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27 de marzo de 2024

¡Pero qué pesados!


¿De verdad no es posible que las administraciones hagan bien su trabajo? ¿No tienen acaso importantes equipos jurídicos que les asesoren de lo que está permitido y lo que no?, para que no acaben despilfarrando, digo, el dinero de los ciudadanos pagando siempre las costas procesales de juicios que están perdidos de antemano. ¿De verdad son tan mediocres nuestros gobernantes como para que una y otra vez tiren nuestro dinero por un sumidero, cargando además de trabajo a un sistema judicial ya de por sí muy saturado, ralentizando con su irresponsabilidad otros procesos judiciales más urgentes? Llamarlos mediocres es quedarse corto.

Dice la RAE del término "Lamentable" que es algo "... digno de llorarse". Pues nuestros políticos y lo que hacen lo son. Son lamentables y muchas más cosas. Por ejemplo, patéticos (penosos, lamentables o ridículos), pésimos (sumamente malos, que no pueden ser peores), detestables (execrables, aborrecibles), cínicos (que actúan con desvergüenza descarada), arrogantes (soberbios), prepotentes (que abusan de su poder), y un largo etc. En fin, que son realmente unos pesados, o, lo que es lo mismo, unos servidores de lo público "insufribles, y difíciles de soportar" según el diccionario, además de unos asquerosos en su acepción de personas "que causan repulsión moral".

Vale, ya me he desfogado, aunque la lista de adjetivos que usaría sería mucho más larga, pero entonces la línea que los diferenciaría del insulto se volvería demasiado fina, y yo prefiero limitarme a "calificar". En un momento de nuestra historia en la que la sociedad española está hasta la mismísima coronilla de nuestros políticos y del modo en el que mancillan lo que debería ser una política generosa y servicial, resulta realmente muy difícil no ser crítico con ellos, y verdaderamente complicado no ser duro con esa casta que se cree superior, por encima del bien y del mal, mirándonos con un cierto desprecio desde lo alto de sus tribunas. Y da igual el nivel al que se haga la política, ya sea de ámbito nacional, autonómico o provincial. "Esos señores de los que usted me habla" tienen un serio problema de desconexión con la sociedad de la que son servidores, lo que está provocando un insoportable hartazgo y una desafección de la sociedad que va a costar muchos años recuperar.


El 22 de marzo podíamos leer en la web de Onda Cero un titular que decía lo siguiente: EL TSJC declara nula la extracción de lobos autorizada por el Gobierno de Cantabria en 2022. Y en el subtítulo previo al desarrollo de la noticia leíamos que Estima el recurso de Ecologistas en Acción al entender que no se ha justificado que no haya alternativas a matar ejemplares. Esta noticia de Onda Cero hace referencia a la sentencia dictada por la Sala Contencioso-Administrativa del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria sobre el único recurso presentado por dicha asociación ecologista contra una de las seis resoluciones del ejecutivo cántabro mediante las cuales pretendía matar 10 ejemplares de lobo en la región. 

Tras leer aquella noticia hace unos días, era evidente que dicho tribunal sentenciaría en la misma línea en el resto de recursos presentados con igual propósito por ASCEL contra las seis resoluciones aprobadas por el gobierno de Cantabria en el verano de 2022, a pesar de que una especie protegida NO SE PUEDE MATAR, "y lo saben", parafraseando a Julio Iglesias. Pues el caso es que, efectivamente, ayer pudimos leer en El diario digital de Cantabria y en ifomo Noticias, entre otros medios, la confirmación de que el TSJC da un nuevo tirón de orejas a estos políticos que gobiernan dicha comunidad como si fuera su cortijo, sentenciando lo mismo en tres de los seis recursos presentados por ASCEL y resueltos ya por el tribunal. Faltan aún las sentencias de los tres juicios restantes, pero ya nadie espera que los juzgados den la razón al gobierno cántabro dado que tanto las resoluciones del ejecutivo como los recursos son idénticos. Alguno me dirá que tendría que estar contento en vez de enfadado, pues al fin y al cabo el tribunal nos ha vuelto a dar la razón una vez más a los que anteponemos la protección del lobo a la sinrazón y falta de argumentaciones de sus perseguidores. Pero lo cierto es que no lo estoy. En absoluto. Todo lo contrario, estoy muy enfadado porque estoy harto de estos políticos a los que pagamos sueldos que no se merecen y que nos provocan una enorme repulsa moral; estoy harto de la pésima gestión de esas administraciones, lo que les hace perder numerosas veces los juicios a los que son llevados por la sociedad civil, que se ve obligada a fiscalizar sus acciones y decisiones constantemente; estoy harto de que seamos los ciudadanos los que paguemos con nuestros impuestos las costas judiciales que las CCAA pierden; y, además, estoy harto de que gestionar mal les salga gratis. Son las ONGs una vez más las que tienen que velar porque esos pésimos señores cumplan las leyes y hagan las cosas bien, o al menos que no las hagan mal. 

¿Por qué me cabrean tanto estas nuevas noticias?, ¿tienen acaso algo que las diferencie de otras muchas similares publicadas con anterioridad, en esta y otras comunidades con presencia del lobo? Pues lo cierto es que en el fondo, aunque son iguales, más de lo mismo, esta vez observamos un pequeño gran matiz: el hecho de que en este caso se hace muy difícil ocultar la mala intención del gobierno cántabro. Sí, digo bien, su alevosía. 

Me explico. Si el ejecutivo autonómico tenía decidido eliminar 10 lobos en la región, llama mucho la atención que para ello apruebe ¡6 resoluciones distintas! en vez de solo una. Entonces, ¿por qué decidieron hacerlo así?, se preguntará alguno. Pues nada es casualidad, chicos. Os resultará muy sencillo de entender el por qué si pensáis que cada Recurso Contencioso-Administrativo que una modesta asociación conservacionista tenga que elevar por separado ante la sala judicial implica un desgaste económico independiente, y por lo tanto mayor. Exactamente seis veces mayor que presentar uno solo. A ello habría que añadir, además, el subsiguiente desgaste de trabajo humano, también superior aunque no cuantificable. Sinceramente lo pienso, hay que ser malas personas para, siendo servidores de lo público, elucubrar la manera de esquivar la vigilancia de esa sociedad civil a la que dicen servir. Si sabes que estás haciendo las cosas bien, ¿qué más te da que una ONG te denuncie ante los tribunales?, estos últimos al fin y al cabo te darán la razón. Pero claro, si sabes que tu gestión comporta en sí misma una mala praxis buscas un modo de sortear la supervisión de esas asociaciones ciudadanas altruistas, haciéndolas daño en donde más les duela, si es posible. En sus arcas, por ejemplo. ¡Qué!, ¿os suena de algo eso de fraccionar en seis un macro-proyecto para esquivar, por ejemplo, los temidos Estudios de Impacto Ambiental?, pues eso mismo es lo que han pretendido hacer desde el Gobierno cántabro, solo que intentando que las ONGs no puedan asumir los gastos de tantos Recursos de Alzada, primero, y Contencioso-Administrativos, después, además de procuradores, etc. Cualquier ciudadano que tenga un mínimo de mente analítica se dará cuenta de ello. Pero les ha salido rana, porque los tribunales nos han vuelto a dar la razón, oooootra vez.


Pareciera que somos la sociedad civil su enemigo, ¿verdad?, cuando se suponía que ellos son servidores del interés general nuestro. Pero se os ha visto el plumero por enésima vez, señores. Cumplir la ley a rajatabla en materia de medioambiente no os debe parecer algo muy relevante en vuestra guerra sucia contra el lobo, sabiendo que esas resoluciones no se ajustaban a Ley para ejecutarse. Añoráis los años de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza, porque sois iguales a aquellos funcionarios de mediado el siglos XX, habiéndose quedado a vivir vuestra mentalidad anclada en décadas muy, muy, muy lejanas. Sois prehistoria ya. El tiro y la mira telescópica es el pasado. El presente es la sostenibilidad, la conservación y la protección. 

Y os da igual pagar las costas de 6 resoluciones contrarias en vez de una sola -como debería haber sucedido si no hubiérais decidido fragmentar la que debería ser una única resolución en seis distintas para hacer daño a ASCEL-, simplemente porque no lo hacéis con vuestros salarios. Sí, por desgracia la democracia no es perfecta, porque si lo fuera os cuidaríais mucho más de hacer las cosas bien, para no tener que abonar de vuestros exclusivos bolsillos los perjuicios económicos que causáis a la sociedad con vuestra mala intención y con vuestra nefasta gestión, que es lo que debería suceder. 

¿Cómo no voy a estar muy enfadado con estos pésimos gestores de lo nuestro cuando lo único que me causan es una profunda repulsa moral?

Imposible no estarlo, ¿no os parece?

¡¡Chapeau por ASCEL y por los juzgados, que esta vez sí acordaron como medidas cautelares la prohibición de matar esos diez lobos hasta la resolución de los juicios!!, lo que en otras ocasiones no ha ocurrido, habiendo muerto decenas de lobos que los juzgados no supieron proteger con medidas cautelares obvias.

14 de febrero de 2024

Administraciones, lobos y radiomarcaje, un coctel oscuro

Hoy 14 de febrero quiero hacerme eco de una noticia de hace ya unas semanas. Aunque el tiempo no me da para más y otras historias me lo ocupan, no quiero dejar pasar por alto algo de notable trascendencia y de lo que nos venimos lamentando desde hace décadas los naturalistas, y que tiene que ver con esas administraciones que teóricamente velan por el interés público, pero que a la hora de la verdad no lo hacen siempre, o desde luego nunca cuando de lo que hablamos es del lobo ibérico (Canis lupus signatus).


Una administración pública es el conjunto de instituciones u organismos públicos de ámbito estatal, autonómico, provincial o local que sirven a los intereses generales de los ciudadanos con objetividad, prestando los servicios públicos que les sean competentes y cumpliendo la legislación vigente, que es, por supuesto y dicho sea de paso, lo mínimo que esperamos de ellas.

Vale, sabiendo esto sería lógico pensar que las instituciones son valedoras del interés general y cumplen la Ley. Dicho de otra manera, estaríamos todos de acuerdo en que, en ese hipotético supuesto, sería innecesario que la sociedad civil fiscalizara sus actuaciones. Pero lo lógico aquí sería lo ingenuo cuando hablamos del binomio Administración / lobo; sería en realidad, para qué engañarnos, como vivir en los mundos de Yupi. ¿Una institución pública poniéndose de parte de la conservación, protección y defensa de esta especie?, ¡¡pero hombre, por Dios, a dónde vamos a llegar!! Y es que la historia se vuelve muy terca, y se empeña en demostrarnos que los organismos públicos han estado siempre del lado del gatillo y la mira telescópica, y nunca del lado de la protección del cánido.

La noticia de hace unas semanas a la que hacía referencia en la primera frase reza lo siguiente: "El TSJA ordena entregar a los ecologistas toda la documentación sobre los radiomarcajes de lobos"; y tras el título, la entrada amplía: "Los jueces dan la razón a la asociación ASCEL, que defendió su derecho a acceder al expediente, e insta al Principado a remitírselo".

¿Pero cuáles fueron los antecedentes que han terminado con una nueva sentencia judicial contraria -otra más, ¡y van ya tantas!- a una institución pública y sus opacas maniobras en la gestión del lobo?

La Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (ASCEL) había solicitado ya en noviembre de 2021, tanto a la Universidad de Oviedo como al CSIC, información sobre el proyecto de radiomarcaje que el Principado de Asturias estaba llevando a cabo, y al propio ejecutivo asturiano en febrero de 2022 ante las anomalías que parecían rodear el proyecto llevado a cabo por un gobierno autonómico empeñado en eliminar lobos en vez de protegerlos, y tras las sospechosas muertes por furtivismo o desapariciones de ejemplares con collares GPS (entre un 14% y un 23% de los animales radiomarcados desde 2017). El FAPAS igualmente había solicitado información a la misma Universidad de Oviedo que, a través del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad, (constituido por la citada universidad, el CISC y el propio Principado de Asturias) parece ser la responsable de realizar sobre el terreno los trabajos de seguimiento encargados por el ejecutivo autonómico, al detectar lobos con collares GPS, algunos de ellos lesionados, por evidentes intentos de captura en vivo, que aparentemente solo podrían corresponder con el proyecto autonómico de radiomarcaje.


Todos estos temores y sospechas más que fundadas de que las cosas se estaban haciendo mal y, quizás, con una finalidad real que a más de uno pudiera parecerle bastante menos loable de lo que la institución autonómica decía (habida cuenta del historial lobicida que precede a dicha administración y a los ejemplares marcados que ya habían muerto), se parecieron confirmar un día 1 de septiembre de 2022 cuando ocurre un incidente con un investigador que dice tener 5 trampas de captura en vivo en la zona y que es llevado a declarar a las dependencias de la Guardia Civil tras caer la mascota de un vecino en una ellas sin señalizar y de localizarse en la zona una cámara de fototrampeo, todo ello aparentemente sin disponer de todos los preceptivos permisos reglamentarios.

Con todos estos preliminares, que el estudio científico de una universidad no trascienda públicamente a través de publicaciones académicas o divulgativas después de seis años de investigaciones y que del mismo no se sepa absolutamente nada de nada tras el paso de más de un lustro desde su inicio ya resulta algo más que extraño y sospecho, debido a los antecedentes que hemos comentado, por tratarse de una especie de la que se mantiene todo en el más hermético oscurantismo, y porque se trata de la iniciativa de una administración autonómica que siempre se ha prodigado en declaraciones y, lo que es más grave, actuaciones contrarias a la conservación y protección del lobo. Como el mismo FAPAS denuncia en su artículo "Lobos radiomarcados; un fraude sin precedentesNi siquiera, el trabajo de seguimiento del lobo ha sido utilizado por el Gobierno de Asturias para realizar los documentos técnicos que reflejan el censo poblacional de esta especie en la región". Entonces, si años de investigaciones y seguimiento no están sirviendo para la realización de los censos poblacionales, todos nos preguntamos para qué diablos se está llevando a cabo este proyecto científico, qué se está haciendo con toda esa información obtenida, y, lo que da más miedo, si dicha información está realmente a salvo o no.

La verdad es que, partiendo de quienes parten, nos ponen muy difícil no dudar de los objetivos reales de este tipo de investigaciones, así como de que existan filtraciones interesadas o del posible uso y abuso final que se pueda hacer de esa información privilegiada, máxime cuando varios de estos animales radiomarcados ya han caído furtivamente por lazos y disparos, o han desaparecido sin dejar rastro alguno a pesar de llevar un collar. Resulta un temor fundado que este tipo de estudios acabe siendo usado contra la especie por terceras personas, ¿verdad?, y tanta opacidad y oscurantismo en lo que podría ser simplemente una investigación científica más no hace sino acrecentar los temores en este sentido.


Volviendo a la noticia que da pie a esta nueva entrada y enlazando con todo lo anteriormente dicho, hay que recordar e insistir que este derecho a la información, de participación pública y de acceso a la justicia en materia de medio ambiente está regulado por una Ley (la 27/2006 de 18 de julio, que transpone a nuestra legislación nacional las directivas europeas 2003/4/CE y 2003/35/CE) que se supone el Principado de Asturias debería cumplir. Sin embargo, el gobierno del socialista Adrián Barbón, haciendo gala de un insultante desprecio a la ciudadanía y a las leyes, ni siquiera llegó a tramitar la solicitud de información, al considerar que ¡¡¡ASCEL no era un actor interesado en el expediente!!! Hay que ser muy prepotentes y anti-demócratas para, desde una administración pública que está al servicio del interés de la sociedad, negarle a la misma algo que le pertenece y que viene regulado por Ley, como es en este caso el derecho a la información en materia de medio ambiente a una asociación que ha hecho por esta especie más de lo que era esperable conseguir, viendo al Goliat contra el que se tiene que enfrentar constantemente. ¿Cómo puede alegar el ejecutivo autonómico que ASCEL no es parte interesada en las acciones que ese gobierno lleve a cabo en relación al lobo ibérico? Es simplemente ofensivo. Como ofensivo es que sea el modus operandi habitual de estas instituciones en su gestión de la especie, pues su opacidad y secretismo son el pan nuestro de cada día.

¿No habría sido mucho más fácil que estos proyectos de radiomarcaje, si no tenían en realidad nada que ocultar, se hubieran caracterizado por la transparencia y la justificación del interés científico? Y es que cuando no hay transparencia hay sospecha, y todo parece indicar que algo se está haciendo mal en detrimento del interés general.


Pero sigamos. Tras el necesario recurso contencioso administrativo que elevó la asociación en abril de 2023 para obligar al gobierno autonómico a cumplir la Ley, hemos conocido por fin la sentencia firme en febrero de este año 2024, en la que el tribunal ordena al ejecutivo proporcionar a la ONG el citado expediente, censurando y reprendiendo al ejecutivo autonómico su actitud contraria a la Ley, justificando en su escrito que "... la falta de tramitación del expediente administrativo y la invocación de una pretendida falta de interés legítimo para solicitar la información, ... / ... es una conducta especialmente reprochable de la Administración".

Pero, amigos, cuando hablamos en plural al hacer referencia al oscurantismo y las malas praxis en las actuaciones de estos organismos públicos en relación a la protección del lobo es porque es el modo de actuar de todas ellas, y la historia reciente viene a demostrárnoslo. Como dirían algunos, ahí está la hemeroteca para desengañar a los incrédulos. Hoy mismo, por ejemplo, aparece en la prensa nacional que ASCEL ha denunciado también a la Junta de Castilla y León por unos hechos que igualmente están relacionados con ese sospechoso y repentino interés -como si de una infección vírica se tratara- por radiomarcar lobos que les ha entrado a las mismas instituciones que antes los tiroteaban como si no hubiera un mañana. Así, en la provincia vallisoletana miembros de esta asociación descubrieron otro lazo de captura en vivo y hasta cinco cámaras de fototrampeo, además de otra de vigilancia fija, en un camino público y sin señalizar, algo a lo que obliga la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales. No es algo subjetivo que las instituciones públicas deben ser las primeras en dar ejemplo del escrupuloso cumplimiento de la Ley, para que moralmente puedan después hacerla cumplir al resto de los ciudadanos con verdaderos argumentos. Sin embargo, aquí, además de este vergonzoso incumplimiento de la legislación, se ha puesto nuevamente en peligro la integridad física de las personas y de los animales, tanto domésticos -como ya sucedió en Asturias- como silvestres -como también denunciaron en el Principado los miembros del FAPAS-. Y hablando de Valladolid, obviamente se nos viene a la cabeza que hace tan solo unos meses ASCEL denunció ante las fuerzas de seguridad la muerte de varios lobos en esta provincia castellana.


Las cuantiosas partidas presupuestarias que el MITERD pone a disposición de las comunidades autónomas para llevar a cabo la protección y conservación efectiva del lobo ibérico no deberían estar siendo usadas para otros fines que no sean esos mismos, pero aquí parece que la duda de la sospecha envuelve inevitablemente el destino que hacen de estas inversiones esas CCAA que siempre se caracterizaron por la férrea persecución de la especie. Es lamentable que debamos ser los ciudadanos los que tengamos que vigilar, y denunciar en su caso ante los tribunales o los cuerpos de seguridad del Estado, a las mismas instituciones públicas que deberían, muy por el contrario, velar por el interés general y el estricto cumplimiento de la Ley. La propia inclusión del lobo ibérico en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESRPE) en septiembre de 2021 solo tuvo lugar tras otro Recurso Contencioso Administrativo que interpuso ASCEL ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, tras el silencio administrativo con el que el MITERD respondió al procedimiento reglado de inclusión en el Catálogo Español de Especies Amenazadas que impulsó dicha asociación, algo que era de obligado cumplimiento.

Sí señores, los hechos y el paso del tiempo son cabezones y nos vienen demostrando un par de cosas: la primera y más deplorable, que es la sociedad civil la que tiene que fiscalizar a las instituciones públicas y, en su caso, obligarlas a cumplir con su cometido de servidores de lo público, al menos cuando hablamos del lobo; y, segundo, que la protección de esta especie se dirime más de lo que debería ser lógico en un país moderno en los juzgados. Lo grave es que esto va más allá de ser una cuestión puntual relacionada meramente con el medioambiente, es un cáncer extendido entre gestores y políticos que supone un modo de gestionar lo público sin pensar en lo público (la sanidad después de la pandemia o la educación son dos buenos ejemplos).

Tras la protección del lobo en 2021 las cosas no parecen haber cambiado en exceso, la lucha por su protección efectiva continúa. Y ahí nos encontrarán las administraciones, vigilantes y atentos a sus acciones.

5 de febrero de 2024

Escandinavia, ¿paraíso natural?


Tras varias entradas en este blog narrando nuestra experiencia por las seductoras tierras escandinavas, me veo en la necesidad de cambiar de tercio y mostrar la cara oculta de la luna, haciendo un símil con el fraudulento eslogan de "Asturias, paraíso natural", falaz y trolero lo mires por donde lo mires, lo que cada día que pasa resulta más obvio. Pues al igual que sucede en el campo asturiano que, aún siendo un escaparate maravilloso -lo cual nadie discute- oculta una trastienda oscura llena de odio al lobo, de furtivismo endémico, de uso descontrolado del fuego como herramienta para hacer daño consciente, y anacronismos humanos ligados a unas rancias instituciones públicas, en la región escandinava sus gobiernos tienen así mismo entre sus bambalinas otro tanto que ocultar y sus ciudadanos no poco de lo que avergonzarse en lo que a conservación de la biodiversidad se refiere. 

Veamos, pues, qué se cuece entre los bastidores del Gran Norte.


Escandinavia es una región geográfica y cultural formada por tres países nórdicos -Dinamarca, Noruega y Suecia-, aunque aquí también hablaremos de Finlandia aun no siendo formalmente incluida en el término. En la actualidad estos cuatro países disfrutan de un bienestar social y un nivel de vida económico envidiables, habiéndose convertido en los últimos tiempos en países realmente prósperos al implementar políticas económicas y sociales avanzadas y modernas, consiguiendo generalizar bajos niveles de desempleo y desigualdad, así como altos niveles educativos, incluso en el medio rural. Como dato curioso y descriptivo nos llamará la atención, en contraste con lo que vemos en nuestro país, que sus granjas agrícolas o ganaderas están impolutas y ordenadas, sin zaleos por todas partes como ocurre aquí, además de sorprender la gran cantidad de ellas que tienen aparcadas en la puerta roulottes o autocaravanas, lo que parece venir a demostrarnos que para la mentalidad de esta gente hay vida más allá del futbol, los encierros y las tascas del pueblo (de las que, por otro lado, tampoco disponen). 


No verás basura por las cunetas, ni en las apartaderos y zonas de descanso de las carreteras, y no digamos ya escombros en los caminos o carritos de supermercado en los ríos. El contacto con la naturaleza representa allí una tradición interiorizada en sus vidas y el civismo forma parte de su idiosincrasia, lo que comprenderemos cuando observamos con envidia los cientos de baños públicos que se reparten por todas las carreteras en perfecto estado de uso, limpios no, lo siguiente, con calefacción y ¡¡¡sin las firmas de nadie por sus paredes!!! (aquí debemos tener tanta gente con la autoestima por los suelos, que para enorgullecerse de sí mismos necesitan imperiosamente dejar constancia de su paso por nuestros lavabos). Los conductores allí incluso respetan los límites de velocidad -salvo sorprendentes excepciones- aunque no haya radares cerca, y aun teniendo generalmente límites de velocidad muy bajos, mayoritariamente entre los 70 y 80 km/h.



De esta forma en la mayoría de las curiosas listas de los países más felices del mundo Finlandia se sitúa en primera posición, Dinamarca en segunda, Noruega en tercera y solo Suecia se descuelga a la séptima. Así las cosas, desde el sur de Europa observamos con una cierta envidia a estos países nórdicos por lo avanzados, modernos y prósperos que son, además de preocupados por la conservación del medioambiente y lo vinculados que se sienten emocionalmente a la naturaleza. Y si a todo eso le añadimos que se venden a sí mismos como una región geográfica envidiable por los magníficos espacios abiertos de los que pueden disfrutar, donde la libertad de tránsito es casi absoluta en unos ecosistemas prístinos y casi casi infinitos, pues tenemos el coctel perfecto para que nos pongan la venda en los ojos y nosotros mismos nos la anudemos. Me explico.

Hay que partir de que no se pueden negar ciertas evidencias. Sus paisajes son extraordinarios realmente, con vastas extensiones bien conservadas y una población humana reducida, lo que posibilita una interesante biodiversidad ligada a ecosistemas eurosiberianos y subárticos. 



Así, por ejemplo, Noruega tenía en 2023 una densidad de población de 16,95 hab/km2, mientras que en Finlandia era en 2015 de 16,41 y en Suecia de 22,97 en 2020. En comparación, nosotros somos actualmente algo más de 95 habitantes por kilómetro cuadrado en España. Dinamarca es un caso aparte dentro de su entorno ya que alcanza una cifra muy superior a la de sus vecinos del norte, siendo hace tres años de 135,90 hab/km2, lo que puede ser explicado por su ubicación dentro del continente. Sin embargo, estas densidades relativamente bajas para unos países modernos no implican que no haya impacto humano alguno en sus territorios. De hecho, una gran parte de la población está diseminada en granjas y casas por todas partes, salpicando de puntitos el paisaje, junto a las carreteras, en los bosques, a orillas de las lagunas y fiordos, en la taiga o en la tundra, lo que compromete un cierto nivel de afectación en el entorno.



También es una evidencia que gran parte de sus áreas naturales más o menos bien conservadas son extensas, sobre todo en el norte, pero no menos cierto es que, por ejemplo, la industria maderera en Suecia explota gigantescas superficies de bosque boreal que muchos turistas incautos, al transitar por sus interminables carreteras, consideran verdaderos bosques, cuando en realidad son re-naturalizaciones sin los procesos ecológicos de un auténtico bosque maduro, y que muy poco tienen que ver con los verdaderos paisajes conservados que deberían ser.


No poco llama también la atención a quienes visitan por primera vez la región poniendo atención en los detalles la cantidad tan enorme de torres cinegéticas (puestos de caza construidos con troncos de madera) que salpican las lindes de las zonas arboladas y que se ven a simple vista desde las carreteras -sobre todo en el sur-, lo que ya nos va dando alguna pista también de cómo es la relación de una parte relevante de la población con su preciada naturaleza. En definitiva, no todo es tan idílico y bucólico como nos lo venden, aunque nos lo metan por los ojos.

Si visitamos las webs oficiales noruegasueca o finlandesa sobre sus atractivos turísticos, veremos que una parte fundamental de lo que nos van a vender son sus valores paisajísticos y naturales, el derecho a vagar libremente por ellos y a disfrutar de un medioambiente salvaje y extraordinario, incluso en las propiedades privadas siempre que no estén cultivadas o valladas, ley tradicional que en Noruega denominan Allemannsretten, y conocida popularmente como la ley del libre albedrío, plasmada en 1957 en su ordenamiento jurídico como Ley de Ocio en Exteriores. El enorme turismo que tienen -especialmente Noruega- no es un turismo de museos, catedrales o monumentos históricos de hace un puñado de siglos, al estilo del centro y sur de Europa. Su turismo está fundamentalmente ligado a la naturaleza, e incluso muchos de sus atractivos culturales están indirectamente vinculados a ella, al ubicarse en entornos naturales alejados de las grandes urbes, como bien saben las hordas de turistas que visitan los hermosos pueblecitos de las Islas Lofoten y las clásicas iglesias de madera noruegas, la mayoría de ellas de los siglos XII y XIII, ...







... o los mucho menos numerosos visitantes de los clásicos molinos de viento o las piedras hincadas con alfabeto rúnico del siglo IV en adelante de la isla sueca de Öland, por poner algunos ejemplos.






Visto todo lo cual, desde el sur de Europa se ha normalizado pensar que en los países nórdicos el amor por la naturaleza está interiorizado en el alma de sus ciudadanos, de sus gobernantes y de sus políticas medioambientales. Y hete aquí que no es siempre así. 

No deja de ser una paradoja que un país -Noruega, en este caso- que se vende a sí mismo como profundamente unido a su maravillosa naturaleza y que muestra al mundo con orgullo los porcentajes de vehículos eléctricos vendidos, con la extraordinaria cifra de un 82,9% del total entre enero y julio de 2023 (lo que lo sitúa a años luz por delante de Islandia, con un 37,8%, Suecia con el 37,3%, Finlandia con 31,9% y Dinamarca con el 31,1%, que lo siguen en el ranking), sea a la vez un importante productor mundial de petróleo -en el puesto nº 11, con el 2% de la cuota de barriles mundiales-, extraído y comercializado precisamente para abastecer esa otra industria automovilística responsable de gran parte de las emisiones de CO2 al planeta y del calentamiento global y cambio climático. Difícil equilibrar ese doble rasero, lo que nos invita a no idealizar en exceso el autoproclamado amor por la naturaleza de esta u otras naciones, ni, por extensión, de sus sociedades, aun siendo comprensivos con el hecho de que alcanzar el necesario Estado del Bienestar para sus ciudadanos tiene un precio, que es, además de ambiental, también ético. Si un país pone en una balanza dinero y naturaleza, siempre se decantará por el primero.

Pero todos estos preliminares que has leído hasta ahora sirven solo para poner en contexto otra cuestión mucho más específica, e infinitamente decepcionante: las masacres que tan "civilizados" países y "amantes incondicionales" de su naturaleza realizan sobre una especie de la que aquí hemos hablado largo y tendido en muchas ocasiones, y de la que seguro seguiremos hablando en el futuro (por desgracia): el lobo (Canis lupus), animal venerado y odiado por igual y del que hemos tratado numerosas aristas del conflicto que mantiene con el hombre. Podríamos pensar que en estos países tan respetuosos con el medioambiente, tan conservacionistas, tan grandes geográficamente, con tan bajas densidades de población humana, con tan pocas cabezas de ganado, y con áreas forestales y montañosas tan extensas el lobo, el lince boreal, el glotón o el oso serían especies ampliamente distribuidas que vivirían felices y que comerían perdices (nivales, por supuesto). Pues no, señores, lamento desengañaros. El lobo en concreto es literalmente masacrado en estos países auto-etiquetados de "verdes"; y cuando utilizo este participio de pasado no es una licencia literaria, ni un modo de hablar, es preciso y textual: son masacrados sin piedad. Los países escandinavos son todo lo "verdes" que los votos permiten a sus gobiernos, y si ser conservacionista te quita votos en las urnas ... pues nada, les pegamos unos tiritos a los lobos y los exterminamos, y aquí paz y luego gloria, que luego yo ya, si eso, me encargo de hacer unas buenas campañas publicitarias de lo amantes que somos de la naturaleza y de lo conectados espiritualmente que estamos a ella.

Sabiendo las implicaciones que tiene eliminar especies predadoras apicales y en concreto conociendo las consecuencias que se derivan de la caza del lobo, veamos cómo se las gastan en estos países en su relación con el gran depredador del Holártico, lo que sin duda a más de uno le quitará las ganas de compararse con nuestros vecinos del lejano norte.


En Noruega, lo mismo que en España, el odio al lobo está profundamente imbricado en las instituciones, principalmente porque allí también resta votos. En el año 2011 contaban con la abrumadora cifra de 28 lobos en el país. Sí, habéis leído perfectamente, chicos: ¡¡¡28 lobos!!! en un país que supera ampliamente los 300.000 km2, con una población de solo cinco millones y medio de habitantes concentrados principalmente en el sur y las grandes ciudades, y con enormes extensiones de bosques y montañas donde prácticamente no hay ganado. Tres años después la cifra era prácticamente idéntica, solo 30 animales parecía haber en 2014, dejando patente que la caza furtiva estos años estaba impidiendo la evolución de su población. Pero aunque aquí generalmente no nos llegan noticias de estos países, a finales del año 2015 nos pudimos enterar que 11.571 noruegos aspiraban a matar a uno de los 16 lobos que las autoridades decidieron autorizar, de los 30 que seguían calculando tener aquel año en el país, así como otras 10.930 solicitudes para cazar 18 osos pardos, aunque apenas les quedaban un puñado de ellos, con unas cifras difíciles de conocer con exactitud, pero sabiendo que eran aproximadamente 127 osos en 2017. Pero es que al año siguiente, 2016, también pudimos leer la noticia de que se autorizaba la matanza del 70 % de los lobos que habían conseguido malvivir en su territorio cuando se estimó una población de ... ¡tachín, tachín! ... redoble de campanasssss ... solo ¡¡¡¡68 animales!!!! Sí, amigos, autorizaron matar a 47 de los 68 lobos censados.


Este escándalo sin parangón fue criticado por la prensa de todo el mundo, e incluso al otro lado del charco se hicieron eco de la hipocresía de un país que se define así mismo como valedor del medioambiente y la conservación al tiempo que planea alevosamente darle la puntilla a una especie que se encuentra en estado crítico en la Unidad de Cuidados Intensivos, caminando sobre la cuerda floja de la extinción.


Dos años más tarde, en 2018 el gobierno noruego fue denunciado ante un tribunal por WWF por el exterminio del 25% de los lobos que a duras penas aguantaban en el país, al ejecutar a 27 de los menos de cien que quedaban. ¿Se puede considerar verdaderamente amante de la naturaleza -como ellos se venden mentirosamente a sí mismos- un país que autoriza rematar a una especie en peligro crítico de extinción? Obviamente no lo es. Es más, ni siquiera lo sería sin esa medida brutal cuando previamente tenían designados territorios en los que esta especie sí podía vivir y otros en los que no, decidiendo dónde puede y dónde no puede desarrollarse la vida natural en completa libertad; esto no es, señores, amar la naturaleza, no es convivir con ella, es aprovechar de un modo utilitario sus recursos naturales y eliminar de un plumazo todo lo que en ella pueda suponer un conflicto, un contratiempo o una dificultad: lo que no me produce o no me vale, fuera, a freír espárragos. Tras extinguirse el cánido en Noruega en los años 70 su llegada desde Suecia no está siendo fácil, con graves problemas además de endogamia provocada por cuellos de botella en la poblaciones sueca y finlandesa -igualmente maltratadas y perseguidas- de cuyas poblaciones derivan los actuales ejemplares noruegos. Y que se puedan además cazar especies como linces u osos tampoco ayuda a considerarlo un país verde y conservacionista. En las tres últimas temporadas de caza entre 2020 y 2023 se mataron legalmente en el país 3 osos de las 21 licencias expedidas, 58 lobos de los 135 autorizados, 172 glotones de los 447 permitidos y 162 linces de las 208 licencias emitidas. Una salvajada; legal, sí, pero salvajada al fin y al cabo. Estaría muy bien que existieran estadísticas igual de exhaustivas con los números de carnívoros muertos furtivamente, porque las cifras del exterminio de los grandes carnívoros del país son, sin duda, abrumadoras.


En Suecia las noticias que nos llegan son aún peores. Desde 2010 el gobierno sueco está empeñado en reducir la ya exigua población de este cánido a pesar de que la geografía del país y la mínima presencia de ganado doméstico justificaría semejante decisión, ni siquiera desde un punto de vista de conflicto social. El 2 de enero del citado año comenzó la masacre anual, y en el primer día ya mataron 21 de los 27 lobos autorizados. La polémica estuvo servida ante las protestas de los sectores conservacionistas del país y de Europa, pero no sirvieron de nada. En 2011 se concedió autorización para matar otros 20 más, aunque tras un evidente y avisado procedimiento de infracción de la UE se paralizaron las matanzas en 2012 y 2013, aunque los lobos siguieron cayendo de forma furtiva, por supuesto. La posible multa de 11 millones de euros que podría imponer Europa al gobierno sueco no le impidió en 2014 retomar la persecución institucional con la muerte de otros 30 lobos. Durante ese año y el siguiente se sumaron entre Noruega y Suecia un total de 100 lobos más eliminados (o más probablemente 101, como los dálmatas), la mayoría tiroteados legalmente. Desde 2020 el gobierno sueco persigue la eliminación anual de un importante número de ejemplares, como si ya se tratara de una tradición. Así, en el año 2022 autorizaron la masacre de la mitad de la población de lobos (a la par que de un centenar de linces boreales), mientras que en 2023 aprobó la eliminación del 16% de los 460 lobos que estimaban habitaban en su territorio, 75 animales que supusieron un trágico golpe para la especie, pero solo un paso más para alcanzar el objetivo último de reducir su población a la mitad. Además, en el año pasado duplicaron los permisos para matar 201 linces, lo que representaba el 13,86 % de la población, estimada en 1.450 ejemplares en 2023 (unos 300 animales menos que los censados una año antes). 


Por su parte, en Finlandia la población de lobos ha tenido en las últimas décadas un ritmo claramente decreciente. Si en 2005 se estimaban unas cifras que rondaban los 250 animales en un país algo mayor que Noruega, tan solo seis años después su población se había reducido a unos 150 individuos, lo que resulta una cifra simplemente ridícula para un territorio tan enorme y tan despoblado. De nuevo la persecución legal y furtiva que se hace de la especie puede ser considerada sencillamente de salvaje (se me acaban los adjetivos). El Instituto Finlandés de la Fauna Salvaje autoriza un número arbitrario de permisos para que los cazadores deportivos practiquen tan insensible actividad, alegando, por ejemplo, conceder "... permiso a dos ciudadanos la posibilidad de cazar siete lobos en un corto período de tiempo, como medida de gestión y en evitación de daños por estos animales a los perros y la inquietud de la población local", como podemos leer en esta sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que da un tirón de orejas en 2019 al citado organismo finlandés por regatear unos años antes la prohibición de sacrificar ejemplares de la especie con excusas no motivadas científicamente. 

De esta forma, en 2015, por ejemplo, concedieron permisos para la masacre de 46 lobos grises de los 250 que se calcularon habitaban en su territorio, algunos de ellos compartidos con Rusia, para, según justificaban, evitar la caza furtiva de la especie. ¡Manda narices! hay que tenerlos muy gordos para justificar el exterminio de un tercio de la población de una especie en peligro de extinción como medida para luchar contra la muerte furtiva de dichos animales. Pero es que además, según el artículo, estas autorizaciones se dieron en áreas que no abarcan las grandes extensiones de cría de renos, en cuyo caso "... se entregan permisos especiales a los ganaderos por un período de 21 días para matar exclusivamente a los animales que hayan atacado a reses". Esto plantea dos cuestiones; la primera es cómo diablos sabe un ganadero, cuando le pega un tiro a un lobo, que fue ese precisamente el que le mató un reno la semana anterior; ¿alguien me lo puede explicar?, porque tan kafkiana justificación apesta a asqueroso subterfugio para el exterminio. Y la segunda es que este modo de actuación implica un descontrol absoluto sobre el número real de animales eliminados, que ya siempre será superior a esos 46, y a cuyo total -ya desconocido, puesto que no sabemos cuántos lobos matan los criadores de renos- habrá que añadir los ejecutados furtivamente, como se desprende en una pregunta parlamentaria llevada por escrito en el año 2009 al Parlamento Europeo (Pregunta Escrita E-3765/09), furtivismo que en Finlandia no está muy perseguido que digamos y que, cuando es sancionado, lo es con una sanción que simplemente da risa. 

Vamos, exactamente como aquí en España. Un disparate absoluto. En el año 2020 se estimó una población lobuna de unos 200 ejemplares solo, repartidos en 15 manadas en territorio íntegramente finés, más otras 7 que se adentraban del otro lado de la frontera rusa. En Finlandia además del lobo también se pueden tirotear osos y linces, lo que para las sociedades del centro y sur de Europa puede resultar simplemente repugnante. Respecto del oso en la temporada cinegética pasada (2023) se abatieron allí legalmente 76 plantígrados, de los 930 o 990 que se calcula merodean por el país, algunos con áreas de campeo que incluían territorio ruso, es decir entre el 8,17% y el 7,67% del total de la población (en 2020 se habían calculado unos 1.200 ejemplares, incluyendo los compartidos con Rusia).


Y en cuanto al lince boreal en 2013 fijaron un cupo de 589 linces abatibles, lo que representaba el 20% de la población. Para cualquier persona amante de la naturaleza, o sencillamente consciente y sensible con la necesidad de fomentar un cambio de modelo en la relación del hombre con el medio natural, resulta verdaderamente vomitiva esta política de muerte, máxime cuando de lo que se le acusa al lince es, en el peor de los casos, simplemente de alimentarse de sus presas naturales, sin más. Pero claro, sus pieles son muy cotizadas y sus cabezas decapitadas como trofeo en una pared también. No puedo por menos de hacerme de nuevo las mismas preguntas retóricas que me asaltan la cabeza cada vez que nos enteramos de sucesos tan descabellados, insensatos y horribles como estos, ¿es de verdad amante de la naturaleza un pueblo que irracionalmente masacra por diversión a sus depredadores a pesar de ser piezas fundamentales en el mantenimiento del equilibrio natural de los ecosistemas? ¿Es divertido de verdad tirotear un lince? ¿Es tan placentero arrebatarle la vida a otro ser vivo?, ¿de verdad?, porque obviamente necesario no lo es, ni lo será nunca, sino más bien ya todo lo contrario, resulta medieval y rancio bien entrados en el siglo XXI. Una abyecta vileza, arcaica y mezquina.

Pero vamos a terminar ya este repaso con Dinamarca, donde vemos que sucede algo parecido. Siendo un país densamente poblado y con un territorio mucho más pequeño, el regreso del lobo en 2012/2013 tras años de ausencia supuso también el regreso del furtivismo desenfrenado, reproduciéndose la misma persecución ilegal sobre la especie que se puede estimar en el resto de países del marco escandinavo, y convirtiéndose por ello en otro sumidero de lobos más. Al igual que en el resto de países de su entorno, buena parte de responsabilidad en estas masacres la tiene el sector cinegético, dado que la ganadería es muy escasa, siendo delictiva y furtiva una parte importante de esta infame persecución.

Resumiendo, junto con los criadores de reno en la Laponia del norte, los cazadores de estos países odian al cánido porque se alimentan de algo que consideran suyo: la fauna salvaje, ciervos rojos, alces y corzos principalmente. Es así de simple y subrealista. Una vez más el mundo de la caza se convierte en uno de los motores principales en la deriva de extinciones y problemas de biodiversidad que arrastramos en el planeta, además de representar una actividad coercitiva para el resto de usuarios del campo. 


Vamos, amigos, nada nuevo bajo el sol, no nos podemos extrañar de nada, pues seguimos hablando de lo mismo: el nauseabundo egoísmo de esta especie patética a la que pertenecemos. Aquí, en España sucede exactamente igual: aparte de los ganaderos porque el lobo les mata a veces terneros u ovejas (generalmente sin proteger adecuadamente), los guardas de las reservas regionales de caza y los cazadores en sus cotos odian y eliminan lobos porque comen ciervos, rebecos, cabras monteses o corzos. Pues allí igual. Y no penséis que al ser países que se venden como apasionados amantes de su naturaleza su relación con ella va a ser siempre tan idílica. Ni en broma. Ellos tienen los mismos odios que nosotros y los mismos egoísmos y defectos humanos que nosotros. Y el furtivismo es en Escandinavia un factor clave para comprender los minúsculos números poblacionales de esta especie. Así, en un estudio publicado en 2011 pero desarrollado entre 1999 y 2009, se estableció que "... la población de lobos escandinavos (Canis lupus) como ejemplo ilustrativo, mostramos que la caza furtiva representó aproximadamente la mitad de la mortalidad total y más de dos tercios de la caza furtiva total no fue detectada por los métodos convencionales, una fuente de mortalidad que denominamos "caza furtiva críptica". Nuestras simulaciones sugieren que sin la caza furtiva durante la última década, la población habría sido casi cuatro veces mayor en 2009". O lo que es lo mismo, la caza furtiva redujo la población de 990 a 263 lobos. Para entender toda esta absurda situación hay que saber de la fuerte presencia y poder mediático que tienen los cazadores en estos países nórdicos, formando un grupo de presión muy importante, a cuyos deseos y exigencias se pliegan muchas instituciones. En Noruega, por ejemplo, 537.375 personas estaban inscritas en el registro de cazadores la temporada 2022-2023, lo que supone el 9,79 % de la población, aunque de ellos pagaron la licencia anual 192.788, o lo que es lo mismo, el 3,51 % de los noruegos (más del doble que en nuestro país, que en 2021 era del 1,4 % de la población -681.023 licencias-). Durante la temporada 2009-10 sumaban en Suecia, en números redondos, 264.000 cazadores, lo que representaba en aquel momento un 2,83 % del total de habitantes, mientras que en Finlandia se alcanzaba el 5,53 % de la población en el año 2021, cuando 307.155 finlandeses pagaron la correspondiente licencia de caza. Como vemos, la actividad cinegética está muy arraigada en los pueblos nórdicos y, consiguientemente, el furtivismo es imposible de controlar realmente, primero por las propias características de su naturaleza, con vastas extensiones de bosques despoblados que son literalmente imposibles de vigilar, y segundo por una más que evidente falta de interés de las instituciones; ¿os suena esto de algo?: Caza, furtivismo y descontrol / ¿Ninguneamos el furtivismo?.

Vamos, que, en definitiva, el caso es dar rienda suelta al odio cultural al lobo, justificándolo porque come ciervos o alces que son considerados propiedad de los cazadores, o bien porque matan a sus perros cuando andan descontrolados por la taiga, o bien porque los renos que se apropió el pueblo sami hace siglos y que viven en completa libertad todo el año en descomunales extensiones de la Laponia son alimento del cánido, incluso porque algunos temen ataques al ser humano. ¿Y creíamos que eran gente a emular estos nórdicos?, pues no, hay odios viscerales que bloquean las neuronas de la gente en todas partes, y allí no iban a ser menos.

Escandinavia, ¿paraíso natural? ¡ja!, que no me cuenten milongas. Escandinavia, vergüenza natural, eso sí que sí.

29 de diciembre de 2023

Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0


El jueves 16 de noviembre se presentó al público en la ciudad de zamora la segunda edición del libro "Observaciones de campo del lobo ibérico" del gran naturalista zamorano, además de magnífico conocedor de la biología del lobo ibérico, José Barrueso Franco. Esta nueva edición, evolucionada y mejorada respecto de la anterior, lleva el mismo título ampliado "Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0" dejando patente que en él nos vamos a encontrar, no solo nuevos relatos de sus vivencias y experiencias personales con el gran depredador del Holártico, y que se vendrán a añadir a los textos que ya aparecían en la edición original, sino también una más que notable mejora en la edición propiamente dicha, con pastas duras, buen papel, muchas nuevas fotografías en color -tanto suyas como de otros cuatro autores, amigos suyos: Fernando García, Hipólito Hernández, José Luis Santiago y Manuel Segura, por orden alfabético- y un nuevo formato horizontal que ayudará a disfrutar más si cabe de las imágenes, no solo del lobo, sino también de esa otra fauna que convive con él en nuestras sierras.


Prologado por Javier Talegón, en él se describe "... cómo vive un lobo ibérico mediante observaciones reales y directas de su comportamiento para conocer mejor su vida, para comprenderlo, entenderlo, valorarlo y respetarlo. Además de poner en valor todo el entorno que rodea al lobo que abarca una enorme biodiversidad", en palabras del propio autor. Podemos, pues, añado yo, aprovechar su experiencia y sus eternas horas de observación para avanzar en el conocimiento de esta especie y comprender su día a día, cómo vive, cómo se relaciona con nosotros y cómo pasa desapercibido a nuestro lado porque en ello le va su vida. Cómo es, en definitiva, su mundo desde su perspectiva, cómo es visto desde la espesura de su brezal.

He tenido que esperar hasta hace unos días, pero yo ya tengo la nueva edición en mis manos, y estoy por fin disfrutando de sus relatos y sus imágenes, transportándome con cada uno de sus párrafos, de sus historias y sus vivencias a esos montes humanizados donde el eterno superviviente lucha por continuar adelante. Ya sabía que no podía defraudarme esta nueva edición siendo publicada por este apasionado y completo naturalista (el libro anterior lo devoré), pero si algo tengo que destacar de ambas publicaciones, más allá de la propia pasión por el lobo, es que sus páginas transpiran un profundísimo respeto por la naturaleza. Repito y con mayúsculas: Un Profundísimo Respeto por la Naturaleza. Así es, el autor antepone siempre la conservación y la protección, no solo del lobo, sino de toda la naturaleza en general, a cualquier otra circunstancia, como no podía ser de otra manera y sea del tipo que sea. Y eso se nota en cada párrafo.

Lo siguiente que destacaría del libro es, evidentemente, el envidiable acúmulo de experiencias que José B. atesora sobre este animal tan esquivo y difícil de observar. Durante años ha ido almacenando experiencias y encuentros con el lobo, muchas veces fortuitos, pero en otras muchas ocasiones como resultado de las numerosas, largas y tediosas horas de espera, que le han reportado en su conjunto un notable compendio de conocimientos sobre los comportamientos naturales del depredador. Es decir, una valiosísima información sobre el modo de vida del lobo ibérico y sus interacciones con el ser humano y el entorno. Estos avistamientos en manos de otros serían meramente anecdóticos, pero no en el caso de José B. que es capaz de extraer los por qué y los para qué de las acciones del cánido. Fruto de esa enorme experiencia puede interpretar y comprender lo que está observando, y eso no es siempre fácil, aunque a algunos ingenuos se lo pueda parecer. En todos estos años en su cabeza y en su corazón se han ido archivando vivencias que le han acabado marcando para siempre, y leyendo sus textos uno se da cuenta de ello.

Que todas las fotografías estén obtenidas en completa libertad y sin causar molestias a los seres vivos que en ellas aparecen aporta un valor añadido a la obra y debe quedar patente cuando por desgracia existen todavía algunos fotógrafos (por pocos que sean siempre serán demasiados) que se creen amantes de la naturaleza pero anteponen la obtención de una imagen a la tranquilidad del animal fotografiado. Puede que no todas las imágenes tengan una calidad fotográfica impecable, y algunas de ellas incluso ni siquiera la tengan técnicamente, pero cuando estamos hablando de un carnívoro principalmente nocturno, que solemos ver a distancias extremadamente largas, con telescopios de largo alcance, con condiciones de luz tremendamente pobres a veces y que huye de nosotros como alma que lleva el diablo, el mero hecho de obtener simplemente alguna imagen del lobo ya representa un reto increíble. Cuando, además, muchas de esas fotografías describen comportamientos y encuentros con este depredador el mérito es sencillamente descomunal. Como titula el propio autor en uno de sus capítulos hay que poner en la balanza la "Calidad de imagen versus lo que sucede en ella", y con esta especie todas las fotos tienen un enorme valor fotográfico intrínseco.

Poco a poco, según vamos leyendo la sucesión de capítulos del libro vamos también descubriendo la vocación pedagógica del autor y su convencimiento de que el futuro depende de la educación en el presente. La naturaleza en general, y el lobo en particular, precisan de una nueva generación que respete y proteja el medio ambiente de una manera proactiva, decidida y firme. Y el autor lo sabe y lucha por ello en su día a día haciendo algo tan olvidado en estos tiempos que corren, y a la vez tan imprescindible, como la educación ambiental, a través de su blog, con diversas actividades con los más jóvenes (ha hecho una presentación de este libro solo para niños, por poner un ejemplo), con exposiciones fotográficas, o con su propio trabajo como docente. Educar hoy es mejorar en el futuro, y eso José lo tiene interiorizado en su ADN.


En definitiva, "Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0" es una obra imprescindible para cualquier amante de este animal tan especial e icónico, de una especie que se ha convertido en la actualidad en el símbolo de la lucha por la supervivencia, el gran proscrito que definiera Félix Rodríguez de la Fuente, perseguido y vilipendiado por el ser humano, una criatura salvaje que en realidad es mucho más que un mero emblema, infinitamente más que un icono del espíritu salvaje que imperaba en nuestros campos hasta el paleolítico, es sencillamente un animal más, necesario en nuestros ecosistemas y con todo el derecho a que lo dejen vivir en paz. 

Bueno, pues quienes quieran adquirir el libro (ISBN: 978-84-09-55529-1) podrán hacerlo directamente en las librerías "Semuret", "Milhojas" y "Ler Zamora", las tres en la capital zamorana, desde donde se pueden distribuir sin problemas a cualquier comprador de otras localidades españolas. Los encontraréis además en otras dos librerías salmantinas: "Letras Corsarias" y "Víctor Jara". También a través de las librerías "El Solitario", de Madrid; en la "Agrícola Jerez", de Jerez de la Frontera; o en la librería-papelería "Bécquer", de Medina de Rioseco. Por supuesto también estará disponible en el Centro del Lobo Ibérico, en Robledo (Puebla de Sanabria), y para cualquier duda o encargo directo no dudéis en poneros en contacto con el autor en el e-mail jbarru99@yahoo.es.

Solo me queda desearos una feliz lectura y que su espíritu de lo salvaje os sumerja en la realidad de nuestro hermano lobo, todavía en pleno siglo XXI el gran proscrito.