Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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25 de abril de 2021

Siempre Gredos, II

Para muchos asiduos de esta sierra, Gredos y Béjar es solamente montaña, un lugar donde desarrollar algunas actividades deportivas, como la escalada, el montañismo, el senderismo o el esquí de travesía. Un lugar extenso al que regresar cada fin de semana para crecer como deportista en alguna o en todas esas disciplinas deportivas. Durante un tiempo yo también pude parecer uno más de aquellos locos fanáticos que salían a la sierra a vivaquear cada viernes o sábado, en invierno y en verano, y que regresaba a la ciudad el domingo con las pilas cargadas tras dos o tres jornadas intensas en la nieve o en la roca. 





Aquellas viejas, viejísimas diapositivas, descoloridas y llenas de grano, penosamente faltas de definición, son ahora recuerdos preciados e imborrables de aquellos años frenéticos y radicales. A diferencia de todos mis compañeros, para mí "La Montaña", con mayúsculas, no fue solo el terreno de juego donde realizar aquellas actividades con las que necesitábamos doparnos cada semana, era mucho más. A ella había llegado para observar las criaturas salvajes que vivían en las alturas, sus ecosistemas y el conjunto del entorno. Y me quedé.

Me quedé enganchado a ella sin ya poderme bajar. Ahora observaba en ella, in situ, las huellas geológicas que delataban el glaciarismo que dieron forma a estas sierras, su vegetación, su clima y, ¡cómo no!, la fauna que ella habitaba, sus rebecos, su cabras, sus aves rupícuolas, sus reptiles, ... Desde el principio para mí la montaña siempre fue un compendio de valores que iba infinitamente mucho más allá de la mera actividad deportiva o física. Vi vida.





Así pues, el Gredos donde yo crecí siempre fue -y será- mucho más que las actividades que pudiera desarrollar en sus laderas, valles o cumbres. Siempre fue y será mucho más que la casa libre donde me formé como montañero y quiero pensar que como alpinista. Siempre fue y será, simple y sencillamente, naturaleza en estado puro, y una desbordante vida salvaje por descubrir. Es, en sí misma, plenitud para todo aquel que desee recorrerla igual que se recorren las páginas de un libro: aprendiendo, sin olvidarse de ninguna faceta. Y más aún desde una mentalidad naturalística, como gentes de un nuevo renacimiento. Todas las montañas, y también Gredos, son mucho más que bosques, roquedos, hondas gargantas o mares de piornos hasta donde abarca la vista. Tras años disfrutando de su vida salvaje mientras pateaba los lugares más emblemáticos del macizo, gateaba por sus paredes de granito o escalaba por algunos de sus corredores más clásicos, un chip cambió en mi cabeza y cobró, de nuevo, más importancia el conocimiento de la vida íntima y salvaje del lugar que mi propio paso por él.

Volví a mis orígenes.

Gredos infinito. Pura vida.






Conocer Gredos no es recorrer y visitar sus principales lagunas o circos, que también, hay que conocerlo todo, claro. Conocer Gredos es mucho más que eso, es caminar por todos esos senderos que nunca antes habíamos pisado porque no van a ningún sitio emblemático. Sendas que transitan a media ladera, por lugares olvidados y perdidos. Que unen vallejadas sin importancia, minúsculos reductos glaciares alejados de todo, praderías a las que solo se acercan las vacas, descolgadas a media altura. Es descender por cuerdas que siempre pillan a "desmano" de todos los lugares, o ascender por esa ladera cubierta de piornales infinitos que pareciera no tener ningún acceso.

Conocer Gredos no es traerte para casa fotos de las principales cumbres, ni siquiera de las más difíciles. Es llegar a donde solo llega el ganado en verano, y el vaquero cuando toca recogerlas al llegar el mal tiempo. Es abrir las portezuelas de madera de las decenas de cabañas que se encuentran repartidas por el monte, muchas de ellas parecieran perdidas. Es caminar por caminar. Es improvisar en el momento. Es decidir el camino a seguir según nuestra curiosidad nos empuja, aquí y ahora. Es deambular sin rumbo fijo, investigando líneas de hitos que te sumergen en mares verdes de vegetación que parecieran no poderse atravesar, o en laderas desconocidas en mitad de ninguna parte.






Gredos es el cambio de estaciones que te hace vivir montañas distintas en invierno con nieve o el resto del año sin ella. Un lugar deja de ser el mismo lugar.




Pero es también y sobre todo una pletórica vida salvaje que bulle por doquier. A muchas de estas criaturas, generalmente a las de pluma, las podremos ver con facilidad, volando entre las ramas de árboles o arbustos, o sobre nuestras cabezas. Aves pequeñas y grandes que nos llamarán la atención y nos será más o menos sencillo poderlas identificar.

Pero hay otros habitantes de la montaña que se ocultan y a los que habrá que descubrir aprendiendo a leer en el suelo. Estos otros seres no se suelen dejar ver, pero, a cambio, nos dejan pistas para que sepamos de su existencia y sigamos sus andanzas. Como en un libro, el suelo que pisamos se transforma como por arte de magia en una hoja de papel escrito en la que podemos interpretar las firmas de multitud de animales que viven y mueren en la montaña. Por ejemplo, esos pequeños micromamíferos que a saltitos o caminando van dejando sus pequeños rastros; musarañas, ratones y lirones.



O esas perdices que dejan sus pisadas en la nieve mientras "apeonan" y que, de repente, desaparece el rastro porque han levantado el vuelo. O incluso cuando en su rápido aleteo rozan la superficie de una roca dejando la impresión de sus plumas en la nieve que la cubre.


O esos ungulados que pasan desapercibidos durante el día y que, exceptuando la cabra montés cuya excepción confirma la norma de no dejarse ver, deambulan por la sierra generalmente de noche. Son numerosos los peligros que los acechan y es mejor pasar desapercibidos.









Y cómo no, los depredadores, que infunden temor en la fauna sobre la que depredan y la obligan a moverse con sigilo en un juego del gato y el ratón, ancestral e inacabable; depredadores tan imprescindibles para mantener el ecosistema equilibrado como perseguidos y odiados por el hombre inculto (o simplemente egoísta) que nunca entenderá (o le dará igual) que su función es simplemente vital en la naturaleza. Desde la más pequeña comadreja hasta el superdepredador por excelencia de nuestra geografía, el lobo, pueden dejarnos sus marcas para que sepamos de su existencia. Felinos, mustélidos, vivérridos y cánidos campan por Gredos más o menos a sus anchas, escondiéndose no solo de sus presas para poderlas dar caza, sino también de nosotros. No siempre será sencillo identificarlos, a veces incluso nos confundirán los perros y gatos domésticos que también deambulan libres por el monte, pero con paciencia y atención acabaremos descubriendo muchos secretos de la vida salvaje de estas montañas.











El regreso del lobo al Sistema Central no puede más que alegrarnos. Esperamos que su control sobre el exceso de cabras monteses evite que se alcancen en Gredos los problemas que ha provocado su sobrepoblación en Guadarrama, por ejemplo. El control de epizootías que puedan afectar al ganado doméstico solo es posible con poblaciones saludables de herbívoros silvestres, y esto a su vez solo es posible si un animal controla esas poblaciones. Y ese animal solo puede ser uno, el lobo. Pretender que el hombre pueda alguna vez sustituir los servicios ecosistémicos que proporcionan los depredadores mediante la caza es, sencillamente, de una prepotencia e ignorancia infinita.

La sierra de Gredos hoy en día está un poco más completa con el regreso a sus gargantas del gran depredador, aunque se antoja ya imposible que el ecosistema gredense recupere todo el esplendor del pasado, dado que una pieza fundamental del ecosistema no parece que, hoy por hoy, pueda volver a medrar en sus ladras: el oso. La vieja mano del último oso cazado en Gredos hace más de cuatro siglos, que permanece clavada en la puerta de la iglesia de Navacepeda de Tormes, seguirá siendo un mudo recuerdo de la inconsciencia del hombre y de la nefasta influencia que tiene sobre la naturaleza.

Aún así, la vida salvaje bulle en estas montañas, y caminar por ellas mirando atento al suelo, a sus laderas y al cielo no puede entenderse más que como un ejercicio de aprendizaje y de humildad ante las grandes montañas.

18 de marzo de 2020

COVID-19 y la caza en CyL. La Junta va por libre.


Cuando medio mundo está con las manos aún en la cabeza sorprendidos de la evolución que la pandemia del COVID-19 está teniendo y de cómo nos está influyendo ya en nuestra vida cotidiana, y cuando el virus se está llevando por delante a demasiada gente en todo el mundo, la Junta de Castilla y León, haciendo gala de su más que demostrada obsesiva defensa de la caza, nos sorprende una vez más (y muchos creíamos que ya nada que emanara de ella nos podría sorprender, después de que subvencionaran unas despreciables jornadas de enseñanza de la caza a los niños de primaria en los colegios de la comunidad) con un comunicado fechado en Valladolid, a 17 de marzo de 2020, y firmado por el nefasto Director General de Patrimonio Natural y Política Forestal, el incalificable José Ángel Arranz Sanz, en el que da permiso a los cazadores para saltarse las prohibiciones expresas impuestas a todos los ciudadanos españoles en el Real Decreto 463/2020 de 14 de marzo aprobado por el Consejo de Ministros de nuestro gobierno.

Según esta Dirección General comandada por Arranz (lo siento, me niego a calificarlo de señor), con el fin de aclarar la situación en la que queda una instrucción de 2018 sobre los controles poblacionales de fauna silvestre cinegética (conejo, jabalí, ciervo y corzo) tras las restricciones impuestas por el citado Real Decreto 463/2020, desea aclarar que "... comprendiendo que la protección de las explotaciones agrarias frente a agentes nocivos es parte de la actividad profesional agraria, ..." establece que:

1.- Controles poblacionales sobre especies de caza mayor (jabalí,
     ciervo, corzo):
     .... Por tanto, únicamente se autorizarán las modalidades de aguardo o
     espera. 

2.- Controles poblaciones sobre especies de caza menor (conejo): Se
     autorizarán modalidades practicadas por una sola persona (espera, al
     salto o a rabo) y modalidades de caza colectivas (incluida caza con hurón)
     restringiendo el número máximo de participantes a 4 personas.

Nuestra patética Junta de Castilla y León pretende calificar como necesaria la labor (¿labor?) de los cazadores y darles permiso para realizar su actividad deportiva (¿deportiva?) contradiciendo lo expresado por el Gobierno de España y flirteando, no ya con la Ley, que también, sino con la propia moralidad, el sentido común y la rabia contenida de una sociedad que mayoritariamente odia la caza. Y estoy convencido de no equivocarme al usar esta palabra, sí, la despreciamos mayoritariamente. Y lo hacemos, entre otras muchísimas razones, gracias a hechos tan irresponsables como este, emanados de la prepotencia de una Junta que defiende a ultranza una actividad minoritaria y cada vez más denostada por una sociedad que día a día está, en contraposición a la ceguera de la Junta, más involucrada en la conservación de la naturaleza y preocupada por el bienestar del planeta, una sociedad para la que la diversión mediante el sufrimiento animal no es ni humano, ni civilizado. Y acciones como la que comento no hacen sino aumentar el desapego social frente a ese mundo violento, sangriento y responsable de una enorme pérdida de biodiversidad. A quien dude de los perjuicios de la actividad cinegética y aún se crea ese mantra completamente falso de que es necesaria su práctica para conservar los ecosistemas, que lea con detenimiento el post que apareció en este mismo espacio hace ya tiempo: "Más allá de las cifras".

Pero la Junta ha demostrando una vez más que en materia de medio ambiente gobierna para un puñado reducido de ciudadanos y no para el interés general, busca blanquear una flagrante perversión de sus responsabilidades, permitiendo a los cazadores que salgan a pegar tiros por nuestros campos mientras los demás españoles nos confinamos por responsabilidad u obligación en nuestras casas; y para más mofa a la sociedad, lo hace argumentando que cazar forma "... parte de la actividad profesional agraria..." ¿Pero de qué guindo se ha caído este sujeto? ¿de verdad cazar forma parte de la actividad agraria? Por favor, que este señor se vaya a la cola del paro cuanto antes, no merece dirigir el futuro inmediato de nuestro medio natural. ¡Pero que se vaya YA! Solo así hará un verdadero servicio a la sociedad castellano-leonesa y a nuestro medio ambiente.



NOTA: Cuando ya  han pasado 7 días desde que publiqué la presente entrada y diez del inicio del confinamiento en nuestras casas para luchar contra la expansión del COVID-19, me llegan nuevas noticias de los patéticos dirigentes de nuestras administraciones autonómicas, que se vienen a sumar a la que yo he comentado en este post. Si la Junta de Castilla y León enviaba su nota interna el 17 de marzo y el 18 debía rectificar y retractarse, la Consejería de Desarrollo Rural, Agroganadería y Pesca, del Principado de Asturias (parece una mofa que se vendan públicamente como Paraíso Natural) emitía una nota de prensa el día 21 en la que exponía que "... Sin embargo, se ha habilitado un procedimiento de autorización de aguardos individuales de control de jabalí en el coto de Navia", y al día siguiente, día 22 de marzo, la Secretaría General Técnica de la Consejería de Presidencia, Administraciones Públicas y Justicia de la Xunta de Galicia, publicaba en el Diario Oficial de Galicia una Resolución en la que se contemplaba que "Excepcionalmente, y como medida de control, podrán autorizarse acciones de caza de especies cinegéticas que deberán ser ejecutadas por un solo cazador, ..." En los tres casos ASCEL puso estos hechos en conocimiento de las correspondientes Delegaciones del Gobierno en cada una de las autonomías y ante el Ministerio del Interior por si los hechos fueran constitutivos de delito por incumplimiento del Estado de Alarma, y posteriormente ante el Ministerio de Transición Ecológica. En todos los casos, las administraciones autonómicas hubieron de rectificar. Patético.