Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
Mostrando entradas con la etiqueta Buitre Negro. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Buitre Negro. Mostrar todas las entradas

27 de agosto de 2023

Vergonzosa FCQ

Pues así es como yo calificaría, de vergonzosa, la posición de la todopoderosa Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos (FCQ) respecto del actual marco legal que por fin ampara la protección del lobo en nuestro país, en sintonía con el resto de países de nuestro entorno. Pero por mor de la verdad, no pueden sorprenderme mucho realmente sus últimas declaraciones, puesto que ya hace bastantes años mantenía una postura muy laxa (por decirlo suavemente) respecto de la gestión letal que en nuestro país se venía haciendo de la especie, modelo de gestión que no les parecía en absoluto mal para minimizar el uso del veneno en nuestros campos; el mismo veneno que, con seguridad, afectaría colateralmente a "SUS" quebrantahuesos. Y este era y parece que sigue siendo el quid de la cuestión: les preocupa que la lucha delictiva contra el lobo afecte a "SU" especie protegida, anteponiendo la conservación del quebrantahuesos a la del cánido. 

El 24 de agosto, hace apenas 3 días, la FCQ publicaba una nota de prensa en la que propone literalmente en su último párrafo que "-La constatación con carácter previo del cumplimiento de los requisitos posibilitará que, en los casos de ataques de lobo a dichas explotaciones, el pago de los daños y el control de las poblaciones de lobo se realicen de manera inmediata, ágil y eficiente". Un día antes el Diario de León publicaba el siguiente titular: "La FCQ considera que la actual protección del lobo deja desprotegida a la ganadería" y haciendo malabares linguísticos su Vicepresidente, el Sr. Gerardo Báguena, intentaba justificar que el lobo permanezca en el LESRPE al mismo tiempo que aconsejaba que "... el control no puede ser ni ambiguo ni laxo, tiene que ser concreto, claro y que se pueda ejecutar. Estamos trabajando legalmente para que el contenido del Lespre, sin cambiar el sentido de la norma, sí que se cambie el orden de las actuaciones de tal manera que las competencias y decisión última de actuar o no para eliminar un núcleo concreto que da problemas la tenga el Gobierno regional y no el Ministerio ... / ... pero vamos a ver cómo lo gestionamos. Cómo podemos autorizar batidas cuando corresponda y cómo podemos, de alguna manera, generar un documento útil que valga de verdad para gestionar y no solo proteger."

Pero vamos a ver si se entera esta fundación, por Dios, si una especie está estrictamente protegida por su inclusión en el listado NO SE LA PUEDE MATAR. Como no se pueden tirotear ejemplares del resto de especies que están incluidas en el mismo: colimbos, zampullines, petrel de bulwer, pardela cenicienta atlántica, paíños europeo y boreal, moritos, águilas culebrera y calzada, halcones peregrino y de eleonora, cernícalos varios, grullas, calamones, avutardas, lechuzas, búhos reales y cárabos, vencejos, carracas, pito negro, murciélagos, castor europeo, nutrias, armiños, gatos monteses, rorcuales tropicales, cachalotes enano y pigmeo, o delfines comunes y orcas, por indicar solo algunas de las 293 especies de aves y mamíferos que se encuentran incluidas actualmente en el LESRPE, y a cuyos taxones habría que sumar los correspondientes a flora, invertebrados, peces, anfibios y reptiles hasta un total de 629.


¿Quiere esta fundación pseudo-conservacionista explicar, por favor, qué encaje de bolillos pretende hacer para que el lobo sea la única especie de esta larga lista de taxones que sí pueda ser perseguida y matada? ¿Qué mente supuestamente conservacionista puede proponer semejante despropósito? ¿Podemos entonces ponernos a matar algunas de esas otras especies que he mencionado en el paréntesis previo?, ¿águilas calzadas, por ejemplo, porque se alimentan de especies cinegéticas de caza menor?, ¿avutardas, quizá, porque entran en los campos de alfalfa?, ¿o tal vez grullas porque se comen las bellotas que deberían engordar al ganado porcino?, ¿o acaso las eficientes nutrias porque se comen los peces que luego quieren pescar los humanos? ASCEL les deja meridianamente claro a los responsables de esta parodia de fundación que no es posible articular ninguna excepción con una especie concreta, además de dejar patente la gravedad de las declaraciones.

Según entiendo yo, para esta fundación hay especies de primera categoría y especies de segunda. Aunque para ellos probablemente de primera solo haya una, y ya habéis adivinado cuál puede ser, ¿no?. Sí, eso es, habéis acertado: "SU" quebrantahuesos. El resto parecen no existir, salvo que afecten de una manera u otra a esta maravillosa ave carroñera. Y por ello les preocupa la existencia del lobo, ya que enerva a la gente del campo y esta puede llegar a hacer uso del veneno para combatirlo, veneno que acabaría finalmente afectando a la recuperación del quebrantahuesos.

Ese es el pecado del lobo según ellos, y como la FCQ ya lo ha sentenciado culpable se ponen decididamente del lado de los ganaderos más extremistas y enfrente de la propia Ley, del movimiento conservacionista español, del sentido común y, por supuesto, de la propia dignidad de la fundación. Señores de la FCQ, si existe veneno en el campo -muy vinculado en general a los cotos de caza menor como método de eliminación de mesodepredadores (los mismos que controla el lobo de forma gratuita) y a la ganadería en regiones con presencia del lobo- a quien hay que controlar es al delincuente que lo esparce, no a las víctimas para quienes va dirigido. A ver si se vuelven conscientes de ello, es un delito ambiental muy grave que hay que perseguir, y responsabilizar de los problemas de la ganadería al depredador solo puede incrementarlo, por lo que es realmente grave y contraproducente su postura en este sentido.

¿De verdad proponen que para conservar al lobo debemos dejar en manos de los gobiernos autonómicos más lobicidas de la historia de España la decisión de matarlos o no matarlos?, ¿en su fuero interno se cree de verdad que para proteger a este depredador, fundamental en el equilibrio de los ecosistemas, hay que dejarlo en manos de las cuatro autonomías que siguen empeñadas en que el Ministerio les deje matar ejemplares, aún siendo una especie con un estado de conservación desfavorable?, ¿dejamos entonces la vida y hasta el futuro del lobo a la discreción de las mismas regiones que solicitan insistentemente extraerlo del mismo LESRPE para acribillarlo a tiros. Perdonad que yo alucine, ¿pero es que de verdad se puede cree la directiva de esta fundación que la ganadería española está en declive por la presencia de este depredador?, ¿también la ganadería en Cataluña, o en Aragón, o la Comunidad Valenciana, por ejemplo, o en Baleares o Extremadura, de cuyos territorios el lobo desapareció hace muchísimas décadas? Tenemos que recordar a estos señores que en todas las comunidades autónomas españolas sin excepción la ganadería tiene graves problemas estructurales independientemente de la existencia del depredador en ellas o de su ausencia, que en todas ellas son los mismos y que lo único que cambia es el porcentaje de afectación que unas u otras sufren. No existe ni la más mínima vinculación directa de la presencia del lobo con el tan cacareado mantra del "exterminio de la ganadería extensiva" como consecuencia de su protección. 


La Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos haría mucho bien a esta país si se limitara a hablar de la conservación del quebrantahuesos o, en el mejor de los casos, de la necesidad imperiosa de proteger la biodiversidad ibérica en su conjunto, SIN EXCEPCIONES, dejando de meter cizaña en la politizada bronca que rodea al lobo, que ya es de por sí bastante seria y difícil de resolver como para que venga ahora un actor nuevo a enrarecer más aún un ambiente que ya es de por sí extremadamente tenso? 

Obviamente este tipo de comunicados o actuaciones se lanzan a la arena pública para mantener de su lado al sector ganadero, para hacerles creer que ellos sí son sensibles a sus reivindicaciones, distanciándose del movimiento conservacionista español y, así, no ser metidos a granel en el mismo saco en el que nos meten a "esos ecologistas radicales, urbanitas y sin ningún conocimiento de la realidad rural", intentando minimizar la posibilidad de que se tomen la justicia por su mano -delinquiendo- y que esta pueda afectar al quebrantahuesos. Vamos, lo que viene siendo un "hacerles la pelota" de toda la vida, blanqueando su imagen ante ellos; puro y duro postureo, un tenderete en el que venden humo al sector ganadero, para tenerlos de su parte, simple y llanamente. Pero también es una más que evidente bajada de pantalones no reconocida ante los chantajes de quienes amenazan con seguir eliminando ejemplares transgrediendo las leyes proteccionistas y usando todos los métodos a su alcance, todos ellos actualmente ilegales contra el lobo.

Pero esta escenificación lo que hace al mismo tiempo es echar más leña al fuego de un conflicto que no necesita ya más combustible.

Por eso yo le pediría a esta fundación que deje de meter la pata diciendo barbaridades tan surrealistas como estas y se dedique exclusivamente a conservar "NUESTROS" quebrantahuesos, que no se los crea suyos de la misma manera que a los osos se los cree la Fundación Oso Pardo, y que, curiosamente, también tiene una afinidad grande con el sector ganadero y una postura poco o nada proteccionista para con el lobo por las mismas razones que la FCQ: si el ganadero se toma la justicia por su mano sembrando muerte en nuestros montes son los osos y los grandes carroñeros los primeros afectados. Son estas razones de fondo y no otras las que realmente marcan el posicionamiento de ambas fundaciones respecto a la gestión letal del lobo, mostrándose siempre manifiestamente favorables a los controles poblacionales de la especie. Pero con estas directrices se les cae la careta conservacionista detrás de la que se esconden ante esa parte de la sociedad que sí lo es realmente.

Lo dicho: VERGONZOSO.

14 de junio de 2019

La anilla

Un centenar de buitres leonados dan cuenta de los despojos peleándose como macarras de barrio en la puerta de un garito. Los vemos y los observamos con el asombro que siempre provocan sus tumultuosos ágapes, llenos de bullicio, amenazas, peleas, picotazos, aleteos y saltos. No sabemos a dónde mirar; en frente nuestro se simultanean broncas en abanico. Pero entre todos ellos hasta seis buitres negros hacen acto de presencia. Son diferentes, sin dejar ningún lugar a la duda. Observan parados la gresca, parecen meditar la situación, deciden cuál va a ser su próximo objetivo y solo entonces avanzan con un movimiento ritualizado que aparta a los leonados a un lado. Su presencia se hace notar. Tras las primeras cortas ráfagas de mi cámara persiguiéndolos entre medias del maremagnum, observo que uno de ellos está marcado en una pata. Me vuelvo loco intentando fotografiar la anilla de PVC que porta en su tarso derecho, acompañando a la metálica que adorna el izquierdo, pero la hierba alta y seca del lugar me lo pone verdaderamente difícil. Solo disparando cuando camina tengo alguna opción, y desde luego olvidándome de que en el encuadre entre su cabeza, está demasiado cerca para sacarlo de cuerpo entero. Me olvido momentáneamente y de forma deliberada de retratar escenas o individuos, hasta que finalmente consigo pillar la numeración de la anilla amarilla después de un rato. Siempre podría ser más relevante la información que estas lecturas de marcas pueden aportar en el conocimiento de la especie que el uso que unas bonitas fotos pudieran conllevar.

Casi sin darnos cuenta se ha pasado el tiempo; la mesa se ha vaciado y los comensales, tras unos momentos de sosiego, levantan el vuelo despidiéndose de nosotros. Ha merecido la pena aunque haya sido muy rápido esta vez: bajaron demasiados al principio para repartirse lo que para ellos habrán sido únicamente unos "entrantes". En las tarjetas solo se han acumulado unos centenares de retratos. Sin duda un pequeño puñado que aún habrá de disminuir más cuando lo cribe en el ordenador y quede reducido al par de decenas de imágenes que finalmente se sumarán al archivo. Una pobre cosecha pudiera parecerle a alguno, pero lo cierto es que, aún volviéndote de vacío, siempre habrá compensado haber sido mudos testigos de estos momentos de verdadera vida salvaje.

Esperamos aún un rato dentro del chajurdo hasta que todos los buitres que planean por encima nuestro desaparezcan en el horizonte y solo entonces salimos del escondite con la sonrisa dibujada en nuestras caras. Ha estado bien, muy bien. Yo no lo olvidaré.





29 de marzo de 2019

El inesperado

El no invitado. Este elemento se presentó a la mesa sin que nadie lo invitara, aunque como buen anfitrión me cuidé de no hacérselo saber y me comporté con la mayor de las hospitalidades de que hago gala. Dejé que comiera sin reparos hasta que, igual que vino, decidió dejarme. Quizás nos volvamos a ver en algún otro ágape, ¡quién sabe!


El buitre negro (Aegyius monachus), del que ya hemos visto aquí imágenes en varias ocasiones, es un ave formidable que engancha a quien lo tiene cerca. Su presencia altiva le confiere un aire de nobleza y majestuosidad que no presenta su primo, el buitre leonado. Siempre ha sido eso lo que más me ha llamado la atención de este animal, al que Félix Rodríguez de la Fuente llamaba "el monje". En esta ocasión la carroña tierna de una cordera que había muerto el día anterior, fue suficiente para que desayunara cómodamente, sin tener que compartir con otros invitados el plato. De hecho yo no esperaba a este comensal, sino a mis amigos los milanos, lo que hizo que la distancia al mantel fuera escasa para mi teleobjetivo. No fue fácil hacer que entrara todo su enorme corpachón en los encuadres, e hice lo que pude o supe. El convertidor 1,4X permitió acercarme un poquito más aún (por si no estaba ya demasiado cerca) y sacar algún detalle de su comportamiento a la hora de alimentarse. Siempre se comenta que esta especie prefiere la carne a las vísceras -al contrario que el leonado, que no le hace nunca un feo a buen paquete intestinal- y en esta ocasión cumplió con lo esperado. Desgarraba tiras de músculo con la sencillez con la que el cuchillo de un matarife hace su trabajo, sin esfuerzo alguno. Se olvidó por completo de las vísceras que afloraban por el vientre, abierto por un perro previamente, y se centró en patas y hombros. El poco peso de la cordera para un ave de este tamaño facilitaba al buitre moverlo sin miramientos de un sitio a otro.







El comportamiento de los buitres delante de una carroña siempre es una caja de sorpresas y la incertidumbre está asegurada. Pueden posarse a cincuenta metros de ella y tumbarse al sol toda la mañana sin acercarse a comer para luego partir volando con tranquilidad y sin probar bocado, o pueden estar una semana rebañando una carcasa reseca y despreciar una oveja nueva a poca distancia durante tres días para, finalmente, marcharse sin probarla.

¡Excéntricos!

Este ejemplar adulto estuvo alimentándose solo, sin el incordio de ningún otro congénere cerca con el que pelearse por la pitanza, lo que le permitió hacerlo con relativa rapidez, hasta que decidió volar a media mañana. Sin embargo, cuando algunos ejemplares entran solitarios o en un número muy reducido a una carroña lo normal es que el nerviosismo y la intranquilidad hagan que estén atentos a todo cuanto les rodea, y eleven el vuelo al menor atisbo de peligro. De ahí que les guste alimentarse en espacios abiertos, lo que les facilita controlar posibles enemigos. Este ejemplar actuó como era de esperar: tardó en entrar a la carroña, andando con precaución desde el punto en el que se posó previamente, a cincuenta o sesenta metros de distancia; luego, una vez que empezó a saborear la carne roja, se relajó y comió con tranquilidad hasta que decidió que era suficiente y se marchó. Nunca llegó a mirar hacia el hide buscando la procedencia del ruido de mis disparos. No hubo molestias humanas de otro tipo, ni vehículos pasando cerca, ni ciclistas, ni perros. Nada. Todo transcurrió en perfecta armonía. Y así, sin estreses de ningún tipo, comió y se fue, lo que resulta en un verdadero placer el hecho de enclaustrase en el hide. Por la tarde cinco negros y varios leonados volvieron a entrar al cadáver y dieron buena cuenta de lo que quedaba de él, aunque yo ya no andaba por la zona.

Nota: como siempre, fotos en formato original, sin recortes o reencuadres.

30 de junio de 2018

El monje

Cuando los fotógrafos nos escondemos frente a una carroñada solemos esperar con especial expectación a un señor de aspecto serio y orgulloso, de genio rudo y trato difícil; bronco, huraño. El buitre negro (Aegypius monachus) es un carroñero escaso que no cuenta ni con la décima parte de parejas reproductoras que su compañero de fatigas, el buitre leonado. Mientras que de este último contamos en la Península Ibérica con una población cercana a las diez y ocho mil parejas, del buitre negro rondan solo las mil trescientas, aunque afortunadamente parece que en franca recuperación. Sin lugar a dudas este aspecto de su estado de conservación le confiere una notoria relevancia para el naturalista, que siempre presta más interés a aquellas especies que precisan de una mayor protección. Pero es que, además, ostenta otros atributos peculiares que se vienen a sumar a su precaria situación poblacional. Por un lado, es el mayor ave voladora de Europa y una de las más grandes del mundo tras albatros y cóndores andinos, alcanzando casi los tres metros de envergadura. Resulta ser mucho menos gregaria que el leonado, apareciendo en las carroñas en menor número que aquel (exceptuando allí donde una gran colonia de buitre negro está cercana). Tiene unos hábitos alimenticios algo diferentes a los del leonado -digamos que es un poco más exquisito a la hora de sentarse en la mesa, escogiendo con preferencia la carne a las vísceras-, alimentándose a menudo de carroñas muy pequeñas. Se agrupa en dispersas colonias de cría en densas masas forestales de algunas serranías sobre todo del Centro-Oeste peninsular, donde construyen enormes plataformas sobre la copa de los árboles. Por si fueran poco sugestivas todas estas particularidades, exhibe un porte sobrio y elegante, propiciado en gran medida por las plumas que adornan erizadas la parte posterior de su cuello y que le otorgan ese cariz a la vez aristocrático y severo. Todo ello hace que para un fotógrafo el buitre negro sea una verdadera tentación. Personalmente los considero unos animales realmente bellos, en especial los jóvenes del año, con su cabeza prácticamente negra.

Todo esto se me agolpa en la cabeza cuando a lo largo de varias carroñadas en dos ubicaciones diferentes busco encuadres y gestos que inmortalizar. Sigo y persigo a los ejemplares con el objetivo, los espío y los vigilo, esperando una pose, un gesto o un comportamiento. Caliento el sensor de la cámara con continuas ráfagas desde el escondrijo intentando plasmar en bits digitales ese empaque de personaje duro que siempre transmite esta especie y que a mí tanto me engancha; ese semblante ceñudo y áspero, sí, como de señor serio y orgulloso.
















7 de febrero de 2018

Fotografía y conservación

Quien leyera mi post de 28 de junio pasado, titulado "Más allá de las cifras", comprenderá perfectamente que la actividad cinegética es uno de los grandes problemas a los que a de hacer frente la vida salvaje en España y, por extrapolación, también en casi cualquier otro país del mundo. Sin embargo, se hace evidente que la caza deportiva, aquella que se practica por mera y simple diversión, es solamente uno más de las graves incertidumbres que afectan a la biodiversidad del planeta. Contaminación, sobre-explotación de los recursos naturales, incendios forestales, desertización, calentamiento global, pérdida de hábitats, invasión de especies exóticas, etc. son solo algunas de las formas que toma la destrucción medioambiental relacionada directamente con la acción del hombre, sin lugar a dudas la especie animal más alteradora que nunca haya existido sobre la faz de la Tierra.


Remediar esta deriva a la que arrastramos al planeta se me antoja imposible, toda vez que en mi pesimista fuero interno soy un obcecado convencido de que nuestra delirante especie ya no tiene remedio. Sin embargo, también creo que es nuestra obligación intentar paliar, ralentizar o aminorar la velocidad a la que destruimos nuestra casa, quizás con la vana esperanza de que una lúcida generación futura comience a "pensar" con la cabeza, antes de que la situación sea irreversible.

Bueno, la realidad es que no sé si es nuestra obligación, como decía antes, o si es simplemente por puro egoísmo personal, para así poder morirnos con la conciencia tranquila de que nosotros al menos lo hemos intentado, de que hemos sido más parte de la solución que del problema. Sea como fuere, mientras asistimos impasibles a la sexta extinción masiva del planeta (y no lo digo yo, lo dice más de un científico), causada precisamente por las múltiples acciones combinadas del hombre, desconocemos aún si esa irreversibilidad ya ha llegado para quedarse o de si aún estamos a tiempo de salvar los muebles. Y mientras exista una oportunidad, cada granito de arena que aportemos será de una valiosa ayuda.


Entonces ... ¿cómo girar 180º esa deriva destructiva (y auto-destructiva, no lo olvidemos) en la que nos vemos inmersos? Hay consenso en afirmar que solo hay una forma de hacerlo: cambiar la sociedad. ¡Ahí es nada, eh!. A mí se me antoja imposible, sí, pero... habrá que intentarlo por si acaso no hemos aún cruzado la línea sin retorno, esa en donde ya no hay marcha atrás. ¿Y con qué herramientas contamos entonces para intentar cambiar la sociedad del futuro? pues tampoco descubro nada si hablo del binomio "información-educación". Estas son las dos cuestiones fundamentales para atraer al ciudadano a un cambio de actitud; constituyen la clave. ¿Cuántas veces hemos tirado del mantra, ¡tantas veces repetido!, de que no se cuida lo que no se ama, y no se ama lo que no se conoce? Pues para proteger hay que tener primero información veraz que nos empuje hacia ese cambio de actitud tan necesario, que nos incite a la responsabilidad global, al egoísmo de querer salvar este planeta del que dependemos; tenemos que
re-educarnos, en definitiva. Y es en este punto donde, en segundo lugar, la imagen cobra una relevancia que nada tiene de superficial; donde el retrato y la estampa entran en juego de un modo, a mi entender, muy relevante, ya que para amar algo lo primero que tienes que hacer es verlo. Por mucho que nos duela a los ya concienciados, para el gran público la información está vacía si no le ponemos un icono que le dé forma. Sí, ya lo sé, es de una simpleza vergonzosa, pero es que nosotros, los que somos capaces de curar enfermedades o enviar a un congénere a la luna y luego traerlo de vuelta a casa, somos así de simples.


Un ejemplo: los que somos de esa generación que creció amando a los proscritos lobos ibéricos, pegados al televisor cada semana viendo los programas de un visionario llamado Félix Rodríguez de la Fuente, sabemos a lo que nos referimos, pues ya nos embrujaban esos animales tan parecidos a nosotros aunque nunca le habíamos visto las orejas a uno de ellos en el campo, y ni por asomo pensábamos que algún día fuéramos a ser capaces de hacerlo. Amamos los lobos gracias a que sus ojos de color miel nos habían hipnotizado a través del televisor en aquellos documentales que inundaban nuestros hogares. Aquello, unido a la propia pasión que aquel personaje inolvidable transmitía fueron fundamentales para que una sociedad española que aún utilizaba los términos "alimaña" o "aves de rapiña" cambiara en aquellos años intensos y se convenciera mayoritariamente de la necesidad de conservar nuestra fauna y nuestra tierra. La imagen como concepto general constituye, pues, una herramienta verdaderamente útil para cambiar conciencias. Y por el mismo motivo también nuestras propias fotografías, ¿por qué no?. Quizás en muchos de los casos solo las de aquellos que nos rodean, las de quienes alcanzan a verlas en nuestros reducidos ámbitos familiares o profesionales; pero quizás también más allá de nuestro círculos más cercanos gracias a revistas, concursos, blogs y redes sociales.

Sí señores, desengañaos, es la imagen la que remueve conciencias cuando en los telediarios vemos una escena trágica, porque si no hay una imagen impactante detrás de lo que cuenta el presentador ni nos inmutamos, lo habremos olvidado en cuanto comience a hablar de la siguiente noticia. Las palabras quedan vacías y la información queda hueca sin la instantánea del sufrimiento y la destrucción, o sin la foto de la belleza y la hermosura de la vida. Es así de triste porque somos así de patéticos. Las palabras se las lleva el viento. La imagen perdura.


La imagen, sí, incluyendo también nuestras fotos -algo que repetiré hasta la saciedad-, pueden ser fundamentales para que quienes nos rodean sean conscientes de la necesidad de preservar esos seres o paisajes que fotografiamos. Es por ello que la fotografía de naturaleza se convierte en un utensilio importante para "educar" en esa cultura de la conservación. A niveles generales, globales, es algo que nadie discute, y que entidades de diferente índole conocen muy bien, haciendo uso (y abuso) de ella en sus campañas.

¿Pero por qué son tan útiles las imágenes? pues porque enlazan directamente con la última parte del mantra, aquella que dice que "... solo se ama lo que se conoce", ¿recordáis?. Y es que, amigos, para amar algo que no tienes a tu lado, algo que no tienes al lado mismo de tu casa y que puede ser tan lejano como las selvas de Borneo destruidas por los cultivos de palma, lo tienes primero que ver, lo tienes que conocer visualmente para darle sentido a toda esa información que puedas obtener desde otros ámbitos. La sociedad tiene que verlo con sus ojos, tienen que ver su belleza para que le interese su conservación. Mirar ese paisaje o el brillo de los ojos de un ser vivo, y pensar que existen y que merecen ser protegidos y cuidados; mimados. No basta, no es suficiente con saber que un pequeño mustélido necesita nuestra ayuda porque está a punto de extinguirse, hay que verlo, conocer sus costumbres, sus movimientos, el brillo de su pelaje, su forma, y el color de sus ojos llenos de vida. No es suficiente con saber que quedan apenas un puñado. No lo es para nuestra sociedad anestesiada.


La información es imprescindible porque justifica la conservación, porque la hace imperativa, porque hace un relato empírico de la necesidad de cuidar nuestro planeta, protegiendo sus paisajes y a los seres vivos que en él habitan, con datos que nos demuestran su importancia y su necesidad. Pero la información es fría, no transmite amor o empatía a quien no está ya previamente vinculado anímicamente con el problema. La imagen sí lo hace, conecta con el espectador, y eso es lo que le otorga tanta importancia, porque nos motiva para conservar lo que nos rodea, tocando nuestra fibra sentimental, anímica, afectiva. Información e imagen no son, pues, nada el uno sin el otro, no serían suficientes por sí solos para cambiar una sociedad, se necesitan mutuamente.

Los necesitamos a ambos para educarnos.


NOTA: Todas las imágenes se presentan en su formato original, sin ningún tipo de recorte o reencuadre.

14 de diciembre de 2017

Mi sexto cumpleaños

Poquito a poco Cuaderno de un Nómada va madurando y creciendo, y aunque parezca que hace nada que comenzó a navegar por la red aquella primera entrada de presentación, hoy se suman seis años de andadura y más de trescientas entradas y cien mil visitas. Habrá a quien seis años le pueda parecer poco tiempo, y en cierta modo lo es; y habrá también quien pueda pensar que supone en sí mismo todo un logro, que el mero hecho de haber sobrevivido ese tiempo en la vorágine que acorrala nuestras existencias en este mundo tan complejo y difícil, puede representar ya un primer objetivo cumplido per se. Yo, en mi fuero interno, espero que mantenga su razón de ser durante una etapa mucho más amplia, a la vez que deseo no intervenir demasiado en esa decisión, pues quiero que sea él mismo el que se retro-alimente en el tiempo y que explore autónomamente los contenidos que quiera mostrar a sus seguidores. Me eximo, pues, de esa responsabilidad y en ese proceso me quedaré en un segundo plano.

Y viendo a la criatura con un poco de perspectiva, se hacen evidentes las diferencias que existen entre el blog que arrancó hace seis años y el que ahora tenemos delante. La deriva que el año pasado ya se hizo plenamente constatable en la temática de las entradas, se ha consolidado definitivamente a lo largo de este agonizante año que termina. Así, la fotografía que en los comienzos -como fuente y motor de inspiración por sí misma- me pedía y hasta exigía escudriñar y reflejar el mundo global que me rodeaba, como si a través de la mirilla de una puerta espiara o como si fuera un simple viajero curioseando por la ventanilla del tren cómo el mundo se deslizaba del otro lado del cristal, se ha transformado en la actualidad en la llave a través de la cual observo y muestro específicamente la naturaleza más cercana y la fauna salvaje que en ella encontramos. La fotografía ha perdido en parte sus mayúsculas y se ha convertido ahora en la herramienta, el utensilio, el altavoz necesario a través del cual busco revelar pequeños retazos de la vida que encierran nuestros campos a quienes quieran comprenderla y amarla, desentrañar cohibidas miradas a quienes se atrevan a mirar de frente, retratos de otros seres sin voz que comparten con nosotros el planeta. Yo, sin embargo, al igual que al principio, no he cambiado mi roll y sigo siendo un simple mediador, el "cooperador necesario" para que estas imágenes y las miradas que hay en ellas lleguen hasta vosotros. No sé si con ello aportaré un modesto granito de arena en pos de la necesaria preservación del medio ambiente, pero anhelo que así sea. Espero que la simple belleza de los animales fotografiados me ayude a conseguirlo. En definitiva, ya no es La Fotografía con mayúsculas la fuente de inspiración de estas páginas, sino la propia Fauna; este es ahora y por el momento el verdadero motor de Cuaderno de un Nómada. Mi motor.

En cualquier caso, en esta ocasión para celebrar el año que se despide he escogido imágenes de una docena de especies de aves fotografiadas a lo largo de estos últimos doce meses. Ha sido un año intenso, con muchas horas de espera tras la cámara, con muchas satisfacciones, con más fracasos que éxitos -como siempre-, y sobre todo con mucho, mucho trabajo para conseguir algunas de estas instantáneas. Supongo que ha merecido la pena. He aprendido mucho del comportamiento de algunas de estas especies, y salvar sus miedos y su distancia de seguridad siempre ha supuesto un reto primero y una recompensa después, aún cuando la imagen no fuera la imaginada. La experiencia me ayudará en los siguientes sueños y me hará más efectivo (o al menos eso quiero pensar).

Así pues, ofrezco este pequeño manojo de fotografías, seleccionadas de entre las que más satisfecho me han dejado a lo largo de dos mil diez y siete; apenas un pequeño puñado de efímeras instantáneas que han dado sentido por sí mismas a todo el trabajo que hay detrás de ellas. Salud, compañeros, para el año que se acerca, espero poderos mostrar otras cuantas imágenes más en el séptimo cumpleaños.













21 de abril de 2017

Las SANDACH

¿Qué son en realidad las SANDACH?

En 2011 la Unión Europea se hace eco de algunas problemáticas colaterales que derivaron de las apresuradas medidas adoptadas unos años antes para erradicar la enfermedad de las "vacas locas", y aprueba un nuevo reglamento por el cual se regula el destino final de los Subproductos de origen Animal No Destinados a Consumo Humano -que es lo que significa el acrónimo SANDACH-, derogando desde ese mismo momento la normativa aprobada 9 años antes, que contemplaba, entre otras medidas, la obligación de las cabañas ganaderas de deshacerse de las reses muertas mediante empresas intermediarias que las trasladaban a una incineradora, asumiendo los costos de esta gestión.

La evidencia de puntos específicos revisables y mejorables de aquella estricta normativa de 2002 -aprobada urgentemente en aquellos primeros años de miedo tras los brotes de la encefalopatía espongiforme bovina- y las numerosas alertas y avisos que se vinieron realizando posteriormente sobre la situación a la que abocaron dichas disposiciones a las especies necrófagas, aconsejaron a la Unión Europea a adaptar dicha legislación, levantando ciertas restricciones, aunque sin perder un control efectivo sobre el sector, perseverando en una normativa rigurosa sobre seguridad sanitaria y medioambiental que garantizara la completa fiabilidad de la cadena alimentaria humana y animal.

Así nace un nuevo reglamento que a partir de 2011 regula el modo en que se puede abandonar el cadáver de una res en el campo, muy a pesar de algunas personas que habían visto en la recogida e incineración de los deshechos animales un negocio ilimitado. El BOE publicó el 25 de noviembre de 2011 el Real Decreto 1632/2011 del 14 del mismo mes, por el que se desarrolla a nivel nacional la normativa europea y, posteriormente, el Real Decreto 1528/2012 por el que se establecen las normas aplicables a estos subproductos de origen animal, y derivados. Transcurridos dos años desde la aprobación de la normativa a nivel comunitario, la Junta de Castilla y León por fin aprueba el esperado Decreto 17/2013 de 16 de mayo de 2013 que desarrolla a su vez las normativas europea y nacional, aunque la publicidad e información que se destina al sector ganadero respecto de la nueva normativa es poco menos que nula. Lamentablemente, a día de hoy, muchos son todavía los ganaderos que desconocen la posibilidad que les ofrece la Ley para deshacerse de los cadáveres muertos y continúan pagando a las empresas del sector la retirada de los mismos.

Pero, vayamos al grano. ¿Quiénes pueden realmente abandonar cadáveres de ganado en el campo? Para poder hacerlo dentro de la Ley hay que cumplir unos sencillos requisitos, a la par que lógicos. En primer lugar la explotación ganadera debe ser en extensivo, quedando explícitamente excluidas las explotaciones en intensivo o mixtas. En segundo lugar la cabaña debe estar saneada, es decir, debe contar con todas las garantías de vigilancia sanitarias y bienestar animal que contemple la Ley, con los programas de vacunación adecuados y las revisiones veterinarias oficiales requeridas habitualmente. Y en tercer lugar, estar ubicada en un término municipal que se encuentre incluido en una ZPAEN, o lo que es lo mismo, en una Zona de Protección para la Alimentación de Especies Necrófagas. El territorio de Castilla y León está casi incluido en su totalidad como ZPAEN, a excepción de algunas porciones de León, Zamora, Valladolid, Burgos y Palencia, como se puede observar en este mapa. Junto a estos tres requisitos, al ganadero en extensivo solo tendrá que disponer de un libro de registro en el que anotará la identificación del animal, su peso y la fecha en la que sus restos fueron abandonados en el campo para servir de alimento a las aves necrófagas.

Transcurridos casi cuatro años de la aprobación en nuestra comunidad autónoma del Decreto que regula este tema, me temo que la implantación en el sector ganadero aún no está generalizada, aunque va mejorando. A mi área de campeo -muy lejos de los cantiles y laderas boscosas en los que habitualmente crían las dos grandes necrófagas ibéricas- van llegando ejemplares de buitre leonado y negro, así como de algún que otro alimoche, aparte de los habituales milanos de ambas especies que residen por la zona. No dudan en bajar (o sí) hasta los restos de ganado para alimentarse y limpiar la zona. Los grandes buitres despliegan su tren de aterrizaje con sus toscas garras y se dejan caer como misiles sobre las carroñas en descomposición. Las moscas alrededor de la carne maloliente y los miles de gusanos reptando entre los tejidos no molestan a estos eficientes sanitarios de nuestros campos. Dependiendo del número de ejemplares, en poco tiempo pueden llegar a dejar limpia la carcasa de una oveja, aunque regresarán probablemente a seguir comiendo no sabemos muy bien qué, cuando nosotros no vemos ya qué es lo que se puede rebañar de un esqueleto hueco.

Generalizar de nuevo el abandono en el campo de reses muertes (con las debidas normas de seguridad) está representando por fin un alivio para las poblaciones de grandes necrófagas, que vieron cómo durante más de una década su sustento se vio gravemente mermado. Disfrutemos pues del vuelo de estas poderosas planeadoras sobre nuestros campos y pensemos en la necesidad de legislar con sentido común y simple lógica.