Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

23 de diciembre de 2017

Que vuestros ...

... deseos se cumplan en estos días y en los trescientos sesenta y cinco que llegan en nada. Hacerme caso, ser felices ¿vale?


14 de diciembre de 2017

Mi sexto cumpleaños

Poquito a poco Cuaderno de un Nómada va madurando y creciendo, y aunque parezca que hace nada que comenzó a navegar por la red aquella primera entrada de presentación, hoy se suman seis años de andadura y más de trescientas entradas y cien mil visitas. Habrá a quien seis años le pueda parecer poco tiempo, y en cierta modo lo es; y habrá también quien pueda pensar que supone en sí mismo todo un logro, que el mero hecho de haber sobrevivido ese tiempo en la vorágine que acorrala nuestras existencias en este mundo tan complejo y difícil, puede representar ya un primer objetivo cumplido per se. Yo, en mi fuero interno, espero que mantenga su razón de ser durante una etapa mucho más amplia, a la vez que deseo no intervenir demasiado en esa decisión, pues quiero que sea él mismo el que se retro-alimente en el tiempo y que explore autónomamente los contenidos que quiera mostrar a sus seguidores. Me eximo, pues, de esa responsabilidad y en ese proceso me quedaré en un segundo plano.

Y viendo a la criatura con un poco de perspectiva, se hacen evidentes las diferencias que existen entre el blog que arrancó hace seis años y el que ahora tenemos delante. La deriva que el año pasado ya se hizo plenamente constatable en la temática de las entradas, se ha consolidado definitivamente a lo largo de este agonizante año que termina. Así, la fotografía que en los comienzos -como fuente y motor de inspiración por sí misma- me pedía y hasta exigía escudriñar y reflejar el mundo global que me rodeaba, como si a través de la mirilla de una puerta espiara o como si fuera un simple viajero curioseando por la ventanilla del tren cómo el mundo se deslizaba del otro lado del cristal, se ha transformado en la actualidad en la llave a través de la cual observo y muestro específicamente la naturaleza más cercana y la fauna salvaje que en ella encontramos. La fotografía ha perdido en parte sus mayúsculas y se ha convertido ahora en la herramienta, el utensilio, el altavoz necesario a través del cual busco revelar pequeños retazos de la vida que encierran nuestros campos a quienes quieran comprenderla y amarla, desentrañar cohibidas miradas a quienes se atrevan a mirar de frente, retratos de otros seres sin voz que comparten con nosotros el planeta. Yo, sin embargo, al igual que al principio, no he cambiado mi roll y sigo siendo un simple mediador, el "cooperador necesario" para que estas imágenes y las miradas que hay en ellas lleguen hasta vosotros. No sé si con ello aportaré un modesto granito de arena en pos de la necesaria preservación del medio ambiente, pero anhelo que así sea. Espero que la simple belleza de los animales fotografiados me ayude a conseguirlo. En definitiva, ya no es La Fotografía con mayúsculas la fuente de inspiración de estas páginas, sino la propia Fauna; este es ahora y por el momento el verdadero motor de Cuaderno de un Nómada. Mi motor.

En cualquier caso, en esta ocasión para celebrar el año que se despide he escogido imágenes de una docena de especies de aves fotografiadas a lo largo de estos últimos doce meses. Ha sido un año intenso, con muchas horas de espera tras la cámara, con muchas satisfacciones, con más fracasos que éxitos -como siempre-, y sobre todo con mucho, mucho trabajo para conseguir algunas de estas instantáneas. Supongo que ha merecido la pena. He aprendido mucho del comportamiento de algunas de estas especies, y salvar sus miedos y su distancia de seguridad siempre ha supuesto un reto primero y una recompensa después, aún cuando la imagen no fuera la imaginada. La experiencia me ayudará en los siguientes sueños y me hará más efectivo (o al menos eso quiero pensar).

Así pues, ofrezco este pequeño manojo de fotografías, seleccionadas de entre las que más satisfecho me han dejado a lo largo de dos mil diez y siete; apenas un pequeño puñado de efímeras instantáneas que han dado sentido por sí mismas a todo el trabajo que hay detrás de ellas. Salud, compañeros, para el año que se acerca, espero poderos mostrar otras cuantas imágenes más en el séptimo cumpleaños.













1 de diciembre de 2017

Titanes

Como vengo contando en anteriores entradas, desde hace algún tiempo me acerco a mi cita anual en algún rincón de nuestras sierras con uno de los momentos estelares que nos proporciona la fauna ibérica: los comportamientos de cortejo de una de las especies de mamíferos de porte más noble y señorial que podamos encontrar en nuestros campos, la cabra montés (Capra pyrenaica). La guinda del pastel lo supone el coincidir con el combate de alguno de esos colosos que deambulan por las laderas, negros como el tizón, imponentes. Y digo "coincidir" con uno de esos combates porque generalmente se queda en eso, en una esperanza pocas veces alcanzada. Los machos aparecen por estas fechas en mi blog con frecuencia, ya lo sabéis. Tras presenciar algún que otro enfrentamiento a lo largo de estos años, debo decir que no es sencillo ser testigo de sus luchas, o por lo no menos no bajo unas circunstancias que posibiliten la obtención de un buen reportaje fotográfico; condiciones orográficas y de distancia, entre otras. A veces he estado demasiado lejos -las más de las veces- y en alguna que otra ocasión tan cerca que no me entraban en el encuadre y sin posibilidad de alejarme debido a lo escarpado del terreno. Sea como fuere, este año no parece ser tampoco el de la lotería y, aunque he podido observar alguna de estas refriegas, sigo sin estar satisfecho. Pasada ya buena parte del celo del presente período, sospecho que tendré que volver a intentarlo la temporada que viene.

¿Cómo son estos combates?, pues nunca se sabe, a veces duran horas, a menudo bastantes minutos y en otras oportunidades solo unos pocos. En algunas ocasiones son verdaderas guerras de titanes, mientras que en otras son únicamente pequeñas reyertas para tantear la fortaleza y resistencia del contrincante. Por todo ello, tener a la distancia adecuada de nuestros objetivos una lucha igualada durante mucho tiempo es aún más complicado, si cabe. En gran medida será cuestión de suerte.

Los grandes machos mantienen una jerarquía que puede estar muy clara si la diferencia de tamaño y corpulencia es evidente, o puede no estarlo tanto. Juega aquí una gran importancia no solo el factor físico, el cansancio o la experiencia, sino también el propio "hambre" por cubrir a las hembras. Muchas veces ni los propios contendientes están completamente seguros de sus propias posibilidades, como en el siguiente caso.

13:23 p.m.
Un macho adulto, muy fácilmente distinguible porque en su cuerno izquierdo presenta una melladura importante visible principalmente desde detrás, lleva un rato cortejando a una hembra que se encuentra en una ladera sur de la sierra de Gredos. Todo parece normal.



13:23 p.m.
El macho de pronto pierde el interés por la cabra y mira ladera arriba, dejando claramente visible el defecto de su cuerno izquierdo, lo que nos permitirá seguir el desarrollo de los acontecimientos inmediatos. Momentos después abandonará a la hembra y se alejará de nuestra posición.



13:28 p.m.
Se ha dirigido al encuentro con otro macho procedente de lo alto de la ladera. Hasta este momento no hemos prestado mucha atención a lo que estaba sucediendo, pero a partir de aquí vemos cómo el animal recién llegado comienza a perseguir al ejemplar que presenta el cuerno astillado. Caminan un trecho ladera abajo, alejándose más aún de nosotros.




13:29 p.m.
Por un momento ambos machos se plantan uno frente al otro. Se están "testando", se chequean y se observan como midiendo sus posibilidades. Parece que el de la cuerna mellada se ha cansado de ser hostigado y se va a enfrentar al recién llegado. Llega a colocarse en la parte superior de la ladera como para iniciar un topetazo ...


















13:29 p.m.
... pero no. A los pocos segundos reanuda el descenso perseguido muy de cerca por el otro contendiente, que lo acosa con insistencia. Así descienden un pequeño tramo de la falda de la montaña alejándose del rebaño de cabras que pasta en ella y haciendo que el plano de nuestras imágenes sean cada vez más picado.




13:30 p.m.
Finalmente el primer macho parece cansarse de huir y se planta mirando hacia arriba. El ejemplar que hasta ahora perseguía hace un amago de levantarse para lanzar un primer topetazo. Parece un aviso de que va en serio, no un simple farol sobre la seguridad que muestra en sí mismo. El caso es que el otro no retrocede, sigue firme.





13:30 p.m.
Cambian ligeramente de posición y tiene lugar lo que ya parecía inevitable: el primer topetazo. El que perseguía se sitúa en la parte superior, mientras que el ejemplar con el cuerno desgastado lo recibe abajo. El golpe es brutal, como siempre. Por fin oímos el retumbar del encontronazo en la ladera.






13:31 p.m.
Viene una segunda colisión. El que al principio era perseguido, ahora se presenta firme y no retrocede un palmo. Recibe la fuerza y el impulso de un animal que rondará los cien kilogramos de peso y que le arremete como un tren de mercancías, afianzando sus pezuñas sobre el terreno y empujando a
 su vez contra la mole que se le viene encima.







13:31 p.m.
Se miden los dos ejemplares.



13:31 p.m.
Y nuevo testarazo. Hasta seis pasos dio el ejemplar de la izquierda levantado sobre sus dos patas traseras antes del encontronazo de sus cornamentas. El choque resuena en la vertiente sur de Gredos, y rebota en sus laderas como si del estallido de un trueno se tratara.







13:32 p.m.
Ahora es el de la cuerna mellada, situado abajo, el que toma la iniciativa, se incorpora y lanza otra sacudida contra su contrincante.




13:32 p.m.
Parece que el valiente que vino a incordiar al macho del cuerno mellado ha perdido rápidamente su arrojo y la seguridad que mostraba al principio en sí mismo. Por el contrario, aquel que comenzó replegándose amilanado, ha recobrado la confianza y el arrojo. Ha vencido por el momento y las tornas han cambiado; han sido suficientes un puñado de testarazos para poner a cada uno en su sitio. El perdedor de la refriega comienza ahora, tras su rápida derrota, a perder altura en la ladera, arreado muy de cerca por el vencedor.







13:37 p.m.
Nuestro ejemplar con la funda izquierda gastada y deteriorada por otros muchos combates acaba expulsando al macho vencido y en pocos minutos regresa ladera arriba junto al rebaño de hembras y machos jóvenes. Por ahora ha vencido, pero ... ¿será por mucho tiempo?


Todas las fotografías están mostradas en su formato original -sin ningún recorte- para mostrar con fidelidad la situación real sobre el terreno. No hubo opciones de acercarnos más a la lucha. Quizás, de haber durado mucho tiempo hubiéramos tenido alguna opción; pero ni aún así es seguro, pues cuando dos contendientes de estos se ponen a caminar entre topetazo y topetazo no hay ser humano que sea capaz de seguirlos por la montaña, y menos aún cargados con el equipo fotográfico.

Lo dicho, habrá que regresar para volverlo a intentar, el espectáculo lo merece.

17 de noviembre de 2017

Retratos

Siempre me han sorprendido estos animales; por muchas veces que los tenga delante, no dejará de asombrarme su presencia masiva y fuerte, su poderío, pero sobre todo la eficiencia de su modo de vida. Mi entrañable amigo Roberto me brinda la oportunidad -gracias por ello, compañero- de buscar retratos cercanos con los que poder apreciar cada detalle tanto de su anatomía como de su mirada, penetrante y severa, hosca. Sus ojos de color miel se clavan en todo lo que les rodea, como si tuvieran la capacidad de atravesar la materia. Escuchan los disparos de nuestras cámaras solo cuando la pitanza se ha acabado, porque hasta ese momento todo ha sido bullicio, reyertas y escaramuzas, prisas por comer en medio de la trifulca, por engullir atropelladamente, por robar, en una urgencia desaforada por tragar precipitadamente para seguir comiendo, por continuar atiborrándose hasta el atragantamiento con materia pútrida. Solo los más fuertes, los más belicosos, los más descarados y atrevidos se hacen un hueco en medio del tumulto y consiguen llenar el buche.Y para ser buitre inevitablemente hay que ser pendenciero y luchador. Agresivo y valiente. Beligerante, combativo y tenaz.

Son perfectos, están construidos para desgarrar y consumir lo que a nosotros nos haría vomitar, para limpiar de cuerpos descompuestos y en putrefacción los campos. Con sus picos y su potencia son capaces de despedazar los cueros más duros, y su falta de escrúpulos les permite tragar las vísceras más malolientes y desagradables de los cadáveres. Así son los buitres leonados (Gyps fulvus), consumadas máquinas de limpiar el paisaje, de despejarlo de posibles transmisores de enfermedades, de reciclar la materia muerta en energía. Imprescindibles. Su seducción radica en esa perfección, en su adaptación, en la inapelable necesidad de su existencia.

Terminado el banquete -algo que con ellos siempre sucede con prontitud- levantan el vuelo y desaparecen con la misma rapidez con la que llegaron. Con sus enormes alas desplegadas se convierten en cometas mecidas por el viento. La belleza hecha planeo.