Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.

22 de marzo de 2023

A la caza del ecologista


Rebuscando entre toda la documentación que guardo de aquella lucha desigual contra la Estación de Esquí de La Covatilla para escribir el artículo anterior, apareció fotocopiado un más que interesante artículo de prensa en el desaparecido rotativo El Adelanto, del 3 de enero de 1999. Y digo interesante por lo inusual de su contenido en una prensa local que bien podíamos calificar de provinciana. Lo firma además Ignacio Francia, amigo personal y toda una institución en el mundillo periodístico de Salamanca, además de gran persona y muy querido por todos. Su columna de opinión la tituló "Comienza la caza del ecologista" y en él les sacaba las vergüenzas a los políticos locales y autonómicos cuando azuzaban a la sociedad salmantina contra Ecologistas en Acción por denunciar las irregularidades cometidas en la construcción de un puente en la ciudad de Salamanca. Que una administración pública inicie obras sin tener todos los permisos necesarios, además de otras anomalías económicas, es lo suficientemente grave como para que deba ser denunciado en los juzgados ante la negativa de hacer bien las cosas. Y así lo hicieron desde la ONG. Sin embargo, tanto el consistorio como algunos medios de comunicación les responsabilizaron ante la ciudadanía de que los tribunales ordenaran la paralización cautelar de dicha obra. La gente en las calles se indignó y los acusó de todo. Al igual que sucedió con La Covatilla, los ecologistas fueron vilipendiados y acusados de ir contra el progreso y contra el interés público. Se repetía una vez más exactamente el mismo patrón. De nuevo, una parte de la sociedad civil fiscalizó las irregularidades de una actuación municipal y la corporación, muy lejos de asumir responsabilidades, arengó a toda la ciudadanía contra ellos.

¿Por qué retrocedo tanto en el tiempo al recordar aquel hecho? Porque la historia se repite en un ciclo sin fin, en un bucle que constantemente nos hace tropezar con la misma piedra. Lo estamos viviendo en la actualidad con la protección del lobo, por ejemplo, o con los parques eólicos ubicados en según qué sitios: el que denuncia a las instituciones por la destrucción de nuestro patrimonio natural es el villano de la película, y el infractor se presenta ante el público como la víctima, utilizando el poder que le otorga su posición para desacreditar al denunciante, escurrir el bulto y manipular a la sociedad.

Y cuántas veces habremos comentado en los mismos círculos de amigos sobre el uso peyorativo que esas instituciones, entidades y personas, que se sienten atacadas en sus intereses particulares por las denuncias de los colectivos conservacionistas, hacen del término "ecologista".


Así es, en gran parte de la sociedad actual, y especialmente en las áreas rurales, ser ecologista es sinónimo de insolidario con los problemas de la sociedad, de urbanita egoísta que no tiene ni idea, además, de la realidad del campo. Y se ha interiorizado tanto en ciertas capas sociales ese mensaje mezquino del que han sido voceros e instigadores muchas de nuestras instituciones y de una parte de los medios de comunicación, que basta que un político mencione la palabra ecologista para que se pongan todos de su lado ipso facto, y se enfrenten a la ONG conservacionista de turno. Hubo una época en mi ciudad en la que la única oposición real que tuvo el Partido Popular fue precisamente Ecologistas en Acción, vigilantes ante cualquier actuación que afectara al interés público de la ciudad, o a la propia conservación del medio ambiente de la provincia. El PSOE estaba desaparecido y solo el grupo ecologista fiscalizaba las acciones del consistorio o la Diputación. El odio hacia los ecologistas transpiraba en cada rueda de prensa en la que se les mencionaba, en cada artículo publicado y en cada entrevista.

Nada ha cambiado desde entonces.

¿Por qué existe este odio en las instituciones hacia este colectivo? ¿Por qué se les difama y desprecia públicamente? Mi amigo Nacho Francia lo sintetizó mucho mejor de lo que yo nunca podría hacerlo, así que os voy a transcribir el párrafo con el que cerraba su artículo de opinión aquel 3 de enero de 1999:

"El logro de Las Quilamas libres, la satisfacción de Los Bandos sin agujero y la lección del puente de San José han cargado de resentimiento a quienes desean marcha militar para sus planes. Y ha comenzado la caza del ecologista. Al poder siempre le han molestado las razones."

La sierra de las Quilamas y su colonia de buitres negros se libraron por los pelos de que la sembraran de molinos de viento, con exactamente el mismo proceso de manipulación social entre la gente de la comarca que vimos en Béjar con La Covatilla. Los ecologistas estuvimos ahí. La Plaza de Los Bandos y sus árboles, a escasos 150 metros de la mismísima Plaza Mayor de Salamanca, en pleno casco antiguo, se libró también in extremis de que el consistorio del PP lo agujereara y desmantelara para construir un parking subterráneo que nadie en la ciudad quería en ese lugar, con numerosos edificios civiles y religiosos de los siglos XV a XVIII. Los ecologistas también estuvimos ahí. Y de lo del puente, poco más que decir pues ya lo he comentado más arriba. Los ecologistas también estuvimos ahí.

"Al poder siempre le han molestado las razones". Es una frase magistral. En plena democracia esa frase es tan actual como lo fue en los años de la dictadura, lo que no deja de ser una verdadera tragedia que inevitablemente me recuerda a la que Unamuno espetara ante Millán-Astray y su cohorte en el paraninfo de la Universidad de Salamanca el 12 de octubre de 1936: "Venceréis pero no convenceréis". Sí, son muchos los poderosos para los que las razones siguen siendo un estorbo en esta imperfecta democracia.

Siempre me ha llamado infinito la atención cómo la sociedad siempre ve con muy buenos ojos que esos ecologistas se jueguen la vida o la libertad en acciones llamativas muy lejos de nuestras casas, salvando maravillosos e indefensos cachorrillos de foca, impolutamente blancos con enormes ojos negros, de morir a golpes con un palo en la cabeza y dejando la nieve del ártico teñida con cientos de manchones rojos; o colgándose de un árbol enorme a cincuenta metros de altura en una selva de Borneo o de Nueva Guinea; o puede que de alguna chimenea altísima de a saber qué industria contaminante; o quizá impidiendo que un pesquero-factoría lance sus redes de arrastre sobre el lecho marino; o encadenándose delante de un bulldozer para que no arrase una parcela de la selva brasileña; y sin duda a esa sociedad dormida le parecerá heroico que se jueguen la vida interponiéndose con una frágil zodiac entre el arpón de un gran ballenero japonés y un cetáceo sentenciado. !Geniales, qué buenos son! Pero claro, que no me vengan a mi ciudad, a mi pueblo o a mi sierra a decirme cómo debo gestionar yo esos bosques, esa montaña, ese dinero público, esa especie silvestre que me molesta, etc. Que se vayan a su puñetera casa. En aquellos continentes lejanos y en los océanos sí son bien vistos; pero aquí no. Aquí que nos dejen tranquilos construyendo estaciones de esquí, minas a cielo abierto, parques eólicos, presas eléctricas, masacrando lobos, torturando toros, o maltratando animales de granja. Eso no es cosa suya. Que no metan sus narices donde no les llaman.

Hay que ser ridículos para llegar a decir públicamente, entre otros muchos eslóganes panfletarios, que los ecologistas tenemos montado el chiringuito solo para vivir de las subvenciones. Este argumento fabricado no cuela, y por mucho que lo repitan desde sus atriles no se lo cree nadie que analice la realidad. Pero más que ridículos deberíamos hablar de mala gente por aprovechar tribunas como la del parlamento Cántabro para atacarnos a los ecologistas con frases como la siguiente:

"... de cuatro vividores que se hacen llamar ecologistas, que lo único que les interesa es seguir manteniendo sus chiringuitos a base de subvenciones que pagamos todos los españoles con nuestros impuestos, para no pegar palo al agua, parásitos del sistema democrático, garrapatas que se han visto inmunes ante la llegada de los socialistas y los lilas al gobierno de España ..."

Sí, señores, estos improperios e insultos los dijo la diputada Marta García en un pleno del parlamento autonómico a finales del pasado marzo. Daría risa si no fuera por la gravedad de sus consecuencias que sea ella precisamente la que achaque a una ONG conservacionista (ASCEL) de cobrar subvenciones -lo que por otro lado, si fuera cierto, no solo no es ilegal, sino que debería ser lo lógico y deseable dadas las funciones públicas que estas asociaciones tienen en nuestra sociedad- cuando en realidad es ella la que cobra ayudas públicas que no debería. En concreto 301.916,41 € de ayudas de la PAC entre los años 2017 a 2020. Y digo que no debería cobrar esas subvenciones que SÍ le pagamos todos porque ese dinero se concede a las explotaciones agro-ganaderas que cumplen con unos requisitos de sostenibilidad ambiental, requisitos contra los que ella misma se revela prodigándose en las redes sociales exigiendo los controles del lobo con el mismo extremismo que en el pleno del parlamento cántabro. Y nos llama ella a nosotros "parásitos del sistema democrático". ¡Qué ironía!

Señora Marta García, si quiere ser una persona consecuente a la cual se deba escuchar le es suficiente con rechazar las subvenciones de la PAC que le pagamos entre todos para su ganadería Valdelmazo y así tener carta blanca para exigir controles de lobos, osos, águilas o lo que usted crea conveniente masacrar.

En fin, se ponen en evidencia y se califican a sí mismos: utilizan su poder y la visibilidad mediática que les otorga sus cargos públicos para manipular a la sociedad contra la razón que nos asiste.


Según la RAE, la palabra ecologismo tiene dos acepciones, a saber:

1.- Doctrina que propugna la defensa de la naturaleza y la preservación del medio ambiente.

2.- Movimiento sociopolítico que defiende el ecologismo.

Y de la palabra ecologista dice:

1.- Perteneciente o relativo al ecologismo.

 2.- Partidario del ecologismo.

Y también podría la sociedad intentar aprenderse qué es la ecología. Según la RAE de nuevo esta palabra tiene dos acepciones:

1.- Ciencia que estudia los seres vivos como habitantes de un medio, y las relaciones que mantienen entre sí y con el propio medio.

2.- Medio ambiente.

Bien, leyendo todas estas definiciones y viendo el trabajo que llevan a cabo los grupos ecologistas en defensa de nuestro medio ambiente, ¿de dónde sacan sus perseguidores que el ecologismo vaya en contra del bien público? La sociedad tiene y debe conservar dos patrimonios fundamentales: el natural y el cultural, a cual más importante. A nadie se le ocurre hoy en día derribar una parte de una catedral, pero, sin embargo, nuestro patrimonio natural está constantemente en peligro porque dificulta en ocasiones los intereses particulares de algunos. Cuando esos "algunos" tienen poder, la lucha por defender la biodiversidad y la salud de nuestro planeta se vuelve más necesaria e imprescindible que nunca.

El ecologista es por ello, intrínsecamente, una persona altruista que emplea su tiempo y esfuerzo en defender ese patrimonio natural que resulta ser de todos los ciudadanos, y no solo suyo, con una conciencia cívica que el egoísmo de esos "algunos" no consiguen comprender, y sin obtener, además, nada a cambio, excepto la simple satisfacción de hacer una buena obra que redunda en el bien común. Ser ecologista es, pues, utilizar las incuestionables razones que la ciencia nos aporta sobre la necesidad de preservar ese patrimonio natural y usarlas para luchar contra su destrucción, de un modo razonado, cívico y generoso, poniendo a disposición de la sociedad su tiempo, su trabajo, sus conocimientos y sus desvelos. A veces incluso su dinero.

Pero, como siempre, tener razón molesta. Y saben que la tenemos.

16 de marzo de 2023

Pormishuevismo

Sí, amigos, "Pormishuevismo" es el nombre de la sección donde, en el programa de El Intermedio, de La Sexta, Erik Harley hace un repaso por algunos de los diferentes pelotazos urbanísticos a los que nos tienen tan acostumbrados nuestros gobernantes, y de los que muchos ciudadanos aún no llegamos a comprender cómo puede ser que no acaben en los tribunales atendiendo al despilfarro de dinero público que han supuesto y/o siguen suponiendo, como en el caso que vamos a recordar aquí. Ah, ya, que es que hay que demostrar que el político de turno que fue responsable del desaguisado en cuestión lo decidió con pleno conocimiento del perjuicio que causaba. Y digo yo, ¿no sería posible añadir un supuesto en el Código Penal para que se considerara también delito la ineptitud política? porque así, de golpe, muchos se lo pensarían antes de dilapidar caudales públicos o hipotecar nuestra naturaleza sabiendo que no se les puede probar la mala intención, y se dejarían de agarrar a esa disculpa que suena a pretexto y excusa, y que ya nadie se cree, de que hicieron las obras verdaderamente por el interés general, aunque finalmente el proyecto acabara saliendo mal.

¿Que a qué viene todo esto y qué relación tiene con el espíritu de este blog?, muy sencillo, ahora lo entenderéis.

Hace unos cuantos días, el sábado 4 de marzo, visité la zona norte de la sierra de Béjar, tras las intensas nevadas que han barrido la península. La nieve aún se veía en cotas realmente bajas mientras me acercaba por las carreteras que rodean la sierra, con los manchones de nieve aún en sus cunetas. Y sí, había nieve muy abajo, lo que no deja de ser algo excepcional pero que ocurre todos los inviernos una o dos veces. Y al igual que ocurre esto, ocurre también que esas borrascas no implican necesariamente que en la cordillera del sistema central los centímetros acumulados en forma de nieve sean muchos. No, ni mucho menos. Ver a comienzos del mes de marzo la Estación de Esquí Sierra de Béjar - La Covatilla, después de las nevadas que por fin le llegaron cuando la temporada de esquí se acerca a su final, con la mayoría de las pistas cerradas y vacías de usuarios no puede por menos de hacerme pensar en eso, en el "Pormishuevismo" español.

Ahora ya lo entendéis, ¿a que sí?

Imaginaros la escena: el aparcamiento casi completo de vehículos y un sábado radiante, peeeeeeero ... las pistas están vacías y cerradas, y todo el mundo permanece apiñado en las de debutantes y en los alrededores del propio aparcamiento. Familias con niños pequeños, con sus trineos y plásticos, o iniciándose en el esquí aglomerados todos en apenas un puñado de metros cuadrados de pista plana.


En la imagen superior  vemos una de las pistas, la del Regato del Oso, completamente cerrada por encima de la zona de debutantes, donde se congregaban casi todos los usuarios el sábado 4 de marzo de este 2023.

Pero no sería un "Pormishuevismo" de libro si no fuera porque desde el principio se advirtió sobradamente de que la escasez de nieve era notoria hace ya más de 20 años, cuando el entonces alcalde de Béjar, Alejo Riñones, del Partido Popular, se empeñó en levantar esta infraestructura con la inestimable ayuda de su amigo, el entonces Consejero de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio, Francisco Jambrina Sastre (me niego a llamarlos señores) que, por cierto, fue denunciado por agentes de la Guardia Civil por un delito contra la fauna (abro de nuevo paréntesis: ¡vaya patético nivel de políticos que tenemos en España! ¡un Consejero de Medio Ambiente denunciado por un delito contra la fauna! ¡¡¡Vaya nivelazo!!!, señores, ¿alguien ofrece más?).

Bueno, el proceso fue el de siempre, recurrente en todas las grandes infraestructuras urbanísticas, industriales o de cualquier otra índole que se quieren instalar por nuestra geografía, ya sean minas a cielo abierto, macroproyectos eólicos, macrogranjas, estaciones de esquí (no nos olvidemos de la de San Glorio, que también tuvo lo suyo y da para varios capítulos, y el macroproyecto actual de unir por Canal Roya las estaciones de Formigal con Astún y Candanchú -no escarmentamos a pesar del evidente calentamiento global), urbanizaciones o puertos deportivos en espacios protegidos, etc. etc. etc. El politicucho de turno se empeña enarbolando la bandera de la prosperidad para su comarca y cuatro puestos de trabajo, predicando soflamas de que "los de fuera" no les vamos a decir lo que tienen que hacer con lo que consideran "su casa", porque además somos todos unos ecologistas de salón que vivimos de las subvenciones y nos rascamos la barriga en una oficina calentitos mientras ellos llevan una dura vida de labriegos o ganaderos, a lo que hay que sumar que esos ecologistas insolidarios preferimos el bienestar de los animales al de las personas del campo y bla, bla, bla, bla, bla, bla y más bla, bla, bla. 

Con esto ya está dicho todo, señores, ya se han ganado para la causa a toda la comarca, que, además, ya parte enfadada contra quien pueda opinar diferente. Da igual que el dinero en vez de quedarse en la zona acabe realmente en la empresa minera de turno -siempre extranjera-, o en las arcas de esa multinacional que se vende como verde mientras destruye los ecosistemas fragmentando los proyectos, o en la caja de la constructora. Da igual que la inocuidad ambiental de los molinos esté seriamente en entredicho incluso por las propias personas que reclaman energías renovables. Dará igual que incluso una entidad tan objetiva como la Universidad opine distinto. Y dará también lo mismo que los datos no avalen las bondades del proyecto. Lo mismo que importará menos que poco que la destrucción de lo que ellos creen "su casa" sea irreversible. El megaproyecto del momento se levantará gracias al clamor popular.

Si los juzgados no lo impiden, claro, porque al final serán los jueces los que tendrán la última palabra en la defensa del interés general. 

Este fue también el proceso en la construcción de esta estación de esquí que solo ha asumido pérdidas económicas desde que se construyó en lo que Ecologistas en Acción denominó en su momento Un pozo sin fondo de dinero público.

Y no estamos muy equivocados respecto del quebranto económico que supone cada temporada mantener abierta esta ridícula estación cuando el propio promotor de la misma, sí, ese tal Alejo Riñones, actualmente en la oposición, echaba ya en cara en 2021 al actual equipo de gobierno del consistorio el millón de euros anuales que eran necesarios para mantener abierta la estación, o los cerca de 4.000.000 € de pérdidas que acumulaba la Covatilla en 2023 durante los años de legislatura socialista, llegando a considerar la continuidad de la instalación de inviable, y pidiendo ahora que se privatice, reconociendo post mortem, cuando el daño está ya hecho y es irreversible, que "... es una estación pequeña, donde nieva poco, para mantenerla abierta 3 o 4 meses ...". Que nieva poco dice ahora el tío, y que solo es válida para abrirla 3 o 4 meses, mientras que cuando la promovió parecía que sería la mejor estación del país con al menos seis meses de nieve asegurada de arriba a abajo. ¡Increíble! Una auditoría externa e independiente sería saludable en esta endeble democracia que los ciudadanos sufrimos para conocer con exactitud realmente cuánto dinero nos ha costado este delirio absurdo, porque ni siquiera las cuentas oficiales de ingresos o gastos que nos han venido contando los políticos locales son fiables. Y si no echar un vistazo al artículo titulado "¿Qué pasa con el IVA de La Covatilla?" donde se dejan en entredicho las cuentas que han aireado públicamente, dado que no contabiliza el pago del IVA de algunos conceptos. Los dos últimos párrafos resumen muy bien los tejemanejes del Ayuntamiento bejarano en la época de Alejo Riñones como alcalde para maquillar un menoscabo económico difícil de esconder.

Y que por favor tampoco nos vendan como ganancias las subvenciones que hemos venido pagando solidaria y obligadamente -porque a nadie nos han consultado- entre todos para que los escolares de la provincia tengan su semana blanca; o mejor dicho, perdón, para que La Covatilla tenga algún ingreso más, que es el motivo principal de esos bautismos blancos que, en parte, seguimos sufragando entre todos.


En la imagen superior vemos un único surfero bajando por la pista La Covatilla, sin espesor suficiente para permanecer abierta, y algunos usuarios, tanto subiendo como ¡bajando!, sentados en las sillas del remonte. La imagen no puede ser más dolorosa y elocuente, cuando el sentido común pudo haber evitado semejante destrucción ambiental y despilfarro de dinero público. En la de debajo, la pista Las Cimeras igualmente cerrada por falta de nieve este 4 de marzo.


Pero vayamos por partes. Que una infraestructura de este tipo se lleve a cabo basada en un proyecto chapucero no tiene perdón, y somos muchos los que opinamos que debería tener consecuencias penales, dado que el resultado final muy bien puede ser considerado como un delito contra el medio ambiente, además de la evidente dilapidación de dinero público. Veamos algunas cuestiones más que relevantes que lo demuestran.

1.- El Proyecto de Instalación del Centro Turístico "Sierra de Béjar" (Telesilla /Telesquí), que es así como se le denominó intentando camuflar la envergadura del mismo (suena mucho más agresivo ambientalmente hablar de una estación de esquí que de un telesilla, ¿verdad?), NO HIZO NUNCA UN ESTUDIO DE LA NIEVE INVERNAL.

¿Alguien me lo puede explicar? Parece ser que la nieve existía porque lo decían ellos, y punto. No era necesario conocer ni los espesores que se acumulaban en los diferentes meses del inverno, ni en qué cotas altitudinales, ni la fuerza de los vientos que soporta la zona y que barren del suelo y hacen desaparecer la nieve, ... nada, no era necesario conocer nada de nada sobre la nieve. ¿Pa'qué? Eso solo sería necesario si fuéramos a levantar una estación de esquí, pero esto no va a serlo, hombre, por Dios, si ya en la misma Declaración de Impacto Ambiental lo dejaron claro: "... y dado que no se trata de proyectar una estación de esquí, sino de la construcción de un núcleo de servicio con las infraestructuras necesarias, pero las mínimas,..." ¡¡Cachis, estos ecologistas no se enteran de nada!!



2.- Si no existió nunca un estudio previo de la materia prima en la que se basa esta actividad, no pudo haber nunca tampoco un ESTUDIO DE VIABILIDAD ECONÓMICA. Aquí ponemos otro "pa'qué"

¿Cómo vas a saber si es viable si no sabes ni con cuánta nieve vas a contar, ni a qué alturas, ni durante cuántos días al año? Lo cierto es que se limitaron a aportar unos datos meteorológicos obtenidos en dos estaciones meteorológicas situadas a 950 m.s.m. (Béjar) y 1.240 m.s.m. (Presa de las Angosturas, Candelario) y que para nada se pueden extrapolar a las condiciones de la alta montaña donde se iba a ubicar el proyecto, además de que ni siquiera se realizó de ellas una interpretación científica, seria y rigurosa. Simplemente los aportaron y punto.



3.- Ejemplo de la mierda que fue el proyecto (abro paréntesis, me olvidaré por irrelevante de las diversas faltas ortográficas, de concordancia y de sintaxis que encontramos en él, además de algunas erratas no corregidas que adornan con elocuencia lo deplorablemente chapucero del mismo, como podemos ver en el primer renglón de la siguiente imagen:"... desde el punto de vista climatológico se trata de un viejo macizo granítico ...", cierro paréntesis) es que en el anteproyecto el redactor estimó que la estación podría abrir 29 días en diciembre, 32 EN ENERO, 33 EN FEBRERO Y 35 EN MARZO ¡¡¡¡¡¡DE MEDIA!!!!!!!! Estas medias se calcularon sumando los días de diario y festivos en los que sí se podrían usar las instalaciones, y ¡¡¡descartando incluso!!! las jornadas invernales en las que los fuertes vientos o la climatología muy adversa impediría por seguridad el funcionamiento de los remontes. ¡Qué optimistas!, sí que tenían razón de que iba a ser una de las mejores estaciones de esquí de Europa, y yo diría que del mundo: ¡¡¡¡se puede en ella esquiar más días de los que existen mensualmente!!!!. ¡Cojonuuuuudo!

4.- Por supuesto tampoco se presentó ningún ESTUDIO DE MERCADO (poner vosotros aquí el "pa'qué", que yo ya me canso) que estimara en aquel momento la potencialidad de la demanda social para justificar la innegable destrucción de la sierra y la descomunal inversión a realizar en aras de alcanzar un interés general que pudiera ser superior: revitalizar económicamente la comarca. Por ejemplo, en 1998 la Estación de Esquí de Navacerrada (cerrada desde el año pasado) acabó la temporada con unas pérdidas de 100 millones de pesetas (El País, 8/marzo/1998) a pesar de contar con una masa de usuarios potencial de casi diez millones de personas al estar ubicada entre Madrid y Segovia. Pues bien, ¿qué potencialidad de usuarios creéis que calcularon para La Covatilla los redactores del proyecto? Ah, pillines, ya os imaginabais que ninguna; pues habéis acertado ya que no hicieron ningún estudio al respecto. Pos'mu'bien, señores, perfecto, la seriedad al poder en la gestión del erario público, de nuestro patrimonio natural y de las ilusiones y expectativas de la gente de la comarca. Se limitaron a presuponer la afluencia de esquiadores, nada más. Así en la página 5 del proyecto indican literalmente -y digo literalmente porque fijaros en la patética redacción de la frase que transcribo tal cual es- que "Además, por el tipo de clima, esta nieve se garantiza completamente también su perfecto estado y cantidad durante todo el tiempo que dura la "Temporada Banca", y por tanto la afluencia masiva de la gente". El que lo redactó no asistió a clase el día que hablaron de las comas y esas cosas.


En cualquier caso, ya'tá, argumentado que la demanda cubrirá gastos y aportará unos beneficios extraordinarios. Venga, pa'lante con el proyecto.

5.- En el capítulo económico aparecen 13.700.000 Pts. de beneficios netos anuales. Sin embargo, se "olvida" de descontar, y no sé si es más grave que sea por negligencia o intencionadamente, diversos conceptos que el mismo proyecto sí enumera, dando como resultado que, una vez descontados esos gastos según sus propias estimaciones (optimistas, dicho sea de paso), se arrojaban unas pérdidas económicas totales de 7.144.807 Pts. anuales.

6.- En el Estudio de Impacto Ambiental fue declarado un proyecto de utilidad pública o de interés social para la comarca, y en ello no tuvo peso alguno la PROPUESTA DE DECLARACIÓN DE IMPACTO AMBIENTAL DESFAVORABLE que elevaron los propios técnicos de la Junta en la Ponencia Técnica Provincial del 28 de julio de 1998 "en base a la afección del mismo a los valores naturales del futuro Espacio Natural de Candelario".


Al final, fue imposible luchar y vencer a la maquinaria puesta en marcha tras el verdadero lavado de cerebro que soportó la comarca y los amiguismos políticos del Partido Popular. De nada sirvieron las al menos 459 Alegaciones particulares y colectivas registradas en la Junta de Castilla y León en el preceptivo trámite de Información Pública y que deberían sacarle los colores a quien firmó la autorización el 10 de diciembre de 1998. En la citada Declaración de Impacto Ambiental se dice:

"1.- Evaluados y analizados los impactos ambientales derivados de la ejecución de la actuación se considera que estos son compatibles con la conservación de los valores botánicos, faunísticos, geomorfológicos y paisajísticos de la zona. Se ha tenido en cuenta que uno de los objetivos de la ordenación, el uso y gestión de espacio natural de Candelario está basado en favorecer el desarrollo socioeconómico con un uso racional de los recursos propios, promoviendo, entre otras, aquellas acciones que fomenten el turismo ligado a los valores del Espacio Natural Protegido, como forma activa de preservación del medio natural, y dado que no se trata de proyectar una estación de esquí, sino de la construcción de un núcleo de servicio con las infraestructuras necesarias, pero las mínimas, .../... y tener en cuenta que dificultar esta posibilidad de desarrollo podría provocar reacciones por parte de la población en contra de la propia naturaleza ..."

Da una vergüenza ajena infinita leer que, una vez analizados los impactos que en la Ponencia Técnica eran DESFAVORABLES, sean considerados después compatibles con la conservación del entorno. O que la construcción de una estación de esquí fomente los valores ligados a un Espacio Natural Protegido, como forma activa de preservación del medio. O incluso que negaran, haciendo gala de una descomunal desfachatez, que se trataba de construir una estación de esquí. O que para no enfadar a algunos comarcanos se debía construir la infraestructura por encima del interés general del resto de los españoles. Leer esto me da de verdad, repito, una vergüenza infinita por vivir en un país así, mediocre y bananero.

Y dos piezas fundamentales en la gestación de esta tragedia la constituyeron, junto a los políticos responsables, por un lado los medios de comunicación del momento, y muy especialmente la prensa escrita de la provincia que tomó un decidido partido por el proyecto del PP, ninguneando las argumentaciones contrarias al mismo y dando pábulo a sus defensores. Aquí destacó de manera importante La Gaceta.

Y, por otro lado e increíblemente, el Grupo Bejarano de Montaña, y su entonces Presidente, José Enrique Rodríguez, que, lejos de defender la conservación de la montaña, se involucró en una intensísima campaña directa por la construcción de la infraestructura con argumentaciones tan científicas como que "El Grupo Bejarano de Montaña, formado por montañeros que han llegado a conocer la Sierra de Béjar por sus incalculables ascensiones a través de los tiempos, llegó a la conclusión en el año 1970 que las pistas de esquí de La Covatilla eran aptas para la práctica del esquí en toda su extensión, por las causas siguientes: ... duración de la nieve hasta los meses de mayo y junio .../..." (El Adelanto, 2/julio/1997). Y no menos magnífico argumento fue también decir en la misma nota de prensa que "La calidad de la nieve en la época de esquí es en polvo, totalmente esquiable y desprovista de percances". Magnífico, repito. Aplausos y reverencias para estos señores, por favor. ¿Nieve decía este hombre hasta junio para esquiar? ¿Nieve polvo toda la temporada? ¿Y qué diablos era eso de que era nieve desprovista de percances? Es simplemente alucinante cómo se podían normalizar semejantes mentiras cuando en el sistema central lo que predomina es precisamente todo lo contrario, la nieve dura, la nieve costra y las chapas de hielo causados por los fuertes vientos y el clima continental, con nevadas casi reducidas a enero y febrero. 


También se dio buena propaganda de que no existiría impacto ambiental en la zona -el otro caballo de batalla del conflicto- porque, según el mismo Grupo Bejarano de Montaña: "... no encontramos ningún río, laguna o bosque que pueda sufrir deterioro o impacto ambiental, ya que solo viven pequeños animales como ratones de campo, topillos y lagartijas, aunque en verano hay perdices, conejos y otras especies de pájaros y a ninguno de estos animales se les considera en peligro de extinción" (La Gaceta 16/octubre/1997). Bueno, gente, pues ante argumentos como estos estamos completamente desarmados. Igual que están desarmados los que pretendan conservar La Antártida o los océanos, o los desiertos del planeta, puesto que nos damos de bruces contra la evidencia de que allí tampoco hay ni ríos, ni lagunas, ni bosques. 

Este fue el nivel, amigos. No es posible luchar con argumentos contra la más absoluta ignorancia, sobre todo cuando el ignorante quiere seguir siéndolo. Porque una de dos: o eres realmente un ignorante al decir semejantes barbaridades o, por el contrario, conoces sobradamente lo erróneo de esas incontinencias verbales y entonces eres un mentiroso y estás manipulando a la opinión pública. Yo, ante esa disyuntiva preferiría ser un ignorante a un manipulador. Y, por favor, no me tachéis de prepotente por todo lo que acabo de escribir, el propio Alejo Riñones, alcalde promotor de la Covatilla, llegó a decir que "Hablan de que hay unas especies que se deben conservar como son el desmán y la nutria. Nunca he visto un desmán o una nutria en esa zona, ni muchísima gente, ni los propietarios de las fincas" (Tribuna de Salamanca, 4/mayo/1997) No se supo nunca de dónde obtuvo que nosotros dijéramos que la nutria fuera propia de la alta montaña, pero como argumento en su conjunto no deja de ser igual de vomitivo que los anteriores: "Como yo no los he visto allí, no los hay. Punto." Estas diarreas argumentales fueron habituales y marcaron su nivel, haciendo imposible cualquier diálogo o entendimiento.

Y no menos emético fue que, en medio de aquel tiempo convulso, cuando los detractores de la estación éramos mirados con odio y algunos llegaron a sufrir represalias de algún tipo, el propio alcalde bejarano del Partido Popular llegara a pedir en la prensa que se supiera con nombres y apellidos quiénes éramos los ecologistas que estábamos en contra del proyecto, "... para que sepamos a quienes tenemos que dirigirnos" (La Gaceta, 11/noviembre/1997), haciendo un señalamiento y hostigamiento claro, casi podríamos decir que mafioso, hacia aquellos ciudadanos que estábamos en contra del mismo, tensión que sufrieron en sus propias carnes algunos vecinos de la propia comarca.



No os riais de lo que voy a decir, pero podría aportar documentación por kilos de aquellos tres años de conflicto por preservar la sierra de Béjar. Exactamente 8,9 kilogramos de informes, de alegaciones, de denuncias en Bruselas, de citaciones en los juzgados como testigo, de recortes de periódico, de artículos de prensa, de mediciones del manto de nieve, ... incluso de alguna reunión con el mismísimo Consejero de Medio Ambiente en Valladolid.



Como podéis ver por estas pequeñas pinceladas de cómo se gestó la construcción de la famosísima e inigualable Estación de Esquí Sierra de Béjar - La Covatilla, quizá la mejor estación de esquí de España, si no del mundo, que apenas provocó impactos negativos en el medio natural porque no había en el lugar bosques, ríos o lagos, en donde no había especies que proteger porque ni el alcalde ni los socios del Grupo Bejarano de Montaña las habían visto, y que sin duda ha provocado un importante revulsivo económico para la zona a costa de tener que poner un año sí y otro también dinero público para su supervivencia, puede subir al podium de los Pormishuevismos del país, junto con aeropuertos sin aviones o circuitos de Formula 1 sin carreras.

Y sobre todo por construir una estación de esquí sin estudiar si había o no nieve suficiente, lo que llevamos comprobando desde el mismo momento en el que se abrió tan destructiva infraestructura. El Pormishuevismo caciquil de nuestra provincia y autonomía ha destruido de un modo irreversible la sierra de Béjar. La casa de los bejaranos ha sido, en parte, derribada por los propios bejaranos. Esta ya nunca será la misma, y que las limitaciones que la autorización de Medio Ambiente les impuso fueran obviadas constantemente no tiene ya mayor importancia. Cuando en dicha autorización se prohibe afectar a la cubierta vegetal o hacer movimientos de piedras a una estación de esquí, es evidente que el que concede la autorización sabe que semejante prohibición no es posible cumplirla: el movimiento de piedras y la transformación de la superficie del suelo, incluida su vegetación, es algo inherente a todas las pistas de esquí. Hasta en eso nos engañaron los políticos. En la construcción final de la Estación de esquí Sierra de Béjar - La Covatilla se transgredieron muchas de estas prohibiciones reflejadas en la autorización resuelta por el Consejero de M.A., el susodicho Jambrina Sastre, e incluso se violó el mismísimo apartado 1º de la Ley 4/1989 de 27 de marzo que trata sobre la Conservación de los Espacios Naturales y de la Flora y Fauna Silvestres, que prohibe taxativamente la transformación física y biológica de un lugar mientras se esté tramitando el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de un Espacio Natural, caso que fue en aquel momento el de Candelario. Las leyes garantistas parece que son de obligado cumplimiento solo por el ciudadano; las administraciones se las pueden saltar a su antojo.

¿Y todo para qué? pues para no alcanzar nunca ese esperado revulsivo económico y laboral en la comarca que vendieron a la gente, y que aún siguen esperando transcurridos 22 años desde su inauguración. Todo para acabar siendo solo un chorreo de dinero público y de devastación ambiental, además de una enorme decepción y frustración para la gente de la zona que se lo creyó todo.

Vamos, lo que viene siendo un Pormishuevismo de libro.

De todo aquello me quedo con el apoyo y la lucha de todos y cada uno de quienes se implicaron en la protección de esta pequeña sierra: a todos, grupos ecologistas y de montaña, Federación Castellano Leonesa de Montaña, Universidad de Salamanca y muchos particulares, GRACIAS. Me quedo con que la bronca que durante varios años se vivió y sufrió en esta provincia no se quiso repetir en las laderas norte de La Mira, en Gredos, y que la propuesta de la Cámara de Comercio y otras entidades de Ávila en el invierno de 1998-99 de levantar allí otra estación de esquí se archivara antes de que ningún otro político mediocre se lo tomara de nuevo en serio; ¿quién sabe si el conflicto social que vivimos con La Covatilla fue la puntilla del proyecto de La Mira?, yo siempre lo he creído así. Me quedo con que nuestra lucha fue sincera y con la verdad por delante, sin falsedades ni mentiras. Me quedo con que fue la correcta. La lucha de dos modelos de desarrollo para nuestro planeta: el sostenible contra el suicida, el de la cordura contra el del sinsentido, el de la verdad contra el de las mentiras y la manipulación, el del interés general contra el partidista de un grupo político. Me quedo con que obramos bien, lo que nos permite seguir caminando con la cabeza alta.

Os dejo dos últimas fotos que nos hablan una vez más de las penosas cantidades de nieve que llevamos décadas observando en la sierra de Béjar. La primera del 2 de febrero de este 2023, en plena temporada de esquí, cuando todo lo que aparece en la foto debería ser de un blanco inmaculado, y no lo es. Y la segunda, del mismo 4 de marzo de este invierno cuando, tras mi paso matinal por La Covatilla, me tuve que desintoxicar observando la todavía mucha belleza que conserva esta sierra, con un atardecer precioso lejos de aquel aniquilamiento ambiental tan absurdo y doloroso. Pura belleza, sin duda, pero en la que tampoco podemos negar la más que evidente escasez de nieve: esta debería ocupar desde la línea superior de árboles hacia arriba. Y este invierno tampoco lo hace.

¡Viva el Pormishuevismo!

He dicho.