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22 de mayo de 2014
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20 de mayo de 2014
Rojo fuego
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19 de mayo de 2014
25 de mayo de 2013
Trabajando con la 9 x 12
Trabajar con la cámara de placas era otra historia. Se necesitaba tiempo, reflexión, saber lo que buscabas y seguridad; mucha seguridad. No podías fotografiar con la mentalidad digital actual, en donde un fotógrafo, además de saber perfectamente cómo ha de conseguir lo que busca, tiene mucho margen de maniobra observando en el respaldo el resultado con su histograma, y haciendo en el momento las correcciones que considere oportunas para mejora la toma. Puede disparar cuantas veces quiera; es gratis y los resultados los valora al instante.
Con la cámara de gran formato esto no era posible. Lo peor no era que las placas fueran caras, sino que no se vería el resultado hasta horas o días después. En el mejor de los casos, si te encontrabas trabajando en una ciudad que contara con un laboratorio profesional, hacías el trabajo por la mañana y lo llevabas corriendo a revelar para disponer aún de la tarde en el caso de que algún desastre estrepitoso hubiera dado al traste con la sesión matinal. La mejor opción entonces era contar con las, no menos caras, imágenes Polaroid. Las usábamos como prueba; e interpretándolas y haciendo caso omiso de su exceso de contraste, decidíamos si todo estaba en orden. Tras medir la luz con el fotómetro y observar con detenimiento el encuadre, se enfocaba con una lupa cuenta-hilos sobre la lente fresnel de la cámara. Finalmente, cuando considerábamos que todo estaba en su sitio, introducíamos en el respaldo de la cámara descentrable el chasis con las dos diapositivas de 9 x 12 cm, retirábamos la placa de protección y disparábamos con suavidad a través del cable disparador. La primera foto estaba resuelta. Volvíamos a introducir la placa de protección, extraíamos el chasis y le dábamos la vuelta, repitiendo el proceso con la segunda transparencia y con una nueva exposición para asegurar el trabajo. Ocasionalmente gastábamos tres placas, en aquellos casos en los que no te podías permitir retrasos en la entrega del trabajo o cuando la imagen era especialmente compleja. Ya en el estudio, extraías en el cuarto oscuro las placas expuestas, las introducías en su sobre negro, opaco a la luz, y este a su vez en su caja de cartón con doble tapadera, para que el hermetismo a la luz fuera absoluto. Lo introducías todo en el sobre del laboratorio y el correo lo recogía. Ya sólo quedaba esperar un par de días para ver el resultado.
¿Os lo imagináis ahora? ¡¡Un par de días para ver la fotografía!!
Con la cámara de gran formato esto no era posible. Lo peor no era que las placas fueran caras, sino que no se vería el resultado hasta horas o días después. En el mejor de los casos, si te encontrabas trabajando en una ciudad que contara con un laboratorio profesional, hacías el trabajo por la mañana y lo llevabas corriendo a revelar para disponer aún de la tarde en el caso de que algún desastre estrepitoso hubiera dado al traste con la sesión matinal. La mejor opción entonces era contar con las, no menos caras, imágenes Polaroid. Las usábamos como prueba; e interpretándolas y haciendo caso omiso de su exceso de contraste, decidíamos si todo estaba en orden. Tras medir la luz con el fotómetro y observar con detenimiento el encuadre, se enfocaba con una lupa cuenta-hilos sobre la lente fresnel de la cámara. Finalmente, cuando considerábamos que todo estaba en su sitio, introducíamos en el respaldo de la cámara descentrable el chasis con las dos diapositivas de 9 x 12 cm, retirábamos la placa de protección y disparábamos con suavidad a través del cable disparador. La primera foto estaba resuelta. Volvíamos a introducir la placa de protección, extraíamos el chasis y le dábamos la vuelta, repitiendo el proceso con la segunda transparencia y con una nueva exposición para asegurar el trabajo. Ocasionalmente gastábamos tres placas, en aquellos casos en los que no te podías permitir retrasos en la entrega del trabajo o cuando la imagen era especialmente compleja. Ya en el estudio, extraías en el cuarto oscuro las placas expuestas, las introducías en su sobre negro, opaco a la luz, y este a su vez en su caja de cartón con doble tapadera, para que el hermetismo a la luz fuera absoluto. Lo introducías todo en el sobre del laboratorio y el correo lo recogía. Ya sólo quedaba esperar un par de días para ver el resultado.
¿Os lo imagináis ahora? ¡¡Un par de días para ver la fotografía!!
14 de diciembre de 2011
Comienzo a caminar
Para el que no conozca qué es "homofotografia", comentaré que es una empresa de servicios fotográficos especializada principalmente en patrimonio cultural y natural, así como actividades al aire libre y en el ámbito rural. Viajar es, por lo tanto, una necesidad maravillosa en el desarrollo de mi trabajo. El logotipo de homofotografía es una representación del hombre extraída del arte paleolítico esquemático del centro-oeste peninsular. Es un símbolo perfecto para definir mi trabajo profesional: el hombre inmerso en su entorno, formando parte de él, y no contra él. El hombre como un miembro más de esa gran "comunidad de vecinos" que forma nuestro planeta, como una pieza más del engranaje de la naturaleza.

Mi trabajo lo puedo dividir en dos líneas complementarias. Por un lado, las colaboraciones directas con las editoriales a través de, por ejemplo, publicaciones mensuales, la edición de libros o de otros productos. Por otro, la comercialización de mis fotografías representadas por varios bancos de imagen de reconocido prestigio nacional e internacional, a través de los cuales son usadas en numerosos países, principalmente de ámbito europeo o asiático, aunque también americano.

Las fotos que acompañan esta entrada de presentación no son sino una muestra heterogénea del trabajo que realizo. Imágenes sugestivas que os expongo con la pretensión de constituirse en un nexo de unión con vosotros, en un hilo conductor de una relación que espero sea larga y ambiciosa. Es mi verdadero deseo que os seduzcan y sepan transmitiros historias, relatos del camino, retazos de esa vida que yo contemplo con los ojos de un nómada.
Italia. Dolomitas de Ampezzo. Cinque Torri. Canon EOS 5D. EF 70-200 mm / 2.8 L IS USM (a 180 mm). Trípode. Manual. Exposición: F/4.5 - 1/320 Sg. 100 ISO


Francia. Vallée de la Loire. Castillo de Chambord. Canon EOS 5D. EF 24-70 mm / 2.8 L USM (a 34 mm). Polarizador. Trípode. Manual. Exposición: F/11 - 1/20 Sg. 100 ISO
Francia. Picardie. Mer les Bains. Canon EOS 5D. EF 24-70 mm / 2.8 L USM (a 50 mm). Polarizador. Trípode. Manual. Exposición: F/16 - 1/40 Sg. 100 ISO
Portugal. Batalha. Monasterio de Batalha. Canon EOS 5D. EF 24-70 mm / 2.8 L USM (a 27 mm). Trípode. Manual. Exposición: F/11 - 1/20 Sg. 100 ISO

España. Lanzarote. Maguez. Canon EOS 5D. EF 24-70 mm / 2.8 L USM (a 32 mm). Manual. F/22 - 1/2 Sg. 100 ISO








Suiza. Eiger. Canon EOS 5D. EF 70-200 mm / 2.8 L IS USM (a 95 mm). Manual. Exposición: F/22 - 1/60 Sg. 100 ISO
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