Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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8 de septiembre de 2016

Reserva Natural de Troup Head

Seguimos recorriendo la costa Este escocesa visitando diversos lugares, atractivos tanto desde el punto de vista cultural (no todo van a ser bichos) como naturalístico. Después de abandonar los espectaculares acantilados de Fowlsheugh que tan gratos momentos nos ha hecho sentir, nuestro siguiente destino importante fue la Troup Head Nature Reserve, en donde estuvimos los días seis y siete, aunque solo hicimos fotos en la mañana de la segunda jornada.


Para llegar a esta reserva que también está gestionada por la RSPB (Royal Society for the Protection of Birds) debemos buscar la carretera B9031 entre los pueblos de Pennan y Gardenstown. En ella unas señales nos desviarán hacia la reserva y hacia Northfield Farm (granja Northfield). A partir de este cruce deberemos seguir las pequeñas indicaciones de la RSPB que nos conducirán entre tierras agrícolas hasta la misma granja, la cual deberemos atravesar por el medio un poco sorprendidos. Tras dejarla atrás, las indicaciones nos guiarán finalmente por un camino hasta un pequeño aparcamiento de tierra habilitado para una veintena de coches.

Si pensábamos que Fowlsheugh iba a ser difícil de superar por la soledad del lugar en contraste con la enorme población de aves existente, este otro ya vemos que no nos va a defraudar tampoco. Aparcamos la furgo y hacemos sin el equipo fotográfico una primera y fugaz visita al lugar, a pesar de la amenaza de lluvia o, quizás, precisamente por ello. Al contrario que hoy, mañana el pronóstico climatológico es muy bueno durante la primera mitad del día y esperamos aprovecharlo. Nos quedamos entre tanto, solos, pues los dos vehículos de naturalistas que había en el parking a nuestra llegada, se han marchado ya; ya solo veremos tractores transportando en sus remolques enormes paquetes de paja para el ganado.

Para acceder a la costa desde nuestros vehículos hay que dejarse llevar por las marcas de la RSPB, comenzando en una cancela situada junto al aparcamiento por la que entraremos en una finca privada y, lógicamente, vallada. Junto a su alambrada discurre paralelo un sendero que evita estropear el cereal allí cultivado, y que nos conducirá directamente hasta una puertecita de madera (si está mojado el camino por la lluvia o el rocío, se hace imprescindible un buen calzado y pantalones de agua para recorrer este trayecto dada la altura y densidad de la hierba). Por la portezuela saldremos fuera de la finca y nos situaremos en las cercanías de los acantilados. En esta zona un poste indicativo nos aclara que podemos caminar hacia la derecha o la izquierda en pos de la colonia de aves marinas. Todos los alrededores son tierras agrícolas y según se camina por la llanura no parece que al final vayamos a encontrar semejante lugar. Pero sí, a medida que nos aproximamos a los acantilados, el griterío de los alcatraces y finalmente el olor a excrementos acaban envolviendo la atmósfera.





El atractivo principal de esta reserva lo constituye por derecho propio el alcatraz atlántico (Morus bassanus), que mantiene aquí una importante colonia reproductora. Suelen anidar preferentemente en islas, aunque también lo hagan ocasionalmente en acantilados de tierra firme, como este o el de Bempton Cliffs, ya visitado. Son comunidades casi completamente monoespecíficas, ya que no se suelen mezclar demasiado con otras aves. En estas colonias a menudo se concentran decenas de miles de aves, principalmente adultas, siendo menos comunes los bonitos ejemplares inmaduros o juveniles. Más de la mitad de la población mundial de alcatraces atlánticos visita las costas escocesas en la época de reproducción. Por ejemplo, en la isla escocesa de Bass Rock se están contabilizando en la actualidad unas setenta mil parejas anuales, constituyendo desde épocas remotas una de las principales colonias a nivel mundial (probablemente la más grande en nuestros días). De hecho, el apellido de la especie -bassanus- hace referencia a la citada isla, lo que es sintomático de la importancia de la misma. Algunas de estas gigantescas colonias son conocidas desde hace muchos siglos ya que suponían un recurso natural intensamente aprovechado por el hombre, llegando en ocasiones a provocar la desaparición total y definitiva de la misma. Sin embargo, la protección que se brinda en las últimas décadas a la especie está consiguiendo que no solo se recupere su población a nivel demográfico, sino que aumente también el número de colonias en las que se reproduce, doblando actualmente el número existente hace tan solo un siglo. Se calcula que más de un millón de ejemplares vuelan sobre nuestros mares, y que su población sigue aumentando a un ritmo lento pero constante.






Son aves monógamas que se emparejan de por vida o hasta la muerte de alguno de los individuos, momento en el que vuelven a buscar una nueva pareja. Hasta los cuatro o cinco años de edad no alcanzan ni la madurez sexual ni la coloración definitiva, con el clásico blanco impoluto. Hasta entonces los inmaduros presentan plumajes más o menos profusamente moteados o tachonados de pardo, más blanco cuantos más años tiene el animal, y se instalan generalmente en la periferia de las colonias. Son aves muy gregarias durante el período reproductor, pero mantienen con agresividad las distancias entre nido y nido, no siendo raras las trifulcas entre vecinos con sus picos y cuellos estirados, especialmente en el momento de aterrizar.







El alcatraz es un ave espectacular, tanto por su tamaño y aspecto externo, como por sus costumbres. De más de tres kilos de peso y con más de un metro y medio de envergadura, es un ave de grandes dimensiones adaptado a vivir en alta mar a lo largo y ancho del Atlántico Norte, desde las costas norteamericanas hasta Europa y el Mediterráneo. Pesca dejándose caer como un arpón desde una cierta altura, alcanzando en ocasiones velocidades próximas a los cien kilómetros por hora. La evolución los ha dotado de adaptaciones anatómicas específicas para soportar sus violentas zambullidas, como la eliminación de los orificios nasales, la capacidad de cerrar sus pequeños oídos o aumentando la robustez de su esternón. Son aves diseñadas para la vida en el mar, muy veleras, capaces de realizar enormes desplazamientos aéreos; pero por el contrario, son poco hábiles a la hora de tomar tierra, y bastante patosas allí una vez lo han hecho. Su lugar es el mar, sin duda. Durante la reproducción se desplazan mar adentro buscando bancos de peces con los que alimentar a su prole, lo que les obliga a veces a alejarse del nido varios cientos de kilómetros. Si en Bempton las condiciones de luz y la ausencia de viento me impidieron fotografiar a esta especie en vuelo, en esta ocasión sí tuve la oportunidad de hacer un amplio reportaje del alcatraz en su verdadero medio, el aire, verdaderamente majestuosos.












NOTA: Todas las imágenes se muestran con el formato completo de la toma original, sin reencuadres o recortes, y han sido obtenidas en Troup Head a principios de julio del presente año. Si pasas por allí cerca, sería imperdonable no acercarse. No te defraudará,seguro.

21 de agosto de 2016

Bempton Cliffs

Los Acantilados de Bempton constituyen una de las reservas naturales más emblemáticas y conocidas del Reino Unido, ostentando fama de ser la más accesible y cómoda para la observación de aves por parte del gran público. Está gestionada por la RSPB (Royal Society for the Protection of Birds), la mayor institución no gubernamental de Europa dedicada a la conservación de las aves, con más de un millón de socios. Esta margen costera se sitúa en el condado de Yorshire y toma su nombre de la pequeña población de Bempton. En su conjunto el espacio natural está constituido por unos cinco kilómetros de acantilados entre Bempton y Flamborough, con un fácil acceso desde la primera de estas dos poblaciones situada en la carretera B1229. Una vez en la zona no habrá problema pues la reserva está perfectamente señalizada.


Bempton Cliffs cuenta con un centro de recepción de visitantes que cobra tres libras y media por adulto, una y media a niños de entre cinco y diez y siete años, y ocho libras y media a familias de al menos cuatro miembros. Además dispone de dos aparcamientos, baños públicos, área de picnic, tienda y un camino entarimado de madera que da acceso al sendero que transcurre a lo largo del acantilado, que se haya situado a corta distancia. Dicho sendero permite caminar a izquierda o derecha por lo alto de los farallones. El parking superior se cierra por la noche, pero en el inferior se puede pernoctar en caravana, al menos durante nuestra estancia a primeros de julio de este año, pues nos consta que ha habido años en los que estuvo prohibida la pernocta y otros en los que, por el contrario, estuvo permitida. Durante el verano el centro permanece abierto de nueve y media de la mañana a cinco de la tarde, horario durante el cual teóricamente para acercarnos a los acantilados tendríamos que pagar la entrada y pasar por el centro de interpretación, ya que la puerta existente en el exterior permanece cerrada. Durante este horario, sin embargo, se puede acceder a los acantilados gratuitamente desde un sendero que podríamos decir permanece "camuflado" y que parte del aparcamiento superior. Este caminito es en realidad la prolongación del entarimado de madera que lleva a los acantilados. Una vez cierran las puertas del centro de interpretación, los miembros de la RSPB abren la puerta exterior de acceso directo al camino de madera. Así pues, en realidad podremos caminar por los acantilados a cualquier hora del día sin la obligación de pagar. El privilegio que supone pernoctar en el aparcamiento y así poder pasear con las últimas y primeras horas del día, solos o casi solos, sobre la colonia de aves marinas con la intensísima actividad que despliegan, no tiene precio.

Nuestro paso por esta reserva tuvo lugar durante los días uno y dos de julio, en pleno proceso reproductivo, unas fechas inmejorables para visitar cualquiera de las colonias de aves marinas del Reino Unido. Según nos estemos acercando al borde del precipicio, el penetrante olor a gallinaza que envuelve el ambiente con gran intensidad nos hará comprender las dimensiones descomunales de la colonia. Una vez has llegado al umbral de la llanura superior, se puede continuar a la izquierda o a la derecha por el ya mencionado sendero, disfrutando del espectáculo increíble de más de doscientas cincuenta mil aves chillando, volando y peleándose. Dicho sendero se encuentra vallado por seguridad y cuenta con varios miradores que permiten disfrutar con comodidad de tan asombrosa atmósfera. Sin prisas, no hay horario de cierre.





Varias especies son las que conviven aquí, en el vértigo de este mundo de paredes verticales de un centenar de metros de altura. Algunas de ellas acostumbran a compartir las estrechas repisas de los acantilados con otras distintas, mezcladas en una bulliciosa comunidad de vecinos, intentando sacar adelante a su descendencia. En la imagen de debajo el aspecto típico de un cantil ocupado por una "ordenada mezcla" de araos comunes (Uria aalge) y gaviotas tridáctilas (Rissa tridactyla), dos de las especies más abundantes.










En esta otra podemos distinguir un frailecillo (Fratercula arctica) y tres alcas (Alca torda) entre numerosos araos, alguno de ellos con el pollo, mientras que en la segunda imagen tenemos una pareja de araos, un ave que pienso tiene un retrato de gran elegancia y plasticidad. 



La preciosa gaviota tridáctila, habitual en la mayor parte de estas costas, es especialmente abundante en esta reserva, donde anidan unas treinta y siete mil parejas, lo que suma el diez por ciento de toda la población del Reino Unido.





La familia de los álcidos está representada en estas costas principalmente por los mencionados araos, frailecillos y alcas, como estas tres de debajo, modestas, con aspecto de pingüino. Tienen por costumbre alcas y araos posarse sobre los tarsos en vez de apoyarse sobre los dedos, por lo que son habituales estas poses tan curiosas y típicas en ellos.








Junto a gaviotas, araos, alcas, grajillas o palomas, anidan en los estrechos agujeros de las paredes del acantilado unos pocos miles del tercer álcido más común en estos mares, los frailecillos. En dos mil cinco, por ejemplo, criaron aquí unos seis mil de estos simpáticos y siempre queridos pájaros. No resulta, sin embargo, tan sencilla su observación y fotografía puesto que, por un lado, muy a menudo se encuentran en el interior del nido o en alta mar pescando y, por otro, resulta imposible acceder visualmente a toda el lienzo del acantilado, por lo que únicamente veremos algunos de los ejemplares que ocupen las cornisas superiores. Quizás por estos motivos parezca haber menos individuos de los que en realidad utilizan Bempton para criar. Así pues, para no irnos de aquí un poco decepcionados, y si nuestro deseo u objetivo principal fuera ver frailecillos, deberíamos pensar en visitar mejor otras reservas distintas, y en especial alguna de las islas donde anidan en el suelo. Allí dispondremos de inmejorables oportunidades de verlos y fotografiarlos.






Mucho menos común que la tridáctila podremos observar también otras especies de gaviotas, como estas dos argénteas (Larus argentatus), habituales predadores y carroñeros de estos ecosistemas.





Otro ave que también tendremos la oportunidad de apuntar en nuestra lista particular será el fulmar boreal (Fulmarus glacialis), ave increíble con aspecto de gaviota pero que no tiene parentesco directo con ellas. En realidad se trata de un animal del grupo de las pardelas, paíños y petreles. De vuelo veloz y extraño pico, resulta quizás más abundante en otros tramos de estas costas del Mar del Norte. Sus rápidas pasadas junto al borde de los acantilados, a pocos metros sobre nuestras cabezas, harán que disfrutemos intensamente.





Sin embargo, si hay un ave que hace las delicias de los visitantes de Bempton Cliffs y que resulta ser sin duda el principal centro de atención de esta reserva natural, ese es el alcatraz atlántico (Morus bassanus), nuestra versión europea de los piqueros. Aquí se aparean y crían unas veinticinco mil aves cada año, siendo la mayor colonia reproductora de esta especie en lo que los británicos denomina "main land", es decir, la isla principal del Reino Unido. El resto de colonias existentes en el continente se ubican en islas más o menos pequeñas, donde han dado lugar a  algunas de las colonias más grandes e importantes del mundo. Bempton Cliffs es un enclave inmejorable para hacer fotos de estas gráciles y grandes aves (tienen el tamaño de un águila real, aunque su envergadura es algo inferior, esbelta y afilada). Si el día se presenta muy ventoso es mágico verlos parados contra el viento, como si fueran cometas a pocos metros del borde del acantilado, permitiéndonos hacerles fotografías en vuelo con relativa facilidad.










Si Bempton Cliffs resulta ser nuestro primer contacto con las  grandes colonias de aves marinas durante el viaje, sin lugar a dudas habremos dado en el clavo, pues nos parecerá imposible tener mejor comienzo para nuestro periplo fotográfico y/o naturalista por las Islas Británicas.

NOTA: Ninguna de las fotos que has visto en esta entrada está editada con recorte, todas ellas presentan el encuandre original y completo de la toma, lo que espero ayude al lector a conocer lo que fotográficamente puede aportar el presente lugar. Por el mismo motivo, todas estas imágenes has sido tomadas en el propio Bempton Cliffs con un cuerpo de cámara con factor de multiplicación de 1,6 aumentos y un teleobjetivo de quinientos milímetros, sobre el que a veces he montado un teleconvertidor de 1,4 aumentos.