Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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4 de julio de 2022

Silencio

Si hay algo que llama poderosamente la atención al pasear por una gran extensión quemada es escuchar el silencio que envuelve el lugar. No es una paradoja. Te paras en el medio, rodeado de árboles quemados, negros como el carbón, y miras alrededor tuyo la desolación del lugar y solo se oye silencio. Como en la canción de Simon and Garfunkel, Sounds of Silence, todo lo que te rodea está envuelto en un profundísimo y dramático mutismo. No hay pájaros cantando, reclamando o piando. No se escuchan lagartijas correteando entre la hojarasca seca del suelo. Ni el zumbido de las abejas trasegando de una flor a otra. O el aleteo brusco de esa torcaz que se espanta de la copa de un árbol a tu paso. Nada, no se escucha nada salvo algún vehículo en una carretera lejana o el paso de un avión muy alto sobre nuestras cabezas. Y si algo ha tenido el incendio de la sierra de La Culebra es que ha calcinado una superficie como nunca antes se había visto en España; 35.000 hectáreas afectadas de manera directa, gran parte de ellas arrasadas por completo, lo que lo ha convertido en el incendio de mayor magnitud de la historia de nuestro país. Pues allí el silencio es ahora atronador.



Tan solo unos días después de ser controlado el fuego, nos acercamos con el corazón encogido a recorrer aquellos parajes en los que tantas veces antes habíamos disfrutado de la naturaleza en estado puro. No virgen, pero sí rica y bulliciosa. Rincones a los que regresábamos desde hacía más de dos décadas. Lugares en donde, en compañía de nuestros hijos, chiquitillos entonces, habíamos realizado multitud de esperas con intención de verle las orejas no solo al lobo, sino a toda la cohorte de criaturas que lo acompañaban. Recuerdos que ahora, como en una mala pesadilla, se han, si no desaparecido, sí transformado porque los paisajes aquellos son ahora irreconocibles. Mi memoria aún retiene praderas a las que salían los jabalíes o los ciervos a comer cada tarde. Lindes forestales por las que deambulaban confiados los lobos. Cortafuegos o pistas por los que esperábamos su paso, emergiendo desde los matorrales espesos. Brezales que casi cubrían por completo a los grandes machos de ciervo. Colmenares en el medio del bosque por los que husmeaban a veces los zorros. Calveros despejados en los que se veían ocasionalmente los tímidos corzos. Todo ha cambiado. Ha mutado. Se ha metamorfoseado del verde al negro.

Ha muerto. No ha desaparecido pero en realidad ya no existen aquellos lugares. Están, pero no son.



Entre tanto el Consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio sigue sin dimitir, agarrado con uñas y dientes a su poltrona, como Gollum a su anillo. Y sin ser cesado tampoco. Mientras, se acumulan más de 65.000 firmas de ciudadanos que no solo exigen su cese, sino que piden incluso la cabeza política del propio Presidente de la Junta de CyL, Alfonso Fernández Mañueco, como máximo responsable de tener al frente de esta consejería a semejante insensato. Y se suman a esta exigencia los propios funcionarios de la institución con la misma contundencia.

Y mientras la indignación con nuestros políticos va en aumento, se nos hace difícil imaginar las temperaturas que un bosque ardiendo puede llegar a alcanzar. Solo los bomberos que se jugaron la viva luchando contra él podrán hablarnos de ello. Como los quemadores de un globo aerostático calientan el aire que tienen justo encima, las llamas de decenas de metros de altura calientan el aire de toda la sierra, como en una descomunal fogata de cientos de hectáreas. El aire situado sobre el incendio se calienta rápidamente y se desarrollan enormes térmicas que se elevan veloces centenares de metros, y se mueven, y se tumban con la dirección del viento, invisibles si no fuera por las pavorosas columnas de humo que las acompañan. Y estas columnas de aire caliente transportan incesantemente restos del incendio a grandes distancias, cayendo y almacenándose en las cunetas de las pistas y carreteras, en prados y cultivos, en forma de finas lascas de madera, como si de pieles carbonizadas se tratara, parecidas a escamas negras, iguales a los restos de papel quemado de cuadernos y libros echados a una hoguera.  

Pero no solo pequeños restos de cenizas que la más pequeña brisa pueda hacer volar. Paseando a más de 2 kilómetros de distancia en línea recta de la zona quemada por las brasas encontramos numerosas cortezas quemadas que el aire caliente ha transportado hasta depositarlas muy lejos de allí. Y nos son cortezas ligeras, precisamente. Da miedo pensar en la voracidad del monstruo.



Caminamos por lo que, hasta solo unos días antes, habían sido importantes cultivos de pino. Qué duda cabe que la proliferación de estas grandes repoblaciones forestales llevadas a cabo con una mentalidad exclusivamente industrial, donde prima solo el aspecto mercantil y especulativo, dejando a un lado cualquier perspectiva de sostenibilidad ambiental, son determinantes para que cualquier incendio, una vez se haya iniciado, pueda desarrollarse sin control si las condiciones ambientales son determinadas y si, como en este caso, además, los máximos responsables políticos de quienes dependen la implementación de las campañas de extinción de incendios son unos ineptos y unos irresponsables. Que incendios de bosques autóctonos no alcancen estas magnitudes de destrucción es algo que debería hacernos replantear los modelos de aprovechamientos madereros que aplicamos en nuestros montes, máxime cuando el calentamiento global va a provocar cada vez más a menudo olas de calor extremo como la sufrida durante este desastre.






Es muy difícil parar un gran incendio en estas condiciones. Pero la tragedia ambiental que ha sufrido la sierra de La Culebra y la población que en ella vive nos deben servir para evitar caer de nuevo en los mismos errores. La sociedad tiene, no la necesidad, que también, sino la obligación de aprender de lo que ha pasado y no tropezar en la misma piedra otra vez más. La madera del pino es necesaria en nuestro modo de vida, nadie lo niega, pero si no puede ser sustituida por la de árboles autóctonos mucho mejor adaptados a la presencia del fuego, al menos sí podemos cambiar el modelo de gestión forestal de nuestros monocultivos de pino. ¿Cómo? no arrasando sierras enteras repoblando con él. Ese modelo fue el obvio a mediados del siglo pasado cuando no existía el más mínimo interés por la conservación ambiental de nuestros campos. ¿Qué es eso de la sostenibilidad? -dirían aquellos ingenieros de montes-, hay que producir, producir, producir,... Pero en nuestro siglo XXI un término tiene que ir ligado irreversiblemente al otro: "producción sostenible". Es más, la propia producción debe quedar a expensas de que sea ambientalmente compatible con la conservación a corto, medio y largo plazo de nuestras sierras. Técnicos forestales, ingenieros de montes, altos funcionarios y políticos con poder de decisión tienen la obligación de adaptar de una vez por todas la gestión de nuestros montes a los nuevos tiempos. Su sostenibilidad debe primar sobre la rentabilidad cortoplacista. Solo así minimizaremos los incendios que se seguirán produciendo en un escenario de calentamiento global en un país de clima mediterráneo, con veranos muy cálidos que cada año empiezan un poco antes y terminan un poco más tarde.






¿Pero cómo producimos y conservamos al mismo tiempo? Pues es tan sencillo como diversificando los bosques de nuestras sierras, evitando que las grandes repoblaciones monoespecíficas de pinos se extiendan sin fin por sus laderas. El cambio debe ir encaminado a fomentar la recuperación de los robledales, así como su uso por la industria maderera, aun a costa de perder rentabilidad económica o del encarecimiento de la materia prima frente al pino o el eucalipto, y en defender de una manera decidida la existencia de mosaicos forestales de diferentes especies arbóreas, donde se puedan intercalar las autóctonas, menos productivas pero más valiosas desde el punto de vista biológico y de más difícil combustión, con las alóctonas, más rentables a la par que menos valiosas ambientalmente. Ejemplos de lo valioso que es esta diversidad a la hora de afrontar un gran incendio son las dos imágenes que vemos a continuación en donde podemos apreciar cómo importantes parches de robledal no se han calcinado y con seguridad rebrotarán de nuevo a pesar de haber quedado seriamente afectados, ayudando incluso a frenar el avance de las llamas.

La biodiversidad es vida.


Estos parches de vegetación se convierten así en valiosísimas islas de vida para la fauna que haya podido sobrevivir a las llamas, resultando fundamentales ahora y en los próximos años para su supervivencia y cobijo, rodeados como estarán de muerte y destrucción.


Nosotros seguimos caminando y ahondamos en nuestra herida viendo lo que ha dejado el fuego tras de sí, ayudado por la negligencia del Consejero de Medio ambiente (que no se me olvida). Colmenas destruidas, turismo de naturaleza arruinado, y muerte, mucha muerte. El cervatillo no tubo oportunidad de crecer y vivir. Ni él ni otras muchas criaturas que apenas habían abierto sus ojos a la vida. De pluma y de pelo, la sierra estaba inmersa en pleno proceso reproductivo cuando se inició el desastre, por lo que las pérdidas de vidas animales también serán imposibles de cuantificar.







Tras la desolación de todo lo visto, no quiero cerrar esta trágica crónica sin dejar un poso de esperanza: la recuperación de un paisaje calcinado comienza en el mismo momento en el que el fuego termina de ser extinguido. En ese preciso memento la vida ya está luchando por driblar las dificultades y tímidamente se nos empieza a mostrar, en forma de brotes germinando en el suelo negro, de infinitos piñones desperdigados por el campo porque las piñas se han abierto por la acción del fuego, de hormigas que reaparecen de sus ciudades subterráneas, verdaderos búnkeres contra las altas temperaturas del incendio,... Una araña se nos muestra de un llamativo amarillo contrastando sobre el negro tocón de un pino, cuya base se encuentra ya tapizada del serrín que los habitantes de un hormiguero han sacado al exterior. Esta araña está en medio del bosque. ¿De dónde ha venido?, ¿cómo ha sobrevivido a la destrucción? Imposible saberlo. Solo sé que me da una enorme esperanza verla agazapada para seguir con su rutina diaria. Espero que le vaya bien y consiga sobrevivir a los duros días que tiene por delante. 

No será fácil y, desde luego, será un proceso muy largo. Deberán pasar muchos años antes de que podamos ver estos paisajes en un estado parecido a como lo conocíamos hasta hace tan solo unos días, pero detrás de esta minúscula araña acabarán llegando el resto de las criaturas del bosque. Seguro. Y yo, aunque bastantes años más viejo, espero estar ahí para verlo.

22 de junio de 2022

Lágrimas apagando fuegos

Estamos todos desolados. No nos caben en la boca los calificativos para describir lo que sentimos ni las sensaciones que nos embargan. Desolación, horror, pesadumbre, impotencia, ... Enfado también, mucho enfado. Muchísimo enfado e indignación.


Vivimos en un país mediterráneo donde el fuego es recurrente de manera natural. Existe desde siempre, como existen las tormentas o las lluvias. Y los ecosistemas originales estaban adaptados a ellos, dotando por ejemplo de corcho a los alcornoques, o de estrategias de regeneración tras el paso de las llamas a otras plantas. A grandes rasgos, el brezal recolonizaba en una primera etapa los dominios del roble y las jaras el esclerófilo de las encinas, como tapiz protector donde, posteriormente, el arbolado renacía de sus cenizas. Los fuegos no eran descomunales y la propia diversidad paisajística ayudaba a frenar la velocidad de las llamas y moderar sus consecuencias. Las superficies quemadas eran modestas y renacían después vigorosas. Era parte del ciclo natural.

Sin embargo, lo que sucede en la actualidad no es el resultado del descontrol que condiciones climáticas muy adversas provocan en incendios causados de forma natural por las tormentas eléctricas y sus rayos. Ni siquiera en aquellos casos en los que el detonante de los mismos son las propias tormentas eléctricas y sus rayos. No. Para que un gatillo mate a un ser vivo con una bala disparada, hace falta haber construido un arma alrededor de ese gatillo. Y nosotros hemos construido esas condiciones propicias que hacen que los incendios sean cada vez más devastadores.

No es el rayo, somos nosotros.

Somos, en primera instancia, nosotros al extender hasta el infinito y más allá los monocultivos de pino, en décadas y décadas de políticas forestales productivistas y ambientalmente desastrosas, sin el más mínimo respeto al suelo, al medio ambiente o al uso tradicional de nuestros campos, donde los mosaicos de vegetación antaño impedían la propagación descontrolada del fuego. Pero no nos engañemos, también somos nosotros los que, en última instancia, mantenemos en el poder a personas que nunca han luchado por el interés general. Ineptos integrales preocupados solo del beneficio de su partido político, en el mejor de los casos (cuando no en el suyo propio o en de sus acólitos), y que tienen, para nuestra desgracia, en sus manos los designios de nuestro medio ambiente.

Sí, actualmente hablar de medio ambiente está ligado irreversiblemente a hacerlo de política.

Castilla y León es un símbolo de ello. Sus políticas ambientales siempre han estado rodeadas de denuncias y juicios perdidos en los tribunales, que ya en demasiadas ocasiones han dado la razón al denunciante, restándosela a nuestro gobierno autonómico, aunque nunca ninguno de sus responsables han acabado en prisión ni pagando con su patrimonio los perjuicios causados a la comunidad a la que dicen servir. Una pena que esto no sea siempre así, porque en el futuro se lo pensarían dos veces antes de pasar como un rodillo por encima del interés general y de las leyes que ellos mismos aprueban y juran cumplir. No se puede esperar nada de ellos si ni siquiera dimiten por decencia tras los escándalos ocurridos. Ejemplos hay muchos, por desgracia, pero no vamos a hablar de ellos ahora. Aferrarse al sillón con uñas y dientes es una buena demostración de que ser "político de profesión" no solo es muy distinto a ser político por vocación, sino que, además, actualmente puede ser usado como el peor de los insultos. "Eres un político" debería ser la manera más peyorativa de calificar a una persona, infinitamente peor que usar ese insulto asquerosamente machista en el que alguien se acuerda de la madre del interpelado, y que nunca nadie deberíamos haber usado jamás. El hartazgo que la sociedad tiene como consecuencia de la mediocridad de los políticos que gestionan nuestra vida y de los no pocos verdaderamente malos que pululan por los despachos tiene consecuencias en las urnas.

Sí, reconozco estar encendido yo también, más incluso que el fuego que arrasa nuestros montes. Al tiempo que el mismísimo Consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación del Territorio de Castilla y León busca por enésima vez cómo transgredir la Ley que protege al lobo -con declaraciones, además, incendiarias sobre la especie y arengando al mundo rural contra ella-, se niega a establecer la alerta máxima por riesgo de incendios en medio de una ola de calor histórica y minimizando el operativo de la lucha contra el fuego, manteniéndolo bajo mínimos, con gran parte de sus efectivos de vacaciones forzosas para no pagarles el sueldo y porque aún es primavera oficial!!!! No solo yo, las redes sociales también están que arden, como el mostruoso fuego, ante esta negligencia:




Debajo podemos leer parte del documento que marca las directrices oficiales a seguir en la prevención de los incendios en la comunidad autónoma de Castilla y León: 



En él se indica claramente que, ante circunstancias climatológicas excepcionales, las alertas se pueden modificar en función de la necesidad, y nadie puede negar que la climatología que hemos sufrido la semana pasada lo era de un modo no solo excepcional, sino incluso, además, histórico. Sin embargo, el titular de la consejería, el señor (por decir algo) Juan Carlos Suárez-Quiñones Fernández mantuvo el operativo como si el riesgo fuera el mismo que en invierno o comienzos de primavera, y con vacaciones forzosas de parte de la plantilla que sí estaba incluida en el operativo. En un comunicado fechado un lejano 21 de mayo de 2014 un sindicato de funcionarios ya criticaba la política de recortes que la entonces Consejería de Fomento y Medio Ambiente había implementado en materia de extinción de incendios desde que un departamento como Fomento absorbiera otro con el que no tiene ninguna relación, como es el de Medio Ambiente. Este último detalle, que se sigue manteniendo en el actual gobierno del PP/VOX -aunque con un nombre diferente para la consejería-, es muy sintomático de qué piensa el gobierno de Fernández Mañueco respecto del patrimonio natural de nuestra comunidad: puesto que los intereses de ambas áreas son generalmente opuestos, todos nos preguntamos qué papel juega en realidad el área de Medio Ambiente, ¿el de ser simple subordinada de Fomento para que la conservación nunca sea un impedimento en los procesos de aprobación de leyes o proyectos de esta última? Y mientras nuestro penoso Consejero de Medio Ambiente miente estos días a la opinión pública para salvar su cara y su culo, echando balones fuera -típico, por otro lado, de los cobardes que son incapaces de asumir las consecuencias de sus actos-, los equipos de extinción se han jugado literalmente la vida contra un monstruo de dimensiones sencillamente históricas.

Todos sabemos lo que se considera una imprudencia punible, ¿verdad? Es cuando alguien por falta de previsión o inobservancia de un deber de cuidado produce un resultado dañoso protegido por la Ley. El resultado de dicha imprudencia tiene consecuencias penales. Pues bien, la imprudente gestión del político Suarez-Quiñones (juez para más inri) debería tener consecuencias igualmente penales, y no solo políticas, porque su negligencia y desatención han provocado un desastre ecológico de dimensiones descomunales, que si hubiéramos provocado cualquiera de nosotros nos hubiera acarreado severas penas de cárcel. Él no cumplió con su obligación al no observar que las fechas de las alertas debían y tenían que ser modificadas con unas condiciones climatológicas que así lo exigían. Y en esta ocasión, este aspecto no ofrece lugar a las dudas, con una ola de calor extremo histórico perfectamente pronosticado y advertido. Pero es que, además, desde el punto de vista meramente político, que el muñeco de Mañueco no lo cese ipso-facto convertirá al Presidente de la Junta ante la opinión pública en cómplice directo de la gestión realizada por el susodicho personaje, debiendo entonces asumir su parte de responsabilidad.

Estás tardando en cesarlo, Mañueco.

Sí, estoy realmente enfadado. Se me nota, lo sé, y quiero que se note porque es el mismo enfado que tienen miles y miles de personas que opinan exactamente lo mismo que yo. No solo el fuego está que echa chispas, Mañueco, la calle también.

El resultado de lo sucedido es una tragedia de dimensiones incalculables. Solo la zona arrasada por el incendio el lunes 20 de junio ya eran de, al menos, 29.000 hectáreas, como podemos ver en el siguiente mapa, y a las que siguieron sumándose más y más los días posteriores, hasta que fue finalmente controlado definitivamente el viernes 24, que no extinguido. Poca, muy poca confianza inspira el dato que el gobierno autonómico insiste en transmitir a la opinión pública que habla de una superficie quemada de "solo" 30.800 hectáreas, y que, aún así, lo habrían convertido en el incendio más grande de la historia de España.



No obstante, hay que tener en cuenta que cuando se comunica la superficie calcinada la medición se está haciendo sobre la superficie bidimensional de un mapa, cuando la realidad es que los valles y laderas de las montañas son tridimensionales. En consecuencia, la superficie real será siempre mucho mayor, tanto más cuanto más agreste sea la región afectada. Sea como fuere, la realidad de la superficie calcinada se debe parecer bastante más a las 35.000 ha. que podemos calcular fácilmente en el plano siguiente, atendiendo a la información recabada al final del incendio.


Esa necesidad de coger con cautela la magnitud geográfica de la región arrasada sucede también con el número de pueblos afectados que, sin duda, también será mayor que el de los meramente evacuados. Aunque fueron los habitantes de 27 poblaciones los evacuados por la Guardia Civil y Protección Civil en algún momento de este desastre -más otro pueblo que se mantuvo confinado-, las consecuencias reales de esta tragedia ambiental y económica la sufrirán también otros muchos pueblos de la zona. Buen ejemplo de ello será la evidente pérdida de actividad económica vinculada con el turismo.

Pero después de la tragedia vivida, la Junta de Castilla y león sigue echando balones fuera, obviando los recortes en medios y personal y la negligencia de no tener activado el Riesgo Alto de Alerta. En su web podemos leer claramente la total ausencia de algo que se le parezca -ni lejanamente- a una asunción de responsabilidad en lo sucedido.

Sin embargo, en esta oportunidad algo ha cambiado. La ya incuestionable negligencia de la Junta ha saltado a todos los medios de comunicación nacionales, y ha obligado a los autonómicos y locales a hacerse eco de ello también, lo que en otras circunstancias probablemente no hubiera sucedido. Cuando esperábamos que la mass media pasara de soslayo esta vez también sobre la responsabilidad del gobierno autonómico, o se quedara simplemente en el sensacionalismo superficial de la tragedia humana, en lo que podríamos llamar un nuevo caso de silencio "administrativo" que evitara remover el papel que ha jugado aquí la Junta de Castilla y León -ninguneando, por lo tanto, al ciudadano su derecho a conocer el fondo de lo sucedido-, la aparición en escena de algunas de las televisiones privadas ha cambiado probablemente el curso de los acontecimientos. Tanto la prensa como las televisiones locales y autonómicas nunca se han caracterizado por ..., digámoslo así, ... "mostrar entusiasmo" en la crítica al ejecutivo autonómico del partido PP (ahora PP-VOX) que, recordemos, lleva haciendo y deshaciendo a su antojo en esta bendita comunidad desde el año 1987. Entre tanto, algunas de las televisiones nacionales parecen nutrirse solo del sensacionalismo de las consecuencias. Así las cosas, parecíamos condenados a que, una vez más, se pasara por alto el verdadero problema que subyace en los despachos. Pero no, esta vez no. 





Esta vez incluso las líneas editoriales conservadoras que habitualmente prestan generosos altavoces a unos y silencian sistemáticamente la voz de otros se han echo eco de, no solo lo sucedido, sino además de las quejas que sobre el origen de fondo ha habido en este desastre, informando al público en general de la negligente aplicación de las alertas que marca el Plan de Protección Civil ante Emergencias por Incendios Forestales en Castilla y León, y que el Consejero de Medio Ambiente se ha saltado a la torera.

La masiva concentración realizada ayer en Zamora frente a la Delegación Territorial de la JCyL (hoy en Valladolid) para pedir la dimisión de Juan Carlos Suárez-Quiñones Fernández y exigir a Alfonso Fernandez Mañueco todas las medidas que se puedan implementar para evitar en adelante estas tragedias, fue ampliamente cubierta por gran parte de los medios de comunicación nacionales.



El periodista Antonio G. Encinas lo explica muy bien en un sarcástico artículo publicado en El Norte de Castilla, titulado "Casualidad y negligencia" y en el que podemos leer frases tan fieles a lo sucedido como "Casualidad es que el miércoles envíes una nota con membrete de la Junta alardeando de que ya tienes todo casi, casi preparadito para que empiece la campaña de incendios el 1 de julio y que esa tarde se desate el infierno .../... Negligencia es que la Agencia Estatal de Meteorología y los científicos te alerten continuamente de los veranos prematuros, las tormentas y la sequía y que tú hayas decidido mantener el operativo como estaba previsto, muerto los nueve meses al año en los que hay que prevenir y desbrozar y cuidar y resucitado solo a partir del 1 de julio. Casualidad es que un año se te quemen 22.000 hectáreas en Ávila y al siguiente desaparezca entre el humo la Sierra de la Culebra ... /... Negligencia es que los errores cometidos el año anterior no te hayan servido para escuchar a quienes pisan bosque de verdad, sin chalecos de Coronel Tapioca, y que te advertían de que no se podía estar a estas alturas, y con estas condiciones climatológicas con el 70% de la plantilla sin contratar. Negligencia es mantener las mismas políticas y a quienes las promueven ..."

¿Servirá de algo que todo este lamentable suceso le haya saltado a la cara al ejecutivo autonómico? Cuando va a hacer pronto 10 años del incendio de Castrocontrigo (León) con una superficie "oficial" de 12.000 hectáreas calcinadas, 5 del que arrasó otras 10.000 más en La Cabrera (León), y ni siquiera un año del de Navalacruz (Ávila) en el que todos perdimos 22.000 hectáreas más de monte, "oficiales", la Junta de Castilla y León sigue sin aprender que tiene la obligación de conservar y defender nuestro patrimonio natural, con políticas proteccionistas y preventivas, en vez de especulativas, y siguen sin aprender en los despachos que poniendo los medios para evitar estos desastres ambientales al final se ahorra más dinero que dejando a la concurrencia de la suerte que el próximo año no vuelva a ocurrir de nuevo. El próximo año o ... simplemente dentro de unas semanas, porque el verano aún no ha llegado y se puede hacer muuuyyyyy largo todavía. No resulta descabellado temer que lo sucedido en Zamora pueda volver a suceder en cualquier otro rincón de Castilla y León y en cualquier momento. Basta ya Suarez-Quiñones de cruzar los dedos y rezar para que no te salte el siguiente desastre en la cara, dejando al azar y la chiripa que todo vaya bien. Basta ya de jugar a la ruleta rusa con el pan y la vida de la gente de nuestros pueblos y con la conservación de nuestros campos. Ya no te pedimos ni si quiera que hagas tu trabajo, solo que dimitas, simplemente. Vete de una vez, nuestra naturaleza castellano-leonesa te lo agradecerá eterna e infinitamente, no lo dudes. Basta ya Fernández Mañueco de ponerse de perfil y mirar para otro lado como si contigo no fuera la cosa, asume tu responsabilidad política y por lo menos cesa al irresponsable de tu consejero, por inepto y por haber provocado miles de tragedias humanas en cada uno de los vecinos de muchas comarcas castellano-leonesas, además de numerosos desastres ambientales que se tardarán generaciones en recuperar, si es que alguna vez lo hacen del todo.

Mientras la sierra se nos quema, se nos quema también una nueva oportunidad de exigir a nuestros lamentables políticos que nos demuestren si son vocacionales o profesionales, y que nos demuestren si son decentes dimitiendo, o cesando. Dimisión o cese, no les queda ninguna otra opción honrosa. ¿Lo harán? Ya os digo yo que no, porque honor y dignidad son palabras que no existen en su vocabulario.

Amén.

22 de abril de 2022

Patética Jara y Sedal


UN LOBO ENTRA EN UN PUEBLO Y SE LLEVA UN PERRO: "¿Y SI HUBIERA SIDO UN NIÑO?"

Este es el infame titular con el que arranca otro alevoso artículo contra el lobo de la revista cinegética Jara y Sedal, increíblemente avalada por la televisión pública española. Acto seguido del titular, en su subtítulo, la lamentable editorial acaba insistiendo en el sensacionalismo más barato y obsceno de la prensa más amarilla que pueda existir al decir que: "... despierta un viejo temor entre los habitantes de los pueblos: ¿y si ataca a un niño?" En el primer ladillo destacado afirman directamente: "Los lobos atacan a los niños".  Ni se sonrojan. Ya no lo dudan, ni lo preguntan, directamente lo afirman. Y dogmatizan la mentira en base a una recopilación de antiguas historias rurales, informaciones y entrevistas, increíblemente inferidas como datos científicos (pero que nadie ha visto nunca publicadas en ninguna revista de impacto que las avale como investigaciones reales) del famoso ornitólogo y biólogo José Antonio Valverde, quien publicó, junto a un pastor del sur de la provincia de León llamado Salvador Teruelo, el libro titulado Los lobos de Morla. En la sinopsis que podemos leer de la citada publicación en la que Jara y Sedal basa su aseveración de que los lobos matan niños, ya se indica que "El biólogo busca el fondo histórico de la vida y fechorías del lobo, sus ataques al ganado y a los hombres ...", lo que nos delata un claro poso de subjetividad sobre las opiniones que pudiera verter el coautor del libro sobre este animal, subjetividad que no nos inspiran confianza alguna. ¿Fechorías, dice? ¿un animal salvaje comete ... fechorías? ¿tiene malicia por lo tanto? ¿o es el hombre el que subjetivamente otorga a la fauna silvestre la capacidad intrínsecamente humana de hacer conscientemente el mal a otro? Esta arbitrariedad del autor cuando habla de Canis lupus signatus se acaba confirmando a medida que leemos algunas frases más de su cosecha, como veremos posteriormente. Mientras que la intencionalidad de la revista Jara y Sedal de usar específicamente el relato personal de este biólogo concreto en vez de la amplísima bibliografía científica publicada en cualquier punto del planeta solo puede ser considerada de ideología manipuladora.

José Antonio Valverde reconocía en 1971 en un artículo publicado con el título de El lobo español que "El lobo de esta región -se refería a Castilla y León- sigue a veces al hombre de noche, pero no les ataca... / ... casi todo el mundo, en los pueblos, ha sido pastor, incluso muchachas de doce años en adelante. Todos conocen bien al lobo y apenas le temen." Sin embargo,  para la misma especie en Galicia decía lo siguiente: "... Galicia es un medio antropófilo como ningún otro ibérico, y sus lobos son antropófagos como ningún otro también."

¡Lobos que se alimentaban de hombres!, ¿dónde en la bibliografía científica se recoge semejante barbaridad para la especie y, además, para una región tan concreta y reducida como la gallega? ¡Es inaudito que lo dijera convencido y se quedara el hombre tan ancho!. En ese mismo artículo tampoco le contrariaba, obviamente convencido de su veracidad, decir que "El lobo, en España y en Asia, es un cazador de niños. Caperucita Roja no es un cuento, sino una realidad pasada y potencial, y la reglamentación sobre el lobo debe tener esto muy en cuenta ... / ... Y con ello no queremos decir que el lobo no mate a veces hombres, sin necesidad de estar rabioso." 

Un poco más adelante trasluce su poco aprecio por la especie en el vocabulario empleado: "Entre perseguir un corzo aislado entre brezales o degollar ovejas en campiña abierta, la elección no es dudosa" y lo explica con lo que él mismo denominó como "indice de apetencia" (Valverde, 1967) que venía a razonar, sin ningún tipo de pruebas de campo ni investigación o metodología científica alguna, que por el mero hecho de ahorrarse esfuerzo el animal prefería, sí o sí, atacar al ganado antes que a una presa salvaje. Sin embargo, distintos estudios modernos -estos sí, científicos de verdad- vienen a demostrar justamente lo contrario, la preferencia de la especie por la fauna silvestre frente al ganado doméstico, incluso cuando el acceso a este último es abundante. Pero dejando a un lado lo poco serio y profesional que es basar unas afirmaciones en historias sin acreditar y en razonamientos meramente personales y no en pruebas ni estudios repetibles, no podemos por menos de sorprendernos que Tono, como era conocido este reconocido biólogo, concluyera que la población de lobos gallegos "... exige de nosotros un esfuerzo para exterminarla en el más breve espacio de tiempo posible,..."

Son palabras suyas, escritas por él, no penséis que las pongo yo en su boca. Palabrita del Niño Jesús.

Ahora que cada lector deduzca si utilizar la figura de este biólogo para sustentar una afirmación tan peregrina como falsa, y así asustar a la población española actual con respecto del riesgo que supondría la presencia del cánido cerca de nuestras poblaciones tiene visos o no de pura, torticera y chabacana manipulación periodística.

Pero sigamos para conocer la peculiar visión que tenía el señor José Antonio Valverde del lobo ibérico. En el mismo libro que menciona el escandaloso artículo de Jara y Sedal -Los lobos de Morla- el biólogo insiste en su análisis de la peligrosidad del lobo para la especie humana y relata, por ejemplo, que "En el destete (junio-julio), cuando la hembra adulta, agotada por la lactancia, comienza a cazar de nuevo -ha sido mantenida por el macho- para ella y para los cachorros. En ese momento puede atacar a niños y mujerucas". E incluso llega a elaborar una tabla que relaciona el peso de estos depredadores y el de las presas potenciales, y entre las que incluye, como no podía ser de otra manera, al propio ser humano. Así, explica que los lobos macho, con 36 kgs. de media, pueden atacar a ovejas de 18, a cabras de 40 o a hombres de 60 kilos de peso; mientras que las lobas de 28 kgs. harían lo propio con mujeres de 45 kilos (aquí no aparece reflejado ningún otro "ganado", solo habla de mujeres). Además añade directamente que ...

"Los lobos antropófagos resultan divididos en dos categorías:

    - Lobas que matan niños

    - Grandes lobos o familias que atacan a adultos, sobre todo mujeres."

Es en este mismo libro donde reitera que "... a petición del Servicio de Caza, propuse una ordenación para el lobo (Valverde, 1971) que incluía su exterminio para la baja Galicia, donde lobos y niños andan por los mismos callejos".

Este modo de pensar de un hombre de mediados del siglo pasado, claramente influenciado por historias y leyendas que nada tienen de verídicas, es ahora aprovechado por una editorial dedicada a la caza para meter miedo a cuantos ingenuos les puedan creer, y así seguir agrediendo a la conservación de nuestra biodiversidad y a las leyes que, en materia de medio ambiente, nos están haciendo avanzar lentamente. 

El segundo ladillo del artículo de Jara y Sedal dice: "Temor e indignación crecientes", e incide en la supuesta proliferación de unos hechos, que no dejan de ser raros y anecdóticos, y en los que algunos ejemplares se han dejado ver por las afueras de algún casco urbano. Sin embargo, esto ocurre exactamente igual y de un modo intermitente con otras especies, incluido el propio oso pardo, no teniendo, muy por el contrario, nada de extraordinario, y constituyendo en realidad unos hechos puntuales que históricamente siempre han existido. La diferencia estriba en que en la actualidad, gracias a la disponibilidad de teléfonos móviles y la conectividad que proporcionan las redes sociales, sí se han visibilizado exponencialmente estos encuentros que siempre han sido, son y serán esporádicos. No obstante, la editorial sigue insistiendo y sentenciando que "... la población rural cada vez tiene más miedo de que los lobos puedan atacar a una persona o a un niño", para, acto seguido, criticar el blindaje que la nueva legislación proporciona a la especie contra su caza. ¡Ahhhh, acabaaaaaaramos, que en el fondo del asunto lo que subyace es que a ustedes ya no se les permite cazaaaarrrrrloooosssss! ¡Ah! ... vaaale, vaaale! ya entiendo, están ustedes agitando el manzano para ver si recogen algo que caiga de él, ¿no?. Que les duele no poder pegarles tiros a los lobos, y para ello agitan el miedo de la población, intentando relacionar verdaderas mentiras (¡vaya paradoja!) con el nombre de UNA reconocida, pero controvertida, personalidad para dar verosimilitud a las mismas. Por ello pretenden alentar la indignación del mundo rural usando el miedo como herramienta frente a la conservación y protección de nuestra biodiversidad, pronosticando que se trata de " ... una bomba de relojería que puede estallar en cualquier momento si hay alguna víctima humana ...". Entieeeendo, ya entieeeendo, sí. El miedo como herramienta para manipular la opinión pública. Vamos, lo de siempre, ¿no?

Nada nuevo bajo el sol.

Y para ello ustedes, señores, muestran un vídeo del que reconocen que no saben ni dónde está grabado ni cuándo, y que simplemente, como circula por la red, ustedes, en un acto de rigurosísimo periodismo, aprovechan para agitar el manzano. A ver si cuela.

Pues bien, en el vídeo no se distingue si es un lobo o un perro, y para más inri ... ¡¡¡ESTÁ GRABADO EN ITALIA, no en España!!! ¡Hay que ser chapuzas!

Pero claro, a ustedes eso les da igual, lo viralizan y lo aprovechan para cargar contra la nueva protección del lobo en nuestro estado en un clarísimo ejemplo de su rigor periodístico y su afán de ... ¿de qué? ... se lo diré yo: de manipular a la población para seguir atacando la protección del lobo. ¿Recuerdan aquel otro vídeo que se viralizó por las redes sociales de unos perros atacando a una vaca avileña en una sierra y que ustedes, periodistas maipuladores, hicieron pasar al principio por un ataque de lobo a pesar de que en el vídeo era patente que se trataba de perros, de rehala para más señas? Su odio para con este animal se trasluce en cada artículo que sensacionalizan a la menor oportunidad. Dos capturas de pantalla de aquel vídeo ya lo vimos en este mismo blog hace unos meses.

Patético, de verdad.

Veamos, señores, no existen datos documentados que avalen la tesis de que el lobo sea una especie peligrosa para el ser humano, por mucho que hayan podido darse históricamente algunos supuestos casos. Y fíjense ustedes que utilizo la palabra "supuestos" porque no hay una confirmación real de que esos hipotéticos sucesos fueran en realidad obra de lobos en vez de, por ejemplo, perros con fisonomía lobuna, o venganzas personales que luego se escondían cargando la responsabilidad a lomos del cánido. Y nadie puede negar que todos los años existen cientos de ataques de perros a personas, muchos de los cuales han terminado con la muerte de estas últimas. En los noticiarios y en la prensa aparecen intermitentemente sucesos de estas características. Sí es muy real, por lo tanto, el peligro de que algún perro nos ataque alguna vez, en el campo o en alguna zona urbana. Somos muchos los que nos hemos visto acorralados por algún perro en más de una y de dos ocasiones. Y de tres y de cuatro, ... Y no por eso vamos publicando sandeces para meter miedo a la gente con los perros.

Entonces, visto todo lo anterior ¿podemos realmente pensar que implica una cierta peligrosidad para la gente la presencia cercana de lobos?: científica y estadísticamente NO. Por lo tanto, si alguien se cruza o ve cerca a uno de estos magníficos animales solo le puedo recomendar que aproveche el privilegio que supone observar a una especie tan esquiva como esta. Y que lo disfrute.

Ahora bien, una vez dicho todo lo anterior, harían ustedes muy bien en reconocer que, si existe un peligro real de morir en el campo, no es como consecuencia del ataque de un animal que huye de nosotros como "alma que lleva el diablo", sino por el disparo accidental de algún cazador en cualquier época del año y casi en cualquier lugar de nuestra geografía, incluidos Parques Naturales o Regionales que, por algún motivo oscuro, siguen compartiendo gestión con cotos de caza y, lo que es peor, con Reservas Regionales de Caza a las que mantenemos todos con nuestros impuestos, lo que no deja de ser indignante para gran parte de ese 98'2% de la población española que no solo no es cazadora, sino que, además, desprecia esa actividad. Anualmente una media de 20 personas mueren en España por accidentes de caza, sin contar con los centenares de heridos. Algunos de ellos no eran cazadores, eran simples excursionistas que tuvieron la desgracia de convivir con una actividad peligrosa muy poco y mal regulada. Dediquen sus esfuerzos en concienciar a sus propios lectores de la necesidad, no solo de extremar hasta el infinito las precauciones, sino de hacerles ver que comparten el espacio con otras personas y que, como consecuencia de ello, el resto de ciudadanos somos rehenes del peligro que representan ustedes y sus armas, a parte de las afecciones negativas que su actividad provoca en el entorno.

Señores de Jara y Sedal, su actividad sí es peligrosa para el ser humano, no los lobos. Y su labor periodística lo es para la salud informativa de toda la sociedad española.

31 de enero de 2022

El lobo, i-responsable

 "El lobo es incompatible con la ganadería, no existe más solución que erradicarlo"; publicado en La Nueva España, el 21, de noviembre de 2013.

"Los ganaderos consideran incompatible el lobo con las explotaciones en régimen de extensivo. El sector, reunido en Torrefrades, recoge firmas para pedir el "desalojo" del cánido", publicado en La Opinión, El Correo de Zamora, el 12 de marzo de 2016.

"El lobo acabará con el mundo rural si la Junta y los políticos no lo remedian"; publicado en Tribuna de Salamanca, el 22 de noviembre de 2018.

"El lobo no es compatible con la ganadería extensiva. No puede existir en territorios donde no es rentable y no causa más que estragos", en palabras de un veterinario y publicado en www.zamoranews.com el 22 de febrero de 2021.

"Barbón: si no se controla al lobo, los que se van a extinguir son los ganaderos"; publicado en La Voz de Asturias el 1 de octubre de 2021.

Y así podríamos seguir con decenas de titulares similares en los que se describe un panorama desolador de la ganadería por la presencia del lobo en el campo. El hartazgo que supone leer constantemente cabeceras de prensa apocalípticas similares a las anteriores desde hace décadas es tan grande como la ficción en la que viven quienes las mantienen. Cientos de noticias iguales a estas las llevamos leyendo desde hace muchos años a pesar de que el paso del tiempo y la realidad desmienten que el sector colapse como consecuencia de la especie. Es todo un enorme teatro con consecuencias nefastas para el depredador. Hablemos claro, los problemas verdaderos de la ganadería, que los tiene, por supuesto, y muy serios, poco tienen que ver con los daños que le pueda infligir el cánido, sino con la globalización del sector, con los precios de venta muy por debajo del coste de producción impuestos por grandes distribuidores y comercializadores, por la competencia de los productos importados desde el extranjero o procedentes de macrogranjas y por el escaso apoyo y defensa del producto de proximidad.

En este concurso maquiavélico de ver quién es más irresponsable, tiene un papel protagonista la irresponsabilidad de los políticos por mentir y manipular a la sociedad, por criminalizar al lobo usándolo como cabeza de turco de la crisis que vive el campo, por oponerse a la protección de la especie y, por lo tanto, a la conservación de nuestra biodiversidad con fines políticos y electoralistas, por matar lobos a cambio de votos en el medio rural y por arengar a la gente del campo contra un animal que, no solo no es el verdadero problema que tienen nuestras gentes del campo, sino que incluso actúa como un aliado como ya hemos visto aquí en otras ocasiones y como veremos más abajo.

También compite en este concurso a la negligencia y la insensatez la irresponsable actitud beligerante y radical de los sindicatos agrarios que parecen pretender con ello "rascar" beneficios de las administraciones, presionándolas con manifestaciones continuas, tanto en la calle como en los medios de comunicación, y buscando con ello la simpatía de sus asociados y/o justificarse ante los mismos.

Y de enormemente irresponsable solo puede ser calificada la actitud de aquellos ganaderos que no solo no ponen los medios necesarios para evitar daños en sus explotaciones, adaptándolas al regreso del depredador allí donde había desaparecido, sino que además exigen el exterminio de la especie, olvidándose interesadamente de algo que conocen muy bien: las ayudas que cobran a fondo perdido y que les pagamos entre todos los europeos (incluidos los conservacionistas a los que nos niegan el derecho a opinar sobre el manejo que se hace del campo y la naturaleza con nuestro dinero) llevan aparejados unos condicionamientos de sostenibilidad ambiental que implican la conservación de la biodiversidad. Vamos, que exigir por un lado el "desalojo" del lobo y, por otro, cobrar la PAC son dos cuestiones incompatibles. A ver si dejan de echarle tanta caradura al asunto. Es evidente que hay que encontrar soluciones para minimizar los ataques al ganado, pero tras siglos de aniquilamiento de la especie sin que de ese modo se haya atajado el problema debería hacerles ponderar que hay que buscar otra alternativa más efectiva, y que esa nueva estrategia pasa necesariamente por la prevención. Ya lo he dicho en más de una ocasión aquí: más cerebro y menos testosterona, más pensar y menos linchar.

Siguiendo con la lista de irresponsables en el concurso, no menos lo son todos esos medios de comunicación y profesionales del periodismo (que no del periodismo medioambiental) que solo buscan carnaza populachera y replican la que podría ser siempre la misma noticia publicada cientos de veces. Hasta las fotografías que acompañan estos artículos parecen clonadas. Se vuelven así en inestimables amplificadores de la cizaña social que políticos y sindicatos han fomentado; se transforman en cooperadores necesarios de la polarización del conflicto. La prensa amarilla se ha convertido de esta forma en la máquina de propaganda de eslóganes baratos, de frases muchas veces mentirosas y de demagogias manipuladoras. Puro y duro sensacionalismo al servicio de una visión sesgada y parcial del problema, profundamente subjetiva.




Y para irresponsabilidad, la mayor de todas, la de los propios lobos, porque en referencia al apocalipsis y colapso total que dicen vive el campo desde luego ellos "NO SON LOS RESPONSABLES" de las penurias que se les achaca. Veamos algunas cifras.

La ganadería en España

En nuestro país ha descendido el número de explotaciones ganaderas en los últimos años. Esto es un proceso global que afecta a todo el territorio nacional y que nada tiene que ver con la presencia del lobo en una quinta parte del mismo. Es un problema que está estrechamente relacionado con el envejecimiento de la población y la falta de relevo generacional, con la penuria y aislamiento digital en el que todavía viven abandonados muchos de nuestros pueblos, con las penosas vías de comunicación que vertebran algunas de estas comarcas, con el no menos obsoleto transporte público que las comunica, así como con unos servicios públicos esenciales (educación, sanidad, dependencia, servicios bancarios, ... ) que solo pueden ser calificados "de segunda". En definitiva, con el olvido al que nuestras instituciones públicas y, en última instancia, nuestros políticos tienen abocado al medio rural. Los jóvenes se van del campo en busca de una vida "normal" en las ciudades, más acorde a los tiempos que vivimos, abandonando un entorno rural sin apenas incentivos. El número de explotaciones ganaderas ha descendido de la misma manera en que lo ha hecho la población en el medio rural. Ni más ni menos. Pretender relacionarlo con la supuesta expansión del lobo es simplista y manipulador, aunque tengo que reconocer que les da muy buenos resultados a los demagogos populistas que rigen los destinos políticos de las comunidades con presencia del cánido, arrastrando a los ingenuos que los creen.


También el número de cabezas de ganado ha registrado un descenso similar. Así, por ejemplo, el número de ovejas ha ido paulatinamente disminuyendo en las dos últimas décadas desde los 24.927.000 animales censados en el año 2000, a los 22.749.483 de 2005, los 18.551.642 de 2010, los 16.026.374 de 2015 y los 15.439.218 de 2020, último ejercicio del que he encontrado estadísticas completas. Pero estaréis conmigo en que si fuera responsabilidad del lobo, como viene esgrimiendo la propaganda "fake" de quienes piden su exterminio, sería de sentido común que este descenso se reflejaría únicamente en los territorios loberos, y deberíamos entonces esperar por lógica aplastante una reducción relevante en sus cifras solo en aquellas CCAA con presencia del animal. Sin embargo, esto no sucede así. El descenso del número de ovejas en España es generalizado en todo el territorio nacional y no existe ninguna correlación con la presencia o no del cánido en las distintas regiones. Esto queda patente a poco que cotilleemos en las estadísticas anuales que publica el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Así, desde 2002 -primer año en el que aparecen estadísticas por comunidades autónomas- a 2020 la pérdida de cabezas de ovino se ha producido, en mayor o menor medida, en 16 de las 17 regiones autónomas. Solamente en la Región de Murcia aumentó ligeramente. Los porcentajes de pérdidas de cabezas de ganado son abrumadoras en casi todas las circunscripciones autonómicas, como podemos ver debajo.

Analizando los datos arriba sintetizados es sencillo darse cuenta que el porcentaje de pérdida de cabezas de ovino no es uniforme en las cuatro principales comunidades autónomas en cuyo territorio se asientan el 95% de la población de Canis lupus signatus: Castilla y León se sitúa en cuarto lugar, Cantabria en octavo, Asturias en el duodécimo y Galicia en el puesto décimo cuarto. Pero es que si sumamos la pérdida de cabezas de ovino en estas cuatro regiones, por un lado, y en el resto de comunidades autónomas sin presencia de la especie, o con una presencia casi testimonial (sin contar Murcia), por otro, comprobaremos que la pérdida de ovejas ha sido incluso superior en aquellas regiones que quedan fuera del área de distribución del lobo -un 38,05 %- respecto de la sufrida por las cuatro CCAA que concentran el grueso de la población lobuna -35,36 %-. Como pueden ver los propios ganaderos, presencia de lobo y crisis ganadera no tienen ninguna relación directa.

Además, esta crisis parece afectar solo a la cabaña de ovino, ya que el vacuno ha mantenido sus números estables en estas dos últimas décadas en torno a los seis millones y medio de cabezas. En 2002 se censaron 6.477.895 animales y en 2020 fueron 6.636.428, con algunas moderadas oscilaciones anuales, con un pico máximo de 6.651.203 en el ejercicio de 2003 y un mínimo de 5.802.218 vacas en 2013. 


Entonces, todos nos preguntamos ... si la cabaña de ovino desciende en todas las regiones aunque no cuenten con la especie, e incluso un poco más en aquellas donde no existe, y si la de vacuno no muestra ninguna variación en los últimos 18 años ... ¿cómo se puede mantener que sea el lobo el responsable de la crisis que está atravesando la ganadería?, ¿lo vamos a culpar también, por ejemplo, de que en Valencia se hayan perdido un 41,60 % de cabezas de ovino?, ¿o que en Cataluña y Aragón lo hayan hecho en más del 50 %?

Un poco de seriedad, señores. Llorar porque el lobo va a acabar con la ganadería es pura farándula. Un bulo malintencionado más, que no ayuda en absoluto a solucionar los verdaderos problemas del sector, ya que desviando la atención y los esfuerzos hacia elementos que no tienen responsabilidad en la crisis solo se prolongarán los problemas reales, además de empujar a la polarización del conflicto social.

Solo una última apreciación más al respecto de esta mentira tantas veces repetidas; el FAPAS describe muy bien la realidad en su nota titulada "Cuando el ganadero llora a causa del lobo ¿tiene razón?"; sin desperdicio alguno el vídeo que se incluye en la noticia, no os lo perdáis, viéndolo comprenderemos muchas cuestiones de por qué estamos donde estamos.

Las pérdidas achacadas al lobo

En palabras de Vicente González Eguren, de la Academia de Ciencias Veterinarias de Castilla y León, en su documento "La ganadería y el lobo en España" (2015) ya nos advierte de que "En la actualidad, no se dispone de un conocimiento global y preciso de las pérdidas generadas por los daños atribuidos al lobo, aunque se estima que supone menos del 1% anual de la cabaña ganadera explotada en sistemas extensivos". En esta misma línea otros autores (J. Talegón y X. Gayol, 2010) utilizan este mismo porcentaje máximo para hablar de las pérdidas que el lobo provoca en la cabaña ganadera española; y como también vemos en el documento "El Lobo en los medios", publicado por ASCEL, donde, además, podemos leer que " ... Solo las enfermedades y la muerte natural del ganado generan pérdidas económicas muchísimo más elevadas, incluso campañas de saneamiento oficiales realizadas de manera deficiente suponen pérdidas extraordinariamente superiores". Debajo, medicando al ganado contra parásitos intestinales dentro de las campañas anuales que cada ganadero debe mantener pare reducir las pérdidas por enfermedades.


En ese mismo documento la ONG se hace eco de los daños oficiales de EEUU donde sí hay recogidas estadísticas sobre estas cuestiones: "En otros lugares, como EEUU donde existen datos oficiales fiables sobre un censo de 94 millones de vacas (2011), los 1.700 lobos existentes mataron 7.800, mientras que los perros mataron 23.400, los problemas digestivos causaron la muerte de 507.000 reses y los respiratorios 1.014.000 de cabezas muertas". Aunque en España faltan esas estadísticas globales, homogéneas y serias (realizadas con pruebas de la autoría mediante ADN, en el caso de los ataques), sí encontramos algo de información que deja entrever la realidad. Así, por ejemplo, leemos en el Diario.es lo siguiente: "Al mismo tiempo, el sector insiste en que esta especie salvaje es "incompatible" con su actividad. Sin embargo, los datos oficiales no sostienen esa supuesta realidad. Los recuentos que llevan a cabo las Comunidades Autónomas reflejan unos daños ínfimos a la cabaña ganadera en comparación con el número de cabezas contabilizado por el Ministerio de Agricultura. No llegan, en todo el territorio al 1 %. En alguna provincia la cifra para 2015 es del 0,003 % ... / ... En la vecina Galicia los avisos sumaron 1.134 cabezas, entre vacas, ovejas y cabras. Un 0,09 % de los más de 1,1 millones totales (intensiva y extensiva)". Aunque en este artículo se redondean al público los números totales de la cabaña ganadera, para Castilla y León en 2013 los daños ascenderían al 0,04 % del total aproximadamente.

Estos son los datos, y no parecen apoyar en absoluto la magnitud del conflicto social que genera la simple presencia del lobo, dicho lo cual no es menos cierto que no hay que restar gravedad a las consecuencias que para un pequeño ganadero pueden suponer las bajas causadas en su explotación, aun cuando esta ya sea una cuestión que requiere un tratamiento diferente al planteado por la dicotomía lobo-ganadería, al que pretenden llevarnos sindicatos agrarios e instituciones. Desde luego resulta patético que no existan en España unas estadísticas serias que reflejen todos estos datos con solidez, puesto que para afrontar un problema lo primero que se necesita es conocerlo, y aquí, señores míos, la afectación que la existencia del lobo causa realmente en la ganadería es algo que aún desconocemos. Esto es así, le pese a quien le pese.

Las pérdidas por enfermedades 


Es bien sabido, y ya hemos hecho mención a ello más arriba, que las enfermedades causan más pérdidas económicas en las explotaciones que los propios ataques de lobos. Esto queda patente en las propias demandas de las organizaciones agrarias que buscan compensaciones por los sacrificios de animales a los que se ven abocados en ocasiones para sanear sus explotaciones, dentro de su lucha contra esas enfermedades. De esta forma, la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) pedía al Ministerio en 2017 que se atendiera con urgencia los problemas de movilidad de los animales debido a los brotes de tuberculosis, exigiendo soluciones para "cientos de explotaciones afectadas". Este mismo sindicato afirmaba que "... solo matando vacas no acabaremos con la tuberculosis y sí se llevará a la desaparición a los ganaderos". Así, por ejemplo, lo describen en el documento "La depredación del lobo sobre el ganado vacuno, caracterización del conflicto y propuestas para reducirlo", redactado a partir de un estudio financiado por la Comisión Europea, y elaborado en 2013-14, titulado "Exploring traditional husbandry methodos to reduce Wolf predation on free-ranking cattle in Portugal and Spain": "En la Cordillera Cantábrica, la causa principal de mortalidad del ganado fueron las enfermedades y los despeñamientos"

Aun sabiendo que las bajas por enfermedad superan ampliamente las producidas por el lobo, y que lo mismo sucede con los daños a los cultivos ocasionados por la sobreabundancia de herbívoros silvestres, todos estos daños son asumidos con normalidad, sin generar la crispación mediática que deriva de las acciones del cánido, económicamente mucho más insignificantes. Es paradójico que, mientras los ganaderos exigen el exterminio de este depredador apical, sus presas provoquen perjuicios económicos mucho más cuantiosos transmitiendo enfermedades al ganado y originando graves daños en la agricultura. Aquí falta algo de inteligencia, me parece a mí. Así describía la gravedad de esta transmisión la UPA en 2016: "Las enfermedades objeto de las campañas de saneamiento ganadero están muy vinculadas a la interacción entre fauna salvaje y ganadería ... / ... La presión sobre los ganaderos es altísima y existen algunos factores ajenos a las explotaciones, tales como la fauna silvestre, que en algunas áreas están influyendo de manera relevante en extender la enfermedad". Por su parte la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (ASAJA) se quejaba así de los daños de la fauna silvestre a los cultivos: "... la superpoblación descontrolada de fauna salvaje -sobre todo jabalíes, conejos de monte, cabras montesas y corzo- que este año ha ocasionado unas pérdidas récord de 35 millones de euros en la Comunitat Valenciana". Son solo dos ejemplos de los daños que genera en el medio rural la alteración de los ecosistemas. Pero ahora extrapolemos la gravedad de estos perjuicios al conjunto de la península ibérica y comparémoslos con las pérdidas económicas achacadas al lobo, que según un estudio de Juan Carlos Blanco de 1990 ascenderían, para 2.000 lobos, a 1 millón de dólares aproximadamente (algo menos de 900.000 €).

Como ellos mismos deberían comprender, el lobo es un eficacísimo aliado del sector agro-ganadero como cortafuegos para esos dos problemas: son desproporcionadamente irrelevantes las pérdidas que pueda ocasionar en comparación con los beneficios ecosistémicos que les proporciona.


En este mismo sentido, por ejemplo, se advierte en el capítulo de Conclusiones del "Informe sobre resultados del programa nacional de vigilancia en fauna silvestre 2018", elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que la enfermad de "la triquina tiene una prevalencia significativamente mayor en jabalíes que en cerdos domésticos, con tendencia temporalmente estable en los dos últimos años". Además, los programas específicos de vigilancia de enfermedades en esta especie de ungulado silvestre advierten que "No obstante, considerando las posibilidades en ascenso encontradas en jabalíes en algunas zonas, ... / ... los jabalíes tienen un papel importante en la transmisión de la tuberculosis al ganado bovino doméstico en determinadas zonas", mientras que respecto de la brucelosis identificada en estos suidos salvajes el informe advierte que "... se observa que la infección se encuentra distribuida por todo el territorio nacional". En cuanto a la transmisión de estas enfermedades desde el ciervo al ganado bovino dice que " ... los cérvidos pueden tener un papel reconocido como reservorio de la tuberculosis, aunque este no tiene el protagonismo que alcanza en los jabalíes".

Debajo un ciervo fotografiado en estado salvaje en una sierra del sur de la península con una claramente mala forma física, muy delgado y con una cornamenta que ha crecido desigual, con cuatro puntas en un lado y cinco y deformadas en el otro. Más abajo otro ejemplo de un macho montés con alguna infección o tumor en la mandíbula en la sierra de Gredos.


Peste porcina, enfermedad vesicular porcina, enfermedad de Aujezsky, tuberculosis, brucelosis, pestivirosis, sarna sarcóptica, turalemia o hidatidosis son algunas de las enfermedades que pueden afectar al ser humano o a sus intereses económicos y que se desarrollan en mamíferos silvestres. Así pues, deberían quedar zanjados los beneficios que para el mundo rural puede representar la presencia del lobo en los ecosistemas compartidos con el ganado doméstico y la agricultura. 

Daños provocados por perros

Ningún amante o estudioso de este depredador discute que el lobo provoca un número indeterminado de ataques al ganado doméstico; es algo que no se puede negar, es incontestable y supone un perjuicio real muy importante para las familias concretas que sufren los daños (no así para el conjunto de la ganadería, como hemos visto anteriormente). A dicho problema hay que buscarle soluciones de carácter preventivo, dado que las basadas en el tiro limpio nunca solucionaron el problema y hoy en día, además, no son aceptadas por la sociedad. Estos ataques al ganado se minimizan, o incluso desaparecen del todo, con el pastoreo de los rebaños, con el uso de mastines y en número adecuado, recogiendo en recintos debidamente protegidas las vacas que vayan a parir, con la utilización de corrales nocturnos custodiados por perros, y con medidas disuasorias, pastores eléctricos, etc. 


Pero igual que es cierto que los lobos atacan y matan ganado, generando con ello una problemática personal y económica para las pequeñas explotaciones familiares, no lo es menos que los perros son igualmente causantes de numerosos ataques. Así lo refleja V. G. Eguren: "... debe prestarse especial atención a las pruebas periciales cuando se examinan los daños al ganado doméstico, no descartando la autoría de perros simplemente porque en la zona haya presencia de lobos (Echegaray y Vilá, 2010). Es más, los perros protagonizan muchos de estos ataques (Talegón, 2004) ... / ... Así, una investigación en nuestro país con perros asilvestrados demuestra que son capaces de atacar y causar daños casi de la misma manera en que lo harían los lobos (Duarte et al., 2014). En las poblaciones de lobos de Europa es importante el control de perros asilvestrados y abandonados que compiten con los lobos por los alimentos y el espacio". Por lo tanto, ante esta evidencia la sociedad se pregunta qué responsabilidad corresponde a cada cual, para no seguir culpando al lobo por inercia de todos los sucesos.

Pues bien, resulta ser una pregunta de imposible respuesta ya que no existe, ni ha existido nunca, una clara intención de nuestras instituciones públicas en cuantificar semejante dato y poner algo de luz sobre este aspecto concreto del conflicto. Resultaría sencillo delimitar responsabilidades y elaborar unas conclusiones que se ajustaran fielmente a la realidad si los peritajes que realizan nuestras administraciones incluyeran muestras de ADN (Matthew A. Mumma et al., 2012; Onorato et al., 2006; Romolo Caniglia et al., 2012; ASCEL, en El Lobo en los Medios; Talegón y Gayol, 2010). En la actualidad los datos que se manejan parten, siempre y solo, de los peritajes que con mejor o peor interés se realizan en base a meros "indicios" localizados en el lugar del suceso, utilizados como "prueba de cargo": mordeduras, excrementos, pelos, la presencia o no de lobos en la zona, avistamientos recientes de ejemplares, ... Las conclusiones finales de estos peritajes dependen totalmente de la buena voluntad y pericia del que visita y atiende la reclamación de daños, y en ningún caso de datos científicos, ya que no hay pruebas genéticas que discriminen si el autor ha sido lobo o perro. En definitiva, un ataque al ganado en nuestro país es o no de lobo en función de lo que el funcionario "crea o suponga" basándose en indicios.

Sin poner en duda a priori la buena voluntad de estos peritos, no podemos olvidar que, en función de estas evaluaciones personales, se ha dirigido siempre la gestión letal sobre la especie. Matar cientos de ejemplares, como se ha hecho durante años, usando como información de partida algo tan poco riguroso como los peritajes resulta muy atrevido y peligroso. Debemos tener claro que solo las técnicas moleculares pueden certificar con un rango de seguridad importante quién es el autor real de un ataque.

A pesar de lo que estamos viendo, en España, como todos sabemos, por norma, todo ataque al ganado que se haya producido en territorios con presencia del lobo es considerado causado por este último, generando una alarma social de gran magnitud y cargando a lomos del depredador las pérdidas que también provocan los perros. En estos territorios, que un medio de comunicación, un político o una asociación agraria generalice como "ataque de cánido" o, en su caso, hable directamente de ataques de perros es puramente anecdótico, cuando no ciencia ficción.

Sin embargo, estos daños provocados por perros ocurren, y mucho más de lo que algunos megáfonos del apocalipsis lobuno desearían reconocer, como veremos enseguida. 


En España hay varios millones de perros registrados. En 2015, por ejemplo, fueron 7.438.689, según refleja el "Análisis y caracterización del sector de los animales de compañía, Informe de Resultados" elaborado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. En general, la inmensa mayoría de ellos están controlados, muchos son animales de compañía y no suponen nunca -ni supondrán- un riesgo para el ganado. No obstante, una mínima fracción de ellos deambula en plena naturaleza sin control, bien porque son perros de la propia gente del campo -donde es muy habitual tener los perros sueltos-, o porque son animales extraviados o abandonados. A estos se les suma otro pequeño número de canes ya asilvestrados que no tienen ninguna dependencia del ser humano y que viven en la naturaleza como cualquier manada de lobos. Según este informe en España, desde 2006 a 2014 se abandonaron (o extraviaron) 769.809 perros, o lo que es lo mismo, la barbaridad de 109.972 perros al año. Para 2020 la Fundación Affinity, que elabora las estadísticas más completas de este problema en España usando para ello la información aportada por 387 protectoras y centros de recogida de animales, estimó que esta cifra ascendía a 162.000, relacionando además el cierre de la temporada de caza con el abandono o extravío de perros destinados a la misma en un 10 % del total de los casos calculados. Además, en su informe advierten que el 72% de los perros recogidos por estas protectoras de animales no tenían el obligatorio microchip, lo que es un número desorbitado que delata el estado de abandono en el que muchos perros viven y el grado de irresponsabilidad de sus dueños. Aunque gran parte de estos animales terminan afortunadamente en centros de recogida donde pueden ser adoptados por otros ciudadanos, lo cierto es que estos datos refrendan la escandalosa realidad de que hay un número mucho más elevado de perros pululando descontrolados -sean dependientes del ser humano o no- por el campo que de lobos, y que algunos de ellos pueden provocar daños en las explotaciones ganaderas, debido tanto a su poca pericia como cazadores como a su habitual vida al lado del ser humano, al que no temen, moviéndose con soltura en un medio humanizado del que siempre han sido comensales.

El ejemplar descontrolado de la siguiente imagen, al que se le ve perfectamente el collar metálico que delata que se trata de un perro con dueño, quedó fotografiado a varias horas de distancia del pueblo más cercano, en una sierra del centro peninsular. Este tipo de imagen, lejos de ser anecdótica, es recurrente, por ejemplo, en los trabajos que se realizan para el seguimiento y conservación de la fauna silvestre mediante fototrampeo.

Por poner otro ejemplo, en la siguiente fotografía vemos a un braco alemán fotografiado un fin de semana, en temporada de caza, en una sesión a las grullas que realicé hace unos años en el interior de una dehesa donde no se estaba cazando. Iba y venía desorientado y claramente desesperado, buscando a su dueño sin conseguirlo, cruzando incluso una carretera cercana.

Con dueño, pero descontrolados, abandonados intencionadamente, extraviados por accidente o naturalizados en el ecosistema formando a veces incluso manadas, lo cierto es que suman un número importante de perros que pueden causar graves daños en la ganadería y que, por sistema, se imputarán al lobo. Muy buen ejemplo de la problemática que suponen los ataques de perros fue el caso de un vídeo en el que se veía a una vaca avileña atacada por un grupo de perros, pero que durante un tiempo corrió como la pólvora en las redes sociales como si de una depredación de lobos se tratara. Así lo viralizó sin ningún complejo la revista cinegética Jara y Sedal haciendo gala de su impúdica línea editorial, a pesar de que en las fotos se podía comprobar perfectamente que se trataba de perros, como vemos en las pertinentes capturas de pantalla:


Cuando ya no se pudo ocultar por más tiempo la realidad del suceso ante la reacción de parte del público, se tuvo que reconocer que en realidad fueron perros de rehala los causantes del ataque:


Podríamos hablar así de múltiples ejemplos respecto de los daños que ocasionan los perros en la ganadería tanto aquí, en España, como en el extranjero. Sin embargo, tomaremos como muestra un botón, eso sí, incontestable al tratarse de un territorio donde no se puede culpabilizar al lobo: las Islas Baleares. Allí no hay lugar para las dudas sobre quiénes son los autores verdaderos de los ataques, teniendo que reconocer, por lo tanto, que nuestros fieles amigos tienen su cuota de responsabilidad cuando están descontrolados, algo de lo que no quieren ni oír hablar en las CCAA con presencia de lobo ibérico. En un artículo publicado en Diario de Mallorca en junio del año pasado se habla de que solo en 2018 en esta isla fueron 52 los sucesos de estas características que acabaron con 331 ovejas muertas, otros 50 hubo en 2019 saldándose con 467 animales muertos, en 2020 se repitieron 28 ataques más muriendo 185 reses, y solo en los seis primeros meses de 2021 perecieron otras 80 más en 17 nuevos ataques. De media, los 147 ataques al ganado en Mallorca se saldaron con la muerte de 1.063 cabezas de ganado (sin contar las heridas), lo que supone 7 ovejas muertas por ataque. Obviamente, el "modus operandi" de estos perros y de los lobos tienen grandes parecidos, y las temidas "lobadas" pueden ser obra, no solo de los lobos, sino también de nuestros perros. Otro ejemplo indiscutible de esto que decimos lo encontramos en Ibiza, donde los ataques de perros descontrolados parecen estar detrás -aunque no sea la única razón- de la disminución de un 50 % en el número de cabezas de ovino de la isla.

Bueno, bueno, amigos, parece que en España no todos los daños achacados invariablemente al lobo en aquellas comunidades en las que prospera deben ser obra suya, ¿no os parece? Y ellos lo saben. Los políticos mediocres que nos gobiernan, los sindicatos agrarios que radicalizan su mensaje, y gran parte de los propios ganaderos que miran para otro lado lo saben, aunque por diversos intereses todos ellos se niegan a reconocer que los perros son responsables también de considerables pérdidas económicas. ¿Será porque da mucha más pena decir que el autor de los daños es el malo del cuento, sí, ese villano que se quería comer a la abuelita en la casa del bosque?

En internet encontramos numerosa información sobre los daños causados por perros en el ganado en los cinco continentes. Aquí en Europa es bien conocido el caso del Reino Unido, que ha sido utilizado en numerosas ocasiones como ejemplo. Allí varios miles de ovejas mueren anualmente por ataques de perros, como bien indica la Sra. Minette Batters, Presidenta del Sindicato Nacional de Agricultores en una comparecencia del 9 de noviembre del año pasado, ante el comité que trataba el Proyecto de Ley de Bienestar Animal: "Nos enfrentamos a una situación en la que cada años mueren 15.000 ovejas".

No, en Castilla y León, Galicia, Asturias y Cantabria no hay ataques de perros al ganado, en España tooooodos los ataques al ganado son obra del lobo.

Debajo una hembra de mastín ajena a la explotación ganadera que pasta en la zona alimentándose de un cordero.


¿Se puede diferenciar el ataque de un perro del de un lobo?

Obviamente no es sencillo. En el informe "El lobo y la ganadería, guía para su tratamiento informativo" Ecologistas en Acción lo dejan claro con el siguiente párrafo: "Por otra parte, es necesario recordar que parte de los daños atribuidos al lobo son producidos por perros asilvestrados, errantes o domésticos. Discernir si un ataque ha sido realizado por lobos o por perros es complejo, a menos que se utilice un análisis de ADN. En algunas zonas se ha comprobado, utilizando estas técnicas moleculares, que un importante porcentaje de daños achacados a los lobos eran en realidad ocasionados por perros". Así pues, según Ecologistas en Acción, distinguir sin análisis genéticos al autor real de un ataque al ganado resulta harto difícil basándose solo en los indicios recabados en el lugar de los hechos, cuando no imposible, lo que coincide plenamente con la autorizada opinión de Javier Talegón (comunicación personal), biólogo experto en el lobo que, entre 2000 y 2003 realizó más de 600 peritajes de reclamaciones en el oeste castellano leonés.

Así lo explican el propio J. Talegón y Xurde Gayol -experimentado guarda de medio ambiente del Principado de Asturias que también ha peritado cientos de ataques- en el capítulo titulado "El uso de estadísticas de predación sobre ganado en la gestión y conservación del lobo en la Península Ibérica" del libro editado en 2010 por ASCEL "Los Lobos de la Península Ibérica, Propuestas para el diagnóstico de sus poblaciones": "... la escasa unanimidad en los criterios y en los métodos de peritación de los daños, así como la insuficiente y desigual formación del personal encargado de realizar las labores de peritaje, son algunos problemas aún pendientes de resolver, en relación a la recogida de información ... / ... una carencia importante es la escasez de equipos de trabajo especializados; lo habitual es que el agente de la zona (rural, forestal, celador, etc.) visite el daño aplicando su criterio particular ... / ... En España la formación del personal encargado de las peritaciones es escasa y desigual, aunque se han realizado cursos específicos sobre ello".

Leyendo este texto, vemos que, en aquellos años en nuestro país no existía ni formación del personal, ni protocolos, ni metodologías comunes en los peritajes, lo que impide analizar estadísticamente la información al no ser ni rigurosa ni comparable. Y esto sucede a pesar de que diferenciar entre perros o lobos en un daño resulta imprescindible para reducir la animadversión que suscita la presencia del depredador entre la gente del campo. Estos dos autores insisten en la necesidad de conocer la "incidencia real" generada por Canis l. s., discriminándola de la causada por perros. Solo mediante la estandarización de los protocolos de peritaje, el uso discrecional de pruebas de ADN y la formación especializada del personal será posible evaluar, por ejemplo, la idoneidad de las medidas preventivas utilizadas y la verdadera incidencia de la especie desde un punto de vista biológico, social, económico, temporal o geográfico.

En este mismo sentido apunta el documento "Declaración del Grupo Campo Grande para el tratamiento del conflicto en torno al lobo" al observar sobre los peritajes que " ... los instrumentos que hay actualmente para conocer los ataques de cánidos a las explotaciones ganaderas no son efectivos de cara a una cuantificación precisa, por lo que la información que proveen actualmente no es un reflejo fiel de la realidad. Por un lado, los criterios que se usan en las distintas comunidades autónomas son diferentes y la información que genera es poco comparable de unas regiones a otras (con protocolos para los agentes medioambientales a veces poco claros). Además, con las evidencias que se obtienen es casi imposible distinguir los ataques de lobo de los de perros asilvestrados ... / ... También, las relaciones personales del ganadero con la guardería pueden mediatizar el procedimiento e incluso, ocasionalmente, se han encontrado casos de fraude en los procedimientos". Este grupo de trabajo apunta, además, a "... que no existe un acceso transparente a la información sobre ataques, daños e indemnizaciones que gestionan las distintas administraciones autonómicas", lo que sin duda facilita una manipulación del conflicto.

Como muy bien apuntan en la declaración anterior, no debemos menospreciar la subjetividad de las peritaciones cuando el propio guarda o celador encargado de realizarlas es, a su vez, ganadero, o cuando existe una relación personal (de amistad o de enemistad) entre el perito y el afectado por el daño, situaciones todas ellas que son relativamente comunes y que obligan a tomar el conjunto de resultados con muchas reservas y prudencia. Tal es así que J. Talegón y X. Gayol en su estudio recomiendan que, para evitar presiones del afectado, la notificación del resultado de la inspección no se haga nunca en el lugar de los hechos. Es tan evidente que los peritajes adolecen de excesiva inseguridad científica que numerosos investigadores, a la hora de usar las dispares y poco homogéneas estadísticas de daños como parte de la información preliminar de sus trabajos, hacen siempre especial mención a la necesaria cautela con la que se han de tener en cuenta (Blanco et al., 1990a y 1990 b / Llaneza, 1995 / Uzal y Llaneza, 2010 / Barrientos y Rico, 1993 / Barrientos et al., 1995).

Visto todo lo anterior, es sencillo concluir que nunca ha sido muy relevante para las autoridades conocer el alcance "real de la incidencia real", valga la redundancia, lo que ha generado durante años un perverso e injusto aumento del rechazo social hacia la especie, y el consiguiente exterminio de cientos de lobos que han pagado con su vida las pérdidas producidas por perros, enfermedades, accidentes o fraudes. Pero si las administraciones nunca se han mostrado proclives a presentar el problema de los daños en su justa medida, es decir, achacando al lobo solo lo que es del lobo y diferenciándolo de los daños con otros orígenes, si que se ha preocupado de alentar, muy por el contrario, el uso de la especie como cabeza de turco, estimular el victimismo del mundo rural y la necesidad de elegir entre el lobo y la ganadería y, en última instancia, entre el lobo y el ganadero. 

En el trabajo de J. Talegón y X. Gayol se expresa claramente algo que parece de primero de carrera, pero que nuestras instituciones ni se lo plantean: "Por otro lado, es deseable disponer de técnicas genéticas como método para obtener información sólida de la autoría de un daño, discriminando así entre lobos y perros". Invertir en hacer estudios genéticos de las reclamaciones de daños es invertir en el conocimiento de la magnitud real del problema, y es invertir en la reducción de la confrontación social gracias a una mayor información sobre la autoría de los daños. Las partidas presupuestarias destinadas a este cometido deberían ser prioritarias y con facilidad se financiarían -al menos en parte- con el propio ahorro de aquellas indemnizaciones que en la actualidad se vienen abonando indebidamente a numerosas reclamaciones fraudulentas, que prácticamente dejarían de existir, acabando de paso, también, con las valoraciones subjetivas y los muy probables errores humanos en las labores de peritaje. Además, que no exista una formación especializada en el análisis de los daños y unos protocolos y plazos generalizados en todo el área de distribución del lobo dificulta el uso de los datos oficiales. Solo homogeneizando unos peritajes serios y profesionales la información obtenida sería uniforme, objetiva y comparable, lo que sí nos permitiría conocer el alcance "real de la incidencia real" del lobo en la ganadería, por fin.

El fraude en la declaración de daños

Entramos aquí en otro tema espinoso que parece levantar también sarpullidos a más de uno. Si políticos, sindicatos agrarios y ganaderos no quieren ni oír hablar de la responsabilidad de los perros descontrolados o asilvestrados en los daños a la ganadería, qué se puede decir de los fraudes que rodean algunas reclamaciones de daños y que manchan la honestidad del resto del colectivo. Aquí el sector ganadero siempre mira para otro lado y parece como si el tema no fuera con él, volviéndose cómplices de la estafa, recordándome mucho a cuando el sector cinegético tira balones fuera cada vez que se menciona la palabra furtivo. En 2010 el periódico on-line El Comercio se hacía eco de un estudio realizado por biólogos y agentes medioambientales de sobrado prestigio en el conocimiento de este depredador (nuevamente Xurde Gayol y Javier Talegón, esta vez junto a otros dos reputados conocedores de la especie: Ángel Nuño y Jorge Echegaray), y publicado en septiembre de dicho año en el Cuaderno 295 de la revista Quercus, en el que se indica que el 10, 13 y 15 % de los daños reclamados sobre una amplia muestra de 473 expedientes revisados y originados en tres regiones distintas de Zamora y Asturias, fueron fraudulentos. Las dos primeras frases del artículo son lapidarias: "El lobo es un depredador al que se imputan más víctimas de las que causa. La picaresca y la posibilidad de sacarle un dinero extra a la Administración motivan reclamaciones falsas, a veces desarrolladas con sorprendente inventiva". Efectivamente, la existencia de fraudes no es negada por nadie, y lo deja de nuevo meridianamente claro V. G. Eguren en su documento de 2015 ya mencionado cuando escribe "Aunque el pago de compensaciones por daños que provoca el lobo es una exigencia de justicia social, también fomenta la picaresca, originando abusos por parte de algunas personas (Blanco el al. 1990a)", o el propio Juan Carlos Blanco cuando escribe en 2002 que "En algunos sitios la picaresca es tan grande que desfigura por completo el significado de las estadísticas".

Desafortunadamente muchos autores, divulgadores y periodistas aún continúan utilizando el término "picaresca" para referirse a estos fraudes (yo reconozco haberlo usado también en el pasado), lo que induce a banalizar la gravedad de los mismos. Es, desde mi punto de vista un error que no volveré a cometer, pues trivializa hechos que generan un importante aumento de la animadversión hacia la especie, además de suponer un quebranto de las arcas públicas y un hecho delictivo en sí mismo. Pretender que el fraude y la picardía sean sinónimos tiene tan poco sentido común, como pretender que un delito y una travesura lo sean, pues eso es lo que son el uno y el otro. 

En cualquier caso, saber hasta qué punto están generalizadas estas reclamaciones fraudulentas de daños por lobo y en qué medida forman parte del problema las propias peritaciones no es sencillo de conocer. Ni siquiera sería justo extrapolar los porcentajes arriba indicados al resto de regiones, porque igual que podrían ser menos, criminalizando entonces injustamente a gran parte del colectivo, también podrían ser realmente muy superiores, restando gravedad a esta problemática. El artículo publicado en El País en julio de 2016, titulado "El negocio sucio que rodea al lobo" describe las investigaciones e imputaciones que el SEPRONA llevó a cabo sobre un entramado delictivo constituido por guardería y ganaderos para cobrar indemnizaciones fraudulentas. Mucho más conocido es el fraude, ya clásico en Asturias, de los potros comprados en Portugal o Galicia por 50-100 € y abandonados en el monte asturiano para que los lobos los mataran y cobrar indemnizaciones que rondan los 800 €. Independientemente de lo que se termine demostrando en los juzgados, es voz populi que estos hechos son mucho más comunes de lo que finalmente acaba haciéndose público. La problemática que engendran estos delitos representa un factor relevante a tener en cuenta, ya que es el estafador y no el lobo el que engorda la bronca social. Una vez más se crucifica mediáticamente a un animal que, al menos en esos casos, ha sido inocente, y que puede acabar en un control letal.

En definitiva, estos fraudes sobredimensionan la problemática real, amplificando tanto la crispación social como el perjuicio económico, y esto es así ante la opinión pública, ante las administraciones y ante el resto de ganaderos.

A pesar de todo lo expuesto, durante años estos hechos dolosos no han estado en el punto de mira de las administraciones regionales, y hay un consenso general respecto de que se ha sido demasiado flexible e indulgente en la valoración de muchos de los expedientes a la hora de adjudicar la autoría de un ataque finalmente al lobo en vez de al perro, con el fin de acallar el malestar de la gente del campo mediante indemnizaciones, ayudar a familias de economías modestas o incluso evitar que algunos ganaderos se tomaran la justicia por su cuenta. Si no ha habido un serio interés en perseguir estas estafas, y si además se ha sido poco riguroso a la hora de valorar la reclamación tenemos que, con seguridad, en demasiadas ocasiones se le ha achacado al lobo un daño que no ha realizado realmente o que, al menos, no ha estado suficientemente demostrado. El resultado final es el de siempre, se culpabiliza a la especie por inercia cultural, porque es lo más sencillo y porque alguien obtiene algún tipo de beneficio. 

Todo estos hechos y dudas que rodean las reclamaciones de daños hacen que, en definitiva, los peritajes tal y como se hacen en nuestro país NO SIRVAN para saber con seguridad la causa de la muerte de una res.

Resumen

Así pues, con todo lo que hemos venido comentado hasta ahora nos podemos preguntar: ¿qué sabemos con seguridad? Pues con seguridad ...

- Sabemos que el lobo puede ser un inmejorable aliado del ganadero, reduciendo las poblaciones de herbívoros -y eliminando a los animales enfermos- y así minimizando la transmisión de enfermedades al ganado.

- Sabemos que el lobo causa un número indeterminado de bajas en la cabaña ganadera.

- Sabemos que el perro también causa un número muy importante de bajas.

- Sabemos que los ataques de perros al ganado suponen un problema grande también en regiones y países donde no existe el lobo.

- Sabemos que los ataques de cánidos (perro y lobo) afectan a menos del 1 % de la cabaña ganadera.

- Sabemos que solo los análisis genéticos pueden determinar con seguridad al autor de un ataque.

- Sabemos que en España no se realizan estos análisis genéticos de forma general, solo muy puntualmente.

- Sabemos que la valoración de un daño es, en general, una apreciación personal y particular, no científica.

- Sabemos que no existe, en general, una especialización de los peritos que visitan las reclamaciones.

- Sabemos que no hay una formación, metodología y protocolos homogéneos en todo el territorio nacional, siendo muy desigual entre regiones.

- Sabemos que existe un fraude importante en la reclamación de daños.

- Sabemos que las enfermedades son mucho más letales que los daños provocados por cánidos.

- Sabemos que la problemática que afecta a la ganadería es de otra índole (coyuntural, económica en un mundo global, ausencia de relevo generacional, abandono de las instituciones del medio rural, etc.)

En definitiva, "sabemos que no sabemos" cuánta responsabilidad hay que imputarle al lobo y cuánta a otros factores -perros, fraude, etc.-, pero que es, desde luego, muy inferior a la que se le achaca. Y sabemos, por lo tanto, que el lobo no es el caballo de Atila que va a acabar con la ganadería en España.

Parafraseando aquel dicho popular que dice que "no es oro todo lo que reluce" a la vista de todas estas cuestiones podemos asegurar que NO ES LOBO TODO LO QUE SE DICE.