Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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21 de diciembre de 2023

Un año más

Como todos los meses de diciembre este modesto cuaderno cumple un año más de vida, y son ya 12 los años que aguantamos en este mundo virtual. Pronto seré un mozalbete adolescente. Este año no ha sido un buen año en lo que respecta a las fotografías de fauna porque no ha habido muchas fotos, o al menos no en comparación con años anteriores. Sesiones a especies clásicas desde luego ha habido muchas menos que otras temporadas, pero, además, especies fieles como el pechiazul o la tarabilla común, esta primavera me han dado calabazas descaradamente. Me pinta bien, para que mi ego no se crezca demasiado creyendo que ya domino su mundo. Pero que este año no haya echado tantas fotos en el morral, no significa que no haya habido campo. Campo ha habido, y mucho, todos ellos paisajes sanadores recorridos con las mejores compañías. Y eso es lo importante. Aire puro y fresco, monte, prismáticos y botas; y amigos con los que compartir todo eso. Así que no me voy a quejar, no tengo derecho, aunque un poco en mi fuero interno y para mis adentros sí que lo haga: como ser humano egoísta que soy, echo balones fuera como si la culpa hubiera sido de otros.

Pero si ha sido un año raro por las pocas fotografías realizadas, más extraño ha sido por lo poco que las he mostrado en el blog. O mejor dicho, por lo poco que las he podido mostrar. Falta de tiempo y mucho lío no me han dejado el sosiego necesario como para pensar en este cuaderno de recuerdos como a mí me hubiera gustado.

Pero el tiempo ha pasado y ahora ya no es 2023, sino finales de 2023. Y como en todas las postrimerías de año, os dejo un resumen de doce fotos para recordar otros doce meses más de vida. Esta vez serán imágenes que no han aparecido previamente por aquí, al contrario a como venía haciendo tradicionalmente en cumpleaños anteriores, cuando escogía una foto ya publicada por cada mes del año que expiraba. De esta forma, verán la luz algunas de esas fotos que, imperdonablemente, se quedaron en el tintero de mi disco duro. Espero que os gusten y que sigamos viéndonos por aquí otros doce meses más.














14 de diciembre de 2017

Mi sexto cumpleaños

Poquito a poco Cuaderno de un Nómada va madurando y creciendo, y aunque parezca que hace nada que comenzó a navegar por la red aquella primera entrada de presentación, hoy se suman seis años de andadura y más de trescientas entradas y cien mil visitas. Habrá a quien seis años le pueda parecer poco tiempo, y en cierta modo lo es; y habrá también quien pueda pensar que supone en sí mismo todo un logro, que el mero hecho de haber sobrevivido ese tiempo en la vorágine que acorrala nuestras existencias en este mundo tan complejo y difícil, puede representar ya un primer objetivo cumplido per se. Yo, en mi fuero interno, espero que mantenga su razón de ser durante una etapa mucho más amplia, a la vez que deseo no intervenir demasiado en esa decisión, pues quiero que sea él mismo el que se retro-alimente en el tiempo y que explore autónomamente los contenidos que quiera mostrar a sus seguidores. Me eximo, pues, de esa responsabilidad y en ese proceso me quedaré en un segundo plano.

Y viendo a la criatura con un poco de perspectiva, se hacen evidentes las diferencias que existen entre el blog que arrancó hace seis años y el que ahora tenemos delante. La deriva que el año pasado ya se hizo plenamente constatable en la temática de las entradas, se ha consolidado definitivamente a lo largo de este agonizante año que termina. Así, la fotografía que en los comienzos -como fuente y motor de inspiración por sí misma- me pedía y hasta exigía escudriñar y reflejar el mundo global que me rodeaba, como si a través de la mirilla de una puerta espiara o como si fuera un simple viajero curioseando por la ventanilla del tren cómo el mundo se deslizaba del otro lado del cristal, se ha transformado en la actualidad en la llave a través de la cual observo y muestro específicamente la naturaleza más cercana y la fauna salvaje que en ella encontramos. La fotografía ha perdido en parte sus mayúsculas y se ha convertido ahora en la herramienta, el utensilio, el altavoz necesario a través del cual busco revelar pequeños retazos de la vida que encierran nuestros campos a quienes quieran comprenderla y amarla, desentrañar cohibidas miradas a quienes se atrevan a mirar de frente, retratos de otros seres sin voz que comparten con nosotros el planeta. Yo, sin embargo, al igual que al principio, no he cambiado mi roll y sigo siendo un simple mediador, el "cooperador necesario" para que estas imágenes y las miradas que hay en ellas lleguen hasta vosotros. No sé si con ello aportaré un modesto granito de arena en pos de la necesaria preservación del medio ambiente, pero anhelo que así sea. Espero que la simple belleza de los animales fotografiados me ayude a conseguirlo. En definitiva, ya no es La Fotografía con mayúsculas la fuente de inspiración de estas páginas, sino la propia Fauna; este es ahora y por el momento el verdadero motor de Cuaderno de un Nómada. Mi motor.

En cualquier caso, en esta ocasión para celebrar el año que se despide he escogido imágenes de una docena de especies de aves fotografiadas a lo largo de estos últimos doce meses. Ha sido un año intenso, con muchas horas de espera tras la cámara, con muchas satisfacciones, con más fracasos que éxitos -como siempre-, y sobre todo con mucho, mucho trabajo para conseguir algunas de estas instantáneas. Supongo que ha merecido la pena. He aprendido mucho del comportamiento de algunas de estas especies, y salvar sus miedos y su distancia de seguridad siempre ha supuesto un reto primero y una recompensa después, aún cuando la imagen no fuera la imaginada. La experiencia me ayudará en los siguientes sueños y me hará más efectivo (o al menos eso quiero pensar).

Así pues, ofrezco este pequeño manojo de fotografías, seleccionadas de entre las que más satisfecho me han dejado a lo largo de dos mil diez y siete; apenas un pequeño puñado de efímeras instantáneas que han dado sentido por sí mismas a todo el trabajo que hay detrás de ellas. Salud, compañeros, para el año que se acerca, espero poderos mostrar otras cuantas imágenes más en el séptimo cumpleaños.













26 de mayo de 2017

El hortelano

Me resulta curioso el nombre común de este pequeño y discreto pájaro, ya que yo suelo verlo en terrenos muy alejados de cualquier "huerta". El nombre de escribano hortelano (Emberiza hortelana) hace mención a su costumbre de habitar a veces en zonas de cultivo, o colindantes a ellas, pero induce claramente a error puesto que nos invita a pensar que "principalmente" gusta de esos terrenos, cuando la realidad es bien distinta, debiendo hablar más bien de una especie monotípica (es decir, que no se le adscriben subespecies) que reside en áreas abiertas, principalmente de media montaña, a menudo onduladas y con abundante matorral y arbolillos o grandes arbustos dispersos, hasta los dos mil metros de altitud o incluso más. Es más, su distribución en la Península Ibérica se encuentra claramente ligada a los principales cordilleras montañosas de la mitad norte, y a una población aislada en Sierra Nevada. En estas áreas montañosas, a menudo utilizan huertos situados en ellas, pero no parece seleccionar positivamente estos espacios humanizados frente a otros diferentes, si no que más bien los usa por propia adaptabilidad. Tan poco acertado nombre debería ser revisado antes o después.

En todo caso, es en estos momentos de la primavera, cuando yo suelo acercarme hasta las laderas serranas de la vecina provincia abulense en busca de objetivos fotográficos concretos. Tras un invierno silencioso, estas pendientes cubiertas de piornos se vuelven a llenar con el canto de algunas aves que han pasado el invierno en África tropical. Entre sus peñas y matorrales me esperan diversas especies de montaña y el hortelano no suele faltar a su cita. Su monótono canto los vuelve fácilmente localizables. Desde lo alto de un arbusto o una roca los machos emiten su reclamo, avisando a otros ejemplares que la zona ya tiene propietario. Modesto y retraído, fuera de estos momentos es un animal tímido, que gusta de picotear por el suelo en busca principalmente de insectos, aunque puede no desdeñar algunas semillas. Durante estas fechas los machos presentan una coloración más llamativa que la del resto del año, con la cabeza claramente pintada de un verde oliva (o gris verdoso) sobre el que resalta su babero y bigotera amarillos, contrastando con el bonito color naranja que cubre las partes inferiores del pecho y el vientre.

Tan críptico plumaje no los vuelve precisamente conspicuos, pasando bastante desapercibidos entre los arbustos y matorrales. Su hermoso anillo ocular amarillo me llama la atención desde la tronera de mi hide. Yo disparo la cámara en cortas ráfagas cuando el macho abre su pico naranja proclamando a los cuatro vientos sus melodías primaverales. Con las laderas teñidas de verde y amarillo, busco los fondos que mejor acompañen a su plumaje. Compongo y aprieto el botón disparador. Reviso los resultados en el respaldo, y cuando el resultado es satisfactorio cambio los posaderos. Las fotos se suceden.

Disfruto de estos momentos en mi montaña, rodeado de cantos familiares, de milanos que sobrevuelan el paisaje de sus laderas, de cernícalos que otean desde sus atalayas o de aquel buitre negro que baja a beber a la turbera; maravillado con aquellas vistas infinitas hacia la penillanura, con el aroma de los piornos ya florecidos. Ver sin ser visto ofrece, en definitiva, una perspectiva de la montaña diferente a la que tenemos cuando caminamos por ella. Se ve lo que de otra forma pasa desapercibido. Se respira el vigor de la primavera, su intensidad. Su locura.








13 de agosto de 2015

Lejana primavera

Cuando las altas temperaturas de este tórrido verano hace ya muuuuchas semanas que nos dejaron los campos castellanos de colores ocres y paisajes agostados por el estrés hídrico, hago balance de mis sesiones fotográficas de primavera y tengo que reconocer que el resultado de las mismas ha sido bastante pobre y desalentador. A las imágenes de abubilla o patiamarilla que ya habéis podido contemplar en este diario, tengo que sumar pocas especies más. Y no será por no haber hecho intentos o no haber planificado la temporada por especies, lugares y/o fechas. Pero lo cierto es que cuando no se dan las circunstancias adecuadas simplemente no queda otra cosa por hacer que recapitular y aprender de la experiencia.

Y así, asumo la filosofía que nos transmite una pintada que se puede ver en un muro de mi ciudad, y que dice:

"Unas veces se gana y otras ... se aprende"

Pues eso, que la mejor primavera estar aún por llegar. Salud, compañeros.