Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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29 de diciembre de 2023

El que faltaba

Tras las entradas en este blog dedicadas a los ciervos, primero, los gamos después y finalmente los alces, además de una cuarta sobre el prehistórico buey almizclero, alguno se pensará que dónde diablos están las fotos que todo el mundo se suele traer de tierras escandinavas de los renos (Rangifer tarandus). Bueno, pues aquí está la especie que faltaba (denominada caribu en Norteamérica).


Si hay un gran mamífero que no es difícil de ver viajando por esas carreteras del Gran Norte ese es el reno, desde luego.

La inmensa mayoría de los que vemos en Escandinavia son semi-domésticos. ¡Tienen dueño! Así, en Noruega, por ejemplo, solo un par de áreas naturales protegidas albergan manadas de renos salvajes, descendientes de los originarios renos salvajes, valga la redundancia. Todos los demás son animales propiedad de ganaderos que viven todo el año en completa libertad (los animales, no los ganaderos). Dicho lo cual, solemos pensar ingenuamente que será relativamente sencillo obtener alguna imagen chula de ellos, puesto que cruzan las carreteras como en nuestras cordilleras lo hacen las vacas, y los vemos desde nuestros vehículos cuando viajamos como aquí vemos las ovejas. Error 404. Señores, no es así en absoluto. O al menos eso no fue así en absoluto para nosotros. Al problema añadido que ya comenté en la entrada que dedicamos al alce respecto de que en muchas ocasiones las condiciones reales, físicas, de las carreteras no te permiten parar donde quisieras, con lo que se pierden muchas oportunidades fotográficas de animales de los que te tienes que olvidar, hay que añadir que los renos que nosotros hemos visto serán semi-domésticos, pero eso no quiere decir en absoluto que sean confiados. En realidad nada más lejos de lo que nosotros pudimos comprobar. No digo que no los haya acostumbrados a la presencia del hombre, que los habrá, pero a los que a nosotros nos tocó en el sorteo ya os digo yo que no les hizo ninguna gracia cruzarse con aquellos tipos de dos patas. 


Las fotos están hechas en el sueco Parque Nacional de Abisko, gracias también a un poco de picardía como en el caso de las fotos de sus primos los alces. Pero no pidáis más, he guardado cinco fotos contadas, y da gracias, porque las cinco son casi iguales y de este mismo momento. Vamos, lo que viene siendo por lo menos penoso, cuando no patético. Aquí veis tres de ellas.

En aquella jornada ya habíamos visto en dos ocasiones más sendos grupos pequeños de estos cérvidos entre los bosques raquíticos de abedules del parque. En ambas oportunidades habían puesto pies en polvorosa en cuanto nos detectaron. En esta tercera ocasión actuaron exactamente igual, pero intuimos nosotros hacia dónde se dirigían ligeros y, aprovechando la cobertura que nos proporcionaba el bosque, rodeamos medio corriendo hasta la linde de una zona despejada para esperarlos aparecer. Y aparecieron. 


Que los muy capullos no se pararan un par de minutos a observarnos ya me pareció mal por su parte, pues no se trata así a alguien que viene desde tan lejos para verlos, ¡hombre por Dios! Así pues, mientras se alejaban raudos medio al trote, medio al paso, pude retratarlos cinco veces medio bien, y otras tantas desenfocados o movidos. De toda aquella intentona me guardo ese manojo de fotos en las que aparecen un par de hembras realmente chulas y bonitas -especialmente la que aparece en dos fotos-, con cuernos menos desarrollados que los de los machos adultos. ¿Recordáis que os dije en el artículo sobre el alce que la única excepción al hecho generalizado de que solo los machos de los cérvidos presentan cornamentas era el caso del reno? pues aquí tenemos la prueba, la excepción que confirma la regla, unas hembras preciosas, orgullosas mostrándonos su cuernas.

No quedará más remedio que regresar al Ártico alguna vez más para buscar más encuentros furtivos con esta especie tan hermosa. Merecerá la pena, seguro, ¿a que sí?.