La vega de Riaño en el verano del 87.
Se observan en las laderas las cicatrices que corresponden a la construcción del nuevo Riaño, mientras que el viejo, ya derruido, estaba en la esquina inferior derecha de la foto, bajo los pilares del viaducto
Unos meses antes, en diciembre de 1987, Simón Pardo, un vecino riañense, se abría el costado izquierdo de un escopetazo que él mismo se descerrajó, desesperado ante el desalojo de su casa, de su pueblo, de su valle y de sus tierras. Perdía con el desalojo mucho más que su hogar. Perdía la memoria, sus recuerdos, su infancia, la vida heredada de sus mayores, sus costumbres, la seguridad que le ofrecía vivir y dejar pasar la vida allí, en el lugar donde nació. Perdía su vida. Se perdía a sí mismo, desahuciado. Cuando se disparó en el costado izquierdo, Simón Pardo llevaba meses muerto. Lo habían matado los políticos y los técnicos que se empeñaron en construir su tumba de agua y lodo.
¿Para qué se construyó el embalse de Riaño? Buena pregunta. Los políticos dijeron que para cubrir los campos leoneses con 100.000 hectáreas de regadío, enarbolando el desarrollo económico para justificarlo, como siempre que se levanta una infraestructura polémica. La falacia de la prosperidad para el campo se esgrimió una vez más (¡y ya son tantas!) para que agricultores de la llanura abanderaran con su apoyo la mayor salvajada que se había cometido en nuestros campos desde el inicio de la democracia. ¿Dónde está el regadío 25 años después? ¿Dónde las voces de los agricultores del sur, engañados también por los de siempre? No sabemos cuándo se olvidó la idea original de fomentar el regadío y mutó en otro proyecto. Como de costumbre, lo que se cocina en los despachos es mucho más oscuro y menos transparente de lo que el ciudadano quisiera. Para algunos, la realidad es que se aprovechó el proyecto original ya en marcha, para compensar a la empresa Iberduero por el abandono y desmantelamiento de la central nuclear de Lemóniz, en Vizcaya, coaccionada por los atentados y la sangre derramada por ETA entre 1977 y 1982. Ese pudo ser el detonante de la metamorfosis del proyecto, así como de su impulso definitivo, y las centrales hidroeléctricas puestas en marcha aguas abajo del embalse de Riaño así parecen demostrarlo. No deja de ser irónico que ahora nuestros políticos autonómicos de nuevo nos vendan la demagogia del interés general para justificar lo injustificable en San Glorio, y que veamos de nuevo cómo el mayor de los peligros se cierne sobre la naturaleza leonesa.
¿Pero cómo fue realmente la historia de este desastre humano y ambiental? Todo comenzó como una mala pesadilla muchos años antes, en algún oscuro y aséptico despacho, muy lejos del olor del ganado, del crotorar de las cigüeñas y del humo de las chimeneas que anunciaba un nuevo día en la montaña oriental leonesa. Esta es la historia de un crimen que nunca se debió cometer. Hoy, en las postrimerías de 2012, su recuerdo sirve para que aquellos que pasen por el embalse y el nuevo Riaño conozcan la historia, y con su recuerdo alivien el sufrimiento de los fantasmas que siguen sumergidos bajo las aguas. Porque su sufrimiento es mayor cuanto más pequeña es nuestra memoria. Cuanto más lejanos están los recuerdos. Recupera, pues, su historia y no la olvides, conócela y súbete a los tejados de Riaño para aliviar la desesperación de quienes murieron en vida cuando los derribaron. Todos somos Simón Pardo.
Paisaje de la vega de Riaño en el verano de 1987, antes de la inundación del valle
La primera vez que se habla del proyecto fue en un lejanísimo año de 1902 cuando un Decreto Ley aprueba la construcción del embalse de Riaño. Aquella primera idea grandilocuente se acaba olvidando, pero hasta en tres intentos posteriores -1928, 1931 y 1939- se reconsidera su construcción. No obstante la idea vuelve a caer en el olvido, oculto el proyecto en algún cajón polvoriento, hasta que en 1962 se retoma definitivamente dentro del marco de lo que posteriormente sería de manera oficial a partir de 1965, el Plan Tierra de Campos, que pretendía dar un fuerte impulso a la agricultura.
Al año siguiente -1963- se aprueba el Anteproyecto y el 22 de febrero del 66 el Consejo de Ministros de la Dictadura hace lo propio con el proyecto definitivo. Ya no hay vuelta atrás. El reloj comienza a caminar, despacio pero de forma inexorable. Cada segundo que pasa, es un segundo menos en la feraz vega de Riaño. Un día menos. Una noche menos. Así, aunque aún restarán muchos años hasta el anegamiento del valle, día a día se acaban los días.
Tan sólo unos meses después, en agosto de ese mismo año, cuatrocientos obreros y sus maquinarias toman al asalto la montaña leonesa infiriendo las primeras heridas en su roca. La presa proyectada tiene una longitud de 337 metros y una altura de 91, suficientes para embalsar el agua que ahogaría a los pueblos de Riaño, Burón, Pedrosa del Rey, La Puerta, Escaro, Vegacerneja, Huelde, Salio y Anciles. Y con ellos se ahogarán la vida, los sueños, las esperanzas y la justicia de todos sus habitantes. Lo que en un principio iban a ser cuatro años de obras, se prolongan y se paralizan durante mucho tiempo. Se tarda también mucho en iniciar los pagos de las indemnizaciones, pero en 1977 están casi todas abonadas.
El 13 de mayo de 1984 amanece en el muro de la presa escrita la palabra DEMOLICIÓN, de cinco metros de alto y pintada en rojo sangre. Durante años fue el símbolo de la resistencia de todo un valle. Aún tengo bien grabada en mi memoria, como si la hubiera visto ayer mismo, la palabra gritando justicia cada vez que viajaba por aquella carretera, hoy bajo las aguas turbias del embalse.
DEMOLICIÓN, el símbolo de la resistencia de toda una comarca a morir ahogada
Esa primavera de 1984 el recién estrenado gobierno autonómico quiere iniciar los desalojos. La policía toma los pueblos como si de la guerra se tratara, mientras trescientos ecologistas impiden la entrada de unos técnicos al Ayuntamiento. El 10 de marzo de 1986 la CHD envía las cartas de desalojo y se producen peleas y encontronazos con la policía. El 27 de octubre tiene lugar una carga policial de los antidisturbios ante el impedimento de ecologistas y paisanos de dejar trazar una zanja a operarios de telefónica. Finalmente, una fría mañana de noviembre, los que permanecen de guardia en el campanario de la iglesia hacen repicar las campanas para que los vecinos salgan a las calles a defender sus casas, ante la invasión de la Guardia Civil, que hace gala de un poderío propio del régimen anterior. Decenas de Guardias Civiles a caballo, muchos más a pie, otros con perros, además de un robot antiexplosivos y hasta un helicóptero se despliegan y toman el pueblo.
No es hasta diciembre de ese 1986 cuando se producen las primeras demoliciones, aunque tan solo unos días después, durante las Navidades, se aplazan temporalmente las órdenes de desalojo y derribo de las casas, hasta la segunda quincena de enero. Cuarenta jóvenes aguantan las heladas y el frío subidos a los tejados durante semanas, son los tejadistas. El 17 de mayo de 1987 el actor nacido en Riaño, Imanol Arias, lee un manifiesto con sabor a despedida. Todos saben que el rodillo comenzó a aplastar la justicia de los comarcanos hace mucho tiempo y ya no puede ser detenido. El 7 de julio de 1987 se retoman definitivamente las demoliciones de algunos de los pueblos- Riaño, Huelde, Pedrosa, La Puerta, Escaro y Anciles-, a pesar de la presencia de tejadistas. Varios centenares de Guardias Civiles tienen tomado el pueblo.
Construcción del nuevo Riaño por encima del cadáver del verdadero Riaño
Veo algunas de mis viejas diapositivas y revivo los días pasados en el valle a lo largo de aquel triste verano. Mi memoria me devuelve al presente el pueblo recién arrasado. Es domingo y los paisanos, como almas en pena, escuchan misa entre las ruinas del pueblo junto a un gran montón de pacas de paja. Allí está el párroco. Lo veo ataviado de blanco, ofreciendo una homilía a los feligreses, que la escuchan de pie, rodeados de destrucción en una escena surrealista, con el cielo por techo y los árboles por paredes. Como un paisaje bélico, los escombros de lo que hasta hacía poco había sido un pueblo, se cubrían de silencio, lágrimas y muerte. Aún estaban todos los chopos sin cortar y las cigüeñas aún no los habían abandonado camino de sus cuarteles de invierno en África. Recuerdo con precisión pasear por lo que un día fueron sus calles, ahora reducidas a meros caminos entre la ruina de los antiguos hogares arrasados.
Centro de Riaño un domingo festivo. No había niños jugando. Ni ancianas hablando camino de la iglesia. Ni ganaderos en la tasca hablando de sus problemas cotidianos. Nada. Solo vacío
La realidad de la tragedia: desolación e impotencia
Más adelante se iniciarán las demoliciones de Burón y Vegacerneja, hoy en día apartados a un lado del embalse, y que se vieron afectados sólo parcialmente por el agua. Un par de sabotajes ocurridos por aquellos tiempos no son si no los últimos coletazos de una resistencia que no llegó a cambiar el rumbo del destino: se quema alguna maquinaria y se hace estallar algún artefacto explosivo en uno de los pilares de un puente. Nunca se supo la autoría de los mismos.
El viaducto que da acceso desde el sur atravesando las ruinas de un pueblo masacrado
El 31 de diciembre de 1987, a las 15:30 se lleva a cabo el cierre oficial de la presa a cargo del Ministro socialista de Obras Públicas, el mismo partido que 6 años antes, cuando estaba en la oposición, se oponía y solicitaba el derribo de la presa. Tras unas riadas que se revelan contra la obra, se inicia el llenado definitivo del embalse y el anegamiento del valle unos meses después.
Ya no hay cigüeñas criando sobre los chopos en el esperpento del nuevo Riaño. Ya no hay vega. Ya no hay prados, ni setos, ni el oso cruza ni campea por sus llanos; ahora tiene que rodear una banda árida cuando se deja caer por allí. Se inundó el valle, y el valle se transformó en la tumba de las ilusiones y la esperanza de la gente, a medida que el nivel del agua subía y se tragaba los prados fértiles en los que, hasta entonces y desde hacía centenares de años, había pastado el ganado. El Esla que había fertilizado la llanura rodeada de montañas, ahora ahogaba sin quererlo el valle de Riaño, crecía y engordaba, constreñido entre las laderas de la montaña leonesa, convertido en un féretro de agua.
El tiempo va pasando desde aquel fatídico año, ya lejano para muchos. Mueren los más viejos del lugar, haciendo que el olvido engulla la memoria y que se desvanezcan y diluyan los recuerdos. Se anestesian y desaparecen.
El valle del Esla unos kilómetros río arriba de la presa en el verano del 87
El mismo tramo del Esla en el verano del 88
Durante el verano del 88. El símbolo de la resistencia está ya casi engullido por el agua
Pero mi alma sangra y mi mente no olvida. No quiero, me niego a olvidar.
Ya no vemos el grito reclamando justicia con letras en rojo sangre, pero en todos los que fuimos testigos de aquella atrocidad, sigue presente en lo más profundo de nuestro corazón:
DEMOLICIÓN
:( ... siempre que conduzco por las orillas del pantano pienso en ello... una pena... :(
ResponderEliminarRecuerdo el verano del 83 cuando me iba en bici desde Guardo a Pedrosa del Rey a bañarme en el río y a ver a una novieta de esas de la adolescencia, ¡¡que inocente!!
ResponderEliminarCasi todos los veranos a últimos de Agosto cuando bajaba el nivel del agua me acercaba para ver el puente de Pedrosa del Rey, hace tiempo que no voy espero que se conserve.
¡¡Felicidades por el blog!!
Aupa BDJ!, a finales del 2008 el puente seguía ahí como mudo testigo de esta atrocidad cometida contra las gentes de este valle... por aquí lo puedes ver: http://aesgalla.blogspot.com.es/2008/12/el-puente-de-pedrosa-un-regalo-de.html ... debe ser tremendo haber conocido la zona en todo su esplendor y después vivir ese despropósito... :(
EliminarPara mi fue un verano agridulce, porque pasé un mes con unos amigos de la Universidad de León siguiendo a Salsero, el famoso oso radiomarcado. Fue una de las experiencias más alucinantes que he tenido nunca, pero ver la desolación del valle era verdaderamente trágico.
ResponderEliminarPara compensar, la mañana del mismo día que regresaba en autoestop para mi tierra, vimos a nuestro amigo de cuatro patas durante un rato. En aquellos años, muy poca gente tenía la suerte de ver algún oso, al contrario que ahora, que resulta relativamente sencillo. Fuimos unos afortunados, aunque, todo hay que decirlo, nos lo curramos en el monte.
Salud y San Glorio Libre!!!
Una de las cosas que más rabia me da en esta vida es no haber podido conocer el valle de Riaño antes de la catastrofe... tenía que ser alucinante y es todo un lujo poder ver esas fotos que nos regalas Jesús, gracias!... debió ser una pasada aquello de Salsero, que bueno haberlo vivido... San Glorio libre de políticos especuladores, si señor!!!... Salud amigo!!! ;)
ResponderEliminarFue una gran lucha que consiguio unir a casi todos los de la zona, por lo menos es lo que recuerdo. Por mi zona, en el Valdavia, tambien estan destrozando la montaña con 2 presas, aunque mas pequeñas y parece que de momento con las obras paradas, pero ya estan con una segunda concentracion parcelaria que tambien es un desastre medioambiental. Un saludo
ResponderEliminarLuis, la lucha continúa ...
EliminarRecientemente he publicado una entrada donde se pueden ver algunas vistas aéreas del "Nuevo Riaño":
ResponderEliminarhttp://arsnatura.blogspot.se/2012/11/antes-de-que-la-nieve-lo-cubra-todo.html
Una triste historia la que sucedió allí.
En el fondo, la historia se repite continuamente, aquí y allí. Para las Administraciones y los políticos que las controlan nuestra tierra, la de todos, es "su" cortijo, y nosotros solo somos, en el mejor de los casos, "números"; si no nos llegan a considerar incluso un "estorbo" o sus vasallos, en el peor de los supuestos. San Glorio está al lado, y es exactamente la misma guerra de siempre
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