Me acerco como cada año a mis rincones preferidos, al encuentro con los pájaros que nos rodean, esos que por cotidianos pasan desapercibidos. Los olvidados de muchos fotógrafos. Si en la entrada anterior fueron nuestras cotidianas perdices rojas, la "patiroja" que llaman los cazadores, hoy son las cogujadas comunes (Galerida cristata) las que reclaman mi atención. Modestas, pero de canto estridente que llega a envolver nuestros campos como una banda sonora de fondo. Curiosas, con su cresta enhiesta. Cercanas, cuando las vemos por nuestras carreteras y en nuestros pueblos y ciudades, correteando delante nuestro. Ellas posan para mí con amabilidad una primavera más, y se lo agradezco. Desde el interior del hide las veo picoteando el suelo en busca de algún insecto y de pequeñas semillas, entre los tomillares del erial. Solo de vez en cuando se posan sobre alguno de los posaderos y debo andar vivo para no perder mi oportunidad. Encuadro, enfoco el ojo y disparo una corta ráfaga cuando la luz directa del sol lo hace brillar. Si tiene a bien cantar, busco el pico abierto, mientras mantengo ese ojito marrón y su brillo enfocados. Una nueva ráfaga sale desde el interior del escondite de tela. Se "centrifuga" y disparo otra ráfaga más. Ella ni se inmuta. Sigue durante unos segundos a lo suyo, pendiente de otras cogujadas y de cuanto le rodea. Poco tiempo después se va.
Yo, me quedo de nuevo esperando la siguiente oportunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario