Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

25 de enero de 2021

Cencellada

Pasado el frío y las nieblas de estos días de atrás me quedan en el archivo la suave cencellaba que alguna mañana dejé plasmada en el sensor de mi cámara. Poca cosa en comparación con las que se han visto por la península, pero las imágenes sirven de testimonio del paso de las estaciones. El ciclo se renueva, la rueda de la vida sigue dando vueltas a pesar de que esta pandemia nos haga sentir que el tiempo se ha detenido. Muchos estamos cruzando los dedos para que la primavera que se barrunta sea como la que nos perdimos en 2020. Eso parece, que tendremos otro mar de flores y hierba verde dentro de poco tiempo. 

Por el momento, disfrutaremos del frío, las heladas, la nieve y las nieblas. Que el invierno nos sea propicio.





19 de enero de 2021

Cristal de hielo

Si sabes mirar, la naturaleza siempre te regala guindas que aderezan su belleza. Si tienes una pizca de sensibilidad para querer formar parte de ella, te darás cuenta de que todo lo que te rodea es una joya en la que deleitarte, un presente que te ofrece generosamente. Desde el más pequeño insecto, desde el liquen más minúsculo, a los depredadores más poderosos; de la más modesta gota de agua al mayor de los espectáculos atmosféricos. Este invierno parece que al fin estamos disfrutando de unas condiciones climatológicas normales para la estación en la que estamos, después de años en los que parece que el clima se ha vuelto un poco loco y en los que hemos sufrido los efectos atemperantes del calentamiento global. Frío y nieve nos están acompañando durante bastantes jornadas, por fin, por mucho que supongan complicaciones en nuestras vidas cotidianas. Cruzaremos los dedos para que esto siga así un tiempo prudencial; la próxima primavera lo agradeceremos, seguro, en forma de campos floridos y, si les dejamos tranquilos con tantos "icidas", también de insectos.

Nosotros, por ahora, nos dejamos seducir por los charcos y prados congelados y por el agua petrificada que resbala por la rocas. Nos desviamos un buen tramo del camino solo para estar un rato embelesados por los chupiteles, los carábanos y el sonido cavernoso, casi espeleológico, del goteo constante de sus extremos. Cristales de hielo. Hielo como el cristal. Esmerilado o transparente. El regalo que hoy nos ofrece nuestra montaña. Sin duda, la guinda de la jornada.
















16 de enero de 2021

E.N.P.

El jueves pasado hicimos lo que más nos gusta, salir a la montaña, al campo, a la naturaleza hermosa de nuestra sierra de Gredos. Podía haber sido a la de Béjar, o a la de Quilamas, o a cualquier otra zona montañosa cercana a donde vivimos, y cercana a nuestros corazones (a veces se me pasa por la cabeza empadronarme en Hoya Moros). Pero fuimos a Gredos. Porque sí. A la sierra de Barco porque además es más tranquila. Cada vez necesito más la soledad de la montaña, sin gente, sin otros montañeros, sin excursionistas; sin nadie que merodeé por ella salvo los bichos que en ella viven; los bichos y nosotros.

Llamarme egoísta. 

Gredos. Parque Regional de la Sierra de Gredos, ahí es nada, la máxima figura de protección y conservación de la naturaleza que puede declarar nuestra comunidad autónoma, cuya filosofía es la de conservar y proteger los valores naturales de estas montañas para la sociedad. Un Espacio Natural Protegido -ENP- para nosotros y las generaciones futuras.

Cuando llegamos al inicio de la garganta que pensábamos recorrer, nos da una bofetada en la cara el cartel de una batida que nos hubiera prohibido el paso al valle si hubiera coincidido con nuestra jornada. Lo primero que siento es cabreo. Un cabreo enorme porque se practique esta modalidad de caza tan antiecológica, a la que nunca me cansaré de criticar por las afecciones que causa en todo el entorno, y no solo en las posibles especies que pretendan cazar -presumiblemente jabalí, ciervo, corzo y algún zorro si se le pone a tiro-, sino también por las coacciones inherentes al libre tránsito del resto de ciudadanos, por el alto riesgo de accidente que lleva aparejado y por la nula igualdad de condiciones entre presa y cazador (batidas, ojeos y monterías son una manera abusona, insensible e inhumana de cazar).

Algún extremista, entre los que creo no me incluyo, me dirá que si hay alguna modalidad de caza que no lo sea; sí, me refiero a eso, a lo de antiecológica. Pues no lo sé, supongo que la que practican las tribus indígenas, la que se efectúa por "prescripción facultativa" -es decir, la emanada de una justificación científica-, y, si acaso, algunos tipos de rececho donde los animales tienen alguna posibilidad de dar esquinazo a los escopeteros (entiéndase, persona que lleva escopeta). 



El caso es que tras el primer momento de cabreo, lo que siento acto seguido es alivio pasajero al leer que la batida tuvo lugar cinco días antes. Pero una vez pasado ese suspiro de alivio que duró apenas unos instantes, el segundo calentón regresa, y vuelvo a estar cabreado. Muy cabreado. ¿Cómo es posible que en el Parque Regional de la Sierra de Gredos se permita que coincida una batida de unas 7-8 escopetas a lo largo de una pista forestal, al comienzo de una ruta clásica entre los montañeros, balizada, y en fin de semana?, ¿estamos locos? Sí, ya sé, es que los cazadores locales tienen también todo su derecho a hacer la actividad que a ellos les guste y, además, es su pueblo, cosa que yo y el resto de excursionistas no podemos decir. Y tienen toda la razón, ahí me han dado, están en su derecho. Sin embargo, ... yo también estoy en el mío de realizar libremente la excursión, sin la posibilidad de que gente armada me eche del lugar a "cajas destempladas", o peor aún, sin la coacción que supone que mi nombre se venga a sumar a la larga lista de heridos o muertos en "accidente de caza". Cazadores, rectores de este ENP, los usuarios del parque regional también tenemos todo nuestro derecho a caminar libremente por donde decidamos, como dice esa Constitución que se supone nos compete a todos, pero que según vayas armado o no parece que cambia. Esto tiene que ser así, les guste o les disguste.

Esto "es" así.

No tiene lógica que una actividad de alto riesgo para el resto de ciudadanos se practique en fin de semana al comienzo de una ruta clásica realizada por numerosos montañeros y en el interior de un parque regional, cuya filosofía es la de conservar y proteger la naturaleza para disfrute de la sociedad, entre los cuales nos incluimos todos aquellos que caminamos sin un arma ente las manos, que somos muchos. Que somos más. No tiene ni pies ni cabeza. El sentido común te dice que hay que pensar en una solución que evite estas coincidencias en el tiempo y el espacio, y dado que las grandes rutas clásicas no las podemos cambiar de sitio ... lo lógico es pensar ... ¿de verdad no hay otros lugares en el término municipal donde realizar esa batida?

Ahora, llamarme egoísta otra vez.

12 de enero de 2021

Frío y nieve

Hace frío, bastante. Llevamos días escuchando que se nos echa encima una ola de frío histórica, con nieve en toda la península y un frío que pela. Es sábado y yo me acerco a la orilla del Tormes con mis botas y mi chaqueta de plumas al encuentro de los azulones (Anas platyrhynchos), que llevan sedimentados desde el otoño en un recodo del río, al abrigo de la ciudad. Los veo muchas tardes, siempre en el mismo sitio, cua cua par'rriba, cua cua pa'bajo, en una suave playa de arena, circular como una ensenada minúscula. Aveces me acerco a ellos y los observo unos minutos antes de seguir mi camino.

Pero hoy es distinto a las anteriores tardes, nieva suavemente. 

La temperatura está solo unos grados por debajo de cero y el aire está en calma, así que disfrutamos los patos y yo de una mañana perfecta de invierno. Es temprano y apenas pasan cerca un par de madrugadores paseando a sus canes, que no nos incomodan, ni a mí con mi cámara, ni a los patos con sus quehaceres. Entran y salen del agua, se tumban en la nieve, la mordisquean, parecen un rebaño paseándose por una pradera. Se está bien, yo y los patos, los patos y yo, ellos abrigados con sus plumas y yo con las mías y un buen gorro en la cabeza. ¡Cómo resistirse a la oportunidad de intentar traerme a casa alguna imagen de ellos! 

Me gustan los copos delicados en sus espaldas. Preciosas aves que, no por ser comunes, son menos bellas. Los azulones cercanos.















1 de enero de 2021

Año nuevo ...

...vida vieja.

Todo sigue igual que hace 24 horas. Que hace un mes o un año, o que una década. Como cada día uno de enero todas las esperanzas del mundo se renuevan para, como cada 31 de diciembre siguiente, comprobar que poco o nada va a cambiar. 

La vida sigue, igual que hace un día. O al menos parecida. Evoluciona despacio, quizás a velocidad geológica, y nosotros probablemente no lo lleguemos a percibir nunca. No es pesimismo (o sí), es optimismo aparcado. 

Paseo por mi montaña y me evado con los cristales de hielo, con los detalles que la naturaleza nos obsequia. Porque son un regalo este mundo en miniatura que discretamente se transforma en líneas y curvas increíbles cada noche de helada. Alucino y me asombro, y voy de hielo en hielo, de una placa de dura escarcha a la de más allá, como un niño pequeño saltando de charco en charco. Acerco mis narices al suelo y busco detalles que parecen pensados para una película de ciencia ficción. Burbujas atrapadas, líneas rectas, curvas, agua en movimiento bajo su superficie, sonidos burbujeantes, cambios de tonalidades en el monocromo blanco y negro, superficies esmeriladas o transparentes, texturas,... Los detalles mutan, se sacuden y metamorfosean. Mañana habrán cambiado, serán distintos, será otro día.

La naturaleza es el bálsamo de la vida, la cura a nuestros males, la energía de nuestras pilas. Somos una pieza más de su puzzle pero nos hemos apartado de ella voluntariamente y eso nos lleva a enfermar.

Y cada vez que regresamos a ella, que buscamos su abrazo, sanamos. Montañas en estado puro, caminos, valles, laderas, cumbres, bosques,... charcos helados. Campos. Vida. Me alimento de naturaleza. Renazco.

Respiro.

Vivo.