Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

30 de noviembre de 2023

Mi lugar de confort

La montaña es mi lugar de confort. Lo ha sido siempre desde la adolescencia. En ella siento que estoy en casa. Aún no había regresado del Gran Norte y en mi mente ya se estaba decantando la idea de cómo sería la nueva temporada de celo de la cabra montés (Capra pyrenaica vitoriae). Unos días después de los ciervos y gamos daneses, mi cámara y mi objetivo estaban a punto de fijarse un año más en este emblemático rumiante del Sistema Central. Regresaba a mis montañas. Así, a las primeras de cambio ya me encontraba caminando con el clarear de un nuevo día por mi zona de confort, ladera arriba, por aquellos roquedos, llambrias y piornales de mi querida sierra de Gredos. Lugares que siempre me han dado buenos resultados fotográficos con las cabras. A mi lado camina un gran amigo, además de magnífico fotógrafo, y no solo de fauna.


Como los últimos años, el celo de esta temporada vuelve a ser ... "raro", un poco anodino y soso (por no decir "un mucho").

Nos encontramos la sierra sin un copo de nieve, absolutamente limpia, lo que para caminar y pasar el día resulta muy cómodo, pero para el celo de la especie y para nuestras expectativas fotográficas supone en realidad un desastre. Tras una mañana perdida en la que los rebaños parecen haber desaparecido del lugar, alcanzamos a ver dos manadas en una misma ladera ya cerca del mediodía. No hemos sabido buscar bien, parece. Con uno de los grupos de cabras están ya un par de fotógrafos, así que nosotros nos dirigimos hacia el otro para no molestar.

Aunque las muestras de celo serán por parte de los machos insulsas y desaboridas durante toda la jornada, el primer contacto directo que tendremos con nuestro rebaño va a ser con este magnífico ejemplar que olfateaba el aire buscando feromonas femeninas que le indicaran una posible receptividad sexual, con esa peculiar mueca conocida como "reflejo de Fehmen", y de la que ya hemos hablado en la entrada dedicada a los ciervos, entre otras. Al mismo tiempo, el macho orina sobre la hierba para marcar con su propio olor el lugar, exactamente igual a como haría tan solo unos minutos después otro ejemplar más joven.

Hacer fotos a los rebaños de cabras puede parecer sencillo; y puede parecerlo porque lo es. No tiene ningún secreto. O como mucho uno: hay que intentar fotografiarlos allí donde estén habituadas a la presencia de excursionistas, de esa forma te aseguras que tu presencia cercana no represente para ellas ningún peligro. Dicho esto, lo primero será buscar un grupo de hembras, que en estas fechas siempre andarán acompañadas de los pesados de los machos, que las van atosigando a unas y otras casi sin descanso (aunque no es el caso de este año, como ya he dicho). Una vez localizado un rebaño y en condiciones normales, podrás acompañarlo durante varias horas, incluso a veces a lo largo de todo el día. Comes tus viandas mientras ellas rumian tumbadas. Buscas composiciones interesantes y encuadres ortodoxos mientras ellas posan sobre las rocas. Te acercas. Te alejas. Retratas a los chivos, luego a las madres y por supuesto a los machos. Buscas escenas. Vuelves a picar algo, sacas el termo. En fin, te vuelves casi un componente más del rebaño.


Lo más probable es que las hembras estén a lo suyo. Los chivos nacidos en la primavera ya están muy crecidos y son bastante independientes, aunque aún se mantienen cerca de ellas e incluso aún se toman su ración de leche de vez en cuando. Siempre es bueno no centrarse única y exclusivamente en los grandes e impactantes machos, las hembras también existen, no las discrimines. Vale, es cierto que para nosotros los grandes machos son el principal centro de atención, el objetivo de nuestras sesiones, pero ellas son al final las que cortan el bacalao durante los cortejos; observarlas implica no solo que puedas obtener fotografías atractivas también de ellas, sino que puedas identificar la que está a punto de dejarse montar por el sherif del lugar. De esa forma puede que aciertes a fotografiar alguna cópula. 




Como la vida en la manada suele ser tranquila, la jornada del cabrero tampoco será la mar de estresante. Desde luego, tendrás tiempo para descansar, seguro, y para disfrutar del paisaje. Podrás dejar el mochilón junto a una piedra y acompañar a uno u otro ejemplar por los alrededores. Todos los individuos del grupo acabarán posarán para nosotros como si supieran que nos gustaría que lo hicieran, como si alguien les hubiera dicho que deben hacerlo.

Uno macho de pelaje lustroso mira al horizonte, como pensativo; desde la montaña el mundo se ve muy pequeñito y lejano.


Otro se tumba sobre una piedra y deja pasar la tarde tranquilo, y hay quien se hace el dormido y con el peso de la cornamenta se le acaba cayendo la cabeza.



Los más posan para nosotros con su mejor perfil, grandes y viejos.




No es complicado, pues, hacer fotos de cabras en Gredos. Son mansas con la gente y nos aceptan a poca distancia. Basta con no molestarlas. Yo, normalmente hasta me tengo que alejar para que semejantes corpachones entren en el encuadre sin que queden constreñidos en él, aunque reconozco que no siempre lo consigo. Ellas están ocupadas y tú eres sólo un elemento más del ecosistema en el que se mueven.

Moverse tranquilo y dejarse ver en todo momento, no sobresaltándolas nunca emergiendo bruscamente desde detrás de una loma o una gran roca, son dos buenos consejos para no ahuyentarlas. Y por ende, para fotografiarlas. Eso, y tener siempre contigo el pertinente permiso fotográfico, no vaya a ser el guarda el que te ahuyente a ti. No cuesta nada solicitarlo cada año, así que ... sería una tontería no hacerlo. Por lo demás, tú solo has de buscar las posturas rituales que describan su comportamiento, y esas poses señoriales tan elegantes que nos regalan a veces, estar atento y ágil con el enfoque y el dedo índice en el momento de disparar para inmortalizarlas.

La belleza ya la ponen ellas, tú solo has de capturarla en la tarjeta.



Y así resulta imposible no quedarse prendado de estos toros de lidia cuando te posan de estas maneras. Elegantes, serenos y poderosos. Espectaculares, solemnes y regios.


28 de noviembre de 2023

Miss Guapo del Bosque

Tras el rápido inciso de mi entrada previa, regreso con los recuerdos de nuestro reciente viaje a tierras escandinavas, y de las que ya visteis algunas fotos de ciervos. El ciervo rojo (Cervus elaphus), como ya vimos, es un animal eminentemente forestal al que bien podríamos denominar como "el señor del bosque"; ¡cuántos documentalistas y escritores habrán utilizado ese calificativo para referirse al majestuoso y poderoso ciervo!, entre otros el irrepetible Félix. Obviamente dicho rumiante resulta ser una criatura extraordinaria gracias, entre otras cosas, a su porte, tamaño y cornamenta, no existiendo en nuestra geografía ningún otro animal silvestre de sus dimensiones (dejando a un lado, claro, las recientes naturalizaciones de ejemplares de bisonte europeo, Bison bonasus, traslocados a fincas cerradas). Por ello es normal que el venado sea blanco de nuestra atención y admiración.

Sin embargo, desde mi punto de vista, en un desfile de modelos ungulados masculinos (y también femeninos) el gamo (Dama dama) ganaría en hermosura con bastante diferencia. Con toda seguridad se llevaría el título de "Miss Guapo del Bosque" con los votos de gran parte del jurado, muy especialmente si en la pasarela del certamen desfilara con su elegante chaquetón estival de moteado clásico sobre fondo rojizo.

El gamo resulta ser, es cierto, mucho más modesto en tamaño que su pariente el ciervo, y contra él tampoco podría competir en las sensaciones que transmite su primo mayor cuando proclama su poderío durante la berrea, y que pueden llegar a ser indescriptibles cuando hace retumbar todo el paisaje otoñal desde lo más profundo del bosque -es en esos momentos cuando comprendes plenamente porqué se le apoda el Señor del Bosque. En comparación, escuchar la ronca del gamo más bien da grima, pues perfectamente puede parecernos que se le ha roto algo en la garganta o que se ha atragantado con algo que no le pasa por el gaznate.

Sin embargo, a su favor hay que señalar que su cornamenta es sencillamente pura filigrana, una pieza de orfebrería muy difícil de superar en el mundo de los astados -si no imposible-, una obra de arte de la que uno solo puede enamorarse, lo que junto con su llamativo corpachón moteado lo convierten en un ungulado hermoso como pocos. Esta sobresaliente belleza es también su perdición frente al ser humano, convirtiéndolo en blanco de muchas miras telescópicas. Robarle la vida a criaturas tan espléndidas es algo que puede ser calificado de muchas cosas menos de humano.

Taxonómicamente, del gamo se diferencian dos especies en la actualidad, el gamo europeo (Dama dama), que es el que nosotros vemos en reducidas poblaciones desperdigadas por la geografía ibérica -la mayoría de ellas en fincas privadas destinadas a la explotación cinegética-, y el gamo persa o mesopotámico  (Dama mesopotámica), catalogado en Peligro de Extinción y residente en una pequeña región de Irán, limítrofe con Irak. Hay que decir que, no obstante, no todos los autores están de acuerdo con esta sistemática, siendo englobados por algunos en una única especie, diferenciada, eso sí, en dos subespecies distintas: Dama dama dama para el europeo, y Dama dama mesopotámica en el caso del gamo persa.

Se trata de un rumiante con unas notables diferencias en el pelaje en función de la época del año en la que los observemos. En términos generales, durante los meses estivales su librea presenta el bonito patrón de motas blancas tan típico de la especie y que vemos en todas estas fotos. En la parte inferior del cuerpo estas manchas tienden a alargarse y juntarse en una banda blanca más o menos difusa. Cuando el animal muda su pelaje para afrontar los rigores del invierno este moteado tan llamativo desaparece, volviéndose de un pardo grisáceo, más oscuro y modesto. Tampoco resulta excepcional que exista una variación ostensible en la coloración de la capa de algunos individuos, como bien podemos ver entre los ejemplares de este grupo donde uno de ellos, con una cuerna especialmente desarrollada pero extrañamente deformada en su pala izquierda, presenta un pelaje sensiblemente más oscuro que el de sus compañeros.



Estas alteraciones del color del pelaje pueden alcanzar en ocaciones ambos extremos, pudiéndose llegar a observar individuos de capa blanca o leucísticos -que no albinos, como se puede comprobar en sus ojos, cuya coloración es normal- o prácticamente negra -estos sí, melánicos debido a una mutación genética que afecta a la melanina del pelaje y que provoca un exceso de pigmentación que lo oscurece. Aquí podemos ver cómo tres ejemplares cruzan delante de nuestro objetivo por un camino en el bosque, como luciéndose para mostrarnos este otro aspecto de su biología que los vuelve, si cabe, más atractivos aún.

Es notable el dimorfismo sexual del gamo, similar a como ocurre en otros cérvidos. De cuerpo más fuerte, compacto y grande, los machos son los únicos que presentan cuernas y, como ocurriera con los ciervos donde la actividad cinegética del hombre impide a los especímenes llegar a viejos y portar cornamentas más destacables, en los gamos nos tenemos que lamentar de lo mismo. Como todos sabemos, las cuernas de todos los cérvidos son mudadas anualmente, cuando se les desprenden tras la época del celo en lo que conocemos como "desmogue". En los gamos el desmogue sucede a finales del invierno, dando paso al crecimiento de la nueva poco tiempo después, en los inicios de esa misma primavera. A los machos se les desarrolla su primera cornamenta a lo largo de su segundo año de vida, formada por dos simples varas, limpias y rectas. A estos jóvenes se les denomina por ello "varetos", exactamente igual a como se hace en el caso de su pariente, el ciervo. En años sucesivos estas defensas irán creciendo un poco más cada temporada, ganando en puntas y superficie de la pala, siendo a partir de los 4 o 5 años cuando podemos decir que las cuernas ya tienen el aspecto clásico de la especie, alcanzando su máximo desarrollo con unos 10 años de vida.

Cuando el animal alcanza la senectud sus cuernas inician un proceso contrario, decreciendo un poco más cada año hasta quedar reducidas a unos meros muñones sobre la cabeza.

Fuera del cortejo, los gamos viven en manadas segregadas por sexos, los machos por un lado -algunos de modo solitario- y las hembras y sus crías por otro. Esta separación tiende a disminuir al final del verano y desaparece por completo con la llegada del otoño y su consiguiente época de celo, momento en el que los machos se vuelven muy agresivos con otros ejemplares de su mismo género y posesivos con los harenes de hembras.


Su alimentación depende sustancialmente de la vegetación herbácea, que si es accesible consumirá a lo largo de todo el año. Solo cuando su disponibilidad es escasa aprovechará otro tipo de recursos, ramoneando hojas y ramas o consumiendo frutos silvestres. Dada su amplia distribución mundial debido a las introducciones llevadas a cabo por el hombre con fines cinegéticos, es también muy amplio el abanico de biotopos en los que sobrevive. Aún así, y condicionado por sus hábitos alimenticios, podemos generalizar que el espacio vital del gamo se asocia a entornos más abiertos que los de su pariente el ciervo -aunque siempre con cierta cobertura arbórea-, con amplias praderas donde alimentarse, claros del bosque, límites de las masas forestales o, por ejemplo, encinares, pinares o robledales aclarados. En el Parque Nacional de Doñana, por ejemplo, ocupa a menudo la periferia de las marismas. No obstante, la existencia de arbolado sigue siendo una característica fundamental de los ecosistemas donde vive, proporcionándoles la necesaria cobertura protectora y refugio.



Su belleza es indiscutible y poderlos observar emergiendo del arbolado como fantasmas camino de sus zonas de alimentación será algo que no olvidaremos nunca, habiendo sido un magnífico regalo compartir espacio y tiempo con estas fantásticas criaturas. La luz del atardecer envuelve al macho cruzando orgulloso por entre las hayas, portando su corona sobre la testuz. Serán nuestras últimas fotos en el lugar, ¿existe mejor manera de despedirse de él y sus habitantes? Yo creo que no, habrá que volver.


24 de noviembre de 2023

Una carrera de fondo

Que defender la verdad en esta sociedad egoísta y mala es una carrera de fondo es algo que venimos sabiendo desde hace mucho tiempo. Demasiadas personas con intereses particulares hacen demasiadas cosas sabedoras de que mienten y hacen daño, y por lo tanto, con la plena consciencia de su propia maldad. Y si hay un ecosistema en el que la mentira es inherente a él mismo, ese es, sin duda alguna, la política. En política se miente y se hace daño casi siempre a sabiendas. Todos estaremos de acuerdo en asegurar que en el ecosistema político la agresividad desmedida es un modus operandi, y esto por desgracia es así no solo en la política nacional o de alto nivel. Se miente para manipular. Y se manipula para conseguir objetivos personales que nada tienen que ver con el beneficio de la población. Lo llamamos "votos".

Hay, además, otro ecosistema en el que la mentira, sin ser intrínseca y una forma de vida en sí misma, sí forma parte de él en demasiadas ocasiones, pues a menudo se sirve de ella -dicha por ellos mismos o por terceros- a sabiendas de serlo y para conseguir sus propios y deleznables intereses. Exactamente igual que hacen nuestros políticos. Me refiero al ecosistema de los medios de comunicación. Se vuelve a mentir para manipular. Y se manipula para conseguir objetivos particulares que nada tienen que ver con informar verazmente a los lectores y/o espectadores. Lo llamamos "ventas".

Si juntamos políticos malos, con malos periodistas el coctel puede ser explosivo. De hecho lo es constantemente y el resultado de todo ello es una sociedad crispada y polarizada, mientras ellos se frotan las manos cosechando tanto votos como ventas con el enfrentamiento. 

Hace poco, estando yo de viaje, me llegó la información del trágico suceso del ataque y muerte de una mujer de tan solo 27 años por parte de unos perros en un pueblo de Zamora. La consternación y el dolor fueron y serán siempre terribles. Una verdadera tragedia.

Sin embargo, lejos de centrarse en las causas reales del suceso el Alcalde del municipio zamorano de Roales del Pan tuvo sus dos minutos de fama al considerar adecuado ante los medios de comunicación hacer política con aquella desgracia, desviando la responsabilidad de lo ocurrido a los lobos y descargando de culpabilidad a los perros implicados en el suceso; y esto en base a su supuesto, hipotético o imaginado estrés. En su peregrina y fantasiosa argumentación los perros habían actuado así por la tensión que les provoca la presencia de lobos, pues habían atacado al ganado ¡¡a treinta kilómetros de allí!!. Ya está, lo han hecho otra vez, la puñetera política envenenando conscientemente a la sociedad con mentiras sobre el lobo. Ya está, lo han hecho otra vez, los malos políticos mintiendo, manipulando y contaminando la convivencia en nuestra sociedad. Y sí, también ellos lo han vuelto a hacer otra vez, la mala prensa sensacionalista se ha hecho eco de la mentira y le ponen el altavoz solo al manipulador. Es mentira que los perros actuaran así por el estrés provocado por la (lejana) presencia de los lobos. Como mentira es que estos últimos alteraran "... el normal comportamiento ..." de aquellos perros. Y como mentira es que haya una "... desmedida población" del depredador. Muy por el contrario, sí es cierto que constantemente hay ataques de perros a personas, tanto en zonas con lobo como en regiones sin ellos. Como incuestionablemente cierto es también que no puede haber una sobrepoblación de lobos porque es la propia especie la que autorregula su número, exactamente igual a como hacen todos los predadores apicales del planeta. Es literalmente imposible, como imposible es que vuelen. Basta ya de mentir al ciudadano, metiendo cizaña malintencionada.

Lo que sí es cierto, en definitiva, es que este señor Alcalde se inventó una tontería mayúscula, manipulando y envenenando el ambiente contra un animal sin responsabilidad alguna en los hechos, y restándosela conscientemente a los propios perros causantes de la desgracia.

El lobo siempre ha sido y será una especie animal ligada al acervo cultural del hombre, como lo son todos los competidores en cualquier aspecto de nuestra vida. Lo que no es competencia no te preocupa, lo que sí lo es, sí forma parte de tu día a día para bien o para mal. En la actualidad el lobo ya no es un verdadero competidor por los recursos propios de los humanos, por mucho que insistan en ello los voceros de siempre. De hecho, ha dejado de serlo hace muchísimo tiempo, siendo meramente anecdóticos los perjuicios que ocasiona en el conjunto de la ganadería. Pero habiendo dejado de serlo, se ha convertido a cambio en una herramienta de manipulación social. Se ha politizado. Y cuando la política manosea algo, beneficioso para ese algo no es. Claro ejemplo de esto que digo son las recientes declaraciones que se empiezan a oír y a leer cada vez más a menudo (de nuevo ese peligroso coctel de los dos ecosistemas que se mezclan en el ecotono) de que "con tanta sobrepoblación de lobos un día va a ocurrir una desgracia y se van a comer a un niño, o a atacar a una mujer". No es broma, cada vez se dice más a menudo ante la evidencia de que los daños a la ganadería son bastante poco importantes; el caso es mantener vivo el conflicto con el lobo, aunque sea a base de falacias. Con él unos ganan votos, y otros ventas.

Aquí va el último ejemplo, ocurrido igualmente durante mi ausencia en octubre. El también Sr. Alcalde, esta vez de un pueblo riojano, Castroviejo, editó un bando que decía en mayúsculas: AVISO IMPORTANTE, A TODOS LOS SENDERISTAS, CAZADORES, VISITANTES Y HABITANTES DE CASTROVIEJO, SE INFORMA DE LA PRESENCIA DE LOBOS EN LAS CERCANÍAS DEL PUEBLO, PONIENDO EN RIESGO LA INTEGRIDAD DE LOS ANIMALES PERTENECIENTES A ESTE MUNICIPIO Y DE LAS PERSONAS PREVIAMENTE CITADAS.

Estupendo, chicos, la palabra "lobos" incluso aparecía resaltada en rojo por si no le quedaba claro a alguien de que dichos cánidos eran la causa de semejante amenaza a la integridad física de los vecinos y visitantes. Unos días antes algún diario se había hecho eco de la presencia de lobos en el término municipal y según declaraciones del alcalde al rotativo se podía leer que "... algún día tendremos que lamentar alguna desgracia".

En fin, el suma y sigue de la infamia. Recuerdo ahora el deleznable artículo de prensa de la revista Jara y Sedal en este mismo sentido titulado: "Un lobo entra en un pueblo y se lleva un perro: ¿Y si fuera un niño?", y del que ya me hice eco en este blog contestándoles en "Patética Jara y Sedal".

Seamos realistas. Usemos la cabeza, por favor. Tenemos una cosa de la que nos vanagloriamos que se llama cerebro y que nos permite llegar a la Luna y regresar, inventar internet y hasta predecir el clima en el futuro próximo. Pensemos, pues, y hagamos honor a ese apellido que llevamos en nuestro nombre científico como especie.

Vamos a ver, Sr. Alcalde de Castroviejo, le voy a dar una buena noticia, que sin duda le ayudará a dormir tranquilo por las noches: ni en España, ni en Europa, ni en Norteamérica hay registrado ningún ataque de lobo a persona alguna en los últimos siglos -de tiempos más remotos no se puede confirmar nada en un sentido u otro. Por el contrario, son bastantes normales los sucesos de personas mordidas por perros, y no pocos los casos en los que el afectado o afectada murió. Si hablamos solo de niños -porque en el caso de los menores sí hay estadísticas-, tendríamos que hablar del orden de 70.000 sucesos anuales en España, lo que supone 191 casos diarios en los que algún perro doméstico muerde, aunque sea de manera leve, a algún niño en nuestro país, según publica la Asociación Española de Pediatría de Atención Primaria en su estudio Mordeduras de perro. Análisis Epidemiológico (2011-2018) y Estrategias Preventivas. Así las cosas, pueden haber sucedido dos cosas para que usted publique dicho Bando Municipal. Una, que usted se incluya dentro del grupo de personas que desea el regreso de la caza del lobo, de los controles poblacionales, de la criminalización del cánido y de los réditos políticos exigiendo que salga ya del LESRPE, en cuyo caso traspiraría el hecho un cierto tufillo a manipulación malintencionada. O dos, que usted esté preocupado realmente, con sinceridad y buena fe, por la seguridad de las personas y animales domésticos en su término municipal. Yo espero, también sinceramente, que sea este segundo el caso, puesto que usted se habrá quedado ya mucho más tranquilo con la buena noticia que le indiqué al comienzo de este párrafo, siendo realmente otros los riesgos que de verdad pueden afectar a la integridad física de las personas que transiten por su municipio, y de los que le voy a dar alguna pista: 0 ataques de lobo a personas en la historia conocida, frente a 20-25 muertos anuales en nuestros país, más varios centenares de heridos de diversa consideración -algunos de ellos muy graves e irreversibles- por accidentes de caza. En los 8 primeros meses de 2020, fueron 51 los españoles muertos por este tipo de accidente, así que, créame, sería muchísimo más fácil que muriera una persona por un disparo en una de las tan solicitadas y añoradas acciones de caza / control del lobo, a que uno de estos cánidos representara alguna vez un mínimo peligro para alguien. 

Comparemos, pues, y luego hagamos uso de nuestra capacidad de pensar. 


Esto es la realidad de las estadísticas, y no las manipulaciones de políticos y medios de comunicación de tres al cuarto que ven en el lobo una herramienta arrojadiza perfecta para conseguir votos y ventas, polarizando y crispando a esta sociedad. Ha pasado ya casi un mes de estos sucesos, pero tras mi regreso al teclado no podía por menos de dejar constancia de mi consternación ante la evidencia de que decir la verdad es y seguirá siendo en el futuro una carrera de fondo.

22 de noviembre de 2023

A contracorriente

Eso es lo que se me venía a la mente cuando, quemando kilómetros con nuestra furgoneta hacia el Gran Norte, veíamos los bandos de grullas volar en dirección contraria. Sí, ya sé que generalmente se viaja al norte cuando los días son más largos, las temperaturas más suaves y la fauna está ocupada sacando a su descendencia anual. Hasta las grullas lo saben, y eso que tienen el cerebro bastante más pequeño que el mío. Primavera y comienzos de verano constituyen la época más adecuada para nomadear más allá del Circulo Polar Ártico, y no el mes de octubre. Peeero ... ... cuando no se puede, no se puede, y además es ...

Pues eso, vosotros mismos habéis terminado la frase: "imposible".

Noruega y Suecia se nos resistían desde el trágico 2020, cuando un confinamiento, hoy ya olvidado por la sociedad, nos truncó la experiencia de subir a dichos países escandinavos. 2021 tampoco iba a ser mejor año para hacerlo, pues las fronteras aún se cerraban intermitentemente debido a los temibles rebrotes, pudiendo suceder que nos dejaran encerrados en algún país durante semanas. ¡Y será por fronteras!, seis hay que cruzar, y no solo de ida, que hay que regresar también. Era, pues, arriesgado viajar hasta allí en el corto espacio de tiempo de unas vacaciones y pretender tener la seguridad de que el primer día de trabajo tras el supuesto regreso se iba a estar de verdad en el puesto de trabajo. En 2022 no se pudo porque no se pudo, así de sencillo, así que este año 2023 no nos preocupó demasiado ni el precio del combustible, ni las pocas horas de luz, ni las bajas temperaturas, ni que la fauna estuviera escapando de allí, bajándose al sur a favor de la corriente con sus pequeños cerebros, o dispersándose por los océanos de medio mundo desde sus colonias de cría en los acantilados costeros. Octubre iba a ser el mes, sí o sí. Y todo esto iba a ser así porque octubre nos regalaba algo con lo que nunca habíamos contado en nuestro periplo soñado originalmente al Gran Norte: podríamos ver los cielos del Ártico encendidos en llamas. La decisión estaba tomada, sería esta la oportunidad definitiva de dejar zanjados tres largos años de espera.

La primera escala sería en Dinamarca, solo para desentumecer los músculos después de tres días y medio de conducción. Bueno, solo para eso y para comenzar a llenar las tarjetas de memoria. Objetivo primero: los ciervos rojos (Cervus elaphus sp.) -que deberían estar en plena berrea- y los gamos (Dama dama) -con su particular ronca- que pueblan los espacios boscosos de algunos parques del país. Estos enclaves rodeados de ciudades y urbanizaciones son áreas de esparcimiento habitual de muchos daneses, por lo que los cérvidos están habituados a la presencia de la gente desde hace generaciones sin que se los tiroteé, lo que facilita enormemente su observación y, por supuesto, su fotografía. Nosotros nos acercaremos primero a Hindsgavl en la isla de Fionia, y después a Jægersborg, en la de Selandia. Poder cargar con el equipo por fin y pasear por sus pistas y caminos entre descomunales robles y hayas tras estos animales es todo un privilegio, y observarlos sin que huyan despavoridos ante nuestra presencia, como si fuéramos la mismísima encarnación del diablo, como sucede en nuestro país, supone, además, un disfrute increíble para cualquier amante de la fauna.


Que es un ciervo rojo del norte de Europa es algo que se ve a le legua viendo las dos imágenes superiores, ya que en nuestra piel de toro no resulta creíble que sobreviva suficiente tiempo uno de nuestros ciervos como para llegar a tener 24 puntas. Solo si son custodiados en alguna finca privada de caza intensiva para alcanzar trofeos más prestigiosos, o si permanecen reservados para personalidades especialmente importantes (la vida de una criatura relegada a una mera cuestión de márketing) seríamos capaces de encontrar ejemplares con unas defensas así de desarrolladas. Que un bicho de estos te mire así con ese candelabro de muchos kilos encima y esos ojos enormes que no te pierden de vista es algo que alucina. Con el robledal como telón de fondo, este animal y los dos colegas que le acompañaban en el interior del bosque no se fiaban demasiado de nuestra presencia. No nos perdieron ojo. Ni ojo ... ni pabellones auditivos, porque hay que ver cómo los desplegaban para no perder detalle de nuestras evoluciones.

Que la caza, mal llamada deportiva, es en sí misma una actividad que me supera es algo obvio por muchos motivos ya mencionados aquí en otras ocasiones. Y este que trasciende en estas imágenes es uno de ellos: no se pueden mantener los hipotéticos beneficios ecológicos de la actividad cinegética cuando lo que se practica realmente es una involución de las especies de caza mayor: se eliminan los sujetos más fuertes y desarrollados, llevando a cabo exactamente todo lo contrario de lo que la teoría de la evolución hace con la selección natural. Hastía escuchar cansinamente lo necesario que resulta para los ecosistemas eso de "matar por diversión", cuando la realidad lo desmiente constantemente, siendo este otro magnífico ejemplo de ello. ¡Basta ya de vendernos la moto, hombre! Matar los ejemplares más capacitados para engendrar la siguiente generación es rotundamente negativo para las especies, lo mires como lo mires.


El ciervo rojo es un herbívoro ampliamente distribuido por todo el hemisferio norte. Se conocen de él numerosas subespecies, pero los autores no se ponen de acuerdo en el número real que hay de ellas, oscilando entre la docena y casi treinta. Esto no debe sorprendernos, dado que en la actualidad estamos siendo testigos de una pequeña gran revolución en la sistemática debido a los avances en genética aplicada, mucho más exacta y realista que las antiguas y obsoletas fórmulas diferenciadoras de especies, subespecies y poblaciones que se basaban en aspectos casi exclusivamente morfológicos. Tal es así, que en los próximos años seguiremos siendo testigos de numerosos reclasificaciones taxonómicas, lo que representará implicaciones directas, no solo en el propio conocimiento de la realidad filogenética de las especies, sino también incluso en la conservación de los seres vivos que pueblan la Tierra. Imaginemos, por ejemplo, cómo podría afectar a la recuperación de la población aislada de un animal el que este dejase de ser considerado en un momento dado como subespecie, si dicho animal estuviese en ese momento dado catalogado como en Peligro Crítico de Extinción: simplemente desaparecerían todos los recursos humanos y económicos destinados a su conservación si fuese integrado en otra subespecie o en la especie nominal, y si esta no tuviese la misma catalogación en los países o regiones donde aún habitase. O imaginemos un supuesto en el que ocurriera todo lo contrario, que una población animal aislada y adscrita a otra subespecie o a la especie nominal fuera extraída de allí y fuera catalogada repentinamente como subespecie o especie y con una población muy reducida y en clara regresión; se implementarían ipso facto medidas urgentes para su conservación desde ámbitos públicos y privados. 

Sin duda alguna, la realidad genética de las especies y sus parentescos, así como las implicaciones que ello tiene en la conservación de las mismas es un tema realmente apasionante y que dará mucho que hablar en los próximos años.

Regresando al ciervo rojo, hay en la actualidad un amplio debate incluso de si el icónico wapiti (Cervus canadensis), habitante de Asia Central y Norteamérica, es una especie diferente del ciervo rojo o no, relegándolo por algunos genetistas a la categoría de subespecie, como Cervus elaphus canadensis


Por su parte, las poblaciones ibéricas pertenecen a la subespecie Cervus elaphus hispanicus, no presentando la corpulencia de sus parientes del centro y norte de Europa, ni tampoco el desarrollo de su cornamenta, sensiblemente menor en los nuestros (muy a pesar de los chicos del gatillo). Y como no podía ser de otra manera, ello ha llevado en más de una ocasión al irresponsable manejo cinegético de algunas poblaciones de ciervo en la península ibérica que ha provocando un impacto negativo en la conservación de este herbívoro como consecuencia de la introgresión genética que se está llevando a cabo mediante la introducción de ejemplares de dichas subespecies centroeuropeas -principalmente de Cervus elaphus hyppelaphus-, más corpulentas y con cornamentas más desarrolladas, o mediante la llegada de material genético (semen) con fines reproductores. Estos animales foráneos están siendo traslocados a nuestro país con el fin de hibridarlos con los autóctonos y aumentar así el tamaño de lo que ellos llaman "trofeos", aunque ello implique la contaminación y degradación genética de la subespecie hispanicus. Las cercas cinegéticas y su consecuente fragmentación de las poblaciones, la desproporción de sexos y la continuada selección artificial de los reproductores acentúan, además, la pérdida de variabilidad genética de nuestra subespecie. Otro ejemplo más de las "bondades" ecológicas del gatillo y la mira telescópica, y de la lamentable corresponsabilidad de nuestras administraciones que permiten este modelo de gestión de las especies cinegéticas. 

Con un otoño que aún no asomaba el hocico por ningún sitio, el señor del bosque descansa tras semanas de intenso ajetreo. Con el celo en gran medida pasado (o muy flojo, ¡a saber!) nos tenemos que conformar con fotografiar a estas maravillosas criaturas en actitudes cotidianas, sin poder inmortalizar esos rituales que todos hemos grabado en nuestras retinas cientos de veces: berridos con la cabeza echada para atrás, esas peleas a empellones, o esas montas fugaces. No me quejo, hombre, el disparador no para de hacer click y los gigas se acumulan.

Así, inmortalizamos cómo algún semental lame solícito y con ternura la cara de varias de las hembras de su harén.


O cómo los grandes machos pasean tranquilos e indolentes en las proximidades de sus harenes, mientras que los ejemplares de edades y corpulencia inferior aún andan midiéndose las fuerzas, no se sabe muy bien si como entrenamiento quizás para el futuro, o para descargar las tensiones propias del inevitable estrés que provoca una época de celo en la que ellos son relegados a un segundo plano por los grandes sementales, que son los que al final acaparan todas las hembras.



Y también podemos observar y fotografiar cómo olfatean las feromonas femeninas que flotan en el aire con su órgano vomeronasal o de jacobson, con el que "huelen" el estado de receptividad de las ciervas. No se trata de un órgano olfatorio como tal (pituitaria, nervios olfatorios, etc), sino de uno asociado a dicho sentido localizado en el hueso vomer situado en la parte inferior de la cavidad nasal, sobre el paladar. Este órgano cuenta con células receptoras de ciertos compuestos químicos, como las feromonas. Todos hemos visto a las serpientes sacando y metiendo sus lenguas para "oler" a sus presas; pues bien, lo que están haciendo es impregnar sus lenguas de esas sustancias químicas que flotan en el aire e introducirlas en su boca hasta ponerlas en contacto con su órgano vomeronasal en el paladar. Gran parte de los mamíferos cuentan con dicho órgano, incluidos nosotros mismos, aunque aún existe controversia al respecto de su funcionalidad en humanos, siendo considerado por algunos autores como un órgano meramente vestigial, heredado de nuestros ancestros y hoy en día sin funcionalidad alguna, mientras que otros aseguran que en humanos adultos provoca respuestas conductuales concretas. Bueno, el caso es que algunos animales mejoran la captación de las feromonas levantando los labios superiores, en lo que se conoce como "reflejo de Flehmen", que consiste en el levantamiento y retracción del labio superior. ¿Quién no ha visto en algún documental a caballos o leones regalándonos estas muecas?  




El bicharraco permanece tumbado sobre la hierba en un claro del bosque; me mira de vez en cuando mientras yo realizo una aproximación más que lenta, como distraído, mirando siempre para otro lado, zigzageando en oblicuo. No quiero que piense que él es el centro de mi atención. La luz es escasa pero buena para evitar los contrastados claroscuros al borde del robledal. Está tranquilo. Y si él lo está yo también. 

Parece descansar tras haber cumplido con su obligación. Habrá cubierto a unas cuantas ciervas en estas últimas semanas, y aún tendrá que cubrir algunas más los próximos días. Un año más habrá ayudado a perpetuar la especie.