Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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14 de agosto de 2013

Planeo

Morí.

Me tumban sobre el hueco de la roca. Me entierran. Dejé de existir. Dejé de ser. Dejé mi cuerpo, mi vieja morada de carne y huesos, y me elevo. Me levanto sobre la atmósfera espesa del sufrimiento de los míos y planeo sobre todos ellos. Los veo debajo, abajo. Miran a la tumba, ahora llena de carne y huesos, rodeados de otras tumbas. Levito y los dejo. Todo es perfecto, todo está bien, todo correcto, todo es como debe ser: la vida continúa, aunque no para mí, pues morí.


16 de abril de 2012

Crómlech

El sol está cerca de asomar por la línea del horizonte. Ha llovido por la noche y de los árboles gotea aún el agua. Todo está húmedo.

Camino por la dehesa de alcornoques hasta la agrupación de piedras que conforman el cromlech de Los Almendros, y me sitúo a esperar sobre la parte superior de la suave inclinación en la que se encuentran. Las grandes rocas circunscriben una gran superficie de forma oval que mira inmutable al este desde hace 7000 años. Espero y dejo pasar los minutos mientras la primavera incipiente llena estos instantes previos de cantos y trinos. Se despunta por fin en esta mañana húmeda de abril la parte superior de esa bola incandescente del astro rey al que llamamos “sol” y el primer rayo de su luz vivificante alcanza las piedras superiores, firmes, como un ejército de mágicos seres cubiertos de líquenes. Mi mente se evade e intento imaginar sin conseguirlo la escena que una mañana, igual a esta pero de hace siete milenios, se debía suceder en este mismo lugar.

Siete mil años atrás. 


El Cromlech de Los Almendros se sitúa próximo al pequeño pueblo portugués de Guadalupe, al oeste de Êvora. Pasa por ser el mayor yacimiento megalítico de la península ibérica y uno de los más antiguos de la humanidad; Stonehenge, por ejemplo, está datado en unos 5000 años, o  los alineamientos de Carnac en unos 6000. Este crómlech está compuesto por casi un centenar de monolitos o menhires, que originariamente debían estar dispuestos en forma de herradura, abierta hacia la salida del sol. La disposición de algunas de sus piedras parece sugerir la teoría de su relación con el sol y la luna durante los solsticios y equinoccios, aunque de momento es sólo una teoría.