Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

18 de marzo de 2022

Sahara

La palabra "Sahara" siempre ha tenido para mí un trasfondo especial, me evoca el misterio de los desiertos salvajes y solitarios, de esas tierras incógnitas y enigmáticas, fértiles en aventuras del siglo XIX. Solo lo rocé con las yemas de los dedos y los pies descalzos para sentir la arena ardiente de sus dunas en un lejano viaje donde nuestro moderno autobús alcanzó el final de una, entonces destartalada, carretera, en la pequeña aldea de Mhamid, en Marruecos y a poco más de una veintena de kms de la frontera argelina. Hoy el desierto ha querido visitarnos de alguna manera y ha viajado por Europa cubriéndonos como un manto de neblina marrón. El Sahara se ha depositado en nuestros campos y ha tapizado suelos, tejados, coches y ... nieve. 

Hemos aterrizado en una explanada de tierra sin poder ver ni dónde comenzaba la nieve, lo que nos hubiera venido muy bien para decidir qué botas deberíamos subir. Al final las botas de nieve se han quedado abajo y hemos comenzado a caminar con otras mucho más cómodas. Los guetres serán una solución intermedia ante la imposibilidad de saber dónde diablos está la nieve. Sabemos que nevó hace tan solo un par de noches, pero las altas temperaturas se han llevado buena parte de la capa caída.




Si desde el pie de la montaña no se veía lo alto de las laderas, según subimos la visibilidad no mejora en absoluto. Desde abajo no se distinguen las cumbres, y desde arriba no se divisan las praderas inferiores ni la pista de donde procedemos. De hecho, ni siquiera se alcanzan a ver las laderas contrarias de la misma garganta en la que nos hayamos. El ambiente es fantasmagórico y apocalíptico, pero caminar entre semana, por un sendero recóndito que casi nunca recorre nadie, y con este ambiente teñido de desierto no tiene precio, por lo irrepetible del fenómeno. Llevamos la botas teñidas de marrón del simple roce con la hierba. Los primeros parches de nieve terminan por aparecer, aunque altísimos y, como no podía ser de otra manera, pintada de Sahara como probablemente no volvamos a verla nunca más.




Los pétalos de algunas Crocus carpetanus asoman por la nieve como queriendo observar un suceso que tardará en repetirse; aún no se han abierto pero nos recuerdan que la primavera ya está aquí al lado. Por la senda olvidada vamos observando los rastros que nos vamos topando, principalmente de perdices y cabras monteses, además de indicios de algún zorrete, jabalíes, ciervos y poco más. El avistamiento de un corzo en los bosques inferiores al poco de dejar el coche compensó el madrugón.






Sumaremos pues a sus huellas nuestras huellas sobre una nieve teñida de desierto. Teñida de الصحراء الكبرى