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12 de diciembre de 2024

Ejecutar no es cazar

La verdad es que no tenía pensado opinar más sobre la caza por estos lares (de momento), pero es que me resulta tan difícil no indignarme ante el hecho injusto de que se gestiona nuestra naturaleza y nuestros ecosistemas en función de los intereses del sector cinegético y en detrimento de una verdadera protección de la fauna, que no puedo por menos de dejar al menos constancia aquí de mi cabreo. No hace demasiado tiempo hablaba de esta actividad con un buen amigo y estábamos de acuerdo en que la caza que se practica hoy en día nada tiene que ver con la que practicaban nuestros padres o abuelos. En la época de la postguerra en muchas casas se comía algo más de carne gracias a que entraban en ella de vez en cuando perdices, conejos o liebres. Hoy, sin embargo, se "consume" caza y se miente alrededor de ella.

Sí, hoy algunos -cada vez menos afortunadamente- consumen la muerte innecesaria de fauna salvaje como se consumen los mal llamados deportes de aventura, el culto al cuerpo, la fotografía o los viajes, por poner cuatro ejemplos. Todo se practica "porque hay que hacer algo", porque la sociedad actual lo demanda, como reclama que, además, tengamos que exhibirlo públicamente. Sin embargo, no siempre hay detrás verdadera pasión, interior, sincera, íntima y vital. Porque sí, detrás de esta práctica tan poco sensible habrá quien también sienta todo eso, aunque la mayoría de la sociedad no seamos capaces de alcanzar a entenderlo nunca, al fin y al cabo gente buena pero insensible con el sufrimiento de los animales también la hay, porque el ser humano es lo más alejado que existe de ser un ser perfecto. Porque decirme ¿todo el mundo que viaja es viajero?, seguro que la mayoría estaréis de acuerdo conmigo en que no. ¿Todo el mundo que sube al Everest es alpinista? obviamente ya sabemos todos que tampoco. ¿Y todo el mundo que caza es cazador?, y en esto también sabemos que hoy en día ... ni en broma, muchos son sencillamente verdugos. Y lo son por simple diversión. Sin necesidad alguna, ni interior ni exterior.

Y aquí llegamos al meollo de la cuestión. Cazar cabra montés (Capra pyrenaica) no es cazar, es ejecutar, y a las pruebas me remito: si la gente a veces les hacemos fotos con el móvil ¿quién se atreve a negar que pegarle un tiro a un macho montés no sea una ejecución en toda regla?, ¿tiene eso algo de caza? Obviamente no, eso no lo aprobaría un verdadero cazador, eso solo lo haría un carnicero.


Si alguien siente algo interior y vital que le arrastra a hacer algo así porque siente pasión por ello, entonces es que tiene algún gen atrofiado. Los cazadores sin duda alegarán que solo son así de confiadas las cabras que coinciden con un turismo masivo de excursionistas y montañeros, en lugares muy concretos. Y tienen en parte algo de razón, pero solo en parte, porque también tenemos razón los que afirmamos que, aún así, se trata de una especie tranquila y pachorrona que no pone tierra de por medio en cuanto ve asomar una persona a cientos de metros de distancia, como sí hacen los ciervos, jabalíes o corzos. La cabra no es así, y lo saben. Con el alcance y precisión de los rifles de que se dispone hoy en día disparar a esta especie es, en la inmensa mayoría de los casos, una ejecución. Y quien piense lo contrario se miente a sí mismo. Y quien diga lo contrario nos miente a los demás. Así, los cazadores ya extinguieron a dos de las cuatro subespecies de cabra montés de la península Ibérica, mientras que de esta otra en concreto de la que vemos estas fotos, la Capra pyrenaica victoriae que habita el Sistema Central, llegaron a sobrevivirles tan solo 12 ejemplares, lo que nunca hubiera sucedido si fuera una especie medianamente esquiva y huidiza ante la presencia humana.


Y señores, no nos dejemos tampoco engañar en esto, también se cazan los machos que se dejan hacer fotos con el móvil en esos lugares concretos en los que son así de confiados debido a que coinciden con ese turismo masivo de excursionistas y montañeros. No solo el cazador y el coto, o la reserva de turno, escogen al animal que van a sentenciar de entre los que habitan en lugares indómitos y escondidos, alejados del coche, a horas de pateo en lo más recóndito de la montaña, sino que también son sentenciados aquellos animales mansos, mansos, mansísimos que viven en estos lugares tan masificados, donde se diferencian muy poco del ganado doméstico. Los mismos animales dóciles que nosotros fotografiamos a unos metros, y que son reservados para aquellossss ..., llamémosles cazadores, que no tienen una forma física que les permita andar realmente por la montaña. 


Así es. Eres un ... llamémosle cazador, joven y con buena forma física ... pues te llevan a ejecutar con tu rifle de última generación a un macho montés que vive en una ladera alejada (un poco solo, eh) de donde quedará aparcado el vehículo 4x4 (que ellos sí pueden meterlo por todas partes porque están autorizados), en algún lugar que seguramente no tiene mucho trasiego montañero, y al que le podrá tirotear a una distancia razonable de unos pocos cientos de metros (o ni eso) mientras los mira sin huir.

Que eres un ... llamémosle también cazador, no tan joven o con un fondo físico pésimo para pinrelar por la montaña ... pues te llevan a ejecutar a uno de estos otros machos monteses que tienen la fortuna o la desgracia de moverse por una de esas otras zonas, masificadas por excursionistas.

Luego, eso sí, venderán al público y a la sociedad la pureza de la actividad, el romanticismo de la lucha de igual a igual con el animal, la necesidad de equilibrar mediante la caza las poblaciones de los herbívoros como si fueran héroes, nos hablarán del conocimiento del medio, de la dificultad de moverse por el terreno hostil de la montaña, de sus riesgos, ... lo adornarán todo poéticamente con una supuesta "pasión por la naturaleza". Nada, no hay nada de ello, todo es pura literatura, propaganda barata. Solo algunos ingenuos se lo creerán, cuando la realidad es mucho más fría, aséptica y soez: mercantilismo puro, yo te pago para que me pongas delante de un ejemplar al que le pueda pegar un tiro para colgar en el salón de mi casa su cabeza cortada. Se trata de una simple transacción económica donde en este caso la administración que mantenemos todos los ciudadanos, a través de la Reserva Regional, ofrece un servicio a un particular.

Y el producto es la vida de un ser que casi se deja tocar.


Estas cuestiones siempre me asaltan cuando, cada temporada de celo de la cabra montés, me acerco a la sierra a hacerles algún reportaje fotográfico. Nos arrimamos a algún rebaño y permanecemos con él durante horas, a veces durante toda la jornada, mientras observamos y retratamos su comportamiento. 


Y cómo no cuestionar que, si de verdad hay que matar a algunos de estos animales (lo que no pongo en duda bajo ciertas circunstancias) en un Espacio Natural Protegido para equilibrar el ecosistema allí donde no haya presencia de lobos -que los deberían controlar de manera natural, gratuita y de modo mucho más eficiente-, por qué tienen que hacerlo unos particulares por diversión y no la administración por oficio. No nos podemos olvidar del despropósito de que a los lobos también se les persigue brutalmente a escondidas porque les comen "sus" cabras monteses, como se comen "sus" ciervos y corzos; porque a todos ellos los consideran suyos, no del medio, ni de sí mismos a pesar de ser salvajes y silvestres, y ni siquiera de todos los españoles, son solo suyos. Y, claro, que un depredador salvaje se alimente de fauna salvaje es algo que no pueden tolerar. El epílogo podía ser el siguiente: "matamos a los herbívoros para que no se desequilibre el ecosistema, a la vez que matamos a los lobos porque se comen a los herbívoros que nosotros queremos matar para que no se desequilibre el ecosistema".

La inteligencia al poder, ¿no? ¿O es la desfachatez?


El caso es que tendremos que tragar con que se ejecuten dóciles cabras monteses en un Espacio Natural Protegido, declarado como tal para conservar y proteger -valga la redundancia- a esa misma fauna, entre otras cosas. Nadie puede molestar a la fauna en un ENP, obviamente, pero los cazadores sí las pueden fusilar después de soltar una pasta gansa. 

Y decía anteriormente que se miente mucho alrededor de esta actividad tan impermeable al dolor y sufrimiento de los animales, porque desde el sector cinegético y desde instituciones públicas y privadas, e incluso desde los medios de comunicación generalistas, se hace un relato de la actividad cinegética romántico e idealizado que está muy alejado de la realidad. Se ensalzan bondades que generalmente no existen, se alegan excusas de carácter medioambiental para que la sociedad deje de rechazar esta actividad, denostada hoy en día, y se ocultan los impactos que genera. El viejo romanticismo que rodeaba antaño esta actividad ha desaparecido en los tiempos mercantilistas que nos ha tocado vivir. Hoy en día no es más que negocio y postureo, además de ideologizado, pues se usa como arma política en el ámbito rural y conservador del país, exactamente igual (y por los mismos) a como se ampara, se protege y se justifica la tortura nacional a la que se someten a los toros de lidia en el ruedo. Luego, los verdugos de cabras monteses fliparán ante sus seguidores en las redes sociales, o ante sus conocidos en los despachos donde cerrarán negocios; hablarán de la dificultad del lance, del conocimiento del medio, del riesgo que asumieron, de la dureza de la alta montaña, de la dificultad del tiro, de la belleza del trofeo ejecutado, de la lucha de igual a igual con el animal, ... 

Y hablarán de su pasión por la naturaleza. 

Palabrería, son solo charlatanes. Y es que cuando hablamos de la crueldad de la caza también hablamos de todas estas cuestiones, porque matar a estos machos monteses solo puede ser calificado de una forma: sadismo.

9 de diciembre de 2024

El protagonista

Fue sin duda el protagonista de la jornada.

Todos conocemos los testarazos tan bestias que se arrean los machos de las distintas especies del género Capra. En el recuerdo de muchos de nosotros estarán siempre grabadas aquellas secuencias de la serie documental de El Hombre y La Tierra en la que dos ejemplares de la subespecie Capra pyrenaica hispanica de las sierras de Cazorla se golpeaban con una violencia extrema y, agotados por el esfuerzo del combate, respiraban agitadamente para tomar algo de resuello antes de continuar. A mí no se me olvidarán por mucho tiempo que pase sin ver aquel capítulo de la serie.

Con aquellos recuerdos en la cabeza y con las observaciones que vamos realizando sobre el terreno, nos parecerá mentira que sus cabezas y sus cerebros no se destrocen con semejantes topetazos. Nos sorprenderá que puedan sobrevivir a estas embestidas. Pero lo hacen, sobreviven a estos combates que forman parte de su ritual anual. Y lo hacen porque las adaptaciones que han desarrollado en sus cráneos amortiguarán los impactos sin que estos les provoque lesiones letales. Y nunca verás un cuerno roto.

Bueno, mejor dicho, casi nunca, porque muy raramente puede llegar a suceder que veamos a algún ejemplar de esta guisa.


Este individuo fue el centro de nuestra atención durante toda aquella jornada. Lo que no parecía que pudiera llegar a suceder a él le sucedió: en alguna desafortunada arremetida una de las fundas de sus cuernos tronchó y se partió por su parte central. Quién sabe si algún problema de salud, alguna deficiencia en algún nutriente importante, mineral, vitamina, o quizás alguna infección del interior lo ha debilitado, haciendo que en uno de esos choques el cuerno se le partiera.



Cuando hacemos fotos de la subespecie Capra pyrenaica victoriae en Gredos el proceso es siempre el mismo: se comienza por buscar un grupo en el que haya numerosas hembras y varios machos grandes -lo que en ocasiones no es tan sencillo, pues parecen haberse volatilizado del lugar-; después te aproximas al rebaño, siempre dejándote ver desde lejos para que no se asusten; y finalmente permaneces con él durante el tiempo que creas suficiente, acompañándolo y buscando las fotos soñadas, a menos que ellas -las hembras- decidan largarse, en cuyo caso no podrás seguirlas. Si las cabras hembra se van lejos los machos las seguirán como corderitos y tú, por muy hábil que seas caminando por terreno malo, te acabarás dando por vencido. Por eso, este macho con el cuerno roto acabó siendo el protagonista de la jornada, dado que el rebaño se quedó sedimentado por una zona muy buena y nosotros permanecimos bastantes horas acompañándolo, lo que permitió que en numerosas ocasiones se nos presentara la oportunidad de retratarlo.



Volviendo al animal en cuestión, podríamos pensar que este macho ha tenido mala suerte, que la vida le ha tratado mal, que le ha jugado una mala pasada y que, en adelante, llevará una dura vida de paria, un desheredado sin poder competir con el resto de machos por el derecho a cubrir a las hembras. Nada más lejos de la realidad. Porque probablemente este individuo se haya salvado de ser ejecutado por un cazador que habrá pagado miles de euros (algunos machos -categoría A1- tienen un precio de salida de 4.500 € a lo que hay que sumar la cuota complementaria en función de la puntuación final del trofeo, pudiendo llegar hasta los 49.973 € si se ajusticia un macho con puntuación de 300, aunque suelen rondar cantidades entre los 3.000 € y los 16.000 €) para disfrutar acabando con su vida, precisamente porque su tara lo hace un ejemplar no "aprovechable" cinegéticamente. Es la mercantilización de la fauna salvaje.

Además, la falta de parte de uno de los cuernos no le impide en absoluto luchar por el favor de las hembras contra otro macho, como pudimos constatar al poco de "acoplarnos" al rebaño. Efectivamente, no llevábamos mucho rato cerca del grupo de hembras y machos que pastaban en la pradera cuando este ejemplar se enzarzó en una batalla con otro ligeramente más joven haciendo que nuestras cámaras entraran en calor. Aún en la pradera donde habían estado pastando comenzaron los primeros topetazos.



Pero inmediatamente se encaramaron a grandes rocas, donde prosiguieron dirimiendo su posición jerárquica. El individuo con el cuerno roto presentaba una capa más canosa que lo diferenciaba claramente del contrincante con el pelaje más marrón.




En un momento dado nuestro protagonista fue lanzado de la gran roca donde se peleaban cayendo a plomo tres metros más abajo, sobre la pradera. Tras encaramarse de nuevo a la roca le devolvió la jugada y al cabo de unos minutos fue el ejemplar más marrón el que fue empujado de un topetazo en el costado y lanzado al vacío.


Los machos cuando se están peleando van moviéndose por el espacio que les rodea. He visto peleas que han durado casi una hora en las que los contendientes han subido por completo la ladera perdiéndose de vista al volcar sobre la cima de la misma hacia la vertiente opuesta. En esta ocasión los dos adversarios descendieron de nuevo a la pradera para, a continuación, volver a subir por los roquedos de alrededor, buscando piedras elevadas para dejarse caer con más fuerza sobre el contrario. Así siguieron unos minutos más, empujándose, dándose empellones laterales y testarazos. 






Desde luego nuestro protagonista con cuerno y medio no tenía ni el más mínimo problema para defenderse y atacar. Su defecto físico no le suponía ningún inconveniente para dar un golpe sobre la mesa y dejar claro que ahí estaba él, dispuesto a luchar con quien hiciese falta. Tal fue así, que al cabo de otros pocos minutos más observamos un cambio de comportamiento que ya conocíamos de anteriores ocasiones: el ejemplar marrón -el que había sido derrotado- comenzó a caminar seguido muy de cerca por nuestro macho protagonista. La batalla había terminado. El perdedor se alejaba de la zona, acosado y empujado por el que parecía más viejo de los dos, que literalmente se frotaba la testuz y la cara contra el corpachón del perdedor. Así lo seguiría durante un largo trecho, hasta desaparecer ambos de la zona donde pastaba el resto del rebaño. Había que echarlo del lugar y dejarle claro que él, el del cuerno roto, era el ganador. 




Como no podía ser de otra manera, durante el resto de la tarde le pudimos hacer de nuevo fotos relajadamente, detalles de la cornamenta, de su mirada y de su aspecto potente. Fue sin pretenderlo el protagonista de aquella tercera sesión a las cabras en celo de este 2024, a cuál más productiva desde el punto de vista fotográfico.



Y viendo esta última fotografía que os muestro ¿alguien podría negar que se trata de un animal increíblemente hermoso, incluso sin parte de su cuerno derecho?

Espero sinceramente volvérmelo a encontrar en otras ocasiones por la sierra, será señal de que la vida le ha sido complaciente y que no habrá formado parte de uno de esos lotes de la muerte de la Reserva Regional de Caza de la Sierra de Gredos, insensibles e inhumanos. Matar de un tiro a animales que se te acercan hasta permitirte hacerles retratos de sus caras es una cobardía asquerosa, que en nada se diferencia a tirotear a una res doméstica dentro de un corral. Eso no es caza, señores verdugos, son ejecuciones. Es demostrar la crueldad y la frialdad del ser humano. Una atrocidad. Una salvajada. Estaría muy bien que este macho montés se librara de la ejecución a manos de unos seres que se mal-definen como "humanos", y si ha de morir antes de llegar a viejo que lo haga bajo las leyes de la naturaleza, tras el ataque de los lobos, de una enfermedad o por los rigores del invierno y la montaña, pero no como demostración de la barbarie de una criatura que no deja de demostrarse a sí misma su brutalidad y su impasibilidad. No a manos de un hombre sin corazón.

8 de diciembre de 2024

Siluetas

Estamos acostumbrados a ver por este blog a mis amigas las cabras monteses (Capra pyrenaica vitoriae), generalmente de la sierra de Gredos porque es a donde me suelo acercar cada año, por lo menos una vez en la época de celo y, si puedo, más veces en otras épocas diferentes. Las tengo más cerca, en la sierra de Francia, por ejemplo, pero el paisaje gredense me gusta especialmente por el magnífico ambiente alpino que se dibuja en él. Esta vez he subido a la sierra en tres ocasiones a lo largo de noviembre y entrado diciembre en pos de inmortalizar su comportamiento nupcial. La falta de nieve y las temperaturas templadas de este 2024 no han estropeado su celo, en contraste con las últimas temporadas de celo que fueron bastante sosas y apagadas en los años previos. Nos hemos divertido mucho con la cámara, hemos ampliado el archivo y hemos disfrutado de momentos realmente buenos. Ha habido combates entre machos, ha habido cortejos y posturas nupciales e incluso una cópula que, aunque no pudimos fotografiar por el lugar en el que tuvo lugar, siempre es un hecho interesante para cualquier naturalista. Hemos aprovechado especialmente a realizar tomas de siluetas, que resultan efectistas e interesantes. Hacía tiempo que quería realizar una variedad de fotos de este estilo, y este año se han alineado los astros. Os dejo aquí una pequeña selección de fotos de estas bellezas, espero que las disfrutéis tanto como yo lo hice retratándolas. Me ayudan a revivir los momentos. 














23 de octubre de 2024

La burbuja social de la caza

Hace unos días trasteé como otras muchas veces por el Parque Regional de la Sierra de Gredos, máxima figura legal de protección de la naturaleza gestionada por la comunidad autónoma castellano-leonesa, análoga a la figura de protección que ostentan los parques nacionales de gestión estatal. Estas figuras de protección llevan implícito en su propio espíritu dos aspectos fundamentales, hasta el punto de llegar a ser parte de su propio ADN. Por un lado, obviamente la custodia y amparo de la biodiversidad que en el ecosistema en cuestión se pretenda conservar, así como sus valores geológicos, etnográficos, etc. Y por otro lado, que la declaración de las citadas figuras de protección representen un activo añadido para el disfrute de toda la sociedad española, a la par que generador de un estímulo económico en las comarcas afectadas.


Pues bien, aunque ya no me sorprenda, una vez más regresé a casa muy cabreado por algunas situaciones que venimos sufriendo muchos usuarios de este parque regional, condicionados por el uso cinegético que del mismo espacio hace la Reserva Regional de Caza de la Sierra de Gredos y ese minúsculo porcentaje de personas que se divierten con un arma entre las manos. Por mucho que lo intenten justificar haciendo malabarismos dialécticos, no es compatible la gestión de protección ambiental que se hace en un parque natural o regional, con la matanza de fauna por parte de ningún coto o reserva de caza que comparta los mismos terrenos. Matar animales por diversión no soluciona problemas ambientales, sino que los genera. Además, hacer que convivan en un mismo espacio un elevado número de turistas con unos cuantos cazadores es un evidente factor de riesgo para los primeros, no respetándose a veces ni siquiera las rutas excursionistas balizadas y homologadas.


O se protege, o se mata, pero estas dos filosofías opuestas no pueden convivir desde ningún punto de vista en el mismo territorio. Por desgracia, no nos engañemos, son problemas que suceden también en el resto de espacios naturales protegidos españoles, a excepción de los parques nacionales. Sería muy interesante conocer el número de personas que se acercan a cazar a este parque regional y el de los que lo hacemos para otros usos recreativos. Con seguridad, por cada cazador seremos muchos centenares los excursionistas y montañeros que nos acercamos a Gredos al cabo del año; sin embargo, la práctica de la caza deportiva que practica ese reducido número de personas y el uso que dicho colectivo hace del espacio, nos condiciona al resto de usuarios, inmensa mayoría, siendo además una actividad contraria a la conservación y protección de la fauna. 

Pero esta vez ¿cuál es el por qué de ese mosqueo? Pues la foto de debajo es lo suficientemente explícita como para entender mi enfado. Me explico.

¿Qué vemos en ella? Pues vemos el típico cintajo de plástico contaminante (que todos tendríamos prohibido abandonar en el campo, y máxime en un espacio natural protegido) con el que los cazadores señalan los puestos de tiro en las batidas al jabalí, al ciervo, al zorro y, como sucede en muchas ocasiones, a todo lo que se cruce. Una sucesión así de llamativas cintas a lo largo de una pista o cortafuegos conforma la línea de tiro (con un número indeterminado de puestos/rifles) a la que serán empujados los animales del lugar mediante las rehalas de perros y los voceros que las dirigen en esas modalidades tan faltas de ética y humanidad como son las batidas y las monterías. ¿Y qué más vemos en la foto? Pues intuimos una ladera que asciende por la derecha de la imagen y vemos que baja por la izquierda de la misma hacia el valle. Y observamos también y con estupefacción que la pista en donde se situarán todos los tiradores -cada uno junto a su cintita- se presenta tapizada de piornos, hasta el punto de que cubriría a gran parte de las especies animales que por allí pudieran atravesar. En definitiva, vemos un lugar con, mala no, malísima visibilidad, lo que impediría identificar con tiempo suficiente qué es lo que viene, se aproxima o cruza por el camino. Y es precisamente ahí, en un entorno sin visibilidad, donde se sitúan los tiradores con el dedo en el gatillo, ansiosos por apretarlo. ¿Os imagináis una situación más peligrosa para la gente que, como yo hace unos días, pueda estar de excursión por allí?, porque las batidas se señalizan en los accesos principales y obvios, en las entradas de los caminos, junto a las carreteras, en las pistas forestales, etc. pero no en cada una de las múltiples sendas y vericuetos que puede haber en la montaña. ¿Qué pasa si en ese valle hay excursionistas o montañeros que no proceden de esos puntos de inicio en los valles, sino de arriba? ¿Qué pasa si hay un extraviado y va monte a través? porque estamos hablando, señores cazadores, de un parque regional donde las actividades de montaña son practicadas por cientos de excursionistas que se reparten por gargantas, valles, cuerdas y lagunas, cada fin de semana y festivos. Cientos. ¿Cómo se puede ser tan irresponsable de poner la línea de rifles a lo largo de una pista que no tiene una visibilidad perfecta, como sí sucedería por ejemplo a lo largo de un cortafuegos amplio y limpio?


Todos los años hay diversos accidentes mortales de caza en nuestro país, pero no parece que sea una prioridad minimizarlos, ni para los cazadores ni para las administraciones. Buen ejemplo de ello es la alucinante reducción de las distancias de seguridad que existían con anterioridad para cazar en las proximidades de los núcleos urbanos (ahora a 150 m), vías de comunicación (ahora a 50 m de las autopistas, autovías y carreteras) o vías de ferrocarril en uso (ahora a 25 m) en la nueva Ley de Caza de CyL de 2021, Artículo 30, sobre las zonas de seguridad. Es sencillamente escandaloso. Pero que esta falta de responsabilidad suceda, además, en un espacio natural protegido que atrae a miles de excursionistas y montañeros es, como mínimo, demencial.

No es, sin embargo, el riesgo para las personas el mayor problema -aunque sí el más grave si un día llega a ocurrir una desgracia- puesto que en general todos podremos advertir la presencia de una batida con suficiente antelación. El mayor problema es que en una pista así solo se puede "tirar a bulto" en la mayoría de los casos, puesto que la vegetación impide ver qué viene, qué cruza y qué diablos es. En un terreno así solo queda disparar primero y comprobar después si lo que ha caído es un jabalí o, por el contrario, una especie no cinegética. O peor aún, una especie protegida. Salvo los ciervos que superan la altura del matorral, el resto solo serán manchas fugaces atravesando la pista en un visto y no visto. Alguien ve algo marrón, un lomo pardo que pasa entre los piornos y simplemente aprieta el gatillo en las décimas de segundo que esa mancha móvil es visible, porque acto seguido desaparecerá definitivamente. Si lo que cae en vez de un jabalí es un lobo ... se silenciará, entre risas y palmaditas en la espalda; si lo que revientan es un gato montés en vez de un zorro ... en fin... mala suerte,... pa'l matorral irán sus restos; si es un corzo fuera del período en el que se puede cazar ... pues mira, pa'la saca y aquí mutis por el foro. Unos pocos osos ya han sufrido las consecuencias de demasiados dedos ansiosos sobre los gatillos, pero no aprendemos. O, peor aún, simplemente no le importa un bledo a nadie.


La irresponsabilidad es terrible. 

Es curioso que entre las muchas prerrogativas que se aplican a los cazadores respecto de otros colectivos que también usamos el campo como lugar de esparcimiento, encontremos el abandono sistemático de estos cintajos de plástico, además de los consabidos cartuchos de caza que los excursionistas vamos viendo por doquier (¡qué raro, no, con lo amantes del campo que son!) y que muchos vamos retirando del suelo en cada excursión, como sucedió el otro día, sin ir más lejos. Los organizadores de carreras de trail o de bicicleta de montaña tienen obligación de retirar toda la señalización que sitúan en cruces y veredas, lógicamente. Es algo que todos comprendemos y que los propios organizadores de los citados eventos deportivos llevan interiorizado en la actualidad. Entonces, ¿por qué los cazadores son una excepción a esta norma tan básica de no abandonar mierda en el campo? (sintomático, sin duda, del "muchísimo amor" que profesan por la naturaleza) ¿Alguien me lo puede explicar? 

- Sí, yo, -dirá alguno-: es que esos puestos de caza son usados de nuevo en la siguiente temporada cinegética, y así no tienen que ponerlos de nuevo cada año, ni tienen que subir los días previos a la batida para instalarlos, lo que implica un trabajazo de la leche.

Y dio yo: ¡¡¡y a mí qué diablos me importa eso!!!, el campo hay que dejarlo limpio, señores cazadores amantes de la naturaleza, exactamente igual o mejor a como estaba antes de llegar nosotros a él, y eso les incumbe también a ustedes. En los eventos deportivos se retiran las cintas, aunque al año siguiente se vuelva a celebrar la misma carrera. ¿Entonces?, ¿tienen algún problema los cazadores en hacer ellos lo mismo? ¿Y lo tienen, cuando esto sucede incluso en un espacio natural protegido, como en el caso de este parque regional? Pues pareciera que sí, que tuvieran el problema de sentirse amparados en todo lo que hagan, de imaginarse por encima de los demás y de creerse los dueños del mismo campo que pisamos todos. Pareciera, en definitiva, que se creen con más derechos y menos obligaciones que la gran mayoría de la sociedad.


Estas actitudes confirman -aún más si cabe- a esta sociedad moderna preocupada por la sostenibilidad ambiental, que los cazadores están muy lejos de ser "los primeros conservacionistas" del planeta, como a veces ellos se arrogan para sí ante los medios de comunicación (será ironía cuando lo dicen, digo yo, ¿no?). Porque todos estos hechos se vienen a sumar a una cada vez más amplia retahíla de evidencias que vienen a confirmar que el mundo de la caza está verdaderamente alejado de la sociedad. Viven en una burbuja aislada de la realidad actual. Privilegios como poder circular con sus 4x4 por pistas que permanecen prohibidas a otras actividades recreativas en el campo; que las modificaciones de las Leyes de Caza autonómicas suavicen, o incluso eliminen, ciertas restricciones existentes anteriormente a la actividad como en lo referente a las distancias de seguridad a núcleos de población o vías de comunicación que mencionaba anteriormente; que terrenos particulares puedan ser incluidos en los cotos sociales sin la autorización de los propietarios, que se ven así obligados a comunicar previamente (si se enteran a tiempo) su No Autorización, cuando lo lógico y justo sería hacerlo al revés, que aquellos que deseen incluirlos en el acotado lo autoricen; que los perros que usan para su actividad se vean excluidos de las mismas consideraciones que el resto de perros en la nueva Ley de Bienestar Animal; o que a ellos increíblemente sí se les permita molestar y perturbar a la fauna protegida, con batidas al jabalí en laderas con nidificación de buitres negros, por ejemplo, o con presencia de osas con crías o de cachorros de lobo; y que incluso se les permita cazar en Espacios Naturales Protegidos, expulsando de ellos al resto de usuarios (bajo penas de sanción graves en Castilla y León, con multas de 2.000,01€ a 10.000 €), no hacen sino incrementar el aislamiento social de ese mundo añejo y cada vez más trasnochado en el que viven los amantes del gatillo y la sangre. No tenemos muy lejos aún el recuerdo de cuando varias comunidades autónomas -entre ellas la de Castilla y León- permitieron a los cazadores seguir practicando su actividad letal durante el confinamiento por la COVID-19 en base a una absurda "urgencia ambiental", inventada para privilegiarlos, mientras los demás estábamos enjaulados en nuestras casas. De risa la disculpa que esgrimieron.

Y que esa discriminación positiva que ampara la actividad cinegética suceda además en todos los parques naturales es simplemente indignante, cuando no solo condiciona el uso recreativo y turísitico de los mismos para el resto de los ciudadanos -insisto una y otra vez, inmensa mayoría-, y representando un riesgo evidente, sí o sí, para los excursionistas, además de para las especies protegidas y las no cinegéticas. La caza sigue siendo, por desgracia, una actividad mimada por todas nuestras administraciones autonómicas y nacionales muy por encima de lo que debería ser lógico, y esto sucede a pesar de ser la responsable de numerosos accidentes de caza que involucran a otros usuarios del campo, a pesar de la coacción que impone sobre nuestro derecho al libre tránsito por el territorio a la inmensa mayoría de los españoles, y muy a pesar de los graves problemas ambientales de diferente índole que están asociados a la propia actividad, como algunos incendios forestales, el uso del veneno -especialmente en los cotos de caza menor-, el absurdo y contraproducente control de predadores, o la sempiterna manía de soltar animales de granja, con las derivas genéticas e hibridaciones que llega a generar.

Y es que con ellos gestionando así el 80% del territorio español es literalmente imposible que nuestros campos se encuentren en buen estado de conservación, ¿o es que a alguien puede extrañarle que todas esas ingerencias no afecten negativamente a nuestra naturaleza?, ¿es esta la manera que tienen de demostrarnos su amor por ella?, ¿o lo es simplemente por sus propios intereses?

26 de febrero de 2024

Prohibir matar animales por diversión


El domingo pasado regresé a casa muy enfadado, otra vez. No puedo por menos de estarlo, sin que se me pase el mosqueo desde hace mucho tiempo. Años. Recuerdo mis años jóvenes cuando la rebeldía y el ceño fruncido contra una sociedad adormilada eran el signo de identidad de toda una generación que quería cambiar las cosas. Los últimos años del franquismo que hoy algunos maquillan y añoran, y los primeros de una democracia que otros santifican como intocable coincidieron con toda una generación contestataria e inconformista. Aún existían "los grises", y no se me olvidan a una cierta distancia frente a nosotros. Sin embargo, recuerdo bien que en aquellos años rebeldes e insumisos formaba parte de mi biblia naturalista que la caza deportiva (nunca entenderé qué tiene de deporte matar seres vivos) era, en el peor de los casos, un mal necesario. Así me lo creí ingenuamente a base de oírselo decir a unos y a otros, desde notorios personajes públicos a gente anónima, blanqueando la brutalidad de dicho entretenimiento. Hoy en día, en la actualidad, con lo que sabemos, con la experiencia acumulada de cientos de encuentros con esta actividad, con las consecuencias que acarrea para la biodiversidad, y para la libertad de tránsito y la integridad física del resto de las personas, no puedo opinar igual.


Cuando las canas me tiñen el pelo desde hace bastante más de lo que quisiera, ya no comparto aquella tolerancia de mi juventud. Ahora soy más radical que entonces. Me "han hecho ser" más radical que entonces, para ser exactos. No comprendo la caza, me resulta imposible ser ya indulgente con esa mierda que cada año se lleva por delante la vida de demasiados millones de animales masacrados en nuestro país por diversión, por mero entretenimiento, además de acabar también con un pequeño, pero siempre excesivo, puñado de seres humanos, esta vez por negligencia o accidente. Y ya no la comprendo ni por experiencia personal, ni por lógica; probablemente porque razone más las cosas y porque el sentido común me avala.


La media anual de animales masacrados para mero esparcimiento fue de 20.219.696 cada año, teniendo en cuenta que se trata de cifras que hacen referencia solo a las especies cinegéticas que han sido abatidas legalmente, de acuerdo a cupos establecidos y contabilizadas oficialmente por el MITERD. Ni que decir tiene que el volumen real debe ser obviamente muy superior, pues no es una práctica esporádica que se sobrepasen dichos cupos, que muchos cazadores y/o cotos no transmitan sus capturas reales a la administración y que se furtivee muy por encima de lo imaginable, como ya dejamos claro en la Caza, furtivismo y descontrol. Pero es que, además, habría que añadir la ingente cantidad de animales protegidos y/o no cazables que mueren en controles de predadores en los cotos y fincas cinegéticas (gatos monteses, garduñas, meloncillos, etc.). Basta un dato sangrante para demostrar la irresponsabilidad de la que el sector cinegético hace gala en nuestro país: al menos 7.380.277 tórtolas europeas (o comunes) fueron muertas en esa década a pesar de ser una especie cuyos efectivos poblacionales se venían reduciendo brutal y alarmantemente desde hacía tiempo. Solo en 2020 el Ministerio aprobó por fin una moratoria de capturas que dura hasta nuestros días, aunque no se excluyó a la tórtola europea de la lista de especies cinegéticas, lo que viene siendo una demanda recurrente desde sectores conservacionistas y científicos.

Pero vayamos al grano, que me ramifico.

Sí, amigos, prohibir la caza es algo de sentido común en, al menos, determinadas circunstancias. Y en el resto de casos debería serlo como mínimo por ética. Esa es al menos mi opinión. Hablemos de las primeras.

Hay varias coyunturas en las que esta actividad debería ser vetada radicalmente desde ya. La primera CUANDO SE PRACTICA EN UN ESPACIO NATURAL PROTEGIDO (ENP), ya sea un parque nacional (hoy en día prohibida por Ley desde diciembre de 2020) o cualquier otra figura de protección, ya sean parques, reservas o monumentos naturales, por ejemplo, y que se hayan constituido públicamente para conservar y proteger los valores naturales y paisajísticos de un área concreta.

No tiene ningún sentido que, mientras al conjunto de la ciudadanía se le exige el más estricto respeto a la fauna que habita un área protegida, como es lógico, y bajo la pena de ser sancionada administrativamente si la molesta o perturba, como también es lógico, luego pueda venir un cazador y matarla con todos los beneplácitos administrativos. ¿Alguien lo entiende? Porque si hay algo que a la fauna le molesta especialmente es que la maten, ¿no os parece?

Protegemos la vida salvaje de un entorno pero al mismo tiempo permitimos que unos privilegiados mercadeen con el derecho a dispararla y matarla. Señores pensantes, no es compatible proteger la fauna y a la vez matarla, ¿no os dais cuenta de ese curioso detalle? ¿No os habéis percatado aún que el fundamento de la declaración de áreas protegidas es preservar la vida y el funcionamiento que esos ecosistemas encierran?, ¿es de verdad tan difícil de entender que matar es lo contrario de proteger? Si es que es del más aplastante sentido común, señores, hasta el punto de que cualquier niño lo entiende. De purita lógica, que dirían en Latinoamérica. O proteges o matas, pero las dos filosofías no pueden ética o moralmente desarrollarse en el mismo espacio. Y si, además, el desarrollo de esa actividad impide al resto de ciudadanos disfrutar de ese entorno para la realización de otras actividades, esta vez sí, inocuas para el medio ambiente, ... pues entonces apaga y vámonos: prevalece arbitrariamente el gatillo y sus privilegios al senderismo, la observación de fauna, el ciclismo, la fotografía, o lo que quiera que cada cual desee practicar en la naturaleza.


Y enlazando con lo anterior, hay una segunda cuestión que me trae de cabeza: la URGENTE DESAPARICIÓN DE LAS RESERVAS REGIONALES DE CAZA y del resto de cotos públicos de todo el país gestionados y declarados por las administraciones: es absolutamente inadmisible que sigan existiendo en nuestros días, en pleno siglo XXI. Ahondando en la paradoja anteriormente expuesta respecto del absurdo hecho de que se pueda cazar en un Espacio Natural Protegido salpicado de cotos privados de caza, pienso y razono lo injusto y anticuado que supone, además, que muchas de esas áreas cinegéticas sean, por el contrario, públicas y gestionadas directamente por los gobiernos autonómicos. Porque aquí, además de implicar la contradicción de matar por un lado la misma fauna que protegemos por otro, existe un componente que lo hace mucho más hiriente y surrealista todavía, como lo es que estas Reservas Regionales o Nacionales de Caza las mantengamos todos con nuestro dinero, a pesar de que en España aproximadamente el 98,5 % de los ciudadanos ni somos cazadores, ni compartimos la necesidad de la caza, ni mucho menos su ética, constituyendo una amplia mayoría la que abogamos por una dura restricción de la misma o, incluso, su total prohibición a nivel particular. Por Ley habría que hacer desaparecer de un plumazo todos estos cotos públicos de caza, por anacrónicos y medievales, como viejos vestigios de lo que fueron los antiguos cotos reales, por ser actualmente injustos con una sociedad no cazadora que no tiene porqué mantenerlas económicamente, y máxime cuando además coincidan en el espacio con figuras legales de protección. ¿Cómo puede no enfadar a nuestra sociedad que el conjunto de los ciudadanos que se opone mayoritariamente a matar animales por diversión corra, para mayor afrenta, con los gastos que conlleva el mantenimiento de estas reservas de caza?, ¿se están mofando de nosotros? Obviamente, se trata de una burla más que la sociedad tenga que poner dinero encima de la mesa para esta reprobable actividad. 

Y, por último, una tercera cuestión que me preocupa especialmente y me saca de mis casillas, porque es tan evidente y palmaria que da vergüenza: que SE LES PROHIBA A LOS CAZADORES MOLESTAR A LAS ESPECIES PROTEGIDAS de una vez por todas, ¡que ya está bien hombre!. ¿Alguien ve lógico que, aún no siendo en un Espacio Natural Protegido -donde es todavía más reprochable-, los cazadores sí puedan perturbar la vida diaria de las especies protegidas del entorno en el que desarrollan su antiecológica actividad?. Casos tenemos muchos para demostrarlo, como las habituales batidas en manchas de monte donde se tiene constancia de la presencia de osos, e incluso de osas con crías o de camadas de lobo, por poner unos casos que son de lo más corrientes en nuestro país. Pero pondré un ejemplo menos conocido pero que igualmente se permite todos los años. Veamos, estamos en una sierra del centro peninsular, cubierta de monte mediterráneo. Las laderas con una fuerte pendiente guardan como verdaderos tesoros algunas plataformas de buitre negro, y durante varios meses al año la Junta de Castilla y León (en este caso, pero sucede en todas partes) pincha cartelitos a la entrada de todos los senderos y pistas prohibiendo el acceso a todos para preservar la tranquilidad de esta especie necrófaga durante su ciclo anual reproductor.


Nada, nos tendremos que dar la vuelta, porque caminar en un relativo silencio con la cámara o los prismáticos colgados del cuello "molesta" a las aves carroñeras y puede perturbarlas en tan delicado período. Vale, todos de acuerdo ¿no? Sí, así es, todos de acuerdo, al menos los que nos colgamos unos prismáticos del cuello. Entonces, ... ¡hay amigo!, ... ¿porqué se autorizan batidas con decenas de perros de reala y un determinado número de ojeadores vociferando gritos como si no hubiera un mañana para batir precisamente esas manchas de monte donde están incubando o dando calor a los pollos de buitre recién nacidos, para mover las "presas" hacia la línea de escopetas? ¡¡Es que pasan a veces por debajo mismo de algunos de los nidos!! Es una barbaridad y una indecencia. El estrés que representa esta abusiva y horrible modalidad de caza es brutal en todo el entorno en el que se desarrolla, porque no afecta solo a las especies objetivo (jabalíes, ciervos, corzos y zorros, básicamente, y a veces también gamos y muflones), sino a todas las criaturas en su conjunto, incluyendo también a todas las especies protegidas (linces, osos, rapaces, lobos,...) del lugar, con el importante riesgo existente de que alguna de ellas pueda, además, morir en la jornada, como ya hemos sufrido en tantas ocasiones.

Efectivamente, sí, el domingo regresé a casa enfadado y no puedo por menos de estarlo aunque no tuve en esta ocasión ningún encuentro desafortunado con estos personajes. No me prohibieron pasar porque hubiera una montería, ni tampoco silbó próxima una bala perdida como en alguna otra ocasión, ni me han llegado cerca de los pies los perdigones de un par de cartuchos disparados desde el otro lado de un pequeño azud tras describir en el cielo una parábola en busca de algún pato. No me ha puesto nadie mala cara, ni he tenido que oír improperios de ningún señor armado porque "le espanto SU caza" en mi trasiego por el monte, ni me ha interrogado ningún engreído guarda privado del coto social de turno como si el delincuente fuera yo. Pero aún así fue imposible no regresar muy enfadado a mi casa cuando caminar por el Parque Regional de la Sierra de Gredos es observar el compendio de todas esas circunstancias sin ningún sentido común a las que me he referido en los párrafos anteriores.


Porque no es de recibo que me vea obligado a escoger en época de caza vestir con los colores más fosforitos que tenga por casa para parecer un semáforo viviente y evitar así que me peguen un tiro en un Parque Regional, confundido con un bicho porque sigue habiendo muchos disparos a bulto. Porque no es de recibo que mis impuestos paguen las nóminas de una guardería que mata animales en una Reserva Regional de Caza, en vez de protegerlos. Porque no es de recibo que mis actividades estén supeditadas a las suyas, ni que su libertad de tránsito coaccione -cuando no prohibe- la mía propia. Porque no es de recibo que los cazadores, en el ejercicio de una actividad lúdica, no ganadera o agrícola, tengan autorización para meter sus vehículos hasta donde les de la gana. Porque no es de recibo que con nuestro dinero esas Reservas Regionales de Caza abran pistas para los cazadores y lo empleen en labores que alteran el entorno, como la construcción de refugios, el levantamiento de vallados cinegéticos, la introducción de especies cinegéticas exóticas (arrui, muflón, faisán, ...). Porque no es de recibo que ellos tengan privilegios y derechos que al resto de los ciudadanos se nos niegan, prevalenciendo su actividad sobre las del resto de españoles, con plena libertad de movimientos cuando a los demás se nos puede impedir el paso. Porque no es de recibo la coacción que nos supone el riesgo de sus armas, ni la autorización que tienen para meter sus vehículos hasta lo más profundo del monte, ni la de salir a pegar tiros durante el confinamiento cuando al resto se nos obligaba a quedarnos en casa. No es de recibo que se les permita dejar el monte lleno de cintas de colores sin recoger y de cartuchos tirados por el suelo. Y no es de recibo que muchos desfoguen sus frustraciones contra la señalización que se encuentran.



En fin, ¿cómo no voy a estar enfadado? El tiro al plato sí es deporte, señores cazadores, matar animales por diversión es, muy por el contrario, una actividad indigna y humillante para el ser humano actual, por lo insensible de la misma, por su falta de empatía, por la violencia que lleva implícita y hasta por la agresividad que muchas veces trasciende de ella, y sobre todo por antinatural y perjudicial para la biodiversidad. Una actividad con la que no comulga el aproximadamente 98,5 % de la población española que no es cazadora, pero a los que, sin embargo, nos afecta su presencia.

Prohibir la caza deportiva en todos los Espacios Naturales Protegidos, eliminar las obsoletas Reservas Regionales de Caza y resto de instituciones públicas análogas y prohibirles a los cazadores que provoquen molestias a las especies animales protegidas es lo mínimo a lo que se debería aspirar en una país civilizado que se precie, moderno y preocupado por la conservación medioambiental, eliminando de paso todos esos injustos privilegios que el resto de los españoles no comprendemos y que socavan la convivencia entre unos y otros. Todos estos aspectos son, como mínimo, del más obvio sentido común.

Ambicionar menos de eso es seguir viviendo en el medievo.