en él co-existen depredadores y presas, que las poblaciones de unos y otras se equilibran por sí solos, y que únicamente se altera esa armonía cuando los seres humanos metemos nuestras zarpas en él, por ejemplo "gestionando" nuestra naturaleza como si fuera un coto de caza, soltando especies exóticas, repoblando con animales criados en granjas, cercenando la permeabilidad de las fincas con vallados cingéticos, o ... haciendo un control infame de predadores, por poner solo algunos ejemplos. 


Que tengamos que hablar de estas cuestiones ya bien entrado el siglo XXI en un país que se cree así mismo civilizado es verdaderamente penoso y triste. Es inaudito que con el zorro se haga lo que socialmente nunca se admitiría que se puede hacer con ninguna especie animal en nuestros días: matarlo por todos los medios legales que estén al alcance de la gente y durante todo el año. Sin compasión. Y si creíais con esto que no se podía caer más bajo, vais a cambiar rápidamente de opinión cuando penséis en que al zorro se le puede matar incluso en el interior de las madrigueras en las que se guarece, también en los meses de primavera con sus cachorros. En este tipo de caza, a menudo las peleas a muerte que se establecen en su interior con los perros de distintas razas terrier con los que se practica esta modalidad bárbara y salvaje de caza llegan a durar muchas horas, y en ocasiones, después de extenuantes esfuerzos, puede suceder que no consiguan que el zorro salga al exterior, ni sacarlo de dentro con picos y palas, quedando el animal muerto o muy malherido en su madriguera. Y no es raro que muchos de esos zorros que quedaron moribundos dentro acaben saliendo de noche a morir al exterior, como en las fotos de este ejemplar fotografiado con 14 días de diferencia. 


Amigos, el zorro es el gran olvidado. Seguirá siendo masacrado y abandonado para que se pudra en el campo, como si fuera basura, humillado y ultrajado. Nos acordamos mucho de la persecución paranoica del lobo, o de los osos que mueren en las perversas Reservas Regionales de Caza confundidos con jabalíes en cualquier "batida de la vergüenza" autorizada por la Consejería de turno, y no nos olvidamos del estado quizás irreversible en el que se encuentran el urogallo y el sisón, o la difícil situación de la perdicera, ni del descenso salvaje que ha sufrido la carraca o el repunte poblacional del lince, el quebrantahuesos o la imperial, pero del miserable exterminio sistemático del zorro amparado por esas instituciones actuales, dignas sucesoras de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos en que se han convertido las Consejerías de Medio Ambiente de nuestro país, no se acuerda casi nadie y en casi ninguna ocasión. Aún queda algo de esperanza cuando asociaciones como Free Fox. Nuestros Amigos los Zorros o el Colectivo Loita Raposa nacen y crecen para defender a este cánido de la barbarie a la que se le tiene sometido, incluyendo los vergonzosos campeonatos de caza del zorro que se celebran en Galicia. Son un soplo de esperanza frente al exterminio. Exterminio irracional. Exterminio sin sentido y absurdo de un aliado de la agricultura y de una pieza importante en los ecosistemas mediterráneos y atlánticos. Exterminio maldito y repugnante. Abominable. Uno se avergüenza de pertenecer a la especie humana.

Luego se harán campañas de envenenamiento masivo con rodenticidas que se entregarán a manos llenas a los agricultores porque el topillo se expande y afecta a "sus otros intereses" humanos. O se ampliarán los períodos de caza porque hay explosiones de conejo. ¿Se puede de verdad ser más incoherente e irresponsable? ¿Se puede ser más incompetente todavía?


Bueno, tratándose del ser humano ... sí, se podrá, aún hay espacio suficiente para empeorar mucho más las cosas viendo la deriva institucional y social que se va adueñando de la vieja y cada vez menos verde y civilizada Europa.

¡Qué miedo me da el futuro!

2 de junio de 2024

La perdiz roja y la caza


Siempre que veo una perdiz roja (Alectoris rufa) pienso en la afición que muchos cazadores sienten por su caza. No lo puedo evitar, me pasa incluso más que cuando observo un conejo, la otra especie emblemática de la caza menor en España. Sin duda, la perdiz roja (me niego a llamarla "patirroja", como me niego a denominar "venado" al ciervo, o "zorra" al zorro) es, quizás, la especie más valorada de todas las que estos señores denominan "especies de caza menor", como si esa fuera su función en la vida y en la naturaleza, ser cazados por diversión un domingo por la mañana. Es cierto, la perdiz levanta pasiones en esta vieja piel de toro igual a como lo hace el lagópodo escocés en el Reino Unido. Y si hay algo que trasciende en muchas conversaciones en esos ambientes cinegéticos o entre las gentes del campo es precisamente la escasez de perdices rojas que sufren nuestras campiñas, no siendo raro escuchar en tertulias, en la tasca del pueblo o en las revistas especializadas que el declive poblacional de la especie es importante, al menos en algunas regiones ibéricas.

Que los mismos impactos que han puesto contra las cuerdas al sisón o que están complicándole la existencia a la avutarda están afectando también a las perdices y a las codornices (entre otras especies esteparias o ligadas al secano tradicional) es algo que tampoco necesita de mucha explicación. Pero es que, además, a estas dos especies mencionadas en último lugar se les suma el factor "caza" con mucha intensidad, como demuestran las cifras: 2.841.776 perdices cazadas en 14 Comunidades Autónomas en 2019, así como 1.199.642 codornices. A lo mejor por ello, en según qué regiones, la perdiz roja se ha vuelto una especie hasta difícil de ver. Así, el MITECO redacta en su ficha sobre esta gallinácea que a nivel mundial "En el 95% de su área de distribución ha sufrido un declive generalizado, más patente aún en la década de 1980 (Hagemeijer & Blair, 1987; Rocamora & Yeatman-Berthelot, 1999)". En la misma línea SEO Birdlife dice al respecto que "... se haya en regresión, sometida a un intenso aprovechamiento cinegético y con problemas derivados de la alteración de los paisajes agrarios de los que depende" añadiendo que "... las repoblaciones continuas y masivas que se realizan con fines cinegéticos podrían enmascarar sus tendencias ..." poblacionales, incidiendo en que "... la inadecuada gestión cinegética es una importante causa de su declive, por exceso de caza, contaminación genética con híbridos, etc...".


Según la ficha del MITECO ya mencionada, en 1977, año en el que hubo 1 millón de licencias de caza en España, se mataron 4.000.000 de perdices, es decir 4 perdices por licencia, mientras que en el período comprendido entre 1992 y 1996, con una presión cinegética superior, se pasó a solo 1,8 perdices por licencia. Este dato por sí solo deja clara la existencia de una notabilísima disminución de efectivos a finales del siglo pasado. Más adelante, y después de enumerar algunas de las problemáticas ligadas al cambio de modelo agrícola y que ya hemos comentado para el caso de las avutardas en el post anterior (Agricultura "biodiversicida"), el mismo texto redactado por el Ministerio concluye que "... , sin duda, la inadecuada gestión cinegética es, y ha sido, una de las principales razones de su declive", poniendo a continuación el foco en el negligente empeño que ponen muchas sociedades de cazadores por repoblar con animales de granja, puesto que "Aunque algunas repoblaciones pueden estar justificadas y ser incluso beneficiosas, la realidad es que pocas se hacen con rigor científico-conservacionista, y resultan contraproducentes para las poblaciones autóctonas".


Esta problemática mencionada arriba hace referencia, por un lado a las irresponsables sueltas de perdices griegas (Alectoris greca) que se hibridan con la autóctona, por otro a la transmisión de enfermedades a las aves silvestres que pueden provocar estas repoblaciones descontroladas y, finalmente, al aumento de presión cinegética a la que se ejerce a la especie tras las sueltas masivas de perdices de granja, lo que termina afectando obviamente también a las aves silvestres. Así mismo, el Ministerio apunta a que el propio declive del conejo por las enfermedades que lo asolan ha podido provocar un aumento de dicha presión cinegética sobre la perdiz roja, lo que no hará falta decir que se traduce en un mayor número de capturas y una disminución de efectivos. 


¿Y luego se sorprenden los cazadores de que descienda su población?, ¡esto es increíble! ¿De qué se quejan? ... si ha sido -y sigue siendo, no lo olvidemos- la caza uno de los factores fundamentales que ha provocado que sus poblaciones hayan descendido alarmantemente. Son ellos directos responsables de una parte importante de esa disminución. Pero claro, luego echarán toda la culpa del problema a "la zorra", seguro. Hay que ser cínicos. Típico en ellos, y perdonarme que haya tenido que tirar de sarcasmo y usar el nombre que dije que nunca usaría, solo lo he usado puesto en su boca y prometo que no volverá a suceder hasta la próxima vez.

Lejos de pensar en una relajación de la presión cinegética sobre la especie en 2019 se llegaron a matar 2.841.776 perdices en 14 de las 17 CCAA españolas, como ya dejé caer en el segundo párrafo, lo que supone de nuevo un incremento medio de más de 3,8 perdices muertas por licencia, ya que las 743.650 licencias tramitadas ese año lo fueron en todo el territorio nacional. Este enorme aumento de la presión cinegética en parte es posible gracias al volumen de ejemplares criados en cautividad que se liberaron en nuestros campos para diversión de los cazadores, y que sumaron 2.141.312 perdices rojas solo en 11 de las Comunidades Autónomas, dado que el resto de consejerías autonómicas no aportaron los datos, lo que hubiera incrementado notablemente el número real de animales introducidos en la naturaleza. De los datos conocidos se deduce que el 84% de todos los animales criados en cautividad y soltados con fines de repoblación cinegética en once autonomías fueron ejemplares de esta gallinácea.


Sin embargo, por mor de la verdad, hay que reconocer que el cazador solo es co-responsable de lo que está sucediendo, pues ha encontrado una inestimable ayuda y apoyo en las instituciones públicas nacionales y autonómicas, que han permitido que ciudadanos particulares sin ninguna formación ambiental o científica se dediquen durante décadas a soltar animales como si no hubiera un mañana, por todas partes y sin ningún control institucional o científico. Repetiré de nuevo la pregunta cambiando de sujeto: ¿de qué se queja ahora el Ministerio, si han sido las propias instituciones públicas los cómplices del desaguisado provocado por su permisividad con una práctica que NUNCA se debió permitir y que, para más escarnio, se sigue permitiendo? Y me da igual que las sociedades de pescadores o cazadores se hayan dedicado (y continúen haciéndolo) a soltar especies exóticas de aves (perdices griegas, faisanes, codornices japonesas,...), de peces (la lista aquí sería casi infinita desde la época del ICOÑA), o de mamíferos (arruí, muflón, gamo, ciervos centroeuropeos,...) o autóctonas con sueltas masivas de animales de granja. Ya está bien de jugar a ser Dioses soltando animales de manera histriónica, dejar tranquila a la naturaleza que se recupere sola, basta para ello con que dejéis de matar animales como diversión.


La suelta de animales cinegéticos para, supuestamente, repoblar cotos (en realidad, para pegarles tiros) tenía que estar rigurosamente prohibida por la Ley para el ciudadano de a pie, y por lo tanto debería estar limitada a las propias administraciones bajo supervisión científica y con unos objetivos biológicos y conservacionistas, nunca cinegéticos. Estas sueltas sin ningún rigor científico y muchas veces ni siquiera sanitario, han sido responsables directos de, por ejemplo, la expansión de la mixomatosis y la enfermedad hemorrágica vírica (EHV) del conejo al repoblar regiones en las que existía una cepa determinada de estos virus con ejemplares criados en granjas lejanas vacunados para cepas diferentes, por lo que a los conejos vacunados y liberados les afectaba las cepas del lugar de suelta, y a los silvestres les afectaba la nueva cepa que les llegaba con los de granja. Resulta de una barbaridad tan enorme que las sociedades de cazadores y pescadores anden por ahí soltando animales sin ningún control que luego no nos podemos asombrar de la hecatombe que sufren nuestros campos y ríos. Y el Ministerio y las administraciones regionales son directos responsables de las consecuencias que ha traído a todos nuestros ecosistemas semejante negligencia institucional. 


La actividad cinegética es la culpable directa de un gran número de afecciones a la biodiversidad del planeta (furtivismopersecución directa de algunas especies protegidasmuertes masivas de animales en Espacios Protegidosexterminio de depredadores;  "accidentes"de caza en los que mueren especies protegidas; incendios vinculados a esta actividadusos de técnicas prohibidas como los lazos, el veneno o las trampas, en las que mueren anualmente un número elevado de animales, a veces de especies protegidas; ...), y de riesgos innecesarios para el resto de personas o discriminación en el uso público de la naturaleza hacia otros colectivos de manera a veces generalizada, y a veces dirigida. Y no entramos a valorar aquí las implicaciones éticas y morales que tiene divertirse matando a otros seres vivos. Oír eso de que los cazadores son los mayores protectores y amantes de la naturaleza es algo que, sinceramente, habría que enmarcar. Ese mantra deriva de la pérdida de credibilidad e interés social hacia su actividad, y del aumento claro de un pensamiento crítico hacia ella. Les duele y se sienten en el centro de los focos en una época en la que la conservación se ha vuelto necesaria socialmente, sabiendo además que son señalados con razón. Por ello enarbolan la bandera de su extraño amor por la naturaleza y de su curiosa forma de protegerla para que así al menos los ingenuos no se sumen a las filas de quienes criticamos la actividad, en un intento de contrarrestar la realidad. Pero no cuela. Moral y éticamente no es propio de una sociedad civilizada matar seres vivos para divertirse. Punto. Les guste o no les guste esto ya es así en la actualidad. Atrás han quedado los años bárbaros en los que la sangre de los animales no valía nada y su sufrimiento era, además, motivo de risas y mofas, incluso en las fiestas populares, como viejos vestigios de otros tiempos muy pretéritos. Panem et circenses, dale pan y circo al pueblo ...


Pero volviendo a estas "bondades" del mundo cinegético y por si aún fueran pocos los problemas de hibridación que provoca la introducción de aves exóticas, hay otra cuestión de gran relevancia y de la que no se habla, relacionada con la pérdida de ese imprescindible sustento genético. Esa otra cuestión hace referencia al efecto que tienen las sueltas masivas de individuos de granja -incluso siendo autóctonos- en la adaptación de la especie al medio en el que tiene que sobrevivir, al diluir el acerbo genético de las aves silvestres adquirido evolutivamente cada vez que se mezclan con congéneres criados en cautividad. Esta mezcla ocasiona la pérdida de una activo genético importante para la supervivencia en la naturaleza, ya que esa adaptación al entorno que los individuos adquirieron durante milenios se diluye con cada emparejamiento con animales de granja. 


Sinceramente creo que se hace imperiosa una regulación estricta de la caza, con medidas rigurosas muy concretas, solo para ir empezando, como prohibir las monterías, ojeos y batidas que afectan a todas y cada una de las especies que habitan en la zona a batir, independientemente de que sean las especies objetivo o sean protegidas (rapaces, por ejemplo); la prohibición de entrar con sus vehículos por pistas que permanecen restringidas para otros usos lúdicos, tan lúdicos como su actividad; la prohibición de cazar en todos los terrenos públicos del país, lo que sería más justo para el porcentaje mayoritario de la población no cazadora; la desaparición ipso facto de todas las Reservas Regionales o Nacionales de caza, u otras figuras púlicas similares; la prohibición de cazar en todos los Espacios Naturales Protegidos, sin excepción, tengan la consideración que tengan (actualmente solo está prohibida la caza por diversión en los Parques Nacionales); la prohibición de beber alcohol cuando se va a tener un arma entre las manos y la generalización de los controles de alcoholemia; exámenes mucho más rigurosos y serios para la obtención de los licencias de caza y los permisos de armas; la prohibición de poder cazar para todos los menores de edad; una regulación mucho más restrictiva en lo que respecta a las fechas en las que se puede cazar, de modo que se limite a períodos mucho más cortos y acordes al ciclo anual de las especies (lo de la caza mayor en época de celo ya me parece algo inhumano y psicótico); la prohibición radical de cazar ningún depredador, sea el que sea, y por lo tanto la desaparición del mal llamado "control de predadores" (al zorro se le puede masacrar durante prácticamente todo el año y durante cualquier modalidad de caza, incluso en sus madrigueras -más bajo no se puede caer-). En definitiva, unos primeros pasos para regular, restringir y armonizar esa práctica bárbara y cobarde con la conservación de las especies.


Localizo a la pareja de perdices rojas en la distancia, frente a mí: a no menos de cien metros de distancia veo moverse una mancha pardo-grisácea que me llama la atención. Con ayuda de los prismáticos las localizo a ambas, lo que no resulta fácil inmersas en la maraña de hierbas y plantas de un barbecho ya muy crecido. Cada poco se agachan y se desvanecen entre la vegetación, avanzando en busca de comida. Y cada poco levantan la cabeza observando posibles peligros, lo que a mí me sirve para mantenerlas ubicadas. Vienen de frente al hide, que permanece medio escondido en una linde arbolada. El sol atraviesa el ramaje del árbol que me camufla cuando llegan hasta mi posición, a escasos 7-8 metros, y chispea en un brillito perfecto en el ojo de la perdiz. Ese brillito simboliza su vida, la misma vida que los cazadores siegan de un cartuchazo.


 ¡Qué pena y qué inutilidad! ¿No es de verdad más hermoso y humano dispararles con una cámara fotográfica y perpetuar la vida de esos ojos para el recuerdo?

29 de mayo de 2024

Agricultura "biodiversicida"

A veces las estrellas se alinean para no dejarte satisfecho. Siete horas y media metido en un zulo de madera de algo menos de un metro cuadrado, en un lugar que siempre fue un paraíso para la avutarda (Otis tarda) -y que hoy está en proceso de haber sido literalmente barrido del mapa por las administraciones- y conseguir apenas un paseíllo medio cercano de una de estas bichas se me antoja un resultado un poco pobre. Fotos muchas, eso sí, casi 800 de las que he cribado al final hasta quedarme más o menos con una cuarta parte de ellas, que se vendrán a sumar a la carpeta de esta especie. Pero ... realmente interesantes ... muy pocas, solo más de lo mismo.

Este lugar ya no es lo que era. No es un tópico, y desde luego ya no lo será nunca, a menos que se reviertan las últimas acciones realizadas en él. Pero lo trágico es que la frase podría rezar "Este lugar ya no es lo que era hace tan solo tres años". Terrible.

La transformación de secano a regadío de gran parte de la zona donde están tomadas estas fotografías ha provocado que el número de ejemplares haya descendido en picado con respecto a la primavera de 2022. Es más, esta primavera, cuando ya se han dado por concluidas todas las obras de canalización en la zona, en cada una de mis visitas he podido contabilizar -como mucho- la mitad de individuos que había en años previos a dichas obras. Me temo que comprobaremos en las próximas temporadas de celo que el descenso del número de ejemplares ha entrado en barrena, probablemente hasta desaparecer definitivamente del lugar. Ahora no solo las arquetas de riego y los pivots circulares formarán parte del paisaje del lugar (eso sería lo de menos), sino también el consecuente cambio de cultivos, y con ello el cambio e intensificación del laboreo agrícola, y de los períodos de preparación, siembra, cosecha y mantenimiento del suelo y de las plantaciones agrícolas, lo que afectará negativamente al ciclo reproductor de la avutarda.

Este lek está sentenciado.


El mes de abril es el mes en el que entra en celo esta extraordinaria esteparia, momento en el que los ejemplares -que viven el resto del año generalmente segregados por sexos en distintas áreas- se reúnen en los denominados "leks", que no dejan de ser enclaves realmente muy concretos donde desarrollan el comportamiento propio de este período de su ciclo anual: el cortejo y las cubriciones. Dichos leks -las "arenas nupciales" que llamaba Félix Rodríguez de la Fuente- son, pues, fundamentales en la supervivencia y conservación de esta ave, y hasta ellos llegan machos y hembras desde lugares alejados, en ocasiones a muchas decenas de kilómetros de distancia. Pues bien, la Junta de Castilla y León autorizó la transformación de esta comarca de secano a regadío, destruyendo el que pasaba por ser el mejor y más importante lek de avutarda de la provincia. ¿Cómo se explica semejante barbaridad? Pues muy simple, se trata de otra sencilla demostración de la subordinación y sometimiento de la naturaleza a los más variados y diversos intereses económicos y/o políticos, algo que siempre ha sido signo de identidad de esta administración autonómica. Otra más. La naturaleza y la biodiversidad castellano-leonesas, y su conservación siempre estarán en un segundo plano, a expensas de lo que dicten otros sectores y otros intereses.


No aprendemos, sigue prevaleciendo el dinero a corto plazo a la lógica y, en un panorama que se aproxima incierto de calentamiento global, pretendemos depender más aún del agua, del mismo elemento que cada año que sumamos se vuelve más escaso e impredecible. ¡¡Pero no paaasa naaada, señores, que estamos de rebajasss!!; ¡¡oiga, señora, que tenemos a precio de saldo trasvases entre cuencas hidrográficas para regar las huertas de regiones semiáridas del Levante español!!; ¡¡y qué me dice de las legalizaciones del robo del agua del acuífero de Doñana para llenar de plásticos la región!! ... ¡¡en eso somos los mejores!! ... pues si eso era poco ¡¡ahora les traemos la obsesión por los regadíos en las infinitas agroestepas cerealistas castellanas!! Esto es España, señores, el país de Jauja, donde encontrará barra libre para el expolio del agua y la transformación de una agricultura adaptada a cada región a otro negocio especulativo y expoliador de nuestro entorno. Entre tanto, las legumbres que siempre hemos cultivado toda la vida al lado de casa ahora las tienes que adquirir sí o sí en tienditas sostenibles de "todo a granel" porque ya no las encontramos en los supermercados, porque allí ya solo se venden las que vienen del otro lado del Atlántico. Perfecto, todo muy ecológico y verde.


Tenemos el campo cada vez más machado, y desde Bruselas se acepta el chantaje de los agricultores y se recula en las exigencias medioambientales al sector, al tiempo que se es irresponsablemente permisivo con la ausencia de sostenibilidad ambiental de los productos importados (que así compiten con ventaja respecto de los europeos), lo que no deja de ser un doble rasero hipócrita: pretendemos teóricamente proteger la biodiversidad de nuestra vieja Europa con producciones sostenibles y de calidad sanitaria para el consumidor, pero adquirimos los que vienen de fuera sin dichas exigencias.


Un futuro incierto. Eso parece transpirar la imagen superior: una avutarda en su casi infinito paisaje de ondulados y suaves campos cerealistas de la vieja Europa, mirando el futuro que se intuye en el horizonte, mirando ese pivot desenfocado como símbolo de la transformación que su mundo está sufriendo. Un futuro que para las aves esteparias se acerca agrio y difícil en las amplias y abiertas llanuras cerealistas, un paisaje que hasta la intensificación de la agricultura ha constituido para la especie el lugar perfecto al que expandir su área de distribución desde las lejanas estepas centrales de Asia, de donde es originaria. Ahora, mientras se exhibe para las hembras, este macho observa alrededor suyo los pivots de riego, que advierten de que su mundo cambia irreversiblemente. 


De siglos pasados a la actualidad la avutarda eurasiática ha desaparecido de la mayor parte de los países europeos, quedando unos pequeños reductos en lugares como Hungría, Eslovaquia y Austria, así como en Alemania y Gran Bretaña donde ha sido reintroducida por el hombre recientemente. En Rusia ha descendido su población un 72%, y en China un 89%. En la península ibérica este declive ha sido menor, pero alcanza el 30%, lo que implica una enorme responsabilidad para España y Portugal, ya que entre ambos países mantenemos el 70% de la población mundial. De ahí que la gravedad de actuaciones como la que aquí denunciamos sea realmente importante, al transformar definitivamente su ecosistema. Hay que interiorizar y comprender que el deber que españoles y portugueses tenemos en la conservación de la avutarda es tan extraordinario como lo es el desprecio que la Junta de Castilla y León muestra para con ella y el resto de aves esteparias; el sisón, por ejemplo, está simplemente en la U.V.I. sin que se haga nada institucional por su supervivencia.


Los nuevos regadíos como los puestos en marcha en comarcas históricamente de secano como los que han machacado el lek de estas fotos son solo una parte del problema. A la proliferación de regadíos en comarcas tradicionalmente destinadas a secano se suman la intensificiación de una agricultura que ya poco o nada tiene de tradicional y que muy bien podríamos calificar de "biodiversicida", pues envenena el suelo y persigue, destruye y extermina hasta la histeria todo ser vivo vegetal o animal que no sea productivo. Se trata de una agricultura que cambia los ciclos de los cultivos y hasta los propios cultivos tradicionales de las distintas regiones ibéricas, que no respeta los barbechos y las rastrojeras, ni las lindes, y que roturan praderas o eliminan mosaicos de cereal y viñedo u olivar, simplificando y homogeneizando un paisaje que cada año que pasa es de peor calidad ambiental. Y a todo eso se añaden, además, la proliferación de molestias humanas, como las concentraciones parcelarias y el ensanchamiento de las pistas que posibilitan una mayor presencia y trasiego humanos, el aumento de los parques eólicos, y la transformación de algunos suelos destinados tradicionalmente a la agricultura en huertos solares de grandes dimensiones, con sus líneas de evacuación eléctrica y los vallados que suelen acompañarlos y que son causa de numerosas muertes por colisión, en especial en vuelos crepusculares y nocturnos.


Así pues, se puede asegurar sin temor a equivocarse que, habiéndose prohibido su caza desde los años 80, la principal y casi única amenaza que tiene esta especie radica actualmente en la pérdida de hábitats y en la enorme degradación de los que se mantienen. La caída en picado del sisón puede ser un mal augurio de lo que puede suceder en un futuro próximo con la avutarda, lo que solo podría ser revertible si conseguimos modificar el modelo actual de agricultura biodiversicida que tenemos y si, además, nuestras administraciones apuestan de verdad por la conservación de la naturaleza, y no solo de cara a la galería.

Pero claro, esto último parece mucho pedir, ¿no?

5 de febrero de 2024

Escandinavia, ¿paraíso natural?


Tras varias entradas en este blog narrando nuestra experiencia por las seductoras tierras escandinavas, me veo en la necesidad de cambiar de tercio y mostrar la cara oculta de la luna, haciendo un símil con el fraudulento eslogan de "Asturias, paraíso natural", falaz y trolero lo mires por donde lo mires, lo que cada día que pasa resulta más obvio. Pues al igual que sucede en el campo asturiano que, aún siendo un escaparate maravilloso -lo cual nadie discute- oculta una trastienda oscura llena de odio al lobo, de furtivismo endémico, de uso descontrolado del fuego como herramienta para hacer daño consciente, y anacronismos humanos ligados a unas rancias instituciones públicas, en la región escandinava sus gobiernos tienen así mismo entre sus bambalinas otro tanto que ocultar y sus ciudadanos no poco de lo que avergonzarse en lo que a conservación de la biodiversidad se refiere. 

Veamos, pues, qué se cuece entre los bastidores del Gran Norte.


Escandinavia es una región geográfica y cultural formada por tres países nórdicos -Dinamarca, Noruega y Suecia-, aunque aquí también hablaremos de Finlandia aun no siendo formalmente incluida en el término. En la actualidad estos cuatro países disfrutan de un bienestar social y un nivel de vida económico envidiables, habiéndose convertido en los últimos tiempos en países realmente prósperos al implementar políticas económicas y sociales avanzadas y modernas, consiguiendo generalizar bajos niveles de desempleo y desigualdad, así como altos niveles educativos, incluso en el medio rural. Como dato curioso y descriptivo nos llamará la atención, en contraste con lo que vemos en nuestro país, que sus granjas agrícolas o ganaderas están impolutas y ordenadas, sin zaleos por todas partes como ocurre aquí, además de sorprender la gran cantidad de ellas que tienen aparcadas en la puerta roulottes o autocaravanas, lo que parece venir a demostrarnos que para la mentalidad de esta gente hay vida más allá del futbol, los encierros y las tascas del pueblo (de las que, por otro lado, tampoco disponen). 


No verás basura por las cunetas, ni en las apartaderos y zonas de descanso de las carreteras, y no digamos ya escombros en los caminos o carritos de supermercado en los ríos. El contacto con la naturaleza representa allí una tradición interiorizada en sus vidas y el civismo forma parte de su idiosincrasia, lo que comprenderemos cuando observamos con envidia los cientos de baños públicos que se reparten por todas las carreteras en perfecto estado de uso, limpios no, lo siguiente, con calefacción y ¡¡¡sin las firmas de nadie por sus paredes!!! (aquí debemos tener tanta gente con la autoestima por los suelos, que para enorgullecerse de sí mismos necesitan imperiosamente dejar constancia de su paso por nuestros lavabos). Los conductores allí incluso respetan los límites de velocidad -salvo sorprendentes excepciones- aunque no haya radares cerca, y aun teniendo generalmente límites de velocidad muy bajos, mayoritariamente entre los 70 y 80 km/h.



De esta forma en la mayoría de las curiosas listas de los países más felices del mundo Finlandia se sitúa en primera posición, Dinamarca en segunda, Noruega en tercera y solo Suecia se descuelga a la séptima. Así las cosas, desde el sur de Europa observamos con una cierta envidia a estos países nórdicos por lo avanzados, modernos y prósperos que son, además de preocupados por la conservación del medioambiente y lo vinculados que se sienten emocionalmente a la naturaleza. Y si a todo eso le añadimos que se venden a sí mismos como una región geográfica envidiable por los magníficos espacios abiertos de los que pueden disfrutar, donde la libertad de tránsito es casi absoluta en unos ecosistemas prístinos y casi casi infinitos, pues tenemos el coctel perfecto para que nos pongan la venda en los ojos y nosotros mismos nos la anudemos. Me explico.

Hay que partir de que no se pueden negar ciertas evidencias. Sus paisajes son extraordinarios realmente, con vastas extensiones bien conservadas y una población humana reducida, lo que posibilita una interesante biodiversidad ligada a ecosistemas eurosiberianos y subárticos. 



Así, por ejemplo, Noruega tenía en 2023 una densidad de población de 16,95 hab/km2, mientras que en Finlandia era en 2015 de 16,41 y en Suecia de 22,97 en 2020. En comparación, nosotros somos actualmente algo más de 95 habitantes por kilómetro cuadrado en España. Dinamarca es un caso aparte dentro de su entorno ya que alcanza una cifra muy superior a la de sus vecinos del norte, siendo hace tres años de 135,90 hab/km2, lo que puede ser explicado por su ubicación dentro del continente. Sin embargo, estas densidades relativamente bajas para unos países modernos no implican que no haya impacto humano alguno en sus territorios. De hecho, una gran parte de la población está diseminada en granjas y casas por todas partes, salpicando de puntitos el paisaje, junto a las carreteras, en los bosques, a orillas de las lagunas y fiordos, en la taiga o en la tundra, lo que compromete un cierto nivel de afectación en el entorno.



También es una evidencia que gran parte de sus áreas naturales más o menos bien conservadas son extensas, sobre todo en el norte, pero no menos cierto es que, por ejemplo, la industria maderera en Suecia explota gigantescas superficies de bosque boreal que muchos turistas incautos, al transitar por sus interminables carreteras, consideran verdaderos bosques, cuando en realidad son re-naturalizaciones sin los procesos ecológicos de un auténtico bosque maduro, y que muy poco tienen que ver con los verdaderos paisajes conservados que deberían ser.


No poco llama también la atención a quienes visitan por primera vez la región poniendo atención en los detalles la cantidad tan enorme de torres cinegéticas (puestos de caza construidos con troncos de madera) que salpican las lindes de las zonas arboladas y que se ven a simple vista desde las carreteras -sobre todo en el sur-, lo que ya nos va dando alguna pista también de cómo es la relación de una parte relevante de la población con su preciada naturaleza. En definitiva, no todo es tan idílico y bucólico como nos lo venden, aunque nos lo metan por los ojos.

Si visitamos las webs oficiales noruegasueca o finlandesa sobre sus atractivos turísticos, veremos que una parte fundamental de lo que nos van a vender son sus valores paisajísticos y naturales, el derecho a vagar libremente por ellos y a disfrutar de un medioambiente salvaje y extraordinario, incluso en las propiedades privadas siempre que no estén cultivadas o valladas, ley tradicional que en Noruega denominan Allemannsretten, y conocida popularmente como la ley del libre albedrío, plasmada en 1957 en su ordenamiento jurídico como Ley de Ocio en Exteriores. El enorme turismo que tienen -especialmente Noruega- no es un turismo de museos, catedrales o monumentos históricos de hace un puñado de siglos, al estilo del centro y sur de Europa. Su turismo está fundamentalmente ligado a la naturaleza, e incluso muchos de sus atractivos culturales están indirectamente vinculados a ella, al ubicarse en entornos naturales alejados de las grandes urbes, como bien saben las hordas de turistas que visitan los hermosos pueblecitos de las Islas Lofoten y las clásicas iglesias de madera noruegas, la mayoría de ellas de los siglos XII y XIII, ...







... o los mucho menos numerosos visitantes de los clásicos molinos de viento o las piedras hincadas con alfabeto rúnico del siglo IV en adelante de la isla sueca de Öland, por poner algunos ejemplos.






Visto todo lo cual, desde el sur de Europa se ha normalizado pensar que en los países nórdicos el amor por la naturaleza está interiorizado en el alma de sus ciudadanos, de sus gobernantes y de sus políticas medioambientales. Y hete aquí que no es siempre así. 

No deja de ser una paradoja que un país -Noruega, en este caso- que se vende a sí mismo como profundamente unido a su maravillosa naturaleza y que muestra al mundo con orgullo los porcentajes de vehículos eléctricos vendidos, con la extraordinaria cifra de un 82,9% del total entre enero y julio de 2023 (lo que lo sitúa a años luz por delante de Islandia, con un 37,8%, Suecia con el 37,3%, Finlandia con 31,9% y Dinamarca con el 31,1%, que lo siguen en el ranking), sea a la vez un importante productor mundial de petróleo -en el puesto nº 11, con el 2% de la cuota de barriles mundiales-, extraído y comercializado precisamente para abastecer esa otra industria automovilística responsable de gran parte de las emisiones de CO2 al planeta y del calentamiento global y cambio climático. Difícil equilibrar ese doble rasero, lo que nos invita a no idealizar en exceso el autoproclamado amor por la naturaleza de esta u otras naciones, ni, por extensión, de sus sociedades, aun siendo comprensivos con el hecho de que alcanzar el necesario Estado del Bienestar para sus ciudadanos tiene un precio, que es, además de ambiental, también ético. Si un país pone en una balanza dinero y naturaleza, siempre se decantará por el primero.

Pero todos estos preliminares que has leído hasta ahora sirven solo para poner en contexto otra cuestión mucho más específica, e infinitamente decepcionante: las masacres que tan "civilizados" países y "amantes incondicionales" de su naturaleza realizan sobre una especie de la que aquí hemos hablado largo y tendido en muchas ocasiones, y de la que seguro seguiremos hablando en el futuro (por desgracia): el lobo (Canis lupus), animal venerado y odiado por igual y del que hemos tratado numerosas aristas del conflicto que mantiene con el hombre. Podríamos pensar que en estos países tan respetuosos con el medioambiente, tan conservacionistas, tan grandes geográficamente, con tan bajas densidades de población humana, con tan pocas cabezas de ganado, y con áreas forestales y montañosas tan extensas el lobo, el lince boreal, el glotón o el oso serían especies ampliamente distribuidas que vivirían felices y que comerían perdices (nivales, por supuesto). Pues no, señores, lamento desengañaros. El lobo en concreto es literalmente masacrado en estos países auto-etiquetados de "verdes"; y cuando utilizo este participio de pasado no es una licencia literaria, ni un modo de hablar, es preciso y textual: son masacrados sin piedad. Los países escandinavos son todo lo "verdes" que los votos permiten a sus gobiernos, y si ser conservacionista te quita votos en las urnas ... pues nada, les pegamos unos tiritos a los lobos y los exterminamos, y aquí paz y luego gloria, que luego yo ya, si eso, me encargo de hacer unas buenas campañas publicitarias de lo amantes que somos de la naturaleza y de lo conectados espiritualmente que estamos a ella.

Sabiendo las implicaciones que tiene eliminar especies predadoras apicales y en concreto conociendo las consecuencias que se derivan de la caza del lobo, veamos cómo se las gastan en estos países en su relación con el gran depredador del Holártico, lo que sin duda a más de uno le quitará las ganas de compararse con nuestros vecinos del lejano norte.


En Noruega, lo mismo que en España, el odio al lobo está profundamente imbricado en las instituciones, principalmente porque allí también resta votos. En el año 2011 contaban con la abrumadora cifra de 28 lobos en el país. Sí, habéis leído perfectamente, chicos: ¡¡¡28 lobos!!! en un país que supera ampliamente los 300.000 km2, con una población de solo cinco millones y medio de habitantes concentrados principalmente en el sur y las grandes ciudades, y con enormes extensiones de bosques y montañas donde prácticamente no hay ganado. Tres años después la cifra era prácticamente idéntica, solo 30 animales parecía haber en 2014, dejando patente que la caza furtiva estos años estaba impidiendo la evolución de su población. Pero aunque aquí generalmente no nos llegan noticias de estos países, a finales del año 2015 nos pudimos enterar que 11.571 noruegos aspiraban a matar a uno de los 16 lobos que las autoridades decidieron autorizar, de los 30 que seguían calculando tener aquel año en el país, así como otras 10.930 solicitudes para cazar 18 osos pardos, aunque apenas les quedaban un puñado de ellos, con unas cifras difíciles de conocer con exactitud, pero sabiendo que eran aproximadamente 127 osos en 2017. Pero es que al año siguiente, 2016, también pudimos leer la noticia de que se autorizaba la matanza del 70 % de los lobos que habían conseguido malvivir en su territorio cuando se estimó una población de ... ¡tachín, tachín! ... redoble de campanasssss ... solo ¡¡¡¡68 animales!!!! Sí, amigos, autorizaron matar a 47 de los 68 lobos censados.


Este escándalo sin parangón fue criticado por la prensa de todo el mundo, e incluso al otro lado del charco se hicieron eco de la hipocresía de un país que se define así mismo como valedor del medioambiente y la conservación al tiempo que planea alevosamente darle la puntilla a una especie que se encuentra en estado crítico en la Unidad de Cuidados Intensivos, caminando sobre la cuerda floja de la extinción.


Dos años más tarde, en 2018 el gobierno noruego fue denunciado ante un tribunal por WWF por el exterminio del 25% de los lobos que a duras penas aguantaban en el país, al ejecutar a 27 de los menos de cien que quedaban. ¿Se puede considerar verdaderamente amante de la naturaleza -como ellos se venden mentirosamente a sí mismos- un país que autoriza rematar a una especie en peligro crítico de extinción? Obviamente no lo es. Es más, ni siquiera lo sería sin esa medida brutal cuando previamente tenían designados territorios en los que esta especie sí podía vivir y otros en los que no, decidiendo dónde puede y dónde no puede desarrollarse la vida natural en completa libertad; esto no es, señores, amar la naturaleza, no es convivir con ella, es aprovechar de un modo utilitario sus recursos naturales y eliminar de un plumazo todo lo que en ella pueda suponer un conflicto, un contratiempo o una dificultad: lo que no me produce o no me vale, fuera, a freír espárragos. Tras extinguirse el cánido en Noruega en los años 70 su llegada desde Suecia no está siendo fácil, con graves problemas además de endogamia provocada por cuellos de botella en la poblaciones sueca y finlandesa -igualmente maltratadas y perseguidas- de cuyas poblaciones derivan los actuales ejemplares noruegos. Y que se puedan además cazar especies como linces u osos tampoco ayuda a considerarlo un país verde y conservacionista. En las tres últimas temporadas de caza entre 2020 y 2023 se mataron legalmente en el país 3 osos de las 21 licencias expedidas, 58 lobos de los 135 autorizados, 172 glotones de los 447 permitidos y 162 linces de las 208 licencias emitidas. Una salvajada; legal, sí, pero salvajada al fin y al cabo. Estaría muy bien que existieran estadísticas igual de exhaustivas con los números de carnívoros muertos furtivamente, porque las cifras del exterminio de los grandes carnívoros del país son, sin duda, abrumadoras.


En Suecia las noticias que nos llegan son aún peores. Desde 2010 el gobierno sueco está empeñado en reducir la ya exigua población de este cánido a pesar de que la geografía del país y la mínima presencia de ganado doméstico justificaría semejante decisión, ni siquiera desde un punto de vista de conflicto social. El 2 de enero del citado año comenzó la masacre anual, y en el primer día ya mataron 21 de los 27 lobos autorizados. La polémica estuvo servida ante las protestas de los sectores conservacionistas del país y de Europa, pero no sirvieron de nada. En 2011 se concedió autorización para matar otros 20 más, aunque tras un evidente y avisado procedimiento de infracción de la UE se paralizaron las matanzas en 2012 y 2013, aunque los lobos siguieron cayendo de forma furtiva, por supuesto. La posible multa de 11 millones de euros que podría imponer Europa al gobierno sueco no le impidió en 2014 retomar la persecución institucional con la muerte de otros 30 lobos. Durante ese año y el siguiente se sumaron entre Noruega y Suecia un total de 100 lobos más eliminados (o más probablemente 101, como los dálmatas), la mayoría tiroteados legalmente. Desde 2020 el gobierno sueco persigue la eliminación anual de un importante número de ejemplares, como si ya se tratara de una tradición. Así, en el año 2022 autorizaron la masacre de la mitad de la población de lobos (a la par que de un centenar de linces boreales), mientras que en 2023 aprobó la eliminación del 16% de los 460 lobos que estimaban habitaban en su territorio, 75 animales que supusieron un trágico golpe para la especie, pero solo un paso más para alcanzar el objetivo último de reducir su población a la mitad. Además, en el año pasado duplicaron los permisos para matar 201 linces, lo que representaba el 13,86 % de la población, estimada en 1.450 ejemplares en 2023 (unos 300 animales menos que los censados una año antes). 


Por su parte, en Finlandia la población de lobos ha tenido en las últimas décadas un ritmo claramente decreciente. Si en 2005 se estimaban unas cifras que rondaban los 250 animales en un país algo mayor que Noruega, tan solo seis años después su población se había reducido a unos 150 individuos, lo que resulta una cifra simplemente ridícula para un territorio tan enorme y tan despoblado. De nuevo la persecución legal y furtiva que se hace de la especie puede ser considerada sencillamente de salvaje (se me acaban los adjetivos). El Instituto Finlandés de la Fauna Salvaje autoriza un número arbitrario de permisos para que los cazadores deportivos practiquen tan insensible actividad, alegando, por ejemplo, conceder "... permiso a dos ciudadanos la posibilidad de cazar siete lobos en un corto período de tiempo, como medida de gestión y en evitación de daños por estos animales a los perros y la inquietud de la población local", como podemos leer en esta sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que da un tirón de orejas en 2019 al citado organismo finlandés por regatear unos años antes la prohibición de sacrificar ejemplares de la especie con excusas no motivadas científicamente. 

De esta forma, en 2015, por ejemplo, concedieron permisos para la masacre de 46 lobos grises de los 250 que se calcularon habitaban en su territorio, algunos de ellos compartidos con Rusia, para, según justificaban, evitar la caza furtiva de la especie. ¡Manda narices! hay que tenerlos muy gordos para justificar el exterminio de un tercio de la población de una especie en peligro de extinción como medida para luchar contra la muerte furtiva de dichos animales. Pero es que además, según el artículo, estas autorizaciones se dieron en áreas que no abarcan las grandes extensiones de cría de renos, en cuyo caso "... se entregan permisos especiales a los ganaderos por un período de 21 días para matar exclusivamente a los animales que hayan atacado a reses". Esto plantea dos cuestiones; la primera es cómo diablos sabe un ganadero, cuando le pega un tiro a un lobo, que fue ese precisamente el que le mató un reno la semana anterior; ¿alguien me lo puede explicar?, porque tan kafkiana justificación apesta a asqueroso subterfugio para el exterminio. Y la segunda es que este modo de actuación implica un descontrol absoluto sobre el número real de animales eliminados, que ya siempre será superior a esos 46, y a cuyo total -ya desconocido, puesto que no sabemos cuántos lobos matan los criadores de renos- habrá que añadir los ejecutados furtivamente, como se desprende en una pregunta parlamentaria llevada por escrito en el año 2009 al Parlamento Europeo (Pregunta Escrita E-3765/09), furtivismo que en Finlandia no está muy perseguido que digamos y que, cuando es sancionado, lo es con una sanción que simplemente da risa. 

Vamos, exactamente como aquí en España. Un disparate absoluto. En el año 2020 se estimó una población lobuna de unos 200 ejemplares solo, repartidos en 15 manadas en territorio íntegramente finés, más otras 7 que se adentraban del otro lado de la frontera rusa. En Finlandia además del lobo también se pueden tirotear osos y linces, lo que para las sociedades del centro y sur de Europa puede resultar simplemente repugnante. Respecto del oso en la temporada cinegética pasada (2023) se abatieron allí legalmente 76 plantígrados, de los 930 o 990 que se calcula merodean por el país, algunos con áreas de campeo que incluían territorio ruso, es decir entre el 8,17% y el 7,67% del total de la población (en 2020 se habían calculado unos 1.200 ejemplares, incluyendo los compartidos con Rusia).


Y en cuanto al lince boreal en 2013 fijaron un cupo de 589 linces abatibles, lo que representaba el 20% de la población. Para cualquier persona amante de la naturaleza, o sencillamente consciente y sensible con la necesidad de fomentar un cambio de modelo en la relación del hombre con el medio natural, resulta verdaderamente vomitiva esta política de muerte, máxime cuando de lo que se le acusa al lince es, en el peor de los casos, simplemente de alimentarse de sus presas naturales, sin más. Pero claro, sus pieles son muy cotizadas y sus cabezas decapitadas como trofeo en una pared también. No puedo por menos de hacerme de nuevo las mismas preguntas retóricas que me asaltan la cabeza cada vez que nos enteramos de sucesos tan descabellados, insensatos y horribles como estos, ¿es de verdad amante de la naturaleza un pueblo que irracionalmente masacra por diversión a sus depredadores a pesar de ser piezas fundamentales en el mantenimiento del equilibrio natural de los ecosistemas? ¿Es divertido de verdad tirotear un lince? ¿Es tan placentero arrebatarle la vida a otro ser vivo?, ¿de verdad?, porque obviamente necesario no lo es, ni lo será nunca, sino más bien ya todo lo contrario, resulta medieval y rancio bien entrados en el siglo XXI. Una abyecta vileza, arcaica y mezquina.

Pero vamos a terminar ya este repaso con Dinamarca, donde vemos que sucede algo parecido. Siendo un país densamente poblado y con un territorio mucho más pequeño, el regreso del lobo en 2012/2013 tras años de ausencia supuso también el regreso del furtivismo desenfrenado, reproduciéndose la misma persecución ilegal sobre la especie que se puede estimar en el resto de países del marco escandinavo, y convirtiéndose por ello en otro sumidero de lobos más. Al igual que en el resto de países de su entorno, buena parte de responsabilidad en estas masacres la tiene el sector cinegético, dado que la ganadería es muy escasa, siendo delictiva y furtiva una parte importante de esta infame persecución.

Resumiendo, junto con los criadores de reno en la Laponia del norte, los cazadores de estos países odian al cánido porque se alimentan de algo que consideran suyo: la fauna salvaje, ciervos rojos, alces y corzos principalmente. Es así de simple y subrealista. Una vez más el mundo de la caza se convierte en uno de los motores principales en la deriva de extinciones y problemas de biodiversidad que arrastramos en el planeta, además de representar una actividad coercitiva para el resto de usuarios del campo. 


Vamos, amigos, nada nuevo bajo el sol, no nos podemos extrañar de nada, pues seguimos hablando de lo mismo: el nauseabundo egoísmo de esta especie patética a la que pertenecemos. Aquí, en España sucede exactamente igual: aparte de los ganaderos porque el lobo les mata a veces terneros u ovejas (generalmente sin proteger adecuadamente), los guardas de las reservas regionales de caza y los cazadores en sus cotos odian y eliminan lobos porque comen ciervos, rebecos, cabras monteses o corzos. Pues allí igual. Y no penséis que al ser países que se venden como apasionados amantes de su naturaleza su relación con ella va a ser siempre tan idílica. Ni en broma. Ellos tienen los mismos odios que nosotros y los mismos egoísmos y defectos humanos que nosotros. Y el furtivismo es en Escandinavia un factor clave para comprender los minúsculos números poblacionales de esta especie. Así, en un estudio publicado en 2011 pero desarrollado entre 1999 y 2009, se estableció que "... la población de lobos escandinavos (Canis lupus) como ejemplo ilustrativo, mostramos que la caza furtiva representó aproximadamente la mitad de la mortalidad total y más de dos tercios de la caza furtiva total no fue detectada por los métodos convencionales, una fuente de mortalidad que denominamos "caza furtiva críptica". Nuestras simulaciones sugieren que sin la caza furtiva durante la última década, la población habría sido casi cuatro veces mayor en 2009". O lo que es lo mismo, la caza furtiva redujo la población de 990 a 263 lobos. Para entender toda esta absurda situación hay que saber de la fuerte presencia y poder mediático que tienen los cazadores en estos países nórdicos, formando un grupo de presión muy importante, a cuyos deseos y exigencias se pliegan muchas instituciones. En Noruega, por ejemplo, 537.375 personas estaban inscritas en el registro de cazadores la temporada 2022-2023, lo que supone el 9,79 % de la población, aunque de ellos pagaron la licencia anual 192.788, o lo que es lo mismo, el 3,51 % de los noruegos (más del doble que en nuestro país, que en 2021 era del 1,4 % de la población -681.023 licencias-). Durante la temporada 2009-10 sumaban en Suecia, en números redondos, 264.000 cazadores, lo que representaba en aquel momento un 2,83 % del total de habitantes, mientras que en Finlandia se alcanzaba el 5,53 % de la población en el año 2021, cuando 307.155 finlandeses pagaron la correspondiente licencia de caza. Como vemos, la actividad cinegética está muy arraigada en los pueblos nórdicos y, consiguientemente, el furtivismo es imposible de controlar realmente, primero por las propias características de su naturaleza, con vastas extensiones de bosques despoblados que son literalmente imposibles de vigilar, y segundo por una más que evidente falta de interés de las instituciones; ¿os suena esto de algo?: Caza, furtivismo y descontrol / ¿Ninguneamos el furtivismo?.

Vamos, que, en definitiva, el caso es dar rienda suelta al odio cultural al lobo, justificándolo porque come ciervos o alces que son considerados propiedad de los cazadores, o bien porque matan a sus perros cuando andan descontrolados por la taiga, o bien porque los renos que se apropió el pueblo sami hace siglos y que viven en completa libertad todo el año en descomunales extensiones de la Laponia son alimento del cánido, incluso porque algunos temen ataques al ser humano. ¿Y creíamos que eran gente a emular estos nórdicos?, pues no, hay odios viscerales que bloquean las neuronas de la gente en todas partes, y allí no iban a ser menos.

Escandinavia, ¿paraíso natural? ¡ja!, que no me cuenten milongas. Escandinavia, vergüenza natural, eso sí que sí.