Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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5 de octubre de 2022

¿Exagero con la Junta?

Yo es algo que ni me planteo porque creo sinceramente que, más bien al contrario, me quedo corto. Para muestra vamos a ver en esta ocasión otro pequeño ejemplo de la anestesia ambiental de la que hace gala la Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio que gestiona la mayor región autónoma de nuestro Estado y una de las mayores de Europa: Castilla y León. Anestesia ambiental que, por sospechosas coincidencias de la vida, generalmente acaba beneficiando al lobby cinegético en detrimento de la fauna, el medio ambiente y, en definitiva, del interés general de la inmensa mayoría de la ciudadanía que, como ya todos sabemos, NO es amiga de la caza pero sufre sus consecuencias. En este aspecto sería bueno puntualizar que, por ejemplo en 2018, último año del que tenemos estadísticas de caza, en el 80% del territorio español podía cazar el 1'43 % (las licencias vigentes ese año fueron 669.614 según las estadísticas del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación) de la población española, que sumaba en aquel momento un total de 46.722.980 habitantes, según datos del INE para el citado año.


Ese minoritario porcentaje de residentes en España increíblemente puede practicar la actividad cinegética incluso en muchos de los Espacios Naturales Protegidos (ENP), aunque muy recientemente se consiguió por fin prohibir la caza para divertimento (me escuece denominarla "deportiva", porque no lo es) en los parques nacionales, cuando entró definitivamente en vigor el 5 de diciembre de 2020 la nueva Ley de Parques Nacionales 30/2014, después de ¡¡¡6 años de moratoria!!!. Sin embargo, sigue siendo alucinante que en el resto de ENP del territorio español se pretenda intentar compatibilizar lo que, filosófica y moralmente, es incompatible: la conservación y protección de la fauna, con matarla para divertirse. No hay quien lo comprenda, porque no tiene ni pies ni cabeza.

Ese año 2018 los cazadores con licencia mataron en España la salvajada de 19.185.032 animales (de los cuales 1.721.611 lo fueron en Castilla y León). Oficialmente, claro, porque oficiosamente la realidad es que esa cifra siempre será tremendamente superior. En cualquier caso ... ¡¡¡diez y nueve millones de animales!!!, muchos de los cuales fueron tiroteados en Parques Naturales u otros ENP en los que, sin embargo, al resto de ciudadanos se nos puede prohibir caminar con unos prismáticos por un sendero para salvaguardar la tranquilidad de la fauna en época de reproducción. Se dan casos sangrantes como que se corten caminos al uso del ciudadano porque hay, por ejemplo, una colonia de buitre negro en período reproductor en una ladera (lo que es del todo lógico), pero se conceda autorización para una batida al jabalí en ella (lo que supone una irresponsabilidad sin justificación). Por el sendero molestamos a los buitres, pero ... los ojeadores y sus decenas de perros pueden pasar dando ladridos, voces y gritos sin problema por debajo mismo de los nidos donde están incubando. Estas cosas suceden en Castilla y León.


Si hace apenas cinco días criticaba en mi anterior entrada la barbaridad que supone permitir batidas al jabalí en lugares donde se está reproduciendo alguna especie protegida en peligro de extinción o en situación desfavorable de su estado de conservación -vamos, lo que viene siendo el modus operandi habitual de la Junta de Castilla y León-, como era en aquel caso concreto del lobo, y máxime cuando, además, se trataba de una especie odiada y muy perseguida por los propios cazadores, lo que podría dar pie a que se diera otro de los ya clásicos "accidentes" de caza fortuitos en los que, por desgracia, una especie protegida por la ley queda desprotegida por una autorización administrativa del Servicio Territorial de Medio Ambiente y es tiroteada, hoy me veo en la penosa necesidad, otra vez más, de reprobar la gestión ambiental del ejecutivo autonómico del PP por varios motivos (lo siento, vaya frase larga que he enlazado, sorry).

El primero de ellos por seguir manteniendo todavía al frente de la citada Consejería de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio al mismo sujeto que se negó a activar el nivel máximo de riesgo de incendios en plena ola histórica de calor extremo con la patética, irresponsable y lamentable justificación de que aún no había comenzado el mes de julio, para ahorrar un dinero mezquino que nos ha costado a todos mucho más caro. Entre otras cosas varias vidas humanas. El catastrófico resultado de su obcecación ya lo conocemos todos y este señor, que no debe tener mucho pudor político porque si lo tuviera hubiera dimitido él mismo inmediatamente, debe ser cesado por el Presidente de la Junta, si es que a este otro señor le queda también -que lo dudo y a la tardanza me remito- algo de esa integridad y honestidad de las que su subordinado obviamente carece por completo. Pero, lejos de dimitir o de ser cesado, no solo se mantiene bien aferrado a su poltrona, sino que incluso empeora las cosas aún más. Esta deplorable consejería pro-caza que tanto daño ha hecho a la conservación de nuestro patrimonio natural, a la que tenemos que sufrir y soportar estoicamente en esta comunidad, está más preocupada de fomentar y facilitar la caza en ella que de conservar nuestra naturaleza y su biodiversidad. No hay más que recordar el bochornoso espectáculo que nos ofreció en Castilla y León al subvencionar con 303.000 €  de dinero público charlas divulgativas de la Federación de Caza de Castilla y León en los colegios públicos de la comunidad, para que niños de 7 a 12 años conocieran las bondades de ir pegando tiros a la fauna, luchando así "contra la cultura del Bambi", en palabras del Presidente de la citada federación, Santiago Iturmendi. Solo se nos ocurren términos de indecente, vergonzoso o inmoral para arriba.  


Pues bien, este lobicida gobierno del Partido Popular, defensor a ultranza de matar animales para diversión, ha tenido la brillante idea -y aquí viene el segundo motivo de mi cabreo- de permitir que se cacen ciervos o corzos en las zonas limítrofes del incendio que arrasó la Sierra de la Culebra. ¿Se pueden hacer peor las cosas? ¿De verdad hay tanta falta de sensibilidad, no ya ambiental, que eso es ya algo obvio, sino incluso de simple humanidad, entre los gestores de la Reserva Regional de Caza de la Sierra de la Culebra, entre los funcionarios del Servicio Territorial de Medio Ambiente de Zamora y del propio consejero que, solo dos meses después de que las poblaciones animales que vivían en la reserva se vieran terriblemente afectadas por las llamas y el humo, se permite volver a cazar? ¿De verdad los cazadores tienen tan poca piedad y empatía con esa fauna que ha sufrido tantas bajas? ¿No tienen compasión alguna?

De verdad, hay que ser muy cruel e insensible para ir al borde mismo de la zona incendiada a rematar a los animales que han podido sobrevivir. Esos cazadores que se han atrevido a "disfrutar" de la caza de estos ungulados supervivientes son, a ojos de gran parte de la población, individuos simplemente despiadados que no hacen sino añadir un mayor grado de desprestigio de su colectivo ante la sociedad. No se puede caer más bajo. ¿Cómo es posible que luego se extrañen de que esa sociedad vea cada vez con peores ojos al cazador? ¿De verdad no relacionan la falta de sensibilidad que exhiben en múltiples oportunidades con el rotundo desafecto que manifiesta hacia su actividad el resto de la ciudadanía? Como se advierte en el gran blog De paseo por la naturaleza, la Ley 3/2009 de Montes de Castilla y León, de 6 de abril, dice en su Artículo 92: "Los aprovechamientos ganaderos y cinegéticos en los montes que hayan sido objeto de un incendio quedarán suspendidos de manera automática y sin derecho a compensación durante un período de cinco años en los terrenos afectados. No obstante, la consejería competente en materia de montes podrá autorizar el levantamiento de dicha suspensión cuando se acredite la compatibilidad de los aprovechamientos con la regeneración del monte incendiado y con la restauración del hábitat y supervivencia de flora y fauna silvestre".

"Pos'mu'bien". Doy por sentado que la citada consejería dirigida por tan nefasto personaje ha acreditado que, tan solo dos meses después de haber sufrido los dos peores incendios de la historia de España, que han arrasado juntos más de 60.000 hectáreas en pleno período reproductor de la fauna, la supervivencia de las especies está asegurada y, por supuesto, que se ha regenerado el monte y restaurado el hábitat. Está claro, la consejería hace las cosas tan bien y tan rápido que las consecuencias del incendio son agua pasada. Ya podemos cazar, ¡¡¡yupiiii!!! Y como soy tan ingenuo, estoy convencido de que todo eso lo ha acreditado mediante estudios científicos que así lo demuestran. Genial de la muerte.

De verdad, creo que la falta de vergüenza y sensibilidad es completa y absoluta en este gobierno autonómico y en especial en esta consejería. ¿Alguien se puede extrañar así que estén constantemente ante los juzgados? ¿Alguien se puede extrañar así que el número de licencias de caza sigan año tras año descendiendo? Yo es que no salgo de mi asombro. La sociedad española y castellano leonesa es mucho más sensible y empática que estos gobernantes que tenemos y que esos cazadores que, sin escrúpulos, deciden cazar junto a la zona arrasada. Gran parte de la sociedad española está harta de la agresividad intrínseca que conlleva la caza.


Se me viene ahora a la cabeza el tratamiento especial que también tuvieron los cazadores durante la pandemia por parte de esta administración autonómica esquivando las restricciones del Real Decreto 463/2020 de 14 de marzo aprobado por el Consejo de Ministros, que limitaba el libre tránsito de los ciudadanos. Cuando todos estábamos encerrados en nuestras casas, los cazadores fueron también favorecidos y privilegiados por esta Junta de Castilla y León pro-caza gobernada por el Partido Popular. Aquel año fatídico, a pesar de los meses de restricción que dejaron en sus casas a la inmensa mayoría de los ciudadanos españoles, murieron por accidentes de caza la barbaridad de 51 personas, más del doble de la media anual. Pero no pasa nada, señores, la caza se fomenta, se promueve, se protege, se defiende y, si es necesario, flirteando las leyes, las restricciones, las normativas, la protección de la fauna protegida y, por supuesto, el propio sentido común. Que una actividad minoritaria, además de peligrosa para el resto de usuarios de la naturaleza, y que coarta el libre tránsito de todos los ciudadanos sea amparada y fomentada por este gobierno autonómico como lo hace es simplemente desolador, dramático y terriblemente desafortunado, además de injusto para el porcentaje mayoritario de usuarios del campo no cazadores.

Sinceramente lo creo, esta hermosa región autónoma, que cuenta con una extraordinaria riqueza ambiental, no se merece este lamentable gobierno autonómico, ni la protección a ultranza que hace de una actividad peligrosa para el resto de los ciudadanos, violenta y agresiva, que acarrea consecuencias nefastas para la biodiversidad y que conculca el derecho de libre tránsito del 98'6 % de la población española.

21 de agosto de 2014

Ojo y pestaña ...

... que nuestros campos se llenan ya de gentes con armas entre las manos. Ha comenzado la media veda.

Íbamos bajando un amigo y yo por entre unos jarales inmensos por un sendero zigzageante de la sierra cuando observamos que un cazador y su pointer batían el monte ladera arriba. Antes que recibir una descarga de perdigones comenzamos a silbar y a hablar alto para ser oídos con antelación por aquella persona armada. Cuando llegamos a su altura respondió a mi saludo con una muy malhumorada y agresiva respuesta por ir hablando a un volumen que, según él, espantaba las perdices de la zona, inexistentes por otro lado, debido quién sabe si a la propia presión cinegética.

Caminaba yo mucho tiempo antes por la orilla de un pequeño azud de la provincia cuando observé algunas anátidas en el centro de la lámina de agua. Mientras las identificaba con los prismáticos varias detonaciones me sobresaltaron a mi y a los patos, que levantaron el vuelo. Acto seguido los perdigones silbaron a mi lado, incrustándose como flechas silbantes en el fango de la orilla a mi alrededor. Los cazadores a lo suyo.

Caminando por una dehesa salmantina descubro unos huesos y pellejo seco, semi-enterrados por la hierba alta. Los recojo y gracias a los restos de plumas compruebo que se trata de un ratonero. Cuando los limpio en casa para guardar el cráneo descubro perdigones incrustados en varios de los huesos de la rapaz.

Diez y ocho  milanos reales tiroteados en un dormidero en la Reserva Natural de Villafáfila, o águilas imperiales en Cádiz, linces u osos en otros puntos de nuestra geografía. Da igual el lugar, tampoco importa tanto porque ejemplos de estos tenemos en todas las provincias y con todas las especies. Y lo que es peor, de manera cotidiana hasta el hastío.

Pero podríamos seguir. Especies, protegidas o no, envenenadas en cotos de caza. Furtivos detenidos por el SEPRONA, y otra infinidad de ellos que nunca serán apresados. Cazadores caminando con el arma cargada junto a poblaciones, lugares habitados o por las cunetas de las carreteras, o disparando a menos de quinientos metros de zonas habitadas.

En fin, hechos anecdóticos como estos los hemos sufrido o conocido en mayor o menor medida todos los que paseamos por el campo. Tal es así, que da la sensación de que se trata de algo mucho menos anecdótico de lo que pudiera parecer, y desde luego de lo que las federaciones de caza intentan transmitir al resto de la población, a esa parte de la población, inmensa, que no portamos armas letales. Los antiguos cazadores que un día, en un momento de inflexión en sus vidas, dejaron las armas para siempre, cuentan barbaridades sobre el ambiente cinegético. Gente ansiosa de apretar el gatillo. Gente que dice amar el campo pero que curiosamente no lo pisa fuera de la temporada de caza. Gente que alardea de actos de furtivismo. Diversión por la muerte hasta el ensañamiento de ciertas especies como el zorro. En fin otra vez, un mundo muy triste para los que de verdad hemos demostrado que sí amamos el campo, para esos que salimos a él a la menor oportunidad durante todos los meses del año.

Cierto es que no se puede generalizar, pero la pésima imagen que el cazador tiene en la sociedad actual parece fruto de sus propias acciones y no de esa "cultura del bambi" que representantes del sector cinegético achacan peyorativamente, y haciendo alarde de una gran falta de respeto, a unas generaciones que en realidad lo que están es simplemente más concienciadas respecto de nuestro peligroso alejamiento de la naturaleza, y que han optado por oponerse a esta práctica cruel de un modo "razonado", algo de lo que reiteradamente se olvidan la mayoría de los que empuñan un arma. Y aunque, insisto, no se debe generalizar, lo cierto es que según algunas estadísticas mueren anualmente una veintena de personas en España como consecuencia directa de accidentes de caza, y casi un millar sufren heridas de diversa consideración, algunas irreversibles como paraplegias o cegueras. Algunas de estas víctimas son personas ajenas a la caza, personas que tuvieron la desgracia de pasar demasiado cerca de un cazador que, por irresponsabilidad, negligencia, desconocimiento o simplemente accidente, apretó el gatillo cuando no debía.

Podríamos hablar de la agresividad innata que muestran muchos cazadores, capaces de descargar su frustración disparando contra cualquier cosa que se mueva si ese día "no se le ha dado bien", dando igual que sea una señal de Coto Privado de Caza o una rapaz, o incluso contra algún perro (que de estos casos también todos conocemos alguno). O podríamos hablar de la muerte innecesaria de unos 40 millones de animales salvajes, solo en España, aunque luego tiran balones fuera cuando se quejan del poco número de ejemplares existentes de algunas especies (bueno, a lo peor he exagerado un poco, hay datos que apuntan a que en realidad son solo 30 millones, y me olvidaré de otros que hablan de 50 millones). O podríamos hablar de la falta de ética de algunas modalidades cinegéticas como las monterías o los  ganchos o batidas, que a veces incluso empujan a los animales sin escapatoria contra los mallados cinegéticos, en una carnicería verdaderamente aberrante; o sobre la caza en épocas en las que las crías aún no se ha independizado (como en el caso de los cachorros de lobo) o en días de fortuna -nieve, niebla- (sí, esto también se hace con el demonizado lobo) o también, por qué no, sobre animales cebados previamente (y nuevamente hemos de decir que así se persigue también al lobo o al jabalí, entre otros). En fin, todo un acto de cobardía injustificable, donde las oportunidades de lucha -por decirlo de algún modo- de tú a tú entre cazador y presa son minimizadas o directamente eliminadas del todo, en lo que no podemos dejar de denominar como una lamentable masacre.

También podríamos hablar de los miles de toneladas de plomo contaminante que se esparce por nuestros campos y humedales. O de los lamentables abandonos o la muerte de los perros de caza cuando ya no les sirven a sus dueños (a pesar de las campañas de denuncia, aún se pueden encontrar demasiados galgos ahorcados por nuestros campos). También podríamos hablar -y esto concierne a las administraciones- de la inexplicable facilidad con la que se le concede un permiso de tenencia de armas a la gente. O de que incomprensiblemente el 0,02% de la población dispongan para su disfrute del 80% del territorio nacional, perjudicando en el uso de esos espacios al 99,98% de los españoles que se ven seriamente amenazados por un accidente de caza, limitando su plena libertad de movimientos. O podríamos hablar del por qué algunas grandes fincas cinegéticas tienen tanto poder que cierran caminos públicos impunemente, u obtienen de modo habitual permisos "excepcionales" para controlar depredadores, incluso mediante artes ilegales.

O podríamos hablar simple y llanamente de por qué una práctica cuya esencia es el divertimento a través de la muerte de un animal, es algo tan defendido y fomentado por las administraciones en un siglo XXI que se cree civilizado y moderno, y que alcanza las máximas cotas de locura colectiva cuando una comunidad autónoma (siempre la inefable Castilla y León) llega a subvencionar con dinero público un programa de acercamiento de la caza a los escolares de 7 a 12 años en colegios públicos, para luchar contra esa "cultura del bambi".

¿Nos hemos vuelto locos? ¿Estamos realmente en el siglo XXI?

Pero no vamos a hablar de todo ese ambiente enrarecido que envuelve al mundo de la caza y de todas esas cuestiones que a los cazadores les pueden parecer "anecdóticas". Que el sector cinegético mueva tanto dinero, tantas influencias y se haya convertido en un lobby es también algo anecdótico, como lo es el que muchos de los grandes políticos, banqueros y empresarios del país sean cazadores, y que muchas decisiones políticas se cocinen durante sus excursiones cinegéticas en grandes fincas de Castilla-La Mancha, Extremadura o Andalucía. No es algo que tenga relación. No seáis mal pensados, es simplemente una coincidencia.

Yo solo comenzaba hablando de dos o tres de las muchas anécdotas similares que yo he tenido, sin más.

Pues eso, disfrutar del campo, amigas y amigos, pero cuando os crucéis con un cartel de Coto Privado de Caza acribillado por una persona frustrada de gatillo fácil, pensar que si una perdigonada atraviesa sin problemas su duro metal, tampoco podrán resistir una descarga similar ni vuestra cabeza ni vuestra caja torácica. Feliz día de campo, camperos y bicheros en general.