30 de mayo de 2021
El hito
16 de mayo de 2021
Primavera y 2º año de pandemia
Valga esta imagen obtenida en la última sesión que le hice a las avutardas para dejar reflejada en este diario personal la explosión de esta nueva primavera, la segunda en estos duros momentos históricos que nos ha tocado sufrir por nuestra propia irresponsabilidad. Como titula mi buen amigo (y gran fotógrafo) Jaime Peña a muchas de sus imágenes callejeras: 2º año de pandemia.
La vida sigue más allá de nuestras existencias y de los problemas sanitarios, sociales y económicos que hemos provocado por maltratar al planeta Tierra. Florecen nuestros campos a pesar de nosotros, los árboles se cubre de hojas tiernas y suaves, y los animales inician el nuevo ciclo reproductor. El campo se llena de vida. La misma vida que nosotros seguimos maltratando.
Absolutamente nada ha cambiado. Y el ser humano sigue siendo exactamente igual de ciego e irresponsable que antes de la pandemia. Exactamente igual.
14 de mayo de 2021
De cobardía,
... es de la única manera que se puede calificar al aplazamiento de la inclusión del lobo ibérico (Canis lupus signatus) en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial -el LESRPE- que el MITECO (Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico) ha anunciado estos días, al retrasar su publicación definitiva en el BOE, último trámite pendiente y que le proporcionaría ya de un modo inmediato la cobertura legal con la que nunca antes había contado esta especie, y que salvaría de la muerte segura de un gran número de ejemplares a lo largo de esta temporada.
La lucha sin cuartel que este animal históricamente siempre ha mantenido con el hombre, y que durante siglos ha sido auspiciada, financiada y organizada por las propias instituciones del Estado, sigue con el mismo Status Quo que hasta ahora. En este asunto las Juntas de Extinción de Animales Dañinos de la época franquista y nuestras Comunidades Autónomas se diferencian en muy poco. Nada ha cambiado. El Gobierno actual parece haberse achantado ante las presiones de los gobiernos autonómicos y las organizaciones agrarias, y se saca de la chistera un aplazamiento hasta finales de año de la publicación en el BOE de dicha inclusión en el LESRPE, teóricamente para dialogar y negociar con los sectores agrarios su nuevo estatus legal. Esto lo hace el MITECO aduciendo, parece ser, que quiere así evitar un "vacío legal" e interferir en los actuales planes de gestión del lobo en el plazo de tiempo existente entre el momento de su publicación y la aprobación de la futura nueva Estrategia Nacional de Gestión del Lobo Ibérico, que presumiblemente se aprobará antes de final de año. ¿De qué vacío legal nos hablan ahora? ¿nos toman por tontos? ¿Interferir en los eufemísticos Planes de Gestión de la especie? ¿se refieren a esos mismos Planes de Muerte y de Explotación Cinegética con el que se institucionaliza la persecución implacable e inmisericorde hacia el lobo?
No, no se justifica de ninguna manera, Teresa Ribera. Se trata sencillamente de cobardía.
Los periódicos locales no dejan de mencionar el deseo de negociación del Ministerio con los sindicatos agrarios y lo satisfechos que están estos. ¿Será porque no se menciona para nada ni las razones biológicas que aconsejan protegerlo de una manera efectiva ¡YA!, ni los puntos de vista científico o conservacionista?. ¡¡¡Como para no estar satisfechos los sindicatos agrarios!!!, han dado un puñetazo en la mesa y el MITECO ha reculado.
La inclusión de la especie en el listado lleva un trámite reglado y no puede tener vuelta atrás. La caza del lobo es un anacronismo que se retroalimenta más y más con cada lobo muerto legalmente y termina justificando la normalización de esta práctica como necesaria. El error de aplazar el trámite final para su definitiva inclusión en el Listado es una decisión política verdaderamente difícil de justificar, muy alejada de cualquier alegato científico, social o cultural.
12 de mayo de 2021
Mar de cereal, II
Increíblemente, a pesar del impacto brutal que la intensificación de la agricultura está causando a los entornos humanizados dedicados al cultivo de secano -cereal y leguminosas principalmente- las aves parecen empeñarse en resistir y, contra toda lógica, aún medran en mayor o menor medida en estos ecosistemas, y con mejor o peor fortuna según las regiones. El envenenamiento indiscriminado del entorno, la casi total pérdida de setos y arbolado, la homogeneización del paisaje, la radical pérdida de biodiversidad, la implantación de cultivos de ciclo corto, el aumento de infraestructuras, las concentraciones parcelarias o la transformación de inabarcables extensiones de secano en regadío están suponiendo un durísimo golpe para estas aves ligadas a los espacios abiertos, aunque, tercas, plantarán cara a la más que probable desaparición.
Poco saben las avutardas (Otis tarda) de todos estos avatares que les afectan, inocentes víctimas de una globalización responsable del delicado estado de conservación actual en el que vive la especie, y de la futura extinción local de cada día más enclaves peninsulares. El próximo año, cuando estos ejemplares regresen en primavera a estas tierras de secano se encontrarán con campos sembrados de pivots regando con su lluvia enormes círculos perfectos. Comprobaremos en qué medida consiguen superar la nueva situación, o si, por el contrario, habremos provocado una nueva extinción local. Otra más a sumar a una larga lista. Esto provoca un efecto secundario muy peligroso: el desplazamiento de esas avutardas afectadas (en este caso por la reconversión del secano en regadío) a otras áreas de campeo propias de la especie, en un proceso de agregación que implica obviamente un grave riesgo en el caso de que nuevas circunstancias afecten negativamente también a esas otras poblaciones, algo que, visto el modelo actual de intensificación agrícola, se convierte en una posibilidad nada desdeñable. Si la especie se concentra en densas pero inconexas subpoblaciones, toda ella corre el peligro de que un desastre la haga colapsar.
Pero no adelantemos acontecimientos. De momento, esta temporada, como han venido haciendo desde tiempos inmemoriales, las avutardas han regresado a sus arenas nupciales. Estos leks combinan la fácil exhibición de los machos con la protección frente a los depredadores. Aquí, los machos de avutarda no defienden territorios propiamente dichos donde existan buenos recursos alimenticios para atraer a las hembras, sino que buscan áreas donde su visibilidad (y protección) sea máxima, por ello se denominan leks de tipo disperso. No obstante, sí parece haber ciertos ejemplares que aparentan defender ciertas porciones concretas frente a los competidores, aunque esta circunstancia sea claramente secundaria. Los hemos visto nerviosos, encelados, trasegando de un lugar otro agrupados en pandillas numerosas al comienzo del celo, como rebaños de 20 o 30 ejemplares.
Cuando la época de celo está en pleno apogeo los observaremos cada vez más a menudo dispersos por varios cientos de hectáreas, con las plumas rectrices enhiestas, pavoneándose como exhibicionistas en una discoteca, en busca de hembras.
A las hembras las veremos a lo suyo, alimentándose sin hacerse especialmente llamativas, crípticas, tímidas, con la cabeza generalmente mirando al suelo, picoteando brotes, semillas y algún insecto. Mucho menos ostentosas que los machos, la hermosura de ellas es también incuestionable.
Hemos podido observar cómo los machos se vuelven semáforos vivientes volteando esas plumas blancas inferiores que generalmente permanecen ocultas. Son como faros en la costa, a los que resulta imposible no ver desde lejos. Mientras que los subadultos menores de 4 años permanecen agrupados, los adultos de más edad se dispersan aquí o allá alardeando con sus espectaculares y pomposos despliegues amorosos. Inician sus conocidas ruedas, flirteando a distancia con la que se quiera sentir atraída.
A medida que el celo avanza, las hembras comienzan a mostrar interés por los coqueteos de esos tíos tan raros que no hacen más que llamar la atención, en una especie en la que precisamente la desconfianza y pasar desapercibido es una virtud. Es entonces cuando podemos ver un comportamiento interesante: las hembras se acercan a curiosear a unos u otros barbones exhibiéndose, a veces solitarias, a veces en grupos, como en el caso del pretendiente de la fotografía anterior al que vemos en las dos siguientes cómo se le acercan varias hembras claramente cautivadas por su masculinidad. ¿Será el padre idóneo para mis futuros hijos?, parecen pensar al estudiarlo de cerca. Al tratarse de leks dispersos no es la abundancia de recursos tróficos defendidos por un macho lo que las seduce -como ya indicamos anteriormente-, sino los propios atributos sexuales indicativos de su buena calidad genética. De esta forma parece fundamental el propio peso del animal y su edad. Esto hace que los machos dominantes de mayor rango que pululan por el lek sean los más seleccionados por las hembras y que, por lo tanto, cada uno de ellos puede acabar fecundando a varias distintas.
Transcurren así los días y las semanas del mes de abril, con alguna que otra trifulca todavía entre algunos machos, algo que generalmente no tiene lugar a estas alturas, sino a finales de invierno antes de la época de celo para determinar la jerarquía dentro de los bandos. Esta jerarquía se puede observar cuando alguno repliega su exhibición y/o se aparta del lugar con la llegada de otro de rango superior a su posición.
Por momentos se pueden ver cinco o seis bolas blancas repartidas al mismo tiempo aquí o allá en los cientos de hectáreas que abarca el lek disperso, y unos cuantos machos caminando erguidos de un punto a otro, a veces buscando unas hembras a las que acercarse y cortejar.
Mis prismáticos no dejan de mirar por las rendijas del hide. Me entretengo en contar el número de avutardas que hay en mi entorno, algunas haciendo la rueda a más de un kilómetro de distancia. Estoy donde quiero estar, entre ellas, observando sus comportamientos, aprendiendo de su biología. Y en la medida de lo posible, fotografiándolas, aunque este año el clima ha impedido aprovechar los días más intensos del período de celo.
Van concluyendo las oportunidades y seguimos vigilando sus rutinas, ojeando sus hábitos y profundizando en su conducta. En las últimas sesiones fotográficas advertimos que ya apenas quedan hembras medrando por el lek, prácticamente solo vemos machos y, además, tienden a agruparse de nuevo en grupitos más compactos y numerosos. Buena parte de ellas han debido volar en las últimas jornadas a sus tradicionales áreas de puesta y crianza, a veces alejadas varias decenas de kilómetros del lek, aunque en general parece que lo hacen a distancias inferiores a los 2 kilómetros. Si todo sale bien sacarán adelante entre uno y tres polluelos, entre los que habrá una gran mortalidad durante el período estival.
Al concluir el presente celo, ya está la próxima primavera en mi mente, y no puedo evitar pensar en qué medida la nueva reconversión en regadío de buena parte de esta comarca podrá destruir o no este lek, o si se salvará por avatares del azar. El tiempo nos lo dirá.
4 de mayo de 2021
Mar de cereal, I
A veces pienso en lo maltratado que está el ecosistema que todos conocemos como "estepa castellana" -por similitud a las verdaderas estepas que podemos encontrar en el centro de Asia o incluso a las praderas infinitas del medio oeste norteamericano-. El sustantivo más acertado para denominarlas sería "agroestepas", o en su defecto "pseudoestepas", dado que no son en realidad esos verdaderos ecosistemas en el sentido ecológico de la palabra: vastas extensiones onduladas de terreno con vegetación herbácea, que se desarrollan generalmente en climas, si no extremos, sí al menos rigurosos, con fuertes insolaciones veraniegas e inviernos fríos, además de escasas precipitaciones. Probablemente sea uno de los ecosistemas ibéricos más maltratados como consecuencia de la intesificación desaforada de su explotación en las últimas décadas.
El excesivo uso de herbicidas y plaguicidas está acabando con los insectos y la diversidad botánica no solo en las propias plantaciones de cereal o leguminosas, sino incluso en las mismas cunetas, lindes y setos, donde el agricultor no consiente que haya vida más allá de su cosecha. En la mentalidad de muchos de estos profesionales permitir vegetación silvestre en estos espacios entre cultivos es permitir que exista alimento para los roedores o insectos que luego se comerán sus beneficios. En la imagen inferior podemos ver a la izquierda un campo arrasado por herbicidas poco tiempo después de ser cosechado junto a otro que se está dejando reposar y en el que crece la hierba, a la derecha.
Es común que los rebaños de ovejas que carean por estos terrenos tengan numerosos abortos como consecuencia de los productos químicos que inevitablemente comen, no ya en parcelas "quemadas" de esta forma, en donde el pastor obviamente no las meterá, sino en lindes y cunetas sulfatadas igualmente, y cuando el ganado va de un sitio a otro de alimentación.
Pero el uso de peligrosos productos químicos que no solo matan a todo ser vivo, sino que incluso pueden entrar a formar parte de la cadena trófica, con lo que ello conlleva para nosotros mismos, no es el único problema. La implantación, además, de cultivos de ciclo corto provoca el aumento notable de trabajos con la maquinaria en las tierras, impidiendo no solo que concluyan con éxito los ciclos reproductores de las especies animales que anidan en el suelo -y que mueren bajo las cosechadoras antes de poder volar o huir-, sino que impiden, además, que haya la necesaria tranquilidad para que se puedan dar esas reproducciones por el aumento del número de jornadas de laboreo en el campo, donde los tractores han multiplicado las ocasiones en las que deben sulfatar, abonar, roturar, sembrar, cosechar,...
Además de esto, hoy en día se está volviendo demasiado normal que incluso los espigaderos se roturen nada más terminar la cosecha para "preparar" el terreno para la siguiente siembra, aunque esta tarde en producirse incluso meses, impidiendo que la tierra descanse y que permanezca de rastrojo durante mucho más tiempo, dificultando la vida animal.
Al agricultor de hoy en día le estorba todo. Los árboles también. Cada día hay menos sotos arbolados que circundan los arroyuelos estacionales que atraviesan estas agroestepas, y donde antes eran normales esas "serpientes de vida" formadas por chopos, mimbreras y sauces, bajo los que crecía abundante vegetación verde, hoy ya no quedan vestigios de ellos, o solo alguno testimonial.
Así, tampoco es raro ver viejas encinas salpicando tierras de secano a las que les han infringido graves heridas intencionadamente para, una vez muertas, obtener de las administraciones la autorización de quitarlas. Diez metros cuadrados de terreno bajo la copa son diez metros cuadrados en los que no pueden plantar sus cultivos, y eso no lo pueden consentir. Unos pocos euros de beneficio tienen más valor apara ellos que una vieja encina de 200 años. He visto encinas saludables de gran porte arrancadas de cuajo del medio de algún campo de cereal; ¿os hizo caso la Guardia Civil a vosotros? ... pues a mí tampoco. De esta forma y gracias a esta mentalidad productivista pero miope, muchos campos que antiguamente estaban salpicados de enormes encinas hoy en día solo tienen viejos pies testimoniales de un pasado que no regresará ya. O peor aún, ya vacíos por completo de ellos.
La importancia que tienen estos pies de encina es enorme como refugio y/o como lugar de reproducción de los pequeños y medianos depredadores que se alimentan precisamente de todos esos roedores o insectos que luego les "comen sus cosechas", constituyéndose por lo tanto en inmejorables aliados de la lucha biológica contra las plagas. Se transforman así en verdaderas islas de biodiversidad, donde proliferan gramíneas y leguminosas que no encontraremos en las lindes bajo el sofocante calor veraniego o el mortal frío invernal, diversificando la alimentación del ganado. La protección que aportan estas copas a muchas criaturas durante las tórridas jornadas de insolación estival o durante las más crudas heladas de la estación fría son indudables y muchos seres vivos encuentran en estas burbujas de vida el hogar necesario para sacar adelante a sus nuevas generaciones.
Pero no son pocos los agricultores que no soportan ni siquiera estas burbujas, dado que la biodiversidad no les da dinero (o eso creen) y, al igual que hacen con las cunetas y las lindes, atajan lo que ellos consideran un producto innecesario y superfluo de la naturaleza quemándolo a base de herbicidas. El amigo de la siguiente imagen debe pensar así, pues cada año sulfata y arrasa todo lo que crece bajo cada árbol, como se puede observar fácilmente por simple comparación con la tierra situada al fondo de la foto, donde el propietario solamente a roturado. La diferencia se vuelve indecente.
Por si todas estas agresiones fueran ya de por sí difíciles de superar para todos esos seres vivos que necesitan de este ecosistema para sobrevivir (sisón, avutarda, aguiluchos cenizo y pálido, ...), tenemos que afrontar además la desaparición de gigantescas extensiones de secano por la obsesión de irrigar miles de hectáreas de secano y transformarlas en regadío, como la inminente conversión que se va a realizar en breve de 6.500 hectáreas en la provincia salmantina, y que afectará irreversiblemente a una de las mejores zonas avutarderas de esta provincia, a lo que se sumará la subsiguiente aprobación de la desafortunada (una más) concentración parcelaria que aumentará la destrucción de más lindes, setos y sotos.
Cuando la gente se sorprende de que esas cuatro especies mencionadas en el párrafo anterior no mejoren sus poblaciones, sino que incluso empeoren a pesar de la gran superficie que hay en la península de agroestepas que podrían ser, a priori, fabulosas regiones para que sus poblaciones evolucionaran positivamente, no son conscientes de que su regresión es simplemente el resultado de lo que se cuece en realidad en estos espacios humanizados. La explotación intensiva de la agricultura a la que el mercado global obliga a los profesionales, el precio de mercado, con unos costes de producción que se acercan o superan los de la comercialización, el precio irrisorio que percibe el productor que hace que se cultive a veces a pérdidas, y el nulo interés de Europa por implantar de verdad una agricultura realmente sostenible, hacen que el profesional de este sector, que sobrevive gracias principalmente a las subvenciones que cobra a fondo perdido de la PAC y que pagamos solidariamente entre todos, implante prácticas agrícolas abusivas con el medio ambiente, en detrimento de la biodiversidad de estos grandes espacios abiertos. Ellos se convierten al mismo tiempo en víctimas del sistema y verdugos medioambientales.
Pocas especies representan tan bien como la perdiz roja (Alectoris rufa) la vida en estos infinitos mares de secano. Valgan, pues, estas imágenes para romper una lanza en favor de un cambio radical en los modelos de explotación de este ecosistema, que no por humanizado, deja de ser menos valioso. Si no lo hacemos seremos entonces testigos de cómo desaparecen algunas de estas criaturas de amplias regiones que fueron su hogar casi desde que el ser humano dejó de ser recolector y cazador, convirtiéndose en sedentario y agricultor.