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29 de mayo de 2024

Agricultura "biodiversicida"

A veces las estrellas se alinean para no dejarte satisfecho. Siete horas y media metido en un zulo de madera de algo menos de un metro cuadrado, en un lugar que siempre fue un paraíso para la avutarda (Otis tarda) -y que hoy está en proceso de haber sido literalmente barrido del mapa por las administraciones- y conseguir apenas un paseíllo medio cercano de una de estas bichas se me antoja un resultado un poco pobre. Fotos muchas, eso sí, casi 800 de las que he cribado al final hasta quedarme más o menos con una cuarta parte de ellas, que se vendrán a sumar a la carpeta de esta especie. Pero ... realmente interesantes ... muy pocas, solo más de lo mismo.

Este lugar ya no es lo que era. No es un tópico, y desde luego ya no lo será nunca, a menos que se reviertan las últimas acciones realizadas en él. Pero lo trágico es que la frase podría rezar "Este lugar ya no es lo que era hace tan solo tres años". Terrible.

La transformación de secano a regadío de gran parte de la zona donde están tomadas estas fotografías ha provocado que el número de ejemplares haya descendido en picado con respecto a la primavera de 2022. Es más, esta primavera, cuando ya se han dado por concluidas todas las obras de canalización en la zona, en cada una de mis visitas he podido contabilizar -como mucho- la mitad de individuos que había en años previos a dichas obras. Me temo que comprobaremos en las próximas temporadas de celo que el descenso del número de ejemplares ha entrado en barrena, probablemente hasta desaparecer definitivamente del lugar. Ahora no solo las arquetas de riego y los pivots circulares formarán parte del paisaje del lugar (eso sería lo de menos), sino también el consecuente cambio de cultivos, y con ello el cambio e intensificación del laboreo agrícola, y de los períodos de preparación, siembra, cosecha y mantenimiento del suelo y de las plantaciones agrícolas, lo que afectará negativamente al ciclo reproductor de la avutarda.

Este lek está sentenciado.


El mes de abril es el mes en el que entra en celo esta extraordinaria esteparia, momento en el que los ejemplares -que viven el resto del año generalmente segregados por sexos en distintas áreas- se reúnen en los denominados "leks", que no dejan de ser enclaves realmente muy concretos donde desarrollan el comportamiento propio de este período de su ciclo anual: el cortejo y las cubriciones. Dichos leks -las "arenas nupciales" que llamaba Félix Rodríguez de la Fuente- son, pues, fundamentales en la supervivencia y conservación de esta ave, y hasta ellos llegan machos y hembras desde lugares alejados, en ocasiones a muchas decenas de kilómetros de distancia. Pues bien, la Junta de Castilla y León autorizó la transformación de esta comarca de secano a regadío, destruyendo el que pasaba por ser el mejor y más importante lek de avutarda de la provincia. ¿Cómo se explica semejante barbaridad? Pues muy simple, se trata de otra sencilla demostración de la subordinación y sometimiento de la naturaleza a los más variados y diversos intereses económicos y/o políticos, algo que siempre ha sido signo de identidad de esta administración autonómica. Otra más. La naturaleza y la biodiversidad castellano-leonesas, y su conservación siempre estarán en un segundo plano, a expensas de lo que dicten otros sectores y otros intereses.


No aprendemos, sigue prevaleciendo el dinero a corto plazo a la lógica y, en un panorama que se aproxima incierto de calentamiento global, pretendemos depender más aún del agua, del mismo elemento que cada año que sumamos se vuelve más escaso e impredecible. ¡¡Pero no paaasa naaada, señores, que estamos de rebajasss!!; ¡¡oiga, señora, que tenemos a precio de saldo trasvases entre cuencas hidrográficas para regar las huertas de regiones semiáridas del Levante español!!; ¡¡y qué me dice de las legalizaciones del robo del agua del acuífero de Doñana para llenar de plásticos la región!! ... ¡¡en eso somos los mejores!! ... pues si eso era poco ¡¡ahora les traemos la obsesión por los regadíos en las infinitas agroestepas cerealistas castellanas!! Esto es España, señores, el país de Jauja, donde encontrará barra libre para el expolio del agua y la transformación de una agricultura adaptada a cada región a otro negocio especulativo y expoliador de nuestro entorno. Entre tanto, las legumbres que siempre hemos cultivado toda la vida al lado de casa ahora las tienes que adquirir sí o sí en tienditas sostenibles de "todo a granel" porque ya no las encontramos en los supermercados, porque allí ya solo se venden las que vienen del otro lado del Atlántico. Perfecto, todo muy ecológico y verde.


Tenemos el campo cada vez más machado, y desde Bruselas se acepta el chantaje de los agricultores y se recula en las exigencias medioambientales al sector, al tiempo que se es irresponsablemente permisivo con la ausencia de sostenibilidad ambiental de los productos importados (que así compiten con ventaja respecto de los europeos), lo que no deja de ser un doble rasero hipócrita: pretendemos teóricamente proteger la biodiversidad de nuestra vieja Europa con producciones sostenibles y de calidad sanitaria para el consumidor, pero adquirimos los que vienen de fuera sin dichas exigencias.


Un futuro incierto. Eso parece transpirar la imagen superior: una avutarda en su casi infinito paisaje de ondulados y suaves campos cerealistas de la vieja Europa, mirando el futuro que se intuye en el horizonte, mirando ese pivot desenfocado como símbolo de la transformación que su mundo está sufriendo. Un futuro que para las aves esteparias se acerca agrio y difícil en las amplias y abiertas llanuras cerealistas, un paisaje que hasta la intensificación de la agricultura ha constituido para la especie el lugar perfecto al que expandir su área de distribución desde las lejanas estepas centrales de Asia, de donde es originaria. Ahora, mientras se exhibe para las hembras, este macho observa alrededor suyo los pivots de riego, que advierten de que su mundo cambia irreversiblemente. 


De siglos pasados a la actualidad la avutarda eurasiática ha desaparecido de la mayor parte de los países europeos, quedando unos pequeños reductos en lugares como Hungría, Eslovaquia y Austria, así como en Alemania y Gran Bretaña donde ha sido reintroducida por el hombre recientemente. En Rusia ha descendido su población un 72%, y en China un 89%. En la península ibérica este declive ha sido menor, pero alcanza el 30%, lo que implica una enorme responsabilidad para España y Portugal, ya que entre ambos países mantenemos el 70% de la población mundial. De ahí que la gravedad de actuaciones como la que aquí denunciamos sea realmente importante, al transformar definitivamente su ecosistema. Hay que interiorizar y comprender que el deber que españoles y portugueses tenemos en la conservación de la avutarda es tan extraordinario como lo es el desprecio que la Junta de Castilla y León muestra para con ella y el resto de aves esteparias; el sisón, por ejemplo, está simplemente en la U.V.I. sin que se haga nada institucional por su supervivencia.


Los nuevos regadíos como los puestos en marcha en comarcas históricamente de secano como los que han machacado el lek de estas fotos son solo una parte del problema. A la proliferación de regadíos en comarcas tradicionalmente destinadas a secano se suman la intensificación de una agricultura que ya poco o nada tiene de tradicional y que muy bien podríamos calificar de "biodiversicida", pues envenena el suelo y persigue, destruye y extermina hasta la histeria todo ser vivo vegetal o animal que no sea productivo. Se trata de una agricultura que cambia los ciclos de los cultivos y hasta los propios cultivos tradicionales de las distintas regiones ibéricas, que no respeta los barbechos y las rastrojeras, ni las lindes, y que roturan praderas o eliminan mosaicos de cereal y viñedo u olivar, simplificando y homogeneizando un paisaje que cada año que pasa es de peor calidad ambiental. Y a todo eso se añaden, además, la proliferación de molestias humanas, como las concentraciones parcelarias y el ensanchamiento de las pistas que posibilitan una mayor presencia y trasiego humanos, el aumento de los parques eólicos, y la transformación de algunos suelos destinados tradicionalmente a la agricultura en huertos solares de grandes dimensiones, con sus líneas de evacuación eléctrica y los vallados que suelen acompañarlos y que son causa de numerosas muertes por colisión, en especial en vuelos crepusculares y nocturnos.


Así pues, se puede asegurar sin temor a equivocarse que, habiéndose prohibido su caza desde los años 80, la principal y casi única amenaza que tiene esta especie radica actualmente en la pérdida de hábitats y en la enorme degradación de los que se mantienen. La caída en picado del sisón puede ser un mal augurio de lo que puede suceder en un futuro próximo con la avutarda, lo que solo podría ser revertible si conseguimos modificar el modelo actual de agricultura biodiversicida que tenemos y si, además, nuestras administraciones apuestan de verdad por la conservación de la naturaleza, y no solo de cara a la galería.

Pero claro, esto último parece mucho pedir, ¿no?

17 de mayo de 2022

La reina de las agroestepas

Así es como podríamos denominar a las avutardas (Otis tarda), sin duda las aves esteparias más espectaculares que podemos ver en nuestros campos. Una joya extraordinaria de la naturaleza que pasa demasiado inadvertida para la sociedad, el ave más pesada del planeta con capacidad de volar. Casi nada. Se trata sin duda de la etiqueta típica y tópica de la especie por excelencia, pero deberíamos detenernos un momento y pensar en lo que ello significa. En España, por ejemplo, se obtienen pesos medios en el caso de los machos -que son un tercio más corpulentos que ellas- de unos 10 kilogramos, pero hay que saber que se han llegado a pesar ejemplares de casi el doble de peso. Vamos, lo que representa, sin ningún género de dudas, una verdadera barbaridad a la hora de elevarse del suelo. Las hembras son notablemente menos voluminosas, por lo que el dimorfismo sexual se vuelve bastante patente en esta especie.

Se trata de un ave que prefiere "apeonar", como las perdices, a levantar el vuelo, lo que no le impide trasladarse rápidamente de unas parcelas a otras caminando con una velocidad sorprendente para lo parsimoniosas que parecen.

Originariamente evolucionaron en las infinitas estepas asiáticas, pero el desarrollo de la agricultura de secano en amplias zonas, no solo Asia, sino también de Europa hizo que tuviera épocas de bonanza en el pasado, cuando su área de distribución se amplió considerablemente también a nuestro continente. En contraposición con aquellos momentos, en la actualidad, y a pesar de que su hábitat óptimo aparentemente sigue siendo enorme, las numerosas amenazas existentes de origen antrópico han conseguido reducir radicalmente su número y su distribución hasta poner a la especie contra las cuerdas, habiéndose extinguido de numerosos países europeos durante los dos siglos pasados. Este proceso de rarefacción ha obligado a incluirla en el listado de Especies Vulnerables según los criterios de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. Sin embargo, mucha gente se sigue preguntando que, si las tierras de secano aún se extienden por gran parte del continente europeo, ¿qué es lo que está haciendo que la especie no solo no se recupere y que, en el mejor de los casos, se mantenga una cierta estabilidad de algunas de sus poblaciones, sino que incluso se den procesos de extinción locales? Pues, la respuesta es que, tras las persecuciones directas que redujeron sus números alarmantemente en los siglos pasados, ahora nos vemos obligados a añadir la pérdida de hábitats óptimos como resultado del abandono de sistemas agrícolas tradicionales, así como por la intensificación y mecanización del campo, la transformación de grandes extensiones de secano en regadío, la eliminación de linderos, el uso absolutamente desmedido y abusivo de pesticidas y productos químicos en la agricultura, la proliferación de nuevas infraestructuras viarias, urbanizaciones, parques eólicos y solares, o de tendidos eléctricos, del aumento de vallados, de concentraciones parcelarias, o la roturación de praderas naturales y de antiguos olivares y almendrales, la pérdida de hábitats en mosaico, con rastrojeras, barbechos y "perdidos", el cambio a nuevos cultivos de ciclo corto, etc., habiendo que sumar a todo ello las molestias cada vez más habituales derivadas no solo del propio laboreo agrícola en el campo, sino también del ocio (caza, BTT, motos, quads, birdwatching,...). En definitiva, pérdida y fragmentación del hábitat y molestias humanas.

A todo ello debemos añadir algunas cuestiones que están relacionadas directamente con su biología: en primer lugar, la bajísima productividad de la especie (según Morales et al., 2002, o Alonso et al, 2009, por cada hembra llega a alcanzar la edad adulta un solo pollo cada 10 años, teniendo en cuenta que la esperanza de vida de las avutardas en libertad oscila entre los 10 y los 15 años); en segundo lugar, la dependencia de puntos geográficos muy concretos en los que realizar sus cortejos nupciales, en un momento clave de su ciclo reproductor, lo que conlleva que la pérdida por la alteración humana de cada uno de estos leks represente un contratiempo difícilmente reparable, pudiendo derivar en la desaparición de poblaciones muy localizadas y relativamente aisladas, y la agregación de ejemplares en otras que ven aumentar así su densidad, pero también el riesgo de que cualquier otra alteración afecte a un mayor número de individuos; y en tercer y último lugar el hecho de que las hembras tengan un comportamiento filopátrico, es decir, que tiendan a vivir y reproducirse allí donde han nacido y crecido, lo que dificulta, cuando no directamente impide, la colonización de nuevas áreas.

Resultado de todo ello es la actual situación desfavorable que soporta la más pesada de las especies voladoras del planeta, reiteradamente olvidada por nuestras administraciones que siguen permitiendo la transformación y empobrecimiento de su hábitat, como estos mismos campos que vemos en las siguientes imágenes, que en gran medida están siendo transformados en regadío con el beneplácito de la Junta de Castilla y León, verdadero caballo de Atila de nuestro medio ambiente. 

No puedo por menos de considerarme un privilegiado cuando, a pesar de la situación de la especie, aún tengo la oportunidad en mi provincia de integrarme dentro de su paisaje y pasar desapercibido para ellas, disfrutando de sus comportamientos y su belleza. El señor de las llanuras se deja querer por mi objetivo y consigo reflejar una parte importante de su ciclo anual en estos inmensos mares de cereal, en mis queridas agroestepas castellanas.