Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

22 de noviembre de 2024

La majadería del siglo

Que lo sepáis todos, MATAR decenas, centenares o incluso miles de individuos de una especie en situación vulnerable es un método inmejorable de protección, conservación y recuperación de la misma.

Esto es lo que se desprende al menos de las esperpénticas declaraciones realizadas por el Portavox de la Junta de Castilla y León, Carlos Javier Fernández Carriedo, a raíz de las críticas recibidas tras la publicación del último Censo regional de lobo ibérico 2022-2023. Entonces, si esto es así, ¿cómo es que estamos despilfarrando tanto dinero público en laboriosos y lentos programas de conservación en especies como el lince ibérico, el águila imperial, la perdicera, el visón europeo o el quebrantahuesos? Es mucho más barato -y para unos poquitos también más divertido- repartir escopetas a diestro y siniestro y comenzar a matar linces, imperiales y perdiceras, visones europeos o quebrantas. Incluso osos, señores, vamos a matar todos los meses entre 5 y 10 osos. Según ellos y su revolucionaria teoría, de aquí a unas décadas nos van a salir los plantígrados por las orejas.

Y es que a raíz de la publicación del citado nuevo censo del lobo, algunos dirigentes han vuelto a insistir en el mismo razonamiento psicotrópico que ya hemos oído anteriormente a altos cargos de Medio Ambiente en diversas oportunidades: La caza del lobo hace aumentar la especie


Hay que ser majaderos para decir majaderías. Y esta, amigos, es supina. Me gustaría que nos dijeran estos lumbreras a los que pagamos un sueldo que no se ganan y que menos aún se merecen, un solo estudio científico que avale que matar animales de una especie en estado de conservación desfavorable aumenta sus poblaciones. Un solo estudio, señores. Uno. Darme una sola investigación científica o académica que acredite vuestra majadería y retiraré el adjetivo. Es que es tan inconcebible que alguien pueda defender y obcecarse en hacernos creer semejante sandez, que habría que inventar una palabra que no existe para explicarlo. Os retratáis a vosotros mismos y vuestra necedad. ¡Ah, no, que no hay ningún estudio que lo avale!, que es simplemente la misma mierda política que escupen por sus bocas para manipular a la gente, para justificar lo injustificable y, de paso, seguir tirándole la caña a cazadores y ganaderos, que luego les acaban volviendo a votar aunque sus tierras hayan sido arrasadas por un incendio cuya gravedad ellos ampliaron. La misma ineptitud por la que se le exige ahora a Mazón que dimita (aparte de la propia gestión de la DANA, no nos podemos olvidar que había eliminado con anterioridad la Unidad Valenciana de Emergencias haciendo gala de una gran irresponsabilidad en una comunidad donde las riadas son habituales), es la que Juan Carlos Suarez-Quiñones demostró tener en 2022 cuando se negó a activar el nivel máximo de riesgo de incendios para ahorrar dinero en medio de una hola histórica de calor extremo. Que la derecha niegue el cambio climático y lo tache de ideológico es la misma irresponsabilidad política en Valencia y en Castilla y León, señores. ¿De verdad este espectro político está capacitado para hacer frente a los tiempos que vienen? Máxime cuando el calentamiento global y la conservación de la biodiversidad se han convertido en aspectos muy importantes para nuestra sociedad.


Tras la publicación del censo pudimos leer titulares como el siguiente, en ileon.eldiario.es: Denuncian la "desinformación" de Castilla y León con los datos del nuevo censo del lobo y exigen a Quiñones que dimita. El partido Pacma y la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (ASCEL) acusan a Medio Ambiente de usar a favor solo de la caza las cifras "ridículas y poco creíbles" por una "obsesión enfermiza" por favorecer a los cazadoresComo bien destacan en este artículo "... las manadas de esta especie apenas han aumentado poco más del 3% en los doce años transcurridos desde el último censo, que data de 2012, en las cinco provincias al norte del Duero, incluyendo León, y eso a pesar de que ya no se permite la caza desde el año 2021 y que la Junta lleva años alertando de una proliferación insostenible".  Menuda mierda de propaganda hace la Junta, ¿no?. No concuerda mucho esa "expansión insostenible" del lobo, como ellos alegan y que en realidad no es más que pura ciencia ficción, con ese ridículo aumento del 3% respecto del censo de 2012-2013, o la reducción del 50% de las manadas en la provincia de Salamanca, por ejemplo, cuando en el anterior censo se contabilizaban 6 y en este la mitad, o cuando en menor medida también encontramos una reducción en las provincias de Burgos, en donde se pasa de 21 grupos a 18, en la de Palencia donde se pasa de 38 a 35, o en la de Zamora donde se reduce de 49 a 46. Y aún se sostiene menos esa falacia de desaforada expansión (insisto, de un ridículo 3% en una década) cuando la comparamos con la del lince, que ha sido del 66% en ¡¡¡solo tres años!!!.

Y ya que hablamos del lince ... ¿cómo se come que a una especie -el lobo- con dos mil y poco ejemplares se la quiera conservar a tiros, mientras que a otra joya zoológica -el lince- con 2.021 felinos censados sigamos mimándolo entre algodones (como es lógico, por supuesto)? ¡¡¡Uuuyyy, no les daré ideas, a ver si van a querer también conservar al lince a tiro limpio ahora que se lo van a reintroducir en el cortijo de Castilla y León!!!, al fin y al cabo, según ellos "la caza hace aumentar la especie" y las cifras poblacionales de ambos carnívoros -lobo y lince- son ya muy similares.

De hecho, pronto habrá más linces que lobos. Al lince lo seguiremos tratando como se merece, invirtiendo denodados esfuerzos en recuperarlo, y al lobo ... bueno, al lobo ... en fin ... en lo que esté protegido no podemos oficialmente "ejecutarlo por su bien", para que aumente su población, digo, pero ya lo hacen los ganaderos y los furtivos por nosotros. Y entre tanto ... nosotros ... pues eso, miramos para otro lado, que eso se nos da también genial, somos grandes expertos en ambas estrategias: matar lobos porque sí y dejar que otros lo hagan también, ¿por qué no?.

No nos podemos olvidar cuando hablamos del problema que supone la eliminación legal de ejemplares de una especie apical que se encuentra en un evidente mal estado de conservación, el añadido del gravísimo efecto que el furtivismo acarrea al taxón en cuestión. Nuestras administraciones NUNCA han hecho absolutamente NADA para luchar contra ese tipo de delincuencia. Lacra que no olvidemos se cobra la vida de centenares de lobos cada año, aún después de haber sido protegida con el LESRPE. Para nuestras administraciones este gravísimo problema, contra el que tanto alzó la voz Luis Mariano Barrientos, nunca ha sido algo a tener en cuenta. Y son centenares los lobos que han ido muriendo de esta forma anualmente desde hace décadas. Centenares que se sumaban un año sí y otro también a los centenares que ya eliminaban legalmente las administraciones regionales mediante cupos de caza deportiva o en acciones de control letal de la población. Con el paso de los años se han sumado demasiados miles de lobos muertos. Eso estancó el crecimiento de la población a finales del siglo pasado -lo que algunos científicos denominaron eufemísticamente "estabilidad"-, pero la Junta de Castilla y León sigue empeñada en asegurar que matar lobos es bueno para la especie. 

Lo voy a repetir para que tomemos conciencia de lo que supone el párrafo anterior: han sido decenas de miles los lobos masacrados legal e ilegalmente en las últimas décadas.

¿Cómo pueden decir estos sujetos que matar lobos hace aumentar la población?

Sois un insulto a la inteligencia. DIMITID.

9 de noviembre de 2024

Otra vez la caza

El fin de semana pasado salí al monte como de costumbre. Esta vez no me pudo acompañar nadie, así que hice mi mochila por la noche y a la mañana siguiente llegaba yo solo a la pista forestal desde donde pensaba arrancar el pateo previsto para aquella jornada. ¡Uy, qué mal rollooo!, tres coches aparcados donde nunca hay ninguno, ¿serán ganaderos que vienen a mirar sus vacas desperdigadas por la sierra? Voy a ver si unas curvas más adelante todo está más tranquilo. Subo un poco más y ... pues va a ser que no: esta vez son tres todoterrenos, uno de ellos incluso del otro lado de la portera y con un carro pequeño enganchado, de esos de los que suelen utilizar los cazadores para llevar a sus perros. Esto tiene mala pinta. Subo otras cuantas curvas por el puerto y ... ooootro coche estacionado. Decido pasar de largo ante lo inesperado de tanto vehículo en donde jamás ves ninguno, y estaciono en un hueco de la cuneta para pensar con calma qué opciones tengo. No sé, quizás sean ganaderos, o gente a setas, o excursionistas, o todos ellos a la vez y haya sido una simple coincidencia tanto coche. Pasados unos minutos de "meditación trascendental" -debido a lo trascendental que puede ser para mi integridad física meterme en unos pinares con, quizás y como poco, siete dedos índices ansiosos por apretar siete gatillos de siete rifles de caza mayor- decido vestirme de colorines cual semáforo con patas y echarme a la espalda la mochila (a la que también he vestido de un naranja chillón que duele a la vista) e iniciar la excursión desde aquel otro punto. Cuando estoy echando mano a la mochila y me dispongo a cerrar el vehículo, cruza repentinamente la carretera a 50 metros de mí un joven y asustado ciervo macho.

Estaba claro, no eran ganaderos. Un ciervo movido de su encame cruzando de día a la carrera por aquel sitio tan extraño era la confirmación inequívoca de que había, sí o sí, una cacería en aquellas laderas y de que la gente se había repartido por distintos puntos aprovechando el asfalto. ¡Ala, hijo!, cambio de planes y deja de nuevo el macuto en el vehículo porque los señores cazadores se han desplegado por la zona, cual Rambos en Vietnan, y el riesgo de acabar en una caja de pino no me entusiasma demasiado. Arranco de nuevo el motor y me alejo de aquel lugar, expulsado pero íntegro. ¿Qué hago ahora? Mis planes destripados porque mi libertad de circulación, aparentemente protegida por el artículo 19 de la Sección 1ª del capítulo II del Título I de la Constitución Española, es papel mojado ante esa actividad cruel, violenta y sanguinaria que es la caza, y que, practicada por una minoría, cohibe y cercena el derecho de circulación del resto de los ciudadanos.


Cuando a última hora de la mañana conducía de regreso a casa, ahí estaban ellos en animada tertulia junto a la carretera, con un rifle apoyado en uno de los vehículos y con sus chalecos y gorras de un bonito camuflaje naranja fosforito, tan elegantes y varoniles, tan machotes. ¡Qué seguridad les debe aportar empuñar un arma, como prolongación fálica de su masculinidad!; ¡y cuántas señales metálicas habrán "disfrutado" de las secuelas de esa hombría y virilidad!, lo que nos viene a demostrar que en el fondo son gente siempre muy pacífica, que controlan sin problemas sus frustraciones y que nunca jamás representarán un peligro para los demás, porque si alguna vez hipotéticamente nos han mirado mal no es porque sean conscientes de que la sociedad desprecia su afición, sino porque nosotros hemos cometido el imperdonable pecado de coincidir con ellos en el espacio y el tiempo.




Esto que cuento no es anecdótico, sucede constantemente a lo largo y ancho de todo el territorio nacional durante todos los días habilitados para la práctica cinegética anual, y todos los que salimos al campo hemos sido condicionados por estas situaciones en alguna u otra ocasión -o más bien en muchas-, habiendo sufrido incluso situaciones realmente peligrosas o encuentros desagradables con furtivos o cazadores molestos por nuestra presencia. Nos ha pasado a todos. Y es que al final se puede cazar a lo largo de todo el año mediante unas modalidades cinegéticas u otras, lo que supone de facto que no exista una temporada en la que el campo esté totalmente libre de esta actividad y de los peligros que derivan de ella para nosotros.


El conflicto por el uso del espacio entre los cazadores y el resto de ciudadanos es solo una de las consecuencias indeseables que esta peligrosa actividad genera continuamente, conflicto del que siempre salimos perjudicados el resto de ciudadanos no cazadores, coartándonos la libertad de todos nosotros y haciéndonos asumir graves riesgos. Así, en 2023 murieron 14 personas, 4 de ellas no eran cazadores, y una de las fallecidas incluso se encontraba dentro de su casa cuando fue alcanzada por una bala. Si ellos están allí, tú tendrás que marcharte por la cuenta que te tiene. Pero es que, además, si con lo que te encuentras en el campo es con lo que la Junta de CyL denomina "caza colectiva" (batidas, monterías y ganchos -en caza mayor- y ojeos -en caza menor-) nuestro derecho a movernos libremente por la naturaleza se ve incluso restringido por Ley, anteponiendo el derecho de unos pocos a practicar la caza al derecho de la inmensa mayoría de la ciudadanía a moverse con libertad por el campo, bajo pena de una cuantiosa multa. Es indignante.

Sin embargo, este problema de convivencia tiene una solución razonable y creo que justa para todos si atendemos al número de cazadores que existen en el país. Si ellos suman el 1,16 % (568.715 licencias expedidas en 2022 según la Estadística Anual de Caza) de la población española -en realidad un poco más, ya que en la EAC no se incluyen las licencias interautonómicas-, ¿por qué disponen del 84,26 % (426.318 km cuadrados de terrenos cinegéticos en 2022 según la misma EAC, descontando ya los ridículos 749 km cuadrados de los Refugios de Caza/Fauna y los terrenos no cinegéticos como Vedados de Caza, Zonas de Seguridad y Terrenos Cercados) del territorio nacional (505.944 km cuadrados) para su actividad?



Satisface observar en la EAC cómo se ha pasado en 20 años de 1.036.340 licencias a solo algo más de la mitad en 2022, lo que nos hace pensar que aún hay esperanza. Vamos por buen camino, sí señor, y esto demuestra que la sociedad moderna no comparte la violencia gratuita contra la fauna -y menos aún por diversión- porque, a diferencia de otras actividades al aire libre que cada día son practicadas por un mayor número de incondicionales (deportes de aventura, excursionismo, trails de montaña, BTT, etc.), la actividad cinegética no deja de perder aficionados. Bieeen, bieeen, vamos bien.

Sería por lo tanto suficiente con limitar el espacio en el que ese poco más de 1,16 % pudiera practicar la caza deportiva, lo que sería incluso beneficioso para sus propios intereses, dado que el "espacio no cinegético" serviría de núcleo fuente de animales para ser luego ajusticiados en los "terrenos sí cinegéticos". Si siempre se están quejando de que no hay conejos ni perdices esta sería una buena solución para ellos también. ¿Qué porcentaje del territorio nacional se podría reservar para su actividad? Esta es una buena pregunta con múltiples posibilidades, pero cualquiera de ellas que se tuviera en cuenta sería ya un avance en sí mismo, sobre el que habría que continuar trabajando. Pero por pensar, y viendo el porcentaje que la practican, tienen de sobra con mucho menos de la mitad del territorio nacional, lo que podría coincidir con que principalmente se cazara en fincas privadas cerradas al tránsito público y poco territorio más. Desde luego todos los Espacios Naturales Protegidos y enclaves turísticos de cualquier índole deberían quedar libres de este tipo de caza, así como suprimir todos los terrenos cinegéticos de gestión pública (reservas de caza, cotos regionales, etc.) mantenidos también por ese 98,84 % de ciudadanos no cazadores. Esto eliminaría gran parte de los conflictos actuales y desaparecerían casi por completo los accidentes de caza en los que se vieran afectadas personas no cazadoras, dado que es allí donde converge con su actividad un mayor turismo.

Pero el caso es que hoy no quería hablar de esta coerción a nuestra libertad de movimientos, aunque como no puedo evitar ramificarme (me disperso completamente, lo sé, mea culpa, pero no os preocupéis que luego me fustigo con un látigo) he acabado dejando aquí constancia de mi repulsa ante este abuso, lanzando algunas ideas al aire. Hoy, de verdad que solo deseaba llamar la atención a los lectores del nefasto poder que tiene el mundo de la caza en algunas decisiones de nuestras administraciones. Que es un lobby poderoso, muy protegido por las altas esferas políticas y económicas del país es algo que ya he mencionado en diversas ocasiones, hasta el extremo de que en vez de restringirse su actividad cinegética para proteger la naturaleza y al resto de los ciudadanos de posibles accidentes, modifican leyes, muy por el contrario, para ampliar sus derechos, lo que resulta en limitar los nuestros. 

El caso es que el 31 de octubre pasado, conocíamos la noticia de que el grupo de trabajo del lince ibérico (Lynx pardinus) ya había seleccionado el lugar más adecuado para la inminente reintroducción del felino en Castilla y León. ¿Y qué tiene que ver esto con los cazadores?, me diréis alguno. Bueno, pues paciencia que enseguida lo vais a ver.


Dejando ahora a un lado los juicios al respecto de la idoneidad de escoger en este preciso momento estas ubicaciones debido a la distancia que las separaría del resto de núcleos linceros, surgen algunas cuestiones. Al menos a mí se me vienen a la mente varios interrogantes, fruto sin duda de que soy mu'mal pensao', además de rencoroso, porque no se me olvida que la JCyL no movió un maldito dedo para evitar la extinción total del lince en el sur de la comunidad hace ahora unas tres décadas. ¿Por qué ahora precisamente?, ¿por qué tiene este repentino interés por el lince esta consejería, tan detestada por lo sucedido en Zamora hace dos años y por su frenopática gestión del lobo?, ¿qué rédito puede obtener con esta medida este consejero, al que se le sigue exigiendo su dimisión? Y como soy así de mu'mal pensao' "me se" viene a la mente otra derivada de las dudas anteriores: ¿no será que con esta iniciativa histórica este señor lo que pretende es sencillamente hacerse un profundo lifting ante la sociedad?, ¿no será mera propaganda verde, para acicalar la nefasta imagen que todos tenemos de ellos y que, todo hay que decirlo, se han ganado a pulso? Si es que en el fondo les importa un verdadero pito la naturaleza. El lince, el lobo, el oso o el urogallo son solo palabras para ellos, y por los que nunca han hecho nada. Tengo la seguridad de que traer al lince a CyL en estos momentos es solo una maniobra política. Quieren pintarse de verdes y de ecologistas, cuando no lo son. Puro maquillaje.

Sea como fuere, lo cierto es que las opciones que se barajaban eran dos en el centro de la comunidad autónoma castellano-leonesa (ambas a tomar por saco de la población lincera más próxima, como ya he dicho), con buenas condiciones ecológicas para alcanzar el éxito de este hito en la conservación: la primera en el occidente de Zamora (cañones del Duero) -¡qué casualidad, la misma provincia que sufrió en 2022 los peores incendios de la historia de este país por la ineptitud del consejero!-, y la segunda en el Cerrato palentino. Finalmente la decisión se inclinó por esta última alternativa para la suelta de los 6 primeros ejemplares en la primavera de 2025. Aunque no fue exclusivamente por ello, sí es cierto que en esta decisión salomónica pesó mucho la peor aceptación social del proyecto de reintroducción en la comarca zamorana frente a la observada en la provincia de Palencia. Y aquí es donde vuelve a entrar en juego el inefable colectivo de cazadores, teniendo buena parte de la culpa de que la opción zamorana haya sido desechada; algo que, en su caso, solo hubiera tenido que suceder en base a criterios científicos.

Me explico. Si leemos el magnífico blog De paseo por la naturaleza lo comprenderéis perfectamente, por lo que os invito a leer las dos entradas que hacen referencia a esta cuestión. En la que enlazo aquí se explica cómo los cazadores de la zona que iba a ser beneficiada por la reintroducción de esta joya zoológica han rechazado el proyecto. En las reuniones mantenidas entre los gestores del proyecto LIFE LynxConnect y los colectivos implicados, el presidente del coto de caza de Vilaseco del Pan asegura que "no hay conejos. Pueden decir lo que quieran, pero nosotros somos los que salimos al monte, sabemos cómo está. Qué un cazador mate 3 o 5 conejos en una temporada, ¿es eso decir que hay superpoblación?", mientras otro colega cazador alegaba que "El lince trae problemas, restricciones y no acaba con el meloncillo o los tejones o el zorro. No me lo creo".

Pues nada, señores, no sirve de nada que los técnicos les aseguren que allí donde se ha reintroducido el gran gato las poblaciones de conejo y perdiz no solo no se han visto afectadas negativamente, sino que han mejorado ostensiblemente. El colectivo en su cerrazón vuelve a pecar de testosterónico y de no pensar. Sigue siendo una minoría egoísta que solo piensa en su divertimento sangriento, creyéndose además arrogantemente más sabios que los profesionales. Si es que es de primero de carrera de bichología, que la presencia de los conocidos como superdepredadrores son fundamentales en las dinámicas tróficas como controladores de otros organismos situados en niveles inferiores, como los predadores generalistas que vosotros tanto odiáis y a los que masacráis compulsiva e irracionalmente. Son imprescindibles para mantener la salud del ecosistema, de modo que incluso las criaturas situadas en los niveles tróficos inferiores se benefician de su presencia. Hay que ser un analfabeto ambiental para oponerse a la llegada del lince o a la presencia de cualquier otro depredador, lo que no deja de dar pavor, porque gestionan sin conocimientos ese 84,26 % de nuestra naturaleza. Y ya sabemos cómo la gestionan, a tiros, con cepos, lazos y veneno. Señores cazadores, TODOS los seres del ecosistema son imprescindibles para que este evolucione en equilibrio, incluidos zorros, gatos monteses, tejones, meloncillos o garduñas. Y por supuestísimo linces y lobos. Hasta los niños de 1º de la ESO se lo saben.

Voy a dejar aquí dos esquemas muy simples -como si fuera para los pequeños de la casa- por si algún obtuso alcanza a verlo y aprende de una vez la especial importancia que tienen los superdepredadores como linces y lobos.



Pero vamos a ver, almas de cántaro, ¿de verdad os creéis seres superiores que sabéis más del campo y de su vida silvestre que el resto de biólogos y naturalistas del planeta? Dejad de miraros el ombligo y no seáis tan soberbios, hombre. Si los zoólogos aplican métodos científicos para conocer la situación poblacional de las especies, ¿con qué argumentos vais vosotros a negar los datos empíricos?, ¿con vuestros simples pateos por el monte con la escopeta entre las manos?, ¿con vuestro simple "no me lo creo"?, si solo contáis lo que matáis, lo que muy científico no resulta. Para vosotros solo hay mucho de lo que no queréis (zorro, meloncillo, lobo, garduña, tejones, ...) y poco de lo que sí (perdices, liebres, conejos, ...).

Desde luego parece muy poco razonable vuestra obsesión con "acabar con el meloncillo o los tejones o el zorro". De verdad, es enfermiza esa fijación que tenéis con los predadores, tenéis que hacéroslo mirar, hay profesionales muy buenos que os podrían tratar el problema y dejaría ello de quitaros el sueño. Sois, además de un peligro para el resto de personas que salimos al campo, un azote bíblico para el propio campo. Y a las pruebas me remito: la misma situación a la que vosotros arrastrasteis al lince os lo está demostrando ahora; como os lo demuestra la del oso, la del lobo, la de las grandes rapaces, el estado crítico del urogallo, y el de tantas otras especies tras siglos de persecución. Ahí tenéis también el ejemplo de la cabra montés (C. p. victoriae) de Gredos, de la que en su momento dejásteis solo 12 individuos, y el de la extinción en el 2000 del bucardo (C. p. pyrenaica) o la muy anterior de la cabra portuguesa (C. p lusitanica). Cuando decís que no hay codornices, es tan sencillo de solucionar como dejar de matarlas durante suficiente tiempo. Pero eso os escuece. Cuando decís que no hay perdices os deberíais volver a mirar el ombligo y pensar que quizás sois demasiados matando demasiadas, agravando el problema provocado por la agricultura intensiva. Pero eso también escuece. Cuando decís que hay muchos zorros deberías pensar que a veces los estáis alimentando vosotros con sueltas masivas de perdices tontas de granja o impidiendo la llegada de linces o lobos, por ejemplo. Pero eso os escuece aún más. Y cuando decís cínicamente que hay demasiados jabalíes mientras los alimentáis con pienso cinegético, deberíais hacer autocrítica pues también vosotros habéis contribuido a casi exterminar en la Península a su depredador principal. Y eso..., eso ya os produce sarpullidos. A lo mejor el problema es que sois demasiados matando de todo.


Estaría muy bien poder calcular el coste económico que suponen para la sociedad los proyectos de recuperación de muchas especies animales que han sido previamente masacradas por la actividad cinegética. Evitar la extinción del lince ibérico, por ejemplo, nos está costando decenas de millones de euros e infinidad de esfuerzo humano. Sumar ahora los recursos empleados para recuperar al oso, al urogallo, al quebrantahuesos, ... Es un enorme desembolso de dinero público que nos vemos obligados a hacer como sociedad para recuperar lo que las escopetas mataron y matan.

Hay otra barbaridad que me enferma enlazada con estas cuestiones, y tiene que ver con esa neura que unos pocos humanos tienen por justificar lo injustificable exterminando a los predadores porque se alimentan de fauna silvestre que no quieren compartir. Al zorro se le mata porque come conejos y perdices, al meloncillo por lo mismo, al lobo porque se alimenta de machos monteses en Gredos, y jabalíes, ciervos y corzos en las Reservas Regionales de Caza de la Cordillera Cantábrica, etc. ¿Estamos locos o qué nos pasa como especie?, ¿cuál es el problema de que los depredadores se alimenten de presas silvestres?, si lo que no queremos es que lo hagan de gallinas, ovejas o vacas. Es que es tan obsceno y neurótico su egoísmo que yo alucino. Acaparan para sí las criaturas salvajes que ellos deciden, las perdices son exclusivamente suyas, igual que los conejos, y los ciervos y los jabalíes, y los corzos o las tórtolas. Lo que ellos deciden es suyo y que ningún otro animal ose alimentarse de ellos, bajo pena de ser puestos en el punto de mira de sus escopetas, de su veneno, y de sus cepos. Si esto no es tener una visión asquerosa y egoísta de la vida, no sé qué puede ser.

Vistos todos estos sinsentidos y otras muchas cuestiones más (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14) que se vienen a sumar a los problemas que genera ambiental y socialmente la actividad cinegética, ¿a alguien le puede de verdad extrañar la desafección que siente la sociedad por la caza? Si es que esta minoría está realmente desconectada del tiempo que le ha tocado vivir. Matar por diversión solo es una evidencia de pobreza humana, de insensibilidad e inhumanidad ante los demás seres vivos con los que compartimos planeta. La tortura y muerte animal gratuitas (tauromaquia y caza deportiva) son violentas tradiciones que hay que abolir. Sí señor, Zamora se quedará por el momento sin linces porque a unos señores generosos y muy, muy, muy listos les ha dado por dogmatizar que lo que ellos digan tiene valor de ley, que si ellos dicen que no hay conejo ... pues es que no lo hay, y punto, por mucho que sesudos científicos digan lo contrario; y si dicen que el lince trae problemas "pos" los traerá, hombre. ¡Qué van a saber de conejos esos biólogos urbanitas!

En fin, patético que la desconexión social y la ausencia de sentido común y de conocimientos de este colectivo condicione la conservación de nuestra naturaleza en tantas y tantas ocasiones. Si eres cazador y lees esto, plantéate seriamente abandonar la caza, conozco grandes fotógrafos de fauna que antes fueron cazadores y te aseguro que todos ellos se arrepienten de lo que hicieron y viven ahora mucho más felices empuñando una cámara fotográfica.

1 de noviembre de 2024

Este hombre es un cachondo

No me digáis que no. Este tipo es un guasón incomprendido del que todo el mundo despotrica en esta bendita comunidad autónoma y al que al final hasta le voy a coger cariño y todo. Ayer nuestro consejero estrella de la Junta de Castilla y León, el susodicho Juan Carlos Suárez-Quiñones, dio una rueda de prensa después del Consejo de Gobierno para que los medios de comunicación se hicieran eco de "su verdad". A ella lo llevaron unos vasallos sentado en su poltrona, de la que no se puede levantar porque, como ya sabéis, está grapado desde hace 9 largos años, largíííííísimos años. Las malas lenguas dicen que incluso duerme en ella por miedo a que se la quiten, pero yo no me lo creo. El caso es que en la rueda de prensa dio su opinión respecto de la nueva sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que tira por tierra de nuevo su gestión del lobo y alegó que ... ¡¡tachín, tachín!! ... el Gobierno de España había engañado y mentido a los jueces, y por eso estos habían sentenciado en contra de su "modélico plan de aprovechamientos cinegéticos del lobo". ¿Qué os parece?, ¿no creéis que es genial este tipo? Acaba de dejar de un plumazo a los jueces como gilipollas, y al mismo tiempo acusa al Gobierno de mentirnos a todos los ciudadanos y de falsear los datos. Él, precisamente él, acusa a otros de mentir y de falsear los datos; es que es genial, ¿no es bromista de verdad este hombre? Falsear datos, dice, ¡qué tío!. El caso es que debe estar mayor ya y por eso se olvida (siempre) de mencionar en las ruedas de prensa y ante los medios de comunicación pequeños detalles ..., ¡na', minucias sin importancia!, como que NO ES EL GOBIERNO el que decide si el estado de conservación de una especie es o no favorable, y mucho menos aún su comunidad autónoma (¡Dios nos libre de semejante posibilidad!), sino un Comité Científico que valora de manera independiente y en base a criterios objetivos el estado de conservación de una especie, y que esto se hace de una manera global en su área de distribución, no por circunscripciones administrativas, que los bichos silvestres hasta ahora no votan por Comunidades Autónomas, que yo sepa. 


¡Qué majo el hombre!, ¿no? Yo creo que no es mal chico, lo que pasa es que desde la altura de su poltrona no vislumbra bien el mundo real. Si alguien tiene alguna palanca para desgraparlo de su trono seguro que lo agradecerá, os recompensará con su sabiduría y demostrado buen hacer. 

31 de octubre de 2024

El verbo "dimitir"

Ayer numerosos medios de comunicación (1,2,3, etc) se hacían eco de la nueva sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que acaba de declarar ilegal la autorización de cazar 339 lobos (entre 2019 y 2022) aprobada por nuestro penoso gobierno autonómico, ratificando así una vez más la gestión contraria al bien público que ha venido haciendo la Junta en materia de medioambiente, y en especial en la protección de la biodiversidad de nuestra región, de la que el lobo (Canis lupus signatus) es una pieza fundamental y necesaria. Desde la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico, garante de la especie y denunciante ante los tribunales de dicho plan ejecutor, piden que se asuman por ello responsabilidades políticas y sean cesados todos los implicados de este enésimo varapalo judicial.


Que la Junta de Castilla y León ha sido verdugo directo o instigador de la muerte de cientos de lobos, tanto al norte como al sur del Duero -muchos de ellos con recursos públicos, tanto humanos como económicos- es lo suficientemente grave como para que rueden ahora algunas cabezas políticas. Desde el año 2008 autorizaron sin ningún escrúpulo el sacrificio, nada más y nada menos, que de 1.847 ejemplares de una especie que en realidad se encontraba en un Estado de Conservación Desfavorable e Inadecuada -que es algo que no decide ningún gobierno autonómico, y tampoco la Junta de CyL-, con una población falta de variabilidad genética que actualmente es solo algo mayor que la del lince ibérico, de unos 2.500 individuos frente a los más de 2.000 del felino. La obstinación por acabar con cuantos más lobos mejor al mismo tiempo que decían querer su conservación ha parecido tener rasgos sencillamente psicopáticos. La obsesión lobicida del Consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación Territorial, ese ser llamado Juan Carlos Suárez-Quiñones, y del Director General de Patrimonio Natural y Política Forestal, el no menos incalificable José Ángel Arranz Sanz, vuelve a quedar en evidencia con esta nueva sentencia contraria al gatillo y la mira telescópica, y pone en un brete la capacidad de estos señores para llevar a cabo su trabajo.


Es un suma y sigue de desencuentros judiciales que deberían ser suficientes para que los ceses se hicieran efectivos ya: el primer plan de gestión del lobo de 2008 también fue echado abajo en los tribunales, como lo sería unos años más tarde el segundo de 2016, y como fueron tumbados por los jueces los odiosos Planes de Aprovechamientos Comarcales para la especie de la temporada 2010-2011, primero, los de la temporada siguiente, después, lo mismo que los de 2015-2016, y finalmente los de 2018-2019. El último tirón de orejas se lo dio incluso Europa con la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la manifiesta ilegalidad de matar esos 339 lobos. Ahora esta última sentencia de la justicia española solo certifica que ese curioso modelo de "protección y conservación" del cánido no es el correcto. Vamos, que no es ni medio normal masacrar institucionalmente una especie que presenta un estado de conservación malo. Y son los ciudadanos, principalmente a través de esta ONG, y los jueces quienes se lo tienen que recordar a esta cada vez más patética Junta de Castilla y León: NO SE PUEDE MATAR LOBOS. ¿Cómo hay que decírselo a estos señores?


Pero claro, ¿qué podemos esperar de una administración que si por algo se ha caracterizado ha sido por fomentar e inflar peligrosamente el conflicto, en vez de por minimizarlo, mintiendo con el estado de conservación del depredador, y polarizando el problema con demagogia y falsas dicotomías entre "lobo o ganadería", dando cancha a los intereses de un sector privado que muy a menudo se niega a poner medios de protección en sus explotaciones, y despilfarrando el dinero público en matar y matar ejemplares, mientras critica a la sociedad civil por defender un interés común y público como lo es nuestra biodiversidad. Y todo esto con el único fin de rascar votos en el medio rural. La indecencia política de estos señores es mucho más que descomunal, es infinita. Esto ya quedó muy bien demostrado tras el desastre de los incendios de la sierra de La Culebra cuando ningún alto cargo dimitió o fue cesado, y cuando ni siquiera se hizo autocrítica de la nefasta responsabilidad que se tuvo en la gravedad final de lo ocurrido como consecuencia de las decisiones políticas tomadas a priori.



En este blog ya he pedido varias veces la dimisión de este horrible Consejero y lo vuelvo a hacer ahora. No sabes hacer tu trabajo, Juan Carlos Suárez-Quiñones, y tu ineptitud y torpeza nos cuesta mucho dinero a la sociedad; no te ganas el sueldo que cobras, ni lo mereces, porque además lo haces con pleno conocimiento de causa. Si hubiera un delito en nuestro Código Penal que condenara la incompetencia política que costara dinero al erario público, serías juzgado y condenado, no lo dudes. Pero lo peor es el coste que tus decisiones han tenido a nivel ambiental. En el futuro lo sucedido en La Culebra y la gestión del lobo en nuestra región serán dos símbolos de cómo la sucia política puede destruir nuestra naturaleza, y de cómo lo peor de aquella afecta de un modo directo a nuestro medioambiente, por ejemplo con una pésima política forestal o autorizando el exterminio de cientos de lobos.


"Dimitir" es el infinitivo de un verbo intransitivo que significa que un ser que nos produce un gran desprecio renuncia a su poltrona para siempre y nos deja por fin tranquilos a los demás, ciudadanos de bien a diferencia del susodicho. Existe el verbo "dimitir", señor Juan Carlos Suárez-Quiñones, se lo subrayo por si no es de su conocimiento; úselo, por favor, en primera persona del singular de indicativo. Y si lo hace en plural junto con José Ángel Arranz y algún otro responsable de la muerte de cientos de nuestros lobos ibéricos, pues muchísimo mejor, ¡'ande va usted a parar!, la sociedad se lo agradecerá, téngalo por seguro, en la misma medida en que lo hará nuestra naturaleza.

Dimitan, pues, no les cabe otra salida si tienen un mínimo de verguenza.



23 de octubre de 2024

La burbuja social de la caza

Hace unos días trasteé como otras muchas veces por el Parque Regional de la Sierra de Gredos, máxima figura legal de protección de la naturaleza gestionada por la comunidad autónoma castellano-leonesa, análoga a la figura de protección que ostentan los parques nacionales de gestión estatal. Estas figuras de protección llevan implícito en su propio espíritu dos aspectos fundamentales, hasta el punto de llegar a ser parte de su propio ADN. Por un lado, obviamente la custodia y amparo de la biodiversidad que en el ecosistema en cuestión se pretenda conservar, así como sus valores geológicos, etnográficos, etc. Y por otro lado, que la declaración de las citadas figuras de protección representen un activo añadido para el disfrute de toda la sociedad española, a la par que generador de un estímulo económico en las comarcas afectadas.


Pues bien, aunque ya no me sorprenda, una vez más regresé a casa muy cabreado por algunas situaciones que venimos sufriendo muchos usuarios de este parque regional, condicionados por el uso cinegético que del mismo espacio hace la Reserva Regional de Caza de la Sierra de Gredos y ese minúsculo porcentaje de personas que se divierten con un arma entre las manos. Por mucho que lo intenten justificar haciendo malabarismos dialécticos, no es compatible la gestión de protección ambiental que se hace en un parque natural o regional, con la matanza de fauna por parte de ningún coto o reserva de caza que comparta los mismos terrenos. Matar animales por diversión no soluciona problemas ambientales, sino que los genera. Además, hacer que convivan en un mismo espacio un elevado número de turistas con unos cuantos cazadores es un evidente factor de riesgo para los primeros, no respetándose a veces ni siquiera las rutas excursionistas balizadas y homologadas.


O se protege, o se mata, pero estas dos filosofías opuestas no pueden convivir desde ningún punto de vista en el mismo territorio. Por desgracia, no nos engañemos, son problemas que suceden también en el resto de espacios naturales protegidos españoles, a excepción de los parques nacionales. Sería muy interesante conocer el número de personas que se acercan a cazar a este parque regional y el de los que lo hacemos para otros usos recreativos. Con seguridad, por cada cazador seremos muchos centenares los excursionistas y montañeros que nos acercamos a Gredos al cabo del año; sin embargo, la práctica de la caza deportiva que practica ese reducido número de personas y el uso que dicho colectivo hace del espacio, nos condiciona al resto de usuarios, inmensa mayoría, siendo además una actividad contraria a la conservación y protección de la fauna. 

Pero esta vez ¿cuál es el por qué de ese mosqueo? Pues la foto de debajo es lo suficientemente explícita como para entender mi enfado. Me explico.

¿Qué vemos en ella? Pues vemos el típico cintajo de plástico contaminante (que todos tendríamos prohibido abandonar en el campo, y máxime en un espacio natural protegido) con el que los cazadores señalan los puestos de tiro en las batidas al jabalí, al ciervo, al zorro y, como sucede en muchas ocasiones, a todo lo que se cruce. Una sucesión así de llamativas cintas a lo largo de una pista o cortafuegos conforma la línea de tiro (con un número indeterminado de puestos/rifles) a la que serán empujados los animales del lugar mediante las rehalas de perros y los voceros que las dirigen en esas modalidades tan faltas de ética y humanidad como son las batidas y las monterías. ¿Y qué más vemos en la foto? Pues intuimos una ladera que asciende por la derecha de la imagen y vemos que baja por la izquierda de la misma hacia el valle. Y observamos también y con estupefacción que la pista en donde se situarán todos los tiradores -cada uno junto a su cintita- se presenta tapizada de piornos, hasta el punto de que cubriría a gran parte de las especies animales que por allí pudieran atravesar. En definitiva, vemos un lugar con, mala no, malísima visibilidad, lo que impediría identificar con tiempo suficiente qué es lo que viene, se aproxima o cruza por el camino. Y es precisamente ahí, en un entorno sin visibilidad, donde se sitúan los tiradores con el dedo en el gatillo, ansiosos por apretarlo. ¿Os imagináis una situación más peligrosa para la gente que, como yo hace unos días, pueda estar de excursión por allí?, porque las batidas se señalizan en los accesos principales y obvios, en las entradas de los caminos, junto a las carreteras, en las pistas forestales, etc. pero no en cada una de las múltiples sendas y vericuetos que puede haber en la montaña. ¿Qué pasa si en ese valle hay excursionistas o montañeros que no proceden de esos puntos de inicio en los valles, sino de arriba? ¿Qué pasa si hay un extraviado y va monte a través? porque estamos hablando, señores cazadores, de un parque regional donde las actividades de montaña son practicadas por cientos de excursionistas que se reparten por gargantas, valles, cuerdas y lagunas, cada fin de semana y festivos. Cientos. ¿Cómo se puede ser tan irresponsable de poner la línea de rifles a lo largo de una pista que no tiene una visibilidad perfecta, como sí sucedería por ejemplo a lo largo de un cortafuegos amplio y limpio?


Todos los años hay diversos accidentes mortales de caza en nuestro país, pero no parece que sea una prioridad minimizarlos, ni para los cazadores ni para las administraciones. Buen ejemplo de ello es la alucinante reducción de las distancias de seguridad que existían con anterioridad para cazar en las proximidades de los núcleos urbanos (ahora a 150 m), vías de comunicación (ahora a 50 m de las autopistas, autovías y carreteras) o vías de ferrocarril en uso (ahora a 25 m) en la nueva Ley de Caza de CyL de 2021, Artículo 30, sobre las zonas de seguridad. Es sencillamente escandaloso. Pero que esta falta de responsabilidad suceda, además, en un espacio natural protegido que atrae a miles de excursionistas y montañeros es, como mínimo, demencial.

No es, sin embargo, el riesgo para las personas el mayor problema -aunque sí el más grave si un día llega a ocurrir una desgracia- puesto que en general todos podremos advertir la presencia de una batida con suficiente antelación. El mayor problema es que en una pista así solo se puede "tirar a bulto" en la mayoría de los casos, puesto que la vegetación impide ver qué viene, qué cruza y qué diablos es. En un terreno así solo queda disparar primero y comprobar después si lo que ha caído es un jabalí o, por el contrario, una especie no cinegética. O peor aún, una especie protegida. Salvo los ciervos que superan la altura del matorral, el resto solo serán manchas fugaces atravesando la pista en un visto y no visto. Alguien ve algo marrón, un lomo pardo que pasa entre los piornos y simplemente aprieta el gatillo en las décimas de segundo que esa mancha móvil es visible, porque acto seguido desaparecerá definitivamente. Si lo que cae en vez de un jabalí es un lobo ... se silenciará, entre risas y palmaditas en la espalda; si lo que revientan es un gato montés en vez de un zorro ... en fin... mala suerte,... pa'l matorral irán sus restos; si es un corzo fuera del período en el que se puede cazar ... pues mira, pa'la saca y aquí mutis por el foro. Unos pocos osos ya han sufrido las consecuencias de demasiados dedos ansiosos sobre los gatillos, pero no aprendemos. O, peor aún, simplemente no le importa un bledo a nadie.


La irresponsabilidad es terrible. 

Es curioso que entre las muchas prerrogativas que se aplican a los cazadores respecto de otros colectivos que también usamos el campo como lugar de esparcimiento, encontremos el abandono sistemático de estos cintajos de plástico, además de los consabidos cartuchos de caza que los excursionistas vamos viendo por doquier (¡qué raro, no, con lo amantes del campo que son!) y que muchos vamos retirando del suelo en cada excursión, como sucedió el otro día, sin ir más lejos. Los organizadores de carreras de trail o de bicicleta de montaña tienen obligación de retirar toda la señalización que sitúan en cruces y veredas, lógicamente. Es algo que todos comprendemos y que los propios organizadores de los citados eventos deportivos llevan interiorizado en la actualidad. Entonces, ¿por qué los cazadores son una excepción a esta norma tan básica de no abandonar mierda en el campo? (sintomático, sin duda, del "muchísimo amor" que profesan por la naturaleza) ¿Alguien me lo puede explicar? 

- Sí, yo, -dirá alguno-: es que esos puestos de caza son usados de nuevo en la siguiente temporada cinegética, y así no tienen que ponerlos de nuevo cada año, ni tienen que subir los días previos a la batida para instalarlos, lo que implica un trabajazo de la leche.

Y dio yo: ¡¡¡y a mí qué diablos me importa eso!!!, el campo hay que dejarlo limpio, señores cazadores amantes de la naturaleza, exactamente igual o mejor a como estaba antes de llegar nosotros a él, y eso les incumbe también a ustedes. En los eventos deportivos se retiran las cintas, aunque al año siguiente se vuelva a celebrar la misma carrera. ¿Entonces?, ¿tienen algún problema los cazadores en hacer ellos lo mismo? ¿Y lo tienen, cuando esto sucede incluso en un espacio natural protegido, como en el caso de este parque regional? Pues pareciera que sí, que tuvieran el problema de sentirse amparados en todo lo que hagan, de imaginarse por encima de los demás y de creerse los dueños del mismo campo que pisamos todos. Pareciera, en definitiva, que se creen con más derechos y menos obligaciones que la gran mayoría de la sociedad.


Estas actitudes confirman -aún más si cabe- a esta sociedad moderna preocupada por la sostenibilidad ambiental, que los cazadores están muy lejos de ser "los primeros conservacionistas" del planeta, como a veces ellos se arrogan para sí ante los medios de comunicación (será ironía cuando lo dicen, digo yo, ¿no?). Porque todos estos hechos se vienen a sumar a una cada vez más amplia retahíla de evidencias que vienen a confirmar que el mundo de la caza está verdaderamente alejado de la sociedad. Viven en una burbuja aislada de la realidad actual. Privilegios como poder circular con sus 4x4 por pistas que permanecen prohibidas a otras actividades recreativas en el campo; que las modificaciones de las Leyes de Caza autonómicas suavicen, o incluso eliminen, ciertas restricciones existentes anteriormente a la actividad como en lo referente a las distancias de seguridad a núcleos de población o vías de comunicación que mencionaba anteriormente; que terrenos particulares puedan ser incluidos en los cotos sociales sin la autorización de los propietarios, que se ven así obligados a comunicar previamente (si se enteran a tiempo) su No Autorización, cuando lo lógico y justo sería hacerlo al revés, que aquellos que deseen incluirlos en el acotado lo autoricen; que los perros que usan para su actividad se vean excluidos de las mismas consideraciones que el resto de perros en la nueva Ley de Bienestar Animal; o que a ellos increíblemente sí se les permita molestar y perturbar a la fauna protegida, con batidas al jabalí en laderas con nidificación de buitres negros, por ejemplo, o con presencia de osas con crías o de cachorros de lobo; y que incluso se les permita cazar en Espacios Naturales Protegidos, expulsando de ellos al resto de usuarios (bajo penas de sanción graves en Castilla y León, con multas de 2.000,01€ a 10.000 €), no hacen sino incrementar el aislamiento social de ese mundo añejo y cada vez más trasnochado en el que viven los amantes del gatillo y la sangre. No tenemos muy lejos aún el recuerdo de cuando varias comunidades autónomas -entre ellas la de Castilla y León- permitieron a los cazadores seguir practicando su actividad letal durante el confinamiento por la COVID-19 en base a una absurda "urgencia ambiental", inventada para privilegiarlos, mientras los demás estábamos enjaulados en nuestras casas. De risa la disculpa que esgrimieron.

Y que esa discriminación positiva que ampara la actividad cinegética suceda además en todos los parques naturales es simplemente indignante, cuando no solo condiciona el uso recreativo y turísitico de los mismos para el resto de los ciudadanos -insisto una y otra vez, inmensa mayoría-, y representando un riesgo evidente, sí o sí, para los excursionistas, además de para las especies protegidas y las no cinegéticas. La caza sigue siendo, por desgracia, una actividad mimada por todas nuestras administraciones autonómicas y nacionales muy por encima de lo que debería ser lógico, y esto sucede a pesar de ser la responsable de numerosos accidentes de caza que involucran a otros usuarios del campo, a pesar de la coacción que impone sobre nuestro derecho al libre tránsito por el territorio a la inmensa mayoría de los españoles, y muy a pesar de los graves problemas ambientales de diferente índole que están asociados a la propia actividad, como algunos incendios forestales, el uso del veneno -especialmente en los cotos de caza menor-, el absurdo y contraproducente control de predadores, o la sempiterna manía de soltar animales de granja, con las derivas genéticas e hibridaciones que llega a generar.

Y es que con ellos gestionando así el 80% del territorio español es literalmente imposible que nuestros campos se encuentren en buen estado de conservación, ¿o es que a alguien puede extrañarle que todas esas ingerencias no afecten negativamente a nuestra naturaleza?, ¿es esta la manera que tienen de demostrarnos su amor por ella?, ¿o lo es simplemente por sus propios intereses?