Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
Mostrando entradas con la etiqueta Ávila. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Ávila. Mostrar todas las entradas

12 de diciembre de 2024

Ejecutar no es cazar

La verdad es que no tenía pensado opinar más sobre la caza por estos lares (de momento), pero es que me resulta tan difícil no indignarme ante el hecho injusto de que se gestiona nuestra naturaleza y nuestros ecosistemas en función de los intereses del sector cinegético y en detrimento de una verdadera protección de la fauna, que no puedo por menos de dejar al menos constancia aquí de mi cabreo. No hace demasiado tiempo hablaba de esta actividad con un buen amigo y estábamos de acuerdo en que la caza que se practica hoy en día nada tiene que ver con la que practicaban nuestros padres o abuelos. En la época de la postguerra en muchas casas se comía algo más de carne gracias a que entraban en ella de vez en cuando perdices, conejos o liebres. Hoy, sin embargo, se "consume" caza y se miente alrededor de ella.

Sí, hoy algunos -cada vez menos afortunadamente- consumen la muerte innecesaria de fauna salvaje como se consumen los mal llamados deportes de aventura, el culto al cuerpo, la fotografía o los viajes, por poner cuatro ejemplos. Todo se practica "porque hay que hacer algo", porque la sociedad actual lo demanda, como reclama que, además, tengamos que exhibirlo públicamente. Sin embargo, no siempre hay detrás verdadera pasión, interior, sincera, íntima y vital. Porque sí, detrás de esta práctica tan poco sensible habrá quien también sienta todo eso, aunque la mayoría de la sociedad no seamos capaces de alcanzar a entenderlo nunca, al fin y al cabo gente buena pero insensible con el sufrimiento de los animales también la hay, porque el ser humano es lo más alejado que existe de ser un ser perfecto. Porque decirme ¿todo el mundo que viaja es viajero?, seguro que la mayoría estaréis de acuerdo conmigo en que no. ¿Todo el mundo que sube al Everest es alpinista? obviamente ya sabemos todos que tampoco. ¿Y todo el mundo que caza es cazador?, y en esto también sabemos que hoy en día ... ni en broma, muchos son sencillamente verdugos. Y lo son por simple diversión. Sin necesidad alguna, ni interior ni exterior.

Y aquí llegamos al meollo de la cuestión. Cazar cabra montés (Capra pyrenaica) no es cazar, es ejecutar, y a las pruebas me remito: si la gente a veces les hacemos fotos con el móvil ¿quién se atreve a negar que pegarle un tiro a un macho montés no sea una ejecución en toda regla?, ¿tiene eso algo de caza? Obviamente no, eso no lo aprobaría un verdadero cazador, eso solo lo haría un carnicero.


Si alguien siente algo interior y vital que le arrastra a hacer algo así porque siente pasión por ello, entonces es que tiene algún gen atrofiado. Los cazadores sin duda alegarán que solo son así de confiadas las cabras que coinciden con un turismo masivo de excursionistas y montañeros, en lugares muy concretos. Y tienen en parte algo de razón, pero solo en parte, porque también tenemos razón los que afirmamos que, aún así, se trata de una especie tranquila y pachorrona que no pone tierra de por medio en cuanto ve asomar una persona a cientos de metros de distancia, como sí hacen los ciervos, jabalíes o corzos. La cabra no es así, y lo saben. Con el alcance y precisión de los rifles de que se dispone hoy en día disparar a esta especie es, en la inmensa mayoría de los casos, una ejecución. Y quien piense lo contrario se miente a sí mismo. Y quien diga lo contrario nos miente a los demás. Así, los cazadores ya extinguieron a dos de las cuatro subespecies de cabra montés de la península Ibérica, mientras que de esta otra en concreto de la que vemos estas fotos, la Capra pyrenaica victoriae que habita el Sistema Central, llegaron a sobrevivirles tan solo 12 ejemplares, lo que nunca hubiera sucedido si fuera una especie medianamente esquiva y huidiza ante la presencia humana.


Y señores, no nos dejemos tampoco engañar en esto, también se cazan los machos que se dejan hacer fotos con el móvil en esos lugares concretos en los que son así de confiados debido a que coinciden con ese turismo masivo de excursionistas y montañeros. No solo el cazador y el coto, o la reserva de turno, escogen al animal que van a sentenciar de entre los que habitan en lugares indómitos y escondidos, alejados del coche, a horas de pateo en lo más recóndito de la montaña, sino que también son sentenciados aquellos animales mansos, mansos, mansísimos que viven en estos lugares tan masificados, donde se diferencian muy poco del ganado doméstico. Los mismos animales dóciles que nosotros fotografiamos a unos metros, y que son reservados para aquellossss ..., llamémosles cazadores, que no tienen una forma física que les permita andar realmente por la montaña. 


Así es. Eres un ... llamémosle cazador, joven y con buena forma física ... pues te llevan a ejecutar con tu rifle de última generación a un macho montés que vive en una ladera alejada (un poco solo, eh) de donde quedará aparcado el vehículo 4x4 (que ellos sí pueden meterlo por todas partes porque están autorizados), en algún lugar que seguramente no tiene mucho trasiego montañero, y al que le podrá tirotear a una distancia razonable de unos pocos cientos de metros (o ni eso) mientras los mira sin huir.

Que eres un ... llamémosle también cazador, no tan joven o con un fondo físico pésimo para pinrelar por la montaña ... pues te llevan a ejecutar a uno de estos otros machos monteses que tienen la fortuna o la desgracia de moverse por una de esas otras zonas, masificadas por excursionistas.

Luego, eso sí, venderán al público y a la sociedad la pureza de la actividad, el romanticismo de la lucha de igual a igual con el animal, la necesidad de equilibrar mediante la caza las poblaciones de los herbívoros como si fueran héroes, nos hablarán del conocimiento del medio, de la dificultad de moverse por el terreno hostil de la montaña, de sus riesgos, ... lo adornarán todo poéticamente con una supuesta "pasión por la naturaleza". Nada, no hay nada de ello, todo es pura literatura, propaganda barata. Solo algunos ingenuos se lo creerán, cuando la realidad es mucho más fría, aséptica y soez: mercantilismo puro, yo te pago para que me pongas delante de un ejemplar al que le pueda pegar un tiro para colgar en el salón de mi casa su cabeza cortada. Se trata de una simple transacción económica donde en este caso la administración que mantenemos todos los ciudadanos, a través de la Reserva Regional, ofrece un servicio a un particular.

Y el producto es la vida de un ser que casi se deja tocar.


Estas cuestiones siempre me asaltan cuando, cada temporada de celo de la cabra montés, me acerco a la sierra a hacerles algún reportaje fotográfico. Nos arrimamos a algún rebaño y permanecemos con él durante horas, a veces durante toda la jornada, mientras observamos y retratamos su comportamiento. 


Y cómo no cuestionar que, si de verdad hay que matar a algunos de estos animales (lo que no pongo en duda bajo ciertas circunstancias) en un Espacio Natural Protegido para equilibrar el ecosistema allí donde no haya presencia de lobos -que los deberían controlar de manera natural, gratuita y de modo mucho más eficiente-, por qué tienen que hacerlo unos particulares por diversión y no la administración por oficio. No nos podemos olvidar del despropósito de que a los lobos también se les persigue brutalmente a escondidas porque les comen "sus" cabras monteses, como se comen "sus" ciervos y corzos; porque a todos ellos los consideran suyos, no del medio, ni de sí mismos a pesar de ser salvajes y silvestres, y ni siquiera de todos los españoles, son solo suyos. Y, claro, que un depredador salvaje se alimente de fauna salvaje es algo que no pueden tolerar. El epílogo podía ser el siguiente: "matamos a los herbívoros para que no se desequilibre el ecosistema, a la vez que matamos a los lobos porque se comen a los herbívoros que nosotros queremos matar para que no se desequilibre el ecosistema".

La inteligencia al poder, ¿no? ¿O es la desfachatez?


El caso es que tendremos que tragar con que se ejecuten dóciles cabras monteses en un Espacio Natural Protegido, declarado como tal para conservar y proteger -valga la redundancia- a esa misma fauna, entre otras cosas. Nadie puede molestar a la fauna en un ENP, obviamente, pero los cazadores sí las pueden fusilar después de soltar una pasta gansa. 

Y decía anteriormente que se miente mucho alrededor de esta actividad tan impermeable al dolor y sufrimiento de los animales, porque desde el sector cinegético y desde instituciones públicas y privadas, e incluso desde los medios de comunicación generalistas, se hace un relato de la actividad cinegética romántico e idealizado que está muy alejado de la realidad. Se ensalzan bondades que generalmente no existen, se alegan excusas de carácter medioambiental para que la sociedad deje de rechazar esta actividad, denostada hoy en día, y se ocultan los impactos que genera. El viejo romanticismo que rodeaba antaño esta actividad ha desaparecido en los tiempos mercantilistas que nos ha tocado vivir. Hoy en día no es más que negocio y postureo, además de ideologizado, pues se usa como arma política en el ámbito rural y conservador del país, exactamente igual (y por los mismos) a como se ampara, se protege y se justifica la tortura nacional a la que se someten a los toros de lidia en el ruedo. Luego, los verdugos de cabras monteses fliparán ante sus seguidores en las redes sociales, o ante sus conocidos en los despachos donde cerrarán negocios; hablarán de la dificultad del lance, del conocimiento del medio, del riesgo que asumieron, de la dureza de la alta montaña, de la dificultad del tiro, de la belleza del trofeo ejecutado, de la lucha de igual a igual con el animal, ... 

Y hablarán de su pasión por la naturaleza. 

Palabrería, son solo charlatanes. Y es que cuando hablamos de la crueldad de la caza también hablamos de todas estas cuestiones, porque matar a estos machos monteses solo puede ser calificado de una forma: sadismo.

9 de diciembre de 2024

El protagonista

Fue sin duda el protagonista de la jornada.

Todos conocemos los testarazos tan bestias que se arrean los machos de las distintas especies del género Capra. En el recuerdo de muchos de nosotros estarán siempre grabadas aquellas secuencias de la serie documental de El Hombre y La Tierra en la que dos ejemplares de la subespecie Capra pyrenaica hispanica de las sierras de Cazorla se golpeaban con una violencia extrema y, agotados por el esfuerzo del combate, respiraban agitadamente para tomar algo de resuello antes de continuar. A mí no se me olvidarán por mucho tiempo que pase sin ver aquel capítulo de la serie.

Con aquellos recuerdos en la cabeza y con las observaciones que vamos realizando sobre el terreno, nos parecerá mentira que sus cabezas y sus cerebros no se destrocen con semejantes topetazos. Nos sorprenderá que puedan sobrevivir a estas embestidas. Pero lo hacen, sobreviven a estos combates que forman parte de su ritual anual. Y lo hacen porque las adaptaciones que han desarrollado en sus cráneos amortiguarán los impactos sin que estos les provoque lesiones letales. Y nunca verás un cuerno roto.

Bueno, mejor dicho, casi nunca, porque muy raramente puede llegar a suceder que veamos a algún ejemplar de esta guisa.


Este individuo fue el centro de nuestra atención durante toda aquella jornada. Lo que no parecía que pudiera llegar a suceder a él le sucedió: en alguna desafortunada arremetida una de las fundas de sus cuernos tronchó y se partió por su parte central. Quién sabe si algún problema de salud, alguna deficiencia en algún nutriente importante, mineral, vitamina, o quizás alguna infección del interior lo ha debilitado, haciendo que en uno de esos choques el cuerno se le partiera.



Cuando hacemos fotos de la subespecie Capra pyrenaica victoriae en Gredos el proceso es siempre el mismo: se comienza por buscar un grupo en el que haya numerosas hembras y varios machos grandes -lo que en ocasiones no es tan sencillo, pues parecen haberse volatilizado del lugar-; después te aproximas al rebaño, siempre dejándote ver desde lejos para que no se asusten; y finalmente permaneces con él durante el tiempo que creas suficiente, acompañándolo y buscando las fotos soñadas, a menos que ellas -las hembras- decidan largarse, en cuyo caso no podrás seguirlas. Si las cabras hembra se van lejos los machos las seguirán como corderitos y tú, por muy hábil que seas caminando por terreno malo, te acabarás dando por vencido. Por eso, este macho con el cuerno roto acabó siendo el protagonista de la jornada, dado que el rebaño se quedó sedimentado por una zona muy buena y nosotros permanecimos bastantes horas acompañándolo, lo que permitió que en numerosas ocasiones se nos presentara la oportunidad de retratarlo.



Volviendo al animal en cuestión, podríamos pensar que este macho ha tenido mala suerte, que la vida le ha tratado mal, que le ha jugado una mala pasada y que, en adelante, llevará una dura vida de paria, un desheredado sin poder competir con el resto de machos por el derecho a cubrir a las hembras. Nada más lejos de la realidad. Porque probablemente este individuo se haya salvado de ser ejecutado por un cazador que habrá pagado miles de euros (algunos machos -categoría A1- tienen un precio de salida de 4.500 € a lo que hay que sumar la cuota complementaria en función de la puntuación final del trofeo, pudiendo llegar hasta los 49.973 € si se ajusticia un macho con puntuación de 300, aunque suelen rondar cantidades entre los 3.000 € y los 16.000 €) para disfrutar acabando con su vida, precisamente porque su tara lo hace un ejemplar no "aprovechable" cinegéticamente. Es la mercantilización de la fauna salvaje.

Además, la falta de parte de uno de los cuernos no le impide en absoluto luchar por el favor de las hembras contra otro macho, como pudimos constatar al poco de "acoplarnos" al rebaño. Efectivamente, no llevábamos mucho rato cerca del grupo de hembras y machos que pastaban en la pradera cuando este ejemplar se enzarzó en una batalla con otro ligeramente más joven haciendo que nuestras cámaras entraran en calor. Aún en la pradera donde habían estado pastando comenzaron los primeros topetazos.



Pero inmediatamente se encaramaron a grandes rocas, donde prosiguieron dirimiendo su posición jerárquica. El individuo con el cuerno roto presentaba una capa más canosa que lo diferenciaba claramente del contrincante con el pelaje más marrón.




En un momento dado nuestro protagonista fue lanzado de la gran roca donde se peleaban cayendo a plomo tres metros más abajo, sobre la pradera. Tras encaramarse de nuevo a la roca le devolvió la jugada y al cabo de unos minutos fue el ejemplar más marrón el que fue empujado de un topetazo en el costado y lanzado al vacío.


Los machos cuando se están peleando van moviéndose por el espacio que les rodea. He visto peleas que han durado casi una hora en las que los contendientes han subido por completo la ladera perdiéndose de vista al volcar sobre la cima de la misma hacia la vertiente opuesta. En esta ocasión los dos adversarios descendieron de nuevo a la pradera para, a continuación, volver a subir por los roquedos de alrededor, buscando piedras elevadas para dejarse caer con más fuerza sobre el contrario. Así siguieron unos minutos más, empujándose, dándose empellones laterales y testarazos. 






Desde luego nuestro protagonista con cuerno y medio no tenía ni el más mínimo problema para defenderse y atacar. Su defecto físico no le suponía ningún inconveniente para dar un golpe sobre la mesa y dejar claro que ahí estaba él, dispuesto a luchar con quien hiciese falta. Tal fue así, que al cabo de otros pocos minutos más observamos un cambio de comportamiento que ya conocíamos de anteriores ocasiones: el ejemplar marrón -el que había sido derrotado- comenzó a caminar seguido muy de cerca por nuestro macho protagonista. La batalla había terminado. El perdedor se alejaba de la zona, acosado y empujado por el que parecía más viejo de los dos, que literalmente se frotaba la testuz y la cara contra el corpachón del perdedor. Así lo seguiría durante un largo trecho, hasta desaparecer ambos de la zona donde pastaba el resto del rebaño. Había que echarlo del lugar y dejarle claro que él, el del cuerno roto, era el ganador. 




Como no podía ser de otra manera, durante el resto de la tarde le pudimos hacer de nuevo fotos relajadamente, detalles de la cornamenta, de su mirada y de su aspecto potente. Fue sin pretenderlo el protagonista de aquella tercera sesión a las cabras en celo de este 2024, a cuál más productiva desde el punto de vista fotográfico.



Y viendo esta última fotografía que os muestro ¿alguien podría negar que se trata de un animal increíblemente hermoso, incluso sin parte de su cuerno derecho?

Espero sinceramente volvérmelo a encontrar en otras ocasiones por la sierra, será señal de que la vida le ha sido complaciente y que no habrá formado parte de uno de esos lotes de la muerte de la Reserva Regional de Caza de la Sierra de Gredos, insensibles e inhumanos. Matar de un tiro a animales que se te acercan hasta permitirte hacerles retratos de sus caras es una cobardía asquerosa, que en nada se diferencia a tirotear a una res doméstica dentro de un corral. Eso no es caza, señores verdugos, son ejecuciones. Es demostrar la crueldad y la frialdad del ser humano. Una atrocidad. Una salvajada. Estaría muy bien que este macho montés se librara de la ejecución a manos de unos seres que se mal-definen como "humanos", y si ha de morir antes de llegar a viejo que lo haga bajo las leyes de la naturaleza, tras el ataque de los lobos, de una enfermedad o por los rigores del invierno y la montaña, pero no como demostración de la barbarie de una criatura que no deja de demostrarse a sí misma su brutalidad y su impasibilidad. No a manos de un hombre sin corazón.

8 de diciembre de 2024

Siluetas

Estamos acostumbrados a ver por este blog a mis amigas las cabras monteses (Capra pyrenaica vitoriae), generalmente de la sierra de Gredos porque es a donde me suelo acercar cada año, por lo menos una vez en la época de celo y, si puedo, más veces en otras épocas diferentes. Las tengo más cerca, en la sierra de Francia, por ejemplo, pero el paisaje gredense me gusta especialmente por el magnífico ambiente alpino que se dibuja en él. Esta vez he subido a la sierra en tres ocasiones a lo largo de noviembre y entrado diciembre en pos de inmortalizar su comportamiento nupcial. La falta de nieve y las temperaturas templadas de este 2024 no han estropeado su celo, en contraste con las últimas temporadas de celo que fueron bastante sosas y apagadas en los años previos. Nos hemos divertido mucho con la cámara, hemos ampliado el archivo y hemos disfrutado de momentos realmente buenos. Ha habido combates entre machos, ha habido cortejos y posturas nupciales e incluso una cópula que, aunque no pudimos fotografiar por el lugar en el que tuvo lugar, siempre es un hecho interesante para cualquier naturalista. Hemos aprovechado especialmente a realizar tomas de siluetas, que resultan efectistas e interesantes. Hacía tiempo que quería realizar una variedad de fotos de este estilo, y este año se han alineado los astros. Os dejo aquí una pequeña selección de fotos de estas bellezas, espero que las disfrutéis tanto como yo lo hice retratándolas. Me ayudan a revivir los momentos. 














30 de noviembre de 2023

Mi lugar de confort

La montaña es mi lugar de confort. Lo ha sido siempre desde la adolescencia. En ella siento que estoy en casa. Aún no había regresado del Gran Norte y en mi mente ya se estaba decantando la idea de cómo sería la nueva temporada de celo de la cabra montés (Capra pyrenaica vitoriae). Unos días después de los ciervos y gamos daneses, mi cámara y mi objetivo estaban a punto de fijarse un año más en este emblemático rumiante del Sistema Central. Regresaba a mis montañas. Así, a las primeras de cambio ya me encontraba caminando con el clarear de un nuevo día por mi zona de confort, ladera arriba, por aquellos roquedos, llambrias y piornales de mi querida sierra de Gredos. Lugares que siempre me han dado buenos resultados fotográficos con las cabras. A mi lado camina un gran amigo, además de magnífico fotógrafo, y no solo de fauna.


Como los últimos años, el celo de esta temporada vuelve a ser ... "raro", un poco anodino y soso (por no decir "un mucho").

Nos encontramos la sierra sin un copo de nieve, absolutamente limpia, lo que para caminar y pasar el día resulta muy cómodo, pero para el celo de la especie y para nuestras expectativas fotográficas supone en realidad un desastre. Tras una mañana perdida en la que los rebaños parecen haber desaparecido del lugar, alcanzamos a ver dos manadas en una misma ladera ya cerca del mediodía. No hemos sabido buscar bien, parece. Con uno de los grupos de cabras están ya un par de fotógrafos, así que nosotros nos dirigimos hacia el otro para no molestar.

Aunque las muestras de celo serán por parte de los machos insulsas y desaboridas durante toda la jornada, el primer contacto directo que tendremos con nuestro rebaño va a ser con este magnífico ejemplar que olfateaba el aire buscando feromonas femeninas que le indicaran una posible receptividad sexual, con esa peculiar mueca conocida como "reflejo de Fehmen", y de la que ya hemos hablado en la entrada dedicada a los ciervos, entre otras. Al mismo tiempo, el macho orina sobre la hierba para marcar con su propio olor el lugar, exactamente igual a como haría tan solo unos minutos después otro ejemplar más joven.

Hacer fotos a los rebaños de cabras puede parecer sencillo; y puede parecerlo porque lo es. No tiene ningún secreto. O como mucho uno: hay que intentar fotografiarlos allí donde estén habituadas a la presencia de excursionistas, de esa forma te aseguras que tu presencia cercana no represente para ellas ningún peligro. Dicho esto, lo primero será buscar un grupo de hembras, que en estas fechas siempre andarán acompañadas de los pesados de los machos, que las van atosigando a unas y otras casi sin descanso (aunque no es el caso de este año, como ya he dicho). Una vez localizado un rebaño y en condiciones normales, podrás acompañarlo durante varias horas, incluso a veces a lo largo de todo el día. Comes tus viandas mientras ellas rumian tumbadas. Buscas composiciones interesantes y encuadres ortodoxos mientras ellas posan sobre las rocas. Te acercas. Te alejas. Retratas a los chivos, luego a las madres y por supuesto a los machos. Buscas escenas. Vuelves a picar algo, sacas el termo. En fin, te vuelves casi un componente más del rebaño.


Lo más probable es que las hembras estén a lo suyo. Los chivos nacidos en la primavera ya están muy crecidos y son bastante independientes, aunque aún se mantienen cerca de ellas e incluso aún se toman su ración de leche de vez en cuando. Siempre es bueno no centrarse única y exclusivamente en los grandes e impactantes machos, las hembras también existen, no las discrimines. Vale, es cierto que para nosotros los grandes machos son el principal centro de atención, el objetivo de nuestras sesiones, pero ellas son al final las que cortan el bacalao durante los cortejos; observarlas implica no solo que puedas obtener fotografías atractivas también de ellas, sino que puedas identificar la que está a punto de dejarse montar por el sherif del lugar. De esa forma puede que aciertes a fotografiar alguna cópula. 




Como la vida en la manada suele ser tranquila, la jornada del cabrero tampoco será la mar de estresante. Desde luego, tendrás tiempo para descansar, seguro, y para disfrutar del paisaje. Podrás dejar el mochilón junto a una piedra y acompañar a uno u otro ejemplar por los alrededores. Todos los individuos del grupo acabarán posarán para nosotros como si supieran que nos gustaría que lo hicieran, como si alguien les hubiera dicho que deben hacerlo.

Uno macho de pelaje lustroso mira al horizonte, como pensativo; desde la montaña el mundo se ve muy pequeñito y lejano.


Otro se tumba sobre una piedra y deja pasar la tarde tranquilo, y hay quien se hace el dormido y con el peso de la cornamenta se le acaba cayendo la cabeza.



Los más posan para nosotros con su mejor perfil, grandes y viejos.




No es complicado, pues, hacer fotos de cabras en Gredos. Son mansas con la gente y nos aceptan a poca distancia. Basta con no molestarlas. Yo, normalmente hasta me tengo que alejar para que semejantes corpachones entren en el encuadre sin que queden constreñidos en él, aunque reconozco que no siempre lo consigo. Ellas están ocupadas y tú eres sólo un elemento más del ecosistema en el que se mueven.

Moverse tranquilo y dejarse ver en todo momento, no sobresaltándolas nunca emergiendo bruscamente desde detrás de una loma o una gran roca, son dos buenos consejos para no ahuyentarlas. Y por ende, para fotografiarlas. Eso, y tener siempre contigo el pertinente permiso fotográfico, no vaya a ser el guarda el que te ahuyente a ti. No cuesta nada solicitarlo cada año, así que ... sería una tontería no hacerlo. Por lo demás, tú solo has de buscar las posturas rituales que describan su comportamiento, y esas poses señoriales tan elegantes que nos regalan a veces, estar atento y ágil con el enfoque y el dedo índice en el momento de disparar para inmortalizarlas.

La belleza ya la ponen ellas, tú solo has de capturarla en la tarjeta.



Y así resulta imposible no quedarse prendado de estos toros de lidia cuando te posan de estas maneras. Elegantes, serenos y poderosos. Espectaculares, solemnes y regios.