Este blog es la pared de mi oficina, igual que la de
cualquier oficina en la que un funcionario agobiado entre pilas de papeles y
burocracia pincha con unas chinchetas las fotos de sus hijos. Al lado del
perchero tiene un póster en el que un cocotero, enraizado en una sábana de
arena blanca inmaculada, parece desafiar las leyes de la gravedad rozando un
increíble mar azul turquesa. Igual que a él el póster le sirve para sobrellevar
las horas en el interior de la hura, a mi las fotos pinchadas en mi pared virtual,
pintada de gris neutro, me ayudan a recordar historias pasadas y a evadirme ahora
también, ¿por qué no?, del presente y de los calores que ya empiezan a hacer
acto de presencia y que tan poco me gustan.
Pasadas algo las 9:00 de la mañana de hoy, ya caminaba a lo
largo de la orilla del río buscando las sombras de los chopos, que estos días
tapizan de blanco los remansos de agua con su pelusa algodonosa. Media hora
antes, la hembra de halcón ha dado
en círculo varias vueltas y ha entrado en el nido tras haber recogido una presa
que tenía abandonada en un posadero, mientras el macho permanecía en su atalaya
habitual. La semana pasada pude ver un pollo encaramado a unos metros del nido;
ya tiene el tamaño de los adultos, pero hoy no he podido comprobar si ya vuela
o aún permanece en su cálido hogar, orientado a la salida del sol. No sé, siquiera, si hay uno o varios hermanos.
Mi mente abandona estos momentos recién pasados y bruscamente vuelve a la realidad buscando la sombra mientras acelero el paso. Los reclamos de verderones, ruiseñores bastardos y carriceros tordales me relajan, lo mismo que la presencia de un azulón, que al verme se aleja de la orilla dejando ver tras de sí con movimientos rítmicos sus patitas naranjas. Voy pensando en el invierno pasado y huyo con sus imágenes y recuerdos. Y cuando se termina la sombra y el sol me da de nuevo una bofetada de calor en la cara, decido vengarme y pinchar en mi pared dos recuerdos que me ayuden a olvidarme de lo que aún es futuro, del verano que se acerca y del calor que ya nos lo anticipa; dos recuerdos de escarcha y rocío, de mañanas húmedas en Villafáfila y Doñana.
Dos fotos de frío en mi pared.