Como un ave del paraíso, se posa por fin en el posadero el primero de los abejarucos (Merops apiaster) de la tarde y de la temporada para nosotros. Han tardado casi tres horas en decidirse, pues se posaban en todas partes alrededor nuestro menos donde "debían hacerlo", pero finalmente nos regalan un final de tarde inolvidable con su espectacular presencia, precisamente cuando la luz se volvía más atractiva. Como si fueran un pantone o catálogo de colores, se posan frente a nosotros en varias ocasiones y nos permiten observar la fantástica policromía que convierte a esta especie en una de las aves más llamativas y "exóticas" de la península ibérica. Sus evoluciones nos distraen con vuelos rasantes y rápidos, en círculos, capturando todo tipo de insectos voladores, con entregas de alimento de machos a hembras y con sus familiares gorjeos, y consiguen que pasen los minutos inevitablemente rápidos en su compañía. Una vez más, cuando la tarde declina y recogemos todos nuestros bártulos, una amplia sonrisa se dibuja en nuestro semblante: ¡bien, buen comienzo!, ha sido solo una primera toma de contacto y ya estamos deseando volver a tenerlos frente a nuestros objetivos y a disfrutar de la compañía de estos llamativos vecinos vestidos de plumas arco iris.