Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

25 de septiembre de 2016

Duncansby Head

Duncansby Head es un lugar muy conocido por los turistas que recorren las carreteritas del Norte de Escocia debido a su innegable atractivo turístico. Los espectaculares acantilados, con sus famosas "Stacks" aisladas ya de la tierra principal por la erosión del mar, además de situarse en una esquina clave del mapa geográfico del país, cercano a otros lugares turísticos como castillos o el propio Dunnet Head -el punto más septentrional de la Mainland- hacen de Duncansby un punto muy visitado.


Para llegar a este esquinita del territorio Escocés desde el Sur no habrá más que seguir la carretera A99 que bordea la costa este desde la población de Wick, dirección Norte, hasta el pueblecito de John o' Groats. Si por el contrario el acceso lo haces desde el Oeste partiendo de Thurso llegarás por la carretera A836 hasta el mismo lugar. Sea como fuere, te será sencillo.

Obviamente la mayoría de las personas que se acercan hasta el faro de Duncansby Head lo hacen para deleitarse con sus paisajes costeros, y recorrer sus praderas al borde de los farallones rocosos hasta llegar a las famosas "Stacks of Duncansby". Te parecerá que el lugar no puede ser más imponente. El viaje habrá merecido la pena ya por el entorno en sí mismo.








Sin embargo, al igual que sucede en gran parte del litoral escocés, los acantilados están abarrotados de aves marinas que se afanan por sacar adelante a sus pequeñajos. Multitud de puntitos blancos de fulmares y gaviotas se desperdigan por las paredes hasta donde alcanza la vista, mientras que el plumaje oscuro de alcas y araos los camufla en las repisas. Si siempre en los acantilados suele ser difícil fotografiar a las aves por el lógico hecho de encontrarse generalmente debajo de la gente, en este enclave hay algún recoveco que permite al fotógrafo situarse enfrente mismo de la pared usada por las aves y a una distancia relativamente escasa -obsérvese la esquina superior izquierda de la imagen, dos fotos más arriba-. La coyuntura no puede desaprovecharla nadie con un teleobjetivo entre sus manos.

No se hace difícil aquí, pues, disfrutar de la fotografía de fauna. Nuestra visita a esta colonia tuvo lugar el once de julio, con el período de crianza a veces ya avanzado, lo que puede servir de orientación a los lectores a la hora de planificar sus propios viajes. Los más alejados, los araos (Uria aalge) -algún pollito se ve entre tanto grandullón- y los cormoranes moñudos (Phalacrocorax aristotelis). En la foto también se ve un adulto de esta especie acompañando a sus dos polluelos con el desarrollo casi completado y apunto de echar a volar.






Como en otros lugares del Mar del Norte, las alcas (Alca torda) suelen ser sencillas de retratar, aún cuando haya que buscar los puntos más cercanos sobre los acantilados.






Los fulmares boreales (Fulmarus glacialis) son, sin duda, los más sencillos y agradecidos de fotografiar, pues muchos individuos se posan en repisas herbosas a muy pocos metros del sendero superior por el que paseamos los humanos, completamente ajenos a nosotros. En la siguiente imagen se aprecia el aspecto típico de una colonia de fulmar, con una amplia separación entre nidos y en repisas herbosas con tierra. Un pollito asoma a la vida entre las plumas de su progenitor en la última de las imágenes.









Sin embargo, la especie que más llama la atención a los turistas vuelve a ser, como no podía ser de otra manera, el frailecillo atlántico (Fratercula arctica). Esta especie, por su aspecto simpático, con colores como de payaso, con su extraño y llamativo pico, hace las delicias no solo de los niños, si no también de mayores. Aunque en un número no muy alto, es posible localizar parejas junto a sus nidos entre el gentío de los fulmares, siempre atentos, oteando cuanto acontece alrededor, quizás expectantes ante las posibles molestias de las gaviotas. No siempre se tiene la oportunidad de disfrutar del aspecto despelujado de un pollo de esta especie, con su pico aún fino y estrecho, siempre ocultos dentro de sus agujeros.








Sin llegar a ser un lugar emblemático o de referencia en relación a otras colonias de aves marinas, ubicadas en las más conocidas reservas naturales (Bempton, Farne, Bass Rock, Handa, Skomer, Saltee), Duncansby Head representa un lugar completamente atractivo desde el punto de vista fotográfico y naturalísitco, un enclave digno de visitar, tanto paisajística como faunísticamente, una esquinita de Escocia que no nos podemos dejar en el tintero si transitamos por las cercanías. Sus posibilidades son enormes y no decepcionará a nadie que hasta allí se deje caer.

NOTA: Lo mismo que en todas las entradas que estoy haciendo sobre el viaje fotográfico al Reino Unido, las fotos que aquí veis están tomadas en el lugar del que hablo, y lo  que veis es el formato completo de la foto, sin recorte alguno, usando un 500 mm sobre el que he acoplado ocasionalmente un teleconvertidor de 1,4X. Todo esto sobre un cuerpo de cámara con factor de recorte de 1,6x. Espero que disfrutéis de las imágenes y os entren ganas de visitar los lugares mencionados y otros similares; las costas del Reino unido no os van a defraudar.

16 de septiembre de 2016

Lochindorb

Uno de los enclaves imprescindibles en cualquier viaje naturalístico y/o fotográfico a Escocia son decididamente las Highlands, las Tierras Altas escocesas. Tras viajar desde Dover viendo reservas costeras siempre ligadas a los acantilados rocosos donde se reúnen las aves marinas para reproducirse, viene bien tomarse un descanso y entrar al interior. Conocer algunos de sus páramos altos cubiertos de brezos, los moorlands, supone un buen contraste. A nosotros, que nacimos tierra adentro y, como digo yo, somos más de montaña que de playa, patear por el Cairngorms National Park no pudo por menos de traernos recuerdos de la amabilidad de la vertiente Norte de Gredos. ¡Qué placer! Buscamos infructuosamente durante nuestra excursión lagópodos escoceses y perdices nivales, pero el escaso tiempo dedicado no lo puso fácil. La amenaza seria de lluvia hizo que dedicáramos menos tiempo del deseado a recorrer estos caminos. Debajo unas fotos que muestran el biotopo característico en el que vive el lágópodo escocés en estas tierras altas.





Tras nuestro paso por el Parque Nacional de las Cairngorms, nuestra siguiente opción para intentar ver a esta tetraónida iba a ser Lochindorb, un lago rodeado de brezales en donde las posibilidades iban a aumentar exponencialmente. Para llegar al lago debemos transitar por la carreterita que une la B9007 con la A940 un poco al Norte de la conocida población de Grantown-on-Spey. No se trata de una reserva natural como los anteriores enclaves visitados, pero el paisaje sigue siendo extraordinario y es lugar de residencia de especies tan bellas como la propia águila pescadora, a  la que tuvimos la oportunidad de ver en vuelo transportando una enorme captura entre sus garras.


Nuestra estancia en los alrededores del lago tuvo lugar entre el ocho y el nueve de julio y como en otros puntos de las Highlands, los mosquitos hicieron acto de presencia al atardecer, ya que la tarde se presentó apacible, sin lluvia o viento, fenómenos atmosféricos que limitan la salida y vuelo de estos insectos. Como consecuencia nos vimos obligados a refugiarnos en nuestro vehículo hasta la mañana siguiente. Todo lo que leas sobre los mitges escoceses no lo puedes imaginar hasta que no coincides con una de estas tardes surrealistas. Por la mañana al levantarnos la furgoneta estaba literalmente tapizada por completo por los restos de mosquitos muertos. Impresionante.



Un jinete disfrutando de la naturaleza a orillas de Lochindorb.



Teníamos ya referencias respecto de la relativa facilidad de ver a esta especie en los alrededores del citado lago, pero no fue hasta que nos marchábamos del lugar que comprendimos el por qué. Solo cuando fuimos conscientes de la verdadera pasión que sienten en Escocia e Inglaterra por tirotear a este bonito pájaro, fue cuando entendimos por qué alrededor de Lochindorb se puede observar con tan relativa facilidad. Simplemente es porque aquí los cuidan con celo para luego matarlos en época de caza. ¡Qué pena llegar a esta conclusión! A lo largo de la carretera paramos en determinadas oportunidades y pudimos en bastantes de ellas observar y fotografiar diferentes ejemplares. Suponemos que en esos otros lugares conocidos por naturalistas y fotógrafos donde resulta igualmente sencilla su observación, es también porque los cazadores mantienen densidades relevantes en pos de su posterior caza. En fin, nada que no se haga aquí en España con la perdiz roja, por ejemplo.

Así pues, el lagópodo escocés (Lagopus lagopus scotica) es un ave muy común y relativamente sencilla de fotografiar en lugares concretos como Lochindorb. No tiene especial mérito hacerlo, por lo tanto. Esta era una de las especies estrella que a mí más ilusión me hacía poder tener delante del teleobjetivo antes de iniciar el viaje al Reino Unido, quizás por su aspecto alpino, casi de una época glacial, y por el entorno en el que se mueve: brezales bajos y turberas, cargados de musgos y aguas fangosas, ocupando páramos y zonas abiertas altas y áreas montanas sin arboleda. El escocés es considerado en la actualidad como una subespecie más del lagópodo escandinavo o común (Lagopus lagopus lagopus), ampliamente distribuido por las tundras del Norte de Europa, Asia y Norteamérica, y de la que se admiten casi una veintena de subespecies. Me gustan los páramos, siempre me han gustado. Y me gustan estas aves de camuflaje perfecto. Os dejo cinco imágenes de lagópodo escocés hembra, con la ceja roja de pequeño tamaño.







Y ahora otras cinco más -siento aburriros- de ejemplares machos, en los que se les resalta con bastante más claridad la carúncula supraocular.







A parte del lagópodo vimos otras especies interesantes, incluida el águila pescadora ya mencionada, además de ánsares o barnaclas, pero fotográficamente hablando se portaron especialmente bien con nosotros tanto la gaviota cana (Larus canus) ...



... como la reidora (Larus ridibundus), que posaron ante nosotros con buenas luces de atardecer mientras esperaban a ver si les caía alguna migaja de algo, siempre espectantes ante cualquier posibilidad de conseguir alimento.



NOTA: Ya sabéis, encuadres originales, sin recorte, como en las anteriores entradas y todo ese rollo.

8 de septiembre de 2016

Reserva Natural de Troup Head

Seguimos recorriendo la costa Este escocesa visitando diversos lugares, atractivos tanto desde el punto de vista cultural (no todo van a ser bichos) como naturalístico. Después de abandonar los espectaculares acantilados de Fowlsheugh que tan gratos momentos nos ha hecho sentir, nuestro siguiente destino importante fue la Troup Head Nature Reserve, en donde estuvimos los días seis y siete, aunque solo hicimos fotos en la mañana de la segunda jornada.


Para llegar a esta reserva que también está gestionada por la RSPB (Royal Society for the Protection of Birds) debemos buscar la carretera B9031 entre los pueblos de Pennan y Gardenstown. En ella unas señales nos desviarán hacia la reserva y hacia Northfield Farm (granja Northfield). A partir de este cruce deberemos seguir las pequeñas indicaciones de la RSPB que nos conducirán entre tierras agrícolas hasta la misma granja, la cual deberemos atravesar por el medio un poco sorprendidos. Tras dejarla atrás, las indicaciones nos guiarán finalmente por un camino hasta un pequeño aparcamiento de tierra habilitado para una veintena de coches.

Si pensábamos que Fowlsheugh iba a ser difícil de superar por la soledad del lugar en contraste con la enorme población de aves existente, este otro ya vemos que no nos va a defraudar tampoco. Aparcamos la furgo y hacemos sin el equipo fotográfico una primera y fugaz visita al lugar, a pesar de la amenaza de lluvia o, quizás, precisamente por ello. Al contrario que hoy, mañana el pronóstico climatológico es muy bueno durante la primera mitad del día y esperamos aprovecharlo. Nos quedamos entre tanto, solos, pues los dos vehículos de naturalistas que había en el parking a nuestra llegada, se han marchado ya; ya solo veremos tractores transportando en sus remolques enormes paquetes de paja para el ganado.

Para acceder a la costa desde nuestros vehículos hay que dejarse llevar por las marcas de la RSPB, comenzando en una cancela situada junto al aparcamiento por la que entraremos en una finca privada y, lógicamente, vallada. Junto a su alambrada discurre paralelo un sendero que evita estropear el cereal allí cultivado, y que nos conducirá directamente hasta una puertecita de madera (si está mojado el camino por la lluvia o el rocío, se hace imprescindible un buen calzado y pantalones de agua para recorrer este trayecto dada la altura y densidad de la hierba). Por la portezuela saldremos fuera de la finca y nos situaremos en las cercanías de los acantilados. En esta zona un poste indicativo nos aclara que podemos caminar hacia la derecha o la izquierda en pos de la colonia de aves marinas. Todos los alrededores son tierras agrícolas y según se camina por la llanura no parece que al final vayamos a encontrar semejante lugar. Pero sí, a medida que nos aproximamos a los acantilados, el griterío de los alcatraces y finalmente el olor a excrementos acaban envolviendo la atmósfera.





El atractivo principal de esta reserva lo constituye por derecho propio el alcatraz atlántico (Morus bassanus), que mantiene aquí una importante colonia reproductora. Suelen anidar preferentemente en islas, aunque también lo hagan ocasionalmente en acantilados de tierra firme, como este o el de Bempton Cliffs, ya visitado. Son comunidades casi completamente monoespecíficas, ya que no se suelen mezclar demasiado con otras aves. En estas colonias a menudo se concentran decenas de miles de aves, principalmente adultas, siendo menos comunes los bonitos ejemplares inmaduros o juveniles. Más de la mitad de la población mundial de alcatraces atlánticos visita las costas escocesas en la época de reproducción. Por ejemplo, en la isla escocesa de Bass Rock se están contabilizando en la actualidad unas setenta mil parejas anuales, constituyendo desde épocas remotas una de las principales colonias a nivel mundial (probablemente la más grande en nuestros días). De hecho, el apellido de la especie -bassanus- hace referencia a la citada isla, lo que es sintomático de la importancia de la misma. Algunas de estas gigantescas colonias son conocidas desde hace muchos siglos ya que suponían un recurso natural intensamente aprovechado por el hombre, llegando en ocasiones a provocar la desaparición total y definitiva de la misma. Sin embargo, la protección que se brinda en las últimas décadas a la especie está consiguiendo que no solo se recupere su población a nivel demográfico, sino que aumente también el número de colonias en las que se reproduce, doblando actualmente el número existente hace tan solo un siglo. Se calcula que más de un millón de ejemplares vuelan sobre nuestros mares, y que su población sigue aumentando a un ritmo lento pero constante.






Son aves monógamas que se emparejan de por vida o hasta la muerte de alguno de los individuos, momento en el que vuelven a buscar una nueva pareja. Hasta los cuatro o cinco años de edad no alcanzan ni la madurez sexual ni la coloración definitiva, con el clásico blanco impoluto. Hasta entonces los inmaduros presentan plumajes más o menos profusamente moteados o tachonados de pardo, más blanco cuantos más años tiene el animal, y se instalan generalmente en la periferia de las colonias. Son aves muy gregarias durante el período reproductor, pero mantienen con agresividad las distancias entre nido y nido, no siendo raras las trifulcas entre vecinos con sus picos y cuellos estirados, especialmente en el momento de aterrizar.







El alcatraz es un ave espectacular, tanto por su tamaño y aspecto externo, como por sus costumbres. De más de tres kilos de peso y con más de un metro y medio de envergadura, es un ave de grandes dimensiones adaptado a vivir en alta mar a lo largo y ancho del Atlántico Norte, desde las costas norteamericanas hasta Europa y el Mediterráneo. Pesca dejándose caer como un arpón desde una cierta altura, alcanzando en ocasiones velocidades próximas a los cien kilómetros por hora. La evolución los ha dotado de adaptaciones anatómicas específicas para soportar sus violentas zambullidas, como la eliminación de los orificios nasales, la capacidad de cerrar sus pequeños oídos o aumentando la robustez de su esternón. Son aves diseñadas para la vida en el mar, muy veleras, capaces de realizar enormes desplazamientos aéreos; pero por el contrario, son poco hábiles a la hora de tomar tierra, y bastante patosas allí una vez lo han hecho. Su lugar es el mar, sin duda. Durante la reproducción se desplazan mar adentro buscando bancos de peces con los que alimentar a su prole, lo que les obliga a veces a alejarse del nido varios cientos de kilómetros. Si en Bempton las condiciones de luz y la ausencia de viento me impidieron fotografiar a esta especie en vuelo, en esta ocasión sí tuve la oportunidad de hacer un amplio reportaje del alcatraz en su verdadero medio, el aire, verdaderamente majestuosos.












NOTA: Todas las imágenes se muestran con el formato completo de la toma original, sin reencuadres o recortes, y han sido obtenidas en Troup Head a principios de julio del presente año. Si pasas por allí cerca, sería imperdonable no acercarse. No te defraudará,seguro.