Por fin respiro a otoño en mi jardín. Paseo por sus caminos pisando las primeras hojas secas, amontonadas en los rincones por el viento, y huelo a madera y tierra húmeda. El cielo, blanquecino. La hierba, de verde saturado. Los primeros chopos amarillean como una llamarada, al lado de otros que aún resisten completamente verdes. Los cormoranes han regresado y sobrevuelan en pequeños grupitos por encima de las choperas, en su trasiego diario sobre la cinta plateada del río. Las garcetas comunes se entretienen en la aceña del molino intentando, pacientes, sorprender a algún pececillo. Entre tanto, el martín pescador pasa veloz volando recto sobre el agua, a baja altura, con su reclamo inconfundible.
El viento, incómodo en la cara, desprende las hojas amarillas, que caen mortecinas a mi alrededor. El ambiente fresco y las escasas horas de luz envuelven el transcurrir de estos días desapacibles.
Y sí, ahora ya puedo decirlo, llegó por fin el otoño a mi jardín.
Bonita foto, curioso sitio y muy bien juntadas ese montón de letras en este post.
ResponderEliminarGracias por compartir.
Salu2.
No lo puedo remediar, siento debilidad por esos días de lluvia suave, tierra mojada y hojas amarillas y marrones arrebujadas por los rincones.
EliminarGracias por comentar. Un abrazo.