Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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6 de febrero de 2013

Como un ritual ancestral

7:28 a.m.
Aún muy de noche, saltamos los cañizos como ladrones de ganado y nos metemos entre las ovejas del rebaño, buscando. Comenzamos a separar los corderos más jóvenes y pequeños, aquellos para los que la jornada que aún no ha comenzado sería demasiado dura. Ellos se quedarán aquí de momento. Junto a ellos, separamos una treintena de ovejas viejas, a las que, a lo largo de la mañana, un camión recogerá para llevarlas directamente al matadero.





8:04 a.m.
El resto del rebaño, compuesto por unas seiscientas cabezas de ganado, está listo para comenzar a caminar cuando clarean las primeras luces del alba. Abrimos el redil y salen disparadas como una marea líquida, fluida; como un río de materia blanda con pezuñas; como una mancha gris que se esparce y desparrama por la vaguada. En la hierba escarchada van quedando los rastros de nuestros pasos por las amplias praderías que ya no volverán a pisar. Esquilas y balidos resuenan a nuestro alrededor y ya no nos abandonarán hasta el final del día. Como una figura informe, el rebaño se mueve cambiando de forma constantemente. Parece un organismo formado por cientos de organismos independientes, más pequeños. Comienzan a pasar los primeros kilómetros al tiempo que el sol se levanta por el horizonte y sus cálidos rayos suavizan la fría mañana.






09:53 a.m.
Paso a paso, nos adentramos por las calles de la ciudad, escoltados por un par de vehículos de la policía municipal, y ante la sorpresa de los caminantes y las sonrisas de la gente. Multitud de miradas nos observan desde ventanas y balcones, enfundadas aún en sus pijamas. Los móviles no paran de sacar fotografías. Entre tanto, las ovejas, extrañadas, buscan un hueco en cada bocacalle, en cada cruce. Se miran en los reflejos de los escaparates y constantemente se paran y dudan. Cinco años sin salir de las mismas praderas hacen que, en esta ocasión, el traslado esté siendo más lento y laborioso. Pero van quedando atrás las calles y los edificios, primero, y después las naves del polígono y las urbanizaciones de la periferia, hasta que finalmente llegamos a nuevos caminos, con rastrojeras y cunetas. El rebaño se tranquiliza al mismo tiempo que el cansancio va haciendo mella en él. Ahora van solas, no hay que bregar con ellas, apenas.








15:35 p.m.
Hacemos el último de los descansos de la jornada. Los corderos han venido caminado todos juntos en la cola del grupo, como si fueran una pandilla de amigotes. Van muy cansados y en cuanto tienen oportunidad se tumban, siendo varios los que acabamos subiendo al vehículo que nos acompaña. Van restándose los kilómetros por delante y sumándose por detrás. Ya son pocas las carreteras que deberemos aún cruzar. El paisaje comienza a cambiar, e intermitentemente empezamos a atravesar maizales recogidos sobre los que se abalanzan las ovejas en buscan de mazorcas abandonadas. El declinar del sol nos indica la proximidad del descanso y las piernas entumecidas nos advierten que quieren parar.






18:39 p.m.
Por fin, llegamos todos sanos y salvos a la nueva ubicación del redil. El ocaso nos regala de nuevo con un horizonte cargado de cálidos colores pastel y rosas, igual que lo hizo al alba. Algunas de las ovejas buscan con ansia a aquellos corderos chiquitillos que separáramos antes del amanecer y que han venido en un vehículo directamente hasta aquí por la mañana. Se reúnen para amamantar y ser amamantados. Los perros pueden ahora descansar tras su duro trabajo, en lo que, sin duda, ha sido una larga sesión en la que no han cejado de correr de un lado a otro del rebaño.

Es ya noche cerrada cuando nosotros abandonamos el lugar. Atrás dejamos una larga y fatigosa jornada, en la que hemos dejado bajo nuestros pies casi treinta kilómetros al ritmo del rebaño, en un ritual ancestral que se repite en nuestros campos desde que el ser humano domesticó al ganado.

Mañana será un nuevo día.






24 de enero de 2013

Picos de Europa entre bambalinas

¿Qué está sucediendo realmente en el Parque Nacional de los Picos de Europa? Hace tan solo dos días nos llegaba la lamentable noticia de que había sido abatido un segundo lobo con collar radiotransmisor, objeto de un estudio científico encargado por la administración de este emblemático espacio protegido, y encaminado a profundizar en su conocimiento y hacer más eficaz la gestión de la especie. Este animal, una hembra de dos años de edad, murió por los disparos de la guardería de la Junta de Castilla y Léon en este mes de enero y en la parte leonesa del parque. El primero, un macho apodado Marley, fue eliminado en el verano de 2012 por los mismos gestores del Parque Nacional que le habían colocado el collar, en lo que ya son, sin lugar a dudas, rutinarios controles de la especie dentro del mismo.

¿Cómo se gestiona la naturaleza en esta España de flauta y tamboril? ¿Qué se está haciendo mal para que en un espacio natural que se protege precisamente para salvaguardar sus valores medioambientales, se persiga implacablemente a una especie clave en el ecosistema? No se me puede olvidar el suceso de 2004 cuando un biólogo del Parque Nacional mató, a golpes en la cabeza, una camada completa de siete lobeznos de escasos días de edad. Pero sin ir tan lejos, hace unos meses se firmó la sentencia de muerte para seis ejemplares de la especie. Dos de los ya abatidos son los que llevaban collar emisor.

Se me ocurren varias reflexiones sobre las que cada uno puede informarse y opinar.

La primera es que alguien debería hacerse responsable de la malversación económica que representa llevar a cabo un costosísimo proyecto de investigación (que suma, solamente en 2010 y 2011, la nada desdeñable cifra de 503.631,96 €) con dinero público y luego mata los ejemplares objeto de estudio. Pero no debería bastar con la, a mi juicio, imprescindible y fulminante dimisión del director del parque como máximo y directo responsable de lo sucedido, sino con su patrimonio personal hasta compensar todo el dinero público despilfarrado.

En segundo lugar, me pregunto hasta qué punto es lícito llevar un "control tan descontrolado" contra una especie dentro de un Parque Nacional. Y digo "descontrolado" porque si se tirotean ejemplares radiomarcados es porque se dispara a lo primero que pasa. Eso no se puede llamar "control selectivo", ¿verdad?, sino eliminación sistemática. Cierto es que el conflicto con la ganadería está servido desde que el hombre domesticó los primeros ungulados, lo que entronca con la siguiente cuestión.



Y esta cuestión nos lleva a evaluar si las pérdidas económicas que este cánido provoca en la ganadería, son realmente proporcionales con el conflicto que genera y con la persecución de que es objeto. Cualquiera que tenga las cifras encima de la mesa verá que no. El escaso montante económico que supondría una generosa y eficaz indemnización de las pérdidas causadas, son perfectamente asumibles por una administración en la que debe primar la conservación de la biodiversidad como un valor irrenunciable en una sociedad que se llama así misma civilizada y moderna. Estas pérdidas son en realidad muy inferiores a las causadas por algunos herbívoros salvajes que, por el contrario, sorprendentemente no sólo no provocan igual conflicto social, sino que incluso son "cebados" en los cotos. Pensemos que los verdaderos problemas de la ganadería son estructurales, derivados de la economía global que impera en el mercado y a la que ha de adaptarse. No es, ni será nunca el lobo el que acabe con el sector, como demagógicamente desde algunos sectores profesionales se asegura, calentando el conflicto para obtener réditos de dudosa moralidad.



Por el contrario, en esta balanza nunca se valora económicamente lo que la propia presencia del lobo vivo representa para el turismo de naturaleza. Mientras que en otros lugares y sobre todo con otras especies (la invernada de las grullas, la berrea del ciervo, el lince de Sª Morena, el quebrantahuesos de Ordesa, el oso de Asturias,...) el turismo de observación se fomenta desde las instituciones como un reclamo turístico que atrae cada día a un mayor número de amantes de la naturaleza, con el lobo da la impresión de que las administraciones públicas tienen aún el convencimiento de que solo les traerá problemas y que, por lo tanto, el mejor lobo es el lobo muerto, aunque públicamente no lo quieran reconocer. El ejemplo más cercano de los beneficios que acompañan al lobo vivo, lo representa el turismo lobero que se acerca a la Sª de la Culebra a lo largo de todo el año, desde lugares tan dispares como Reino Unido, Francia y, evidentemente, cualquier punto de la geografía peninsular, y que supone una importantísima fuente de ingresos en la zona. Sin embargo, este tipo de "turismo de prismáticos" nunca ha sido comprendido por la administración castellano leonesa, ni la propia guardería de la Reserva Nacional de Caza de la Sierra de La Culebra, que aún parecen ver sólo el dinero que deja el "turismo de escopeta" a través de los cupos de lobo en las subastas de caza.



El cuarto punto en el que se me ocurre reflexionar es el que habla de la ineptitud de la propia gestión de la administración del parque, así como del intento de ocultación de la muerte de ambos lobos radiomarcados. Su opacidad en la transmisión de cualquier información relacionada con la muerte de ejemplares de esta especie, nos hace pensar en todos aquellos ejemplares que son igualmente muertos por disparos de la guardería sin que lleguemos nunca a enterarnos. Sumémosles, además, las muertes por furtivismo. El resultado es un desastre del que da miedo pensar.

Y enlazando con lo anterior, se me vienen a la cabeza las voces que claman sobre el riesgo de eliminar lobos sin control para los propios intereses ganaderos. Son muchos los expertos que aconsejan no desestructurar las manadas, ya que la eliminación de los ejemplares con mayor experiencia, conocedores de los peligros que entraña para ellos atacar al ganado doméstico, puede provocar un aumento de ataques a la cabaña ganadera por parte de ejemplares jóvenes y sin ese bagaje a sus espaldas.

En resumen, más de lo mismo. Más de lo de siempre. Posiciones irreconciliables y una mala gestión de la especie. Menos mal que al lobo, al gran proscrito que decía Félix, le queda su adaptabilidad y una parte de la sociedad que permanece fiel a su lado. Que el aullido de este ser único se oiga para siempre en las frías noches de invierno por los campos y sierras de esta geografía ibérica que fue siempre su hogar.

12 de junio de 2012

Motilando

Ayer os presenté una entrada en este cuaderno en el que centraba mi atención en algo que siempre me ha llamado poderosamente la atención: los ojos de las ovejas y su expresión de temor cuando se las está manipulando, por ejemplo cuando se las esquila con la llegada del calor, lo que por estas tierras se denomina más comúnmente como “motilar”. Quizás esa expresión en sus ojos, que a veces más parece de terror que de simple miedo, se deba a la forma de su pupila horizontal, adaptación de la que la evolución las ha dotado junto con la posición lateral de los ojos -al igual que a otros ungulados, presas de numerosos depredadores- para mantener una buena visión periférica mientras permanecen pastando con la cabeza a ras de suelo.

Si las imágenes de ayer eran en la mayoría de los casos recortes que nos presentaban detalles de sus miradas, las de hoy son todas sin reencuadre, en las que se muestra el trabajo del esquilador de un modo general, la acción tal cual la vemos desde fuera, sin detenernos en el detalle.

Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/9 - 1/50 sg. 200 ISO. Flash.

Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/7.1 - 1/160 sg. 200 ISO. Flash.


 Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/9 - 1/50 sg. 200 ISO. Flash.

Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/7.1 - 1/50 sg. 200 ISO. Flash.



Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/7.1 - 1/50 sg. 200 ISO. Flash.

Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/7.1 - 1/50 sg. 200 ISO. Flash.

 Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/5.6 - 1/40 sg. 200 ISO. Flash.

 Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/9 - 1/40 sg. 320 ISO. Flash.

Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/9 - 1/40 sg. 320 ISO. Flash.

 Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/9 - 1/40 sg. 320 ISO. Flash.


Canon EOS 5D. Objetivo EF 17-40 mm / 4 L USM. Manual, F/9 - 1/40 sg. 320 ISO. Flash.

11 de junio de 2012

Las miradas del miedo

Miro sus ojos y siento su angustia, el pánico a lo que les pueda hacer ese ser que los controla; que los alimenta, los cuida y los mata. Puedo respirar su tensión, su pavor irracional. Si miro al interior de sus extraños ojos horizontales puedo ver cómo es el terror. Son ojos que parecen estar hechos para mostrarlo, capaces sólo de transmitir temor, desesperación y ahogo. No busques en ellos ternura, afecto, inteligencia, comprensión, curiosidad,… busca automatismo, instinto de supervivencia y miedo. El miedo que ayuda a sobrevivir.