Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

9 de noviembre de 2024

Otra vez la caza

El fin de semana pasado salí al monte como de costumbre. Esta vez no me pudo acompañar nadie, así que hice mi mochila por la noche y a la mañana siguiente llegaba yo solo a la pista forestal desde donde pensaba arrancar el pateo previsto para aquella jornada. ¡Uy, qué mal rollooo!, tres coches aparcados donde nunca hay ninguno, ¿serán ganaderos que vienen a mirar sus vacas desperdigadas por la sierra? Voy a ver si unas curvas más adelante todo está más tranquilo. Subo un poco más y ... pues va a ser que no: esta vez son tres todoterrenos, uno de ellos incluso del otro lado de la portera y con un carro pequeño enganchado, de esos de los que suelen utilizar los cazadores para llevar a sus perros. Esto tiene mala pinta. Subo otras cuantas curvas por el puerto y ... ooootro coche estacionado. Decido pasar de largo ante lo inesperado de tanto vehículo en donde jamás ves ninguno, y estaciono en un hueco de la cuneta para pensar con calma qué opciones tengo. No sé, quizás sean ganaderos, o gente a setas, o excursionistas, o todos ellos a la vez y haya sido una simple coincidencia tanto coche. Pasados unos minutos de "meditación trascendental" -debido a lo trascendental que puede ser para mi integridad física meterme en unos pinares con, quizás y como poco, siete dedos índices ansiosos por apretar siete gatillos de siete rifles de caza mayor- decido vestirme de colorines cual semáforo con patas y echarme a la espalda la mochila (a la que también he vestido de un naranja chillón que duele a la vista) e iniciar la excursión desde aquel otro punto. Cuando estoy echando mano a la mochila y me dispongo a cerrar el vehículo, cruza repentinamente la carretera a 50 metros de mí un joven y asustado ciervo macho.

Estaba claro, no eran ganaderos. Un ciervo movido de su encame cruzando de día a la carrera por aquel sitio tan extraño era la confirmación inequívoca de que había, sí o sí, una cacería en aquellas laderas y de que la gente se había repartido por distintos puntos aprovechando el asfalto. ¡Ala, hijo!, cambio de planes y deja de nuevo el macuto en el vehículo porque los señores cazadores se han desplegado por la zona, cual Rambos en Vietnan, y el riesgo de acabar en una caja de pino no me entusiasma demasiado. Arranco de nuevo el motor y me alejo de aquel lugar, expulsado pero íntegro. ¿Qué hago ahora? Mis planes destripados porque mi libertad de circulación, aparentemente protegida por el artículo 19 de la Sección 1ª del capítulo II del Título I de la Constitución Española, es papel mojado ante esa actividad cruel, violenta y sanguinaria que es la caza, y que, practicada por una minoría, cohibe y cercena el derecho de circulación del resto de los ciudadanos.


Cuando a última hora de la mañana conducía de regreso a casa, ahí estaban ellos en animada tertulia junto a la carretera, con un rifle apoyado en uno de los vehículos y con sus chalecos y gorras de un bonito camuflaje naranja fosforito, tan elegantes y varoniles, tan machotes. ¡Qué seguridad les debe aportar empuñar un arma, como prolongación fálica de su masculinidad!; ¡y cuántas señales metálicas habrán "disfrutado" de las secuelas de esa hombría y virilidad!, lo que nos viene a demostrar que en el fondo son gente siempre muy pacífica, que controlan sin problemas sus frustraciones y que nunca jamás representarán un peligro para los demás, porque si alguna vez hipotéticamente nos han mirado mal no es porque sean conscientes de que la sociedad desprecia su afición, sino porque nosotros hemos cometido el imperdonable pecado de coincidir con ellos en el espacio y el tiempo.




Esto que cuento no es anecdótico, sucede constantemente a lo largo y ancho de todo el territorio nacional durante todos los días habilitados para la práctica cinegética anual, y todos los que salimos al campo hemos sido condicionados por estas situaciones en alguna u otra ocasión -o más bien en muchas-, habiendo sufrido incluso situaciones realmente peligrosas o encuentros desagradables con furtivos o cazadores molestos por nuestra presencia. Nos ha pasado a todos. Y es que al final se puede cazar a lo largo de todo el año mediante unas modalidades cinegéticas u otras, lo que supone de facto que no exista una temporada en la que el campo esté totalmente libre de esta actividad y de los peligros que derivan de ella para nosotros.


El conflicto por el uso del espacio entre los cazadores y el resto de ciudadanos es solo una de las consecuencias indeseables que esta peligrosa actividad genera continuamente, conflicto del que siempre salimos perjudicados el resto de ciudadanos no cazadores, coartándonos la libertad de todos nosotros y haciéndonos asumir graves riesgos. Así, en 2023 murieron 14 personas, 4 de ellas no eran cazadores, y una de las fallecidas incluso se encontraba dentro de su casa cuando fue alcanzada por una bala. Si ellos están allí, tú tendrás que marcharte por la cuenta que te tiene. Pero es que, además, si con lo que te encuentras en el campo es con lo que la Junta de CyL denomina "caza colectiva" (batidas, monterías y ganchos -en caza mayor- y ojeos -en caza menor-) nuestro derecho a movernos libremente por la naturaleza se ve incluso restringido por Ley, anteponiendo el derecho de unos pocos a practicar la caza al derecho de la inmensa mayoría de la ciudadanía a moverse con libertad por el campo, bajo pena de una cuantiosa multa. Es indignante.

Sin embargo, este problema de convivencia tiene una solución razonable y creo que justa para todos si atendemos al número de cazadores que existen en el país. Si ellos suman el 1,16 % (568.715 licencias expedidas en 2022 según la Estadística Anual de Caza) de la población española -en realidad un poco más, ya que en la EAC no se incluyen las licencias interautonómicas-, ¿por qué disponen del 84,26 % (426.318 km cuadrados de terrenos cinegéticos en 2022 según la misma EAC, descontando ya los ridículos 749 km cuadrados de los Refugios de Caza/Fauna y los terrenos no cinegéticos como Vedados de Caza, Zonas de Seguridad y Terrenos Cercados) del territorio nacional (505.944 km cuadrados) para su actividad?



Satisface observar en la EAC cómo se ha pasado en 20 años de 1.036.340 licencias a solo algo más de la mitad en 2022, lo que nos hace pensar que aún hay esperanza. Vamos por buen camino, sí señor, y esto demuestra que la sociedad moderna no comparte la violencia gratuita contra la fauna -y menos aún por diversión- porque, a diferencia de otras actividades al aire libre que cada día son practicadas por un mayor número de incondicionales (deportes de aventura, excursionismo, trails de montaña, BTT, etc.), la actividad cinegética no deja de perder aficionados. Bieeen, bieeen, vamos bien.

Sería por lo tanto suficiente con limitar el espacio en el que ese poco más de 1,16 % pudiera practicar la caza deportiva, lo que sería incluso beneficioso para sus propios intereses, dado que el "espacio no cinegético" serviría de núcleo fuente de animales para ser luego ajusticiados en los "terrenos sí cinegéticos". Si siempre se están quejando de que no hay conejos ni perdices esta sería una buena solución para ellos también. ¿Qué porcentaje del territorio nacional se podría reservar para su actividad? Esta es una buena pregunta con múltiples posibilidades, pero cualquiera de ellas que se tuviera en cuenta sería ya un avance en sí mismo, sobre el que habría que continuar trabajando. Pero por pensar, y viendo el porcentaje que la practican, tienen de sobra con mucho menos de la mitad del territorio nacional, lo que podría coincidir con que principalmente se cazara en fincas privadas cerradas al tránsito público y poco territorio más. Desde luego todos los Espacios Naturales Protegidos y enclaves turísticos de cualquier índole deberían quedar libres de este tipo de caza, así como suprimir todos los terrenos cinegéticos de gestión pública (reservas de caza, cotos regionales, etc.) mantenidos también por ese 98,84 % de ciudadanos no cazadores. Esto eliminaría gran parte de los conflictos actuales y desaparecerían casi por completo los accidentes de caza en los que se vieran afectadas personas no cazadoras, dado que es allí donde converge con su actividad un mayor turismo.

Pero el caso es que hoy no quería hablar de esta coerción a nuestra libertad de movimientos, aunque como no puedo evitar ramificarme (me disperso completamente, lo sé, mea culpa, pero no os preocupéis que luego me fustigo con un látigo) he acabado dejando aquí constancia de mi repulsa ante este abuso, lanzando algunas ideas al aire. Hoy, de verdad que solo deseaba llamar la atención a los lectores del nefasto poder que tiene el mundo de la caza en algunas decisiones de nuestras administraciones. Que es un lobby poderoso, muy protegido por las altas esferas políticas y económicas del país es algo que ya he mencionado en diversas ocasiones, hasta el extremo de que en vez de restringirse su actividad cinegética para proteger la naturaleza y al resto de los ciudadanos de posibles accidentes, modifican leyes, muy por el contrario, para ampliar sus derechos, lo que resulta en limitar los nuestros. 

El caso es que el 31 de octubre pasado, conocíamos la noticia de que el grupo de trabajo del lince ibérico (Lynx pardinus) ya había seleccionado el lugar más adecuado para la inminente reintroducción del felino en Castilla y León. ¿Y qué tiene que ver esto con los cazadores?, me diréis alguno. Bueno, pues paciencia que enseguida lo vais a ver.


Dejando ahora a un lado los juicios al respecto de la idoneidad de escoger en este preciso momento estas ubicaciones debido a la distancia que las separaría del resto de núcleos linceros, surgen algunas cuestiones. Al menos a mí se me vienen a la mente varios interrogantes, fruto sin duda de que soy mu'mal pensao', además de rencoroso, porque no se me olvida que la JCyL no movió un maldito dedo para evitar la extinción total del lince en el sur de la comunidad hace ahora unas tres décadas. ¿Por qué ahora precisamente?, ¿por qué tiene este repentino interés por el lince esta consejería, tan detestada por lo sucedido en Zamora hace dos años y por su frenopática gestión del lobo?, ¿qué rédito puede obtener con esta medida este consejero, al que se le sigue exigiendo su dimisión? Y como soy así de mu'mal pensao' "me se" viene a la mente otra derivada de las dudas anteriores: ¿no será que con esta iniciativa histórica este señor lo que pretende es sencillamente hacerse un profundo lifting ante la sociedad?, ¿no será mera propaganda verde, para acicalar la nefasta imagen que todos tenemos de ellos y que, todo hay que decirlo, se han ganado a pulso? Si es que en el fondo les importa un verdadero pito la naturaleza. El lince, el lobo, el oso o el urogallo son solo palabras para ellos, y por los que nunca han hecho nada. Tengo la seguridad de que traer al lince a CyL en estos momentos es solo una maniobra política. Quieren pintarse de verdes y de ecologistas, cuando no lo son. Puro maquillaje.

Sea como fuere, lo cierto es que las opciones que se barajaban eran dos en el centro de la comunidad autónoma castellano-leonesa (ambas a tomar por saco de la población lincera más próxima, como ya he dicho), con buenas condiciones ecológicas para alcanzar el éxito de este hito en la conservación: la primera en el occidente de Zamora (cañones del Duero) -¡qué casualidad, la misma provincia que sufrió en 2022 los peores incendios de la historia de este país por la ineptitud del consejero!-, y la segunda en el Cerrato palentino. Finalmente la decisión se inclinó por esta última alternativa para la suelta de los 6 primeros ejemplares en la primavera de 2025. Aunque no fue exclusivamente por ello, sí es cierto que en esta decisión salomónica pesó mucho la peor aceptación social del proyecto de reintroducción en la comarca zamorana frente a la observada en la provincia de Palencia. Y aquí es donde vuelve a entrar en juego el inefable colectivo de cazadores, teniendo buena parte de la culpa de que la opción zamorana haya sido desechada; algo que, en su caso, solo hubiera tenido que suceder en base a criterios científicos.

Me explico. Si leemos el magnífico blog De paseo por la naturaleza lo comprenderéis perfectamente, por lo que os invito a leer las dos entradas que hacen referencia a esta cuestión. En la que enlazo aquí se explica cómo los cazadores de la zona que iba a ser beneficiada por la reintroducción de esta joya zoológica han rechazado el proyecto. En las reuniones mantenidas entre los gestores del proyecto LIFE LynxConnect y los colectivos implicados, el presidente del coto de caza de Vilaseco del Pan asegura que "no hay conejos. Pueden decir lo que quieran, pero nosotros somos los que salimos al monte, sabemos cómo está. Qué un cazador mate 3 o 5 conejos en una temporada, ¿es eso decir que hay superpoblación?", mientras otro colega cazador alegaba que "El lince trae problemas, restricciones y no acaba con el meloncillo o los tejones o el zorro. No me lo creo".

Pues nada, señores, no sirve de nada que los técnicos les aseguren que allí donde se ha reintroducido el gran gato las poblaciones de conejo y perdiz no solo no se han visto afectadas negativamente, sino que han mejorado ostensiblemente. El colectivo en su cerrazón vuelve a pecar de testosterónico y de no pensar. Sigue siendo una minoría egoísta que solo piensa en su divertimento sangriento, creyéndose además arrogantemente más sabios que los profesionales. Si es que es de primero de carrera de bichología, que la presencia de los conocidos como superdepredadrores son fundamentales en las dinámicas tróficas como controladores de otros organismos situados en niveles inferiores, como los predadores generalistas que vosotros tanto odiáis y a los que masacráis compulsiva e irracionalmente. Son imprescindibles para mantener la salud del ecosistema, de modo que incluso las criaturas situadas en los niveles tróficos inferiores se benefician de su presencia. Hay que ser un analfabeto ambiental para oponerse a la llegada del lince o a la presencia de cualquier otro depredador, lo que no deja de dar pavor, porque gestionan sin conocimientos ese 84,26 % de nuestra naturaleza. Y ya sabemos cómo la gestionan, a tiros, con cepos, lazos y veneno. Señores cazadores, TODOS los seres del ecosistema son imprescindibles para que este evolucione en equilibrio, incluidos zorros, gatos monteses, tejones, meloncillos o garduñas. Y por supuestísimo linces y lobos. Hasta los niños de 1º de la ESO se lo saben.

Voy a dejar aquí dos esquemas muy simples -como si fuera para los pequeños de la casa- por si algún obtuso alcanza a verlo y aprende de una vez la especial importancia que tienen los superdepredadores como linces y lobos.



Pero vamos a ver, almas de cántaro, ¿de verdad os creéis seres superiores que sabéis más del campo y de su vida silvestre que el resto de biólogos y naturalistas del planeta? Dejad de miraros el ombligo y no seáis tan soberbios, hombre. Si los zoólogos aplican métodos científicos para conocer la situación poblacional de las especies, ¿con qué argumentos vais vosotros a negar los datos empíricos?, ¿con vuestros simples pateos por el monte con la escopeta entre las manos?, ¿con vuestro simple "no me lo creo"?, si solo contáis lo que matáis, lo que muy científico no resulta. Para vosotros solo hay mucho de lo que no queréis (zorro, meloncillo, lobo, garduña, tejones, ...) y poco de lo que sí (perdices, liebres, conejos, ...).

Desde luego parece muy poco razonable vuestra obsesión con "acabar con el meloncillo o los tejones o el zorro". De verdad, es enfermiza esa fijación que tenéis con los predadores, tenéis que hacéroslo mirar, hay profesionales muy buenos que os podrían tratar el problema y dejaría ello de quitaros el sueño. Sois, además de un peligro para el resto de personas que salimos al campo, un azote bíblico para el propio campo. Y a las pruebas me remito: la misma situación a la que vosotros arrastrasteis al lince os lo está demostrando ahora; como os lo demuestra la del oso, la del lobo, la de las grandes rapaces, el estado crítico del urogallo, y el de tantas otras especies tras siglos de persecución. Ahí tenéis también el ejemplo de la cabra montés (C. p. victoriae) de Gredos, de la que en su momento dejásteis solo 12 individuos, y el de la extinción en el 2000 del bucardo (C. p. pyrenaica) o la muy anterior de la cabra portuguesa (C. p lusitanica). Cuando decís que no hay codornices, es tan sencillo de solucionar como dejar de matarlas durante suficiente tiempo. Pero eso os escuece. Cuando decís que no hay perdices os deberíais volver a mirar el ombligo y pensar que quizás sois demasiados matando demasiadas, agravando el problema provocado por la agricultura intensiva. Pero eso también escuece. Cuando decís que hay muchos zorros deberías pensar que a veces los estáis alimentando vosotros con sueltas masivas de perdices tontas de granja o impidiendo la llegada de linces o lobos, por ejemplo. Pero eso os escuece aún más. Y cuando decís cínicamente que hay demasiados jabalíes mientras los alimentáis con pienso cinegético, deberíais hacer autocrítica pues también vosotros habéis contribuido a casi exterminar en la Península a su depredador principal. Y eso..., eso ya os produce sarpullidos. A lo mejor el problema es que sois demasiados matando de todo.


Estaría muy bien poder calcular el coste económico que suponen para la sociedad los proyectos de recuperación de muchas especies animales que han sido previamente masacradas por la actividad cinegética. Evitar la extinción del lince ibérico, por ejemplo, nos está costando decenas de millones de euros e infinidad de esfuerzo humano. Sumar ahora los recursos empleados para recuperar al oso, al urogallo, al quebrantahuesos, ... Es un enorme desembolso de dinero público que nos vemos obligados a hacer como sociedad para recuperar lo que las escopetas mataron y matan.

Hay otra barbaridad que me enferma enlazada con estas cuestiones, y tiene que ver con esa neura que unos pocos humanos tienen por justificar lo injustificable exterminando a los predadores porque se alimentan de fauna silvestre que no quieren compartir. Al zorro se le mata porque come conejos y perdices, al meloncillo por lo mismo, al lobo porque se alimenta de machos monteses en Gredos, y jabalíes, ciervos y corzos en las Reservas Regionales de Caza de la Cordillera Cantábrica, etc. ¿Estamos locos o qué nos pasa como especie?, ¿cuál es el problema de que los depredadores se alimenten de presas silvestres?, si lo que no queremos es que lo hagan de gallinas, ovejas o vacas. Es que es tan obsceno y neurótico su egoísmo que yo alucino. Acaparan para sí las criaturas salvajes que ellos deciden, las perdices son exclusivamente suyas, igual que los conejos, y los ciervos y los jabalíes, y los corzos o las tórtolas. Lo que ellos deciden es suyo y que ningún otro animal ose alimentarse de ellos, bajo pena de ser puestos en el punto de mira de sus escopetas, de su veneno, y de sus cepos. Si esto no es tener una visión asquerosa y egoísta de la vida, no sé qué puede ser.

Vistos todos estos sinsentidos y otras muchas cuestiones más (1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10, 11, 12, 13, 14) que se vienen a sumar a los problemas que genera ambiental y socialmente la actividad cinegética, ¿a alguien le puede de verdad extrañar la desafección que siente la sociedad por la caza? Si es que esta minoría está realmente desconectada del tiempo que le ha tocado vivir. Matar por diversión solo es una evidencia de pobreza humana, de insensibilidad e inhumanidad ante los demás seres vivos con los que compartimos planeta. La tortura y muerte animal gratuitas (tauromaquia y caza deportiva) son violentas tradiciones que hay que abolir. Sí señor, Zamora se quedará por el momento sin linces porque a unos señores generosos y muy, muy, muy listos les ha dado por dogmatizar que lo que ellos digan tiene valor de ley, que si ellos dicen que no hay conejo ... pues es que no lo hay, y punto, por mucho que sesudos científicos digan lo contrario; y si dicen que el lince trae problemas "pos" los traerá, hombre. ¡Qué van a saber de conejos esos biólogos urbanitas!

En fin, patético que la desconexión social y la ausencia de sentido común y de conocimientos de este colectivo condicione la conservación de nuestra naturaleza en tantas y tantas ocasiones. Si eres cazador y lees esto, plantéate seriamente abandonar la caza, conozco grandes fotógrafos de fauna que antes fueron cazadores y te aseguro que todos ellos se arrepienten de lo que hicieron y viven ahora mucho más felices empuñando una cámara fotográfica.

1 de noviembre de 2024

Este hombre es un cachondo

No me digáis que no. Este tipo es un guasón incomprendido del que todo el mundo despotrica en esta bendita comunidad autónoma y al que al final hasta le voy a coger cariño y todo. Ayer nuestro consejero estrella de la Junta de Castilla y León, el susodicho Juan Carlos Suárez-Quiñones, dio una rueda de prensa después del Consejo de Gobierno para que los medios de comunicación se hicieran eco de "su verdad". A ella lo llevaron unos vasallos sentado en su poltrona, de la que no se puede levantar porque, como ya sabéis, está grapado desde hace 9 largos años, largíííííísimos años. Las malas lenguas dicen que incluso duerme en ella por miedo a que se la quiten, pero yo no me lo creo. El caso es que en la rueda de prensa dio su opinión respecto de la nueva sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que tira por tierra de nuevo su gestión del lobo y alegó que ... ¡¡tachín, tachín!! ... el Gobierno de España había engañado y mentido a los jueces, y por eso estos habían sentenciado en contra de su "modélico plan de aprovechamientos cinegéticos del lobo". ¿Qué os parece?, ¿no creéis que es genial este tipo? Acaba de dejar de un plumazo a los jueces como gilipollas, y al mismo tiempo acusa al Gobierno de mentirnos a todos los ciudadanos y de falsear los datos. Él, precisamente él, acusa a otros de mentir y de falsear los datos; es que es genial, ¿no es bromista de verdad este hombre? Falsear datos, dice, ¡qué tío!. El caso es que debe estar mayor ya y por eso se olvida (siempre) de mencionar en las ruedas de prensa y ante los medios de comunicación pequeños detalles ..., ¡na', minucias sin importancia!, como que NO ES EL GOBIERNO el que decide si el estado de conservación de una especie es o no favorable, y mucho menos aún su comunidad autónoma (¡Dios nos libre de semejante posibilidad!), sino un Comité Científico que valora de manera independiente y en base a criterios objetivos el estado de conservación de una especie, y que esto se hace de una manera global en su área de distribución, no por circunscripciones administrativas, que los bichos silvestres hasta ahora no votan por Comunidades Autónomas, que yo sepa. 


¡Qué majo el hombre!, ¿no? Yo creo que no es mal chico, lo que pasa es que desde la altura de su poltrona no vislumbra bien el mundo real. Si alguien tiene alguna palanca para desgraparlo de su trono seguro que lo agradecerá, os recompensará con su sabiduría y demostrado buen hacer.