Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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27 de marzo de 2024

¡Pero qué pesados!


¿De verdad no es posible que las administraciones hagan bien su trabajo? ¿No tienen acaso importantes equipos jurídicos que les asesoren de lo que está permitido y lo que no?, para que no acaben despilfarrando, digo, el dinero de los ciudadanos pagando siempre las costas procesales de juicios que están perdidos de antemano. ¿De verdad son tan mediocres nuestros gobernantes como para que una y otra vez tiren nuestro dinero por un sumidero, cargando además de trabajo a un sistema judicial ya de por sí muy saturado, ralentizando con su irresponsabilidad otros procesos judiciales más urgentes? Llamarlos mediocres es quedarse corto.

Dice la RAE del término "Lamentable" que es algo "... digno de llorarse". Pues nuestros políticos y lo que hacen lo son. Son lamentables y muchas más cosas. Por ejemplo, patéticos (penosos, lamentables o ridículos), pésimos (sumamente malos, que no pueden ser peores), detestables (execrables, aborrecibles), cínicos (que actúan con desvergüenza descarada), arrogantes (soberbios), prepotentes (que abusan de su poder), y un largo etc. En fin, que son realmente unos pesados, o, lo que es lo mismo, unos servidores de lo público "insufribles, y difíciles de soportar" según el diccionario, además de unos asquerosos en su acepción de personas "que causan repulsión moral".

Vale, ya me he desfogado, aunque la lista de adjetivos que usaría sería mucho más larga, pero entonces la línea que los diferenciaría del insulto se volvería demasiado fina, y yo prefiero limitarme a "calificar". En un momento de nuestra historia en la que la sociedad española está hasta la mismísima coronilla de nuestros políticos y del modo en el que mancillan lo que debería ser una política generosa y servicial, resulta realmente muy difícil no ser crítico con ellos, y verdaderamente complicado no ser duro con esa casta que se cree superior, por encima del bien y del mal, mirándonos con un cierto desprecio desde lo alto de sus tribunas. Y da igual el nivel al que se haga la política, ya sea de ámbito nacional, autonómico o provincial. "Esos señores de los que usted me habla" tienen un serio problema de desconexión con la sociedad de la que son servidores, lo que está provocando un insoportable hartazgo y una desafección de la sociedad que va a costar muchos años recuperar.


El 22 de marzo podíamos leer en la web de Onda Cero un titular que decía lo siguiente: EL TSJC declara nula la extracción de lobos autorizada por el Gobierno de Cantabria en 2022. Y en el subtítulo previo al desarrollo de la noticia leíamos que Estima el recurso de Ecologistas en Acción al entender que no se ha justificado que no haya alternativas a matar ejemplares. Esta noticia de Onda Cero hace referencia a la sentencia dictada por la Sala Contencioso-Administrativa del Tribunal Superior de Justicia de Cantabria sobre el único recurso presentado por dicha asociación ecologista contra una de las seis resoluciones del ejecutivo cántabro mediante las cuales pretendía matar 10 ejemplares de lobo en la región. 

Tras leer aquella noticia hace unos días, era evidente que dicho tribunal sentenciaría en la misma línea en el resto de recursos presentados con igual propósito por ASCEL contra las seis resoluciones aprobadas por el gobierno de Cantabria en el verano de 2022, a pesar de que una especie protegida NO SE PUEDE MATAR, "y lo saben", parafraseando a Julio Iglesias. Pues el caso es que, efectivamente, ayer pudimos leer en El diario digital de Cantabria y en ifomo Noticias, entre otros medios, la confirmación de que el TSJC da un nuevo tirón de orejas a estos políticos que gobiernan dicha comunidad como si fuera su cortijo, sentenciando lo mismo en tres de los seis recursos presentados por ASCEL y resueltos ya por el tribunal. Faltan aún las sentencias de los tres juicios restantes, pero ya nadie espera que los juzgados den la razón al gobierno cántabro dado que tanto las resoluciones del ejecutivo como los recursos son idénticos. Alguno me dirá que tendría que estar contento en vez de enfadado, pues al fin y al cabo el tribunal nos ha vuelto a dar la razón una vez más a los que anteponemos la protección del lobo a la sinrazón y falta de argumentaciones de sus perseguidores. Pero lo cierto es que no lo estoy. En absoluto. Todo lo contrario, estoy muy enfadado porque estoy harto de estos políticos a los que pagamos sueldos que no se merecen y que nos provocan una enorme repulsa moral; estoy harto de la pésima gestión de esas administraciones, lo que les hace perder numerosas veces los juicios a los que son llevados por la sociedad civil, que se ve obligada a fiscalizar sus acciones y decisiones constantemente; estoy harto de que seamos los ciudadanos los que paguemos con nuestros impuestos las costas judiciales que las CCAA pierden; y, además, estoy harto de que gestionar mal les salga gratis. Son las ONGs una vez más las que tienen que velar porque esos pésimos señores cumplan las leyes y hagan las cosas bien, o al menos que no las hagan mal. 

¿Por qué me cabrean tanto estas nuevas noticias?, ¿tienen acaso algo que las diferencie de otras muchas similares publicadas con anterioridad, en esta y otras comunidades con presencia del lobo? Pues lo cierto es que en el fondo, aunque son iguales, más de lo mismo, esta vez observamos un pequeño gran matiz: el hecho de que en este caso se hace muy difícil ocultar la mala intención del gobierno cántabro. Sí, digo bien, su alevosía. 

Me explico. Si el ejecutivo autonómico tenía decidido eliminar 10 lobos en la región, llama mucho la atención que para ello apruebe ¡6 resoluciones distintas! en vez de solo una. Entonces, ¿por qué decidieron hacerlo así?, se preguntará alguno. Pues nada es casualidad, chicos. Os resultará muy sencillo de entender el por qué si pensáis que cada Recurso Contencioso-Administrativo que una modesta asociación conservacionista tenga que elevar por separado ante la sala judicial implica un desgaste económico independiente, y por lo tanto mayor. Exactamente seis veces mayor que presentar uno solo. A ello habría que añadir, además, el subsiguiente desgaste de trabajo humano, también superior aunque no cuantificable. Sinceramente lo pienso, hay que ser malas personas para, siendo servidores de lo público, elucubrar la manera de esquivar la vigilancia de esa sociedad civil a la que dicen servir. Si sabes que estás haciendo las cosas bien, ¿qué más te da que una ONG te denuncie ante los tribunales?, estos últimos al fin y al cabo te darán la razón. Pero claro, si sabes que tu gestión comporta en sí misma una mala praxis buscas un modo de sortear la supervisión de esas asociaciones ciudadanas altruistas, haciéndolas daño en donde más les duela, si es posible. En sus arcas, por ejemplo. ¡Qué!, ¿os suena de algo eso de fraccionar en seis un macro-proyecto para esquivar, por ejemplo, los temidos Estudios de Impacto Ambiental?, pues eso mismo es lo que han pretendido hacer desde el Gobierno cántabro, solo que intentando que las ONGs no puedan asumir los gastos de tantos Recursos de Alzada, primero, y Contencioso-Administrativos, después, además de procuradores, etc. Cualquier ciudadano que tenga un mínimo de mente analítica se dará cuenta de ello. Pero les ha salido rana, porque los tribunales nos han vuelto a dar la razón, oooootra vez.


Pareciera que somos la sociedad civil su enemigo, ¿verdad?, cuando se suponía que ellos son servidores del interés general nuestro. Pero se os ha visto el plumero por enésima vez, señores. Cumplir la ley a rajatabla en materia de medioambiente no os debe parecer algo muy relevante en vuestra guerra sucia contra el lobo, sabiendo que esas resoluciones no se ajustaban a Ley para ejecutarse. Añoráis los años de las Juntas de Extinción de Animales Dañinos y Protección de la Caza, porque sois iguales a aquellos funcionarios de mediado el siglos XX, habiéndose quedado a vivir vuestra mentalidad anclada en décadas muy, muy, muy lejanas. Sois prehistoria ya. El tiro y la mira telescópica es el pasado. El presente es la sostenibilidad, la conservación y la protección. 

Y os da igual pagar las costas de 6 resoluciones contrarias en vez de una sola -como debería haber sucedido si no hubiérais decidido fragmentar la que debería ser una única resolución en seis distintas para hacer daño a ASCEL-, simplemente porque no lo hacéis con vuestros salarios. Sí, por desgracia la democracia no es perfecta, porque si lo fuera os cuidaríais mucho más de hacer las cosas bien, para no tener que abonar de vuestros exclusivos bolsillos los perjuicios económicos que causáis a la sociedad con vuestra mala intención y con vuestra nefasta gestión, que es lo que debería suceder. 

¿Cómo no voy a estar muy enfadado con estos pésimos gestores de lo nuestro cuando lo único que me causan es una profunda repulsa moral?

Imposible no estarlo, ¿no os parece?

¡¡Chapeau por ASCEL y por los juzgados, que esta vez sí acordaron como medidas cautelares la prohibición de matar esos diez lobos hasta la resolución de los juicios!!, lo que en otras ocasiones no ha ocurrido, habiendo muerto decenas de lobos que los juzgados no supieron proteger con medidas cautelares obvias.

14 de febrero de 2024

Administraciones, lobos y radiomarcaje, un coctel oscuro

Hoy 14 de febrero quiero hacerme eco de una noticia de hace ya unas semanas. Aunque el tiempo no me da para más y otras historias me lo ocupan, no quiero dejar pasar por alto algo de notable trascendencia y de lo que nos venimos lamentando desde hace décadas los naturalistas, y que tiene que ver con esas administraciones que teóricamente velan por el interés público, pero que a la hora de la verdad no lo hacen siempre, o desde luego nunca cuando de lo que hablamos es del lobo ibérico (Canis lupus signatus).


Una administración pública es el conjunto de instituciones u organismos públicos de ámbito estatal, autonómico, provincial o local que sirven a los intereses generales de los ciudadanos con objetividad, prestando los servicios públicos que les sean competentes y cumpliendo la legislación vigente, que es, por supuesto y dicho sea de paso, lo mínimo que esperamos de ellas.

Vale, sabiendo esto sería lógico pensar que las instituciones son valedoras del interés general y cumplen la Ley. Dicho de otra manera, estaríamos todos de acuerdo en que, en ese hipotético supuesto, sería innecesario que la sociedad civil fiscalizara sus actuaciones. Pero lo lógico aquí sería lo ingenuo cuando hablamos del binomio Administración / lobo; sería en realidad, para qué engañarnos, como vivir en los mundos de Yupi. ¿Una institución pública poniéndose de parte de la conservación, protección y defensa de esta especie?, ¡¡pero hombre, por Dios, a dónde vamos a llegar!! Y es que la historia se vuelve muy terca, y se empeña en demostrarnos que los organismos públicos han estado siempre del lado del gatillo y la mira telescópica, y nunca del lado de la protección del cánido.

La noticia de hace unas semanas a la que hacía referencia en la primera frase reza lo siguiente: "El TSJA ordena entregar a los ecologistas toda la documentación sobre los radiomarcajes de lobos"; y tras el título, la entrada amplía: "Los jueces dan la razón a la asociación ASCEL, que defendió su derecho a acceder al expediente, e insta al Principado a remitírselo".

¿Pero cuáles fueron los antecedentes que han terminado con una nueva sentencia judicial contraria -otra más, ¡y van ya tantas!- a una institución pública y sus opacas maniobras en la gestión del lobo?

La Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (ASCEL) había solicitado ya en noviembre de 2021, tanto a la Universidad de Oviedo como al CSIC, información sobre el proyecto de radiomarcaje que el Principado de Asturias estaba llevando a cabo, y al propio ejecutivo asturiano en febrero de 2022 ante las anomalías que parecían rodear el proyecto llevado a cabo por un gobierno autonómico empeñado en eliminar lobos en vez de protegerlos, y tras las sospechosas muertes por furtivismo o desapariciones de ejemplares con collares GPS (entre un 14% y un 23% de los animales radiomarcados desde 2017). El FAPAS igualmente había solicitado información a la misma Universidad de Oviedo que, a través del Instituto Mixto de Investigación en Biodiversidad, (constituido por la citada universidad, el CISC y el propio Principado de Asturias) parece ser la responsable de realizar sobre el terreno los trabajos de seguimiento encargados por el ejecutivo autonómico, al detectar lobos con collares GPS, algunos de ellos lesionados, por evidentes intentos de captura en vivo, que aparentemente solo podrían corresponder con el proyecto autonómico de radiomarcaje.


Todos estos temores y sospechas más que fundadas de que las cosas se estaban haciendo mal y, quizás, con una finalidad real que a más de uno pudiera parecerle bastante menos loable de lo que la institución autonómica decía (habida cuenta del historial lobicida que precede a dicha administración y a los ejemplares marcados que ya habían muerto), se parecieron confirmar un día 1 de septiembre de 2022 cuando ocurre un incidente con un investigador que dice tener 5 trampas de captura en vivo en la zona y que es llevado a declarar a las dependencias de la Guardia Civil tras caer la mascota de un vecino en una ellas sin señalizar y de localizarse en la zona una cámara de fototrampeo, todo ello aparentemente sin disponer de todos los preceptivos permisos reglamentarios.

Con todos estos preliminares, que el estudio científico de una universidad no trascienda públicamente a través de publicaciones académicas o divulgativas después de seis años de investigaciones y que del mismo no se sepa absolutamente nada de nada tras el paso de más de un lustro desde su inicio ya resulta algo más que extraño y sospecho, debido a los antecedentes que hemos comentado, por tratarse de una especie de la que se mantiene todo en el más hermético oscurantismo, y porque se trata de la iniciativa de una administración autonómica que siempre se ha prodigado en declaraciones y, lo que es más grave, actuaciones contrarias a la conservación y protección del lobo. Como el mismo FAPAS denuncia en su artículo "Lobos radiomarcados; un fraude sin precedentesNi siquiera, el trabajo de seguimiento del lobo ha sido utilizado por el Gobierno de Asturias para realizar los documentos técnicos que reflejan el censo poblacional de esta especie en la región". Entonces, si años de investigaciones y seguimiento no están sirviendo para la realización de los censos poblacionales, todos nos preguntamos para qué diablos se está llevando a cabo este proyecto científico, qué se está haciendo con toda esa información obtenida, y, lo que da más miedo, si dicha información está realmente a salvo o no.

La verdad es que, partiendo de quienes parten, nos ponen muy difícil no dudar de los objetivos reales de este tipo de investigaciones, así como de que existan filtraciones interesadas o del posible uso y abuso final que se pueda hacer de esa información privilegiada, máxime cuando varios de estos animales radiomarcados ya han caído furtivamente por lazos y disparos, o han desaparecido sin dejar rastro alguno a pesar de llevar un collar. Resulta un temor fundado que este tipo de estudios acabe siendo usado contra la especie por terceras personas, ¿verdad?, y tanta opacidad y oscurantismo en lo que podría ser simplemente una investigación científica más no hace sino acrecentar los temores en este sentido.


Volviendo a la noticia que da pie a esta nueva entrada y enlazando con todo lo anteriormente dicho, hay que recordar e insistir que este derecho a la información, de participación pública y de acceso a la justicia en materia de medio ambiente está regulado por una Ley (la 27/2006 de 18 de julio, que transpone a nuestra legislación nacional las directivas europeas 2003/4/CE y 2003/35/CE) que se supone el Principado de Asturias debería cumplir. Sin embargo, el gobierno del socialista Adrián Barbón, haciendo gala de un insultante desprecio a la ciudadanía y a las leyes, ni siquiera llegó a tramitar la solicitud de información, al considerar que ¡¡¡ASCEL no era un actor interesado en el expediente!!! Hay que ser muy prepotentes y anti-demócratas para, desde una administración pública que está al servicio del interés de la sociedad, negarle a la misma algo que le pertenece y que viene regulado por Ley, como es en este caso el derecho a la información en materia de medio ambiente a una asociación que ha hecho por esta especie más de lo que era esperable conseguir, viendo al Goliat contra el que se tiene que enfrentar constantemente. ¿Cómo puede alegar el ejecutivo autonómico que ASCEL no es parte interesada en las acciones que ese gobierno lleve a cabo en relación al lobo ibérico? Es simplemente ofensivo. Como ofensivo es que sea el modus operandi habitual de estas instituciones en su gestión de la especie, pues su opacidad y secretismo son el pan nuestro de cada día.

¿No habría sido mucho más fácil que estos proyectos de radiomarcaje, si no tenían en realidad nada que ocultar, se hubieran caracterizado por la transparencia y la justificación del interés científico? Y es que cuando no hay transparencia hay sospecha, y todo parece indicar que algo se está haciendo mal en detrimento del interés general.


Pero sigamos. Tras el necesario recurso contencioso administrativo que elevó la asociación en abril de 2023 para obligar al gobierno autonómico a cumplir la Ley, hemos conocido por fin la sentencia firme en febrero de este año 2024, en la que el tribunal ordena al ejecutivo proporcionar a la ONG el citado expediente, censurando y reprendiendo al ejecutivo autonómico su actitud contraria a la Ley, justificando en su escrito que "... la falta de tramitación del expediente administrativo y la invocación de una pretendida falta de interés legítimo para solicitar la información, ... / ... es una conducta especialmente reprochable de la Administración".

Pero, amigos, cuando hablamos en plural al hacer referencia al oscurantismo y las malas praxis en las actuaciones de estos organismos públicos en relación a la protección del lobo es porque es el modo de actuar de todas ellas, y la historia reciente viene a demostrárnoslo. Como dirían algunos, ahí está la hemeroteca para desengañar a los incrédulos. Hoy mismo, por ejemplo, aparece en la prensa nacional que ASCEL ha denunciado también a la Junta de Castilla y León por unos hechos que igualmente están relacionados con ese sospechoso y repentino interés -como si de una infección vírica se tratara- por radiomarcar lobos que les ha entrado a las mismas instituciones que antes los tiroteaban como si no hubiera un mañana. Así, en la provincia vallisoletana miembros de esta asociación descubrieron otro lazo de captura en vivo y hasta cinco cámaras de fototrampeo, además de otra de vigilancia fija, en un camino público y sin señalizar, algo a lo que obliga la Ley Orgánica de Protección de Datos Personales. No es algo subjetivo que las instituciones públicas deben ser las primeras en dar ejemplo del escrupuloso cumplimiento de la Ley, para que moralmente puedan después hacerla cumplir al resto de los ciudadanos con verdaderos argumentos. Sin embargo, aquí, además de este vergonzoso incumplimiento de la legislación, se ha puesto nuevamente en peligro la integridad física de las personas y de los animales, tanto domésticos -como ya sucedió en Asturias- como silvestres -como también denunciaron en el Principado los miembros del FAPAS-. Y hablando de Valladolid, obviamente se nos viene a la cabeza que hace tan solo unos meses ASCEL denunció ante las fuerzas de seguridad la muerte de varios lobos en esta provincia castellana.


Las cuantiosas partidas presupuestarias que el MITERD pone a disposición de las comunidades autónomas para llevar a cabo la protección y conservación efectiva del lobo ibérico no deberían estar siendo usadas para otros fines que no sean esos mismos, pero aquí parece que la duda de la sospecha envuelve inevitablemente el destino que hacen de estas inversiones esas CCAA que siempre se caracterizaron por la férrea persecución de la especie. Es lamentable que debamos ser los ciudadanos los que tengamos que vigilar, y denunciar en su caso ante los tribunales o los cuerpos de seguridad del Estado, a las mismas instituciones públicas que deberían, muy por el contrario, velar por el interés general y el estricto cumplimiento de la Ley. La propia inclusión del lobo ibérico en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial (LESRPE) en septiembre de 2021 solo tuvo lugar tras otro Recurso Contencioso Administrativo que interpuso ASCEL ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid, tras el silencio administrativo con el que el MITERD respondió al procedimiento reglado de inclusión en el Catálogo Español de Especies Amenazadas que impulsó dicha asociación, algo que era de obligado cumplimiento.

Sí señores, los hechos y el paso del tiempo son cabezones y nos vienen demostrando un par de cosas: la primera y más deplorable, que es la sociedad civil la que tiene que fiscalizar a las instituciones públicas y, en su caso, obligarlas a cumplir con su cometido de servidores de lo público, al menos cuando hablamos del lobo; y, segundo, que la protección de esta especie se dirime más de lo que debería ser lógico en un país moderno en los juzgados. Lo grave es que esto va más allá de ser una cuestión puntual relacionada meramente con el medioambiente, es un cáncer extendido entre gestores y políticos que supone un modo de gestionar lo público sin pensar en lo público (la sanidad después de la pandemia o la educación son dos buenos ejemplos).

Tras la protección del lobo en 2021 las cosas no parecen haber cambiado en exceso, la lucha por su protección efectiva continúa. Y ahí nos encontrarán las administraciones, vigilantes y atentos a sus acciones.

5 de febrero de 2024

Escandinavia, ¿paraíso natural?


Tras varias entradas en este blog narrando nuestra experiencia por las seductoras tierras escandinavas, me veo en la necesidad de cambiar de tercio y mostrar la cara oculta de la luna, haciendo un símil con el fraudulento eslogan de "Asturias, paraíso natural", falaz y trolero lo mires por donde lo mires, lo que cada día que pasa resulta más obvio. Pues al igual que sucede en el campo asturiano que, aún siendo un escaparate maravilloso -lo cual nadie discute- oculta una trastienda oscura llena de odio al lobo, de furtivismo endémico, de uso descontrolado del fuego como herramienta para hacer daño consciente, y anacronismos humanos ligados a unas rancias instituciones públicas, en la región escandinava sus gobiernos tienen así mismo entre sus bambalinas otro tanto que ocultar y sus ciudadanos no poco de lo que avergonzarse en lo que a conservación de la biodiversidad se refiere. 

Veamos, pues, qué se cuece entre los bastidores del Gran Norte.


Escandinavia es una región geográfica y cultural formada por tres países nórdicos -Dinamarca, Noruega y Suecia-, aunque aquí también hablaremos de Finlandia aun no siendo formalmente incluida en el término. En la actualidad estos cuatro países disfrutan de un bienestar social y un nivel de vida económico envidiables, habiéndose convertido en los últimos tiempos en países realmente prósperos al implementar políticas económicas y sociales avanzadas y modernas, consiguiendo generalizar bajos niveles de desempleo y desigualdad, así como altos niveles educativos, incluso en el medio rural. Como dato curioso y descriptivo nos llamará la atención, en contraste con lo que vemos en nuestro país, que sus granjas agrícolas o ganaderas están impolutas y ordenadas, sin zaleos por todas partes como ocurre aquí, además de sorprender la gran cantidad de ellas que tienen aparcadas en la puerta roulottes o autocaravanas, lo que parece venir a demostrarnos que para la mentalidad de esta gente hay vida más allá del futbol, los encierros y las tascas del pueblo (de las que, por otro lado, tampoco disponen). 


No verás basura por las cunetas, ni en las apartaderos y zonas de descanso de las carreteras, y no digamos ya escombros en los caminos o carritos de supermercado en los ríos. El contacto con la naturaleza representa allí una tradición interiorizada en sus vidas y el civismo forma parte de su idiosincrasia, lo que comprenderemos cuando observamos con envidia los cientos de baños públicos que se reparten por todas las carreteras en perfecto estado de uso, limpios no, lo siguiente, con calefacción y ¡¡¡sin las firmas de nadie por sus paredes!!! (aquí debemos tener tanta gente con la autoestima por los suelos, que para enorgullecerse de sí mismos necesitan imperiosamente dejar constancia de su paso por nuestros lavabos). Los conductores allí incluso respetan los límites de velocidad -salvo sorprendentes excepciones- aunque no haya radares cerca, y aun teniendo generalmente límites de velocidad muy bajos, mayoritariamente entre los 70 y 80 km/h.



De esta forma en la mayoría de las curiosas listas de los países más felices del mundo Finlandia se sitúa en primera posición, Dinamarca en segunda, Noruega en tercera y solo Suecia se descuelga a la séptima. Así las cosas, desde el sur de Europa observamos con una cierta envidia a estos países nórdicos por lo avanzados, modernos y prósperos que son, además de preocupados por la conservación del medioambiente y lo vinculados que se sienten emocionalmente a la naturaleza. Y si a todo eso le añadimos que se venden a sí mismos como una región geográfica envidiable por los magníficos espacios abiertos de los que pueden disfrutar, donde la libertad de tránsito es casi absoluta en unos ecosistemas prístinos y casi casi infinitos, pues tenemos el coctel perfecto para que nos pongan la venda en los ojos y nosotros mismos nos la anudemos. Me explico.

Hay que partir de que no se pueden negar ciertas evidencias. Sus paisajes son extraordinarios realmente, con vastas extensiones bien conservadas y una población humana reducida, lo que posibilita una interesante biodiversidad ligada a ecosistemas eurosiberianos y subárticos. 



Así, por ejemplo, Noruega tenía en 2023 una densidad de población de 16,95 hab/km2, mientras que en Finlandia era en 2015 de 16,41 y en Suecia de 22,97 en 2020. En comparación, nosotros somos actualmente algo más de 95 habitantes por kilómetro cuadrado en España. Dinamarca es un caso aparte dentro de su entorno ya que alcanza una cifra muy superior a la de sus vecinos del norte, siendo hace tres años de 135,90 hab/km2, lo que puede ser explicado por su ubicación dentro del continente. Sin embargo, estas densidades relativamente bajas para unos países modernos no implican que no haya impacto humano alguno en sus territorios. De hecho, una gran parte de la población está diseminada en granjas y casas por todas partes, salpicando de puntitos el paisaje, junto a las carreteras, en los bosques, a orillas de las lagunas y fiordos, en la taiga o en la tundra, lo que compromete un cierto nivel de afectación en el entorno.



También es una evidencia que gran parte de sus áreas naturales más o menos bien conservadas son extensas, sobre todo en el norte, pero no menos cierto es que, por ejemplo, la industria maderera en Suecia explota gigantescas superficies de bosque boreal que muchos turistas incautos, al transitar por sus interminables carreteras, consideran verdaderos bosques, cuando en realidad son re-naturalizaciones sin los procesos ecológicos de un auténtico bosque maduro, y que muy poco tienen que ver con los verdaderos paisajes conservados que deberían ser.


No poco llama también la atención a quienes visitan por primera vez la región poniendo atención en los detalles la cantidad tan enorme de torres cinegéticas (puestos de caza construidos con troncos de madera) que salpican las lindes de las zonas arboladas y que se ven a simple vista desde las carreteras -sobre todo en el sur-, lo que ya nos va dando alguna pista también de cómo es la relación de una parte relevante de la población con su preciada naturaleza. En definitiva, no todo es tan idílico y bucólico como nos lo venden, aunque nos lo metan por los ojos.

Si visitamos las webs oficiales noruegasueca o finlandesa sobre sus atractivos turísticos, veremos que una parte fundamental de lo que nos van a vender son sus valores paisajísticos y naturales, el derecho a vagar libremente por ellos y a disfrutar de un medioambiente salvaje y extraordinario, incluso en las propiedades privadas siempre que no estén cultivadas o valladas, ley tradicional que en Noruega denominan Allemannsretten, y conocida popularmente como la ley del libre albedrío, plasmada en 1957 en su ordenamiento jurídico como Ley de Ocio en Exteriores. El enorme turismo que tienen -especialmente Noruega- no es un turismo de museos, catedrales o monumentos históricos de hace un puñado de siglos, al estilo del centro y sur de Europa. Su turismo está fundamentalmente ligado a la naturaleza, e incluso muchos de sus atractivos culturales están indirectamente vinculados a ella, al ubicarse en entornos naturales alejados de las grandes urbes, como bien saben las hordas de turistas que visitan los hermosos pueblecitos de las Islas Lofoten y las clásicas iglesias de madera noruegas, la mayoría de ellas de los siglos XII y XIII, ...







... o los mucho menos numerosos visitantes de los clásicos molinos de viento o las piedras hincadas con alfabeto rúnico del siglo IV en adelante de la isla sueca de Öland, por poner algunos ejemplos.






Visto todo lo cual, desde el sur de Europa se ha normalizado pensar que en los países nórdicos el amor por la naturaleza está interiorizado en el alma de sus ciudadanos, de sus gobernantes y de sus políticas medioambientales. Y hete aquí que no es siempre así. 

No deja de ser una paradoja que un país -Noruega, en este caso- que se vende a sí mismo como profundamente unido a su maravillosa naturaleza y que muestra al mundo con orgullo los porcentajes de vehículos eléctricos vendidos, con la extraordinaria cifra de un 82,9% del total entre enero y julio de 2023 (lo que lo sitúa a años luz por delante de Islandia, con un 37,8%, Suecia con el 37,3%, Finlandia con 31,9% y Dinamarca con el 31,1%, que lo siguen en el ranking), sea a la vez un importante productor mundial de petróleo -en el puesto nº 11, con el 2% de la cuota de barriles mundiales-, extraído y comercializado precisamente para abastecer esa otra industria automovilística responsable de gran parte de las emisiones de CO2 al planeta y del calentamiento global y cambio climático. Difícil equilibrar ese doble rasero, lo que nos invita a no idealizar en exceso el autoproclamado amor por la naturaleza de esta u otras naciones, ni, por extensión, de sus sociedades, aun siendo comprensivos con el hecho de que alcanzar el necesario Estado del Bienestar para sus ciudadanos tiene un precio, que es, además de ambiental, también ético. Si un país pone en una balanza dinero y naturaleza, siempre se decantará por el primero.

Pero todos estos preliminares que has leído hasta ahora sirven solo para poner en contexto otra cuestión mucho más específica, e infinitamente decepcionante: las masacres que tan "civilizados" países y "amantes incondicionales" de su naturaleza realizan sobre una especie de la que aquí hemos hablado largo y tendido en muchas ocasiones, y de la que seguro seguiremos hablando en el futuro (por desgracia): el lobo (Canis lupus), animal venerado y odiado por igual y del que hemos tratado numerosas aristas del conflicto que mantiene con el hombre. Podríamos pensar que en estos países tan respetuosos con el medioambiente, tan conservacionistas, tan grandes geográficamente, con tan bajas densidades de población humana, con tan pocas cabezas de ganado, y con áreas forestales y montañosas tan extensas el lobo, el lince boreal, el glotón o el oso serían especies ampliamente distribuidas que vivirían felices y que comerían perdices (nivales, por supuesto). Pues no, señores, lamento desengañaros. El lobo en concreto es literalmente masacrado en estos países auto-etiquetados de "verdes"; y cuando utilizo este participio de pasado no es una licencia literaria, ni un modo de hablar, es preciso y textual: son masacrados sin piedad. Los países escandinavos son todo lo "verdes" que los votos permiten a sus gobiernos, y si ser conservacionista te quita votos en las urnas ... pues nada, les pegamos unos tiritos a los lobos y los exterminamos, y aquí paz y luego gloria, que luego yo ya, si eso, me encargo de hacer unas buenas campañas publicitarias de lo amantes que somos de la naturaleza y de lo conectados espiritualmente que estamos a ella.

Sabiendo las implicaciones que tiene eliminar especies predadoras apicales y en concreto conociendo las consecuencias que se derivan de la caza del lobo, veamos cómo se las gastan en estos países en su relación con el gran depredador del Holártico, lo que sin duda a más de uno le quitará las ganas de compararse con nuestros vecinos del lejano norte.


En Noruega, lo mismo que en España, el odio al lobo está profundamente imbricado en las instituciones, principalmente porque allí también resta votos. En el año 2011 contaban con la abrumadora cifra de 28 lobos en el país. Sí, habéis leído perfectamente, chicos: ¡¡¡28 lobos!!! en un país que supera ampliamente los 300.000 km2, con una población de solo cinco millones y medio de habitantes concentrados principalmente en el sur y las grandes ciudades, y con enormes extensiones de bosques y montañas donde prácticamente no hay ganado. Tres años después la cifra era prácticamente idéntica, solo 30 animales parecía haber en 2014, dejando patente que la caza furtiva estos años estaba impidiendo la evolución de su población. Pero aunque aquí generalmente no nos llegan noticias de estos países, a finales del año 2015 nos pudimos enterar que 11.571 noruegos aspiraban a matar a uno de los 16 lobos que las autoridades decidieron autorizar, de los 30 que seguían calculando tener aquel año en el país, así como otras 10.930 solicitudes para cazar 18 osos pardos, aunque apenas les quedaban un puñado de ellos, con unas cifras difíciles de conocer con exactitud, pero sabiendo que eran aproximadamente 127 osos en 2017. Pero es que al año siguiente, 2016, también pudimos leer la noticia de que se autorizaba la matanza del 70 % de los lobos que habían conseguido malvivir en su territorio cuando se estimó una población de ... ¡tachín, tachín! ... redoble de campanasssss ... solo ¡¡¡¡68 animales!!!! Sí, amigos, autorizaron matar a 47 de los 68 lobos censados.


Este escándalo sin parangón fue criticado por la prensa de todo el mundo, e incluso al otro lado del charco se hicieron eco de la hipocresía de un país que se define así mismo como valedor del medioambiente y la conservación al tiempo que planea alevosamente darle la puntilla a una especie que se encuentra en estado crítico en la Unidad de Cuidados Intensivos, caminando sobre la cuerda floja de la extinción.


Dos años más tarde, en 2018 el gobierno noruego fue denunciado ante un tribunal por WWF por el exterminio del 25% de los lobos que a duras penas aguantaban en el país, al ejecutar a 27 de los menos de cien que quedaban. ¿Se puede considerar verdaderamente amante de la naturaleza -como ellos se venden mentirosamente a sí mismos- un país que autoriza rematar a una especie en peligro crítico de extinción? Obviamente no lo es. Es más, ni siquiera lo sería sin esa medida brutal cuando previamente tenían designados territorios en los que esta especie sí podía vivir y otros en los que no, decidiendo dónde puede y dónde no puede desarrollarse la vida natural en completa libertad; esto no es, señores, amar la naturaleza, no es convivir con ella, es aprovechar de un modo utilitario sus recursos naturales y eliminar de un plumazo todo lo que en ella pueda suponer un conflicto, un contratiempo o una dificultad: lo que no me produce o no me vale, fuera, a freír espárragos. Tras extinguirse el cánido en Noruega en los años 70 su llegada desde Suecia no está siendo fácil, con graves problemas además de endogamia provocada por cuellos de botella en la poblaciones sueca y finlandesa -igualmente maltratadas y perseguidas- de cuyas poblaciones derivan los actuales ejemplares noruegos. Y que se puedan además cazar especies como linces u osos tampoco ayuda a considerarlo un país verde y conservacionista. En las tres últimas temporadas de caza entre 2020 y 2023 se mataron legalmente en el país 3 osos de las 21 licencias expedidas, 58 lobos de los 135 autorizados, 172 glotones de los 447 permitidos y 162 linces de las 208 licencias emitidas. Una salvajada; legal, sí, pero salvajada al fin y al cabo. Estaría muy bien que existieran estadísticas igual de exhaustivas con los números de carnívoros muertos furtivamente, porque las cifras del exterminio de los grandes carnívoros del país son, sin duda, abrumadoras.


En Suecia las noticias que nos llegan son aún peores. Desde 2010 el gobierno sueco está empeñado en reducir la ya exigua población de este cánido a pesar de que la geografía del país y la mínima presencia de ganado doméstico justificaría semejante decisión, ni siquiera desde un punto de vista de conflicto social. El 2 de enero del citado año comenzó la masacre anual, y en el primer día ya mataron 21 de los 27 lobos autorizados. La polémica estuvo servida ante las protestas de los sectores conservacionistas del país y de Europa, pero no sirvieron de nada. En 2011 se concedió autorización para matar otros 20 más, aunque tras un evidente y avisado procedimiento de infracción de la UE se paralizaron las matanzas en 2012 y 2013, aunque los lobos siguieron cayendo de forma furtiva, por supuesto. La posible multa de 11 millones de euros que podría imponer Europa al gobierno sueco no le impidió en 2014 retomar la persecución institucional con la muerte de otros 30 lobos. Durante ese año y el siguiente se sumaron entre Noruega y Suecia un total de 100 lobos más eliminados (o más probablemente 101, como los dálmatas), la mayoría tiroteados legalmente. Desde 2020 el gobierno sueco persigue la eliminación anual de un importante número de ejemplares, como si ya se tratara de una tradición. Así, en el año 2022 autorizaron la masacre de la mitad de la población de lobos (a la par que de un centenar de linces boreales), mientras que en 2023 aprobó la eliminación del 16% de los 460 lobos que estimaban habitaban en su territorio, 75 animales que supusieron un trágico golpe para la especie, pero solo un paso más para alcanzar el objetivo último de reducir su población a la mitad. Además, en el año pasado duplicaron los permisos para matar 201 linces, lo que representaba el 13,86 % de la población, estimada en 1.450 ejemplares en 2023 (unos 300 animales menos que los censados una año antes). 


Por su parte, en Finlandia la población de lobos ha tenido en las últimas décadas un ritmo claramente decreciente. Si en 2005 se estimaban unas cifras que rondaban los 250 animales en un país algo mayor que Noruega, tan solo seis años después su población se había reducido a unos 150 individuos, lo que resulta una cifra simplemente ridícula para un territorio tan enorme y tan despoblado. De nuevo la persecución legal y furtiva que se hace de la especie puede ser considerada sencillamente de salvaje (se me acaban los adjetivos). El Instituto Finlandés de la Fauna Salvaje autoriza un número arbitrario de permisos para que los cazadores deportivos practiquen tan insensible actividad, alegando, por ejemplo, conceder "... permiso a dos ciudadanos la posibilidad de cazar siete lobos en un corto período de tiempo, como medida de gestión y en evitación de daños por estos animales a los perros y la inquietud de la población local", como podemos leer en esta sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que da un tirón de orejas en 2019 al citado organismo finlandés por regatear unos años antes la prohibición de sacrificar ejemplares de la especie con excusas no motivadas científicamente. 

De esta forma, en 2015, por ejemplo, concedieron permisos para la masacre de 46 lobos grises de los 250 que se calcularon habitaban en su territorio, algunos de ellos compartidos con Rusia, para, según justificaban, evitar la caza furtiva de la especie. ¡Manda narices! hay que tenerlos muy gordos para justificar el exterminio de un tercio de la población de una especie en peligro de extinción como medida para luchar contra la muerte furtiva de dichos animales. Pero es que además, según el artículo, estas autorizaciones se dieron en áreas que no abarcan las grandes extensiones de cría de renos, en cuyo caso "... se entregan permisos especiales a los ganaderos por un período de 21 días para matar exclusivamente a los animales que hayan atacado a reses". Esto plantea dos cuestiones; la primera es cómo diablos sabe un ganadero, cuando le pega un tiro a un lobo, que fue ese precisamente el que le mató un reno la semana anterior; ¿alguien me lo puede explicar?, porque tan kafkiana justificación apesta a asqueroso subterfugio para el exterminio. Y la segunda es que este modo de actuación implica un descontrol absoluto sobre el número real de animales eliminados, que ya siempre será superior a esos 46, y a cuyo total -ya desconocido, puesto que no sabemos cuántos lobos matan los criadores de renos- habrá que añadir los ejecutados furtivamente, como se desprende en una pregunta parlamentaria llevada por escrito en el año 2009 al Parlamento Europeo (Pregunta Escrita E-3765/09), furtivismo que en Finlandia no está muy perseguido que digamos y que, cuando es sancionado, lo es con una sanción que simplemente da risa. 

Vamos, exactamente como aquí en España. Un disparate absoluto. En el año 2020 se estimó una población lobuna de unos 200 ejemplares solo, repartidos en 15 manadas en territorio íntegramente finés, más otras 7 que se adentraban del otro lado de la frontera rusa. En Finlandia además del lobo también se pueden tirotear osos y linces, lo que para las sociedades del centro y sur de Europa puede resultar simplemente repugnante. Respecto del oso en la temporada cinegética pasada (2023) se abatieron allí legalmente 76 plantígrados, de los 930 o 990 que se calcula merodean por el país, algunos con áreas de campeo que incluían territorio ruso, es decir entre el 8,17% y el 7,67% del total de la población (en 2020 se habían calculado unos 1.200 ejemplares, incluyendo los compartidos con Rusia).


Y en cuanto al lince boreal en 2013 fijaron un cupo de 589 linces abatibles, lo que representaba el 20% de la población. Para cualquier persona amante de la naturaleza, o sencillamente consciente y sensible con la necesidad de fomentar un cambio de modelo en la relación del hombre con el medio natural, resulta verdaderamente vomitiva esta política de muerte, máxime cuando de lo que se le acusa al lince es, en el peor de los casos, simplemente de alimentarse de sus presas naturales, sin más. Pero claro, sus pieles son muy cotizadas y sus cabezas decapitadas como trofeo en una pared también. No puedo por menos de hacerme de nuevo las mismas preguntas retóricas que me asaltan la cabeza cada vez que nos enteramos de sucesos tan descabellados, insensatos y horribles como estos, ¿es de verdad amante de la naturaleza un pueblo que irracionalmente masacra por diversión a sus depredadores a pesar de ser piezas fundamentales en el mantenimiento del equilibrio natural de los ecosistemas? ¿Es divertido de verdad tirotear un lince? ¿Es tan placentero arrebatarle la vida a otro ser vivo?, ¿de verdad?, porque obviamente necesario no lo es, ni lo será nunca, sino más bien ya todo lo contrario, resulta medieval y rancio bien entrados en el siglo XXI. Una abyecta vileza, arcaica y mezquina.

Pero vamos a terminar ya este repaso con Dinamarca, donde vemos que sucede algo parecido. Siendo un país densamente poblado y con un territorio mucho más pequeño, el regreso del lobo en 2012/2013 tras años de ausencia supuso también el regreso del furtivismo desenfrenado, reproduciéndose la misma persecución ilegal sobre la especie que se puede estimar en el resto de países del marco escandinavo, y convirtiéndose por ello en otro sumidero de lobos más. Al igual que en el resto de países de su entorno, buena parte de responsabilidad en estas masacres la tiene el sector cinegético, dado que la ganadería es muy escasa, siendo delictiva y furtiva una parte importante de esta infame persecución.

Resumiendo, junto con los criadores de reno en la Laponia del norte, los cazadores de estos países odian al cánido porque se alimentan de algo que consideran suyo: la fauna salvaje, ciervos rojos, alces y corzos principalmente. Es así de simple y subrealista. Una vez más el mundo de la caza se convierte en uno de los motores principales en la deriva de extinciones y problemas de biodiversidad que arrastramos en el planeta, además de representar una actividad coercitiva para el resto de usuarios del campo. 


Vamos, amigos, nada nuevo bajo el sol, no nos podemos extrañar de nada, pues seguimos hablando de lo mismo: el nauseabundo egoísmo de esta especie patética a la que pertenecemos. Aquí, en España sucede exactamente igual: aparte de los ganaderos porque el lobo les mata a veces terneros u ovejas (generalmente sin proteger adecuadamente), los guardas de las reservas regionales de caza y los cazadores en sus cotos odian y eliminan lobos porque comen ciervos, rebecos, cabras monteses o corzos. Pues allí igual. Y no penséis que al ser países que se venden como apasionados amantes de su naturaleza su relación con ella va a ser siempre tan idílica. Ni en broma. Ellos tienen los mismos odios que nosotros y los mismos egoísmos y defectos humanos que nosotros. Y el furtivismo es en Escandinavia un factor clave para comprender los minúsculos números poblacionales de esta especie. Así, en un estudio publicado en 2011 pero desarrollado entre 1999 y 2009, se estableció que "... la población de lobos escandinavos (Canis lupus) como ejemplo ilustrativo, mostramos que la caza furtiva representó aproximadamente la mitad de la mortalidad total y más de dos tercios de la caza furtiva total no fue detectada por los métodos convencionales, una fuente de mortalidad que denominamos "caza furtiva críptica". Nuestras simulaciones sugieren que sin la caza furtiva durante la última década, la población habría sido casi cuatro veces mayor en 2009". O lo que es lo mismo, la caza furtiva redujo la población de 990 a 263 lobos. Para entender toda esta absurda situación hay que saber de la fuerte presencia y poder mediático que tienen los cazadores en estos países nórdicos, formando un grupo de presión muy importante, a cuyos deseos y exigencias se pliegan muchas instituciones. En Noruega, por ejemplo, 537.375 personas estaban inscritas en el registro de cazadores la temporada 2022-2023, lo que supone el 9,79 % de la población, aunque de ellos pagaron la licencia anual 192.788, o lo que es lo mismo, el 3,51 % de los noruegos (más del doble que en nuestro país, que en 2021 era del 1,4 % de la población -681.023 licencias-). Durante la temporada 2009-10 sumaban en Suecia, en números redondos, 264.000 cazadores, lo que representaba en aquel momento un 2,83 % del total de habitantes, mientras que en Finlandia se alcanzaba el 5,53 % de la población en el año 2021, cuando 307.155 finlandeses pagaron la correspondiente licencia de caza. Como vemos, la actividad cinegética está muy arraigada en los pueblos nórdicos y, consiguientemente, el furtivismo es imposible de controlar realmente, primero por las propias características de su naturaleza, con vastas extensiones de bosques despoblados que son literalmente imposibles de vigilar, y segundo por una más que evidente falta de interés de las instituciones; ¿os suena esto de algo?: Caza, furtivismo y descontrol / ¿Ninguneamos el furtivismo?.

Vamos, que, en definitiva, el caso es dar rienda suelta al odio cultural al lobo, justificándolo porque come ciervos o alces que son considerados propiedad de los cazadores, o bien porque matan a sus perros cuando andan descontrolados por la taiga, o bien porque los renos que se apropió el pueblo sami hace siglos y que viven en completa libertad todo el año en descomunales extensiones de la Laponia son alimento del cánido, incluso porque algunos temen ataques al ser humano. ¿Y creíamos que eran gente a emular estos nórdicos?, pues no, hay odios viscerales que bloquean las neuronas de la gente en todas partes, y allí no iban a ser menos.

Escandinavia, ¿paraíso natural? ¡ja!, que no me cuenten milongas. Escandinavia, vergüenza natural, eso sí que sí.

5 de noviembre de 2021

La cuestión del lobo, resumiendo

Con el paso de los años se hace patente la notable evolución que han sufrido los contenidos de Cuaderno de un Nómada. Obviamente no ha sido algo premeditado, y en este caso ha sido el propio camino el que va marcando el destino, y no al revés.

Aunque la naturaleza y su observación, así como una cierta labor de educación ambiental, formaron parte esencial de la filosofía de este espacio desde sus inicios, es en los últimos años cuando se está haciendo más notorio, a la vez que pierden peso otro tipo de propuestas. Y de entre los temas más recurrentes que encontramos en estos últimos tiempos, sin duda, la problemática que rodea la presencia del lobo en nuestro país sobresale por méritos propios. Ya lo siento yo; me hubiera gustado que la conservación de esta especie no hubiera necesitado nunca de tanta tinta vertida, pero la tinta se vierte exactamente en la misma medida en que lo hace también su sangre. Y creerme, no es una frase petulante.

La primera ocasión en la que me sentí en la obligación de denunciar su situación fue en un lejano 24 de enero de 2013, pero no porque no hubiera sobrados motivos para haberlo hecho antes -siempre han existido demasiadas razones para denunciar su linchamiento-, sino porque este espacio en la red nació con otro enfoque. Me vais a permitir que me extienda un poco en recordar la situación que motivó aquel primer río de tinta.

Aquel artículo de opinión inaugural lo titulé Picos de Europa entre bambalinas, y en él denunciada la ignominiosa gestión que la dirección del Parque Nacional de Picos de Europa (PNPE) venía desarrollando de la especie. La muerte en un espacio de tiempo de solo seis meses de dos lobos a manos de la propia guardería del PNPE y de la Junta de Castilla y León fue la gota que colmó el vaso de todo lo asumible. ¿Y por qué? Porque ambos ejemplares habían sido radiomarcados con collares GPS-GSM en un costoso estudio científico costeado con dinero público. Todos los que conocemos la enconada persecución institucional a la que se somete al lobo sabíamos que aquellas investigaciones auspiciadas por el propio PNPE pretendía ir más allá del mero conocimiento científico como herramienta de conservación, y buscaba en realidad un mayor control sobre el cánido para aumentar la efectividad en su persecución. Aquellas dos muertes demostraron el descontrol de los controles ejercidos dentro del Parque Nacional, ya que no estaba premeditado que los lobos eliminados fueran aquellos dos radiomarcados. El suceso fue escandaloso como pocos, además de infame y sancionable en manos de un juez responsable ya que matar por error un lobo con collar puede ser considerado un accidente, pero dos .... en fin, se hace muy difícil pasarlo por alto y es, como mínimo, una negligencia grave que supuso un claro despilfarro de dinero público (500.000 €). Sin embargo, vergonzosamente nadie dimitió por ello ni fue sancionado.

Estos lamentables hechos se vinieron a sumar a la injustificable muerte a golpes de una camada compuesta por siete lobeznos de pocos días de edad, unos años antes, en 2004, por el propio biólogo del PNPE encargado de la conservación de la especie, el conocido "experto" en lobos Sr. Borja Palacios Alberti. Este primer suceso, a pesar de los 8-9 años transcurridos hasta la muerte de los dos lobos radiomarcados (uno en agosto de 2012 -conocido como Marley, y cuya muerte dio lugar a la aparición de una ONG con dicho nombre- y el otro en enero de 2013), no se había olvidado aún en 2013 y aún hoy en día se hace imposible hacerlo, persiguiendo con seguridad al mencionado Borja Palacios (prefiero quitarle el apelativo de Sr.) toda su vida dado que, entre otras cosas, no existía ningún permiso oficial para eliminar la camada, siendo por lo tanto una decisión personal. Fue denunciado, obviamente, pero la jueza, en una sentencia que nadie comprendió y que se viene a sumar a otras con similares resultados, decidió archivar la denuncia al no considerarlo "un acto grave" puesto que la propia administración del parque ya estaba realizando controles sobre la especie. Para la dirección del parque tampoco debió ser ningún problema mantenerlo como Técnico de Conservación, siendo posteriormente durante algún tiempo incluso el Secretario del Patronato, lo que deja a cualquiera estupefacto: no solo no se le había expulsado del PNPE, sino que seguía siendo alguien relevante en el mismo. En el siguiente enlace, publicado muchos años después (en 2018) en La Nueva España sobre el rechazo de los ganaderos al Parque Nacional, podemos leer un último párrafo que no deja lugar a dudas sobre qué continúa opinando este biólogo sobre cómo se debe conservar la especie: "La grata sorpresa de la mañana la dio el Sr. Borja Palacios, biólogo del Parque Nacional de los Picos de Europa, micrófono en mano, mostró su apoyo a las peticiones: controles efectivos de sus poblaciones en defensa del mundo rural". Sí señor, un nombre y unos apellidos que habrán quedado grabados a fuego en nuestra cabeza para siempre, y que nunca, nunca, nunca vamos a olvidar.

Poco más se puede explicar de la situación de extrema persecución institucionalizada que sufre la especie en este Parque Nacional, y solo resulta explicable porque es la propia dirección del parque la que tutela esta obscena manera de "conservar" la especie. Todo esto no puede ser considerado más que de indecente al tratarse del más emblemático Espacio Natural Protegido de nuestro país, con el permiso de Doñana y Ordesa, y ofende pensar que gente así rige sus destinos. 


No fue hasta el 9 de enero de 2016 cuando volvía a hablar del lobo para anunciar la apertura unos meses antes del Centro del Lobo Ibérico en Robledo, cerca de Puebla de Sanabria, en un post que titulé El gran proscrito. En aquella oportunidad me hacía eco, no solo de la posible labor divulgativa que el centro podía llevar a cabo sobre la realidad del lobo ibérico entre el público general, sino que lo hacía también sobre la paradoja de que dicha instalación hubiera sido puesta en marcha por una de las administraciones autonómicas que más daño a hecho a la especie, siendo responsable de continuos controles al sur del Duero, de cupos cinegéticos esquizofrénicos, de la sistemática y obsesiva persecución en las Reservas Regionales de Caza, que llegaban a rozar la psicopatía a pesar de que en ellas los ataques al ganado doméstico son prácticamente inexistentes, y de la manipulación de la opinión pública con informaciones falsas sobre el estado de conservación del lobo. Todo parecía, pues, obedecer a un simple lavado de imagen. 


Pero es a partir del 27 de noviembre de 2019 cuando mis referencias a su difícil conservación aumentaron considerablemente. En la entrada titulada El lobo, o justificar lo injustificable describía las incongruencias en las que caen quienes quieren justificar la eliminación de los lobos incluso cuando estos se alimentan de animales silvestres. Se les cae así su necia máscara de los amantes de la naturaleza, y quedan en evidencia que lo son solo del gatillo, puesto que si antes alegaban que había que cazarlos allí donde comía ovejas, ahora también lo piden en donde se alimenta de herbívoros silvestres. Así, en el Parque Regional de la Sierra de Gredos se llevó a cabo una deplorable campaña de criminalización del carnívoro para justificar su persecución. Su pecado: alimentarse de cabras monteses. Estaban allanando el camino para que se aceptara su eliminación también en este ENP. Lo que debería ser una buena noticia porque NO se alimentaba de ganado doméstico, resultó ser justificación suficiente para, de nuevo, continuar con su persecución. Otra incoherencia bochornosa.


Sobre el nefasto manejo que viene haciendo de la especie la Junta de Castilla y Léon y que ha acabado en varias ocasiones en los tribunales me desahogué en Un cuento de lobos, jueces y políticos, donde quedan en evidencia las recurrentes extralimitaciones en las que incurre esta administración autonómica en relación con la gestión letal que hace del lobo, y que a menudo se acaban dirimiendo en los tribunales de justicia. En materia de medioambiente son muchas las veces en las que son los jueces los últimos y verdaderos garantes del interés general, resolviendo sobre las recurrentes denuncias de la sociedad civil, ya que nuestros políticos y sus técnicos parecen estar mucho más preocupados por ciertos intereses sectoriales, particulares o de partido. En el caso del modelo de gestión letal del lobo en Castilla y León esto se hace muy patente. El TSJCyL declaró en 2020 ilegal los planes de Aprovechamientos Comarcales del Lobo al norte del Duero para las temporadas 2016-2020. No podemos olvidar que también fueron los tribunales los que tuvieron que indicarle a la JCyL que el lobo no era una especie ni cinegética ni cazable, y que incluso el mismísimo Plan de Conservación y Gestión del Lobo en CyL fue anulado también por el citado TSJCyL, y que su sentencia fue confirmada por el Tribunal Supremo en 2018. Sobre algunos flecos de estos disparates administrativos y políticos podéis leer la entrada del 3 de enero de 2020.


Sumamos y seguimos, esta vez con una entrada fundamental. En el artículo publicado el 30 de septiembre de 2020, El lobo y el conflicto de las cifras, trataba la polémica que siempre suscita la cifra real de lobos que puede haber en nuestro país. Todos los que conocemos bien el conflicto que provoca la conservación de esta especie sabemos sobradamente que las cifras oficiales que estiman el número total de ejemplares se inflan malintencionadamente. Esto se hace por varios motivos: para justificar los controles poblacionales; para esgrimir su hipotética expansión; además para argumentar que ha sido la caza la que ha permitido dicho crecimiento; y, por supuesto, para elevar los cupos de precintos cinegéticos. En definitiva, para justificar su cacería. Pues bien, en esta ocasión hago un análisis de la evolución histórica y reciente de la especie y del probable estado actual REAL, en base a criterios científicos reconocidos internacionalmente, desmontando las cifras sobredimensionadas que groseramente las administraciones airean a los medios de comunicación. La media de ejemplares por manada admitida internacionalmente por la comunidad científica oscila entre los 4 y los 5 ejemplares, peeeeero ... en España nuestras administraciones han venido barajando cifras de 8-10, lo que duplica la estimación final. Por poner un ejemplo explicativo, en el censo de manadas de 1988-89 se localizaron 294, pero 26 años después, en la estima de 2014-15 se contabilizaron 297: en un cuarto de siglo largo solo había crecido la población en 3 grupos, pero el número de ejemplares casi se había duplicado según las cifras oficiales aireadas por políticos mentirosos. Es más, incluso el número de grupos puede ser puesto en duda, en tanto que en no todos ellos se pudo constatar reproducción, requisito que internacionalmente se considera necesario para que científicamente se contabilice a un grupo con tal. Algo no cuadra, obviamente. La tan cacareada expansión se convierte así en un claro estancamiento como consecuencia de la continuada rabiosa gestión letal que las CCAA ejercen compulsivamente.


En Política, ideología y fantasía, publicado el 28 de noviembre de 2020, trataba la paralización del trámite reglado para la inclusión de Canis lupus signatus en el LESRPE. Parece que proteger al lobo resta votos y nadie quería asumir esta bronca social.


Especialmente relevante resulta también la cuestión tratada el 7 de diciembre del año pasado: las implicaciones reales que tiene la continua muerte de lobos, tanto a nivel biológico para la especie, como para los ecosistemas o el propio sector ganadero. En La caza del lobo, ¿de qué estamos hablando? repasaba algunos de los problemas que sobrevienen tras estas matanzas sistemáticas e indiscriminadas, como la desestructuración de los clanes familiares, el incremento de los ataques al ganado como resultado de dicha desestructuración, la pérdida de "músculo" depredador que dificulta a las manadas la caza de herbívoros silvestres peligrosos o difíciles (ciervo, jabalí,...) y que condena a algunos grupos a fijarse precisamente en el ganado doméstico, el subsiguiente temido aumento de la conflictividad social, la propagación de enfermedades infecciosas entre la fauna silvestre, y el salto de estas al ganado doméstico, el desequilibrio del ecosistema, la proliferación de mesodepredadores que afectan, a su vez, a terceras especies y que acaban repercutiendo negativamente también sobre la cubierta vegetal en un efecto en cadena, los perjuicios derivados del aumento demográfico de herbívoros silvestres para los agricultores, o el empobrecimiento genético del lobo ibérico, cuya población actual desciende de unos 50 ejemplares solamente.


Pero si resulta fundamental conocer las consecuencias que derivan de la caza del depredador tratadas en el post previo, mucho más importante es aún conocer el alcance real del furtivismo, siempre ninguneado por unas administraciones que nunca lo han perseguido. Y digo que es más relevante aún porque este tipo de delincuencia representa el principal factor en la muerte del lobo ibérico. El 1 de febrero de 2021 publicaba Lobos, furtivismo y la cuenta la vieja, intentando poner una cifra a la invisible, pero descomunal, pérdida de ejemplares que cada año tiene que soportar la población española de este cánido. Hay que decir que esta cifra nunca fue tenida en cuenta por las CCAA a la hora de elaborar sus ya macabros programas de control preventivos y/o explotación cinegética del lobo, con lo cual eran ejemplares que morían y se sumaban anónimamente a los cazados legalmente, a los que morían por causas naturales, y a los atropellados. La cifra resultante pone los pelos de punta. Partiendo de datos oficiales es sencillo inferir el número de individuos que deben morir ilegalmente cada año. La cifra resultante es comparada con otros datos oficiales parciales (locales o regionales) que vienen a confirmar que cada año del orden de entre 500 y 700 lobos mueren ilegalmente por la mano del hombre, incluidas las camadas de cachorros que son eliminadas en sus cubiles (como la de nuestro amigo biólogo). Esta altísima cifra está detrás del evidente estancamiento de la población del cánido, y que, como ya hemos visto arriba, pasó en 26 años de contar con 294 manadas, ocupando una superficie de unos 100.000 kilómetros cuadrados, a 297 en unos 80.000 kilómetros cuadrados. 


Continúo. El 5 de febrero de este mismo año me hacía eco de la aprobación de inclusión de Canis lupus signatus en el famoso LESPRE en todo el territorio nacional, en el artículo que titulé El lobo, aquel gran proscrito, quedando a la espera de que apareciera publicado definitivamente en el BOE, algo que debería haber sucedido en un plazo de tiempo de entre uno y dos meses.


En ¿Radical yo, Odile?, que subí el 4 de marzo venía a dar respuesta a una entrevista publicada en un periódico local a una de las hijas de Félix Rodriguez de la Fuente en la que ella, a raíz de la inminente nueva situación legal del lobo en todo el territorio nacional, calificaba de radicales a quienes defendemos dicha medida de protección. Además, la entrevistada predecía una más que probable represalia del sector ganadero contra la especie como efecto rebote a su inclusión en el LESPRE. Sin duda, tildar de radical a quien opina diferente resulta muy injusto, cuando no extremista y sectario. Roza la intolerancia, por lo que yo le aconsejaría ser más cuidadosa con los términos usados. En cualquier caso, es ella misma la que da pistas de quién es en realidad aquí el radical cuando predice una revancha del ganadero si se hace efectiva dicha protección legal. Ella parece olvidarse, además, de que dicha hostilidad contra el lobo se lleva practicando siglos, no siendo algo nuevo, sino el modus operandi desde tiempos ancestrales. Es precisamente porque existe esa ira desde siempre, y porque en los últimos años se ha intensificado, que se ha vuelto más necesario que nunca incluir a Canis lupus en el listado, YA, de un modo urgente. Aducir que su inclusión provocará un efecto rebote perjudicial, es simplemente ponerse de perfil ante el alcance real de la fanática persecución que sigue sufriendo por parte de cazadores, ganaderos y administraciones regionales. Haría muy bien Odile en leer la entrada de este blog que trataba el tema del furtivismo para comprender que la protección integral se hacía imperiosa para que, al menos, las administraciones no continuaran con la delirante sangría que han venido llevando a cabo durante medio siglo.


El 14 de mayo, añadía un nuevo post sobre la especie titulado De cobardía, en el que no podía por menos que criticar la lamentable prórroga de varios meses en la publicación en el BOE de la inclusión del lobo en el LESPRE, y que parecía obedecer a una falta de valentía en rematar el trámite reglado que se han visto obligados a realizar, no por iniciativa propia, sino por imposición de UE, y que supuso, obviamente, que siguieran muriendo más animales durante esa ampliación del plazo.


El 11 de septiembre me hacía eco de las opiniones de algunos ganaderos sobre este gran carnívoro en El lobo y el ganadero, y en las que podemos comprobar cómo diversos profesionales de la ganadería no solo consideran posible la convivencia del ganado y el lobo, sino que lo demuestran en su día a día desde hace años. Testimonios que confirman que quien quiere puede mantener sus rebaños en extensivo en tierra de lobos sin que estos le provoquen bajas en la cabaña. Más claro y alto no se puede decir. Estos ejemplos ilustran claramente que lo que enturbia la cuestión es simplemente el odio cultural que arrastra el depredador y que en la actualidad alimenta un conflicto que solo puede ser calificado de mediático y político. 


La siguiente ventana abierta a la actualidad del lobo venía irremediablemente a colación de la definitiva publicación en el BOE de la nueva cobertura legal de Canis lupus signatus. La tan esperada publicación se hizo efectiva el día 21 de septiembre, y esa misma mañana publicaba Reflexiones, el lobo y su nueva situación legal. El temido día para unos de su efectiva protección, fue para otros muchos una inolvidable jornada que no dudamos en considerar de histórica, tras décadas denunciando la pervertida persecución que las CCAA habían normalizado en sus territorios, donde la "excepcionalidad" de los controles letales se había generalizado con la más insultante desfachatez. El día a día de la gestión del lobo hasta ese día había estado constituido por los controles letales -a veces incluso "preventivos", sin esperar si quiera a que se produjeran perjuicios en las cabañas ganaderas-, cupos cinegéticos desaforados, ejemplares tiroteados por funcionarios en ENP (incluso al sur del Duero) y en las RRC porque se alimentan allí de ciervos, jabalíes o cabras monteses o la vergonzosa dejación de funciones crónica en la persecución del furtivismo. Aquella situación había que atajarla, y por fin se hizo.




Histórica, sin duda. Esa fecha no se olvidará en las generaciones futuras y marcará un antes y un después en la conservación de la biodiversidad de nuestro territorio, además de representar un punto de inflexión en la visión que la sociedad debe tener respecto de lo que representa, no solo la gestión letal para esta especie, sino incluso nuestra relación con el resto de la naturaleza.

En Parte del problema, publicada el 27 de septiembre, trataba algunos aspectos del conflicto social que rodea a esta especie donde diversos actores se suman y complican casi cualquier entendimiento: medios de comunicación, sindicatos agrarios y políticos mediocres. Así, la Junta de Castilla y León, lejos de apaciguar los ánimos e intentar acercar posturas, mediando entre unos y otros, se sitúa del lado oscuro y miente a la sociedad cuando, por ejemplo, transmite a través de la televisión pública autonómica cifras falsas del número total de lobos presentes en la comunidad. Esta administración regional se ha opuesto desde siempre a la protección del mismo para no perder los votos del sector agropecuario, y ha dejado de ser garante de la conservación del medioambiente castellano leonés. En realidad, nunca lo fue, los continuos y numerosos juicios perdidos ante las denuncias de las organizaciones ecologistas así lo demuestra. Las cifras que vimos en aquellos noticiarios autonómicos indicarían que cada una de las 179 manadas que pudiera haber en nuestra comunidad (si es que alguien se cree de estos mentirosos también este dato) tendrían 8'9 lobos, lo que supone una discrepancia frontal con lo estimado por la comunidad científica internacional, como ya hemos visto más arriba. Es más, ni siquiera se alcanza en todo el territorio nacional esa cifra de 1600 ejemplares antes de los partos.


Sin embargo, no podemos olvidar que para muchos conciudadanos del ámbito rural el nuevo paraguas legal que protege al lobo supone para ellos, desde su punto de vista, un ataque directo a sus intereses y harán lo posible por hacerse oír, al menos. Está en nuestra mano seguir explicando a la sociedad la realidad del conflicto con datos reales y contrastados, e intentar hacerles comprender que el enemigo no es el lobo, ni los conservacionistas, sino el inmovilismo en el que se encierra gran parte del mundo rural y las arengas cizañeras de administraciones y sindicatos agrarios. Y no lo digo yo solo, lo explicaba muy bien uno de los ganaderos de la citada entrada titulada El lobo y el ganadero: "Pero no, es muy fácil echarle la culpa al lobo, usarlo como chivo expiatorio para no sentarse a hablar entre todos del futuro de la ganadería extensiva, de las pequeñas explotaciones, de los pueblos ... / ... Yo entiendo que mi padre y la gente de su edad en aquellos tiempos quisieran matar al lobo, pero, hombre, no sé, o evolucionamos y progresamos y entendemos lo que es el equilibrio en el campo, la defensa de la biodiversidad y de la agricultura y ganadería en extensivo ... o nos la pegamos ..., y nos tiramos todos por el barranco."


Una última entrada titulada La sandez de la semana me servía el 31 de octubre pasado para hacer ver al lector lo peligrosas que resultan las palabras inadecuadas en boca de algunas personas. Si cuando debemos mediar en las discrepancias no dejan de aparecer personajes como el que motiva dicha entrada, va a resultar muy difícil que alcancemos nunca la deseada convivencia, no solo entre la gente del campo y la especie, sino entre el mundo rural y el conservacionista. Resultan tremendamente dañinas las palabras cuando son escupidas por personas malintencionadas o ignorantes. Ya lo dijo Ramond Llull hace siete siglos: "La palabra es el arma más poderosa". El daño que se continúa infringiendo a la especie, no ya con el rifle, sino con las palabras vomitadas por personas con cierta proyección social es enorme y con seguridad mayor que la de la propia bala, porque lo que provocan es odio. Odio siempre maquillado por expresiones como "... nosotros no pedimos su exterminio, pero ...", o "... a nosotros nos gusta mucho también el lobo, aunque ...", o aquella recurrente de "... solo queremos que viva donde deba y pueda vivir". Lo malo es que son muchos los personajes como el del artículo que, creyéndose en posesión de la única verdad, dejan caer frases lapidarias y sensacionalistas como la aparecida en un periódico Castellano-leonés de boca de este sujeto cuando advierte "Que a nadie se le olvide que el lobo es un animal precioso -¿veis? ahí nos ha soltado la frase-maquillaje-, pero si tiene hambre se puede comer a un niño" y que igualmente repitió en un programa de TV autonómico en hora de máxima audiencia, al tiempo que aprovechaba la oportunidad que le brindaba aquel medio de comunicación para alarmar más aún vinculando la existencia del lobo con la transmisión de enfermedades peligrosas al ganado o las personas. No podemos dejar de pensar que esta afirmación era claramente malintenciada, porque por su profesión -veterinario- no puede ser un ignorante de que son precisamente los depredadores los que minimizan, limitan y/o impiden la expansión de enfermedades peligrosas entre los herbívoros silvestres y de estos al ganado doméstico. En mi opinión hay que ser un sinvergüenzada para lanzar al aire semejante relación entre lobos y transmisión de enfermedades.


Visto cómo sigue el ambiente de caldeado vendrán más entradas sobre este bello animal. Por desgracia, seguro que muchas más. Quedan, además, importantes temas que ir desgranando, como la responsabilidad real de los perros en muchos ataques al ganado, al ser atribuidos siempre ipso facto a su antecesor salvaje. O la de la prensa en la magnitud del conflicto. O la deuda que tiene la picaresca de los paisanos en la dimensión del problema, al constituirse en muchas ocasiones en amplificadores de mentiras, exageraciones y suposiciones sobre la autoría o la realidad de los sucesos. O sobre el fraude generalizado en el entorno rural, donde es habitual que las reses muertas por otras causas sean abandonadas en el campo para que sean carroñeadas por el depredador y poder, así, atribuirle su muerte y cobrar una indemnización fraudulenta; o cuando se pretende cobrar dos veces una indemnización haciendo pasar por ataques diferentes lo que en realidad debería ser solo un expediente; o el vergonzoso y delictivo caso de los potros pequeños comprados por poco dinero y abandonados a su suerte en la montaña para cobrar una indemnización muy superior al de su compra si aparecen muertos y carroñeados por el depredador, etc.

Si sobre algún animal se han vertido a lo largo de los años ríos de tinta ese ha sido, sin duda, sobre el lobo. Pienso que estos 16 post (incluido este que estás leyendo) que han ocupado un espacio en este diario virtual constituyen una radiografía fiel a la realidad. Suponen en su conjunto un análisis, creo que certero, de porqué levanta pasiones. Puesto que vivimos en una sociedad ya mayoritariamente conservacionista, que ampara unos valores ambientales mucho más respetuosos que los que mantuvimos en el pasado, ya no se entiende que la muerte de lobos sea la única manera de relacionarnos con la especie. La sociedad ha evolucionado y no comprende que algunos sectores del mundo rural, cinegético y político se anclen al pasado, cuando la persecución del cánido era una cuestión de supervivencia. Esa obsesión por seguir aniquilando al padre de nuestros perros ya no tiene cabida en la concepción del siglo XXI, como no lo tiene seguir matando rapaces o linces, por ejemplo, lo que hoy en día a todos nos parece una barbarie, horrorosa y sin sentido. Sin embargo, rapaces, linces o lobos comparten los mismos cometidos ecosistémicos que los vuelven imprescindibles para el mantenimiento medioambiental. Si todos ellos fueron calificados de alimañas en el pasado, ¿por qué, entonces, solo al lobo se le sigue gestionando como tal?

NOTA: Con posterioridad a la publicación de este post, aparece la entrada El lobo, i-responsable, publicada el 31 de enero de 2022, en la que podemos comprender cómo se imputan a este animal más perjuicios de los que realmente le corresponden, y cómo nuestra gestión de la especie y nuestra relación con ella adolece de una gran falta de información científica y estadística sobre esa responsabilidad.

Además, el 22 de abril de 2022 publico una más titulada Patética Jara y Sedal en la que critico esta a revista cinegética ligada a RTVE por el uso del miedo como herramienta para luchar contra la nueva protección del lobo, mintiendo respecto del peligro real que supone para el ser humano la presencia de este cánido, presentándolo como animales devoradores de niños.

En otra nueva entrega sobre este animal, el 20 de diciembre de 2022 añado otra titulada Hablemos de política en la que repaso el uso político del conflicto que rodea al lobo por parte de nuestras autonomías como herramienta de manipulación social para alcanzar objetivos partidistas, situándolo en el centro del debate político de un modo irresponsable e injusto.

Como un goteo seguirán apareciendo nuevas entradas sobre el lobo. El 19 de abril de 2023 en ¿Ninguneamos el furtivismo? se hace hincapié en la ausencia de persecución de este tipo de delincuencia por parte de las CCAA, centrándonos en cuestiones relacionadas con Asturias y Castilla y León, a pesar de la nueva cobertura legal que el LESRPE otorga a la especie. Y tan solo unos días después, el 10 de mayo, hacíamos un repaso de cómo trabajan algunos furtivos en la Cordillera cantábrica, en un post que titulamos Caza, furtivismo y descontrol, donde podemos comprender la impunidad que sienten muchos cazadores para actuar fuera de la Ley en las montañas cantábricas, pero también en otros puntos de nuestra geografía. 

En la entrada ¿Parque Nacional ... de los Picos de Europa? revisábamos algunas de las cifras de lobos muertos masacrados en el único Parque Nacional español que durante muchos años tuvo entre su fauna a esta especie, para vergüenza de sus gestores y los biólogos que debían conservar y proteger un bien común y general de todos los españoles, anteponiéndolo a los intereses sectoriales privados de un colectivo. Estos datos los conocimos públicamente gracias a un informe que hacía balance del número de lobos muertos desde 1986.

Y en cuanto a vergüenza ajena es la que dio la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos, cuando publicó una nota de prensa a favor del control de lobos y de la que obviamente me hice eco en la entrada Vergonzosa FCQ, y en el que era imposible no criticar una posición tan antiecológica e interesada, y que dejaba a la citada fundación a la altura de cualquiera de los sindicatos agrarios que vociferan en contra de la existencia del lobo. Tristísimo que esto suceda con una entidad que se autodefine como conservacionista y preocupada por la biodiversidad de nuestros ecosistemas.

El 24 de noviembre de 2023 publicaba Una carrera de fondo, artículo en el que criticaba la falsedad de los ambientes políticos y periodísticos cuando en muchas ocasiones trtan las noticias sobre el lobo con intereses particulares que nada tienen que ver con la verdad y el rigor periodístico, sino con los réditos políticos (votos) y económicos (espectadores/lectores), o incluso con la mera ideología conservadora capaz de anteponer medias verdaderas, verdaderas mentiras y falsedades absolutas con tal de gradar a un sector de la sociedad en contra del bien común que supone la conservación del medio ambiente y su biodiversidad.

En Observaciones de campo del lobo ibérico 2.0 invitaba a los lectores interesados a adquirir un nuevo libro sobre esta especie emblemática diferente a lo que habitualmente se publica sobre ella, editado y publicado por José Barrueso Franco, sin duda un gran conocedor de la biología del lobo, pero también mucho más que eso, un apasionado naturalista que integra en su día a día lo que representa la educación ambiental, algo tan necesario hoy en día como a mediados del siglo pasado, a donde parece que hemos retrocedido en los últimos años.

El 5 de febrero de 2024 aparece una entrega más de la barbarie humana en la persecución del lobo, pero esta vez en unos países que se autodefinen como verdes y amantes de la naturaleza, vinculados a ella emocionalmente como ningún otro. En Escandinavia, ¿paraíso natural? destapo la máscara verde con la que se cubren su hipocresía, pues mientras se venden como enamorados de esa naturaleza de la que presumen masacran y exterminan sin piedad alguna al lobo en sus territorios.

Y solo unos días más tarde, el día de San Valentín, 14 de febrero, añado la entrada Administraciones, lobos y radiomarcaje, un coctel oscuro, en el que repasamos la última moda entre algunas de las CCAA matalobos de llevar a cabo un radiomarcaje masivo de lobos que, como mínimo, es opaco y rodeado de secretismo, y sospechoso desde el mismo inicio, dado que un porcentaje de animales con collares ya han muerto furtivamente o en circunstancias sospechosas y las aparentemente malas praxis de algunos de los investigadores encargados de las capturas y seguimiento. Todo lo que rodea estos proyectos no hace sino poner el foco en los motivos reales que pueden estar detrás de este nuevo interés de las administraciones lobicidas que lo llevan a cabo, y que nadie se cree sean precisamente destinados a proteger la especie.