Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

30 de agosto de 2012

Gorges d'Holzarte

Dejamos atrás el pueblo de Larrau y aparcamos. Llueve, como no podía ser de otra manera en la vertiente norte de Los Pirineos, húmeda y exuberante. El camino, a ratos embarrado y resbaladizo, asciende entre raíces de hayas, paredes cortadas a pico y el rugir del agua bajo nuestros pasos. Las marcas del GR nos recuerdan que, aunque estamos en uno de los rincones más abruptos de la cordillera, es un lugar concurrido, señalizado, domesticado. En algo menos de una hora llegamos a la Pasarela de Holzarte. En lo alto, un halcón peregrino regatea la niebla deshilachada y reclama sin parar. Nos asomamos por el puente colgante y las paredes del cañón parecen tocarse, 180 metros bajo nuestros pies.

Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 mm / 2.8 L USM. Trípode Manfrotto 190 Pro y rótula de bola Gitzo G1278M.
En Manual, a f/11 - 1,3 sg. 100 ISO

Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 mm / 2.8 L USM. Trípode Manfrotto 190 Pro y rótula de bola Gitzo G1278M.
En Manual, a f/8 - 1/13 sg. 100 ISO

Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 mm / 2.8 L USM. Trípode Manfrotto 190 Pro y rótula de bola Gitzo G1278M.
En Manual, a f/11 - 0,8 sg. 100 ISO


Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 mm / 2.8 L USM. Trípode Manfrotto 190 Pro y rótula de bola Gitzo G1278M.
En Manual, a f/8 - 1/15 sg. 100 ISO

Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 mm / 2.8 L USM. A pulso. En Manual, a f/5.6 - 1/60 sg. 400 ISO

Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 mm / 2.8 L USM. Trípode Manfrotto 190 Pro y rótula de bola Gitzo G1278M.
En Manual, a f/5,6 - 1/60 sg. 100 ISO



Canon EOS 7D. Objetivo EF 24-70 mm / 2.8 L USM. Trípode Manfrotto 190 Pro y rótula de bola Gitzo G1278M.
En Manual, a f/8 - 1,3 sg. 100 ISO

27 de agosto de 2012

El mundo se mueve a mi alrededor

Veo, miro y observo mi entorno. El mundo muda de piel, se transforma, cambia de aspecto y se renueva. Busco y experimento. Indago. Persigo reflejar esa convulsión. Me muevo al tiempo que disparo. Curioseo, en definitiva. Cada disparo es una pregunta y a la vez una respuesta. Insisto hasta que una imagen me cuenta algo, hasta que reconozco en el respaldo luminoso de mi cámara el mundo que nos rodea.









21 de agosto de 2012

Buda

Quedo hipnotizado por su mirada. La contemplo durante una eternidad y pienso en todo lo que nos perdemos en nuestra próspera, moderna y desarrollada sociedad tecnológica, con sus agobios, urgencias y desesperanzas. Pienso en lo superficial de muchas de las necesidades cotidianas de esta existencia civilizada y me entristece comprobar lo sumergido que yo mismo me encuentro en su estrés y sus prisas.

Miro sus ojos y me curan. Son ojos que me transmiten serenidad y paz. Un bálsamo para mi espíritu.

16 de agosto de 2012

Mi montaña de papel

Recojo la caja verde de fibras vegetales que en la parte inferior de una estantería resguarda de la luz viejas fotografías. Son fotos que a lo largo de los años fuimos positivando a papel, unas veces desde viejos negativos en color y otras a partir de diapositivas que ahora se almacenan dormidas en decenas de carpetas, clasificadas con colores y números. Muchas de esas fotografías nos miraron durante años desde un tablón de anuncios que cubría parte de una pared, allí en la habitación "de los zaleos", frente al armario donde se acumula el material de montaña. Fotos que desde aquel corcho blando nos miraban, pinchadas con chinchetas de colores rojo y negro. Son nuestros retratos de hace años, y los de algunos amigos que a lo largo del camino nos regalaron su amistad y sus pasos al lado de los nuestros. Unas veces por sendas y vericuetos. Otras por pedreros y neveros, corredores de nieve, aristas y resaltes.

Con las fotos, estropeadas por el paso implacable del tiempo, hago una montaña formada por estratos de colores, llenos de montañas y viajes. Montañas de papel.

Hago una montaña con algunas de mis montañas. Las miro y me inspiran.

Las observo a través del macro y me piden que las fotografíe buscando desenfoques. Y lo hago a través de la inclinación. Me olvido de la perpendicular, máxima en cualquier buena reproducción, y las fotografío sesgadas. Me claman que las deforme y juegue con ellas. Me enseñan el grano y me gusta. Igual que me gusta su rotunda falta de nitidez. Disfruto con sus líneas deformadas, toscas, sin pureza, con sus motas de suciedad adherida, con sus rascaduras y rayones. Con esa fibra que durante el positivado permaneció en el negativo y se transmitió irremisiblemente a la copia en papel. Miro la mirada de los retratos, la busco bajo opacas gafas de montaña, y me recuerda a esas imágenes de periódicos o programas de televisión en los que amplían malas fotos de un espía, de un fugitivo, de un personaje, de alguien misterioso. Intento escrutar lo que el dueño de aquella mirada pensaba y sentía en aquel preciso instante.

Una a una van pasando por mi cámara, instalada sobre un minúsculo trípode. Juego con la montaña de papel y me divierto con cada foto.

Las fotografío y las vuelvo a mirar, mientras me susurran lejanas historias de viajes y montañas.





















12 de agosto de 2012

Compañeras de ascensiones y descansos

Llegamos a la cima de una torre en Picos de Europa. Nos sentamos fatigados sobre su áspera caliza y descargamos las mochilas para liberar durante un ansiado respiro nuestras espaldas, y ellas ya están allí. Envidio sus equilibrios y sus quiebros. ¡Quién pudiera sentir el vendaval en la cara y regatear su violencia!. Son las chovas piquigualdas (Pyrrhocorax graculus), esas modestas aves del color de la noche, con llamativos picos amarillos como la flor del tojo. Nos rodean y nos observan cuando paramos. Compañeras de ascensiones y descansos, se posan a nuestro lado y esperan a que nos marchemos de sus dominios, para revolotear sobre las migajas que podamos dejar entre las piedras de sus cumbres.




6 de agosto de 2012

Montañismo infantil: Picos de Europa

Cuando veo las fotos de mis hijos compruebo cómo corren las manecillas del reloj.

Desde aquella primera excursión para la guía de Picos de Europa en la que el más pequeño de ellos subió a la cumbre de la Padiorna con sus cinco añitos, hasta la última cima de este largo verano en Pirineos, ha pasado mucho tiempo y se han sumado muchos metros de desnivel en nuestras piernas, peso en nuestras maltrechas espaldas y recuerdos en nuestros corazones. Montaña a montaña, y marcha tras marcha, vamos haciendo camino y poniendo cara a la geografía de numerosos rincones. Hasta que el cuerpo aguante.

Picos de Europa con Niños supuso redescubrir este maravilloso lugar al ritmo de los pequeños de la casa, más pausado pero no menos intenso, buscando lo que a veces el montañero pasa por alto camino de las cimas o las paredes verticales. El trabajo nos permitió sentirnos parte de estas montañas y verlas más cercanas y familiares, algo que ya no podremos olvidar y por lo que estaremos siempre en deuda.

Estas que veis ahora son solo unas cuantas ventanas al recuerdo.