Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

30 de septiembre de 2022

Otra vez la Junta

Alguno se pensará de verdad que tengo una fijación enfermiza con la Junta de Castilla y León, que lo mío con ella es manía persecutoria, aversión pura y dura, antipatía y tirria. ¡Qué palabra esta última!, ¿no?

Tirria. Les tengo tirria, sí. Según el diccionario de la Real Academia Española les tengo manía, odio u ojeriza, que es lo que significa "tirria". Y alguno se pensará también que esta antipatía obsesiva no está del todo justificada, pero es que, de verdad, os lo juro, palabrita del niño Jesús, me lo ponen muy difícil para que no se la tenga, aunque para mi alivio y el de mi psicoanalista, lo cierto es que la Junta lo pone todo de su parte para que ese amor mutuo entre ella y yo perdure en el tiempo. Voy a tener que añadir una etiqueta en este cuaderno humilde para mi inefable Junta de Castilla y León, y agrupar así todas mis recuerdos hacia ella. Pero vayamos a la última.

25 de septiembre pasado, nada, hace apenas unos días, como quien dice. Ese domingo por la mañana se clausuraba NATURCYL en Ruesga (Palencia), la Feria Internacional de Ecoturismo de mi amiga la Junta de CyL después de un fin de semana de dos días y medio. Nosotros, que ya habíamos trasteado un poco por esta feria los días previos estamos esa mañana disfrutando de verdad de lo que la propia Junta de CyL nos vende en ella: naturaleza en estado puro. Desde el amanecer aguantamos las bajas temperaturas con la esperanza de volver a ver a un grupito de lobos que están ahí, frente a nosotros, a una distancia más que suficiente para que ellos nunca sean conscientes de nuestra presencia. Ayer disfrutamos de ellos y otros cuantos días previos también. "Armados" con nuestros telescopios y prismáticos esperamos que asomen sus hocicos por entre los calveros del monte; deseando verle las orejas al lobo, y nunca mejor dicho. Pasan las primeras horas y no aparecen. Peeeero ... la mañana va a estar entretenida. A las 10:00 a.m. aparca un primer todo terreno en frente de donde estamos y planta en el suelo una tablilla de advertencia de montería. 

Luego llega otro, y otro, y otros cuantos más; y se bajan de todos ellos un buen grupo de hombres y alguna mujer vestiditos todos ellos para la ocasión de verde riguroso, pero con sus anoraks anaranjados fosforito, no vaya a ser que entre ellos se descerrajen un tiro. Vamos lo que viene siendo elegantes pero informales con la nueva colección de otoño. No nos lo podemos creer, ¡¡¡van a batir con perros y ojeadores exactamente la pequeña mancha de monte donde están los cachorros!!!, ahora ya desde hace un año especie protegida por la ley. Días previos un conocido de uno de nuestro grupo ya tuvo un simpático encuentro con un cazador en la misma zona que le advirtió de malas maneras de que sabían dónde estaban los lobos y que ya se encargarían de echarlos, además de dejar caer que tuvieran cuidado, que se les podía escapar un tiro (¿hacia las personas?, uuufff, qué modales señor cazador, así van mal en esta sociedad y no se quejen entonces después de la mala prensa que se han ganado ustedes solitos a pulso -¿será por insensibles y violentos, quizá?). Por otro lado, otro cazador, este muy educado, faltaba más, que hay de todo, en otro encuentro también anterior ya se bastó solito para indicarnos directamente dónde estaban los cachorros de la manada sin nosotros decir nada al respecto, y menos aún sin preguntarle ya que llevábamos un tiempo observándolos en la distancia.

No penséis que me ramifico y me pierdo en florituras, todo esto viene a cuento de que no pueden estos cazadores alegar desconocimiento a la hora de solicitar la batida en la ladera en la que se encontraban los cachorros. Ha habido más que premeditación y alevosía, créame señor juez. Probablemente ha habido incluso una intencionalidad muy clara de molestar y echar del lugar a los animales, y probablemente también la de dejarnos sentado a todos los naturalistas que en fechas previas estuvimos o estuvieron por allí que en aquel lugar mandan ellos. ¿Afán de molestarnos además a nosotros? no lo sé, yo es que soy muy mal pensado y las coincidencias así como que las cojo con pinzas.

Y todo esto con NATURCYL a la vuelta de la esquina. Genial. Los mismos personajes que venden allí naturaleza viva a los crédulos, autorizan a pocos kilómetros una matanza y un desaguisado con una especie protegida.

Pero bueno, de los cazadores que hacen batidas -ese método de caza tan inhumano, antiecológico, impactante y estresante en toda la fauna del lugar, sea objetivo de las escopetas o no- no podemos esperar mucho. Somos unos perroflautas que molestamos en el monte con nuestros peligrosos prismáticos y telescopios. Y su animadversión manifiesta hacia nosotros, cuando no directamente agresividad, es demostrada en muchas oportunidades. ¡Estorbamos, señores! como si prefirieran que no hubiera ojos indiscretos observando por el monte. 

Pues lo dicho, de los cazadores no podemos esperar demasiado. Pero ... ¿y de la Junta de Castilla y León?, ¿esa institución que nos representa a todos y que a bombo y platillo se vende en NATURCYL como garante de nuestro medioambiente, de los espacios naturales que podemos disfrutar en esta región y de la fauna y flora que en ellos encontramos?, ¿qué podemos esperar?, ¿podemos esperar que cumpla con su cometido de proteger al menos las especies protegidas, valga la redundancia? Sí, podríamos esperar al menos eso, que evitaran, por ejemplo, que se perturbe a las crías de una especie protegida en época de reproducción, como era el caso de estos cachorros de lobo y como dice la ley.

En realidad, por poder, podemos esperar mucho de la susodicha, pero solo si eres muuuuyyyyyiiiiiingenuo. Lo cierto es que, aquí, la amiga viene demostrando desde hace décadas un total desprecio por la conservación de la naturaleza y un desdén aún mayor por su protección. Los continuos juicios perdidos en los tribunales así lo demuestran y vienen a confirmar que es la sociedad civil a través de diversas ONGs vinculadas al ecologismo y la naturaleza la que supervisa que nuestro gobierno autonómico haga las cosas correctamente y, en su caso, las sentencias judiciales en ya demasiadas ocasiones las que terminan obligando a esta institución a retroceder en sus intenciones. 

Todo esto viene al caso, porque el Servicio Territorial de Medio Ambiente tenía pleno conocimiento desde el principio de la presencia en el lugar de la camada de lobos. Y esto es así hasta el punto de que ya habían recogido en las proximidades a dos de los hermanos, muertos atropellados, y habían realizado algunas actuaciones técnicas en el lugar para evitar que se acercaran a una carretera próxima. Estas actuaciones requieren informes y ponen en conocimiento de los superiores su presencia. Sin embargo, increíblemente el Servicio Territorial de Medio Ambiente de Palencia otorga una autorización al coto para que realice una batida al jabalí exactamente en la pequeña ladera donde se esconden los cachorros. A nadie se le escapa que al otorgar dicha autorización en esa fecha el responsable que la firmó era plenamente consciente de la perturbación que ello iba a suponer para la camada, cuando no del riesgo real de que en otro lamentable "accidente" de los que ya nos tienen acostumbrados en Fuentes Carrionas, muriera de un disparo otro animal protegido. Ya son unos cuantos los osos que han caído en cacerías autorizadas por este negligente Servicio Territorial de Medio Ambiente de Palencia, lo que augura más animales protegidos que se vendrán a sumar a la lista, más pronto que tarde. ¿Lobos, quizás? Dado que la temporada de caza mayor acaba de comenzar, cualquiera con dos dedos de frente y un mínimo de sentido común se pregunta si no podían haber esperado a cazar esa mancha de monte en otras fechas para, así, proteger la tranquilidad de la camada en las pocas semanas que les quedan para abandonar el lugar, ¿no podían haber solicitado los cazadores la autorización para otra fecha?, ¿y no podía la Junta de Castilla y León prohibir la batida en ese cuartel hasta pasado un tiempo prudencial para que el grupo terminara sin peligro ni perturbaciones el período reproductivo, como pide la ley?

Sí, todo eso se podía haber hecho y era muy sencillo, pero no se hizo, se prefirió solicitar la autorización para ese día y se prefirió concederla sin ningún escrúpulo. Celebrar la batida en aquella jornada delata una intencionalidad clara de los cazadores de perturbar al grupo, y una total ausencia de interés por la conservación del lobo por parte de la institución regional.


Existen dos artículos del Código Penal que podrían haber sido vulnerados en esta ocasión, presuntamente. El primero es el más evidente, contra el medio ambiente. De esta forma, el Art. 334 del Código Penal en su punto 1.C determina que "Será castigado con la pena de prisión de seis meses a dos años o multa de ocho a veinticinco meses y, en todo caso, inhabilitación especial para profesión u oficio e inhabilitación especial para el ejercicio del derecho de cazar o pescar por tiempo de dos a cuatro años quien contraviniendo las leyes u otras disposiciones de carácter general realice actividades que impidan o dificulten su reproducción o migración". Pues bien, que los cazadores sabían desde hacía tiempo de la presencia allí de la camada es algo que no podemos probar pero que sabemos ha sido así. Demostrar la intencionalidad en este caso no es posible, así que ... mala suerte, se irán de rositas porque nadie podremos denunciarlo en un juzgado.

Sin embargo, lo más grave de este caso es que haya sido el propio Servicio Territorial de Medio Ambiente el que, también presuntamente, podría haber infringido otro artículo del Código Penal, esta vez por prevaricación administrativa al conceder la ya mencionada autorización a sabiendas de que ello iba a representar la perturbación de la reproducción del lobo. Aquí el Artículo 404 del Código Penal reza: "La autoridad o funcionario público que, a sabiendas de su injusticia, dictare una resolución arbitraria en un asunto administrativo se le castigará con la pena de inhabilitación especial para empleo o cargo público y para el ejercicio de sufragio pasivo por tiempo de nueve a quince años".

Así están las cosas, chicos, por Palencia y en general por la Junta de Castilla y León. Que su tirria -ellos también la tienen- por el lobo es notoria, lo sabemos todos y nos lo demuestra constantemente con su empeño en seguir con el manejo de la especia a tiro limpio. 

Pura tirria, sí señor.

NOTA: Las imágenes de los lobos muestran solo recortes muy pequeños de las fotografías originales, de modo que no se pueda identificar nada del lugar. La distancia era, obviamente, muy superior a la que aparentan estas fotografías.

21 de septiembre de 2022

Hoy hace un año ya

Hoy 21 de septiembre de 2022 se cumple un año desde que se publicara en el B.O.E. la inclusión en el LESRPE -el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial- del lobo ibérico (Canis lupus signatus), un hecho histórico suficientemente justificado por el estado de conservación desfavorable de la especie, en gran medida derivado de la paranoica persecución que las propias administraciones autonómicas venían ejerciendo sobre ella. Aquel sencillo trámite de incluirlo en el listado (una patata caliente que hasta aquel momento nadie se había atrevido a coger) significaba de facto la prohibición total de su caza, exceptuando supuestos suficientemente argumentados. Se acabó matarlos por deporte. Se acabó matarlos para diversión de algunos insensibles. Se acabó matarlos para recaudar dinero en cotos y Reservas Regionales de Caza. Se acabó matarlos preventivamente para evitar unos daños hipotéticos que aún no habían causado. Se acabó matarlos para arañar un puñado de votos. En definitiva, se acabó matarlos, sin lógica ni justificación, por la estúpida inercia de un odio profundamente arraigado en el medio rural y por unos censurables intereses políticos.

Las viejas y lamentables Juntas de Extinción de Animales Dañinos y las actuales administraciones autonómicas han venido persiguiendo los mismos objetivos con esta especie: su muerte y control. No se han diferenciado en mucho las unas de las otras. Durante exactamente siete décadas hemos sido un país patético y medieval, masacrando al principio a todos los depredadores y manteniendo todavía en la actualidad una terrible persecución a algunos de ellos. Y en este cuento el lobo continúa siendo la pieza más temida, odiada y perseguida del tablero en pleno siglo XXI. 

Pero no nos equivoquemos, que Canis lupus signatus lleve un año protegido por la ley, no significa que hayamos cambiado demasiado en tan poco tiempo, continuamos siendo el mismo pueblo paleolítico e inculto que criminaliza, institucional y socialmente, a ciertas especies de nuestra fauna.

Los gobiernos autonómicos con presencia del lobo siguen queriendo rascar los votos del medio rural empecinados en flirtear su nuevo estatus legal, recurriendo en los tribunales y pretendiendo seguir con su política del "tiro preventivo". Esto no ha acabado todavía, no podemos ser ingenuos. Tendrán que pasar años aún para que la sociedad -toda, también la rural- haga las paces con el gran depredador, como sucedió anteriormente con rapaces u osos, por ejemplo, y para que comprenda que los beneficios ecosistémicos que reporta su presencia en el medio son muy superiores a las ridículas pérdidas económicas que puede ocasionar; daños que, por otra parte, se pueden reducir en gran medida y a veces hasta hacer desaparecer cuando se quiere, porque no nos podemos olvidar de que son aún muchos los ganaderos que se niegan a modificar el manejo de su ganado para protegerlo del cánido, y que luego lloran y exigen. Y tendrán que pasar igualmente muchos años para que el sector agropecuario interiorice que la presencia del lobo puede ser un importante aliado suyo mediante la presión ejercida sobre las poblaciones de ungulados salvajes que afectan negativamente a los cultivos y a través del control de estos herbívoros silvestres como vectores de transmisión de enfermedades infecciosas al ganado doméstico, causantes de, ahora sí, enormes pérdidas económicas.

Pero tendrán que pasar años aún, décadas quizás, para que nuestra sociedad evolucione y se eduque, para que todos nos llevemos las manos a la cabeza cuando se oiga a algún descerebrado extremista queriendo justificar la muerte de especies apicales. El hombre es obstinado, tozudo, y no atiende ni a razones ni a ciencia. Aún son muchos los que se empeñan en gestionar los problemas con la testosterona, en vez de con las neuronas. Viscerales e irracionales. Irreflexivos y vehementes, pero poco prácticos y menos inteligentes. No existe para ellos la razón del sentido común, solo la violencia de eliminar sí o sí todo lo que le estorbe, aunque sea una pieza fundamental del ecosistema, además de un patrimonio natural y cultural de TODA la sociedad. Ni siquiera es la lucha del utilitarismo de la naturaleza contra el razonamiento, y menos aún contra la sensibilidad, porque en realidad para ellos es más práctico que exista en el medio una "especie-policía" que elimine los animales enfermos y los excesos en sus poblaciones. Matan, en definitiva, a su aliado. ¡Chapeau por ellos!

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Mediados de septiembre. El día da sus últimos coletazos. Mis compañeros y yo aguantamos acurrucados en algún rinconcito perdido de la vertiente sur de la Cordillera Cantábrica, exactamente en la misma Castilla y León que tanto ha perseguido a la especie, llevándose por delante la vida de centenares de ejemplares. Pero el lobo es un superviviente. Es, de hecho, "el" superviviente por excelencia. Y desde los montes tapizados de bosque que rodean algunas vaguadas cultivadas emerge el gran proscrito a una prudencial distancia. El eterno perseguido se deja ver por fin en el piedemonte. Uno de esos ejemplares que ha conseguido burlar, no solo a los furtivos y a los cazadores, sino también a los mismos agentes y celadores medioambientales de la propia administración castellano-leonesa que debía protegerlos. Lo tenemos delante, tranquilo, cómodo, atravesando de un sitio a otro por el medio de unas rastrojeras. Nosotros, fundidos contra los árboles y el matorral, somos invisibles para él, el viento sopla a nuestro favor, así que literalmente desaparecemos en el paisaje y formamos por unos instantes parte del escenario, aunque nuestro lobo nunca llegará a saberlo. Más de un amante del gatillo hubiera dado su mano por estar donde ahora estamos nosotros. Pero en vez de rifles, mis amigos y yo llevamos telescopios, prismáticos y teleobjetivos. Vamos, lo que viene siendo un verdadero estorbo para más de uno en el monte, que preferiría que no hubiera ojos indiscretos en el campo.


A lo largo de varios días vemos medrar por la zona a, al menos, dos ejemplares, en varias ocasiones y a distintas horas. Por la mañana alguna vez, por la tarde otras. Atraviesan el rastrojo mientras nosotros somos conscientes del inmenso privilegio que supone ser espectadores de aquellos instantes. Absortos, no perdemos detalle. Aunque la distancia es larga para un fotógrafo de fauna, resulta corta para un naturalista. La inmensa emoción que representan estos breves encuentros compensa los madrugones necesarios, las horas incómodas sentados sin apenas movernos, los dolores de espalda. El tedio cuando pasan las horas y no hacen acto de presencia. Las esperas en blanco. Todo queda compensado cuando el lobo entra en escena.






Sí, hoy hace un año ya que estos animales fotografiados están estrictamente protegidos por la legislación vigente, muy a pesar de las consejerías de medioambiente de ciertos gobiernos autonómicos, pendientes únicamente en hacer creer a sus posibles votantes que ellos están de su lado (se entiende que en la nefasta cruzada que mantienen estas instituciones contra nuestra biodiversidad y el interés general del conjunto de los españoles). Un marco legal que, aún siendo insuficiente para muchos, está más acorde con los tiempos que vivimos y las necesidades de los ecosistemas ibéricos. Se subsanó así, hoy hace un año ya, lo irracional de mantener, en contra de los criterios de la comunidad científica, en contra del cada día más escaso sentido común y en contra de la normativa europea, un estatus legal y, por consiguiente, un modelo de gestión diferentes en cada reino de taifas para una misma población animal que mantenía -y mantiene- un estado de conservación desfavorable. A algunos, sin duda, se les habrán hecho muuuuy largos estos doce meses sin poder apretar el gatillo. A otros, sin embargo, se nos está haciendo muy corto el paso del tiempo bajo el paraguas europeo.

Hoy hace un año ya.

15 de septiembre de 2022

El gato bravo: desmontando un tópico


Resulta difícil contradecir la creencia generalizada de que el gato montés (Felis silvestris) es un depredador eminentemente forestal. Todos lo hemos creído a pies juntillas desde siempre y hemos dado por sentado un error que se viene transmitiendo desde los años 70 del siglo pasado hasta nuestros días a raíz de algunos estudios centroeuropeos que así lo hacían ver, a pesar de que no eran investigaciones específicas sobre el hábitat propiamente dicho de este felino, (Guggisberg, 1975; Parent, 1975; Ragni, 1978; Schauenberg, 1981; y otros autores). No existiendo entonces estudios concretos dirigidos a conocer sus preferencias en cuanto al hábitat se refiere, se fue afianzando la creencia general de que se trataba de una especie asociada principalmente a medios forestales, transmitiéndose durante décadas este supuesto. Los medios divulgativos solo contribuyeron a consolidar esta equivocación, a pesar de que ya había indicios científicos evidentes que apuntaban a que las cosas no eran así exactamente. En 1991 Easterbee y colaboradores publicaron un informe técnico específico sobre este aspecto realizado a gran escala -ya que abarcó todo el territorio escocés- y los resultados fueron sorprendentes, dado que demostró que, entre todos los hábitats posibles (y Escocia tiene grandes superficies boscosas), el gato montés escogió preferentemente áreas abiertas, heterogéneas, en mosaico y en gran medida desarboladas o con una cobertura forestal variable, contradiciendo así la creencia generalizada de que el bosque resultaba fundamental para la presencia de este felino. El valor de este informe fue, no obstante, menospreciado el mismo año de su publicación al advertirse que el caso de Escocia se trataría de una excepción a la norma (Kitchener, 1991), a pesar de que se trataba del primer y único estudio a gran escala que se había realizado hasta la fecha sobre las preferencias ecológicas de nuestro protagonista.

Estudios posteriores a menor escala parecen apuntar a que el factor determinante para el establecimiento de la especie depende más de la propia cobertura existente en el medio que de si esta es arbolada o no. De este modo, por ejemplo, Lozano y colaboradores en 2003 para Madrid y alrededores (escala regional) vino a demostrar que el gato montés seleccionaba positivamente áreas en mosaico con matorral denso y pastizal, por delante de las propiamente forestales. El mismo autor en 2007 publicó que en el Parque Nacional de Monfragüe también era más abundante en áreas de matorral que de bosque. De la misma manera que ya no me sorprende que en el Parque Regional de la Sierra de Gredos sea un habitual en puntos elevados de las cuerdas, por encima incluso de los 2.000 m.s.m., lejos por lo tanto de los bosques. 

Visto todo lo anterior, los conocimientos científicos actuales parecen indicar que la variable fundamental para la existencia de poblaciones de gato montés no sería la presencia de masas forestales en sí, sino la cobertura propiamente dicha que pueda presentar el lugar, ya sea de matorral denso (sí, eso que algunos incultos se empecinan en denominar "maleza"), de bosques acompañados por un sotobosque bien desarrollado (sí, eso a lo que se refieren los mismos incultos cuando aseguran que "el monte está sucio"), o de roquedos que proporcionen refugio y descanso; además, por supuesto, de espacios abiertos donde poder alimentarse, tales como praderas o prados de siega, grandes claros en el bosque o el matorral, cultivos o barbechos, etc.

Para nosotros, humanos ruidosos e impacientes, patosos incorregibles en la naturaleza, resulta obviamente difícil observarlos en zonas cerradas de matorral o bosque, y si tenemos alguna oportunidad de disfrutar de esos ojos felinos increíbles es, desde luego, cuando salen de caza a espacios abiertos. Las praderas de la Cordillera Cantábrica son un lugar cercano para mí y resulta ya difícil contener las ganas de acercarse a ellas con intención de observar a este pequeño gran matador. Pudiéramos pensar que en esas praderas es demasiado visible para sus presas, pero cuántas veces habremos pasado cerca de ellos y no los habremos identificado, camuflados por su pelaje pardo, mimetizados en medio de la nada.


En la distancia apenas se hacen visibles; a veces solo su sombra los delata en función de su posición respecto de nosotros y del sol. En la lejanía, inmutables, con paciencia infinita en el medio de la pradera, a la espera de algún sonido que delate la presencia de alguna presa, se hacen invisibles a nuestros ojos. O casi. Yendo atentos y educando la mirada, acabaremos descubriéndolos.

Un poco la experiencia y "un mucho" la fortuna quiso que un ejemplar se acercara a mi posición, agazapado como estaba junto a una mancha de matorral, lo que me facilitó no solo la oportunidad de tomar un centenar de imágenes, sino, sobre todo, el privilegio de observar su comportamiento. De caza a media tarde, deambula por entre un grupo de vacas y caballos que pastan tranquilos en los prados. Escucha con atención cada sonido de alrededor. Se detiene y se sienta, pudiendo permanecer en esta posición erguida largo rato. Después reanuda la marcha explorando la pradera, zigzageando de vez en cuando para hacer una prospección más intensa del espacio. Se detiene, escucha, identifica algún roedor sacando tierra al exterior desde sus galerías subterráneas, o asomando el hocico al aire tibio de la tarde, se acerca, ... y ..., desaparece de nuevo el sonido. Se vuelve a sentar.





Aunque la efectividad del gato bravo en la caza es alta, en esta ocasión no hubo lance, como sí los hubo en otros encuentros distintos en los que los telescopios nos permitieron disfrutar de otros ejemplares recechando y atrapando topillos o ratas toperas. Sin duda, un privilegio para cualquier enamorado de la vida salvaje. 

El gato decidió descansar, y con un galope corto se fue, dejándome con las ganas de un acercamiento mayor o de una captura entre su fauces. Pero fue suficientemente intenso como para no olvidarlo en el futuro; y es que esa mirada es simplemente hipnotizante. Es nuestro gato bravo.