Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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27 de julio de 2015

Mi pequeño dinosaurio

Lo vemos de cerca y no podemos por menos de imaginarnos cómo fue la vida en el planeta cuando este estaba dominado por los dinosaurios. El joven ejemplar de lagarto ocelado (Timon lepidus) se pasea por la rugosa piel de la encina tomando baños de sol y zampándose alguna que otra incauta mosca que tiene a mal (para ella) posarse a su lado. El solitario árbol se encuentra rodeado de un mar de trigo, dorado por los calores del sofocante mes de junio que hace semanas dejamos atrás. Una chicharra nos recuerda con su insistente y machacón canto que la temperatura sigue subiendo y que haríamos bien en buscar una sombra. Yo uso los prismáticos para verlo más de cerca aún y observo sin problema su cabeza, maciza, contundente, de fuertes mandíbulas y mirada seria. Me transporto con la imaginación a aquella época de la vida en la tierra cuando reposo mi mirada en su piel escamosa y sus dedos largos y de uñas afiladas. Mi pequeño dinosaurio, confiado en las virtudes de su camuflaje, se aplasta contra la corteza gris de su casa, se solaza sobre ella y cierra los ojos y dormita. Quizás él también se sepa dinosaurio.