Vivir es un tránsito, un camino en donde todos somos nómadas. Que la travesía merezca la pena, depende de ti.
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11 de febrero de 2012

Ursus, los osos de San Glorio

Tras trepar por una torrentera nos dirigimos hacia un hayedo que como una lengua verde se desliza por una ladera muy inclinada. Nos adentramos en él. No se oye ni el más mínimo sonido; exceptuando nuestras propias pisadas, el silencio es sepulcral. Muy lentos, caminamos intentando no hacer ningún ruido. El corazón se acelera pensando que por estos bosques merodean varios machos de oso pardo. Alcanzamos el roquedo y nos paramos; miramos despacio hacia el valle y hacia las laderas de enfrente buscando con los prismáticos animales y, sobre todo, gente, pues no queremos delatar la ubicación de la osera. No vemos nada y proseguimos más lentos aún, con nuestros cinco sentidos en alerta y el corazón bombeando aún más veloz. Hay que localizar una vira horizontal en la pared para poder acceder a la grieta en donde se encuentra el encame. El corazón nos late como si quisiera salirse del pecho. El nerviosismo nos invade al tiempo que nuestro paso se ralentiza más aún. Buscamos con la mirada cualquier indicio reciente de la posible presencia de un oso en el lugar: huellas, comida, pelo, excrementos, … el sonido de unas pisadas furtivas que lo delaten. Casi podemos oír nuestra propia respiración. Ahí está, por fin. Estamos ante un encame de oso que era usado por la especie hace ahora casi dos décadas, cuando lo observara por primera vez. No es en realidad una osera clásica para pasar el invierno, sino más bien un abrigo temporal: es demasiado abierto y amplio para pasar los meses más fríos del año, difícil de calentar y mantener en él la temperatura. Finalmente vemos, no sin bastante alivio, que el escondrijo está vacío. Siguen sus dos camas con materia vegetal reciente recogida de los alrededores, principalmente hierba. 18 años después de verlo por primera vez aún lo usan otros ejemplares.

Pistear osos no es sencillo en la montaña oriental, entre Palencia, Cantabria y León. Pocos, muy pocos ejemplares sobreviven en estos valles. Casi todos machos y apenas un puñado de hembras, cuyos cachorros sufren los envites de los machos durante el celo. Aquí la población de osos oriental, aislada completamente, lucha contra una situación crítica con gravísimos peligros, como la consanguinidad, el furtivismo, un índice de reproducción bajísimo y la destrucción de su territorio –recordemos el trazado por parte de la administración de 50 Km. de pistas forestales en la mejor zona osera de Riaño hace ahora ya unos años, por ejemplo, o la más reciente pretensión de construir una estación de esquí en su única “tabla de salvación”: el territorio que la conectaría con la población occidental, eso sí, driblando las resoluciones judiciales y aprobando leyes injustificables reduciendo el nivel de protección ambiental del Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente de Cobre-.

Malos tiempos corren para el oso aquí, en los límites de Palencia y León. Para la administración castellano leonesa parece ser un estorbo.

Rastro de un oso campeando en una valle de Fuentes Carrionas, aledaño a San Glorio.

Huella de un ejemplar de tamaño medio. Fuentes Carrionas.

En esta foto se aprecian diversos arañazos de oso a una altura de unos 2 m, sobre el tronco de un pino. A la derecha se pueden ver las marcas más recientes, mientras que arriba a la izquierda, se ven unas más antiguas con resina seca. Fuentes Carrionas.

Marcas de arañados en un poste de madera situado en el centro del "área esquiable" de la pretendida estación de esquí de San Glorio.

Típica cama de oso para pasar el invierno en el interior de una reducida osera.

Restos de una "carroñada" de oso en la que ha estado comiendo de los restos de un ciervo.

Recuerdo la única ocasión en la que pude ver a un oso de esta población oriental. Fue el conocido macho “Salsero”, una mañana muy clara del verano del 87 camino de su encame, atravesando una ladera de matorral bajo. Fueron 15 minutos intensos en compañía de dos amigos antes de que se escondiera definitivamente en el bosque. Un collar radioemisor lo mantenía localizado. Para cuando dejó de emitir su collar desapareciendo para siempre, ya había corrido lo suyo, con sus 18-20 años de edad. Fue conocida su pelea con “El Rubio”, otro oso de la zona con la cabeza muy clara y el cuerpo oscuro que años después cayó bajo los disparos de un cazador en Brañosera. Aún hoy me puedo imaginar a Salsero, viejo y cansado, acostándose junto a un gran brezo y quedarse dormido para no despertar más.

Valgan las fotos que acompañan esta entrada para alzar la voz por San Glorio y la región de Riaño. Por toda la montaña leonesa y palentina y por su enorme valor ambiental, que es nuestro y de todo el planeta, y que una administración corta de miras no es capaz de conservar. 




















Las fotos de osos que rematan esta entrada, aunque de bastante mala calidad, son un buen testimonio de una parte importante de la biología del oso pardo cantábrico. En ellas podemos ver una hembra de la población occidental que para mantener a salvo a sus tres esbardos de los ataques de los machos se enrisca en áreas muy abruptas, fácilmente defendibles. Las dos últimas imágenes del destrepe son imágenes de vídeo y pierden aún más calidad. Todas están hechas a una distancia aproximada de 600 o 700 m., según las ortofotos, con un río y una carreterita local de por medio. La tranquilidad de la familia estaba asegurada, por lo tanto. EOS 7D, objetivo EF 500 mm / 4 L IS USM y Teleconvertidor 1,4X III. Trípode Manffroto 055 NAT y rótula Tripo DG3. Los aumentos que este equipo proporciona equivalen aproximadamente a 22,5X.