Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

3 de diciembre de 2012

De espaldas al río

Dormidero de garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) al amanecer.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 70-200 mm / 2.8 L IS USM. Trípode Manfrotto 190 PRO y rótula Gitzo G1278M.
Prioridad a la Apertura, f 7.1 - 1/125 sg. 200 ISO.

Me acomodo como puedo en el único hueco sin vegetación que encuentro en la inclinada orilla del río, y que me permite observar sin problemas el dormidero de garcillas bueyeras (Bubulcus ibis). Las tengo en frente, en la margen contraria a unos 80 metros de distancia, aún remolonas sobre las ramas de la arboleda que crece en una enmarañada isla. Las disfruto con los prismáticos mientras los primeros rayos del astro rey asoman por fin en la fría mañana de noviembre. Algún cormorán grande (Phalocrocorax carbo) pasa sobrevolando el medio del río, acariciando la bruma que se eleva desde el agua, al tiempo que un par de azulones (Anas platyrinchos) cruza nadando hasta unos carrizales situados al otro lado. Entre las garcillas veo una con el pecho ensangrentado por alguna herida, pero que se despereza con la misma actitud y parsimonia que el resto de sus congéneres. También veo una garceta común (Egretta garcetta), mezclada entre sus parientes más pequeños. Los suaves dos grados bajo cero me dejan, no obstante, entumecidos los dedos de las manos mientras manipulo la cámara y el trípode. En apenas treinta o cuarenta minutos emprenderán el vuelo y abandonarán la isla en grupos pequeños, río arriba, como cada mañana.

Dormidero de garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) al amanecer.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 70-200 mm / 2.8 L IS USM. Trípode Manfrotto 190 PRO y rótula Gitzo G1278M.
Prioridad a la Apertura, f 8 - 1/125 sg. 200 ISO.

Dormidero de garcillas bueyeras (Bubulcus ibis) al amanecer.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 500 mm / 4 L IS USM. Trípode Manfrotto 055 NAT y rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura, f 7.1 - 1/500 sg. 200 ISO.

Podría ser una escena vivida en un recodo solitario del curso medio de cualquier río castellano, rodeado de campos de cultivo. Pero el ruido cansino del intenso tráfico que resuena tras de mí y los edificios que se alcanzan a ver tras la arboleda escogida este año por estas ardeidas como dormidero, evidencian que la naturaleza nos rodea y forma parte también de la vida cotidiana de cualquier ciudad; algo que generalmente olvidamos y que atestiguan estas imágenes, que bien pudieran haber sido obtenidas muy lejos de cualquier población, aunque en realidad no ha sido así, si no todo lo contrario, a escasos metros de edificios y avenidas.



Garza real (Ardea cinerea), pescando en los juncales de una aceña.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 500 mm / 4 L IS USM. Trípode Manfrotto 055 NAT y rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura, f 8 - 1/640 sg. 200 ISO.

Nos hemos acostumbrado a ver halcones, cernícalos o grajillas en nuestros monumentos; miles de estorninos sobrevolando en el orto y el ocaso sus dormideros, dibujando figuras fantasiosas sobre los árboles de algún parque; pajarillos de otras latitudes que descansan en nuestros jardines en sus extenuantes migraciones; pequeñas rapaces nocturnas e incluso algunos mamíferos nos acompañan sin que nosotros seamos conscientes de su presencia. Pero no puedo por menos dejar de pensar que las ciudades viven de espaldas a sus ríos. Entro en pánico cada vez que oigo a una Administración o institución hablar de "limpiar" el curso del río, "mejorar" sus márgenes o "acondicionarlo" para que sea un pulmón verde de la ciudad. Pulmón verde dicen, como si no lo fuera ya sin tener que intervenir. Generalmente "limpiar", "mejorar" o "acondicionar" significa para ellos eliminar zarzales, juncales y carrizales, podar mimbreros y hacer desaparecer los chupones de los chopos dejando las orillas como si fueran el césped de una piscina, e incluso dragar, situar escolleras, asfaltar sus márgenes, iluminarlas,... En definitiva "desnaturalizar" esa cinta verde y salvaje que penetra en las ciudades de hormigón, ofreciéndonos ese punto de equilibrio que nuestro alma de animal aún necesita.

Los río son esos enclaves silvestres de nuestras ciudades, esos lugares únicos donde es sencillo observar fauna salvaje sin tener que desplazarse. Son cintas transportadoras de gran biodiversidad, pero tremendamente infravaloradas por las instituciones que tienen alguna competencia sobre sus destinos. ¿Cómo podemos en pleno siglo veintiuno no ser conscientes del valor de la naturaleza tal como es, sin que nuestra intervención signifique siempre, por sistema, el menosprecio de sus valores medioambientales?

Garceta grande (Egretta alba) de pesca al atardecer.
Canon EOS 7D. Objetivo EF 500 mm / 4 L IS USM. Trípode Manfrotto 055 NAT y rótula Triopo DG3. Prioridad a la Apertura, f 7.1 - 1/125 sg. 200 ISO.

¿Viviremos siempre de espaldas al río?

29 de noviembre de 2012

Viejos chozos

Siglos de aprovechamiento ganadero en la sierra de Gredos nos han dejado como mudos testigos de un pasado reciente multitud de construcciones usadas por los pastores en sus labores cotidianas, constituyendo un patrimonio sencillo de conservar y que, sin embargo, poco a poco se va perdiendo, por abandono o desidia unas veces y por actuaciones desafortunadas otras, como las emprendidas en algunas conocidas chozas serranas a las que se les dotó en su momento de un tejado moderno de teja árabe.




De entre todas las construcciones que podemos encontrar a lo largo de este espinazo montañoso, generalmente ligadas a una intensa actividad ganadera, destacan los chozos tradicionales, que solían tener planta redonda, suelo enlosado y cubierta de escoba o piorno. Hacían las veces de viviendas, a menudo adosadas a una cerca de mampostería a modo de minúsculo corral, con poyos para sentarse.







En ocasiones estos chozos se agrupaban formando pequeños poblados con un gran trasiego en los meses en los que el paisaje se libraba de la nieve. A menudo eran denominados "puestos" y en ellos los cabreros pasaban largas temporadas con sus rebaños. En algunos de estos puestos se pueden aún encontrar hoy en día otras construcciones que tenían distintos fines, como las que puedes ver en las tres fotos siguientes: chiviteras para guardar por la noche a los recentales del rebaño, hornos para cocer algo de pan durante las estancias más largas e incluso queseras, ubicadas junto a un pequeño arroyuelo cuyo caudal se desviaba a su interior para mantenerlo fresco.




Todos estos elementos son piezas que forman parte de un rico museo etnográfico, sin puertas, que se encuentra disperso por gargantas y laderas, abierto a todo el mundo. Para descubrirlo solo tienes que caminar por estas montañas con una mente abierta, y comprender que este patrimonio cultural representa un aliciente más, otra disculpa para calzarnos las botas, echarnos la mochila a la espalda y ponernos por delante nuestro un camino cualquiera.






22 de noviembre de 2012

Autorretrato I

Los acordes rabiosos del disco Meteora, del grupo estadounidense Linkin Park, penetran violentos hasta mi cerebro a través de los minúsculos auriculares negros del MP3. Sus voces desgarradas y salvajes me acompañan en mi deambular, mientras regreso a casa tras una poco fructífera sesión fotográfica a esos edificios románicos y góticos que parecen momificados, como disecados para durar hasta la eternidad. Me desvío por un callejón poco recomendable, solitario y escasamente iluminado, y me transporto a una especie de burbuja temporal, abandonando la ciudad de arenisca dorada, impertérrita y monumental. Persigo, y al final lo encuentro aquí, en este rincón apartado, bajo los hazes de luz de unos faroles, el contraste que acompañe esa banda sonora que acelera mis neuronas. Ha caído la noche no hace mucho rato y solo una pareja de adolescentes que buscan intimidad en algún rincón oscuro, se cruzan conmigo. Me paro frente a la cámara apoyada sobre el trípode, y me olvido de ese casco histórico de fachada y filigrana. Y regreso a la cotidianidad. A lo ordinario, a lo vulgar. A lo auténtico. Respiro por fin la otra realidad en las entrañas de una ciudad llena de gentes, de tribus y submundos. E inspiro profundamente los latidos de la verdadera urbe, de todo lo bueno que nos ofrece y de todo lo malo que tiene.




20 de noviembre de 2012

Marvao

Siguiendo con las pinceladas portuguesas, hoy os dejo una docena de imágenes de una conocida villa del Alto Alentejo, llamada Marvao. Recorrerla pausadamente al amanecer, cuando aún la gente se arrebuja en sus lechos, es un ejercicio de búsqueda, casi de espionaje, en pos del detalle que pasa desapercibido, del mimo con el que sus habitantes cuidan cada detalle, incluso en los rincones más apartados. La tranquilidad que envuelve la villa al caminar por sus calles empedradas, serpenteando entre casas de inmaculado blanco, os deparará con total seguridad momentos imperecederos. Sensaciones difíciles de olvidar.













15 de noviembre de 2012

Por supervivencia

Por dignidad.
Por honestidad.
Por futuro.
Por responsabilidad.
Por solidaridad.
Por compromiso.
Por justicia.
Por derecho.
Por autodefensa.
Por rabia.
Por impotencia.
Por hastío.
Por desesperación.

¡Indignaos!