Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

31 de octubre de 2024

El verbo "dimitir"

Ayer numerosos medios de comunicación (1,2,3, etc) se hacían eco de la nueva sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León que acaba de declarar ilegal la autorización de cazar 339 lobos (entre 2019 y 2022) aprobada por nuestro penoso gobierno autonómico, ratificando así una vez más la gestión contraria al bien público que ha venido haciendo la Junta en materia de medioambiente, y en especial en la protección de la biodiversidad de nuestra región, de la que el lobo (Canis lupus signatus) es una pieza fundamental y necesaria. Desde la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico, garante de la especie y denunciante ante los tribunales de dicho plan ejecutor, piden que se asuman por ello responsabilidades políticas y sean cesados todos los implicados de este enésimo varapalo judicial.


Que la Junta de Castilla y León ha sido verdugo directo o instigador de la muerte de cientos de lobos, tanto al norte como al sur del Duero -muchos de ellos con recursos públicos, tanto humanos como económicos- es lo suficientemente grave como para que rueden ahora algunas cabezas políticas. Desde el año 2008 autorizaron sin ningún escrúpulo el sacrificio, nada más y nada menos, que de 1.847 ejemplares de una especie que en realidad se encontraba en un Estado de Conservación Desfavorable e Inadecuada -que es algo que no decide ningún gobierno autonómico, y tampoco la Junta de CyL-, con una población falta de variabilidad genética que actualmente es solo algo mayor que la del lince ibérico, de unos 2.500 individuos frente a los más de 2.000 del felino. La obstinación por acabar con cuantos más lobos mejor al mismo tiempo que decían querer su conservación ha parecido tener rasgos sencillamente psicopáticos. La obsesión lobicida del Consejero de Medio Ambiente, Vivienda y Ordenación Territorial, ese ser llamado Juan Carlos Suárez-Quiñones, y del Director General de Patrimonio Natural y Política Forestal, el no menos incalificable José Ángel Arranz Sanz, vuelve a quedar en evidencia con esta nueva sentencia contraria al gatillo y la mira telescópica, y pone en un brete la capacidad de estos señores para llevar a cabo su trabajo.


Es un suma y sigue de desencuentros judiciales que deberían ser suficientes para que los ceses se hicieran efectivos ya: el primer plan de gestión del lobo de 2008 también fue echado abajo en los tribunales, como lo sería unos años más tarde el segundo de 2016, y como fueron tumbados por los jueces los odiosos Planes de Aprovechamientos Comarcales para la especie de la temporada 2010-2011, primero, los de la temporada siguiente, después, lo mismo que los de 2015-2016, y finalmente los de 2018-2019. El último tirón de orejas se lo dio incluso Europa con la sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea sobre la manifiesta ilegalidad de matar esos 339 lobos. Ahora esta última sentencia de la justicia española solo certifica que ese curioso modelo de "protección y conservación" del cánido no es el correcto. Vamos, que no es ni medio normal masacrar institucionalmente una especie que presenta un estado de conservación malo. Y son los ciudadanos, principalmente a través de esta ONG, y los jueces quienes se lo tienen que recordar a esta cada vez más patética Junta de Castilla y León: NO SE PUEDE MATAR LOBOS. ¿Cómo hay que decírselo a estos señores?


Pero claro, ¿qué podemos esperar de una administración que si por algo se ha caracterizado ha sido por fomentar e inflar peligrosamente el conflicto, en vez de por minimizarlo, mintiendo con el estado de conservación del depredador, y polarizando el problema con demagogia y falsas dicotomías entre "lobo o ganadería", dando cancha a los intereses de un sector privado que muy a menudo se niega a poner medios de protección en sus explotaciones, y despilfarrando el dinero público en matar y matar ejemplares, mientras critica a la sociedad civil por defender un interés común y público como lo es nuestra biodiversidad. Y todo esto con el único fin de rascar votos en el medio rural. La indecencia política de estos señores es mucho más que descomunal, es infinita. Esto ya quedó muy bien demostrado tras el desastre de los incendios de la sierra de La Culebra cuando ningún alto cargo dimitió o fue cesado, y cuando ni siquiera se hizo autocrítica de la nefasta responsabilidad que se tuvo en la gravedad final de lo ocurrido como consecuencia de las decisiones políticas tomadas a priori.



En este blog ya he pedido varias veces la dimisión de este horrible Consejero y lo vuelvo a hacer ahora. No sabes hacer tu trabajo, Juan Carlos Suárez-Quiñones, y tu ineptitud y torpeza nos cuesta mucho dinero a la sociedad; no te ganas el sueldo que cobras, ni lo mereces, porque además lo haces con pleno conocimiento de causa. Si hubiera un delito en nuestro Código Penal que condenara la incompetencia política que costara dinero al erario público, serías juzgado y condenado, no lo dudes. Pero lo peor es el coste que tus decisiones han tenido a nivel ambiental. En el futuro lo sucedido en La Culebra y la gestión del lobo en nuestra región serán dos símbolos de cómo la sucia política puede destruir nuestra naturaleza, y de cómo lo peor de aquella afecta de un modo directo a nuestro medioambiente, por ejemplo con una pésima política forestal o autorizando el exterminio de cientos de lobos.


"Dimitir" es el infinitivo de un verbo intransitivo que significa que un ser que nos produce un gran desprecio renuncia a su poltrona para siempre y nos deja por fin tranquilos a los demás, ciudadanos de bien a diferencia del susodicho. Existe el verbo "dimitir", señor Juan Carlos Suárez-Quiñones, se lo subrayo por si no es de su conocimiento; úselo, por favor, en primera persona del singular de indicativo. Y si lo hace en plural junto con José Ángel Arranz y algún otro responsable de la muerte de cientos de nuestros lobos ibéricos, pues muchísimo mejor, ¡'ande va usted a parar!, la sociedad se lo agradecerá, téngalo por seguro, en la misma medida en que lo hará nuestra naturaleza.

Dimitan, pues, no les cabe otra salida si tienen un mínimo de verguenza.



23 de octubre de 2024

La burbuja social de la caza

Hace unos días trasteé como otras muchas veces por el Parque Regional de la Sierra de Gredos, máxima figura legal de protección de la naturaleza gestionada por la comunidad autónoma castellano-leonesa, análoga a la figura de protección que ostentan los parques nacionales de gestión estatal. Estas figuras de protección llevan implícito en su propio espíritu dos aspectos fundamentales, hasta el punto de llegar a ser parte de su propio ADN. Por un lado, obviamente la custodia y amparo de la biodiversidad que en el ecosistema en cuestión se pretenda conservar, así como sus valores geológicos, etnográficos, etc. Y por otro lado, que la declaración de las citadas figuras de protección representen un activo añadido para el disfrute de toda la sociedad española, a la par que generador de un estímulo económico en las comarcas afectadas.


Pues bien, aunque ya no me sorprenda, una vez más regresé a casa muy cabreado por algunas situaciones que venimos sufriendo muchos usuarios de este parque regional, condicionados por el uso cinegético que del mismo espacio hace la Reserva Regional de Caza de la Sierra de Gredos y ese minúsculo porcentaje de personas que se divierten con un arma entre las manos. Por mucho que lo intenten justificar haciendo malabarismos dialécticos, no es compatible la gestión de protección ambiental que se hace en un parque natural o regional, con la matanza de fauna por parte de ningún coto o reserva de caza que comparta los mismos terrenos. Matar animales por diversión no soluciona problemas ambientales, sino que los genera. Además, hacer que convivan en un mismo espacio un elevado número de turistas con unos cuantos cazadores es un evidente factor de riesgo para los primeros, no respetándose a veces ni siquiera las rutas excursionistas balizadas y homologadas.


O se protege, o se mata, pero estas dos filosofías opuestas no pueden convivir desde ningún punto de vista en el mismo territorio. Por desgracia, no nos engañemos, son problemas que suceden también en el resto de espacios naturales protegidos españoles, a excepción de los parques nacionales. Sería muy interesante conocer el número de personas que se acercan a cazar a este parque regional y el de los que lo hacemos para otros usos recreativos. Con seguridad, por cada cazador seremos muchos centenares los excursionistas y montañeros que nos acercamos a Gredos al cabo del año; sin embargo, la práctica de la caza deportiva que practica ese reducido número de personas y el uso que dicho colectivo hace del espacio, nos condiciona al resto de usuarios, inmensa mayoría, siendo además una actividad contraria a la conservación y protección de la fauna. 

Pero esta vez ¿cuál es el por qué de ese mosqueo? Pues la foto de debajo es lo suficientemente explícita como para entender mi enfado. Me explico.

¿Qué vemos en ella? Pues vemos el típico cintajo de plástico contaminante (que todos tendríamos prohibido abandonar en el campo, y máxime en un espacio natural protegido) con el que los cazadores señalan los puestos de tiro en las batidas al jabalí, al ciervo, al zorro y, como sucede en muchas ocasiones, a todo lo que se cruce. Una sucesión así de llamativas cintas a lo largo de una pista o cortafuegos conforma la línea de tiro (con un número indeterminado de puestos/rifles) a la que serán empujados los animales del lugar mediante las rehalas de perros y los voceros que las dirigen en esas modalidades tan faltas de ética y humanidad como son las batidas y las monterías. ¿Y qué más vemos en la foto? Pues intuimos una ladera que asciende por la derecha de la imagen y vemos que baja por la izquierda de la misma hacia el valle. Y observamos también y con estupefacción que la pista en donde se situarán todos los tiradores -cada uno junto a su cintita- se presenta tapizada de piornos, hasta el punto de que cubriría a gran parte de las especies animales que por allí pudieran atravesar. En definitiva, vemos un lugar con, mala no, malísima visibilidad, lo que impediría identificar con tiempo suficiente qué es lo que viene, se aproxima o cruza por el camino. Y es precisamente ahí, en un entorno sin visibilidad, donde se sitúan los tiradores con el dedo en el gatillo, ansiosos por apretarlo. ¿Os imagináis una situación más peligrosa para la gente que, como yo hace unos días, pueda estar de excursión por allí?, porque las batidas se señalizan en los accesos principales y obvios, en las entradas de los caminos, junto a las carreteras, en las pistas forestales, etc. pero no en cada una de las múltiples sendas y vericuetos que puede haber en la montaña. ¿Qué pasa si en ese valle hay excursionistas o montañeros que no proceden de esos puntos de inicio en los valles, sino de arriba? ¿Qué pasa si hay un extraviado y va monte a través? porque estamos hablando, señores cazadores, de un parque regional donde las actividades de montaña son practicadas por cientos de excursionistas que se reparten por gargantas, valles, cuerdas y lagunas, cada fin de semana y festivos. Cientos. ¿Cómo se puede ser tan irresponsable de poner la línea de rifles a lo largo de una pista que no tiene una visibilidad perfecta, como sí sucedería por ejemplo a lo largo de un cortafuegos amplio y limpio?


Todos los años hay diversos accidentes mortales de caza en nuestro país, pero no parece que sea una prioridad minimizarlos, ni para los cazadores ni para las administraciones. Buen ejemplo de ello es la alucinante reducción de las distancias de seguridad que existían con anterioridad para cazar en las proximidades de los núcleos urbanos (ahora a 150 m), vías de comunicación (ahora a 50 m de las autopistas, autovías y carreteras) o vías de ferrocarril en uso (ahora a 25 m) en la nueva Ley de Caza de CyL de 2021, Artículo 30, sobre las zonas de seguridad. Es sencillamente escandaloso. Pero que esta falta de responsabilidad suceda, además, en un espacio natural protegido que atrae a miles de excursionistas y montañeros es, como mínimo, demencial.

No es, sin embargo, el riesgo para las personas el mayor problema -aunque sí el más grave si un día llega a ocurrir una desgracia- puesto que en general todos podremos advertir la presencia de una batida con suficiente antelación. El mayor problema es que en una pista así solo se puede "tirar a bulto" en la mayoría de los casos, puesto que la vegetación impide ver qué viene, qué cruza y qué diablos es. En un terreno así solo queda disparar primero y comprobar después si lo que ha caído es un jabalí o, por el contrario, una especie no cinegética. O peor aún, una especie protegida. Salvo los ciervos que superan la altura del matorral, el resto solo serán manchas fugaces atravesando la pista en un visto y no visto. Alguien ve algo marrón, un lomo pardo que pasa entre los piornos y simplemente aprieta el gatillo en las décimas de segundo que esa mancha móvil es visible, porque acto seguido desaparecerá definitivamente. Si lo que cae en vez de un jabalí es un lobo ... se silenciará, entre risas y palmaditas en la espalda; si lo que revientan es un gato montés en vez de un zorro ... en fin... mala suerte,... pa'l matorral irán sus restos; si es un corzo fuera del período en el que se puede cazar ... pues mira, pa'la saca y aquí mutis por el foro. Unos pocos osos ya han sufrido las consecuencias de demasiados dedos ansiosos sobre los gatillos, pero no aprendemos. O, peor aún, simplemente no le importa un bledo a nadie.


La irresponsabilidad es terrible. 

Es curioso que entre las muchas prerrogativas que se aplican a los cazadores respecto de otros colectivos que también usamos el campo como lugar de esparcimiento, encontremos el abandono sistemático de estos cintajos de plástico, además de los consabidos cartuchos de caza que los excursionistas vamos viendo por doquier (¡qué raro, no, con lo amantes del campo que son!) y que muchos vamos retirando del suelo en cada excursión, como sucedió el otro día, sin ir más lejos. Los organizadores de carreras de trail o de bicicleta de montaña tienen obligación de retirar toda la señalización que sitúan en cruces y veredas, lógicamente. Es algo que todos comprendemos y que los propios organizadores de los citados eventos deportivos llevan interiorizado en la actualidad. Entonces, ¿por qué los cazadores son una excepción a esta norma tan básica de no abandonar mierda en el campo? (sintomático, sin duda, del "muchísimo amor" que profesan por la naturaleza) ¿Alguien me lo puede explicar? 

- Sí, yo, -dirá alguno-: es que esos puestos de caza son usados de nuevo en la siguiente temporada cinegética, y así no tienen que ponerlos de nuevo cada año, ni tienen que subir los días previos a la batida para instalarlos, lo que implica un trabajazo de la leche.

Y dio yo: ¡¡¡y a mí qué diablos me importa eso!!!, el campo hay que dejarlo limpio, señores cazadores amantes de la naturaleza, exactamente igual o mejor a como estaba antes de llegar nosotros a él, y eso les incumbe también a ustedes. En los eventos deportivos se retiran las cintas, aunque al año siguiente se vuelva a celebrar la misma carrera. ¿Entonces?, ¿tienen algún problema los cazadores en hacer ellos lo mismo? ¿Y lo tienen, cuando esto sucede incluso en un espacio natural protegido, como en el caso de este parque regional? Pues pareciera que sí, que tuvieran el problema de sentirse amparados en todo lo que hagan, de imaginarse por encima de los demás y de creerse los dueños del mismo campo que pisamos todos. Pareciera, en definitiva, que se creen con más derechos y menos obligaciones que la gran mayoría de la sociedad.


Estas actitudes confirman -aún más si cabe- a esta sociedad moderna preocupada por la sostenibilidad ambiental, que los cazadores están muy lejos de ser "los primeros conservacionistas" del planeta, como a veces ellos se arrogan para sí ante los medios de comunicación (será ironía cuando lo dicen, digo yo, ¿no?). Porque todos estos hechos se vienen a sumar a una cada vez más amplia retahíla de evidencias que vienen a confirmar que el mundo de la caza está verdaderamente alejado de la sociedad. Viven en una burbuja aislada de la realidad actual. Privilegios como poder circular con sus 4x4 por pistas que permanecen prohibidas a otras actividades recreativas en el campo; que las modificaciones de las Leyes de Caza autonómicas suavicen, o incluso eliminen, ciertas restricciones existentes anteriormente a la actividad como en lo referente a las distancias de seguridad a núcleos de población o vías de comunicación que mencionaba anteriormente; que terrenos particulares puedan ser incluidos en los cotos sociales sin la autorización de los propietarios, que se ven así obligados a comunicar previamente (si se enteran a tiempo) su No Autorización, cuando lo lógico y justo sería hacerlo al revés, que aquellos que deseen incluirlos en el acotado lo autoricen; que los perros que usan para su actividad se vean excluidos de las mismas consideraciones que el resto de perros en la nueva Ley de Bienestar Animal; o que a ellos increíblemente sí se les permita molestar y perturbar a la fauna protegida, con batidas al jabalí en laderas con nidificación de buitres negros, por ejemplo, o con presencia de osas con crías o de cachorros de lobo; y que incluso se les permita cazar en Espacios Naturales Protegidos, expulsando de ellos al resto de usuarios (bajo penas de sanción graves en Castilla y León, con multas de 2.000,01€ a 10.000 €), no hacen sino incrementar el aislamiento social de ese mundo añejo y cada vez más trasnochado en el que viven los amantes del gatillo y la sangre. No tenemos muy lejos aún el recuerdo de cuando varias comunidades autónomas -entre ellas la de Castilla y León- permitieron a los cazadores seguir practicando su actividad letal durante el confinamiento por la COVID-19 en base a una absurda "urgencia ambiental", inventada para privilegiarlos, mientras los demás estábamos enjaulados en nuestras casas. De risa la disculpa que esgrimieron.

Y que esa discriminación positiva que ampara la actividad cinegética suceda además en todos los parques naturales es simplemente indignante, cuando no solo condiciona el uso recreativo y turísitico de los mismos para el resto de los ciudadanos -insisto una y otra vez, inmensa mayoría-, y representando un riesgo evidente, sí o sí, para los excursionistas, además de para las especies protegidas y las no cinegéticas. La caza sigue siendo, por desgracia, una actividad mimada por todas nuestras administraciones autonómicas y nacionales muy por encima de lo que debería ser lógico, y esto sucede a pesar de ser la responsable de numerosos accidentes de caza que involucran a otros usuarios del campo, a pesar de la coacción que impone sobre nuestro derecho al libre tránsito por el territorio a la inmensa mayoría de los españoles, y muy a pesar de los graves problemas ambientales de diferente índole que están asociados a la propia actividad, como algunos incendios forestales, el uso del veneno -especialmente en los cotos de caza menor-, el absurdo y contraproducente control de predadores, o la sempiterna manía de soltar animales de granja, con las derivas genéticas e hibridaciones que llega a generar.

Y es que con ellos gestionando así el 80% del territorio español es literalmente imposible que nuestros campos se encuentren en buen estado de conservación, ¿o es que a alguien puede extrañarle que todas esas ingerencias no afecten negativamente a nuestra naturaleza?, ¿es esta la manera que tienen de demostrarnos su amor por ella?, ¿o lo es simplemente por sus propios intereses?

26 de septiembre de 2024

El lobo y los medios de comunicación

En estos tiempos que sufrimos es incuestionable que se reafirma ese refrán, tan manido como incontestable, de que el hombre es el único animal que siempre tropieza en la misma piedra. Que no aprendemos de nuestros errores es algo que nadie en su sano juicio podría negar, ¿verdad? Y como en otros tiempos sucediera, hoy también caemos en el error de utilizar la propaganda, en vez de los fríos datos, como una eficaz herramienta de guerra. Y sí, digo bien, de "guerra", porque hoy en día la política la entienden nuestros gobernantes (de un modo miserable, por qué no decirlo y llamar a las cosas por su nombre) como una guerra sucia y sin cuartel contra un, no ya adversario político, que es lo que en realidad son, sino un enemigo al que hay que destrozar y, si se puede, también arruinar. No hay piedad para el que piense distinto en política, y todo es factible de ser usado en esa guerra fraticida. Sí, es vomitiva la política que se practica en nuestros parlamentos; lo sabemos todos, como lo saben ellos. 


Pero, además, la tosca propaganda de toda la vida hoy ha evolucionado a una sofisticada desinformación tan poderosa como los tanques y las balas. Estos días el principal grupo político de la oposición, con su habitual hipocresía y deslealtad en cuestiones de Estado, se lleva las manos a la cabeza porque el gobierno actual pretenda implantar en este país de pandereta lo que todos ellos, sin embargo, habían ya consensuado sin discusión en el Parlamento Europeo en relación a defender el menoscabado derecho de los ciudadanos a recibir una información veraz y a ser protegidos de las mentiras y la desinformación maliciosa, cuyo único fin es el de manipularnos para que no podamos pensar con criterio ni, por lo tanto, decidir con conocimiento. En definitiva, para ponernos una venda en los ojos. 



Porque hoy en día la política ha llegado a unos niveles de miseria tan grandes, tan descomunales, que los partidos políticos -todos ellos, pero en este caso en la oposición- llegan a votar en contra de lo mismo que antes exigieron, y hasta algunos jueces se convierten por derecho propio en nuevos jornaleros del tablero político. Si esto no es la guerra del "todo vale" se le parece mucho. Y para hacer una política tan rastrera se necesita, sí o sí, la participación y la connivencia de los medios de comunicación, la pata fundamental sin la cual la desinformación no se viralizaría. ¿Recordáis aquello de que una mentira repetida muchas veces se convierte en verdad?, pues en eso estamos.

Y aquí llegamos al meollo que nos atañe en este blog, pues en esta tesitura sobre la verdad y la mentira, y sobre esta última como arma utilizada para hacer oposición política y manipulación social, el lobo se convierte en una ficha más de esa despreciable y perversa propaganda, y se cristaliza como un peón más de ese tablero de ajedrez en el que se pelean nuestros políticos. Y entró sin quererlo y sin merecerlo, porque premeditadamente se esconde su papel de aliado de la ganadería y fundamental en el ecosistema, para continuar mostrándolo como el lobo feroz de aquellos cuentos que todos tenemos en nuestro imaginario infantil, muy a pesar de que la ciencia actual desmiente todos los planteamientos medievales que lo crucificaban, por erróneos, desfasados y caducos. En muchas de las entradas en las que he tratado la realidad de lo que yo he dado en llamar el conflicto inventado, responsabilizo directamente a muchas de nuestras administraciones de la situación generada con el paso de las décadas, inflando un conflicto menor para obtener un rédito político. Pero también responsabilizo a sindicatos agrarios y a muchos medios de comunicación como cooperadores necesarios para desquiciar la situación; a unos por bocazas demagogos, y a otros por voceros de los bocazas y de las instituciones lobicidas.
  

Y ejemplos de la responsabilidad que tiene el peor periodismo en esta manipulación social hay muchos. De entre los cientos de noticias amarillistas y sensacionalistas que manipulan a la sociedad con sus mentiras podemos resaltar varias, por sintomáticas de qué se cuece en la mass media. Así el 22 de abril de 2022 publicaba en este blog la entrada que titulé Patética Jara y Sedal. En ella denunciaba cómo esta editorial alarmaba sin fundamento científico sobre la inminente posibilidad de que los lobos ibéricos atacaran a los niños de los pueblos, haciendo uso para ello de un viejo libro en el que se afirmaban cosas tan delirantes como que los lobos gallegos eran antropófagos, a diferencia de los castellanos, y que se podían dividir, además, en dos categorías: las lobas que atacaban solo a niños, y los machos o las manadas que ya hacían lo propio con personas adultas pero especialmente con las mujeres, llegando a elaborar una alucinante tabla de qué mataban unos y otros en función de su propio peso. 

Así mismo, al final del artículo titulado El lobo, i-responsable, del 31 de enero de 2022, también me hacía eco de esta lamentable revista cinegética cuando mentía sin el menor rubor en un artículo y redes sociales al inculpar en un primer momento a los lobos del ataque a una vaca en el sistema central. Esta afirmación categórica la respaldaba con un vídeo que supuestamente lo demostraba, cuando en realidad se veía claramente en las imágenes que se trataba de unos perros descontrolados, tres de ellos de color pajizo y un cuarto incluso jardo, en blanco y pardo. Simplemente metieron cizaña para alimentar el odio al depredador y se quedaron tan anchos, aunque se vieron obligados a corregir lo escrito posteriormente dada la viralización de las críticas recibidas por semejante manipulación de la realidad.



Otro buen ejemplo de la obscena guerra mediática que se libra contra la conservación del lobo desde ciertas doctrinas escoradas a la derecha lo denuncié en la entrada La sandez de la semana el 31 de octubre de 2021, tan solo un mes después de que fuera publicado en el BOE la inclusión del lobo en el LESRPE. En esta ocasión un periódico castellano-leonés (El Español) regaló una entrevista a Luis Alberto Calvo -inmerecida y politizada vistas las barbaridades que dijo sobre el lobo y sobre la gestión que de la pandemia hizo en aquel momento el gobierno-, a la sazón Presidente del Consejo General de Veterinarios de España, para ahondar por enésima vez en el mismo alarmismo manipulador, insistiendo sobre el riesgo que para las personas representaba la presencia de la especie, y alertando malintencionadamente de un infundado peligro para los niños.

Todo este tipo de maquinaciones y exabruptos soltados a la sociedad tras una máscara de periodismo, así como las consabidas opiniones que hacían referencia a una desaforada expansión de la especie, o de que se encontraba en buen estado de conservación -contradiciendo expresamente lo dicho por el Comité Científico-, así como la machacona reiteración de que la ganadería extensiva no iba a soportar la previsible "plaga" de lobos que su protección iba a provocar, se enmarcaban dentro de la vehemente campaña desinformativa que se generó en gran parte de los medios de comunicación conservadores tras ser listada la especie.

Por supuesto noticias tendenciosas con el mismo tufo antilobo que las anteriores llenan y llenan cientos de páginas en los diarios de nuestras regiones loberas desde el mismo momento en el que la especie se convirtió en una inmejorable arma arrojadiza entre los políticos, y en un elemento clave (junto con la defensa de la caza y las corridas de toros) para disputarse como perros de presa los votos del medio rural, como si la caza, los lobos y las corridas fueran los asuntos más importantes para la gente del campo. Y parece que realmente fuera así, que esas tres cuestiones son infinitamente más trascendentales que la desaparición de las escuelas rurales y de los servicios bancarios en nuestros pueblos, la pérdida de calidad de la atención médica -cuando la hay-, los precios por debajo de los costos de producción, la competencia desleal de productos traídos de fuera de la UE, la burocracia excesiva, la PAC como telón de fondo, las pésimas infraestructuras de comunicación que existen en muchas regiones apartadas, la desaparición de los transportes públicos, la brecha digital y la pésima atención de las operadoras de telefonía móvil que aún mantienen amplias zonas, en especial de montaña, sin cobertura, ... y un largo etc. Pero todos estos y otros problemas que sufren las gentes del campo son ninguneados por cierto sector ideológico que ha hecho bandera de la defensa de la tauromaquia, la caza y la persecución del lobo, llegando a convertir estas tres cuestiones en los tres pilares fundamentales en los que basar la búsqueda del voto rural. Mira que es casualidad que en los tres temas siempre haya animales que acaban muriendo, y algunos incluso después de ser largamente torturados para solaz y divertimento del público.

En esta coyuntura los medios de comunicación son cooperadores necesarios en la cizaña, desinformación y manipulación que la política lleva a cabo con el lobo, son parte fundamental del ecosistema político-manipulador. Lo vimos, por ejemplo, cuando el gobierno castellano-leonés transmitió a toda la prensa unas cifras infladas y falsas del número de lobos existentes en nuestra región, cuando hablaban de 179 manadas (tampoco os creáis mucho esta cifra de grupos, porque partiendo de quien parte el dato ... uuufff, no es fácil creerse nada de lo escupido por su boca) y 1.600 lobos en la comunidad autónoma. Si esos datos bajo sospecha fueran realmente ciertos, la media de lobos por manada sería de prácticamente 9 ejemplares, lo que es una cifra desorbitada que en ningún estudio científico serio es admitido a nivel internacional. Esto sucede porque nadie contabiliza la población sumando los nuevos cachorros nacidos, dado que la mortandad es enorme en esa franja de edad. En ningún paíssss ... excepto en España, claro. Sería como censar la población de águilas imperiales sumando los huevos que son puestos cada temporada, en vez de calcular la población añadiendo los pollos que realmente acaban volando. Con el lobo no, con el lobo nuestras patéticas administraciones autonómicas y los científicos que se venden a ellas contabilizan también los cachorros que nacen de media, aunque la mayoría no lleguen a adultos. De todo ello hablamos en el post titulado Parte del problema tan solo cinco días después de la publicación en el BOE de la modificación del LESRPE, y veíamos cómo los medios de comunicación de la región, tanto los de ámbito local y provincial, como los regionales, publicaban sin miramientos los datos que el lobicida gobierno autonómico les daba sin tan siquiera dar la palabra a las organizaciones conservacionistas o a expertos independientes para que pudieran opinar al respecto de las mismas, o matizarlas. Aquellas cifras mentirosas iban a misa y no fueron cuestionadas por ningún periódico o televisión. Sí señor, así es de serio y profesional gran parte de nuestro periodismo. ¡Como para que el público pueda opinar con conocimiento de causa! Imposible.


En esta lucha sin cuartel por la desinformación y la manipulación en lo que al conflicto del lobo se refiere el 8 de este mes de septiembre leí un artículo que va incluso más allá, porque pudiera haber quien entendiera que en su último párrafo el firmante estaba haciendo directamente apología de un delito: matar una especie protegida. El artículo en cuestión lo tituló "Lobo que vea, lobo que mato" y lo firmó un tal Román Álvarez en La Gaceta de Salamanca, el típico periódico local, folclórico, carente de rigurosidad, sin nadie experto en materia ambiental, y por supuesto incondicional defensor del PP. Y es que en ese último párrafo el autor dice que "Por eso, en las zonas donde los ganaderos también son cazadores, y quien más y quien menos tiene una autorización de armas para caza mayor, a alguno le he oido decir : Lobo que se ponga en el punto de mira puede darse por muerto, porque lobo que vea, lobo que mato". A esta aseveración de un futuro delincuente el periodista sentenció acto seguido, y aquí viene lo grave: "Visto lo visto, no seré yo quien se lo reproche." Genial de la muerte, esto es chachi piruli, un periodista diciendo a todos los lectores del periódico que él no le reprocharía nada a un delincuente que cometiera ese delito en cuestión, matar a un ejemplar de una especie protegida. Vamos, lo que viene a ser darle el beneplácito por la heroicidad de cometer el ilícito. Si eso no es apología de un delito contra la fauna, se le parece mucho.

Pero bueno, no es que me asombre tampoco, puesto que este periódico siempre se caracterizó por despreciar e ignorar las opiniones de las ONGs conservacionistas y ecologistas (leer la entrada Pormishuevismo publicada el 31 de marzo de 2023 en el que comprenderemos la implicación de este y otros periódicos en la defensa de proyectos destructivos del medioambiente charro, no tiene desperdicio), cuando no por criticarlas y acosarlas abiertamente si osaban denunciar irregularidades de alguna administración pública gobernada por la derecha. Recuerdo muy bien la rabiosa campaña que La Gaceta de Salamanca comandó hace muchos años contra Ecologistas en Acción de Salamanca cuando esta ONG denunció, en defensa de los intereses de los salmantinos, al consistorio de la ciudad, gobernado por el Partido Popular, por iniciar las obras de un puente sin varios de los permisos necesarios y pertinentes; así, por sus santos bemoles, además de por despilfarrar sospechosamente 500 millones más de lo necesario de las antiguas pesetas para la compra de los terrenos. Entenderéis esta situación de persecución si leéis el post que titulé A la caza del ecologista y que publicábamos aquí el 22 de marzo de 2023, tampoco tiene desperdicio, de verdad, ayuda a comprender cómo los periódicos no se limitan a contar noticias de una manera objetiva, sino que toman partido decidido por los grupos políticos, con el riesgo de manipulación que para el lector ingenuo ello puede suponer, contando solo una versión del problema, despreciando la opinión disidente, ensalzando medias verdades, o directamente tergiversando los hechos.

En fin, nada nuevo bajo el sol. Que los partidos conservadores nunca mostraron el más mínimo interés por el medio ambiente ni por su conservación es algo que todos podemos comprobar. Y que estos periódicos locales y regionales siempre bailan al son de la derecha, tampoco. ¡Lástima que le saliera a este periódico el tiro por la culata cuando hizo una encuesta sobre la idoneidad de la protección del lobo!, ¡pobres!, ¿tragarían sapos cuando se dieron cuenta que la mayor parte de la sociedad defiende, al contrario que ellos, la conservación de la biodiversidad?  


Pero volvamos al asunto, que me disperso. ¿Cómo puede ese periodista decir que él no le reprocharía al delincuente matar a un animal protegido?..., ¿lo aplaudiría entonces?..., ¿ese personaje con carnet de periodista está amparando la comisión de ese delito concreto?..., ¿puedo yo, por esa regla de tres, robarle a ese ganadero un cordero o un ternero alegando que tengo hambre?, porque le quisiera señalar que es tan mío y del resto de los españoles ese lobo como suyo es su ganado. Si él mata nuestro lobo, el lobo de todos, ¿puedo yo y podemos los demás matar su cordero o su ternero?..., ¿nos tomamos la justicia por nuestra cuenta, entonces, señores?..., ¿ojo por ojo y diente por diente según nuestra conciencia y criterio, prescindiendo de las leyes, señor periodista?..., ¿es esto lo que usted está alegando que se puede hacer?

¿De verdad ese lamentable profesional de la opinión no es consciente de la gravedad de su última frase, al no criticar la comisión de un delito? Le voy a aclarar una duda a este sujeto y a una parte de la sociedad que, o bien mira para otro lado ante esta cuestión, o bien la respalda directamente, como si no tuviera graves implicaciones: matar a un ejemplar de una especie protegida es un delito tipificado como tal en el código penal, por lo tanto un ganadero que mate a un lobo, además de ganadero es un DELINCUENTE, exactamente igual a como lo será el político corrupto que arrampla con dinero público, el empresario que trafique con drogas o el jubilado que atraque un banco; serán todos ellos ganaderos, políticos, empresarios y jubilados, pero también serán delincuentes. Delincuentes a los que hay que censurar, y delincuencia a la que hay que criticar y combatir. Estamos locos si los periódicos normalizan algún tipo de delincuencia, habremos ido un paso más allá, nos habremos demostrado que vivimos en una sociedad enferma, en una democracia bananera, habremos cruzado una línea roja si justificamos según qué delitos. Un delito es un delito, señor. Que usted no lo critique en su altavoz mediático, que minimice su gravedad y que de su última frase se pueda derivar que lo aprueba resulta tremendamente peligroso.

Estos pocos ejemplos de la guerra sucia que muchos medios de comunicación afines a la derecha, a las corridas de toros y a la caza han declarado a nuestro gran depredador ponen de manifiesto el gravísimo problema que tenemos en nuestro país con las mentiras, la desinformación y la manipulación que rodea en la actualidad todo el conflicto del lobo. No veremos a este lamentable periodismo profundizar en la responsabilidad real de los propios ganaderos en el aumento del conflicto por los numerosos fraudes cometidos, por la enorme y mal llamada picaresca, por la falta de medidas preventivas, por el abandono en el monte del ganado al que revisan de vez en cuando con unos prismáticos desde el coche, etc. Ni lo veremos indagando sobre la verdadera culpabilidad que los perros tienen en multitud de ataques que son atribuidos invariablemente al lobo.
  

Ni tampoco escarbarán estos rotativos de tres al cuarto en las dudosas actuaciones de las administraciones autonómicas que solo saben gestionar con el rifle, y en porqué diablos se niegan a realizar peritajes genéticos en los ataques; ¿tienen miedo acaso de que la realidad científica desvele que un gran porcentaje de los expedientes contabilizados como ataques de lobo no sean en realidad tales? Desde luego sería una patata muy caliente difícil de manejar ante un sector muy bien organizado, que hace mucho ruido, que exige la muerte del depredador y que representa muchos votos en las elecciones, ¿verdad?. Y los votos mandan, claro; es mucho mejor posicionarse del lado de los exaltados que de la conservación del patrimonio natural de todos los españoles. ¿No haría bien el buen periodismo en hurgar en esta cuestión y en otras muchas, igual de silenciadas? ¿No deberían estos medios de comunicación exigir una explicación a las CCAA de porqué solo en España los mercenarios que realizan los censos para estas administraciones se empeñan en inflar las cifras de la población utilizando entre 8 y 10 lobos por grupo, cuando en Europa se usa la mitad? Este periodismo complaciente con los gobiernos populares no escarba tampoco en los beneficios que aporta a los ganaderos la presencia del lobo como controlador de las enfermedades que transmiten los herbívoros silvestres al ganado. Ni se cuestiona porqué en regiones como Andalucía, Extremadura, Murcia, Valencia o Cataluña -donde no hay lobos- la ganadería está tan en crisis o incluso peor que en las regiones con presencia del cánido, desmintiendo así la inexistente relación entre la protección del lobo y el declive de la ganadería extensiva en las regiones del NW ibérico, algo con lo que nos tienen más que aburridos.
  

A este periodismo provinciano y con estrabismo tampoco le interesa ni una pizca profundizar en el oscuro y terrible mundo del furtivismo que padece esta especie. Especie que, se lo recuerdo porque se niegan ni a considerarlo como telón de fondo, está protegida por la Ley, como protegidos están los osos, los linces o las rapaces.

Pero claro, todas estas consideraciones no tienen ninguna importancia cuando de lo que se trata es de usar la bronca -en este caso el conflicto inventado del lobo- como arma arrojadiza para luchar contra el enemigo político y como herramienta para recaudar votos. Esto es lo único que vale. Pensar que nuestros políticos, de una tendencia ideológica u otra, van a gestionar en base al interés general y no al suyo partidista sería ingenuo. Tan ingenuo como creer que los medios de comunicación van a ser profesionales y van a contar a sus lectores o espectadores "toda la verdad de la realidad"; toda, sin sesgar, sin ocultar información, sin amarillismo ni sensacionalismo, buscando el dato que las partes implicadas tantas veces callan, dando voz a todas las partes y no solo a las que interese en base a una ideario cerrado. Vamos, lo que viene siendo hacer periodismo con honestidad, y no vendido a un partido. Así es como también se construye la democracia, con la verdad por delante, informando con veracidad, siendo inquisitivos y sin casarse con nadie. Le duela a quien le duela, porque hacer las cosas bien es también patriotismo, condición que se arrogan muchos de los que mienten, engañan, tergiversan u ocultan la verdad al ciudadano, como se apropian de la condición de demócratas sin merecerlo. Porque manipular al ciudadano no es de demócratas, señores, ni de patriotas.

En fin, que se hace evidente que en relación al lobo y en muchas otras cuestiones que nos afectan a unos y otros en nuestro día a día el periodismo actual se ha mimetizado mucho, demasiado, con la burda propaganda dirigida.

2 de agosto de 2024

Ganaderos, ganaeuros y ganaduros

Que en todos los sitios cuecen habas lo sabemos todos de sobra. Hay ganaderos responsables con el tiempo que nos ha tocado vivir, y ganaderos no tanto. Máxime cuando hablamos de broncas inventadas por algunos espabilados que quieren arrimar a su sardina las ascuas de los demás. Esto cuando hablamos de medio ambiente, recursos naturales o fauna a menudo está envuelto en el mismo falso dilema, simplista y muy poco verosímil: o amparamos a aquellos que viven del campo, o cuidamos de la fauna que allí medra.


Pero si simplificar puede propiciar injusticias al igual que generalizar, en este caso, además, es un atropello perverso con mucha mala leche, al fin y al cabo todas las trolas llevan intrínsecas alguna mala intención. No se puede gestionar la naturaleza con una visión simplista del estilo de "si el zorro me come los conejos y perdices que yo quiero cazar lo mato", o mediante un irresponsable "si en las cunetas crece vegetación que alimenta a los roedores las arraso con herbicidas para que se mueran de hambre" o con el siempre recurrente "si el lobo, además de ser un riesgo para mis ovejas, me come los ciervos, corzos y jabalíes que me distraen en la temporada de caza ... pues lo extermino también". Y así podríamos seguir durante mucho tiempo y con ejemplos majaderos para todos los gustos: los pescadores piden eliminar a los cormoranes porque se alimentan de esos que consideran "sus" peces, algunos ayuntamientos matan a las gaviotas porque molestan a los vecinos con su bulliciosa y descarada forma de vida, los cazadores piden permisos especiales para disparar a más y más jabalíes tras las campañas sensacionalistas existentes respecto a ellos, los apicultores piden controlar a las supuestas "plagas" de abejarucos porque de vez en cuando les distraen alguna abeja, algunos agricultores se ensañan con los pocos árboles que quedan en sus tierras porque les estorban cuando cosechan, y hasta leemos en los periódicos que hay que controlar una supuesta superpoblación de meloncillos -a los que han etiquetado de especie exótica- porque han ¡¡atacado y matado alguna vaca!!, lo mismo que hacen ahora los buitres que han dejado de ser carroñeros repentinamente para convertirse por arte de magia en feroces depredadores de la noche a la mañana.


Pero lo cierto es que nunca en la historia de la humanidad la caza y los matarifes han solucionado ningún problema medioambiental relevante mediante el gatillo, el veneno y los cepos, sino que han provocado, muy por el contrario, catastróficos desajustes en los ecosistemas, a parte de, por supuesto, la extinción de multitud de especies animales, y de haber dejado al borde de la misma a otra número inmenso de ellos. Y todo ello para proteger los intereses económicos del sector agropecuario y cinegético, además de por la simple diversión que al hombre le provoca acribillar a tiros a otros seres que hasta ese momento estaban llenos de vida.

Pero en la naturaleza todo es mucho menos simple de lo que quisiera el Homo sapiens creer, siendo en realidad todo lo contrario, como ya hemos advertido. Nuestro egocentrismo, codicia y voracidad me hacen pensar que más bien deberíamos llamarnos Homo rapiñas, porque de sapiens la verdad es que llevamos toda la humanidad demostrándonos que tenemos muy poco, por no decir nada, mientras que de rapiñar nuestro planeta sí que hemos evidenciado sobradas cualidades como para habernos ganado a pulso tan triste etiqueta. Nuestras aptitudes para destruir la vida son incuestionables, nadie las puede poner en duda. Pero, como decíamos, en la naturaleza las cosas son mucho más complejas dado que todos sus actores están íntimamente interrelacionados, afectando al conjunto del ecosistema lo que le pueda suceder a especies concretas. Por ello matar zorros tiene un precio. Matar lobos también. Y cormoranes, y gaviotas, y córvidos, y cualquier otro animal; y arrasar con la vegetación de las cunetas y las lindes; y cortar árboles viejos; y cultivar a base de plaguicidas, herbicidas, pesticidas y demás "icidas" del mercado; y gestionar la naturaleza pensando únicamente en el rédito económico que le podemos extraer; y arrasar nuestros ecosistemas fluviales introduciendo especies, estas sí, exóticas de verdad; y gestionar un enorme número de especies mediante la caza; y sondear y esquilmar los acuíferos como si no hubiera un mañana; y dar patente de corso a las energéticas para que arruinen ecosistemas valiosísimos invocando una sostenibilidad energética, falaz desde el momento en el que las industrias eólica o fotovoltaica se vuelven destructivas; etc., etc. y etc. Todas estas actuaciones y otras muchísimas más tienen un precio ambiental que ya estamos pagando como especie, y que, sin duda, heredarán nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos.


¿Pero cómo hemos llegado a esta situación?, pues no lo sé muy bien, quizá porque somos una especie con una fuerte vocación egoísta. O quizá nuestro cerebro tan escasamente sapiens sea, muy por el contrario, tan infantil y elemental que toda nuestra convivencia con la naturaleza se va a caracterizar -ayer, hoy y mañana- por la misma simpleza que venimos arrastrando desde que nos sedentarizamos con la agricultura y la ganadería, hace ahora 12.000 años. Fue entonces cuando el sistema operativo Homo sapiens 2.0 involucionó al simplón y necio Homo rapiñas 1.0, y ahora, ante cualquier fricción con el resto de seres vivos con los que compartimos planeta, Homo rapiñas se enfurruña, patalea y se nos pone de morros: 

- ¡Ale, ya no te ajunto, y te vas a enterar de lo que soy capaz!

Y nos enteramos, sí, ¡vaya que si nos enteramos!. Mata lobos, mata osos, mata rapaces, mata herbívoros, mata roedores, mata córvidos, mata insectos, mata peces, si las riberas de los ríos tienen vegetación es que están tan "sucios", como los montes llenos de "maleza", y los campos de cultivo de "malas hierbas". Y yo me pregunto: ¿cómo es posible que un cerebro tan grande como el que tiene Homo rapiñas pueda estar tan desconectado de la madre naturaleza que lo parió?

No lo entiendo. No lo entenderé nunca. 


Estas elucubraciones vienen a mi mente tras leer un artículo de opinión con el que me identifico, y que deseo por ello compartir con todos vosotros; con los pocos "todos vosotros" que perdéis de vez en cuando el tiempo en leer estas parrafadas, tipo "carca" o "siglo pasado". El artículo se titula El oso y el mentiroso, y está publicado el 29 de julio pasado en la sección El Altavoz de la pestaña de Opinión del periódico digital AraInfo, Diario libre d'Aragón. Lo firma la asociación Lobo Aragón, que tiene otros cuantos artículos en los que analiza la situación actual de lobos y osos, y que recomiendo leer también, muy especialmente el titulado La mentira y el lobo. En El oso y el mentiroso se hace una radiografía descarnada de la realidad que se vive hoy en día en el campo español y que tantas veces sale a colación en este modesto blog en relación con las patrañas que circulan en el medio rural y cinegético respecto de nuestra relación con la fauna, en especial con la figura del lobo ibérico. En el audaz diagnóstico que en esta columna de opinión hace el redactor del artículo nos habla del oso en los Pirineos como víctima propiciatoria que no se puede defender de esos espabilados que quieren arrimar las ascuas de los demás a su sardina. En el Pirineo un puñado de ganaderos vociferan contra el oso con los mismos eslóganes panfletarios que en otras partes del país otros colegas berrean contra el lobo.

Y es que el debate no debe ser confrontar ganadería o agricultura frente a fauna o medio ambiente, porque si quisiéramos hacerlo así y fuéramos responsables, honestos y consecuentes cualquier actividad privada lucrativa se supeditaría al interés general de la sociedad por conservar en buen estado (es decir, completo, con todos sus actores, por molestos que puedan ser) ese patrimonio natural que es público y del que la vida humana en el planeta tanto depende. Cuando defendemos la naturaleza y a algunas de sus especies -sean lobos, zorros, osos, cormoranes, abejarucos, o las que sean- no lo hacemos nunca por encima de los intereses de la gente del campo, sino en pos de un beneficio general que nos afecta positivamente a toda la humanidad, incluyendo a todos esos ganaduros y ganaeuros que solo piensan en sí mismos, y que despotrican contra los conservacionistas y nuestra visión general del problema. Mientras ellos se miran su ombligo nosotros luchamos por la salud del planeta. Mientras ellos pretenden aniquilar lo que les estorba nosotros defendemos un patrimonio natural común y valioso. Si no dinamitamos catedrales, no matemos tampoco animales. Parece muy inculto y bruto no comprender que ambos son patrimonio de todos los españoles, las catedrales forman parte de nuestro patrimonio cultural y la biodiversidad y su conservación lo son de nuestro patrimonio natural. Cuando un delincuente mata a un lobo o a un oso lo que está haciendo es destruir algo que es mío y del resto de ciudadanos, privándonos de ellos y menoscabando la biodiversidad de la que dependemos. Tras haber sufrido los horrores de una pandemia planetaria ayer mismo, parece mentira que sigamos maltratando el planeta como lo hacemos.


Y es que debe ser el hombre el que se adapte a la naturaleza y no al revés, a ver si todos los que se ganan la vida en el campo extrayendo de él los recursos naturales con los que el hombre sobrevive se enteran de una vez. Su negocio tiene que ser sostenible si queremos sobrevivir como especie en un planeta que estamos esquilmando, y para eso tiene que convivir con la biodiversidad del lugar y conservarla. No hay otra salida para nosotros y nuestra supervivencia, y si queremos salvar la playa cada grano de arena cuenta.


Estos ganaeuros y ganaduros que reclaman matar osos y exterminar lobos a la vez que exigen cobrar las subvenciones a fondo perdido de la PAC olvidándose de que son las ascuas de todos y que se entregan a cambio de conservar la sostenibilidad ambiental en sus explotaciones y mantener la biodiversidad del entorno (leer el segundo link titulado La mentira y el lobo que os he enlazado más arriba), desprestigian al sector y deshonran a los verdaderos ganaderos que mantienen sus negocios conviviendo sin problemas con grandes y medianos carnívoros. Basta de populismos baratos y falsos del tipo de "Con lobos la ganadería extensiva está abocada a la extinción", o "hay que escoger entre lobos o ganaderos", u otros similares. Estas disyuntivas falsas y manipuladoras se llevan planteando desde hace décadas sin que se cumplan nunca, porque no son más que eslóganes mezquinos que repiten machaconamente algunos personajes que viven en la ciencia ficción. Eslóganes miserables que muchos verdaderos profesionales del sector se encargan de desmentir en su día a día, trabajando y cuidando de su ganado sin aspavientos, atendiendo su negocio con seriedad y responsabilidad, en silencio, verdaderos héroes en un mar de ganaeuros.


Porque no se trata de escoger entre lobos o ganaderos, señores, sino entre la conservación del planeta o su ruina, entre convivir o exterminar, entre pensar o vengar, o en último extremo entre ganaderos de verdad o sacacuartos, entre ganaderos de verdad o cazasubvenciones, entre el bien superior del interés general o el particular de unos pocos malos profesionales, entre la razón o los ganaduros, entre ciencia o Homo rapiñas.

En definitiva, hay que escoger entre la verdad y la mentira, entre la ciencia y la manipulación populista.

30 de julio de 2024

La Junta de Castilla y León hizo las cosas muy mal

Y el resto de administraciones regionales también. Y lo sabían. 

En un comunicado de prensa fechado ayer 29 de julio, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea sentencia que el lobo no puede ser cazado en una región mientras el estado de conservación de la especie no sea favorable a nivel estatal, e incluso transfronterizo o a nivel de región biogeográfica. 


La sentencia supone un nuevo tirón de orejas a estas administraciones lobicidas que tenemos la desgracia de aguantar en este santo país, y les deja claro a todas ellas que no se puede gestionar mediante la caza esta especie o cualquier otra mientras tengan un estado de conservación desfavorable, en cuyo caso esta actividad cinegética solo puede ser restringida o incluso prohibida. El comunicado de prensa que emite el TJUE no tiene desperdicio y resume muy bien lo ocurrido en Castilla y León. Su título ya lo dice todo: El lobo no puede ser declarado especie cazable en el ámbito regional cuando su estado de conservación a nivel nacional es desfavorable

La nota de prensa recuerda que la Junta de Castilla y León declaró al lobo en virtud de una ley regional como especie cazable al norte del río Duero, aprobando en base a ello los execrables Planes de Aprovechamientos Comarcales del Lobo en las temporadas cinegéticas de 2019 a 2022 para eliminar 339 ejemplares, y que fue recurrido en contencioso-administrativo por ASCEL. El Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León -que sorprendentemente no prohibió la aplicación de los Planes de Aprovechamientos Comarcales del Lobo como medida cautelar- preguntó al TJUE sobre la compatibilidad de dichos planes con la Directiva Hábitats, habida cuenta de que el Estado español había remitido un informe a la Comisión Europea en 2019 -con información recabada entre 2013 y 2018- que señalaba que el estado de conservación de la especie era "desfavorable-inadecuado" en las tres regiones biogeográficas que el lobo ocupa en la península ibérica, a saber: Mediterránea, Atlántica y Alpina, dos de ellas pertenecientes a la citada Comunidad Autónoma. Finalmente el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha sentenciado que la ley regional es contraria a la Directiva Hábitats, como no podía ser de otra manera.


Punto. No se puede flirtear la legalidad comunitaria a cambio de un puñado de votos rurales, que es al fin y al cabo el verdadero interés que mueve a estas administraciones regionales cuando dicen amparar al ganadero, algo que desde luego no hacen, y menos aún con estas medidas cosméticas que desprenden un tufo populista repelente, de carácter meramente partidista y político, en vez de atajar los verdaderos problemas estructurales que vive el campo en un mundo globalizado: desmantelamiento de la sanidad en el medio rural, una educación de segunda, una enorme brecha digital, penosas comunicaciones y transporte, ausencia de servicios bancarios, competencia desleal con productos de fuera del UE, márgenes de beneficios cada día más exiguos y ridículos, una exagerada carga burocrática, etc., etc., etc., lo que en su conjunto está provocando el despoblamiento rural, la desafección de las generaciones jóvenes y la falta de relevo generacional. Usemos la cabeza, pues, no es el lobo el que cierra ganaderías, es el abandono administrativo al que se ven abocados nuestros pueblos.

Si las administraciones matan lobos están del otro lado de la Ley y del interés general de los españoles, porque el propio TJUE recuerda que "La Directiva sobre los hábitats se adoptó con el fin de alcanzar un objetivo esencial, de interés general, perseguido por la Unión: la conservación, la protección y la mejora de la calidad del medio ambiente, contribuyendo a garantizar la biodiversidad mediante la conservación de los hábitats naturales y de la fauna y flora silvestres". Perseguir este objetivo sí sería gobernar para el interés general del conjunto de la ciudadanía, y sería hacerlo por encima del interés privativo y particular de un sector económico concreto que, insisto, no tiene ninguna razón al centrar en el lobo su ira, ya que este animal es el menor de sus problemas , cuando no un verdadero aliado, por mucho que se empeñen en llorar exagerando en ocasiones su responsabilidad, muchas veces incluso inventándosela, y siempre exigiendo su exterminio. Sigue habiendo demasiada testosterona en el campo, que en general parece que solo sabe relacionarse con la fauna y la flora eliminando todo lo que le estorba, aunque luego exija cobrar las subvenciones europeas que incluyen condicionantes de sostenibilidad ambiental y de conservación de la biodiversidad.

El Medievo lo dejamos atrás hace mucho tiempo, señores, aunque a algunos nostálgicos de la fuerza bruta le cueste aún reconocerlo; los tiempos cambian, y no, por mucho que para algunos sea su libro de cabecera, el cuento de Caperucita Roja, el lobo y el héroe cazador ya no se lo cree nadie. 


Hay varias frases muy significativas en la nota de prensa que remite el TJUE que deseo transcribir, incluso con el propio resaltado en negrita que ellos mismos hacen:

"En efecto, el lobo no puede ser declarado como especie cazable en una parte del territorio de un Estado miembro cuando su estado de conservación a nivel nacional es desfavorable. ... / ... 

De este modo, cuando dichas medidas (se refiere a las posibles medidas de gestión) incluyen normas relativas a la caza, están destinadas a restringirla, y no a ampliarla. Por consiguiente, si es necesario, la caza puede incluso prohibirse. ... / ...

Por otra parte, una decisión que autorice la caza de una especie debe estar justificada y basarse en los datos relativos a la vigilancia de conservación de dicha especie. ... / ... Pues bien, la Comunidad de Castilla y León no tuvo en cuenta al elaborar el plan controvertido, el informe de 2019, según el cual el lobo se encontraba en un estado de conservación desfavorable en España. ... / ...

En cualquier caso, las evaluaciones del estado de conservación de una especie y de la conveniencia de adoptar medidas de gestión deben efectuarse teniendo en cuenta el informe elaborado por los Estados miembros cada seis años en virtud de la Directiva, así como los datos científicos más recientes ... / ... Estas evaluaciones deben llevarse a cabo no solo a nivel local, sino también a nivel de la región biogeográfoica, o incluso a nivel transfronterizo. ... / ...

Pues sí, señores, tanto la prensa nacional como la regionallocal, además de varios noticiarios televisivos nacionales, ya se han hecho eco del nuevo varapalo judicial que ha recibido la administración regional gracias a su negligente gestión ambiental en nuestro territorio. Y además hay que decirlo muy alto y claro: ¡esto sucede una vez más!, porque van ya tantas sentencias contrarias a la administración castellano-leonesa en materia ambiental que se vuelve bochornoso e indecente que su Consejero siga aferrado a su asiento con uñas y dientes. DIMITE de una vez por todas, Juan Carlos Suárez-Quiñones, por el bien de nuestro territorio. Y sinceramente lo digo como lo creo: este señor está siendo el Consejero de Medio Ambiente más nefasto que ha tenido nunca esta comunidad; pero claro, ¿qué se puede esperar de un sujeto que en su momento culpó al ecologismo de parte de la responsabilidad de los gravísismos incendios de La Culebra ocurridos hace dos veranos, cuando él se negó -en contra del criterio de los profesionales- a adelantar la campaña de incendios en un comienzo de temporada con temperaturas ya extremas porque le parecía un gasto innecesario, agravando exponencialmente las consecuencias una vez iniciados los incendios? Las redes sociales, las televisiones nacionales y la prensa echaron humo:




Pero él sigué ahí, grapado a su sillón.

Y yo sigo diciéndote DIMITE. Y, además, ahora también por mentir a los ciudadanos: ¿cómo puedes tener la desfachatez de seguir negando la mayor, a raíz de esta sentencia del tribunal europeo, declarando ante los medios de comunicación que cuando tú aprobaste aquella ley regional que lo declaraba especie cazable y los subsiguientes aberrantes Planes de Aprovechamientos Comarcales del Lobo la especie se encontraba en situación de conservación favorable, si nunca ha estado en el último siglo en esa situación y hasta en la misma nota de prensa el citado tribunal deja escrito negro sobre blanco precisamente que el Estado español había remitido un informe en 2019 en el que dejaba meridianamente claro que su estado de conservación era, muy por el contrario, "desfavorable-inadecuado", como ya hemos transcrito en los primeros párrafos, y como los propios periodistas pueden leer por sí mismos en el comunicado de prensa emitido por el propio tribunal? Mientes a la opinión pública, y lo sabes. Pero te da igual.

Tu caradura, Suárez-Quiñones de mis pesadillas, solo es tan grande como tu desastrosa gestión del medioambiente castellano-leonés. DIMITE, por mentiroso o por inepto, pero DIMITE.